ENGELS
A AUGUSTO BEBEL (*)
EN
HUBERTUSBURG
(Londres,
20 de junio de 1873)
Contestaré
primero a su carta, pues la de Liebknecht se halla todavía en poder
de Marx, y en estos momentos no puede encontrarla.
No
ha sido Hepner, sino la carta de York a Hepner, firmada por el
Comité, lo que nos ha hecho temer aquí que vuestra detención fuese
aprovechada por la dirección del partido, desgraciadamente toda ella
lassalleana, para convertir el "Volksstaat" [1]
en algo parecido a un «honesto» "Neuer Social-Demokrat"
[2]. York ha confesado de plano que tal
era la intención, y en vista de que el Comité se atribuía el
derecho de nombrar y destituir a los directores
del periódico, el peligro ha sido, indudablemente, muy grande. El
inminente destierro de Hepner dio aún más fuerza a estos planes. En
tales circunstancias, era preciso que conociéramos la situación con
toda exactitud. He aquí la razón de esta correspondencia...
Desde
luego, usted puede juzgar mejor que nosotros cuál es la táctica que
más le conviene al partido, sobre todo en los casos particulares, en
lo que respecta a su actitud ante el lassalleanismo. Pero también
debe ser tenido en cuenta lo siguiente. Cuando se encuentra uno,
hasta cierto punto, en la situación de competidor con la Asociación General
de Obreros Alemanes [3] --como es el
caso de ustedes--, puede ocurrir fácilmente que se conceda demasiada
atención al adversario y se adquiera la costumbre de pensar siempre
y ante todo en él. Pero la Asociación General de Obreros Alemanes y
el Partido Obrero Socialdemócrata aún constituyen, juntos, una
minoría insignificante de la clase obrera alemana. Nuestra opinión,
confirmada por una larga experiencia, es que una
buena táctica de propaganda no debe proponerse arrebatar aquí y
allí al adversario algunos militantes aislados o algunos grupos de
militantes, sino influenciar a las grandes masas que todavía no se
han incorporado al movimiento. Un solo individuo arrancado por
nosotros a la masa virgen vale más que diez tránsfugas
lassalleanos, que siempre traen al partido gérmenes de sus
concepciones erróneas. Si lográsemos conquistar únicamente a las
masas, sin sus dirigentes locales, la cosa no estaría mal.
Por desgracia, siempre tenemos que aceptar además a un montón de
líderes de esta clase, prisioneros de sus antiguas declaraciones
públicas, cuando no de sus antiguos puntos de vista, y que ahora
quieren demostrar por encima de todo que no han [456] abjurado de sus
principios, sino que, por el contrario, es el Partido Obrero
Socialdemócrata quien predica el verdadero lassalleanismo.
Esta fue la desgracia ocurrida en Eisenach [4],
inevitable tal vez en aquel entonces, pero no cabe duda de que todos
esos elementos causaron daño al partido; y no estoy muy seguro de
que sin su incorporación el partido tendría hoy menos fuerza de la
que tiene. En todo caso, creo que sería una desdicha el que esos
elementos recibieran
refuerzos.
No
hay que dejarse engañar por los gritos de «unidad».
Precisamente los que más abusan de esta consigna son los primeros en
provocar disensiones; así ocurre con los actuales bakuninistas del
Jura suizo, que han sido los instigadores de todas las escisiones y
que por nada claman tanto como por la unidad. Estos fanáticos
de la unidad, o bien son hombres de cortos alcances que desean
mezclarlo todo en una masa indefinida, a la que basta dejar que se
sedimente un poco para que se exacerben aún más las contradicciones
de todos esos elementos que ahora se encuentran metidos en un mismo
puchero (en Alemania tienen ustedes el excelente ejemplo de los
señores que predican la reconciliación de los obreros con los
pequeños burgueses); o bien se trata de personas que,
consciente o inconscientemente (como Mülberger, por ejemplo),
quieren desvirtuar el movimiento. Por eso, los sectarios más
inveterados y los peores intrigantes y aventureros son los que en
ciertos momentos más ruido arman en torno a la unidad. En lo que
llevamos de vida nadie nos ha proporcionado tan grandes disgustos ni
nos ha
jugado tan malas pasadas como esos ruidosos predicadores de la
unidad.
