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viernes, 1 de agosto de 2014

jueves, 24 de julio de 2014

SEMANA INTERNACIONAL DEL NIÑO




LA SEMANA INTERNACIONAL DEL NIÑO
N.KRUPSKAYA
(Artículo publicado en «Pravda», año 1923)

            El Comité Ejecutivo de la Internacional juvenil Comunista ha Dispuesto que se celebre la III Semana Internacional del Niño desde el 24 al 30 de julio. El movimiento infantil de Rusia está todavía en la fase de organización y aprovechamos la «Semana del Niño» para hacer propaganda de este movimiento.

            «¿Qué falta hace un movimiento infantil, una organización de niños? Cuando crezcan y empiecen a comprender algo que entren el komsomol; ¿qué entienden los niños? Dejadlos que jueguen y estudien» - suelen decir algunos camaradas.

            En los jóvenes Pioneros, como se llama la organización comunista infantil, pueden ingresar los muchachos y las muchachas a partir de los 11 años.

            Los jóvenes Pioneros se esfuerzan en educar los instintos colectivistas en sus afiliados, acostumbrándolos a compartir las alegrías y las penas con la colectividad, a no separarse de ella y a pensar en que son miembros de la colectividad, se esfuerzan en formar hábitos colectivistas, es decir, el arte de trabajar y actuar colectivamente, de manera organizada, supeditando su voluntad a la colectividad, de llevar a cabo sus iniciativas a través de ella, conquistando la opinión de la colectividad y, por fin, procuran forjar la conciencia comunista de los niños, contribuyendo a que  comprendan que son miembros de la clase obrera que lucha por la dicha de la humanidad, miembros del gran ejército del proletariado internacional.

            La sola enumeración de estas tareas muestra que cuanto antes se incorporen los niños al movimiento infantil tanto mejor será. A los hijos de los obreros se les oye decir con frecuencia: «No vemos nunca al padre, por el día trabaja y por la tarde va a las reuniones». La madre también trabaja o está absorbida por los quehaceres domésticos y el cuidado de los hijos. Los chicos de los obreros crecen a la buena de Dios: bien están en casa sin ver nada, haciendo travesuras por aburrimiento, o bien caen bajo la influencia de la calle. La organización infantil les proporcionara muchas emociones jubilosas, campo para que apliquen sus fuerzas y desarrollen su actividad y alimento a sus mentes.

            La organización de pioneros no debe parecerse a la de los adultos. Sería un gran mal si fuera copia de la organización de los mayores, pero debe estar saturada de espíritu comunista.

            Ante todo ha de hacer sentir a los niños muchas emociones jubilosas. Los coros, los juegos, las excursiones al campo, la poesía de los cuentos en torno a la hoguera, las visitas a las fábricas y la participación en las fiestas proletarias dejan una impresión que no se borra en toda la vida, y unen todas estas emociones con la idea de la organización, de la colectividad. La participación en las fiestas proletarias, las visitas a los clubs obreros, a las fábricas y la asistencia a las reuniones de los trabajadores ligan con fuertes lazos a los niños de la clase obrera, lazos que hay que robustecer por todos los medios. Las secciones de mujeres, las células del Partido y los sindicatos deben patrocinar a los pioneros y no regatear esfuerzos para fortalecer en los niños el espíritu de la solidaridad de clase.

            Durante la semana del movimiento infantil, las organizaciones obreras deben apadrinar a los pioneros, organizar excursiones, mostrarles su trabajo, hablarles de el, designar a obreros y obreras que hablen de su infancia v de su lucha a los niños, en una palabra, la clase obrera debe prohijar durante la «semana del niño» a los pioneros.

            Los chicos son chicos. Por eso los jóvenes Pioneros prestan gran atención a los juegos. El juego es una necesidad del organismo infantil en desarrollo, acrecienta las fuerzas físicas de los niños, hace más firme la mano, más ágil el cuerpo, más certero el ojo y desarrolla la inteligencia, el ingenio y la iniciativa. En el juego adquieren los niños hábitos de organización, entereza, y
aprenden a sopesar las circunstancias, etc. Pero hay juegos y juegos. Hay juegos que fomentan la crueldad, la grosería, el odio nacional, que influyen nocivamente en el sistema nervioso, que exaltan y estimulan la vanidad. Hay otros que tienen gran valor educativo, que fortalecen la voluntad y el sentido de la justicia, que enseñan a ayudar en la desgracia, etc. Por medio de los juegos se puede hacer de un niño una bestia y se puede hacer un comunista. Los pioneros se plantean esta última tarea y los Komsomoles les ayudan a cumplirla.

            Los pioneros no se ocupan solamente de los juegos. Los niños de nuestros dias han visto y oído mucho y sienten el deseo de participar en la lucha por la dicha de la humanidad, en la construcción de la nueva vida. Aunque su labor colectiva no sea mucha - recoger hierbas medicinales, plantar flores delante de las fábricas, hacer camisitas para las casascuna, distribuir invitaciones para los actos, adornar los clubs obreros, etc.-, les hace pensar en que son miembros útiles de la sociedad y les da ánimos para trabajar. Es necesario que todas las instituciones soviéticas presten atención a los pioneros y les den la posibilidad de trabajar en nuevas ramas.

            El movimiento infantil tiene gran valor para la escuela, ya que proporciona hábitos que contribuyen a organizar acertadamente la autogestión de los niños en ella y propician la aplicación de nuevos métodos de enseñanza. El movimiento infantil acrecienta en los alumnos el interés por el estudio y el ansia de saber. De ahí que los maestros avanzados lo vean con satisfacción. Durante la Semana Internacional del movimiento infantil, las escuelas deben abrir de par en par las puertas a los pioneros. Los pioneros deben ayudar con entusiasmo a los maestros a organizar la nueva escuela y deben ser la solera de ella.

            En la semana que va del 24 al 30 de julio hay que echar los cimientos del movimiento infantil en la Federación Rusa.



Descargar "Pequeños Guardias Rojos":

https://drive.google.com/file/d/0B0cNhGDp1iorTXFma3BDTFNlMEk/edit?usp=sharing

miércoles, 8 de mayo de 2013

SOBRE LA MORAL COMUNISTA



LA JUVENTUD ESTA DISPUESTA A “VIAJAR” EN LAS CUATRO DIRECCIONES *
Chan Feng-meí
(Secretaría de la célula general de la Liga de la Juventud
Comunista en la brigada de producción Taikou, comuna Chang-
tien, distrito Kuantien, Liaoning.)


“Cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”. Esto constituye un importante contenido en la reaccionaria doctrina de Confucio, cuya influencia es amplia y debe ser censurada.
¿Por qué Confucio planteó ritos y reglamentos como el que acabamos de citar? Sólo se puede encontrar la respuesta en la lucha de clases que se desarrollaba en la época en que vivió Confucio y en la posición política de éste.
Confucio vivió en las postrimerías del Período de Primavera y Otoño, período que registra un tremendo cambio social, el paso del sistema esclavista al sistema feudal. La clase terrateniente recién surgida rivalizó con la reaccionaria clase de los esclavistas, en lo económico, político e ideológico y lanzó vigorosos ataques contra ella, a la vez que los esclavos se levantaban en rebelión contra los propietarios esclavistas. Bajo esta situación revolucionaria llena de desórdenes bajo el cielo, la reaccionaria clase esclavista no solamente cayó en desintegración en lo tocante a la dominación económica y política, sino que también marchaba hacia la descomposición ideológica y moral en las relaciones de clan y tribu. Por aquel entonces, los ministros no eran fieles a sus reyes, los hijos no sentían amor por los padres y los hermanos menores no obedecían a los mayores; los esclavos escapaban y los hijos se iban lejos de sus hogares, todo esto destruía los conceptos tradicionales que sobre la familia tenía la clase de los esclavistas, debilitaba y perjudicaba su dominación reaccionaria. Bajo estas circunstancias, Confucio, colocándose en la posición reaccionaria esclavista, planteó una serie completa de ritos y reglamentos, incluyendo el reaccionario programa de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”, tendientes todos ellos a salvaguardar la clase esclavista.
El núcleo del sistema ético de Confucio es lo que él llamó “piedad filial y deber fraternal”. Confucio abogó porque estos postulados fueran tomados como regla de virtud de la gente determinando que los hijos debían tomar por objetivo de su vida el sostener a sus padres, en caso contrario, según este abogado de los esclavistas, sería “despiadado” y “carente de virtud” y debería ser condenado. Confucio perseguía, al formular estos conceptos éticos de clan y tribu, proteger el sistema filial y legal esclavista “desde el supremo del Estado hasta el linaje familiar”. Al propagar que los hijos tuvieran piedad por sus padres, que los hijos debían actuar alrededor de los padres y, al difundir que los padres debían respetar y tener filialidad por el soberano, Confucio deseaba que todos los padres actuaran alrededor del “hijo del cielo”. En realidad, lo esencial de su exigencia era que las gentes “se dominaran a sí mismos y retornaran a los ritos”, que no “causaran daño a los superiores y desórdenes” y fueran dóciles “hijos piadosos”, “pueblo sumiso” de la tiranía esclavista. Confucio planteó los reglamentos y la doctrina filial de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”, precisamente para lograr su finalidad criminal de defender la dominación reaccionaria de la clase esclavista. Pero esto no podía ser más que una  quimera.
El marxismo considera que las relaciones entre padres e hijos y las relaciones familiares en una sociedad clasista sólo pueden ser las existentes entre las clases. A una etapa histórica determinada, corresponden determinadas relaciones de familia que sólo pueden ser producto de las determinadas relaciones de producción existentes en dicha etapa histórica. A medida que se desarrollan y cambian las relaciones de producción, se desarrollan y cambian, correspondientemente, las relaciones de familia y sus conceptos. Esta es una tendencia histórica que ningún reaccionario es capaz de impedir. Los ritos y reglamentos reaccionarios de Confucio con toda su doctrina no lograron salvar de la ruina a la clase esclavista ni tampoco salvaron de la desintegración y la ruina a las familias aristócratas esclavistas. La causa radica en que el programa de Confucio representa la reacción. Confucio no quiso que los demás “fueran lejos” para organizar la rebelión contra los propietarios de esclavos, pero, él mismo “viajaba lejos” por los diferentes Estados a fin de dar sugerencias y planes a la clase esclavista de los diversos lugares, sin sentir ningún cansancio. Es claro que Confucio se oponía solamente al “viaje” revolucionario y no al contrarrevolucionario. En cuanto a esto último, no sólo no se oponía, sino que era el primero que encabezaba la violación de su propio rito, dejando así, al desnudo, su esencia de reaccionario.
Durante más de dos mil años, todo personaje representante de las clases explotadoras, traficó siempre con esa mercancía negra de la reaccionaria “doctrina filial”, como opio espiritual que adormece a la juventud, a fin de defender la dominación reaccionaria. Los arribistas e intrigantes antipartido Liu Shao-chi y Lin Piao, depositaron sus esperanzas, de hacer realidad su sueño de restaurar el capitalismo, en la joven generación; por ello, se opusieron y sabotearon en lo posible la integración de los Jóvenes instruidos con los obreros y campesinos, izaron de nuevo la bandera negra de la “tienda de Confucio” para invocar su espíritu y deliraron diciendo: “Si no sabes ser buen hijo, ¿cómo podrás ser un hombre?”, “la nostalgia del pueblo natal es sentimiento general de la gente”. Esta es una nueva edición del reaccionario programa confuciano de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”. Ellos intentaban en vano envenenar a la juventud con “sentimientos entre madre e hijos”, “amor a los propios hijos” y cosas de semejante “naturaleza humana”, para hacer que los jóvenes concentraran su visión en el pequeño círculo de los padres y de’ la familia, haciéndoles así olvidar los intereses fundamentales del proletariado en su totalidad la causa del Partido, la gran meta de la revolución, y convertirlos en mediocres con corta vista. Taimadamente y partiendo de los conceptos de “virtud”, de “fidelidad y fllialidad” de clase explotadora, traficaban con las siniestras mercancías del apriorismo idealista e inculcaban en los jóvenes la teoría de “estudiar para ser funcionario”, llamándoles a “no prestar oído a lo que sucede fuera de la ventana y concentrar su atención en la lectura de los libros de los santos y sabios”, pregonando que “al obtener fama, ilustras a tu familia y tus antepasados sienten gran honor”. Utilizaban el egoísmo burgués para seducir a la juventud a fin de que siguiera el camino siniestro de apartarse de la política proletaria, se divorciara de las masas obreras y campesinas y de las tres prácticas revolucionarias — la lucha por la producción, la lucha de clases y la experimentación científica —, a fin de que se convirtiera en aristocracia espiritual burguesa que desprecia el trabajo manual, con el objetivo de hacer de la juventud una “fuerza servil” e instrumentos dóciles para la restauración capitalista. Pero la historia ha demostrado que esta artimaña no fue más que una vana intención.
El marxismo considera que en una sociedad de clases la moral tiene un carácter clasista. Engels señaló: “Hasta hoy toda teoría moral ha sido, en última instancia, producto de las condiciones económicas de la sociedad en el período correspondiente. Y como hasta el día la sociedad se ha agitado entre antagonismos de clase la moral ha sido siempre una moral de clase.” La moral del proletariado toma los mayores intereses y exigencias del proletariado y del resto del pueblo trabajador como su norma más alta y tiene como principio de su moral el servir a los intereses de la abrumadora mayoría de la gente en el mundo. Sienta  sobre la base clasista las relaciones familiares, sirve a la consolidación y desarrollo de la base económica socialista, a la consolidación y fortalecimiento de la dictadura del proletariado. El proletariado considera que si su clase en su conjunto no logra sus intereses, tampoco se lograrán los intereses de los padres, de la familia, ni de los individuos. El “viajar lejos” o no, no obedece a las necesidades de los padres sino a las de la revolución. La revolución no se limita a un lugar fijo (no tiene campos delimitados ni es estática) y los jóvenes deben tener una firme voluntad para “viajar” en las cuatro direcciones. Nosotros, los jóvenes, instruidos bajo la educación cuidadosa del Partido Comunista y del Presidente Mao y sobre todo a través del temple que nos ha dado la Gran Revolución Cultural Proletaria y la campaña de critica a Lin Piao y Confucio, llegamos a comprender plenamente que las falacias difundidas por estafadores del tipo de Liu Shao-chi y Lin Piao, falacias como la del “sentimiento entre madre e hijos”, “amor del hijo”, envenenan el alma y son como suave puñal que mata sin que aflore la sangre. Este entendimiento ha afirmado aún más nuestra decisión de seguir el camino de la integración con los obreros y campesinos. Millones de jóvenes revolucionarios instruidos, tras condenar seriamente las falacias de Liu Shao-chi y Lin Piao sobre “estudiar para ser funcionario”, “ir al campo para obtener un barniz de revolucionario”, “transformación mediante trabajo forzoso”, etc. se deciden a entregar toda su vida al Partido, a ir a las zonas rurales, a las regiones fronterizas y a aquellos lugares que presentan mayores dificultades, ya que se trata de una gran revolución que modifica las costumbres y los hábitos viejos, censurando severamente los viejos conceptos tradicionales representados por la doctrina de Confucio y Mencio.
Respondiendo al gran llamamiento del Presidente Mao, en 1968 yo vine desde a ciudad Lüta a establecerme aquí, en la brigada de producción Taikou de la comuna Changtien. En estos años de vida en el amplio escenario del campo, he salido al encuentro de la tempestad y he enfrentado al mundo limpiando ‘de mi mente las influencias dejadas por los viejos conceptos que nos hacen menospreciar a los campesinos y huir de las labores. Gracias a la ayuda y a la educación que los campesinos pobres y campesinos medios de la capa inferior me han brindado, mi conciencia política e ideológica se ha elevado considerablemente. La práctica de estos años me ha hecho comprender profundamente que ir a las zonas rurales a integrarse con las masas obreras y campesinas es un camino que se necesita seguir para llegar a ser continuadores de la causa revolucionaria del proletariado, que se trata de un problema de importancia fundamental para el largo período de la consolidación de la dictadura del proletariado y para prevenir la restauración del capitalismo. Los hechos han corroborado que, para los jóvenes instruidos, el ir a las zonas rurales implica una enorme significación en la tarea por eliminar las diferencias entre la ciudad y el campo, entre los obreros y los campesinos, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. Los jóvenes instruidos constituyen una fuerza vigorosa para transformar las costumbres y hábitos viejos en el campo y para transformar la sociedad.
En un patio no es posible adiestrar caballos alados ni en el florero pueden crecer pinos milenarios. Los jóvenes revolucionarios debemos poner la mirada en todas  partes, ir al campo, a las zonas fronterizas, a los lugares donde más nos necesiten. Debemos asumir la importante responsabilidad que nos asigna la historia y consagrar nuestra juventud a la realización del comunismo.

