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jueves, 24 de julio de 2014

SEMANA INTERNACIONAL DEL NIÑO




LA SEMANA INTERNACIONAL DEL NIÑO
N.KRUPSKAYA
(Artículo publicado en «Pravda», año 1923)

            El Comité Ejecutivo de la Internacional juvenil Comunista ha Dispuesto que se celebre la III Semana Internacional del Niño desde el 24 al 30 de julio. El movimiento infantil de Rusia está todavía en la fase de organización y aprovechamos la «Semana del Niño» para hacer propaganda de este movimiento.

            «¿Qué falta hace un movimiento infantil, una organización de niños? Cuando crezcan y empiecen a comprender algo que entren el komsomol; ¿qué entienden los niños? Dejadlos que jueguen y estudien» - suelen decir algunos camaradas.

            En los jóvenes Pioneros, como se llama la organización comunista infantil, pueden ingresar los muchachos y las muchachas a partir de los 11 años.

            Los jóvenes Pioneros se esfuerzan en educar los instintos colectivistas en sus afiliados, acostumbrándolos a compartir las alegrías y las penas con la colectividad, a no separarse de ella y a pensar en que son miembros de la colectividad, se esfuerzan en formar hábitos colectivistas, es decir, el arte de trabajar y actuar colectivamente, de manera organizada, supeditando su voluntad a la colectividad, de llevar a cabo sus iniciativas a través de ella, conquistando la opinión de la colectividad y, por fin, procuran forjar la conciencia comunista de los niños, contribuyendo a que  comprendan que son miembros de la clase obrera que lucha por la dicha de la humanidad, miembros del gran ejército del proletariado internacional.

            La sola enumeración de estas tareas muestra que cuanto antes se incorporen los niños al movimiento infantil tanto mejor será. A los hijos de los obreros se les oye decir con frecuencia: «No vemos nunca al padre, por el día trabaja y por la tarde va a las reuniones». La madre también trabaja o está absorbida por los quehaceres domésticos y el cuidado de los hijos. Los chicos de los obreros crecen a la buena de Dios: bien están en casa sin ver nada, haciendo travesuras por aburrimiento, o bien caen bajo la influencia de la calle. La organización infantil les proporcionara muchas emociones jubilosas, campo para que apliquen sus fuerzas y desarrollen su actividad y alimento a sus mentes.

            La organización de pioneros no debe parecerse a la de los adultos. Sería un gran mal si fuera copia de la organización de los mayores, pero debe estar saturada de espíritu comunista.

            Ante todo ha de hacer sentir a los niños muchas emociones jubilosas. Los coros, los juegos, las excursiones al campo, la poesía de los cuentos en torno a la hoguera, las visitas a las fábricas y la participación en las fiestas proletarias dejan una impresión que no se borra en toda la vida, y unen todas estas emociones con la idea de la organización, de la colectividad. La participación en las fiestas proletarias, las visitas a los clubs obreros, a las fábricas y la asistencia a las reuniones de los trabajadores ligan con fuertes lazos a los niños de la clase obrera, lazos que hay que robustecer por todos los medios. Las secciones de mujeres, las células del Partido y los sindicatos deben patrocinar a los pioneros y no regatear esfuerzos para fortalecer en los niños el espíritu de la solidaridad de clase.

            Durante la semana del movimiento infantil, las organizaciones obreras deben apadrinar a los pioneros, organizar excursiones, mostrarles su trabajo, hablarles de el, designar a obreros y obreras que hablen de su infancia v de su lucha a los niños, en una palabra, la clase obrera debe prohijar durante la «semana del niño» a los pioneros.

            Los chicos son chicos. Por eso los jóvenes Pioneros prestan gran atención a los juegos. El juego es una necesidad del organismo infantil en desarrollo, acrecienta las fuerzas físicas de los niños, hace más firme la mano, más ágil el cuerpo, más certero el ojo y desarrolla la inteligencia, el ingenio y la iniciativa. En el juego adquieren los niños hábitos de organización, entereza, y
aprenden a sopesar las circunstancias, etc. Pero hay juegos y juegos. Hay juegos que fomentan la crueldad, la grosería, el odio nacional, que influyen nocivamente en el sistema nervioso, que exaltan y estimulan la vanidad. Hay otros que tienen gran valor educativo, que fortalecen la voluntad y el sentido de la justicia, que enseñan a ayudar en la desgracia, etc. Por medio de los juegos se puede hacer de un niño una bestia y se puede hacer un comunista. Los pioneros se plantean esta última tarea y los Komsomoles les ayudan a cumplirla.

            Los pioneros no se ocupan solamente de los juegos. Los niños de nuestros dias han visto y oído mucho y sienten el deseo de participar en la lucha por la dicha de la humanidad, en la construcción de la nueva vida. Aunque su labor colectiva no sea mucha - recoger hierbas medicinales, plantar flores delante de las fábricas, hacer camisitas para las casascuna, distribuir invitaciones para los actos, adornar los clubs obreros, etc.-, les hace pensar en que son miembros útiles de la sociedad y les da ánimos para trabajar. Es necesario que todas las instituciones soviéticas presten atención a los pioneros y les den la posibilidad de trabajar en nuevas ramas.

