miércoles, 8 de mayo de 2013

SOBRE LA MORAL COMUNISTA



LA JUVENTUD ESTA DISPUESTA A “VIAJAR” EN LAS CUATRO DIRECCIONES *
Chan Feng-meí
(Secretaría de la célula general de la Liga de la Juventud
Comunista en la brigada de producción Taikou, comuna Chang-
tien, distrito Kuantien, Liaoning.)


“Cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”. Esto constituye un importante contenido en la reaccionaria doctrina de Confucio, cuya influencia es amplia y debe ser censurada.
¿Por qué Confucio planteó ritos y reglamentos como el que acabamos de citar? Sólo se puede encontrar la respuesta en la lucha de clases que se desarrollaba en la época en que vivió Confucio y en la posición política de éste.
Confucio vivió en las postrimerías del Período de Primavera y Otoño, período que registra un tremendo cambio social, el paso del sistema esclavista al sistema feudal. La clase terrateniente recién surgida rivalizó con la reaccionaria clase de los esclavistas, en lo económico, político e ideológico y lanzó vigorosos ataques contra ella, a la vez que los esclavos se levantaban en rebelión contra los propietarios esclavistas. Bajo esta situación revolucionaria llena de desórdenes bajo el cielo, la reaccionaria clase esclavista no solamente cayó en desintegración en lo tocante a la dominación económica y política, sino que también marchaba hacia la descomposición ideológica y moral en las relaciones de clan y tribu. Por aquel entonces, los ministros no eran fieles a sus reyes, los hijos no sentían amor por los padres y los hermanos menores no obedecían a los mayores; los esclavos escapaban y los hijos se iban lejos de sus hogares, todo esto destruía los conceptos tradicionales que sobre la familia tenía la clase de los esclavistas, debilitaba y perjudicaba su dominación reaccionaria. Bajo estas circunstancias, Confucio, colocándose en la posición reaccionaria esclavista, planteó una serie completa de ritos y reglamentos, incluyendo el reaccionario programa de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”, tendientes todos ellos a salvaguardar la clase esclavista.
El núcleo del sistema ético de Confucio es lo que él llamó “piedad filial y deber fraternal”. Confucio abogó porque estos postulados fueran tomados como regla de virtud de la gente determinando que los hijos debían tomar por objetivo de su vida el sostener a sus padres, en caso contrario, según este abogado de los esclavistas, sería “despiadado” y “carente de virtud” y debería ser condenado. Confucio perseguía, al formular estos conceptos éticos de clan y tribu, proteger el sistema filial y legal esclavista “desde el supremo del Estado hasta el linaje familiar”. Al propagar que los hijos tuvieran piedad por sus padres, que los hijos debían actuar alrededor de los padres y, al difundir que los padres debían respetar y tener filialidad por el soberano, Confucio deseaba que todos los padres actuaran alrededor del “hijo del cielo”. En realidad, lo esencial de su exigencia era que las gentes “se dominaran a sí mismos y retornaran a los ritos”, que no “causaran daño a los superiores y desórdenes” y fueran dóciles “hijos piadosos”, “pueblo sumiso” de la tiranía esclavista. Confucio planteó los reglamentos y la doctrina filial de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”, precisamente para lograr su finalidad criminal de defender la dominación reaccionaria de la clase esclavista. Pero esto no podía ser más que una  quimera.
El marxismo considera que las relaciones entre padres e hijos y las relaciones familiares en una sociedad clasista sólo pueden ser las existentes entre las clases. A una etapa histórica determinada, corresponden determinadas relaciones de familia que sólo pueden ser producto de las determinadas relaciones de producción existentes en dicha etapa histórica. A medida que se desarrollan y cambian las relaciones de producción, se desarrollan y cambian, correspondientemente, las relaciones de familia y sus conceptos. Esta es una tendencia histórica que ningún reaccionario es capaz de impedir. Los ritos y reglamentos reaccionarios de Confucio con toda su doctrina no lograron salvar de la ruina a la clase esclavista ni tampoco salvaron de la desintegración y la ruina a las familias aristócratas esclavistas. La causa radica en que el programa de Confucio representa la reacción. Confucio no quiso que los demás “fueran lejos” para organizar la rebelión contra los propietarios de esclavos, pero, él mismo “viajaba lejos” por los diferentes Estados a fin de dar sugerencias y planes a la clase esclavista de los diversos lugares, sin sentir ningún cansancio. Es claro que Confucio se oponía solamente al “viaje” revolucionario y no al contrarrevolucionario. En cuanto a esto último, no sólo no se oponía, sino que era el primero que encabezaba la violación de su propio rito, dejando así, al desnudo, su esencia de reaccionario.
Durante más de dos mil años, todo personaje representante de las clases explotadoras, traficó siempre con esa mercancía negra de la reaccionaria “doctrina filial”, como opio espiritual que adormece a la juventud, a fin de defender la dominación reaccionaria. Los arribistas e intrigantes antipartido Liu Shao-chi y Lin Piao, depositaron sus esperanzas, de hacer realidad su sueño de restaurar el capitalismo, en la joven generación; por ello, se opusieron y sabotearon en lo posible la integración de los Jóvenes instruidos con los obreros y campesinos, izaron de nuevo la bandera negra de la “tienda de Confucio” para invocar su espíritu y deliraron diciendo: “Si no sabes ser buen hijo, ¿cómo podrás ser un hombre?”, “la nostalgia del pueblo natal es sentimiento general de la gente”. Esta es una nueva edición del reaccionario programa confuciano de “cuando los padres viven, los hijos no deben ir lejos”. Ellos intentaban en vano envenenar a la juventud