lunes, 16 de abril de 2012



          CLARA ZETKIN: RECUERDOS SOBRE LENIN (I)
                                              (1924)



Lenin me había hablado muchas veces del problema de
la mujer. Se veía que atribuía una importancia muy grande
al movimiento femenino, como parte esencial, en ocasiones
incluso decisiva, del movimiento de las masas. Huelga decir
que, para él, la plena equiparación social de la mujer con el
hombre era un principio inconmovible, y que ningún comunista
podía ni siquiera discutir. Fue en el gran despacho de
Lenin en el Kremlin donde, en el otoño de 1920, tuvimos la
primera conversación un poco larga acerca de este tema.
Lenin estaba sentado en su mesa de escribir, que, cubierta
de papeles y de libros, hablaba de estudio y de trabajo, sin
que reinase en ella ningún "desorden genial".

—Tenemos que crear a todo trance un fuerte movimiento
femenino internacional sobre una base teórica clara —dijo
Lenin, encauzando la conversación después de las palabras
de saludo—. Sin teoría marxista no puede haber una buena
actuación práctica, esto es evidente. Nosotros, los comunistas,
necesitamos también de una gran pureza de principios
en esta cuestión. Tenemos que distinguirnos nítidamente de
todos los demás partidos. Desgraciadamente, nuestro segundo
congreso internacional ha fallado en el modo de plantear
el problema de la mujer. Planteó el problema, pero sin
llegar a tomar una posición ante él. El asunto se halla todavía
en poder de una comisión. Esta se encargará de redactar
una proposición, tesis, líneas directrices. Sin embargo,
hasta hoy no ha hecho gran cosa. Es necesario que usted
eche una mano.

Lo que Lenin me decía lo había oído ya por otro conducto,
manifestando mi asombro ante ello. Estaba entusiasmada
de todo lo que las mujeres rusas habían aportado a la
revolución y de lo que todavía aportaban para defenderla y
sacarla adelante. El partido bolchevique me parecía también
un partido modelo, el partido modelo por excelencia, en lo
tocante a la posición y actuación de la mujer dentro de él.
Este partido aportaba, por sí solo, elementos valiosos, disciplinados
y expertos y un gran ejemplo histórico al movimiento
femenino comunista internacional.

—Sí; eso es cierto, y es magnífico y está muy bien —dijo
Lenin, con una sonrisa silenciosa, apenas esbozada—. En
Petrogrado, aquí, en Moscú, en las ciudades y centros industriales
y en el campo, las proletarias se han portado maravillosamente
en la revolución. Sin ellas, no habríamos triunfado.
 O habríamos triunfado a duras penas. Yo lo creo
así. No puede usted imaginarse lo valientes que fueron y lo
valientes que están siendo todavía. Represéntese usted todas
las penalidades y privaciones que soportan estas mujeres.
"Y las soportan porque quieren que los Soviets salgan
adelante, porque quieren la libertad, el comunismo. Sí;
nuestras proletarias son unas magníficas luchadoras de clase.
Merecen que se las admire y se las quiera. Por lo demás,
hay que reconocer que también las damas de la "democracia
constitucional" demostraron en Petrogrado mucha más
valentía contra nosotros que los hombrecillos terratenientes.
Eso es verdad. En el partido, tenemos camaradas de confianza,
inteligentes e incansables para la acción. Con ellas,
hemos podido cubrir no pocos puestos importantes en los
Soviets y Comités ejecutivos, en los comisariados del pueblo
y en las oficinas públicas. Algunas trabajan día y noche en
el partido o entre las masas de los proletarios y los campesinos
y en el Ejército rojo. Esto, para nosotros, tiene mucha
importancia. Y lo tiene también para las mujeres del mundo
entero, pues demuestra la capacidad de la mujer, la gran
importancia que tiene su valor para la sociedad. La primera
dictadura del proletariado está siendo su verdadero campeón
en la lucha por la plena equiparación social de la mujer.
Desarraiga más prejuicios que muchos volúmenes de
literatura feminista. Pero, a pesar de todo y con todo, todavía
no existe un movimiento femenino comunista internacional,
y es necesario crearlo a todo trance. Es necesario
entregarse inmediatamente a esta tarea. Sin esto, la labor
de nuestra Internacional y de sus partidos no es ni será
nunca lo que debe ser. Y hay que conseguir que lo sea,
pues lo exige la revolución. Cuénteme usted en qué situación
está la labor comunista en el extranjero".