*Obreros,  campesinos y soldados critican a lin Piao y Confucio. Ediciones en lenguas extranjeras,  Pekín.

miércoles, 15 de agosto de 2012

SOBRE LA MORAL COMUNISTA. Presidente Mao Tse-Tung


INFORME SOBRE UNA INVESTIGACION DEL MOVIMIENTO CAMPESINO EN JUNAN

                                                                       Marzo de 1927
 
 
 
LOS LLAMADOS "EXCESOS"

Hay otros que opinan: "Cierto que las asociaciones campesina son necesarias, pero están cometiendo demasiados excesos." Así razonan los que mantienen una posición intermedia. Pero, ¿qué ocurre en realidad? Es verdad que en las aldeas los campesinos "se han desmandado" hasta cierto punto. Las asociaciones campesinas, que gozan de autoridad suprema, no dejan ni abrir la boca a los terratenientes y reducen a polvo su prestigio. Todo esto viene a ser como si después de derribarlos por tierra les pusieran el pie encima. Lo campesinos amenazan a los déspotas locales y shenshi malvado diciendo: "Te vamos a anotar en el otro registro!" Les impone multas, los cargan de contribuciones y destruyen sus palanqueen; Irrumpen en masa en las casas de los déspotas locales y shenshi malvados que se oponen a las asociaciones campesinas, deguellan su cerdos y consumen sus cereales. Se permiten incluso arrellanarse u momento en los lujosos lechos de sus hijas y nueras. A la menor provocación, efectúan arrestos, colocan cucuruchos de papel a la arrestados y los hacen desfilar por las aldeas, diciéndoles: "Ahora sí que nos vas a conocer bien, shenshi malvado!" Haciendo cuanto les viene en gana y volviendo todo patas arriba, han creado un especie de terror en el campo Eso es lo que algunos llaman cometer "excesos", "sobrepasar los límites justos al corregir un error" "cometer actos abusivos". Tales opiniones parecen razonables, pero en realidad son también erróneas. En primer lugar, son los propios déspotas locales, shenshi malvados y terratenientes sin ley quienes han forzado a los campesinos a actuar así. Por siglos, se han aprovechado de su poder para tiranizar y pisotear a los campesinos; de ahí que éstos hayan reaccionado tan enérgicamente. Las rebeliones más violentas y los desórdenes más graves han tenido lugar invariablemente allí donde los déspotas locales, shenshi malvados y terratenientes sin ley habían perpetrado los peores ultrajes. La mirada de los campesinos es penetrante. Se dan perfecta cuenta de quién es malo y quién no lo es, quién es el peor y quién no es tan perverso, quién merece severo castigo y quién trato clemente, y muy rara vez el castigo no corresponde al crimen. En segundo lugar, hacer la revolución no es ofrecer un banquete, ni escribir una obra, ni pintar un cuadro o hacer un bordado; no puede ser tan elegante, tan tranquila y delicada, tan apacible, amable, cortés, moderada y magnánima. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra. La revolución en el campo es una revolución mediante la cual el campesinado derroca el poder de la clase terrateniente feudal. Sin recurrir a la máxima fuerza, el campesinado jamas lograría derrocar el poder de los terratenientes, profundamente arraigado a través de los milenios. El campo necesita de un poderoso auge revolucionario, pues sólo éste puede agitar a los millones y millones de campesinos y convertirlos en una gran fuerza. Los "excesos" arriba mencionados son precisamente producto de la fuerza de los campesinos despertada por el poderoso auge revolucionario en las zonas rurales. Estos "excesos" son sumamente necesarios en el segundo período del movimiento campesino, el de acción revolucionaria. En este período, es imprescindible imponer la autoridad absoluta de los campesinos, prohibir toda crítica malévola a las asociaciones campesinas, derrocar todo el poder de los shenshi, derribarlos por tierra e, incluso, ponerles el pie encima. Los llamados "excesos" en este segundo período tienen todos un significado revolucionario. Para decirlo con toda franqueza, en todas las aldeas se necesita un breve período de terror. De lo contrario, resulta absolutamente imposible aplastar las actividades de los contrarrevolucionarios en el campo y derrocar el poder de los shenshi. Para corregir un error, hay que sobrepasar los límites justos; de otra manera, el error no será corregido (1). Los que critican los "excesos" aparentemente se diferencian de los que gritan "Muy mal!", pero en el fondo unos y otros comparten el mismo punto de vista y sostienen la misma teoría de los terratenientes, que defiende los intereses de las clases privilegiadas. No podemos dejar de combatir resueltamente esta teoría, que obstaculiza el ascenso del movimiento campesino y, por consiguiente, socava la revolución.


EL LLAMADO "MOVIMIENTO DE LA CHUSMA"

El ala derecha del Kuomintang afirma: "El movimiento campesino es un movimiento de la chusma, de campesinos holgazanes." Comentarios como éste se oyen con frecuencia en Changshá. Fui al campo y oí decir a los shenshi: "Está bien crear asociaciones campesinas, pero los que ahora trabajan en ellas no sirven, hay que reemplazarlos!" En nada difiere esta opinión de lo que dice el ala derecha del Kuomintang. Tanto los shenshi como el ala derecha de Kuomintang dicen que está bien organizar el movimiento campesino (como éste ha surgido ya, nadie se atreve a decir lo contrario), pero que la gente que lo dirige es incapaz. Sienten particular odio hacia los encargados de las asociaciones campesinas de base, y los tildar de "chusma". En suma, todos los que en otros tiempos eran despreciados y arrojados al barro y pisoteados por los shenshi y que no tenían un lugar en la sociedad ni derecho a opinar, ahora han levantado la cabeza. No sólo han levantado la cabeza, sino que han tomado el Poder. Ellos son ahora los dueños de las asociaciones campesinas de los cantones (el nivel más bajo), a las que han transformado en una fuerza terrible. Levantan sus ásperas y ennegrecidas manos y las ponen sobre la cabeza de los shenshi. Atan a los shenshi malvados les colocan cucuruchos de papel y los hacen desfilar por las aldeas tirándolos de una soga (a esto se llama en Siangtan y Siangsiang "hacen desfilar por los poblados", y en Liling, "hacer desfilar por los campos"). A diario machacan los oídos de los shenshi con sus agrias e implacables acusaciones. Los campesinos dictan órdenes y lo dirigen todo. Aquellos que eran inferiores a todos, están ahora por encima de todos, y por eso se afirma que "el mundo se ha vuelto patas arriba"

 (1)  La antigua expresión china "sobrepasar los límites justos al corregir un error" antes era citada con frecuencia para poner trabas a las actividades de la gente únicamente se permitían reformas dentro de los límites del orden establecido en tanto que se prohibía todo acto dirigido a destruir por completo el viejo orden Se consideraban "justas" las acciones dentro de dichos límites, en tanto que aquélla orientadas a la completa destrucción del viejo orden eran descritas como "sobrepasa los límites justos". Esta es también una teoría propia de los reformistas y de lo oportunistas dentro de las filas revolucionarias. El camarada Mao Tse-tung refuta aquí esta teoría reformista. Su frase "Para corregir un error, hay que sobrepasa los límites justos; de otra manera, el error no será corregido" significa que para terminar con el viejo orden feudal hay que emplear métodos revolucionarios de masas y no métodos revisionistas, métodos reformistas.    

lunes, 16 de abril de 2012



          CLARA ZETKIN: RECUERDOS SOBRE LENIN (I)
                                              (1924)



Lenin me había hablado muchas veces del problema de
la mujer. Se veía que atribuía una importancia muy grande
al movimiento femenino, como parte esencial, en ocasiones
incluso decisiva, del movimiento de las masas. Huelga decir
que, para él, la plena equiparación social de la mujer con el
hombre era un principio inconmovible, y que ningún comunista
podía ni siquiera discutir. Fue en el gran despacho de
Lenin en el Kremlin donde, en el otoño de 1920, tuvimos la
primera conversación un poco larga acerca de este tema.
Lenin estaba sentado en su mesa de escribir, que, cubierta
de papeles y de libros, hablaba de estudio y de trabajo, sin
que reinase en ella ningún "desorden genial".

—Tenemos que crear a todo trance un fuerte movimiento
femenino internacional sobre una base teórica clara —dijo
Lenin, encauzando la conversación después de las palabras
de saludo—. Sin teoría marxista no puede haber una buena
actuación práctica, esto es evidente. Nosotros, los comunistas,
necesitamos también de una gran pureza de principios
en esta cuestión. Tenemos que distinguirnos nítidamente de
todos los demás partidos. Desgraciadamente, nuestro segundo
congreso internacional ha fallado en el modo de plantear
el problema de la mujer. Planteó el problema, pero sin
llegar a tomar una posición ante él. El asunto se halla todavía
en poder de una comisión. Esta se encargará de redactar
una proposición, tesis, líneas directrices. Sin embargo,
hasta hoy no ha hecho gran cosa. Es necesario que usted
eche una mano.

Lo que Lenin me decía lo había oído ya por otro conducto,
manifestando mi asombro ante ello. Estaba entusiasmada
de todo lo que las mujeres rusas habían aportado a la
revolución y de lo que todavía aportaban para defenderla y
sacarla adelante. El partido bolchevique me parecía también
un partido modelo, el partido modelo por excelencia, en lo
tocante a la posición y actuación de la mujer dentro de él.
Este partido aportaba, por sí solo, elementos valiosos, disciplinados
y expertos y un gran ejemplo histórico al movimiento
femenino comunista internacional.