            El movimiento infantil tiene gran valor para la escuela, ya que proporciona hábitos que contribuyen a organizar acertadamente la autogestión de los niños en ella y propician la aplicación de nuevos métodos de enseñanza. El movimiento infantil acrecienta en los alumnos el interés por el estudio y el ansia de saber. De ahí que los maestros avanzados lo vean con satisfacción. Durante la Semana Internacional del movimiento infantil, las escuelas deben abrir de par en par las puertas a los pioneros. Los pioneros deben ayudar con entusiasmo a los maestros a organizar la nueva escuela y deben ser la solera de ella.

            En la semana que va del 24 al 30 de julio hay que echar los cimientos del movimiento infantil en la Federación Rusa.



Descargar "Pequeños Guardias Rojos":

https://drive.google.com/file/d/0B0cNhGDp1iorTXFma3BDTFNlMEk/edit?usp=sharing

miércoles, 8 de mayo de 2013

SOBRE LA MORAL COMUNISTA



LA JUVENTUD ESTA DISPUESTA A “VIAJAR” EN LAS CUATRO DIRECCIONES *
Chan Feng-meí
(Secretaría de la célula general de la Liga de la Juventud
Comunista en la brigada de producción Taikou, comuna Chang-
tien, distrito Kuantien, Liaoning.)


“Cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”. Esto constituye un importante contenido en la reaccionaria doctrina de Confucio, cuya influencia es amplia y debe ser censurada.
¿Por qué Confucio planteó ritos y reglamentos como el que acabamos de citar? Sólo se puede encontrar la respuesta en la lucha de clases que se desarrollaba en la época en que vivió Confucio y en la posición política de éste.
Confucio vivió en las postrimerías del Período de Primavera y Otoño, período que registra un tremendo cambio social, el paso del sistema esclavista al sistema feudal. La clase terrateniente recién surgida rivalizó con la reaccionaria clase de los esclavistas, en lo económico, político e ideológico y lanzó vigorosos ataques contra ella, a la vez que los esclavos se levantaban en rebelión contra los propietarios esclavistas. Bajo esta situación revolucionaria llena de desórdenes bajo el cielo, la reaccionaria clase esclavista no solamente cayó en desintegración en lo tocante a la dominación económica y política, sino que también marchaba hacia la descomposición ideológica y moral en las relaciones de clan y tribu. Por aquel entonces, los ministros no eran fieles a sus reyes, los hijos no sentían amor por los padres y los hermanos menores no obedecían a los mayores; los esclavos escapaban y los hijos se iban lejos de sus hogares, todo esto destruía los conceptos tradicionales que sobre la familia tenía la clase de los esclavistas, debilitaba y perjudicaba su dominación reaccionaria. Bajo estas circunstancias, Confucio, colocándose en la posición reaccionaria esclavista, planteó una serie completa de ritos y reglamentos, incluyendo el reaccionario programa de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”, tendientes todos ellos a salvaguardar la clase esclavista.
El núcleo del sistema ético de Confucio es lo que él llamó “piedad filial y deber fraternal”. Confucio abogó porque estos postulados fueran tomados como regla de virtud de la gente determinando que los hijos debían tomar por objetivo de su vida el sostener a sus padres, en caso contrario, según este abogado de los esclavistas, sería “despiadado” y “carente de virtud” y debería ser condenado. Confucio perseguía, al formular estos conceptos éticos de clan y tribu, proteger el sistema filial y legal esclavista “desde el supremo del Estado hasta el linaje familiar”. Al propagar que los hijos tuvieran piedad por sus padres, que los hijos debían actuar alrededor de los padres y, al difundir que los padres debían respetar y tener filialidad por el soberano, Confucio deseaba que todos los padres actuaran alrededor del “hijo del cielo”. En realidad, lo esencial de su exigencia era que las gentes “se dominaran a sí mismos y retornaran a los ritos”, que no “causaran daño a los superiores y desórdenes” y fueran dóciles “hijos piadosos”, “pueblo sumiso” de la tiranía esclavista. Confucio planteó los reglamentos y la doctrina filial de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”, precisamente para lograr su finalidad criminal de defender la dominación reaccionaria de la clase esclavista. Pero esto no podía ser más que una  quimera.
El marxismo considera que las relaciones entre padres e hijos y las relaciones familiares en una sociedad clasista sólo pueden ser las existentes entre las clases. A una etapa histórica determinada, corresponden determinadas relaciones de familia que sólo pueden ser producto de las determinadas relaciones de producción existentes en dicha etapa histórica. A medida que se desarrollan y cambian las relaciones de producción, se desarrollan y cambian, correspondientemente, las relaciones de familia y sus conceptos. Esta es una tendencia histórica que ningún reaccionario es capaz de impedir. Los ritos y reglamentos reaccionarios de Confucio con toda su doctrina no lograron salvar de la ruina a la clase esclavista ni tampoco salvaron de la desintegración y la ruina a las familias aristócratas esclavistas. La causa radica en que el programa de Confucio representa la reacción. Confucio no quiso que los demás “fueran lejos” para organizar la rebelión contra los propietarios de esclavos, pero, él mismo “viajaba lejos” por los diferentes Estados a fin de dar sugerencias y planes a la clase esclavista de los diversos lugares, sin sentir ningún cansancio. Es claro que Confucio se oponía solamente al “viaje” revolucionario y no al contrarrevolucionario. En cuanto a esto último, no sólo no se oponía, sino que era el primero que encabezaba la violación de su propio rito, dejando así, al desnudo, su esencia de reaccionario.
Durante más de dos mil años, todo personaje representante de las clases explotadoras, traficó siempre con esa mercancía negra de la reaccionaria “doctrina filial”, como opio espiritual que adormece a la juventud, a fin de defender la dominación reaccionaria. Los arribistas e intrigantes antipartido Liu Shao-chi y Lin Piao, depositaron sus esperanzas, de hacer realidad su sueño de restaurar el capitalismo, en la joven generación; por ello, se opusieron y sabotearon en lo posible la integración de los Jóvenes instruidos con los obreros y campesinos, izaron de nuevo la bandera negra de la “tienda de Confucio” para invocar su espíritu y deliraron diciendo: “Si no sabes ser buen hijo, ¿cómo podrás ser un hombre?”, “la nostalgia del pueblo natal es sentimiento general de la gente”. Esta es una nueva edición del reaccionario programa confuciano de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”. Ellos intentaban en vano envenenar a la juventud con “sentimientos entre madre e hijos”, “amor a los propios hijos” y cosas de semejante “naturaleza humana”, para hacer que los jóvenes concentraran su visión en el pequeño círculo de los padres y de’ la familia, haciéndoles así olvidar los intereses fundamentales del proletariado en su totalidad la causa del Partido, la gran meta de la revolución, y convertirlos en mediocres con corta vista. Taimadamente y partiendo de los conceptos de “virtud”, de “fidelidad y fllialidad” de clase explotadora, traficaban con las siniestras mercancías del apriorismo idealista e inculcaban en los jóvenes la teoría de “estudiar para ser funcionario”, llamándoles a “no prestar oído a lo que sucede fuera de la ventana y concentrar su atención en la lectura de los libros de los santos y sabios”, pregonando que “al obtener fama, ilustras a tu familia y tus antepasados sienten gran honor”. Utilizaban el egoísmo burgués para seducir a la juventud a fin de que siguiera el camino siniestro de apartarse de la política proletaria, se divorciara de las masas obreras y campesinas y de las tres prácticas revolucionarias — la lucha por la producción, la lucha de clases y la experimentación científica —, a fin de que se convirtiera en aristocracia espiritual burguesa que desprecia el trabajo manual, con el objetivo de hacer de la juventud una “fuerza servil” e instrumentos dóciles para la restauración capitalista. Pero la historia ha demostrado que esta artimaña no fue más que una vana intención.
El marxismo considera que en una sociedad de clases la moral tiene un carácter clasista. Engels señaló: “Hasta hoy toda teoría moral ha sido, en última instancia, producto de las condiciones económicas de la sociedad en el período correspondiente. Y como hasta el día la sociedad se ha agitado entre antagonismos de clase la moral ha sido siempre una moral de clase.” La moral del proletariado toma los mayores intereses y exigencias del proletariado y del resto del pueblo trabajador como su norma más alta y tiene como principio de su moral el servir a los intereses de la abrumadora mayoría de la gente en el mundo. Sienta  sobre la base clasista las relaciones familiares, sirve a la consolidación y desarrollo de la base económica socialista, a la consolidación y fortalecimiento de la dictadura del proletariado. El proletariado considera que si su clase en su conjunto no logra sus intereses, tampoco se lograrán los intereses de los padres, de la familia, ni de los individuos. El “viajar lejos” o no, no obedece a las necesidades de los padres sino a las de la revolución. La revolución no se limita a un lugar fijo (no tiene campos delimitados ni es estática) y los jóvenes deben tener una firme voluntad para “viajar” en las cuatro direcciones. Nosotros, los jóvenes, instruidos bajo la educación cuidadosa del Partido Comunista y del Presidente Mao y sobre todo a través del temple que nos ha dado la Gran Revolución Cultural Proletaria y la campaña de critica a Lin Piao y Confucio, llegamos a comprender plenamente que las falacias difundidas por estafadores del tipo de Liu Shao-chi y Lin Piao, falacias como la del “sentimiento entre madre e hijos”, “amor del hijo”, envenenan el alma y son como suave puñal que mata sin que aflore la sangre. Este entendimiento ha afirmado aún más nuestra decisión de seguir el camino de la integración con los obreros y campesinos. Millones de jóvenes revolucionarios instruidos, tras condenar seriamente las falacias de Liu Shao-chi y Lin Piao sobre “estudiar para ser funcionario”, “ir al campo para obtener un barniz de revolucionario”, “transformación mediante trabajo forzoso”, etc. se deciden a entregar toda su vida al Partido, a ir a las zonas rurales, a las regiones fronterizas y a aquellos lugares que presentan mayores dificultades, ya que se trata de una gran revolución que modifica las costumbres y los hábitos viejos, censurando severamente los viejos conceptos tradicionales representados por la doctrina de Confucio y Mencio.
Respondiendo al gran llamamiento del Presidente Mao, en 1968 yo vine desde a ciudad Lüta a establecerme aquí, en la brigada de producción Taikou de la comuna Changtien. En estos años de vida en el amplio escenario del campo, he salido al encuentro de la tempestad y he enfrentado al mundo limpiando ‘de mi mente las influencias dejadas por los viejos conceptos que nos hacen menospreciar a los campesinos y huir de las labores. Gracias a la ayuda y a la educación que los campesinos pobres y campesinos medios de la capa inferior me han brindado, mi conciencia política e ideológica se ha elevado considerablemente. La práctica de estos años me ha hecho comprender profundamente que ir a las zonas rurales a integrarse con las masas obreras y campesinas es un camino que se necesita seguir para llegar a ser continuadores de la causa revolucionaria del proletariado, que se trata de un problema de importancia fundamental para el largo período de la consolidación de la dictadura del proletariado y para prevenir la restauración del capitalismo. Los hechos han corroborado que, para los jóvenes instruidos, el ir a las zonas rurales implica una enorme significación en la tarea por eliminar las diferencias entre la ciudad y el campo, entre los obreros y los campesinos, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. Los jóvenes instruidos constituyen una fuerza vigorosa para transformar las costumbres y hábitos viejos en el campo y para transformar la sociedad.
En un patio no es posible adiestrar caballos alados ni en el florero pueden crecer pinos milenarios. Los jóvenes revolucionarios debemos poner la mirada en todas  partes, ir al campo, a las zonas fronterizas, a los lugares donde más nos necesiten. Debemos asumir la importante responsabilidad que nos asigna la historia y consagrar nuestra juventud a la realización del comunismo.