Le informé acerca de esto, todo lo bien que podía hacerlo,
dada la mala e irregular articulación que por aquel entonces
existía en los partidos afiliados a la III Internacional.
Lenin escuchaba mis palabras atentamente, con el cuerpo
un poco inclinado hacia adelante, sin asomo de cansancio,
de impaciencia o de hastío, siguiendo con reconcentrado
interés hasta los detalles más secundarios. No he conocido
a nadie que escuchase mejor que él ni que mejor ordenase
lo escuchado, sacando de ello las conclusiones generales.
Así lo denotaban las preguntas rápidas y siempre muy concretas
con que interrumpía de vez en cuando los informes y
el modo certero con que volvía después sobre este o aquel
detalle de la conversación. Lenin tomaba algunas notas
rápidas.

Como era natural, analicé con especial detenimiento la
situación alemana. Expuse a Lenin la insistencia con que
Rosa Luxemburgo planteaba la necesidad de ganar para las
luchas revolucionarias a las grandes masas femeninas. Al
fundarse. el partido comunista, acuciaba porque se lanzase
un periódico para la mujer. Cuando Leo Jogisches, en la
última entrevista que tuvimos —dos días antes de que le
asesinasen— discutió conmigo las tareas inmediatas del
partido y me encomendó algunos trabajos, figuraba entre
éstos un plan para la organización de la labor entre las mujeres
trabajadoras. En su primera conferencia clandestina,
el partido se había ocupado de este asunto. Las agitadoras y
dirigentes que antes de la guerra y durante ésta se Habían
destacado como mujeres disciplinadas y expertas dentro del
movimiento, se habían quedado casi sin excepción dentro
de la socialdemocracia, reteniendo con ellas a las proletarias
más inquietas. No obstante, se había logrado reunir ya un
pequeño núcleo de camaradas muy enérgicas y dispuestas a
todos los sacrificios, tomaban parte en todos los trabajos y
en todas las luchas del partido. Este núcleo de mujeres se
había puesto ya a organizar la actuación sistemática entre
las proletarias. Naturalmente, estaba todo en sus comienzos
todavía; pero eran ya, desde luego, comienzos muy prometedores.
—No está mal, nada mal —dijo Lenin—. La energía, la
capacidad de sacrificio y el entusiasmo de las camaradas, su
valentía y su habilidad en tiempos clandestinos abren una
buena perspectiva sobre la labor futura. Son elementos muy
valiosos para el desarrollo del partido y su robustecimiento,
para su capacidad de atracción sobre las masas y para planear
y desarrollar acciones. Pero, ¿qué tal andan las camaradas
y los camaradas en punto a claridad y a disciplina en
cuanto a principios? Esto tiene una importancia fundamental
para el trabajo entre las masas. Influye enormemente sobre
lo que pasa entre las masas, saber lo que las atrae y entusiasma.

De momento, no recuerdo quién fue el que dijo que
"para hacer grandes cosas hay que entusiasmarse". Nosotros
y los trabajadores del mundo entero tenemos todavía,
realmente, grandes cosas que hacer. Veamos, pues, ¿qué
es lo que entusiasma a esas camaradas, a las mujeres proletarias
de Alemania? ¿Cómo andan de conciencia proletaria
de clase? ¿Concentran su interés, su actuación, en las reivindicaciones
políticas de la hora? ¿Cuál es el eje de sus pensamientos?
"Acerca de esto, he oído contar cosas muy curiosas a
algunos camaradas rusos y alemanes. Voy a decirle a usted
una. Me han contado, por ejemplo, que una comunista muy
inteligente de Hamburgo edita un periódico para las prostitutas,
y quiere organizar a éstas en la lucha revolucionaria.