con “sentimientos entre madre e hijos”, “amor a los propios hijos” y cosas de semejante “naturaleza humana”, para hacer que los jóvenes concentraran su visión en el pequeño círculo de los padres y de’ la familia, haciéndoles así olvidar los intereses fundamentales del proletariado en su totalidad la causa del Partido, la gran meta de la revolución, y convertirlos en mediocres con corta vista. Taimadamente y partiendo de los conceptos de “virtud”, de “fidelidad y fllialidad” de clase explotadora, traficaban con las siniestras mercancías del apriorismo idealista e inculcaban en los jóvenes la teoría de “estudiar para ser funcionario”, llamándoles a “no prestar oído a lo que sucede fuera de la ventana y concentrar su atención en la lectura de los libros de los santos y sabios”, pregonando que “al obtener fama, ilustras a tu familia y tus antepasados sienten gran honor”. Utilizaban el egoísmo burgués para seducir a la juventud a fin de que siguiera el camino siniestro de apartarse de la política proletaria, se divorciara de las masas obreras y campesinas y de las tres prácticas revolucionarias — la lucha por la producción, la lucha de clases y la experimentación científica —, a fin de que se convirtiera en aristocracia espiritual burguesa que desprecia el trabajo manual, con el objetivo de hacer de la juventud una “fuerza servil” e instrumentos dóciles para la restauración capitalista. Pero la historia ha demostrado que esta artimaña no fue más que una vana intención.
El marxismo considera que en una sociedad de clases la moral tiene un carácter clasista. Engels señaló: “Hasta hoy toda teoría moral ha sido, en última instancia, producto de las condiciones económicas de la sociedad en el período correspondiente. Y como hasta el día la sociedad se ha agitado entre antagonismos de clase la moral ha sido siempre una moral de clase.” La moral del proletariado toma los mayores intereses y exigencias del proletariado y del resto del pueblo trabajador como su norma más alta y tiene como principio de su moral el servir a los intereses de la abrumadora mayoría de la gente en el mundo. Sienta  sobre la base clasista las relaciones familiares, sirve a la consolidación y desarrollo de la base económica socialista, a la consolidación y fortalecimiento de la dictadura del proletariado. El proletariado considera que si su clase en su conjunto no logra sus intereses, tampoco se lograrán los intereses de los padres, de la familia, ni de los individuos. El “viajar lejos” o no, no obedece a las necesidades de los padres sino a las de la revolución. La revolución no se limita a un lugar fijo (no tiene campos delimitados ni es estática) y los jóvenes deben tener una firme voluntad para “viajar” en las cuatro direcciones. Nosotros, los jóvenes, instruidos bajo la educación cuidadosa del Partido Comunista y del Presidente Mao y sobre todo a través del temple que nos ha dado la Gran Revolución Cultural Proletaria y la campaña de critica a Lin Piao y Confucio, llegamos a comprender plenamente que las falacias difundidas por estafadores del tipo de Liu Shao-chi y Lin Piao, falacias como la del “sentimiento entre madre e hijos”, “amor del hijo”, envenenan el alma y son como suave puñal que mata sin que aflore la sangre. Este entendimiento ha afirmado aún más nuestra decisión de seguir el camino de la integración con los obreros y campesinos. Millones de jóvenes revolucionarios instruidos, tras condenar seriamente las falacias de Liu Shao-chi y Lin Piao sobre “estudiar para ser funcionario”, “ir al campo para obtener un barniz de revolucionario”, “transformación mediante trabajo forzoso”, etc. se deciden a entregar toda su vida al Partido, a ir a las zonas rurales, a las regiones fronterizas y a aquellos lugares que presentan mayores dificultades, ya que se trata de una gran revolución que modifica las costumbres y los hábitos viejos, censurando severamente los viejos conceptos tradicionales representados por la doctrina de Confucio y Mencio.
Respondiendo al gran llamamiento del Presidente Mao, en 1968 yo vine desde a ciudad Lüta a establecerme aquí, en la brigada de producción Taikou de la comuna Changtien. En estos años de vida en el amplio escenario del campo, he salido al encuentro de la tempestad y he enfrentado al mundo limpiando ‘de mi mente las influencias dejadas por los viejos conceptos que nos hacen menospreciar a los campesinos y huir de las labores. Gracias a la ayuda y a la educación que los campesinos pobres y campesinos medios de la capa inferior me han brindado, mi conciencia política e ideológica se ha elevado considerablemente. La práctica de estos años me ha hecho comprender profundamente que ir a las zonas rurales a integrarse con las masas obreras y campesinas es un camino que se necesita seguir para llegar a ser continuadores de la causa revolucionaria del proletariado, que se trata de un problema de importancia fundamental para el largo período de la consolidación de la dictadura del proletariado y para prevenir la restauración del capitalismo. Los hechos han corroborado que, para los jóvenes instruidos, el ir a las zonas rurales implica una enorme significación en la tarea por eliminar las diferencias entre la ciudad y el campo, entre los obreros y los campesinos, entre el trabajo intelectual y el trabajo manual. Los jóvenes instruidos constituyen una fuerza vigorosa para transformar las costumbres y hábitos viejos en el campo y para transformar la sociedad.
En un patio no es posible adiestrar caballos alados ni en el florero pueden crecer pinos milenarios. Los jóvenes revolucionarios debemos poner la mirada en todas  partes, ir al campo, a las zonas fronterizas, a los lugares donde más nos necesiten. Debemos asumir la importante responsabilidad que nos asigna la historia y consagrar nuestra juventud a la realización del comunismo.

