viernes, 29 de noviembre de 2013

LENIN (JEFATURA IV)







DISCURSO DE RESUMEN DE LA DISCUSIÓN SOBRE EL INFORME DEL COMITÉ CENTRAL

LENIN

IX CONGRESO DEL PC DE RUSIA
(30 de marzo de 1920)


Pero escuchad lo que escribe el camarada Tomski:

            « El principio fundamental en la estructura de los organismos  que regulan y dirigen la industria, único capaz de asegurar la participación de las grandes masas obreras sin partido a través de los  sindicatos, es el principio existente actualmente de dirección colectiva de la industria, desde el Presídium del Consejo Superior de Economia Nacional hasta la administración de la fábrica inclusive. Sólo en casos especiales, por acuerdo mutuo de los Presidiums del Consejo Superior de Economía Nacional y del Consejo Central de los Sindicatos de toda Rusia o de los Comités Centrales de los sindicatos correspondientes, debe admitirse la dirección unipersonal de las empresas, con la condición ineludible de que los sindicatos y sus organismos controlen  a los administradores individuales. Para asegurar la unidad del plan de edificación económica y la Coordinación en la actividad de los sindicatos y de los organismos económicos, la participación de los sindicatos en la dirección de la industria y en su regulación debe basarse en los siguientes principios:

a) los problemas generales de la política económica los discuten el CSEN y sus organismos con participación de los sindicatos; b) los cuerpos colegiados dirigentes de la economía los forman el CSEN y sus organismos junto con los organismos correspondientes de los Sindicatos; c) los cuerpos colegiados de los organismos económicos, al discutir junto con los sindicatos los problemas generales de la política económica de una u otra rama de la producción y al rendirles cuenta periódicamente de su actividad, son sólo organismos del CSEN y tienen el deber de cumplir únicamente sus disposiciones; todos los cuerpos colegiados de los organismos económicos tienen el deber de llevar a la práctica de manera absoluta las disposiciones de los organismos superiores del CSEN personal y colectivamente, respondiendo de su  cumplimiento sólo ante el CSEN»

            Esto es un embrollo espantoso de problemas teóricos elementales.

            Es cierto que la dirección se efectúa a través del administrador individual, mas quién será ese administrador - un especialista o un obrero -dependerá del número de administradores que tengamos del viejo y del nuevo régimen. Pero eso son cuestiones teóricas elementales. Hablemos de ello. Si queréis discutir la línea política del CC, no intentéis atribuirnos nada que ni hemos planteado ni hemos dicho. El 2 de marzo exhortamos a los camaradas a proporcionarnos refuerzos prácticos, pero ¿qué hemos recibido como respuesta?  En respuesta, los camaradas de las localidades nos ofrecen cosas teóricas inexactas a sabiendas. En las tesis de los camaradas Osinski, Maximovski y Saprónov, que aparecieron el 23 de marzo, todo es una tergiversación teórica completa. Dicen en ellas que la dirección colectiva es, en una forma o en otra, la base indispensable de la democracia. Yo afirmo que en quince años de historia prerrevolucionaria de la socialdemocracia no encontrareis nada parecido. El centralismo democrático significa únicamente que los representantes locales se reúnen y eligen el organismo responsable que debe dirigir. Pero ¿cómo? Eso depende de la cantidad de hombres idóneos de cuántos administradores buenos haya allí. El centralismo democrático consiste en que el Congreso comprueba la actividad del CC, lo destituye y nombra otro nuevo. Pero si se nos ocurriera comprobar las inexactitudes teóricas escritas en esas tesis, no acabaríamos nunca. Yo a decir verdad, no me referiré más a esto y diré solamente que el CC ha adoptado ante este problema la actitud que no se podía dejar de adoptar. Sé perfectamente que el camarada Osinski y otros no comparten las opiniones de los adeptos de Majnó y Majáev, pero los majnovistas no pueden dejar de agarrarse a sus argumentos. Están ligados a ellos. Tomad las tesis del Comité Provincial de Moscú, que nos han sido entregadas. En ellas se dice que en la sociedad socialista desarrollada, en la que desaparecerá la división social del trabajo y la sujeción de las personas a las profesiones, la sustitución periódica de quienes desempeñan por turno funciones administrativas sólo será posible sobre la base de una amplia colegialidad, etc., etc. ¡Todo eso es un embrollo completo!