Rosa sentía y obraba humanamente como comunista cuando,
en un artículo, salió en defensa de unas prostitutas a
quienes no sé qué trasgresión cometida contra las ordenanzas
de Policía por las que se rige el ejercicio de su triste
profesión, había llevado a la cárcel. Estos seres son víctimas
de la sociedad burguesa, dignas de lástima por dos conceptos.
Son víctimas de su maldito régimen de propiedad y son
además víctimas de su maldita hipocresía moral. Esto es
evidente, y sólo un hombre zafio y miope puede no verlo.
Pero una cosa es comprender esto y otra cosa muy distinta
querer organizar a las prostitutas —¿cómo diré yo?— gremialmente
como una tropa revolucionaria aparte, editando
para ellas un periódico industrial. ¿Es que en Alemania no
quedan ya obreras industriales que organizar, para quienes
editar un periódico, a quienes atraer a nuestras luchas? Se
trata, evidentemente, de un brote enfermizo. Esto me recuerda
demasiado aquella moda literaria que convertía poéticamente
a cada prostituta en una santa de los altares.

También aquí era sana la raíz: un sentimiento de solidaridad
social, de rebeldía contra la hipocresía virtuosa de los honorables
burgueses. Pero este sentimiento sano degeneraba y
se corrompía en manifestaciones burguesas. Por lo demás,
también a nosotros nos va a plantear más de un problema
difícil el asunto de la prostitución. Hay que tender a incorporar
a las prostitutas al trabajo productivo, a la economía
social. Pero esto es difícil y complicado de conseguir en el
estado actual de nuestra economía y bajo todo el conjunto
de circunstancias actuales. Ahí tiene usted un fragmento del
problema de la mujer que se presenta ante nosotros después
de la conquista del Poder por el proletariado y que
reclama una solución práctica. En la Rusia soviética, esto
nos dará todavía mucho que hacer. Pero, volvamos al caso
especial de Alemania, El partido no puede, ni mucho menos,
cruzarse de brazos ante esos desaguisados que cometen
sus individuos. Esto crea confusión y dispersa fuerza. Y usted,
vamos a ver, ¿qué ha hecho por impedir estas cosas?
Antes de que pudiese contestar, Lenin prosiguió:
—En su "Debe", Clara, hay más cosas apuntadas. Me
han contado que en las veladas de lectura y discusión que
se organizan para las camaradas son objeto preferente de
atención el problema sexual y el problema del matrimonio,
y que sobre estos temas versa principalmente el interés y la
labor de enseñanza y de cultura políticas. Cuando me lo
dijeron, no quería dar crédito a mis oídos. El primer Estado
de la dictadura proletaria lucha con los contrarrevolucionarios
del mundo entero. La misma situación de Alemania reclama
la más intensa concentración de todas las fuerzas
proletarias, revolucionarias, para cortar los avances cada
vez mayores de la contrarrevolución. ¡Y he aquí que las camaradas
activas se ponen a discutir el problema sexual y el
problema de las formas del matrimonio "en el pasado, en el
presente y en el porvenir"! Creen que su deber más apremiante
en esta hora es ilustrar a las proletarias acerca de
esto. Se me dice que la publicación más leída es un folleto
de una joven camarada vienesa sobre la cuestión sexual.
¡Valiente mamarrachada! Lo que interesa de estas cuestiones
a los obreros hace ya mucho tiempo que lo han leído en
Bebel... Pero no en un estilo aburrido, pétreo, esquemático
como el del folleto, sino en un estilo recio de agitación, de
agresividad contra la sociedad burguesa. Querer ampliar eso
con las hipótesis freudianas, podrá parecer "culto" y hasta
pasar por ciencia, pero no es más que una estupidez de
profanos. La teoría freudiana es también, hoy, una de esas
tonterías de la moda. Yo desconfío de las teorías sexuales
expuestas en artículos, ensayos, folletos, etc., en una palabra,
de esa literatura específica que crece exuberante en los
estercoleros de la sociedad burguesa. Desconfío de esos que
sólo saben mirar al problema sexual como el santo indio a
su ombligo. Me parece que esa exuberancia de teorías
sexuales, que en su mayor parte, no son más que hipótesis,
y no pocas veces hipótesis arbitrarias, brota de una necesidad
personal, de la necesidad de justificar ante la moral
burguesa, implorando tolerancia, las aberraciones de la propia
vida sexual anómala o hipertrofiada. A mí me repugna
por igual ese respeto hipócrita a la moral burguesa y ese
constante hociquear en la cuestión sexual. Por mucho que
se las dé de rebelde y de revolucionaria, esta actitud, es, en
el fondo, perfectamente burguesa. Es, en realidad, una tendencia
favorita de los intelectuales y de los sectores afines a
ellos. En nuestro Partido, en el seno del proletariado militante,
con conciencia de clase, no tienen nada que hacer
estas cuestiones.