Es
lógico y está muy bien que toda dirección de partido busque éxitos
en su trabajo. Pero hay circunstancias en las que se debe tener el
valor de renunciar a los éxitos
inmediatos
en aras de cosas más importantes. Sobre todo un partido como el
nuestro, cuyo éxito final está plenamente asegurado y cuyo
crecimiento en nuestra época y ante nuestros propios ojos ha sido
tan gigantesco, no necesita, siempre y en todas las condiciones,
obtener éxitos inmediatos. Tomemos el ejemplo de la Internacional.
Después de la Comuna logró éxitos enormes. Los burgueses, muertos
de miedo, la creían omnipotente. La gran masa de militantes de la
Internacional pensaba que las cosas iban a continuar así
eternamente. Nosotros sabíamos perfectamente que el globo tenía
que reventar.
Gente
de lo más despreciable se había adherido a la Internacional. Los
sectarios que se hallaban en sus filas se aprovecharon abusivamente
de su condición de miembros de la Internacional y llegaron en su
desfachatez a suponer que se les iba a tolerar las más grandes
necedades y vilezas. Pero nosotros no lo toleramos.
Sabiendo
perfectamente que el globo tenía que reventar algún día,
procuramos no aplazar la catástrofe y lograr que la Internacional
saliese de ella limpia e incorrupta. El globo estalló en La Haya
[5], y ya sabe usted que la mayoría de
los miembros del Congreso regresó a sus casas profundamente
desilusionada. Pero estos decepcionados,
que se imaginaban que en la Internacional hallarían el ideal de la
fraternidad y la reconciliación universales, provocaban casi todos
ellos en sus organizaciones locales peleas mucho más graves de las
que estallaron en La Haya. Ahora, los intrigantes sectarios predican
la reconciliación y nos acusan de ser unos intratables
y unos dictadores. Pero, ¿cuál hubiera sido el resultado si
nosotros hubiésemos adoptado en La Haya una actitud conciliadora, si
hubiésemos tratado de encubrir la escisión inminente? Los
sectarios, esto es, los bakuninistas, habrían tenido un año más a
su disposición para realizar en nombre de la Internacional
estupideces
e
infamias aún mayores; los obreros de los países más adelantados se
habrían apartado llenos de repulsión; el globo no habría
estallado, se habría desinflado lentamente, asaeteado a alfilerazos,
y el Congreso siguiente, en el que forzosamente tendría que haber
estallado la crisis, se habría convertido en la más vulgar y
escandalosa de las
peleas
personales, pues el sacrificio de los principios
ya se habría realizado en La Haya.
Pero
entonces la Internacional habría muerto realmente, asesinada por la
«unidad». En lugar de eso, nos desembarazamos honrosamente de los
elementos podridos (los miembros de la Comuna que asistieron a la
última sesión decisiva, decían que ninguna sesión de la Comuna
les había producido una impresión tan terrible como aquella reunión encargada
de juzgar a los que habían traicionado al proletariado europeo);
durante diez meses les habíamos permitido que mintieran, calumniaran
e intrigaran todo lo que quisieran, ¿y cuál ha sido el resultado?
Esos supuestos representantes de la enorme mayoría de la
Internacional declaran ahora que no se atreven a presentarse en el
próximo Congreso (más detalles en el artículo que envío al
"Volksstaat" al mismo tiempo que esta carta [*]).
Y si tuviéramos que hacerlo otra vez, procederíamos, en términos
generales, de la misma manera; los errores tácticos, claro está,
son siempre posibles.
En
todo caso, estoy seguro de que con el tiempo los mejores elementos de
entre los lassalleanos vendrán ellos mismos al partido, por lo que
no sería razonable arrancar el fruto antes de que esté maduro, como
pretenden hacerlo los grajos de la unificación.
Por
lo demás, ya el viejo Hegel decía que un partido demuestra su
triunfo aceptando y resistiendo la escisión [6].
El
movimiento proletario pasa necesariamente por diversas fases de
desarrollo, y en cada una de ellas se atasca parte de la gente, que
ya no sigue adelante. Esa es la única razón de que en la práctica
la «solidaridad del proletariado» se lleve a cabo en todas partes
por diferentes grupos de partido que luchan entre sí a vida o
muerte, como las sectas cristianas del Imperio romano en la
época de las peores persecuciones.