*Obreros,  campesinos y soldados critican a lin Piao y Confucio. Ediciones en lenguas extranjeras,  Pekín.

miércoles, 1 de mayo de 2013

¡VIVA EL PRIMERO DE MAYO! - MPP


¡Proletarios de todos los países, uníos!


¡VIVA EL DÍA DEL PROLETARIADO!
¡UNIRSE BAJO EL MAOÍSMO, APLASTAR EL REVISIONISMO!


“¡Camaradas obreros! ¡Preparémonos con redoblada energía para el combate decisivo que se acerca! ¡Que se estrechen las filas de los proletarios comunistas! ¡Que su voz se propague con amplitud cada vez mayor! ¡Que la agitación en torno de las reivindicaciones obreras se despliegue cada vez con mayor audacia! ¡Que la celebración del Primero de Mayo atraiga a nuestra causa miles de nuevos combatientes y engrose nuestras fuerzas en las grandiosa lucha por la libertad de todo el pueblo, por la emancipación de todos los trabajadores del yugo del capital!”

(V. I. Lenin, “El primero de mayo”, tomo VIII, segunda quincena de abril de 1904)


“El maoísmo es lo nuevo y lo nuevo nunca ha sido fácilmente aceptado; ha sido impuesto, en dura contienda, por la dirección del proletariado en la revolución bajo los partidos comunistas. Para Lenin el marxismo es el árbol de la vida y el idealismo no es sino un parásito; así, hoy en día el idealismo que difunden no es sino un parásito putrefacto, por otro lado el maoísmo es el  árbol vivo de la vida. Nosotros estamos convencidos de la grandeza del maoísmo; nosotros cuanto le debemos, no estaríamos ni juntos aquí, sin maoísmo no habría guerra popular y más, esta guerra popular no sería llama ardorosa que se impone contra viento y marea.
… Así, el revisionismo está  mostrando formas específicas en su negación del marxismo...
El Partido planteó que llegaría el momento de la gran batalla por la defensa del marxismo en todos los planos; ese momento ha llegado, el momento de defender el marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente maoísmo. La cuestión exige estudiar a fondo el revisionismo, como se estudia el enemigo, porque estamos en guerra a muerte con él; estudiarlo, despanzurrarlo, demostrar su monstruosidad ante todo el mundo. Apuntar a precisar cómo se cuestiona, se niega el marxismo desde el revisionismo, el imperialismo y la reacción mundial coludidos.”

(PCP “En conmemoración del 40 aniversario de la Revolución China”, Septiembre de 1989)




La lucha por el maoísmo es la lucha por la dirección proletaria de la revolución

Vivimos momentos históricos, de gran importancia, de lucha a muerte contra el imperialismo, la reacción mundial y el revisionismo.
Es preciso tomar conciencia que, por un lado, el sistema imperialista mundial se encuentra sumido en una gran crisis general, de la cual no saldrán; por otro lado, las masas populares del mundo soportan y luchan contra el sistema de explotación, llevan sobre sus espaldas el peso de la crisis y se oponen a ello organizándose y luchando en todo el mundo. El punto es que esas luchas, sin dirección proletaria, ni conciencia de clase, ni ideología, van a ser derrotadas y usadas por los reaccionarios. Porque es el maoísmo, la todopoderosa ideología de la clase, la que defiende y aplica los principios del proletariado. Es el maoísmo que, como tercera, nueva y superior etapa del marxismo, mantiene los principios comunistas establecidos en el Manifiesto aplicados a las condiciones de hoy: La necesidad del Partido Comunista, militarizado, hecho para formar y dirigir el ejército rojo y el Frente único y tomar el poder con guerra popular, establecer la dictadura del proletariado, construir el socialismo, y con revoluciones culturales sucesivas marchar hasta el dorado comunismo. Es por eso que corresponde enarbolar, defender y aplicar el maoísmo, principalmente aplicar. La constitución o reconstitución de los partidos comunistas, marxistas-leninistas-maoístas, militarizados, es una necesidad de la clase.


Aplastar los planes del imperialismo, guerra popular mundial

El imperialismo es conciente de que sus días están contados, que es una bestia agónica y putrefacta, y, por lo mismo, entiende que tienen que impedir que el proletariado tome la dirección de las luchas de liberación nacional contra el imperialismo, o las luchas dentro de los países imperialistas. Por eso, los planes del imperialismo tienen entre sus objetivos: aislar a los comunistas, difamar toda la revolución proletaria, y convertir cada movimiento revolucionario en movimiento reformista, revisionista, subordinado a los intereses del imperialismo. Al mismo tiempo, fomenta el fascismo, con el fin de unir a todas las clases bajo la agenda de la burguesía imperialista y unir al pueblo de los países imperialistas en lucha contra los pueblos del Tercer Mundo. Unir a todos los pueblos frente a tretas catastróficas como la del “fin del mundo” (ver el informe del FMI –Fondo Monetario Internacional- sobre el calentamiento global, etc.).
Esto no es nuevo. A la muerte de Stalin y tras el golpe de Estado contrarrevolucionario de los socialimperialistas rusos, estos hicieron bandera de la “coexistencia pacífica” sobre el argumento de la bomba atómica. “La presencia de la bomba atómica –decían- sitúa los dos sistemas opuestos en el dilema de coexistir o de resolver sus problemas mediante formas de lucha que excluyan la guerra nuclear. La segunda alternativa comporta riesgos inmensos para la humanidad”. De nuevo el imperialismo trata de desmovilizar al proletariado y a las masas del Tercer Mundo poniendo por encima los “intereses de la humanidad”, por encima de la lucha de clases y la revolución proletaria mundial – mientras los imperialistas siguen con su genocidio contra los pueblos del mundo.
Los comunistas insistimos en que la única solución es la revolución, y frente la guerra mundial imperialista de rapiña, transformarla en guerra popular mundial para aplastar y barrer el imperialismo de la faz de la tierra.