Yo objeté que, bajo el régimen de la propiedad privada y
el orden burgués, el problema sexual y el problema del matrimonio
envolvían múltiples preocupaciones, conflictos y
penalidades para las mujeres de todas las clases y sectores
sociales. Que la guerra y sus consecuencias habían venido
precisamente a agudizar para la mujer los conflictos y las
penalidades que las relaciones sexuales llevan consigo, poniendo
al desnudo problemas que antes quedaban ocultos.
La atmósfera de la revolución en marcha se prestaba
magníficamente para esto. El viejo mundo de sentimientos y
de ideas comenzaba a vacilar. Los antiguos vínculos sociales
se aflojaban y se rompían, descubriéndose atisbos de nuevas
relaciones y actitudes humanas. Dije que el interés por
estas cuestiones era un signo de la necesidad que se sentía
de claridad y de nuevas orientaciones. Que en esto se revelaba
también una reacción contra la falsedad y la hipocresía
de la sociedad burguesa. Que el tránsito de las formas del
matrimonio y de la familia a lo largo de la historia, bajo la
dependencia de la economía, se prestaba para destruir en la
conciencia de las proletarias la fe supersticiosa en la eternidad
de la sociedad burguesa. Que una actitud de crítica
histórica ante estos problemas tenía necesariamente que
conducir a un análisis despiadado del régimen burgués, a
poner al desnudo sus raíces y sus efectos, a marcar con el
hierro candente la hipocresía de la moralidad sexual. Que
todos los caminos llevaban a Roma. Que todo lo que fuere
analizar con un criterio verdaderamente marxista una parte
importante de la superestructura ideológica de la sociedad,
un fenómeno social destacado, tenía que conducir necesariamente
al análisis de la sociedad burguesa y del régimen
básico de la propiedad, tenía forzosamente que desembocar
¡en el Carthiginem est delendam!
Lenin asentía sonriendo :
—Acaso lo tenemos. ¡Defiende usted como un verdadero
abogado a sus camaradas y a su partido! Claro está que
lo que usted dice es cierto. Pero, en el mejor de los casos,
eso no hace más que disculpar, y no justificar el error cometido
en Alemania. Esa conducta es y sigue siendo un
error. ¿Podría usted asegurar seriamente que en aquellas
lecturas y discusiones se estudian el problema sexual y el
problema del matrimonio, desde el punto de vista del
marxismo maduro, del materialismo histórico vivo y real?
Esto exige una cultura amplísima y profunda, el dominio
completo de un enorme material. ¿Dónde tienen ustedes los
elementos para eso? Si los tuviesen, no se daría el caso de
tomar por norma de enseñanza en esas lecturas y discusiones
un folleto como el que he citado. En vez de criticarlo, se
le recomienda y se le difunde. ¿Y adónde conduce esa manera
superficial y antimarxista de tratar el problema? A que
el problema sexual y el del matrimonio no se enfoquen como
una parte del gran problema social, sino, por el contrario,
éste, el gran problema social, como una parte, como un
apéndice de los problemas sexuales. Lo principal se convierte
en lo accesorio. Y esto no sólo siembra la confusión en
estos problemas, sino que empeña los pensamientos, la
conciencia de clase de las proletarias, en general.
"Además, y no es esto lo menos importante, ya el sabio
Salomón decía que todo requería su tiempo. Y dígame usted,
¿ acaso es este el momento de entretener meses y meses
a proletarias explicándoles cómo se ama y se hace el
amor, cómo se corteja y se dejan las mujeres cortejar? Claro
está que todo es "en el pasado, en el presente y en el
porvenir" y en los más diversos .pueblos. ¡Y luego dicen,
muy orgullosas, que esto es materialismo histórico! No; en
estos momentos, todos los pensamientos de las camaradas,
de las mujeres del pueblo trabajador, deben concentrarse
en la revolución proletaria. Esta echará también las bases
para la necesaria renovación del matrimonio y de las relaciones
sexuales. Hoy, son, en verdad, otros los problemas
que están en primer plano, y no precisamente el de las formas
matrimoniales de los negros australianos y el matrimonio
entre hermanos en la antigüedad. El problema primario
para los proletarios alemanes siguen siendo los Soviets. El
Tratado de Versalles y sus efectos en la vida de las masas
femeninas, el paro, la baja de salarios, los impuestos y muchas
otras cuestiones: éstos son los problemas que hoy
están a la orden del día. En una palabra, me sostengo en mi
idea de que esa clase de cultura política social, que se da a
las proletarias es falsa, completamente falsa. ¿Cómo pudo
usted callarse ante estos hechos? Usted debió interponer su
autoridad para evitarlo".