miércoles, 20 de noviembre de 2013

LENIN: (SOBRE JEFATURA III)


«LAS TAREAS INMEDIATAS DEL PODER SOVIETICO»

LENIN

(ESCRITO ENTRE EL 13 Y EL 26 DE ABRIL DE 1918)











            La resolución del último Congreso de los Soviets, celebrado en Moscú, señala como tarea primordial del momento crear una organización armónica y fortalecer la disciplina. Hoy todos votan y suscriben gustosos resoluciones de este género; pero, por lo común, no se detienen a pensar que su aplicación requiere el empleo de la coerción, y precisamente de una coerción bajo la forma de dictadura. Sin embargo, sería la mayor torpeza y la más absurda utopía suponer que se puede pasar del capitalismo al socialismo sin coerción y sin dictadura. La teoría marxista se ha pronunciado hace mucho, y del modo más rotundo, contra este absurdo democrático-pequeñoburgués y anarquista. Y la Rusia de 1917-1918 lo confirma con tal evidencia, de un modo tan palpable y convincente, la teoría de Marx sobre el particular, que sólo hombres rematadamente torpes o empeñados en volverse de espaldas a la verdad pueden todavía desorientarse en este terreno. O dictadura de Kornílov (si le tomamos como el tipo ruso del Cavaígnac burgués) o dictadura del proletariado: no puede beber otra salida para un país que se desarrolla con extraordinaria rapidez, con virajes excepcionalmente bruscos y en medio de la terrible ruina económica originada por la más penosa de las guerras. Todas las soluciones intermedias serán o un fraude al pueblo, cometido por la burguesía, que no puede decir la verdad, que no puede declarar que necesita a Kornílov; o una manifestación de la estupidez de los demócratas pequeñoburgueses, de los Chernov, Tsereteli y Mártov, con su charlatanería acerca de la unidad de la democracia, de la dictadura de la democracia, del frente democrático general y demás tonterías por el estilo. Hay que considerar irremediablemente perdidos a quienes no han aprendido siquiera en el curso de la revolución rusa de 19l7-1918 que las soluciones intermedias son imposibles.


(...)



            Pues el Poder soviético no  es otra cosa que la forma de organización de la dictadura del proletariado, de la dictadura de la clase de vanguardia, que eleva a una nueva democracia y a la participación efectiva en el gobierno del Estado a decenas y decenas de millones de trabajadores y explotados, los cuales aprenden en su misma experiencia a considerar como su jefe mas seguro a la vanguardia disciplinada y consciente del proletariado. Pero la palabra dictadura es una gran palabra. Y las grandes palabras no deben ser lanzadas a voleo. La dictadura es un poder férreo, de audacia y rapidez revolucionarias, implacable en la represión tanto de los explotadores como de los malhechores. Sin embargo, nuestro poder es excesiva mente blando y en infinidad de ocasiones, se parece más a la gelatina que al hierro. No debe olvidarse ni por un instante que el elemento burgués y pequeñoburgués lucha contra el Poder soviético de dos maneras: por un lado, actuando desde fuera con los métodos de los Sávinkov, Gots, Gueguechkori y Kornílov, con conspiraciones y alzamientos, con su inmundo reflejo ideológico, con torrentes de mentiras y calumnias difundidas en la prensa de los demócratas constitucionalistas, de los eseristas de derecha, de los mencheviques; por otro lado, este elemento actúa desde dentro, aprovechando todo factor de descomposición y toda flaqueza, a fin de practicar el soborno y aumentar la indisciplina, el libertinaje y el caos. Cuanto más nos acercamos al total aplastamiento militar de la burguesía, más peligroso se hace para nosotros el elemento de la anarquía pequeñoburguesa. Y contra este elemento no se puede luchar únicamente por medio de la propaganda, la agitación, la organización de la emulación o la selección de organizadores; hay que luchar también por medio de la coerción.