Aplastar al nuevo revisionismo, aplastar al “maoísmo” de membrete

El nuevo revisionismo sirve a los planes del imperialismo y de la reacción. Ataca el legado de la revolución proletaria mundial, la dictadura del proletariado, niega las grandes conquistas de la clase obrera internacional y ataca, injuria y calumnia a los jefes del proletariado: Marx, Lenin, Stalin y el presidente Mao, tachándoles de terroristas y genocidas. Hoy, el nuevo revisionismo, ha centrado sus ataques en el presidente Gonzalo, y lo que él representa: ser el más grande marxista-leninista-maoísta viviente sobre la faz de la Tierra, endilgándole también los epítetos de terrorista; al mismo tiempo, arremete contra el pensamiento Gonzalo, repicando la vieja y revisionista tesis del “culto a la personalidad”, como si el pensamiento Gonzalo fuera fruto de inspiraciones o revelaciones de un individuo y no como resultado de la práctica y el derrotero histórico del Partido Comunista del Perú, de la lucha de clases en el Perú y a nivel internacional, la cual se refleja en la lucha de dos líneas dentro del Partido y fundamentalmente de la lucha contra el revisionismo aplastándolo antes de que saque cabeza dentro del Partido, en la dirección del Partido. Estos miserables revisionistas lo que realmente niegan es la dirección proletaria del Partido Comunista y de la revolución.
El nuevo revisionismo y su principal representante Bob Avakian, emana por todos sus poros un desprecio absoluto por el proletariado y los pueblos del Tercer Mundo. Los protagonistas de su “revolución”, ahora, para estos traficantes, deben de ser los burgueses cultos, los filántropos; dejando de lado las “rudas” pasiones del proletariado, para ampliar la “revolución” a círculos de las clases “cultas” y pudientes.
El nuevo revisionismo es el que afirmó (y volvería a refrendarlo, si se le presenta la ocasión para cualquier otro país) que Nepal iba a ser la “nueva Suiza”, un país “civilizado y próspero” a imagen del “sueño” del buen burgués imperialista. ¡Menudas pamplinas! ¡He allí las consecuencias! Vendieron la preciosa sangre de su pueblo, de los mejores hijos del proletariado y de la clase, para auparse en la poltrona parlamentaria, en el circo burgués, y arrastraron, entre piruetas semánticas y argumentos marrulleros, a una guerra popular a la rendición incondicional, a la sujeción absoluta de las condiciones del imperialismo y la reacción.
Sobre la guerra popular el nuevo revisionismo repica los mismos argumentos del XX Congreso revisionista del PCUS; en concreto, dice que la guerra popular sólo debe ser un arma usada como “legítima defensa”, impuesta por la resistencia agresiva y sistemática contra reclamaciones, dentro del marco burgués, como “derechos humanos”, “democracia”, “justicia social” o “inclusión social”. Para estos viles trapaceros la lucha de dos líneas en el seno del Movimiento Comunista Internacional (MCI), debe de ser sustituida por el consenso y los “buenos modales”: así es como quieren mellar el filo revolucionario del proletariado, quieren convertir la unión de los comunistas del mundo en un club, en un grupúsculo negro, de mafiosos unidos por el interés canalla de sus sucios pellejos, en un conjunto de transacciones y chalaneos que apunten a “mejorar” su posición personal y refuercen sus mezquinos feudos.
En resumen, la mayor parte de la llamada “izquierda” hoy, está formada por un montón de basura, de organizaciones burguesas o pequeño burguesas, adaptadas a los planes del imperialismo, que difunden la propaganda del imperialismo: democracia burguesa, “derechos humanos”, bonitas palabras de “libertad”, etc. Es decisivo para el imperialismo desarmar y socavar al maoísmo, y por eso trabajan para neutralizar y degenerar los partidos maoístas. Ese es el caso patente y patético de Nepal, del PCR de USA, etc.
Avakian representa toda esta degeneración, representa el temor de la pequeña burguesía frente al movimiento proletario. Por eso propone un marxismo “civilizado”, moderado, sin sentimientos, un marxismo que no es “nuestra fe” como dice Mariategui, sino una “ciencia pura”, fría y “objetiva”. Un “marxismo” sin carácter de clase proletario, un marxismo de los intelectuales burgueses “izquierdistas”. Y los imperialistas saben que con tal “marxismo” no se va a construir ningún ejército revolucionario, no se va a movilizar las masas por la revolución.
El revisionismo ha estado a la búsqueda de querer sistematizar una teoría para refrendar sus tesis de capitulación y de “acuerdos de paz”. Avakian se ha constituido en su más claro forjador y representante. En él se pueden observar las consecuencias de la degeneración ideológica, y, como él, de todos aquellos intelectualoides, sabios de escritorio, que han parido especulaciones rebuscadas con el único fin de erigirse como grotescos “guías” de la claudicación de la clase.
Avakian y los demás podridos héroes del filisteísmo son engendrados, amamantados y promocionados por el imperialismo y la reacción mundial. Todos estos engendros deformes y arteros, (sirvientes, palafreneros y gañanes que el imperialismo requiere) son los infames defensores del no inicio de la lucha armada, la no forja de un partido marxista-leninista-maoísta, militarizado, del cretinismo parlamentario y de la resignación, de la rendición en toda regla ante los aberrantes y viles dictámenes del sistema capitalista.
Pero las masas han tenido bastante de este tipo de “marxismo”, y no quieren más.
Ya podrán multiplicarse como hongos venenosos los grupillos negros que converjan con toda la recua de miserables traidores de la clase, del proletariado y de la revolución, que siempre estará la presencia clara y contundente del Comité Central del PCP, dirección forjada en la fragua del la guerra popular, fracción roja del MCI, para aplastar todos esos cantos de sirena, todas esas estratagemas del nuevo revisionismo, de la reacción y del imperialismo.
Parafraseando al gran Lenin podemos decir de todos aquellos grupúsculos y grupillos negros disfrazados de maoístas: ¡Qué bramidos lanzarían los cabecillas del “marxismo” falsificado para uso de oportunistas! ¡Que bramen cuanto quieran, la burguesía les elogiará por ello!
A todo el proletariado, este primero de mayo, les decimos: el revisionismo es una avanzada de la burguesía en las filas del proletariado y de ahí deriva el que escinde, divide el movimiento comunista y los partidos comunistas; de ahí deriva el que escinde, divide el movimiento sindical, escinde, divide el movimiento popular. El revisionismo obviamente es un cáncer, un cáncer que tiene que ser implacablemente barrido, de otra forma no podremos avanzar en la revolución; y recuérdese lo que dijo Lenin: hay que forjar en dos cuestiones, forjar en la violencia revolucionaria y forjar en la lucha implacable contra el oportunismo, contra el revisionismo.


¿Cómo barrer al revisionismo? ¿Cómo aplastar al imperialismo y a la reacción mundial?

Repetimos: en síntesis, lo concreto es que la lucha por el maoísmo es la lucha por la dirección proletaria, porque es el maoísmo, el marxismo de hoy, la ideología que enarbola, defiende los principios del proletariado, tal y como fueron establecidos en la partida de nacimiento del movimiento comunista, en el Manifiesto, y los aplica a las condiciones de hoy: necesidad de un Partido Comunista marxista-leninista-maoísta, militarizado, hecho para formar y dirigir el ejército rojo y el Frente único y tomar el poder con guerra popular, establecer la dictadura del proletariado y construir el socialismo para, junto al proletariado internacional, las naciones oprimidas y los pueblos del mundo, a través de revoluciones culturales, proseguir la marcha de la humanidad hacia su meta final, el comunismo.


¡VIVA EL DÍA DEL PROLETARIADO!
¡VIVA EL MARXISMO-LENINISMO-MAOÍSMO, PRINCIPALMENTE MAOÍSMO!
¡VIVA LA GUERRA POPULAR!
¡VIVA LA GUERRA POPULAR MUNDIAL!
¡GUERRA POPULAR HASTA EL COMUNISMO!
¡APLASTAR AL IMPERIALISMO, AL REVISIONISMO Y LA REACCIÓN MUNDIAL!