*Obreros,  campesinos y soldados critican a lin Piao y Confucio. Ediciones en lenguas extranjeras,  Pekín.

lunes, 6 de agosto de 2012

K. MARX. EDUCACIÓN COMUNISTA.



 Tomado de: 
             "CRÍTICA AL PROGRAMA DE GOTHA" (1)

                                                 (K. Marx)


Londres, 5 de mayo de 1875

Querido Bracke:

Le ruego que, después de leerlas, transmita las adjuntas glosas críticas marginales al programa de coalición a Geib, Auer, Bebel y Liebknecht, para que las vean. Estoy ocupadísimo y me veo obligado a rebasar con mucho el régimen de trabajo que me ha sido prescrito por los médicos. No ha sido, pues, ninguna "delicia" para mí, tener que escribir una tirada tan larga. Pero era necesario hacerlo, para que luego los amigos del Partido a quienes van destinadas esas notas no interpreten mal los pasos que habré de dar por mi parte.

El caso es que, después de celebrado el Congreso de unificación, Engels y yo haremos pública una breve declaración haciendo saber que nos es del todo ajeno dicho programa de principios y que nada tenemos que ver con él.

Es indispensable hacerlo así, pues en el extranjero se tiene la idea, absolutamente errónea, pero cuidadosamente fomentada por los enemigos del Partido, de que el movimiento del llamado Partido de Eisenachesta secretamente dirigido desde aquí por nosotros. Todavía en un libro que ha publicado hace poco en ruso, Bakunin, por ejemplo, me hace a mi responsable, no sólo de todos los programas, etc., de ese partido, sino de todos los pasos dados por Liebknecht desde el día en que inicío su cooperación con el Partido Popular

Aparte de esto, tengo el deber de no reconocer, ni siquiera mediante un silencio diplomático, un programa que es, en mi convicción, absolutamente inadmisible y desmoralizador para el Partido. (...)

CARTA DE C. MARX A W. BRACKE


                                                            (...)


B. "El Partido Obrero Aleman exige, como base espiritual y moral del Estado:
1. Educación popular general e igual a cargo del Estado. Asistencia escolar obligatoria general. Instrucción gratuita".


¿Educación popular igual? ¿Que se entiende por esto? ¿Se cree que en la sociedad actual (que es de la única de que puede tratarse), la educación puede ser igual para todas las clases? ¿O lo que se exige es que también las clases altas sean obligadas por la fuerza a conformarse con la modesta educación que da la escuela pública, la única compatible con la situación económica, no sólo del obrero asalariado, sino también del campesino?

"Asistencia escolar obligatoria para todos. Instrucción gratuita". La primera existe ya, incluso en Alemania; la segunda, en Suiza y en los Estados Unidos, en lo que a las escuelas públicas se refiere. El que en algunos estados de este último país sean "gratuitos" también centros de instrucción superior, sólo significa, en realidad, que allí a las clases altas se les pagan sus gastos de educación a costa del fondo de los impuestos generales. Y -- dicho sea incidentalmente -- esto puede aplicarse también a la "administracion de justicia con carácter gratuito" de que se habla en el punto A, 5 del programa. La justicia en lo criminal es gratuita en todas partes; la justicia civil gira casi exclusivamente en torno a los pleitos sobre la propiedad y afecta, por tanto, casi unicamente a las clases poseedoras. ¿Se pretende que éstas ventilen sus pleitos a costa del Tesoro público?