            A medida que la tarea fundamental del poder deje de ser la represión militar para convertirse en la labor de y administración, la manifestación típica de la represión  y coerción no será el fusilamiento en el acto, sino el tribunal. Después del 25 de octubre de 1917, las masas revolucionarias emprendieron el camino justo en este terreno y demostraron la vitalidad de la revolución, empezando  a organizar sus propios tribunales obreros y campesinos, sin  esperar a que se promulgasen los decretos de disolución del  aparato judicial burocrático-burgués. Pero nuestros tribunales revolucionarios y populares son extraordinaria e increíblemente débiles. Se nota que no ha sido liquidada todavía por completo la opinión que tiene el pueblo de los tribunales como de algo burocrático y ajeno, opinión heredada de la época en que existía el yugo de los terratenientes y de la burguesía. No se comprende aun en grado suficiente que el tribunal es un órgano llamado a incorporar precisamente  a todos los pobres a la administración del Estado (pues la actividad judicial es una de las funciones de administración del Estado), que el tribunal es un órgano de poder del proletariado y de los campesinos pobres, que el tribunal es un instrumento para inculcar la disciplina. No se comprende en el grado debido el hecho simple y evidente de que si el hambre y el paro son las mayores plagas de Rusia,  estas plagas no podrán ser vencidas por ningún movimiento impulsivo, sino sólo por una organización y una disciplina  multifacéticas, extensivas a todo y a todos, que permitan aumentar la producción de pan para los hombres y de pan para la industria (combustible), transportarlo a tiempo y distribuirlo acertadamente; que, por eso, cuantos infringen la disciplina del trabajo en cualquier fabrica, en cualquier  empresa, en cualquier obra, son los culpables de los tormentos causados por el hambre y el paro; que es necesario saber descubrir a los culpables, entregarlos a los tribunales  y castigarlos sin piedad. El elemento pequeñoburgués, contra el que deberemos luchar ahora con el mayor tesón, se manifiesta, precisamente, en la insuficiente comprensión de la relación económica y política existente entre el hambre, y el paro, por un lado, y el relajamiento de todos y cada uno en el terreno de la organización y la disciplina, por otro; en que sigue muy arraigado el punto de vista del pequeño propietario: sacar la mayor tajada posible, y después, que pase lo que Dios quiera.

            En el transporte ferroviario - que es, quizá, donde encarnan con mayor evidencia los vínculos económicos del organismo creado por el gran capitalismo - se manifiesta con singular relieve esta lucha entre el elemento relajante pequeñoburgués y el espíritu de organización proletario. El elemento "administrativo" proporciona en gran abundancia saboteadores y concursionarios; la mejor parte del elemento proletario lucha por la disciplina; pero en uno y otro hay, como es natural, muchos vacilantes, muchos "débiles", incapaces de resistir a la "tentación" de la especulación, del soborno y del provecho personal, logrado a costa de deteriorar todo el aparato, de cuyo buen funcionamiento depende el triunfo sobre el hambre y el paro.

             Es sintomática la lucha entablada en este terreno alrededor del último decreto sobre la administración de los ferrocarriles, sobre la concesión de poderes dictatoriales (o "ilimitados") a determinados dirigentes. Los representantes conscientes (y en su mayoría, probablemente, inconscientes) del relajamiento pequeñoburgués han querido ver en la concesión de poderes "ilimitados" (es decir, dictatoriales) a determinadas personas una abjuración de la norma de dirección colectiva, de la democracia y de los principios del Poder soviético. En algunos lugares, entre los eseristas de izquierda se emprendió una agitación francamente propia de unos maleantes contra el decreto sobre los poderes dictatoriales, es decir, una agitación en la que se apelaba a los bajos instintos y al afán del pequeño propietario de "sacar" la mayor tajada posible. La cuestión planteada tiene, en efecto, enorme importancia: en primer lugar, se trata de una cuestión de principio, de saber si el nombramiento de determinadas personas investidas de poderes dictatoriales ilimitados es, en general, compatible con los principios cardinales del Poder soviético; en segundo lugar, de saber qué relación guarda este caso - o este precedente, si así lo deseaseis - con las tareas especiales del poder en el actual momento concreto. Ambas cuestiones deben ser examinadas con la mayor atención.