Expliqué al indignado amigo que, por falta de críticas y
de reproches a las camaradas dirigentes de distintos sitios
no había quedado, pero que ya sabía que nadie era profeta
en su tierra ni entre su gente. Que mis críticas habían hecho
recaer sobre mí la sospecha de que conservaba todavía
"fuertes resabios de prejuicios socialdemócratas y de concepciones
pequeñoburguesas pasadas de moda". Pero que,
en fin de cuentas, la crítica no había sido en balde, pues el
problema sexual y el del matrimonio no eran ya el eje de los
cursos y de las discusiones. Pero Lenin siguió desarrollando
la idea tratada.

—Ya sé, ya sé —dijo—; también a mí se me acusa en este
respecto de filisteo por ciertas gentecillas, a pesar de lo
que el filisteísmo me repugna, por lo que encierra de hipocresía
y de estrechez. Pero, yo soporto pacientemente todo
eso. Esos pajarillos de pico amarillo, salidos apenas del cascarón
de los prejuicios burgueses, son siempre terriblemente
listos. Pero, ¡qué se va a hacer! Hay que resignarse a
eso, y no corregirse. También el movimiento juvenil adolece
de modernismo en su actitud ante el problema sexual y en
su exceso de preocupación por él —Lenin ponía en la palabra
"modernismo" un acento irónico, haciendo al pronunciarla
un gesto desdeñoso Según me han informado muchos
—continuó—, el problema sexual es también tema favorito
de estudio en las organizaciones juveniles alemanas. Los
conferenciantes no dan abasto, al parecer, a la apetencia
del público. Y en el movimiento juvenil, este estrago es especialmente
nocivo, especialmente peligroso. Fácilmente
puede conducir, en no pocos jóvenes, a la exaltación y a la
sobreexcitación de la vida sexual, destruyendo la salud y la
fuerza juveniles. Es necesario que luchen ustedes también
contra esto. No en vano el movimiento femenino y juvenil
tienen muchos puntos de contacto. Nuestras camaradas
debieran colaborar sistemáticamente en todos los países
con la juventud. Esto sería una continuación y una exaltación
de la maternidad de lo individual a lo social. Y hay que
fomentar en la mujer todo lo que en ella apunte de vida y
de actuación social, para ayudarla a vencer la estrechez de
su psicología individual y pequeñoburguesa de hogar y de
familia. Pero esto es una consideración incidental.