El párrafo sobre las escuelas deberia exigir, por lo menos, escuelas técnicas (teóricas y prácticas), combinadas con las escuelas públicas.

Eso de "educación popular a cargo del Estado" es absolutamente inadmisible. ¡Una cosa es determinar, por medio de una ley general, los recursos de las escuelas públicas, las condiciones de capacidad del personal docente, las materias de enseñanza, etc., y, como se hace en los Estados Unidos, velar por el cumplimiento de estas prescripciones legales mediante inspectores del Estado, y otra cosa completamente distinta es nombrar al Estado educador del pueblo! Lo que hay que hacer es más bien substraer la escuela a toda influencia por parte del gobierno y de la Iglesia. Sobre todo en el imperio prusiano-alemán (y no vale salirse con el torpe subterfugio de que se habla de un "Estado futuro"; ya hemos visto lo que es éste), donde es, por el contrario, el Estado el que necesita recibir del pueblo una educación muy severa.

Pese a todo su cascabeleo democrático, el programa está todo él infestado hasta el tuétano de la fe servil de la secta lassalleana en el Estado; o -- lo que no es nada mejor -- de la superstición democrática; o es más bien un compromiso entre estas dos supersticiones igualmente lejanas del socialismo.


(1) El trabajo de Marx "Crítica del Programa de Gotha", escrito en 1875, consta de observaciones críticas al proyecto del futuro partido obrero unificado de Alemania. El proyecto pecaba de graves errores y hacía concesiones de principio a los lassalleanos. Marx y Engels, a la vez que aprobaban la creación del partido socialista único de Alemania, se pronunciaron en contra del compromiso ideológico con los lassalleanos y lo sometieron a dura crítica.­ 


miércoles, 25 de julio de 2012

MAKARENKO. EDUCACÍÓN COMUNISTA.


Epílogo
[“Poema Pedagógico”, Antón Makarenko]


Han pasado siete años. En general, todo esto ha ocurrido hace ya tiempo.
Pero todavía ahora recuerdo bien hasta el último movimiento del día en que se marchó el tren que se llevaba a Gorki. Nuestras ideas y nuestros sentimientos tendían aún en pos del tren, los ojos de los muchachos refulgían aún con el cálido brillo de la despedida, y en mi alma le llegó el turno a una pequeña y “simple” operación. A lo largo del andén estaban formados los gorkianos y los comuneros, brillaban las cornetas de las dos bandas y las astas de las dos banderas. Junto al andén vecino se disponía a partir el tren local de Rizhov. Zhurbín se me acercó:

- ¿Pueden subir los gorkianos?
- Sí.

Junto a mí pasaron corriendo los colonos hacia los vagones, llevando las cornetas. Y nuestra vieja bandera, bordada de seda. Un minuto más tarde, en todas las ventanillas del tren aparecieron ramilletes de muchachas y muchachos, que me miraban entornando los ojos y gritaban:

- ¡Antón Semiónovich, venga a nuestro vagón!
- ¿Usted no viene? ¿Se marcha con los comuneros?
- ¿Y mañana a la colonia?

En aquel entonces yo era un hombre fuerte, y sonreí a los muchachos. Cuando se me acercó Zhurbín, le entregué la orden en que se decía que, a consecuencia de mi marcha de “vacaciones”, la dirección de la colonia le era confiada a él.

Zhurbín contempló, perplejo, la orden:

- Entonces, ¿es el fin?
- El fin -asentí yo.
- ¿Cómo...? -empezó a decir Zhurbín, pero el conductor le ensordeció con su silbato y Zhurbín no dijo nada, sacudió la mano y se fue, volviendo el rostro para que no le viesen desde las ventanillas de los vagones.

Partió el tren de cercanías. Los ramos de muchachos desfilaron ante mí como en una fiesta. Me gritaban: “Hasta la vista”, y en broma, alzaban los gorros con dos dedos. En la última ventanilla estaba Korotkov. Sonrió en silencio y me saludó.
Salí a la plaza. Los comuneros me esperaban formados. Di la voz de mando y, atravesando la ciudad, nos dirigimos hacia la comuna.

* * * * * *

No volví más a Kuriazh.
Desde entonces han transcurrido siete años soviéticos y esto es mucho más que si dijéramos siete años imperiales. Durante este tiempo, nuestro país ha recorrido el glorioso camino del primer Plan quinquenal y la mayor parte del segundo; durante este tiempo, el mundo ha aprendido a respetar la llanura oriental de Europa más que en los tres siglos de los Románov. Durante este tiempo, nuestros hombres han echado nuevos músculos y ha crecido nuestra nueva intelectualidad.
Mis gorkianos han crecido también. Se han dispersado por todo el mundo soviético, y para mí es difícil ahora congregarles aunque sea en la imaginación. Cuesta trabajo encontrar al ingeniero Zadórov, metido en una de las grandiosas construcciones del Turkmenistán; no es fácil concertar una entrevista con el médico del Ejército Especial del Extremo Oriente,  Véshnev, o con el médico de Yaroslav, Burún. Hasta Nísinov y Zoreñ, con todo lo pequeños que eran, volaron de mi lado agitando las alas, sólo que ahora sus alas no son las de antes, no son las suaves alas de mi simpatía pedagógica, sino las alas aceradas de los aviones soviéticos. Tampoco se equivocaba Shelaputin al afirmar que sería aviador; también sigue la senda de los aviadores Shurka Zheveli, sin querer imitar a su hermano mayor, que ha elegido el destino de marino en el Ártico.