Movimiento Popular Perú
1 de mayo de 2013

miércoles, 24 de abril de 2013

CINE PROLETARIO - A.W. LUNATCHARSKY


EL CINE REVOLUCIONARIO RUSO
(A. W. LUNATCHARSKY)

La guerra y la revolución de febrero de 1917 dieron un golpe mortal al arte cinematográfico —mediocre— de la Rusia zarista. La guerra civil y el hambre casi le destruyeron por, completo. Y la producción de films, durante los primeros años que siguieron a la revolución, no vale la pena ni de mencionarla. La exportación de películas extranjeras fue casi completamente interrumpida. Y el número de salas destinadas al espectáculo cinematográfico apenas llegaba a las quinientas.
Solamente después de la guerra ruso-polaca y después de la liquidación de la catástrofe del hambre, comenzó en el país de nuestra Unión a florecer la cinematografía, al mismo tiempo en que se apuntaba a un rápido refuerzo económico y cultural.
Ante todo es necesario reconocer también que un interés elevado del público se hacía remarcar hacia esta clase de espectáculo. Al mismo tiempo, había la posibilidad —material y cultural— de prestar una atención al arte del cinema, al que el sutil Lenin —que sabía ver desde lejos— clasificaba como la mayor de las fuerzas en el dominio del arte, al que significaba como un gran medio de propaganda cultural y revolucionaria — que podría ser insustituible —siempre que se se colocase en manos adecuadas.
Así se desenvolvió poco a poco nuestra producción, que comenzó a fortificarse en su aspecto técnico, artístico e ideológico. Hacia 1925-26, podía constatarse ya que el film soviético interesaba al gran público tanto como el film extranjero. En seguida, él mismo se encargó de demostrar que la frecuentación de los films soviéticos superaba en mucho a la frecuentación de los films exteriores. Hay que confesar, no obstante que el nuevo aspecto de nuestro arte cinematográfico y su éxito no eran claros del todo para el gobierno, ni para la crítica, ni para el público. La opinión predominante era la de que todavía estábamos sentados sobre una clase preparatoria y que era demasiado pronto para hablar de algunas conquistas. El joven S. M. Eisenstein, inspirado en el nuevo espíritu, y conocido ya como un «metteur en scene» interesante y próximo al futurismo del teatro por la cultura proletaria (Prolelkult), se esforzó —siguiendo las instrucciones de esta sociedad— en pronunciar una nueva palabra para su «mise enscene» original en su film La huelga -film en el que se nota la ausencia del argumento habitual. Del héroe y de la heroína cinematográficos.
Eisenstein demostró sin duda alguna en este film una maestría incontestable. Sin embargo, La huelga paso relativamente inadvertida para todos, menos para los directores más sutiles de nuestra industria cinematográfica, que se dieron perfecta cuenta del talento agudo y robusto de Eisenstein.  Ellos quisieron encargarle de la formación de una especie de gran crónica artística que produjera los instantes más importantes de nuestra revolución.
Este proyecto quedó irrealizado. Hasta un cierto punto, este deseo cristalizó en el film de Eisenstein Diez días que conmovieron al mundo. Como una muestra magnifica de esta pieza presentada al principio, se dio luego El acorazado «Potemkin».
Al pronto, no se comprendió en Rusia toda la fuerza revolucionaria de este gran film, ni toda la novedad técnica. Solamente tras el eco alemán pudimos darnos cuenta de los progresos de nuestro arte cinematográfico.
Desde este momento comienza la línea ascendente de nuestra creación cinematográfica. Los viejos directores sintieron un nuevo terreno bajo sus pies y crearon algunos films fuertemente revolucionarios como Cruz y escamoteador, de Yardin, o como ese otro film -extraño por su economía artística y profundidad de aventuras (acontecimientos)- de Protosanoff, titulado El 41. Una pléyade de maestros de la dirección se presenta sobre el terreno, entre los cuales (una “estrella”) un “astro” tan auténticamente creador como Poudovkín, brillaba con luces propias.
No podía hacerse otra cosa sino regocijarse por el fuerte crecimiento de nuestra producción; por la rápida reconquista de la técnica europea  -por parte de nuestros operadores- y, ante todo, por la aparición —prolongada siempre —de nuevas y magnificas obras cinematográficas. (La Madre y El fin de San Petersburgo, de Poudovkin; algunas realizaciones punteadas, de Koubchoff; Las alas del esclavo, de Jurit Taritch; B. i. S. y La Asociación del gran negocio, de la joven camaradería de directores ‘Fex’, etc.) Sin embargo, es necesario hacer constar que, a pesar de todo, ni nuestro público ni nuestra crítica, demostraron —en su conducta positiva ante la nueva producción una compresión suficiente ante lo que se había obtenido como nuevo. Mejor diríamos que, mientras que una minoría de interesados por el cinema indicaron con soberbia lo que se había obtenido. Una gran parte de los críticos y del público expresaba impacientemente su insuficiencia y descargaban contra nuestros realizadores cinematográficos toda una serie de protestas y condenaciones.
Es cierto que una gran parte de estos ataques estaba justificada por los defectos de organización en nuestros dominios cinematográficos, que no han sido eliminados más que poco a poco por parte de nuestro gobierno. Por otra parte. Fueron provocadas por el deseo de expulsar de nuestro cinema, cuanto fuese posible, las malas películas europeas y americanas, que —como debíamos reducirnos a lo barato- no eran más que una mercancía de importación en buenas condiciones sobre la que muy raramente se encontraba un buen film extranjero. Finalmente, estos ataques los inspiraba el deseo de dar a nuestra cinematografía, lo más pronto posible, un carácter artístico: agitador, fuertemente revolucionario.
Inspirado en esto, el Comité central del Partido Comunista convocó una gran conferencia del cinema. En ella, los «grupos de izquierda» pintaron el estado de nuestra cinematografía con unos colores sombríos y señalaron, como puntos importantes de su programa cinematográfico, el desarrollo de las actualidades semanales, del cinema cultural y, también, del film artístico. En este caso, el film artístico debe abarcar los temas políticos y revolucionarios; debe reflejar la nueva forma de vivir en nuestra aspiración de nuevas formas e incluir —claramente— todos los problemas de nuestro trabajo creador, industrial y agrícola.
No hay duda alguna de que esta crítica acerada —que era injusta en su severidad- ha sido, por otra parte, extremadamente útil: fue ella quien subrayó lo que en nuestra cinematografía forma su verdadera fuerza interior.
La conferencia del Comité central del Partido Comunista ha depurado en mucho la atmósfera organizadora de nuestro organismo cinematográfico. En su punto de vista ideológico realizó con gran severidad una labor depuradora en la elección de temas, que ha dado como cociente el que se destaquen más frecuentemente las tendencias fundamentales interiores de nuestro cinema.
Claro que todo esto no se hizo sin algunas exageraciones. Un poco intimidados por la crítica, nuestros realizadores pasaron por una ruda restricción en la elección de la materia y comenzaron a acentuar fuertemente sus tendencias. Mientras una obra de arte quiera entusiasmar y adiestrar a su público con soltura y naturalidad, su tendencia debe ser ocultada interiormente y ligar todo en una forma orgánica. Parecidas exageraciones van a ser, entre tanto, eliminadas por la vida misma. Muy pronto esta verdad va a demostrarnos que nuestro arte cinematográfico quedará abierto a todos los temas del cielo y de la tierra; a todos los temas del pasado, del presente y del porvenir, y que la particularidad de nuestro arte proletario subsistirá menos en la elección específica de la materia que en la proyección particular de luz, solamente posible a las diversidades infinitas de la vida.  Naturalmente, nuestra cinematografía tiene ya algunos rasgos que son originales en un alto grado y que —como espero- no perderá terreno, sino que, por el contrario, ha de ganarlo y desarrollarse.
Es una gran cualidad esencial el que nuestro cinema no se adjudique como objetivo la distracción de algunas gentes más o menos ingenuas 0 más o menos fatigadas. Hasta las representaciones externas del film de agitación (de propaganda) no se descarría hasta ese piano que exige que el lado artístico del film deba atrasarse, o retirarse. El arte debe ante todo hablar de los otros. Ante todo cada película debe afirmar. Emocionar y ofrecer un verdadero goce. Pero ¿por qué medios? ¿De qué forma?
Uno de los personales más importantes de Norteamérica —Mr. Schenk— asegura que el público americano desea “exclusivamente distracción y diversión”. A mí me pareció siempre que con tales declaraciones manifiesta una no comprensión de los verdaderos deseos del público. y hasta puede serque con la intención de colocar a los espectadores sobre el nivel habitual de sus ideas inexactas sobre la «distracción». Toda la fuerza “distrayente” del arte se precisa en el reflejo concentrado y claro del interior de la realidad. El que pretenda que las grandes obras de los genios creadores y de los talentos profundos no pueden interesar a la masa del público. Es porque él mismo no es accesible más que a las novelas blancas y sentimentaleras y a los melodramas absurdos. A mi juicio, quien tal hace calumnia al público o, más exactamente, las posibilidades culturales o artísticas que pueda ofrecer. Nuestro arte cinematográfico posee, como la crítica renombrada de Berlín —Kerr lo ha dicho en el prefacio del libro El film soviétIco—, un carácter entusiasta y anunciador. Yo tengo que decir alguna cosa. Yo poseo una formidable reserva ética y visionaria.
El segundo rasgo del carácter de nuestro cinema es el realismo flexible y vivo propio de nuestros pueblos. No solamente nuestros mejores directores,  nuestros actores más eminentes, nuestros operadores sino hasta el más insignificante de nuestros comparsas, de nuestros tipos fragmentarios, sabe vivir airosamente ante el aparato y puede transmitir con una gran naturalidad, con una simplicidad extraña lo que produce después esa especie de captación inmedita, que frecuentemente sobrepasa en mucho hasta lo que la producción es capaz de crear en sus mejores excepciones.
El Gobierno de los Soviets ha reconocido la gran importancia del cine como obra de industria y de arte. Yo mismo pasé la orden para la construcción de dos grandes estudios que están provistos y equipados con los más modernos procedimientos de la nueva técnica. Al mismo tiempo, autoricé la construcción de una gran fábrica de producción de película virgen.
Un pulso vivo late sobre nuestra cinematografía. Un porvenir luminoso y fuerte le ha sido reservado.
 («Nuestro Cinema” núm. 1, Junio 1932)