—Sí; eso es cierto, y es magnífico y está muy bien —dijo
Lenin, con una sonrisa silenciosa, apenas esbozada—. En
Petrogrado, aquí, en Moscú, en las ciudades y centros industriales
y en el campo, las proletarias se han portado maravillosamente
en la revolución. Sin ellas, no habríamos triunfado.
 O habríamos triunfado a duras penas. Yo lo creo
así. No puede usted imaginarse lo valientes que fueron y lo
valientes que están siendo todavía. Represéntese usted todas
las penalidades y privaciones que soportan estas mujeres.
"Y las soportan porque quieren que los Soviets salgan
adelante, porque quieren la libertad, el comunismo. Sí;
nuestras proletarias son unas magníficas luchadoras de clase.
Merecen que se las admire y se las quiera. Por lo demás,
hay que reconocer que también las damas de la "democracia
constitucional" demostraron en Petrogrado mucha más
valentía contra nosotros que los hombrecillos terratenientes.
Eso es verdad. En el partido, tenemos camaradas de confianza,
inteligentes e incansables para la acción. Con ellas,
hemos podido cubrir no pocos puestos importantes en los
Soviets y Comités ejecutivos, en los comisariados del pueblo
y en las oficinas públicas. Algunas trabajan día y noche en
el partido o entre las masas de los proletarios y los campesinos
y en el Ejército rojo. Esto, para nosotros, tiene mucha
importancia. Y lo tiene también para las mujeres del mundo
entero, pues demuestra la capacidad de la mujer, la gran
importancia que tiene su valor para la sociedad. La primera
dictadura del proletariado está siendo su verdadero campeón
en la lucha por la plena equiparación social de la mujer.
Desarraiga más prejuicios que muchos volúmenes de
literatura feminista. Pero, a pesar de todo y con todo, todavía
no existe un movimiento femenino comunista internacional,
y es necesario crearlo a todo trance. Es necesario
entregarse inmediatamente a esta tarea. Sin esto, la labor
de nuestra Internacional y de sus partidos no es ni será
nunca lo que debe ser. Y hay que conseguir que lo sea,
pues lo exige la revolución. Cuénteme usted en qué situación
está la labor comunista en el extranjero".

Le informé acerca de esto, todo lo bien que podía hacerlo,
dada la mala e irregular articulación que por aquel entonces
existía en los partidos afiliados a la III Internacional.
Lenin escuchaba mis palabras atentamente, con el cuerpo
un poco inclinado hacia adelante, sin asomo de cansancio,
de impaciencia o de hastío, siguiendo con reconcentrado
interés hasta los detalles más secundarios. No he conocido
a nadie que escuchase mejor que él ni que mejor ordenase
lo escuchado, sacando de ello las conclusiones generales.
Así lo denotaban las preguntas rápidas y siempre muy concretas
con que interrumpía de vez en cuando los informes y
el modo certero con que volvía después sobre este o aquel
detalle de la conversación. Lenin tomaba algunas notas
rápidas.

Como era natural, analicé con especial detenimiento la
situación alemana. Expuse a Lenin la insistencia con que
Rosa Luxemburgo planteaba la necesidad de ganar para las
luchas revolucionarias a las grandes masas femeninas. Al
fundarse. el partido comunista, acuciaba porque se lanzase
un periódico para la mujer. Cuando Leo Jogisches, en la
última entrevista que tuvimos —dos días antes de que le
asesinasen— discutió conmigo las tareas inmediatas del
partido y me encomendó algunos trabajos, figuraba entre
éstos un plan para la organización de la labor entre las mujeres
trabajadoras. En su primera conferencia clandestina,
el partido se había ocupado de este asunto. Las agitadoras y
dirigentes que antes de la guerra y durante ésta se Habían
destacado como mujeres disciplinadas y expertas dentro del
movimiento, se habían quedado casi sin excepción dentro
de la socialdemocracia, reteniendo con ellas a las proletarias
más inquietas. No obstante, se había logrado reunir ya un
pequeño núcleo de camaradas muy enérgicas y dispuestas a
todos los sacrificios, tomaban parte en todos los trabajos y
en todas las luchas del partido. Este núcleo de mujeres se
había puesto ya a organizar la actuación sistemática entre
las proletarias. Naturalmente, estaba todo en sus comienzos
todavía; pero eran ya, desde luego, comienzos muy prometedores.
—No está mal, nada mal —dijo Lenin—. La energía, la
capacidad de sacrificio y el entusiasmo de las camaradas, su
valentía y su habilidad en tiempos clandestinos abren una
buena perspectiva sobre la labor futura. Son elementos muy
valiosos para el desarrollo del partido y su robustecimiento,
para su capacidad de atracción sobre las masas y para planear
y desarrollar acciones. Pero, ¿qué tal andan las camaradas
y los camaradas en punto a claridad y a disciplina en
cuanto a principios? Esto tiene una importancia fundamental
para el trabajo entre las masas. Influye enormemente sobre
lo que pasa entre las masas, saber lo que las atrae y entusiasma.

De momento, no recuerdo quién fue el que dijo que
"para hacer grandes cosas hay que entusiasmarse". Nosotros
y los trabajadores del mundo entero tenemos todavía,
realmente, grandes cosas que hacer. Veamos, pues, ¿qué
es lo que entusiasma a esas camaradas, a las mujeres proletarias
de Alemania? ¿Cómo andan de conciencia proletaria
de clase? ¿Concentran su interés, su actuación, en las reivindicaciones
políticas de la hora? ¿Cuál es el eje de sus pensamientos?
"Acerca de esto, he oído contar cosas muy curiosas a
algunos camaradas rusos y alemanes. Voy a decirle a usted
una. Me han contado, por ejemplo, que una comunista muy
inteligente de Hamburgo edita un periódico para las prostitutas,
y quiere organizar a éstas en la lucha revolucionaria.

Rosa sentía y obraba humanamente como comunista cuando,
en un artículo, salió en defensa de unas prostitutas a
quienes no sé qué trasgresión cometida contra las ordenanzas
de Policía por las que se rige el ejercicio de su triste
profesión, había llevado a la cárcel. Estos seres son víctimas
de la sociedad burguesa, dignas de lástima por dos conceptos.
Son víctimas de su maldito régimen de propiedad y son
además víctimas de su maldita hipocresía moral. Esto es
evidente, y sólo un hombre zafio y miope puede no verlo.
Pero una cosa es comprender esto y otra cosa muy distinta
querer organizar a las prostitutas —¿cómo diré yo?— gremialmente
como una tropa revolucionaria aparte, editando
para ellas un periódico industrial. ¿Es que en Alemania no
quedan ya obreras industriales que organizar, para quienes
editar un periódico, a quienes atraer a nuestras luchas? Se
trata, evidentemente, de un brote enfermizo. Esto me recuerda
demasiado aquella moda literaria que convertía poéticamente
a cada prostituta en una santa de los altares.

También aquí era sana la raíz: un sentimiento de solidaridad
social, de rebeldía contra la hipocresía virtuosa de los honorables
burgueses. Pero este sentimiento sano degeneraba y
se corrompía en manifestaciones burguesas. Por lo demás,
también a nosotros nos va a plantear más de un problema
difícil el asunto de la prostitución. Hay que tender a incorporar
a las prostitutas al trabajo productivo, a la economía
social. Pero esto es difícil y complicado de conseguir en el
estado actual de nuestra economía y bajo todo el conjunto
de circunstancias actuales. Ahí tiene usted un fragmento del
problema de la mujer que se presenta ante nosotros después
de la conquista del Poder por el proletariado y que
reclama una solución práctica. En la Rusia soviética, esto
nos dará todavía mucho que hacer. Pero, volvamos al caso
especial de Alemania, El partido no puede, ni mucho menos,
cruzarse de brazos ante esos desaguisados que cometen
sus individuos. Esto crea confusión y dispersa fuerza. Y usted,
vamos a ver, ¿qué ha hecho por impedir estas cosas?
Antes de que pudiese contestar, Lenin prosiguió:
—En su "Debe", Clara, hay más cosas apuntadas. Me
han contado que en las veladas de lectura y discusión que
se organizan para las camaradas son objeto preferente de
atención el problema sexual y el problema del matrimonio,
y que sobre estos temas versa principalmente el interés y la
labor de enseñanza y de cultura políticas. Cuando me lo
dijeron, no quería dar crédito a mis oídos. El primer Estado
de la dictadura proletaria lucha con los contrarrevolucionarios
del mundo entero. La misma situación de Alemania reclama
la más intensa concentración de todas las fuerzas
proletarias, revolucionarias, para cortar los avances cada
vez mayores de la contrarrevolución. ¡Y he aquí que las camaradas
activas se ponen a discutir el problema sexual y el
problema de las formas del matrimonio "en el pasado, en el
presente y en el porvenir"! Creen que su deber más apremiante
en esta hora es ilustrar a las proletarias acerca de
esto. Se me dice que la publicación más leída es un folleto
de una joven camarada vienesa sobre la cuestión sexual.
¡Valiente mamarrachada! Lo que interesa de estas cuestiones
a los obreros hace ya mucho tiempo que lo han leído en
Bebel... Pero no en un estilo aburrido, pétreo, esquemático
como el del folleto, sino en un estilo recio de agitación, de
agresividad contra la sociedad burguesa. Querer ampliar eso
con las hipótesis freudianas, podrá parecer "culto" y hasta
pasar por ciencia, pero no es más que una estupidez de
profanos. La teoría freudiana es también, hoy, una de esas
tonterías de la moda. Yo desconfío de las teorías sexuales
expuestas en artículos, ensayos, folletos, etc., en una palabra,
de esa literatura específica que crece exuberante en los
estercoleros de la sociedad burguesa. Desconfío de esos que
sólo saben mirar al problema sexual como el santo indio a
su ombligo. Me parece que esa exuberancia de teorías
sexuales, que en su mayor parte, no son más que hipótesis,
y no pocas veces hipótesis arbitrarias, brota de una necesidad
personal, de la necesidad de justificar ante la moral
burguesa, implorando tolerancia, las aberraciones de la propia
vida sexual anómala o hipertrofiada. A mí me repugna
por igual ese respeto hipócrita a la moral burguesa y ese
constante hociquear en la cuestión sexual. Por mucho que
se las dé de rebelde y de revolucionaria, esta actitud, es, en
el fondo, perfectamente burguesa. Es, en realidad, una tendencia
favorita de los intelectuales y de los sectores afines a
ellos. En nuestro Partido, en el seno del proletariado militante,
con conciencia de clase, no tienen nada que hacer
estas cuestiones.