En su tiempo, los camaradas que visitaban la colonia solían preguntarme:

- Oiga usted, se dice que entre los niños desamparados hay muchos chicos de talento, con capacidad creadora... ¿Es verdad que hay entre ellos escritores o artistas?

Claro está que había entre nosotros artistas y escritores; sin ellos, ninguna colectividad puede existir; sin ellos, ni siquiera se podría hacer un periódico mural. Pero, al mismo tiempo, debo reconocer con tristeza que de los gorkianos no han salido ni escritores, ni artistas, y no por falta de talento, sino por otras causas: la vida los absorbió con sus exigencias prácticas e inmediatas.

Tampoco de Karabánov salió un agrónomo. Terminó los estudios en el Rabfak de Agronomía, pero no pasó al Instituto.

- ¡Que se vaya al cuerno la agricultura! -me dijo con decisión-. Yo no puedo vivir sin muchachos. ¡Y cuántos buenos chicos andan todavía haciendo el tonto por el mundo! Ya que usted, Antón Semiónovich, se dedicó a este trabajo, también yo puedo hacerlo.

Así entró Karabánov en la senda heroica de la educación socialista y no la ha traicionado hasta el día de hoy, aunque le ha tocado un sino más difícil que a cualquier otro asceta. Semión se casó con la muchacha de Chernígov, y les creció un chiquillo de tres años, tan fogoso como el padre y con los ojos tan negros como los de la madre. Y este hijo fue degollado en pleno día por uno de los educandos de Semión, un anormal enviado a su casa de “muchachos difíciles”, que había cometido ya más de una vez cosas semejantes. Pero ni siquiera después de eso vaciló Semión, y no abandonó nuestro frente, no gimió ni maldijo a nadie; sólo me escribió una breve carta, en la que no había tanto dolor como asombro.

Tampoco Matvéi Belujin llegó al Instituto. Inesperadamente, recibí de él esta carta:

Con toda intención, Antón Semiónovich, no le he hablado de esto; perdóneme usted, pero yo no tengo nada de ingeniero; por vocación, soy militar. Y actualmente me encuentro en una Escuela de Caballería. Claro está que me he conducido como un cerdo por haber abandonado el Rabfak. La cosa no ha salido bien. Pero usted escríbame una carta tan sólo; de lo contrario, no estaré tranquilo.

Cuando no están tranquilos hombres como Belujin, aún se puede vivir. Y se puede vivir todavía mucho tiempo si jefes como Belujin mandan los escuadrones soviéticos. Y aún más profundamente creí en ello cuando vino a verme Matvéi, luciendo ya sus distintivos de oficial, hecho un hombretón, alto, enérgico, fuerte: “todo un hombre”.

Y no sólo vino a verme Matvéi. También vinieron otros, sin que pudiera acostumbrarme a ver que ya eran hombres hechos y derechos, personas mayores: Osadchi, tecnólogo; Misha Ovcharenko, chófer; el hidrotécnico del Transcaspio, Oleg Ognev; la maestra Marusia Lévchenko; el ferroviario Soroka; el electricista Vólojov; el ajustador Korito; el contramaestre de una estación de máquinas y tractores Fedorenko; y los activistas del Partido Aliosha Vólkov, Denís Kudlati y Zhorka Vólkov, y Mark Sheinhaus, tan sensible como antes, pero con un auténtico carácter bolchevique, y otros muchos.

Sin embargo, he perdido a muchos durante estos siete años. En no sé qué mar caballuno se ha hundido y no responde Antón Brátchenko; en alguna parte han desaparecido el optimista Lápot, el buen zapatero Gud y el gran constructor Taraniets. No me apeno por ello, ni reprocho su olvido a esos muchachos. Nuestra vida está demasiado colmada, y no es necesario recordar siempre los caprichosos sentimientos de los padres y de los pedagogos. Además, “técnicamente” es imposible reunirlos a todos. ¡Cuántos muchachos y muchachas pasaron por la colonia Gorki, no nombrados aquí, pero igual de reales, igual de próximos y amigos! Desde la muerte de la antigua colectividad de la colonia Gorki, han transcurrido siete años, y todos estos años están llenos del mismo flujo turbulento de las filas juveniles, de su lucha, de sus derrotas y sus triunfos, y del brillo de los ojos conocidos y del juego de las sonrisas conocidas.

La colectividad de la comuna Dzerzhinski vive también ahora plenamente, y acerca de esta vida cabe escribir diez mil poemas.

En el País Soviético se escribirán muchos libros sobre la colectividad, porque la Unión Soviética ha pasado a ser, principalmente, un país de colectividades. Se escribirán, claro está, libros más inteligentes que los que escribieron mis amigos, los olímpicos, que definían así a la colectividad:

“La colectividad es un grupo de individuos que actúan de un modo coordinado y reaccionan conjuntamente ante unos u otros estímulos.”