            La experiencia irrefutable de la historia muestra que la dictadura personal ha sido con mucha frecuencia, en el curso de los movimientos revolucionarios, la expresión de la dictadura de las clases revolucionarias, su portadora y su vehículo. No ofrece duda alguna que la dictadura personal ha sido compatible con la democracia burguesa. Pero los detractores burgueses del Poder soviético, así como sus segundones pequeñoburgueses, dan pruebas siempre de gran destreza en este punto: por una parte, declaran que el Poder soviético es algo simplemente absurdo, anárquico, salvaje, esquivando con el mayor cuidado todos nuestros paralelos históricos y las pruebas teóricas de que los Soviets son la forma superior de democracia, más aún, el comienzo de la forma socialista de democracia; por otra parte, exigen de nosotros una democracia superior a la burguesa y dicen: la dictadura personal es absolutamente incompatible con vuestra democracia soviética, bolchevique (o sea, no burguesa, sino socialista).

            Los razonamientos no pueden ser peores. Si no somos anarquistas, debemos admitir la necesidad del Estado, es decir, la coerción, para pasar del capitalismo al socialismo. La forma de coerción está determinada por el grado de desarrollo de la clase revolucionaria correspondiente, por circunstancias especiales -como es, por ejemplo, la herencia recibida de una guerra larga reaccionaria- y por las formas de resistencia de la burguesía y de la pequeña burguesía. Así pues, n o  e x i s t e  absolutamente ninguna contradicción de principio entre la democracia soviética (es decir, socialista); y el ejercicio del poder dictatorial por determinadas personas. La dictadura proletaria se diferencia de la dictadura burguesa en que la primera dirige sus golpes. Contra la minoría explotadora, en favor de la mayoría explotada; además, en que la primera es ejercida - t a m b i é n    p o r    d e t e r m i n a d a s    p e r s o n a s - no sólo por las masas trabajadoras y explotadas, sino asimismo por organizaciones estructuradas de tal modo, que puedan despertar precisamente a esas masas y elevarlas a una histórica obra creadora (a este género de organizaciones pertenecen las soviéticas).

            Por lo que se refiere a la segunda cuestión (el significado precisamente del poder dictatorial unipersonal desde el punto de vista de las tareas específicas del momento presente), debemos decir que toda gran industria mecanizada - es decir, precisamente el origen y la base material, de producción, del socialismo - requiere una unidad de voluntad absoluta y rigurosísima que dirija el trabajo común de centenares, miles y decenas de miles de personas. Esta necesidad es evidente desde tres puntos de vista - técnico, económico e histórico—, y cuantos pensaban en el socialismo la han reconocido siempre como una condición para llegar a él. Pero, ¿cómo puede asegurarse la más rigurosa unidad de voluntad?—Subordinando la voluntad de miles de hombres a la de uno solo.

Si quienes participan en el trabajo común poseen una conciencia y una disciplina ideales, esta subordinación puede recordar más bien la mesura de un director de orquesta. Si no existe esa disciplina y esa conciencia ideales, la subordinación puede adquirir las formas tajantes de la dictadura, pero, de uno u otro modo, la subordinación incondicional a una voluntad única es absolutamente necesaria para el buen éxito de los procesos del trabajo, organizando al estilo de la gran industria mecanizada. Para los ferrocarriles, ello es doble y triplemente necesario. Y esta transición de una tarea política a otra, que en apariencia no se le parece en nada, constituye la peculiaridad del momento que vivimos. La revolución acaba de romper las cadenas más antiguas, más fuertes, más pesadas, con las que se sometía a las masas por la fuerza. Eso sucedía ayer. Pero hoy, esa misma revolución, en interés precisamente de su desarrollo y robustecimiento, en interés del socialismo, erige la subordinación incondicional de las masas a  una voluntad  única de los dirigentes del proceso de trabajo. Está claro que semejante transición es inconcebible de golpe. Está claro que sólo puede llevarse a cabo a costa de enormes sacudidas y conmociones, con retornos a lo antiguo, mediante una tensión colosal de las energías de la vanguardia proletaria, que conduce al pueblo hacia lo nuevo. En este no piensan quienes se dejan arrastrar por el histerismo pequeñoburgués.

jueves, 14 de noviembre de 2013

LENIN HABLA DE F.ENGELS (JEFATURA II)


FEDERICO ENGELS
(Lenin, 1895)





¡Qué lumbrera intelectual se ha apagado!
¡Qué gran corazón ha dejado de latir!