Yo objeté que, bajo el régimen de la propiedad privada y
el orden burgués, el problema sexual y el problema del matrimonio
envolvían múltiples preocupaciones, conflictos y
penalidades para las mujeres de todas las clases y sectores
sociales. Que la guerra y sus consecuencias habían venido
precisamente a agudizar para la mujer los conflictos y las
penalidades que las relaciones sexuales llevan consigo, poniendo
al desnudo problemas que antes quedaban ocultos.
La atmósfera de la revolución en marcha se prestaba
magníficamente para esto. El viejo mundo de sentimientos y
de ideas comenzaba a vacilar. Los antiguos vínculos sociales
se aflojaban y se rompían, descubriéndose atisbos de nuevas
relaciones y actitudes humanas. Dije que el interés por
estas cuestiones era un signo de la necesidad que se sentía
de claridad y de nuevas orientaciones. Que en esto se revelaba
también una reacción contra la falsedad y la hipocresía
de la sociedad burguesa. Que el tránsito de las formas del
matrimonio y de la familia a lo largo de la historia, bajo la
dependencia de la economía, se prestaba para destruir en la
conciencia de las proletarias la fe supersticiosa en la eternidad
de la sociedad burguesa. Que una actitud de crítica
histórica ante estos problemas tenía necesariamente que
conducir a un análisis despiadado del régimen burgués, a
poner al desnudo sus raíces y sus efectos, a marcar con el
hierro candente la hipocresía de la moralidad sexual. Que
todos los caminos llevaban a Roma. Que todo lo que fuere
analizar con un criterio verdaderamente marxista una parte
importante de la superestructura ideológica de la sociedad,
un fenómeno social destacado, tenía que conducir necesariamente
al análisis de la sociedad burguesa y del régimen
básico de la propiedad, tenía forzosamente que desembocar
¡en el Carthiginem est delendam!
Lenin asentía sonriendo :
—Acaso lo tenemos. ¡Defiende usted como un verdadero
abogado a sus camaradas y a su partido! Claro está que
lo que usted dice es cierto. Pero, en el mejor de los casos,
eso no hace más que disculpar, y no justificar el error cometido
en Alemania. Esa conducta es y sigue siendo un
error. ¿Podría usted asegurar seriamente que en aquellas
lecturas y discusiones se estudian el problema sexual y el
problema del matrimonio, desde el punto de vista del
marxismo maduro, del materialismo histórico vivo y real?
Esto exige una cultura amplísima y profunda, el dominio
completo de un enorme material. ¿Dónde tienen ustedes los
elementos para eso? Si los tuviesen, no se daría el caso de
tomar por norma de enseñanza en esas lecturas y discusiones
un folleto como el que he citado. En vez de criticarlo, se
le recomienda y se le difunde. ¿Y adónde conduce esa manera
superficial y antimarxista de tratar el problema? A que
el problema sexual y el del matrimonio no se enfoquen como
una parte del gran problema social, sino, por el contrario,
éste, el gran problema social, como una parte, como un
apéndice de los problemas sexuales. Lo principal se convierte
en lo accesorio. Y esto no sólo siembra la confusión en
estos problemas, sino que empeña los pensamientos, la
conciencia de clase de las proletarias, en general.
"Además, y no es esto lo menos importante, ya el sabio
Salomón decía que todo requería su tiempo. Y dígame usted,
¿ acaso es este el momento de entretener meses y meses
a proletarias explicándoles cómo se ama y se hace el
amor, cómo se corteja y se dejan las mujeres cortejar? Claro
está que todo es "en el pasado, en el presente y en el
porvenir" y en los más diversos .pueblos. ¡Y luego dicen,
muy orgullosas, que esto es materialismo histórico! No; en
estos momentos, todos los pensamientos de las camaradas,
de las mujeres del pueblo trabajador, deben concentrarse
en la revolución proletaria. Esta echará también las bases
para la necesaria renovación del matrimonio y de las relaciones
sexuales. Hoy, son, en verdad, otros los problemas
que están en primer plano, y no precisamente el de las formas
matrimoniales de los negros australianos y el matrimonio
entre hermanos en la antigüedad. El problema primario
para los proletarios alemanes siguen siendo los Soviets. El
Tratado de Versalles y sus efectos en la vida de las masas
femeninas, el paro, la baja de salarios, los impuestos y muchas
otras cuestiones: éstos son los problemas que hoy
están a la orden del día. En una palabra, me sostengo en mi
idea de que esa clase de cultura política social, que se da a
las proletarias es falsa, completamente falsa. ¿Cómo pudo
usted callarse ante estos hechos? Usted debió interponer su
autoridad para evitarlo".

Expliqué al indignado amigo que, por falta de críticas y
de reproches a las camaradas dirigentes de distintos sitios
no había quedado, pero que ya sabía que nadie era profeta
en su tierra ni entre su gente. Que mis críticas habían hecho
recaer sobre mí la sospecha de que conservaba todavía
"fuertes resabios de prejuicios socialdemócratas y de concepciones
pequeñoburguesas pasadas de moda". Pero que,
en fin de cuentas, la crítica no había sido en balde, pues el
problema sexual y el del matrimonio no eran ya el eje de los
cursos y de las discusiones. Pero Lenin siguió desarrollando
la idea tratada.

—Ya sé, ya sé —dijo—; también a mí se me acusa en este
respecto de filisteo por ciertas gentecillas, a pesar de lo
que el filisteísmo me repugna, por lo que encierra de hipocresía
y de estrechez. Pero, yo soporto pacientemente todo
eso. Esos pajarillos de pico amarillo, salidos apenas del cascarón
de los prejuicios burgueses, son siempre terriblemente
listos. Pero, ¡qué se va a hacer! Hay que resignarse a
eso, y no corregirse. También el movimiento juvenil adolece
de modernismo en su actitud ante el problema sexual y en
su exceso de preocupación por él —Lenin ponía en la palabra
"modernismo" un acento irónico, haciendo al pronunciarla
un gesto desdeñoso Según me han informado muchos
—continuó—, el problema sexual es también tema favorito
de estudio en las organizaciones juveniles alemanas. Los
conferenciantes no dan abasto, al parecer, a la apetencia
del público. Y en el movimiento juvenil, este estrago es especialmente
nocivo, especialmente peligroso. Fácilmente
puede conducir, en no pocos jóvenes, a la exaltación y a la
sobreexcitación de la vida sexual, destruyendo la salud y la
fuerza juveniles. Es necesario que luchen ustedes también
contra esto. No en vano el movimiento femenino y juvenil
tienen muchos puntos de contacto. Nuestras camaradas
debieran colaborar sistemáticamente en todos los países
con la juventud. Esto sería una continuación y una exaltación
de la maternidad de lo individual a lo social. Y hay que
fomentar en la mujer todo lo que en ella apunte de vida y
de actuación social, para ayudarla a vencer la estrechez de
su psicología individual y pequeñoburguesa de hogar y de
familia. Pero esto es una consideración incidental.