jueves, 18 de abril de 2013


NOTAS SOBRE EL CINEMA SOVIÉTICO


Ramón J. Sender, uno de nuestros primeros escritores que han puesto su pluma al servicio de la cultura y la clase proletaria. ha realizado últimamente un viaje de estudios por la Unión Soviética. Sus impresiones objetivas y subjetivas, su entusiasmo por la obra que están llevando a cabo los soviets en U.R.S.S. han quedado grabados en el diario madrileño La Libertad y han merecido el aplauso unánime y justo del proletariado español que ha visto en Sender a un defensor de su clase.
A su regreso de la Unión Soviética, Ramón J. Sender nos ha visitado en París. NUESTRO CINEMA ha solicitado sus impresiones sobre el cine soviético y sobre el cine en Rusia. Sender ha correspondido a nuestro deseo y nos ha concretado estas notas que tanto le agradecemos y con tanto placer ofrecemos a nuestros lectores.
N.C.


El cinema soviético podía ser un elemento de primer orden en la balanza comercial soviética si cuidaran más la producción para los mercados de los países capitalistas. Yo he visto obras sencillamente magníficas que no pueden exhibirse fuera de Rusia por razones políticas. Y es una lástima, porque en ellas hay lecciones técnicas a veces formidables.

   De modo general, lo característico. a mi juicio, es que han eliminado los factores eróticos o los han reducido a segundo o tercer término. Coincide con lo que acabamos de decir, la ausencia de lo sentimental en todos los aspectos. Se sustituye por la pasión social y política. Pero también esto está limitado cuidadosamente para evitar el peligro del «monumentalismo». Ya se ha visto que en esa manía de lo monumental cae de lleno el cine fascista.

   Con estos elementos y la casi eliminación del actor profesional, se logran films soberbios en las películas «de composición». En los documentales «de masas» no pueden ser igualados por ningún país, y eso no hace falta explicarlo. Esos dos géneros, en los que el cine soviético como el cine comercial burgués se divide, se consideran en la Unión como un arma más de lucha de clases. Los  realizadores jóvenes. Trauberg, Youtkevitch, Ermler, han dado obras maestras, algunas de las cuales son conocidas fuera de Rusia. Los viejos, como Eisenstein, son ya de solera clásica.