Tan sólo cincuenta muchachos gorkianos llegaron un día brumoso de invierno a las bellas habitaciones de la comuna Dzerzhinski, pero llevaban consigo un conjunto de hallazgos, de tradiciones y de habilidades, un surtido completo de técnica colectiva, la joven técnica del hombre liberado del amo. Y sobre una base nueva y sana, rodeada de la solicitud de los chequistas y apoyada cada día por su energía, su cultura y su talento, la comuna se transformó en una colectividad de cegador encanto, de verdadera riqueza de trabajo, de alta cultura socialista, eliminando casi por completo el ridículo problema de la “corrección del hombre”.

Los siete años de la vida de los comuneros son también siete años de lucha, siete años de gran tensión.

Hace ya tiempo, mucho tiempo, que se olvidaron, se destrozaron y quemaron en las calderas los talleres de chapa de madera de Salomón Borísovich. Y el propio Salomón Borísovich fue sustituido por decenas de ingenieros, muchos de los cuales merecen ser citados junto a los más dignos de la Unión Soviética.

En el año 31, los comuneros construyeron su primera fábrica, una fábrica de instrumentos eléctricos. En una nave clara y espaciosa, adornada de flores y de retratos, ocuparon su puesto decenas de ingeniosísimos tornos. Ya no son calzones, ni camas de hierro lo que sale de las manos de los comuneros, sino máquinas esbeltas y complicadas, que tienen cientos de piezas, y en las que “alientan las integrales”.

Y el aliento de las integrales agita y emociona también a la sociedad de los comuneros, igual que hace poco tiempo aún nos emocionaban la remolacha, las vacas  Simmenthal, los Vasili Vasilievich y los Molodiets.

Cuando salió del taller de montaje la gran taladradora marca FD-3 y fue colocada sobre el banco de pruebas, Vaska Alexéiev, convertido en hombre hacia ya mucho tiempo, dio al conmutador eléctrico y dos decenas de cabezas -ingenieros, comuneros, obreros- se inclinaron, inquietas, sobre su zumbido. El ingeniero jefe Gorbunov dijo angustiado:

- Chispea...
- ¡Chispea la maldita! -confirmó Vaska.

Ocultando su pena con una sonrisa, llevaron la taladradora al taller, dedicaron tres días a examinarla, a comprobarla, manejando radicales y logaritmos y revisando planos. Las puntas de los compases caminaban por los planos, los sensibles pulimentadores “Kehlenberg” limaban los últimos detalles, los dedos sensibles de los muchachos montaban las piezas más finas, mientras sus sensibles almas esperaban con inquietud la nueva prueba.

Tres días después, de nuevo se colocó la FD-3 en el banco de pruebas, de nuevo dos decenas de cabezas se inclinaron sobre ella y de nuevo el ingeniero jefe Gorbunov dijo angustiado:

- Chispea...
- ¡Chispea la miserable! -repitió Vaska Alexéiev.
- La norteamericana no chispeaba -recordó con envidia Gorbunov.
- No chispeaba -corroboró Vaska.
- Sí, no chispeaba -confirmó otro ingeniero más.
- ¡Claro está que no chispeaba! -repitieron a coro todos los muchachos, no sabiendo con quién enfadarse: si consigo mismo, con los tornos, con el sospechoso acero número cuatro, con las muchachas bobinadoras o con el ingeniero Gorbunov.

Y, de pronto, entre la muchedumbre juvenil se alzó de puntillas Timka Odariuk, mostró a todos su pecosa fisonomía de pelirrojo, y ocultando los ojos bajo sus párpados, enrojeció y dijo:

- La norteamericana chispeaba exactamente igual...
- ¿Tú cómo lo sabes?
- Me acuerdo de cuando la probamos. Y debe chispear, porque tiene un ventilador igual...

No se le hizo caso a Timka. De nuevo se llevó la taladradora al taller, de nuevo comenzaron a trabajar sobre ella los cerebros, los tornos y los nervios. La temperatura de la colectividad aumentaba visiblemente. La inquietud embargó los dormitorios, las aulas, el club.

En torno a Odariuk se congregó todo un grupo de partidarios.

- Claro, los nuestros, naturalmente, están acobardados, porque es su primera máquina, pero las norteamericanas chispean más aún.
- ¡No!
- ¡Chispean!
- ¡No!
- ¡Chispean!

Y, por fin, nuestros nervios no resistieron. Enviamos emisarios a Moscú, imploramos a los superiores.

- Dennos una “Black and Decker”.

Nos la dieron.

La máquina norteamericana fue traída a la comuna y colocada en el banco de pruebas. Ya no se inclinaban sobre el banco dos decenas de cabezas, sino el taller entero, trescientas inquietudes. Vaska, muy pálido, conectó la corriente. Los ingenieros contuvieron el aliento. Y, en medio del zumbido de la máquina, Odariuk exclamó con voz inesperadamente alta:

- ¿No os lo decía yo...?

Y en aquel momento se alzó sobre la comuna un suspiro de alivio que voló hacia los cielos, y en su lugar hubo un revoltijo de caras solemnes y sonrisas.

- ¡Timka decía la verdad!