"También aquí una gran parte de la juventud se entrega
apasionadamente a "revisar" las "concepciones burguesas y
de la moral" en los problemas sexuales. Y debo añadir que
se trata precisamente de una gran parte de nuestros mejores
jóvenes, de los que realmente prometen. Es como usted
decía antes. En la atmósfera de los estragos de la guerra y
de la revolución en marcha, los viejos valores ideológicos se
disuelven, al estremecerse las bases económicas de la sociedad,
y pierden su fuerza coactiva. Y los nuevos valores
cristalizan lentamente, a fuerza de luchas. También en punto
a las relaciones humanas, a las relaciones entre hombre
y mujer, se revolucionan los sentimientos y las ideas. Se
trazan nuevos linderos entre el derecho del individuo y el
derecho de la colectividad y, por tanto, el deber individual.
Las cosas se hallan todavía en plena fermentación caótica.
La orientación en la fuerza evolutiva de las diversas tendencias
encontradas, no se destaca todavía con absoluta claridad.
Es un proceso lento, y no pocas veces doloroso, de
destrucción y de creación. Donde más se nota esto es precisamente
en las relaciones sexuales, en el matrimonio y la
familia. La decadencia, la podredumbre, la suciedad del matrimonio
burgués, con su difícil disolubilidad, con su libertad
para el hombre y su esclavitud para la mujer, la hipocresía
repugnante de la moral y de las relaciones sexuales, llenan
de profundo asco a los seres espiritualmente más sensibles
y mejores.

"La coacción del matrimonio burgués y de las leyes por
que se rige la familia de los Estados burgueses, agudiza los
males y los conflictos. Es la coacción de la "santa propiedad",
que santifica la venalidad, la vileza y la porquería. La
hipocresía convencional de la honesta sociedad burguesa se
encarga del resto. La gente busca satisfacción a sus legítimos
anhelos contra el orden repugnante y antinatural que
impera. En tiempos como éstos, en que se derrumban reinos
poderosos, en que se vienen a tierra instituciones antiquísimas
y en que todo un mundo social amenaza con hundirse,
los sentimientos individuales se transforman rápidamente,
la apetencia y el anhelo de cambios en el goce se
desbocan con harta facilidad.

"No basta con reformar las relaciones sexuales y el matrimonio
en un sentido burgués. Es una revolución sexual y
matrimonial la que se prepara, como corresponde a la revolución
proletaria. Es lógico que este intrincado complejo de
problemas que aquí se plantea interese muy especialmente
a las mujeres y a la juventud, puesto que ambas son las
primeras víctimas del falso régimen sexual imperante. La
juventud se rebela contra este abuso con todo el ímpetu de
sus años. Y se comprende. Nada sería más falso que predicar
a la juventud un ascetismo monacal y la santidad moral
burguesa. Pero es peligroso que en esos años se convierta
en eje de la vida la cuestión sexual, ya bastante fuerte de
suyo por imperativo fisiológico. Las consecuencias de esto
son fatales. Infórmese usted acerca de esto por nuestra
camarada Lilina. Esta mujer ha podido recoger grandes experiencias
en su larga labor en establecimientos de enseñanza
de toda clase y usted sabe que se trata de una comunista
de cuerpo entero y sin prejuicios.

"El cambio de actitud de los jóvenes ante los problemas
de la vida sexual es, por supuesto, una cuestión "de principio",
y pretende apoyarse en una teoría. Muchos llaman a
su actitud "revolucionaria" y "comunista". Y creen honrada60
mente que lo es. A mi, que soy viejo, eso no me impone. Y
aunque no tengo nada de asceta sombrío, me parece que lo
que llaman "nueva vida sexual" de los jóvenes —y a veces
también de hombres maduros-- no es, con harta frecuencia,
más que una vida sexual puramente burguesa, una prolongación
del prostíbulo burgués. Todo eso no tiene nada que
ver con la libertad amorosa, tal como la concebimos los comunistas.
Seguramente conoce usted la famosa teoría de
que, en la sociedad comunista, la satisfacción del impulso
sexual, de la necesidad amorosa, es algo tan sencillo y tan
sin importancia como "el beberse un vaso de agua". Esta
teoría del vaso de agua ha vuelto loca, completamente loca
a una parte de nuestra juventud, y ha sido fatal para muchos
chicos y mucha muchachas. Sus defensores afirman
que es una teoría marxista. Yo no doy tres perras chicas por
ese marxismo que quiere derivar todos los fenómenos y
todas las transformaciones operadas en la superestructura
ideológica de la sociedad directamente y en línea recta de
su base económica. No; la cosa no es tan sencilla, ni mucho
menos. Ya lo puso de manifiesto hace mucho tiempo, por lo
que se refiere al materialismo histórico, un tal Federico Engels.
"La famosa teoría del vaso de agua es, a mi juicio, completamente
antimarxista y, además, antisocial. En la vida
sexual, no sólo se refleja la obra de la naturaleza, sino también
la obra de la cultura, sea de nivel elevado o inferior. En
su obra sobre los "orígenes de la familia", Engels ha demostrado
la importancia que tiene el que el instinto sexual fisiológico
se haya desarrollado y refinado hasta convertirse
en amor sexual individual. Las relaciones entre los sexos no
son un simple reflejo del intercambio entre la Economía social
y una sociedad física aislada mentalmente por la consideración
fisiológica. El querer reducir directamente a las
bases económicas de la sociedad la transformación de estas
relaciones, aislándolas y desglosándolas de su entronque
con la ideología general, no sería marxismo, sino raciona61
lismo. Es evidente que quien tiene sed debe saciarla. Pero,
¿es que el hombre normal y en condiciones normales, se
dobla sobre el barro de la calle para beber en un charco?
¿O, simplemente, de un vaso cuyos bordes conservan las
huellas grasientas de muchos labios? Pero, todavía más importante
que todo esto es el aspecto social. Pues el acto de
beber agua es, en realidad, un acto individual, y en el amor
intervienen dos seres y puede nacer un tercero, una nueva
vida. En este acto reside un interés social, un deber hacia la
colectividad.

"Como comunista, yo no tengo la menor simpatía por la
teoría del vaso de agua, aunque se presente con la vistosa
etiqueta de "emancipación del amor". Por lo demás, esta
pretendida emancipación del amor no es ni comunista ni
nueva. Como usted recordará, es una teoría que se predicó,
principalmente, a mediados del siglo pasado en la literatura
con el nombre de "libertad del corazón". Luego, la realidad
burguesa demostró que de lo que se trataba era de libertar
no al corazón, sino a la carne. Por lo menos, la predicación
de aquel entonces denotaba más talento que la de hoy; por
lo que se refiere a la realidad práctica, no puedo juzgar. Y
no es que yo, con mi crítica, quiera predicar el ascetismo.
Nada de eso. El comunismo no tiene por qué aspirar a una
vida ascética, sino, por el contrario, a una vida gozosa y
plena de fuerza, colmada, aun en lo que se refiere al amor.
Pero, a mi parecer, esa hipertrofia de lo sexual que hoy se
observa a cada paso, lejos de infundir goce y fuerza a la
vida, se los quita. Y en momentos revolucionarios, esto es
grave, muy grave.

"La juventud, sobre todo, necesita alegría y fuerza vital.
Deportes sanos, gimnasia, natación, marchas, ejercicios
físicos de todo género, variedad de intereses espirituales.
¡Aprender, estudiar, investigar, haciéndolo, siempre que sea
posible, colectivamente!

"Todo esto dará a la juventud más que las eternas conferencias
y discusiones sobre problemas sexuales y sobre el
dichoso derecho a "vivir su vida". ¡Cuerpo sano, espíritu
sano! Ni monje ni don Juan, pero tampoco ese término medio
del filisteo alemán. Seguramente, conoce usted a nuestro
joven camarada X. I. Z., un muchacho magnífico, inteligentísimo.
Pues, a pesar de todo, temo que no saldrá nada
de él. No hace más que saltar de aventura en aventura femenina.
Eso no sirve para la lucha política, ni sirve para la
revolución. Yo me fío muy poco de la solidez, de la perseverancia
en la lucha de esas mujeres en quienes la novela
personal se entreteje con la política. Y tampoco me fío de
los hombres que corren detrás de cada falda y se dejan
pescar por la primera mujercita joven. Eso no se concilia
con la revolución" —Lenin se puso en pie, golpeó la mesa
con la mano y dio unos cuantos pasos por la habitación.
"La revolución exige concentración, exaltación de fuerzas.
De las masas y de los individuos. No tolera esas vidas
orgiásticas propias de los héroes y las heroínas decadentes
de un D'Annuzio. El desenfreno de la vida sexual es un
fenómeno burgués, un signo de decadencia. El proletariado
es una clase ascensional. No necesita embriagarse, ni como
narcótico ni como estímulo. Ni la embriaguez de la exaltación
sexual ni la embriaguez por el alcohol. No debe ni puede
olvidarse, ni olvidar lo abominable, lo sucio, lo salvaje
que es el capitalismo. Su situación de clase y el ideal comunista
son los mejores estímulos que pueden impulsarle a la
lucha. Necesita claridad, claridad y siempre claridad. Por
tanto, lo repito, nada de debilitarse, de derrochar, de destruir
sus fuerzas. El que sabe dominarse y disciplinarse no
es un esclavo, ni aun en amor. Pero, perdone usted, Clara.
Me he desviado considerablemente del punto de partida de
nuestra conversación. ¿ Por qué no me ha llamado usted al
orden? Las preocupaciones me han soltado la lengua. Me
inquieta mucho el porvenir de la juventud. Es un fragmento
de la revolución. Y si apuntan fenómenos nocivos que entran
al mundo de la revolución arrastrándose desde el mundo
de la sociedad burguesa —como las raíces de esas plantas
parásitas, que se arrastran y se extienden a grandes
distancias—, es mejor darles la batalla cuanto antes. Por lo
demás, estos problemas forman también parte de los problemas
de la mujer".