   Se proyectan también en los cines de Moscú y de las grandes ciudades algunos films de importación. Hemos visto en el cine Udarnic una película americana que hace años vimos aplaudir a la pequeña burguesía madrileña. La película era una «alta comedia». Gentes de frac, salones, conflicto sentimental y boda con los tipos característicos: el viejo soltero y cínico, la dama de alcurnia, el hijo heroico que vuelve de la guerra. El público lo componían obreros, soldados y campesinos –todos  son una de esas tres cosas en la Unión-, y ante las escenas más sentimentales y más patéticas reían como si se tratara de un film de Charlot. Hasta tal punto ha sido educada ya la sensibilidad del espectador de cine por la producción soviética.

   Técnicamente, el contraste de las películas americanas que se exhiben allá, con las soviéticas, no puede ser más desfavorable para aquéllas. El público lo percibe con fruición.

   Hay una critica rigurosa de los films desde todos los puntos de vista. Se desperdicia mucho celuloide porque, con justicia, se considera la pantalla como un formidable elemento educador. Las películas documentales son expuestas a una  «crítica de masas». Yo recuerdo un documental de la guerra en la frontera china, en donde hubo que cortar todo lo que significaba «composición». El documental debía ser un reflejo fiel de los hechos. Había también cierta fruición heroica que por indicación de los espectadores hubo que suprimir porque se prestaba al «monumentalismo». El sentido crítico de las masas de cine, allí es cada día más agudo y se le educa técnicamente desde la Prensa profesional. Yo he visto en el cine soviético reflejadas todas las modalidades de la organización social soviética. En especial la altura técnica y el sentido de la eficacia política.

   Dentro de la Unión el cine soviético representa un triunfo artístico que recuerda aquella certera previsión de Lenin: «El cine será el nuevo arte soviético». Esa previsión está totalmente realizada. Yo creo, sin embargo, que ahora que el  mercado europeo está amenazado por el cine fascista, el cinema soviético debía salir de las fronteras y dar la batalla fuera. Su triunfo sería seguro.


Ramón J. SENDER
Nuestro Cinema» núm. 13. Octubre 1933)

martes, 9 de abril de 2013

LA LUCHA CONTRA EL OPORTUNISMO - J. STALIN


J. STALIN

La lucha contra las desviaciones derechistas y “ultraizquierdistas”


[…]


II
Me parece que, en el problema de la lucha ideológica en el seno del Partido, Hansen predica una moral de cura, completamente inadecuada en un Partido Comunista. Por lo visto, no está contra la lucha ideológica, pero quisiera  sostener esa lucha de modo que no resultase ningún descrédito para los jefes de la oposición. Debo decir que semejante lucha no existe bajo la capa del cielo. Debo decir que el que admite la lucha sólo a condición de que no se comprometa en lo más mínimo a los jefes, niega, de hecho, la posibilidad de toda lucha ideológica en el seno del Partido. ¿Debemos poner al desnudo los errores de estos o aquellos dirigentes del Partido? ¿Debemos sacar esos  errores a la luz del día para que sea posible educar a las masas del Partido en los errores de los dirigentes? Yo creo que sí. Yo creo que no hay otros caminos para corregir los errores. Yo creo que el método de disimular los errores no es nuestro método. Pero de esto se infiere que la lucha en el seno del Partido y la corrección de los errores no pueden transcurrir sin que se comprometa de un modo u otro a estos o aquellos jefes. Quizá sea lamentable, pero no hay más remedio, ya que no podemos luchar contra lo inevitable.
Hansen pregunta: ¿debemos, en general, luchar tanto contra los  “ultraizquierdistas” como contra los derechistas? Claro que sí. Hace ya mucho que hemos resuelto este problema. No es eso lo que se discute. ¿En la lucha contra qué peligro debemos ahora hacer hincapié en dos Partidos distintos, en el francés y en el alemán, que no se encuentran en estos momentos en idéntica situación? Eso es lo que se discute. ¿Es casual que los franceses hayan presentado en el Presídium del C.E. de la I.C. una resolución contra los derechistas, y los alemanes una resolución contra los “ultraizquierdistas”? ¿Se habrán equivocado los franceses al hacer hincapié en la lucha contra los derechistas? ¿Por qué Hansen no ha intentado, entonces, presentar en el Presídium una contrarresolución sobre la lucha contra los “ultraizquierdistas” en Francia? ¿Se habrán equivocado los alemanes al hacer hincapié en la lucha contra los “ultraizquierdistas”? ¿Por qué Hansen y Ruth Fischer no han intentado, entonces, presentar en el Presídium una contrarresolución que hiciera hincapié en la lucha contra los derechistas? ¿Qué sucede? Sucede que no estamos ante el problema abstracto de la lucha contra los derechistas y los “ultraizquierdistas” en general, sino ante el problema concreto de las tareas inmediatas del Partido alemán en el momento presente. Y la tarea inmediata del Partido Comunista Alemán es vencer el peligro “ultraizquierdista”, como la tarea inmediata del Partido Comunista Francés es vencer el peligro derechista.