"También aquí una gran parte de la juventud se entrega
apasionadamente a "revisar" las "concepciones burguesas y
de la moral" en los problemas sexuales. Y debo añadir que
se trata precisamente de una gran parte de nuestros mejores
jóvenes, de los que realmente prometen. Es como usted
decía antes. En la atmósfera de los estragos de la guerra y
de la revolución en marcha, los viejos valores ideológicos se
disuelven, al estremecerse las bases económicas de la sociedad,
y pierden su fuerza coactiva. Y los nuevos valores
cristalizan lentamente, a fuerza de luchas. También en punto
a las relaciones humanas, a las relaciones entre hombre
y mujer, se revolucionan los sentimientos y las ideas. Se
trazan nuevos linderos entre el derecho del individuo y el
derecho de la colectividad y, por tanto, el deber individual.
Las cosas se hallan todavía en plena fermentación caótica.
La orientación en la fuerza evolutiva de las diversas tendencias
encontradas, no se destaca todavía con absoluta claridad.
Es un proceso lento, y no pocas veces doloroso, de
destrucción y de creación. Donde más se nota esto es precisamente
en las relaciones sexuales, en el matrimonio y la
familia. La decadencia, la podredumbre, la suciedad del matrimonio
burgués, con su difícil disolubilidad, con su libertad
para el hombre y su esclavitud para la mujer, la hipocresía
repugnante de la moral y de las relaciones sexuales, llenan
de profundo asco a los seres espiritualmente más sensibles
y mejores.

"La coacción del matrimonio burgués y de las leyes por
que se rige la familia de los Estados burgueses, agudiza los
males y los conflictos. Es la coacción de la "santa propiedad",
que santifica la venalidad, la vileza y la porquería. La
hipocresía convencional de la honesta sociedad burguesa se
encarga del resto. La gente busca satisfacción a sus legítimos
anhelos contra el orden repugnante y antinatural que
impera. En tiempos como éstos, en que se derrumban reinos
poderosos, en que se vienen a tierra instituciones antiquísimas
y en que todo un mundo social amenaza con hundirse,
los sentimientos individuales se transforman rápidamente,
la apetencia y el anhelo de cambios en el goce se
desbocan con harta facilidad.

"No basta con reformar las relaciones sexuales y el matrimonio
en un sentido burgués. Es una revolución sexual y
matrimonial la que se prepara, como corresponde a la revolución
proletaria. Es lógico que este intrincado complejo de
problemas que aquí se plantea interese muy especialmente
a las mujeres y a la juventud, puesto que ambas son las
primeras víctimas del falso régimen sexual imperante. La
juventud se rebela contra este abuso con todo el ímpetu de
sus años. Y se comprende. Nada sería más falso que predicar
a la juventud un ascetismo monacal y la santidad moral
burguesa. Pero es peligroso que en esos años se convierta
en eje de la vida la cuestión sexual, ya bastante fuerte de
suyo por imperativo fisiológico. Las consecuencias de esto
son fatales. Infórmese usted acerca de esto por nuestra
camarada Lilina. Esta mujer ha podido recoger grandes experiencias
en su larga labor en establecimientos de enseñanza
de toda clase y usted sabe que se trata de una comunista
de cuerpo entero y sin prejuicios.