El 5 de agosto de 1895 falleció en Londres Federico Engels. Después de su amigo Carlos Marx (fallecido en 1883), Engels fue el más notable sabio y maestro del proletariado contemporáneo de todo el mundo civilizado. Desde que el destino relacionó a Carlos Marx con Federico Engels, la obra a que ambos amigos consagraron su vida se convirtió en una obra común. Y así, para comprender lo que Federico Engels ha hecho por el proletariado, es necesario comprender claramente la importancia de la doctrina y actividad de Marx en pro del desarrollo del movimiento obrero contemporáneo. Marx y Engels fueron los primeros en demostrar que la clase obrera con sus reivindicaciones surge necesariamente del sistema económico actual, que, con la burguesía, crea inevitablemente y organiza al proletariado. Demostraron que la humanidad se verá liberada de las calamidades que la azotan no por los esfuerzos bien intencionados de algunas que otras nobles personalidades, sino por medio de la lucha de clases del proletariado organizado. Marx y Engels fueron los primeros en dejar sentado en sus obras científicas que el socialismo no es una invención de soñadores, sino la meta final y el resultado inevitable del desarrollo de las fuerzas productivas dentro de la sociedad contemporánea. Toda la historia escrita hasta ahora es la historia de la lucha de clases, la sucesión en el dominio y en las victorias de unas clases sociales sobre otras. Y esto ha de continuar hasta que no desaparezcan las bases de la lucha de clases y del dominio de clase: la propiedad privada y la producción social caótica. Los intereses del proletariado exigen que estas bases sean destruidas, por lo que la lucha de clases consciente de los obreros organizados debe ser dirigida contra ellas. Y toda lucha de clases es una lucha política.

Estos conceptos de Marx y de Engels los ha hecho suyos en nuestros días todo el proletariado en lucha por su emancipación. Pero cuando los dos amigos, en la década del 40, participaban en la literatura socialista y en los movimientos sociales de aquel tiempo, estos puntos de vista eran completamente nuevos. A la sazón había muchos hombres con talento y otros sin talento, muchos honrados y otros deshonestos, que, en el ardor de la lucha por la libertad política, en la lucha contra la autocracia de los monarcas, de la policía y del clero, no percibían el antagonismo existente entre los intereses de la burguesía y los del proletariado. Estos hombres ni siquiera admitían la idea de que los obreros actuasen como una fuerza social independiente. Por otra parte, ha habido muchos soñadores, algunas veces geniales, que creían que bastaba tan sólo convencer a los gobernantes y a las clases dominantes de la injusticia del régimen social existente para que resultara fácil implantar en el mundo la paz y el bienestar general. Soñaban con un socialismo que triunfara sin lucha. Finalmente, casi todos los socialistas de aquella época y, en general, los amigos de la clase obrera no veían en el proletariado más que una llaga y contemplaban con horror cómo, a la par que crecía la industria, crecía también esta llaga. Por eso todos ellos pensaban en el modo de detener el desarrollo de la industria y del proletariado, de parar “el carro de la historia”. Contrariamente al temor general ante el desarrollo del proletariado, Marx y Engels cifraban todas sus esperanzas en el continuo crecimiento numérico de éste. Cuantos más proletarios haya tanto mayor será su fuerza como clase revolucionaria y tanto más próximo y posible será el socialismo. De expresar en pocas palabras los méritos de Marx y Engels ante la clase obrera, podría decirse que enseñaron a la clase obrera a tener conocimiento y conciencia de sí misma y sustituyeron los ensueños por la ciencia.
He aquí por qué el nombre y la vida de Engels deben ser conocidos de todo obrero;

(...)

El proletariado europeo tiene derecho a decir que su ciencia fue creada por dos sabios y luchadores cuyas relaciones mutuas superan a todas las emocionantes leyendas antiguas sobre la amistad entre los hombres. Engels siempre, y en general con toda justicia, se posponía a Marx. “Al lado de Marx —escribió en una ocasión a un viejo amigo suyo-— me correspondió el papel de segundo violín”. Su cariño hacia Marx mientras éste vivió y su veneración a la memoria del amigo muerto fueron infinitos. Engels, el luchador austero y pensador profundo, era hombre de una gran ternura.