Lenin había hablado con gran vivacidad y una gran
energía. Se veía que cada palabra le salía del alma, y la
expresión de su cara lo confirmaba así. De vez en cuando,
un enérgico movimiento hecho con la mano subrayaba un
pensamiento. A mí me asombraba que Lenin no se preocupase
solamente de los grandes problemas políticos, sino que
dedicase también gran atención a las manifestaciones concretas
y aisladas, ocupándose de ellas. Y no sólo en la Rusia
soviética, sino también en los Estados gobernados todavía
por el capitalismo. Como gran marxista que era, enfocaba lo
concreto, dondequiera y bajo la forma que se presentase,
en conexión con lo general, con los grandes problemas, y en
cuanto a su importancia respecto a éstos. Su voluntad, la
meta de su vida, se encaminaban en bloque, inconmovibles
como una fuerza natural irrefrenable, a un solo fin: acelerar
la revolución como obra de las masas. Por eso lo valoraba y
lo enjuiciaba todo por la reacción que pudiera producir sobre
las fuerzas conscientes propulsoras de la revolución. De
la revolución nacional e internacional, pues ante. sus ojos se
alzaba siempre, abarcando en su integridad la realidad
histórica concreta de los diversos países y las diversas etapas
de la evolución, la revolución proletaria mundial, una e
indivisible.

—¡Cómo siento, camarada Lenin —exclamé—, que no
hayan oído sus palabras cientos, miles de personas ! A mí,
ya sabe usted que no necesita convencerme. Pero hubiera
sido conveniente que los amigos y los enemigos escuchasen
su opinión.

viernes, 30 de marzo de 2012

                                  SOBRE LA MORAL COMUNISTA



                                    DEL REALISMO PROLETARIO

                              (JOSE CARLOS MARIÁTEGUI, 1929)



El Cemento de Fedor Gladkov y Manhattan Transfer de John Dos Pasos. Un libro ruso y un libro yanqui. La vida de la U.R.S.S. frente a la vida de la U.S.A. (Los dos super Estados de la historia actual se parecen y se oponen hasta en que, como las grandes empresas industriales, —de excesivo contenido para una palabra—, usan un nombre abreviado: sus iniciales). (Véase L'autre Europe de Luc Durtain). El Cemento y Manhattan Transfer aparecen fuera del panorama pequeño-burgués de los que en Hispanoamérica, y recitando cotidianamente un credo de vanguardia, reducen la literatura nueva a un escenario europeo occidental, cuyos confines son los de Cocteau, Morand, Gómez de la Serna, Bontempelli, etc. Esto mismo confirma, contra toda duda, que proceden de los polos del mundo moderno.

España e Hispanoamérica no obedecen al gusto de sus pequeños burgueses vanguardistas. Entre sus predilecciones instintivas está la de la nueva literatura rusa. Y, desde ahora, se puede predecir que El Cemento alcanzará pronto la misma difusión de Tolstoy, Dostoyevsky, Gorky.

La novela de Gladkov supera a las que la han precedido en la traducción, en que nos revela, como ninguna otra, la revolución misma. Algunos novelistas de la revolución se mueven en un mundo externo a ella. Conocen sus reflejos, pero no su conciencia. Pilniak, Zotschenko, aun Leonov y Fedin, describen la revolución desde fuera, extraña a su pasión, ajena a su impulso. Otros, como Ivanov y Babel, descubren elementos de la épica revolucionaria, pero sus relatos se contraen al aspecto guerrero, militar; de la Rusia Bolchevique. La Caballería Roja y El Tren Blindado pertenecen a la crónica de la campaña. Se podría decir que en la mayor parte de estas obras está el drama de los que sufren la revolución, no el de los que la hacen. En El Cemento los personajes, el decorado, el sentimiento, son los de la revolución misma, sentida y escrita desde dentro. Hay novelas próximas a, ésta entre las que ya conocemos, pero en ninguna se juntan, tan natural y admirablemente concentrados, los elementos primarios del drama individual y la epopeya multitudinaria del bólchevismo.

La biografía de Gladkov, nos ayuda a explicarnos su novela. (Era necesaria una formación intelectual y espiritual como la de este artista; para escribir El Cemento), Julio Alvarez del Vayo la cuenta en el prólogo de la versión española en concisos renglones, que, por ser la más ilustrativa presentación de Gladkov, me parece útil copiar.

"Nacido en 1883 de familia pobre, la adolescencia de Gladkov es un documento más para los que quieran orientarse sobre la situación del campo ruso a fines del Siglo XIX. Continuo vagar por las regiones del Caspio y del Volga en busca de trabajo. "Salir de un infierno para entrar en otro". Así hasta los doce años. Como sola nota tierna, el recuerdo de su madre que anda leguas y leguas a su encuentro cuando la marea contraria lo arroja de nuevo al villorio natal. "Es duro comenzar a odiar tan joven, pero también es dura la desilusión del niño al caer en las garras del amo". Palizas, noches de insomnio, hambre —su primera obra de teatro Cuadrilla de Pescadores evoca esta época de su vida. "Mi idea fija era estudiar. Ya a los doce años al lado de mi padre, que en Kurban se acababa de incorporar al movimiento obrero, leía yo ávidamente a Lermontov y Dostoyevsky". Escribe versos sentimentales, un "diario que movía a compasión" y que registra su mayor desengaño de entonces: en el Instituto le han negado la entrada por pobre. Consigue que lo admitan de balde en la escuela municipal. El hogar paterno se resiste de un brazo menos. Con ser bien modesto el presupuesto casero —cinco kopecks de gasto por cabeza— la agravación de la crisis del trabajo pone en peligro la única comida diaria. De ese tiempo son sus mejores descripciones del bajo proletariado. Entre los amigos del padre, dos obreros "semi-intelectuales" le han dejado un recuerdo inolvidable. "Fueron los primeros de quienes escuché palabras cuyo encanto todavía no ha muerto en mi alma. Sabios por naturaleza y corazón. Ellos me acostumbraron a mirar conscientemente el mundo y a tener fe en un día mejor para la humanidad". Al fin una gran alegría. Gorky, por quien Gladkov siente de joven una admiración sin límites, al acusarle recibo del pequeño cuento enviado, le anima a continuar. Va a Siberia, describe la vida de los forzados, alcanza rápidamente sólida reputación de cuentista. La revolución de 1905 interrumpe su carrera literaria. Se entrega por entero a la causa. Tres años de destierro en Verjolesk. Período de auto-educación y de aprendizaje. Cumplida la condena se retira a Novorosisk, en la costa del Mar Negro, donde escribe la novela Los Desterrados, cuyo manuscrito somete a Korolenko, quien se lo devuelve con frases de elogio para el autor, pero de horror hacia el tema: "Siberia un manicomio suelto". Hasta el 1917 maestro en la región de Kuban. Toma parte activa en la revolución de octubre, para dedicarse luego otra vez de lleno a la literatura. El Cemento es la obra que le ha dado a conocer en el extranjero".

Gladkov, pues, no ha sido sólo un testigo del trabajo revolucionario realizado en Rusia, entre 1905 y 1917. Durante este período, su arte ha madurado en un clima de esfuerzo y esperanza heroicos. Luego las jornadas de octubre lo han contado entre sus autores. Y, más tarde, ninguna de las peripecias íntimas del bolchevismo ha podido escarparle. Por esto, en Gladkov la épica revolucionaria, más que por las emociones de la lucha armada está representada por los sentimientos de la reconstrucción económica, las vicisitudes y las fatigas de la creación de una nueva vida.