"El cambio de actitud de los jóvenes ante los problemas
de la vida sexual es, por supuesto, una cuestión "de principio",
y pretende apoyarse en una teoría. Muchos llaman a
su actitud "revolucionaria" y "comunista". Y creen honrada60
mente que lo es. A mi, que soy viejo, eso no me impone. Y
aunque no tengo nada de asceta sombrío, me parece que lo
que llaman "nueva vida sexual" de los jóvenes —y a veces
también de hombres maduros-- no es, con harta frecuencia,
más que una vida sexual puramente burguesa, una prolongación
del prostíbulo burgués. Todo eso no tiene nada que
ver con la libertad amorosa, tal como la concebimos los comunistas.
Seguramente conoce usted la famosa teoría de
que, en la sociedad comunista, la satisfacción del impulso
sexual, de la necesidad amorosa, es algo tan sencillo y tan
sin importancia como "el beberse un vaso de agua". Esta
teoría del vaso de agua ha vuelto loca, completamente loca
a una parte de nuestra juventud, y ha sido fatal para muchos
chicos y mucha muchachas. Sus defensores afirman
que es una teoría marxista. Yo no doy tres perras chicas por
ese marxismo que quiere derivar todos los fenómenos y
todas las transformaciones operadas en la superestructura
ideológica de la sociedad directamente y en línea recta de
su base económica. No; la cosa no es tan sencilla, ni mucho
menos. Ya lo puso de manifiesto hace mucho tiempo, por lo
que se refiere al materialismo histórico, un tal Federico Engels.
"La famosa teoría del vaso de agua es, a mi juicio, completamente
antimarxista y, además, antisocial. En la vida
sexual, no sólo se refleja la obra de la naturaleza, sino también
la obra de la cultura, sea de nivel elevado o inferior. En
su obra sobre los "orígenes de la familia", Engels ha demostrado
la importancia que tiene el que el instinto sexual fisiológico
se haya desarrollado y refinado hasta convertirse
en amor sexual individual. Las relaciones entre los sexos no
son un simple reflejo del intercambio entre la Economía social
y una sociedad física aislada mentalmente por la consideración
fisiológica. El querer reducir directamente a las
bases económicas de la sociedad la transformación de estas
relaciones, aislándolas y desglosándolas de su entronque
con la ideología general, no sería marxismo, sino raciona61
lismo. Es evidente que quien tiene sed debe saciarla. Pero,
¿es que el hombre normal y en condiciones normales, se
dobla sobre el barro de la calle para beber en un charco?
¿O, simplemente, de un vaso cuyos bordes conservan las
huellas grasientas de muchos labios? Pero, todavía más importante
que todo esto es el aspecto social. Pues el acto de
beber agua es, en realidad, un acto individual, y en el amor
intervienen dos seres y puede nacer un tercero, una nueva
vida. En este acto reside un interés social, un deber hacia la
colectividad.

"Como comunista, yo no tengo la menor simpatía por la
teoría del vaso de agua, aunque se presente con la vistosa
etiqueta de "emancipación del amor". Por lo demás, esta
pretendida emancipación del amor no es ni comunista ni
nueva. Como usted recordará, es una teoría que se predicó,
principalmente, a mediados del siglo pasado en la literatura
con el nombre de "libertad del corazón". Luego, la realidad
burguesa demostró que de lo que se trataba era de libertar
no al corazón, sino a la carne. Por lo menos, la predicación
de aquel entonces denotaba más talento que la de hoy; por
lo que se refiere a la realidad práctica, no puedo juzgar. Y
no es que yo, con mi crítica, quiera predicar el ascetismo.
Nada de eso. El comunismo no tiene por qué aspirar a una
vida ascética, sino, por el contrario, a una vida gozosa y
plena de fuerza, colmada, aun en lo que se refiere al amor.
Pero, a mi parecer, esa hipertrofia de lo sexual que hoy se
observa a cada paso, lejos de infundir goce y fuerza a la
vida, se los quita. Y en momentos revolucionarios, esto es
grave, muy grave.

"La juventud, sobre todo, necesita alegría y fuerza vital.
Deportes sanos, gimnasia, natación, marchas, ejercicios
físicos de todo género, variedad de intereses espirituales.
¡Aprender, estudiar, investigar, haciéndolo, siempre que sea
posible, colectivamente!