¿A que obedece, por ejemplo, el hecho bien conocido de que los Partidos Comunistas de Inglaterra, de Francia y de Checoslovaquia tengan ya importantes puntos de apoyo en el movimiento sindical de sus países, que se hayan abierto ya camino hacia las amplias masas de la clase obrera y que comiencen a ganarse la confianza, si no de la mayoría, sí de considerables masas de la clase obrera, mientras que en Alemania las cosas marchan todavía, en este sentido, muy despacio? Obedece esta circunstancia, ante todo, a que en el Partido Comunista Alemán todavía son fuertes los “ultraizquierdistas”, que aun ven con escepticismo los sindicatos, la consigna de frente único, la consigna de ganar a los sindicatos. Todos saben que los “ultraizquierdistas” defendían aún no hace mucho la consigna de “fuera de los sindicatos”. Todos saben que entre los “ultraizquierdistas” todavía no han desaparecido por entero hasta el presente las supervivencias de esa consigna antiproletaria. Una de dos: o el Partido Comunista Alemán logra extirpar rápida y resueltamente los prejuicios de los “ultraizquierdistas” en la cuestión de los métodos de trabajo entre las masas, derrotando en toda la línea, derrotando ideológicamente al grupo de Scholem; o no logra hacerlo, en cuyo caso la crisis en el Partido Comunista Alemán puede tomar un rumbo muy peligroso.
Se dice que en el campo de los “ultraizquierdistas” hay honrados obreros revolucionarios, a quienes no se debe ni conviene apartar. Esto es muy cierto. Tampoco nosotros proponemos que se les aparte. Y en vista de ello, tampoco incluimos en nuestro proyecto de resolución ninguna propuesta de apartar o de expulsar del Partido a los “ultraizquierdistas”, quienesquiera que sean, y mucho menos a los obreros. Pero ¿cómo se puede elevar a estos obreros hasta el nivel de conciencia del Partido leninista? ¿Cómo se les puede salvar de los extravíos en que se debaten ahora, por culpa de los errores y de los prejuicios de sus jefes “ultraizquierdistas”? Para eso existe sólo un procedimiento: el procedimiento de desautorizar políticamente a los jefes “ultraizquierdistas”, el procedimiento de poner al desnudo los errores “ultraizquierdistas” que desorientan a los obreros revolucionarios honrados y que les impiden emprender un ancho camino. ¿Podemos admitir, en las cuestiones de la lucha ideológica en el Partido y de la educación política de las masas, el podrido juego diplomático, la disimulación de los errores? No, no podemos. Eso sería engañar a los obreros. ¿Cuál es en tal caso, la salida? La única salida es poner al desnudo los errores de los jefes “ultraizquierdistas” y ayudar, de ese modo, a los obreros revolucionarios honrados a encontrar el camino acertado.

Se dice que el golpe contra los “ultraizquierdistas” puede suscitar la acusación de que el Partido Comunista Alemán se ha desviado hacia la derecha. Todo  eso son nimiedades, camaradas. En 1908, en la Conferencia de toda Rusia del Partido[4], cuando Lenin luchaba contra los “ultraizquierdistas” rusos, y los derrotó en toda la  línea, también había entre nosotros gentes que acusaban a Lenin de derechismo, de haberse desviado hacia la derecha. Sin embargo, todo el mundo sabe ahora que Lenin llevaba entonces razón, que su punto de vista era el único revolucionario, y que los “ultraizquierdistas” rusos, que hacían gala entonces de frases “revolucionarias”, eran, en realidad, unos oportunistas.
No debe olvidarse que los derechistas y los “ultraizquierdistas” son, en realidad, hermanos gemelos y que, en consecuencia, ocupan una posición oportunista, con la diferencia, sin embargo, de que los derechistas no siempre ocultan su oportunismo, mientras los izquierdistas siempre encubren su oportunismo con una fraseología “revolucionaria”. No podemos trazar nuestra política sobre la base de lo que digan de nosotros unos chismosos o unos filisteos. Debemos ir por nuestro camino con paso firme y seguro, sin importamos los chismes que puedan inventar contra nosotros gentes ociosas. Los rusos tienen un buen proverbio: “Los perros ladran, pero la caravana pasa”. No estaría de más que recordáramos este proverbio: puede sernos útil más de una vez.

Ruth Fischer dice que en el futuro puede plantearse en el Partido Comunista Alemán el peligro de derecha como problema inmediato del Partido. Es muy posible y hasta probable. Pero ¿que se deduce de ello? Ruth Fischer hace de esto la extraña deducción de que el golpe contra los “ultraizquierdistas” en Alemania, que ya ahora constituyen un peligro real, debe atenuarse, y que el golpe contra los derechistas, que pueden crear un grave peligro en el futuro, debe ser reforzado ya ahora. No cuesta trabajo comprender que tal planteamiento de la cuestión es un tanto ridículo y esencialmente falso. Hasta esa ridícula actitud podía llegar sólo un grupo diplomático que nada entre dos aguas, el grupo de Ruth Fischer—Maslow, empeñado en atenuar la lucha del Partido contra los “ultraizquierdistas” y, de ese modo, salvar, sustraer del golpe, al grupo de Scholem. En esto reside exclusivamente el sentido de la propuesta de Ruth Fischer. Creo que también en Francia debe existir un grupo diplomático intermedio parecido; empeñado en encubrir con discursos melifluos a los elementos derechistas del Partido Comunista Francés. Por eso, la lucha contra los grupos diplomáticos intermedios, tanto en el Partido alemán como en el francés, es la tarea del día.

Ruth Fischer afirma que, si se aprueba la resolución contra los  “ultraizquierdistas” en Alemania, eso sólo puede agravar la situación en el seno del Partido. Yo creo que Ruth Fischer quiere dilatar la crisis en el Partido Comunista Alemán, prolongarla y convertirla en una crisis crónica. Por eso, no podemos seguir el camino de Ruth Fischer, a pesar de toda su diplomacia y de sus dulces palabras a propósito de la paz en el Partido.

Yo creo, camaradas, que en el Partido alemán han cristalizado ya serios elementos marxistas. Yo creo que el actual núcleo obrero del Partido Comunista Alemán constituye el núcleo marxista que necesita este Partido. La tarea del Presidium del C.E. de la I.C. es apoyar a ese núcleo y ayudarle en la lucha contra todas las desviaciones, y, en primer lugar, contra la desviación “ultraizquierdista”. Por eso debemos aprobar la resolución dirigida contra los “ultraizquierdistas” de Alemania.



Publicado el 18 de febrero de 1926 en el núm. 40 de “Pravda







[4] Se alude a la V Conferencia del P.O.S.D.R., que se celebró del 3 al 9 de enero de 1909 (del 21 al 27 de diciembre de 1908, según el cómputo antiguo) en París. En la Conferencia, Lenin y los demás bolcheviques lucharon en dos frentes: contra los mencheviques liquidadores y contra los otsovistas o “liquidadores de izquierdas”. A propuesta de Lenin, la Conferencia condenó enérgicamente el liquidacionismo de los mencheviques y otsovistas y trazó la línea táctica de los bolcheviques en el período de la reacción (v. El P.C.U.S en las resoluciones y acuerdos de los Congresos y Conferencias y de los Plenos del C.C.”, parte I, págs. 195-205, ed. En ruso 1953, e “Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.”, págs. 171-173, ed. En español, Moscú, 1947).