Después del movimiento de 1848-49, Marx y Engels, en el exilio, no se dedicaron únicamente a la labor científica. Marx creó en 1864 la “Asociación Internacional de los Trabajadores”, que dirigió durante todo un decenio. También Engels participó activamente en sus tareas. La actividad de esta “Asociación Internacional”, que, de acuerdo con las ideas de Marx, unía a los proletarios de todos los países, tuvo una enorme importancia para el desarrollo del movimiento obrero. Pero, incluso después de haber sido disuelta dicha asociación, en la década del 70, el papel de Marx y de Engels como unificadores de la clase obrera no cesó. Por el contrario, puede afirmarse que su importancia como dirigentes espirituales del movimiento obrero seguía creciendo constantemente, porque el propio movimiento continuaba desarrollándose sin cesar.

Después de la muerte de Marx, Engels, solo, siguió siendo el consejero y dirigente de los socialistas europeos. A él acudían en busca de consejos y directivas tanto los socialistas alemanes, cuyas fuerzas, a pesar de las persecuciones gubernamentales, iban constante y rápidamente en aumento, como los representantes de países atrasados, por ejemplo, españoles, rumanos, rusos, que se veían en el trance de meditar y medir con toda cautela sus primeros pasos. Todos ellos provechaban el riquísimo tesoro de conocimientos y experiencias del viejo Engels.

(...)

¡Memoria eterna a Federico Engels, gran luchador y maestro del proletariado!



jueves, 7 de noviembre de 2013

ENGELS HABLA DE K. MARX (SOBRE JEFATURA I)





Comenzamos la publicación de una serie de documentos como arma de combate contra la tesis revisionista del “culto a la personalidad”. Tesis salida del XX Congrerso del PCUS y difundida mediante el “Informe secreto”, elaborado por la burguesía burocrática rusa encabezada por Nikita Jrushchov, con el propósito encubrir, legitimar, defender la restauración del capitalismo en la URSS por los socialfasistas rusos y tratar de impedir que el proletariado  soviético volviera a conquistar el poder en la URSS. En el mundo que las guerras revolucionarias y las luchas de las masas en todo el mundo no fueran dirigidas por verdaderos Partidos Comunistas.

La tesis del “culto a la personalidad” es un ataque a la dirección proletaria de la revolución, un ataque a la  posición de Lenin sobre la relación entre Jefes y masas. Usaron la difamación, la injuria y el ataque personal contra J. Stalin para presentarlo como un personaje oscuro: un soberbio opuesto a la modestia de Lenin y un criminal. No hubo en el “informe” ninguna crítica ideológica y política. Se atacó la figura de J.Stalin para enfrentar a la  jefatura basada en una ideología con las masas,  para atacar el marxismo, atacar la dictadura del proletariado y el centralismo democrático en nombre la "dirección colectiva", de la tesis  para imbéciles del "control de abajo a arriba" o el absurdo de la "sobrevaloración del individuo".

La burguesía comprende la importancia de la Jefatura para la clase obrera, los años, décadas,  que cuesta forjar una dirección proletaria, en dura lucha de dos líneas contra el revisionismo, y cómo entre todos los jefes destaca uno (Marx, Lenin, el Presidente Mao o el Presidente Gonzalo, etc.) por eso atacan a los grandes jefes del proletariado. Podemos también comprobar cómo el revisionismo, que no da la cara, que evita el debate ideológico, levantó la cabeza  tras la muerte de Engels, o de Lenin.  Cómo se desbocó el revisionismo tras la muerte de J.Stalin y cómo hoy, tras la detención del Presidente Gonzalo se ha desbocado el revisionismo con “membrete” maoísta tanto en el Perú (LOD y LOI) como a nivel internacional. Hoy atacan al Presidente Gonzalo y a su pensamiento para justificar la capitulación ante el imperialismo y la reacción, defendiendo lo que sólo se atrevieron a defender tras la detención del Presidente Gonzalo, como ratas revisionistas y cobardes que son. Se ha cumplido lo que  anunció Engels a la muerte de K. Marx: "Las luminarias locales y las mentalidades inferiores, sin hablar de los farsantes, tendrán ahora camino libre."