Tampoco
debe olvidar usted que si, por ejemplo, el "Neuer
Social-Demokrat" tiene más suscriptores que el "Volksstaat",
eso se debe a que cada secta es necesariamente fanática, y
gracias a ese fanatismo --sobre todo donde la secta es nueva, como
ocurre, por ejemplo, con la Asociación General de Obreros Alemanes
en Schleswig-Holstein-- consigue éxitos momentáneos mucho más
importantes que el partido que representa simplemente
el movimiento real, sin extravagancias sectarias. Por otra parte, el
fanatismo es algo que no dura mucho.
Termino
mi carta, pues va a salir el correo. Quiero añadir a toda prisa que
Marx no puede emprenderla con Lassalle [7]
mientras no quede terminada la traducción al francés [*]
(probablemente a fines de julio); además, necesita descansar
a toda costa, pues se encuentra muy fatigado....
"Bolshevik",
núm. 10, 1932.
(*) las letras en negrita y el énfasis puesto en partes del texto es obra nuestra.
[1]
54. "Der Volksstaat" («El Estado del
pueblo»), órgano central del Partido Socialdemócrata Obrero de
Alemania (los eisenachianos), se publicó en Leipzig del 2 de octubre
de 1869 al 29 de setiembre de 1876. La dirección general corría a
cargo de G. Liebknecht, y el director de la editorial era A. Bebel.
Marx y Engels colaboraban en el periódico, prestándole constante
ayuda en la redacción del mismo. Hasta 1869, el periódico salía
bajo el título "Demokratisches Wochenblatt" (véase la
nota 94).
Trátase
del artículo de J. Dietzgen "Carlos Marx. «El Capital. Crítica
de la Economía política»", Hamburgo,
1867,
publicado en "Demokratisches Wochenblatt", núms. 31, 34,
35 y 36 del año 1868.- 96, 178, 314, 324, 452,
[2]238.
"Neuer Social-Demokrat" («El Nuevo Socialdemócrata»),
periódico alemán, se publicó en Berlín de 1871 a 1876. Organo de
la Asociación General de Obreros Alemanes fundada por Lassalle.
Sostenía una lucha contra la dirección marxista de la Internacional
y el Partido Obrero Socialdemócrata Alemán. Apoyaba a los
bakuninistas y los representantes de otros partidos antiproletarios.-
299, 453, 455.
[3]
285. "Asociación General de Obreros Alemanes",
organización política de los obreros alemanes, fundada en 1863 con
la participación activa de Lassalle. La Asociación existió hasta
1875, cuando, en el Congreso de Gotha se produjo la unificación de
los lassalleanos y los eisenachianos (partido encabezado por
Liebknecht y Bebel) para formar el Partido Socialista Obrero de
Alemania.- 438, 455.
[4]
305. En Eisenach, en el Congreso de los
socialdemócratas de Alemania, Austria y Suiza, celebrado el 7-9 de
agosto de 1869, fue creado el Partido Socialdemócrata Obrero Alemán,
cuyo programa respondía al espíritu de las exigencias de la
Internacional; sin embargo, se hacían en él varias concesiones a
los lassalleanos.- 456.
[5]
242. El Congreso de la Asociación Internacional de los
Trabajadores celebrado en La Haya tuvo lugar del 2 al 7 de
septiembre de 1872. Asistieron a sus labores 65 delegados de 15
organizaciones nacionales. En el
Congreso
dirigido personalmente por Marx y Engels, se dio cima a la lucha de
los fundadores del socialismo
científico
y de sus adeptos contra toda clase de sectarismo pequeñoburgués en
el movimiento obrero. La
actividad
escisionista de los anarquistas fue condenada y sus líderes fueron
expulsados de la Internacional. Los acuerdos del Conereso de La Haya
colocaron los cimientos para la creación de partidos políticos de
la clase obrera independientes en los diversos países.- 309, 457,
459.
[*]
F. Engels. "En la Internacional". (N. de la Edit.)
[6]
306. Hegel. "Fenomenología del espíritu", párrafo
"Verdad de la educación".- 458.
[7]
307. En 1872-1873, Liebknecht y Hepner pidieron reiteradas
veces a Marx que escribiera un folleto o un
artículo
para "Volksstaat" criticando las concepciones de Lassalle.-
458.
[*]
Se trata de la traducción del tomo
primero de "El Capital". (N. de la Edit.)