Hace tiempo que hemos olvidado ese día emocionante, porque hace tiempo que fabricamos cincuenta máquinas diarias y hace tiempo que han dejado de chispear, porque, si bien Timka decía la verdad, había otra verdad en el respirar de la integral y en el ingeniero Gorbunov:

- ¡No debe chispear!

Nos olvidamos de todo eso, porque nos absorbieron nuevas preocupaciones y nuevos asuntos.

En 1932 se dijo en la comuna:

- ¡Haremos “Leicas” (1)!

Eso lo dijo un chequista, revolucionario y obrero, y no un ingeniero, ni un óptico, ni un constructor de aparatos fotográficos. Y otros chequistas, revolucionarios y bolcheviques, dijeron:

- ¡Que los comuneros hagan “Leicas”!

En aquel instante, los comuneros no se emocionaron:

- ¿”Leicas”? ¡Claro que haremos “Leicas”!

Pero cientos de personas -ingenieros, ópticos, constructores- respondieron:

- ¿”Leicas”? ¿Vosotros? ¡Ja, ja!...

Y comenzó una nueva lucha, una complicadísima operación soviética de las muchas que se llevaron a cabo durante esos años en nuestra patria. En esta lucha participaron miles de alientos distintos, de vuelos de ideas, de vuelos en aviones soviéticos, de planos, de experimentos, de silenciosas liturgias de laboratorio, de polvo de ladrillo de las construcciones y... de ataques reiterados, ataques insistentes, de embestidas, desesperadamente tenaces de las filas comuneras en los talleres, conmocionados por los reveses. Y, alrededor, los mismos suspiros de duda, los mismos ojos entornados tras los cristales de las gafas:

- ¿”Leicas”? ¿Esos niños? ¿Cristales con una exactitud de micrón? ¡Je, je!

Pero quinientos muchachos y muchachas se habían lanzado ya al mundo de los micrones, a la finísima telaraña de los exactísimos tornos, al delicadísimo ambiente de los desvíos técnicos admisibles, de las tolerancias, de las aberraciones esféricas y de las curvas ópticas y, riéndose, contemplaban a los chequistas.

- Nada, muchachos, no tengáis miedo -decían éstos.

En la comuna se construyó una bella y espléndida fábrica de aparatos FED (2) (tipo Leica), rodeada de flores, de asfalto, de surtidores. Hace días los comuneros depositaron sobre la mesa del Comisariado del Pueblo su máquina N° 10.000, una máquina impecable y elegante.

Muchas cosas han pasado ya y muchas cosas se han olvidado. Hace tiempo que yace en el olvido el heroísmo primitivo, el lenguaje del hampa y otras supervivencias. Cada primavera, el Rabfak de la fábrica envía a las instituciones de enseñanza superior a decenas de estudiantes, y muchas decenas de ellos están ya a punto de terminar los estudios: futuros ingenieros, médicos, historiadores, geólogos, pilotos, constructores de barcos, radiotelegrafistas, pedagogos, músicos, artistas, cantantes. Cada verano, estos intelectuales visitan a sus hermanos obreros -los torneros, los fundidores, los mecánicos de precisión-, y entonces comienza la marcha anual de verano. Estas marchas constituyen una nueva tradición. Las columnas de comuneros han recorrido muchos miles de kilómetros, de a seis en fila como antes, con la banda de música y la bandera por delante. Han recorrido el Volga, Crimea, el Cáucaso, Moscú, Odesa, las costas del Mar de Azov.

Pero también en la comuna, en las marchas de verano, en los días en que “chispea”, y en los días en que la vida de trabajo de los comuneros se desliza suavemente, sale a la terracilla un muchachito de cabeza redonda y ojos claros, alza la corneta al cielo y toca una breve señal: “reunión de jefes”. Y, lo mismo que en tiempos lejanos, los jefes se sientan junto a la pared, los curiosos permanecen en la puerta, los pequeños se acomodan en el suelo. Y con la misma sarcástica seriedad el secretario del Soviet de jefes dice al nuevo culpable:

- ¡Sal al centro!... ¡Ponte firme y explica cómo y por qué!

Y también ocurre, a veces, que se resisten algunos caracteres y, como una colmena, zumba, inquieta, la colectividad y se lanza al lugar del peligro. E igualmente de difícil y complicada continúa siendo la ciencia de la pedagogía.

Sin embargo, ya es más fácil. Está lejos, muy lejos, mi primer día gorkiano, lleno de vergüenza y de impotencia, y ahora me parece un cuadro muy pequeño en el estrecho cristal de un panorama de fiesta. Ya es más fácil. Ya en muchos lugares de la Unión Soviética se han anudado los fuertes lazos de una importante obra pedagógica, y el Partido descarga los últimos golpes sobre los últimos nidos de la infancia desmoralizada e infeliz.

Y tal vez se deje muy pronto de escribir en nuestro país “poemas pedagógicos” y se escriba un libro simple y práctico: “Método de la educación comunista”.


Járkov, 1925-1935.


Notas
(1).- Máquina fotográfica.
(2).- Marca de la fábrica de máquinas fotográficas, compuesta por las iniciales de Félix Edmúndovich Dzerzhinski.