"Todo esto dará a la juventud más que las eternas conferencias
y discusiones sobre problemas sexuales y sobre el
dichoso derecho a "vivir su vida". ¡Cuerpo sano, espíritu
sano! Ni monje ni don Juan, pero tampoco ese término medio
del filisteo alemán. Seguramente, conoce usted a nuestro
joven camarada X. I. Z., un muchacho magnífico, inteligentísimo.
Pues, a pesar de todo, temo que no saldrá nada
de él. No hace más que saltar de aventura en aventura femenina.
Eso no sirve para la lucha política, ni sirve para la
revolución. Yo me fío muy poco de la solidez, de la perseverancia
en la lucha de esas mujeres en quienes la novela
personal se entreteje con la política. Y tampoco me fío de
los hombres que corren detrás de cada falda y se dejan
pescar por la primera mujercita joven. Eso no se concilia
con la revolución" —Lenin se puso en pie, golpeó la mesa
con la mano y dio unos cuantos pasos por la habitación.
"La revolución exige concentración, exaltación de fuerzas.
De las masas y de los individuos. No tolera esas vidas
orgiásticas propias de los héroes y las heroínas decadentes
de un D'Annuzio. El desenfreno de la vida sexual es un
fenómeno burgués, un signo de decadencia. El proletariado
es una clase ascensional. No necesita embriagarse, ni como
narcótico ni como estímulo. Ni la embriaguez de la exaltación
sexual ni la embriaguez por el alcohol. No debe ni puede
olvidarse, ni olvidar lo abominable, lo sucio, lo salvaje
que es el capitalismo. Su situación de clase y el ideal comunista
son los mejores estímulos que pueden impulsarle a la
lucha. Necesita claridad, claridad y siempre claridad. Por
tanto, lo repito, nada de debilitarse, de derrochar, de destruir
sus fuerzas. El que sabe dominarse y disciplinarse no
es un esclavo, ni aun en amor. Pero, perdone usted, Clara.
Me he desviado considerablemente del punto de partida de
nuestra conversación. ¿ Por qué no me ha llamado usted al
orden? Las preocupaciones me han soltado la lengua. Me
inquieta mucho el porvenir de la juventud. Es un fragmento
de la revolución. Y si apuntan fenómenos nocivos que entran
al mundo de la revolución arrastrándose desde el mundo
de la sociedad burguesa —como las raíces de esas plantas
parásitas, que se arrastran y se extienden a grandes
distancias—, es mejor darles la batalla cuanto antes. Por lo
demás, estos problemas forman también parte de los problemas
de la mujer".

Lenin había hablado con gran vivacidad y una gran
energía. Se veía que cada palabra le salía del alma, y la
expresión de su cara lo confirmaba así. De vez en cuando,
un enérgico movimiento hecho con la mano subrayaba un
pensamiento. A mí me asombraba que Lenin no se preocupase
solamente de los grandes problemas políticos, sino que
dedicase también gran atención a las manifestaciones concretas
y aisladas, ocupándose de ellas. Y no sólo en la Rusia
soviética, sino también en los Estados gobernados todavía
por el capitalismo. Como gran marxista que era, enfocaba lo
concreto, dondequiera y bajo la forma que se presentase,
en conexión con lo general, con los grandes problemas, y en
cuanto a su importancia respecto a éstos. Su voluntad, la
meta de su vida, se encaminaban en bloque, inconmovibles
como una fuerza natural irrefrenable, a un solo fin: acelerar
la revolución como obra de las masas. Por eso lo valoraba y
lo enjuiciaba todo por la reacción que pudiera producir sobre
las fuerzas conscientes propulsoras de la revolución. De
la revolución nacional e internacional, pues ante. sus ojos se
alzaba siempre, abarcando en su integridad la realidad
histórica concreta de los diversos países y las diversas etapas
de la evolución, la revolución proletaria mundial, una e
indivisible.

—¡Cómo siento, camarada Lenin —exclamé—, que no
hayan oído sus palabras cientos, miles de personas ! A mí,
ya sabe usted que no necesita convencerme. Pero hubiera
sido conveniente que los amigos y los enemigos escuchasen
su opinión.

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