ENGELS SOBRE K.MARX

De Engels a H. Starkenburg Londres 25 de enero de 1894:

«b) Los hombres hacen su historia, pero hasta ahora no la hacen con una voluntad colectiva, ni siquiera dentro de una sociedad dada perfectamente definida. Sus esfuerzos se entrechocan, y por esa misma razón todas las sociedades son gobernadas por la necesidad, la que es complementada por, y aparece en la forma de azar. La necesidad que aquí se impone en medio de todos los accidentes, es nuevamente y en última instancia la necesidad económica. Es aquí donde interviene la cuestión de los llamados grandes hombres. El que tal y tal hombre, y precisamente ese hombre, surja de un momento determinado en un país dado, es por supuesto un accidente. Pero suprímaselo, y habrá demanda de un sustituto, y éste será encontrado, bueno o malo, pero a la larga lo encontrará. El que Napoleón, precisamente ese corso, fuera el dictador militar que la República Francesa, agotada por su propia guerra, había tornado necesario, fue un azar; pero si no hubiera existido Napoleón, otro habría ocupado su lugar, como lo demuestra el hecho de que siempre se encontró al hombre tan pronto como se tornó necesario: César, Augusto, Cromwel, etc.»


PROLOGO DE ENGELS A LA EDICION ALEMANA DE 1883 DEL «MANIFIESTO COMUNISTA».

Desgraciadamente, al pie de este prólogo a la nueva edición del Manifiesto ya sólo aparecerá mi firma. Marx, ese hombre a quien la clase obrera toda de Europa y América debe más que a hombre alguno, descansa en el cementerio de Highgate, y sobre su tumba crece ya la primera hierba.  Muerto él, sería doblemente absurdo pensar en revisar ni en ampliar el Manifiesto.  En cambio, me creo obligado, ahora más que nunca, a consignar aquí, una vez más, para que quede bien patente, la siguiente afirmación:

La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx .

Y aunque ya no es la primera vez que lo hago constar, me ha parecido oportuno dejarlo estampado aquí, a la cabeza del Manifiesto.


De Engels a Sorge, Londres, 15 de marzo de 1883

«Sea como fuere, la humanidad tiene una cabeza menos, y la cabeza más grandiosa de nuestro tiempo. El movimiento proletario prosigue, pero se ha ido su figura central, a la que franceses, rusos, americanos y alemanes recurrían espontáneamente en los momentos críticos, para recibir siempre ese consejo claro e incontestable que sólo podían dar el genio y una perfecta comprensión de la situación.

Las luminarias locales y las mentalidades inferiores, sin hablar de los farsantes, tendrán ahora camino libre. La victoria final es segura, pero los caminos tortuosos, los errores pasajeros y locales —cosas todas que aún ahora son tan inevitables- serán más corrientes que nunca. Pues bien, tendremos que ocuparnos nosotros. ¿Para qué estamos si no es para eso?»
 Y todavía no estamos cerca de perder el valor.


Engels a Liebknecht el 14 de marzo:

“A pesar de haberlo visto esta noche echado en su cama con la rigidez de la muerte en su rosto, no puedo convencerme del todo de que esta mentalidad brillante haya dejado de impregnar con sus poderosos pensamientos al movimiento proletario de ambos mundos. Todo lo que somos se lo debemos a él; y el movimiento, tal como es hoy, es producto de su trabajo teórico y práctico. Si no hubiera sido por él, todos nosotros seguiríamos tanteando a oscuras en un laberinto de confusiones”.


Engels  a Bernstein  14 de marzo 1883:

"Lo que significó este hombre para nosotros, teóricamente así como en la práctica en todos los momentos decisivos, sólo puede comprenderlo quien haya estado largo tiempo a su lado. Su poderosa visión quedará enterrada junto con él por muchos años.
Era algo de lo cual los demás no éramos capaces. El movimiento seguirá su camino, pero le faltará esa intervención serena, oportuna, reflexiva, que en el pasado lo salvara de tantos errores fastidiosos”.


Engels a j. Ph. Becker 15 de marzo de 1883:

"Ha cesado de pensar el más grande cerebro de nuestro Partido, ha cesado de latir el más fuerte corazón que yo haya conocido jamás. Lo más probable es que se haya tratado de una hemorragia interna.

Usted y yo somos casi los últimos sobrevivientes de la vieja guardia de 1848. Pues bien, seguiremos en la brecha. Las balas silban, nuestros amigos caen en torno nuestro, pero no es la primera vez que lo he visto. Y si una bala nos pega a alguno de nosotros, pues venga: sólo pido que pegue limpia y derechamente, sin postrarnos en larga agonía».