Tchumalov, el protagonista de El Cemento, regresa a su pueblo después de combatir tres años en el Ejército Rojo. Y su batalla Más difícil, más tremenda, es la que le aguarda ahora a su pueblo, donde los años de peligro guerrero, han desordenado todas las cosas. Tchumalov encuentra paralizada la gran fábrica de cemento en la que, hasta su huida, —la represión lo había elegido entre sus víctimas—, había trabajado como obrero. Las cabras, los cerdos, la maleza, invaden los patios; las máquinas inertes se anquilosan, los funiculares por los cuales bajaba la piedra de las canteras yacen inmóviles desde que cesó el movimiento en esta fábrica donde se agitaban antes millares de trabajadores. Sólo los Diesel, por el cuidado de un obrero que se ha mantenido en su puesto, relucen prontos para reanimar esta mole que se desmorona. Tchumalov no reconoce su hogar. Dacha, su mujer, en estos tres años se ha hecho una militante, la animadora de la Sección Femenina, la trabajadora más infatigable del Soviet local. Tres años de lucha —primero acosada por la represión implacable, después entregada íntegramente a la revolución— han hecho de Dacha una mujer nueva. Niurka, su hija, no está con ella. Dacha ha tenido que ponerla en la Casa de los Niños, a cuya organización contribuye empeñosamente. El Partido ha ganado una militante dura, enérgica, inteligente; pero Tchumalov ha perdido su esposa. No hay ya en la vida de Dacha lugar para un pasado conyugal y maternal sacrificado enteramente a. la revolución. Dacha tiene una existencia y una personalidad autónomas; no es ya una cosa de propiedad de Tchumalov ni volverá a serlo. En la ausencia de Tchumalov, ha conocido bajo el apremio de un destino inexorable, a otros hombres. Se ha conservado íntimamente honrada; pero entre ella y Tchumalov se interpone esta sombra, esta obscura presencia que atormenta al instinto del macho celoso. Tchumalov sufre; pero férreamente cogido a su vez por la revolución, su drama individual no puede acapararlo. Se echa a cuestas el deber de reanimar la fábrica. Para ganar esta batalla tiene que vencer el sabotaje de los especialistas, la resistencia de la burocracia, la resaca sorda de la contra-revolución. Hay un instante en que Dacha parece volver a él. Mas es sólo un instante en que sus destinos se juntan para separarse de nuevo. Niurka muere. Y se rompe con ella el último lazo sentimental que aún los sujetaba. Después de una lucha en la cual se refleja todo el proceso de la reorganización de Rusia, todo el trabajo reconstructivo de la revolución, Tchumalov reanima la fábrica. Es un día de victoria para él y para los obreros; pero es también el día en que siente lejana, extraña, perdida para siempre a Dacha, rabiosos y brutales sus celos.

En la novela, el conflicto de estos seres se entrecruza y confunde con el de una multitud de otros seres en terrible tensión, en furiosa agonía. El drama de Tchumalov no es sino un fragmento del drama de Rusia revolucionaria. Todas las pasiones, todos los impulsos, todos los dolores de la revolución están en esta novela. Todos los destinos, los más opuestos, los más íntimos, los más distintos, están justificados. Gladkov logra expresar, en páginas de potente y ruda belleza, la fuerza nueva, la energía creadora, la riqueza humana del más grande acontecimiento contemporáneo.

viernes, 23 de marzo de 2012

                               SOBRE LA MORAL COMUNISTA





ELOGIO DE "EL CEMENTO"



He escuchado reiteradamente la opinión de que la lectura de El Cemento de Fedor Gladkov no es edificante ni alentadora para los que, fuera todavía de los rangos revolucionarios, busquen en esa novela la imagen de la revolución proletaria. Las peripecias espirituales, los conflictos morales que la novela de Gladkov describe no serían, según esta opinión, aptos para alimentar las ilusiones de las almas hesitantes y miríficas que sueñan con una revolución de agua de rosas. Los residuos de una educación eclesiástica y familiar, basada en los beatísimos e inefables mitos del reino de los cielos y de la tierra prometida, se agitan mucho más de lo que estos camaradas pueden imaginarse, en la subconciencia de su juicio.

En primer lugar, hay que advertir que El Cemento no es una obra de propaganda. Es una novela realista, en la que Gladkov no se ha propuesto absolutamente la seducción de los que esperan, cerca o lejos de Rusia, que la revolución muestre su faz risueña, para decidirse a seguirla. El pseudo-realismo burgués —Zola incluido— había habituado a sus lectores a cierta idealización de los personajes representativos del bien y la virtud. En el fondo, el realismo burgués, en la literatura, no había renunciado al espíritu del romanticismo, contra el cual parecía reaccionar irreconciliable y antagónico. Su innovación era una innovación de procedimiento; de decorado, de indumentaria. La burguesía que en la historia, en la filosofía, en la política, se había negado a ser realista, aferrada a su costumbre y a su principio de idealizar o disfrazar sus móviles, no podía ser realista en la literatura. El verdadero realismo llega con la revolución proletaria, cuando en el lenguaje de la crítica literaria, el término "realismo" y la categoría artística que designa, están tan desacreditados, que se siente la perentoria necesidad de oponerle los términos de "suprarrealismo", "infrarrealismo", etc. El rechazo del marxismo, parecido en su origen y proceso, al rechazo del freudismo, como lo observa Max Eastman en La Ciencia de la Revolución tan equivocado a otros respectos, es en la burguesía una actitud lógica,—e instintiva—, que no consiente a la literatura burguesa liberarse de su tendencia a la idealización de los personajes, los conflictos y los desenlaces. El folletín, en la literatura y en el cinema, obedece a esta tendencia que pugna por mantener en la pequeña burguesía y el proletariado la esperanza en una dicha final ganada en la resignación más bien que en la lucha. El cinema yanqui ha llevado a su más extrema y poderosa industrialización esta optimista y rosada pedagogía de pequeños burgueses. Pero la concepción materialista de la historia, tenía que causar en la literatura el abandono y el repudio de estas miserables recetas. La literatura proletaria tiende naturalmente al realismo, como la política, la historiografía y la filosofía socialistas.

El Cemento pertenece a esta nueva literatura, que en Rusia tiene precursores desde Tolstoy y Gorki. Gladkov no se habría emancipado del más mesocrático gusto de folletín si al trazar este robusto cuadro de la revolución, se hubiera preocupado de suavizar sus colores y sus líneas por razones de propaganda e idealización. La verdad y la fuerza de su novela, —verdad y fuerza artísticas, estéticas y humanas—, residen, precisamente, en su severo esfuerzo por crear una expresión del heroísmo revolucionario —de lo que Sorel llamaría "lo sublime proletario"—, sin omitir ninguno de los fracasos, de las desilusiones, de los desgarramientos espirituales sobre los que ese heroísmo prevalece. La revolución no es una idílica apoteosis de ángeles del Renacimiento, sino la tremenda y dolorosa batalla de una clase por crear un orden nuevo. Ninguna revolución, ni la del cristianismo, ni la de la Reforma, ni la de la burguesía, se ha cumplido sin tragedia. La revolución socialista, que mueve a los hombres al combate sin promesas ultraterrenas, que solicita de ellos una extrema e incondicional entrega, no puede ser una excepción en esta inexorable ley de la historia. No se ha inventado aún la revolución anestésica, paradisíaca, y es indispensable afirmar que el hombre no alcanzará nunca la cima de su nueva creación, sino a través de un esfuerzo difícil y penoso en el que el dolor y la alegría se igualarán en intensidad. Glieb, el obrero de El Cemento, no sería el héroe que es, si su destino le ahorrase algún sacrificio. El héroe llega siempre ensangrentado y desgarrado a su meta: sólo a este precio alcanza la plenitud de su heroísmo. La revolución tenía que poner a extrema prueba el alma, los sentidos, los instintos de Glieb. No podía aguardarle, asegurados contra toda tempestad, en un remanso dulce, su mujer, su hogar, su hija, su lecho, su ropa limpia. Y Dacha, para ser la Dacha que en El Cemento conocemos, debía a su vez vencer las más terribles pruebas. La revolución al apoderarse de ella total e implacablemente, no podía hacer de Dacha sino una dura y fuerte militante. Y en este proceso, tenía que sucumbir la esposa, la madre, el ama de casa; todo, absolutamente todo, tenía que ser sacrificado a la revolución. Es absurdo, es infantil, que se quiera una heroína como Dacha, humana, muy humana, pero antes de hacerle justicia como revolucionaria, se le exija un certificado de fidelidad conyugal. Dacha, bajo el rigor de la guerra civil, conoce todas las latitudes del peligro, todos los grados de la angustia. Ve flagelados, torturados, fusilados, a sus camaradas; ella misma no escapa a la muerte sino por azar; en dos oportunidades asiste a los preparativos de su ejecución. En la tensión de esta lucha, librada mientras Glieb combate lejos, Dacha está fuera de todo código de moral sexual: no es sino una militante y sólo debe responder de sus actos de tal. Su amor extra-conyugal carece de voluptuosidad pecadora. Dacha ama fugaz y tristemente al soldado de su causa que parte a la batalla, que quizás no regresará más, que necesita esta caricia de la compañera como un viático de alegría y placer en su desierta y gélida jornada. A Badyn, el varón a quien todas se rinden, que la desea como a ninguna, le resiste siempre. Y cuando se le entrega, —después de una jornada en que los dos han estado a punto de perecer en manos de los cosacos, cumpliendo una riesgosa comisión, y Dacha ha tenido al cuello una cuerda asesina, pendiente ya de un árbol del camino, y ha sentido el espasmo del estrangulamiento—, es porque a los dos la vida y la muerte los ha unido por un instante más fuerte que ellos mismos.