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viernes, 9 de enero de 2015

LA CUESTIÓN NACIONAL- J.V.STALIN


LA CUESTION NACIONAL
(LOS FUNDAMENTOS DEL LENINISMO)
J. V. Stalin

"Las distintas reivindicaciones de la democracia -- dice Lenin --, incluyendo la de la autodeterminación, no son algo absoluto, sino una partícula de todo el movimiento democrático (hoy, socialista) mundial. Puede suceder que, en un caso dado, una partícula se halle en contradicción con el todo; entonces, hay que desecharla" (v. t. XIX, págs. 257-258).


            Así se plantea la cuestión de los distintos movimientos nacionales, y del carácter, posiblemente reaccionario, de estos movimientos, siempre y cuando, naturalmente, que no se los enfoque desde un punto de vista formal, desde el punto de vista de los derechos abstractos, sino en un plano concreto, desde el punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario.

            Otro tanto hay que decir del carácter revolucionario de los movimientos nacionales en general. El carácter indudablemente revolucionario de la inmensa mayoría de los movimientos nacionales es algo tan relativo y peculiar, como lo es el carácter posiblemente reaccionario de algunos movimientos nacionales concretos. El carácter revolucionario del movimiento nacional, en las condiciones de la opresión imperialista, no presupone forzosamente, ni mucho menos, la existencia de elementos proletarios en el movimiento, la existencia de un programa revolucionario o republicano del movimiento, la existencia en éste de una base democrática.

            La lucha del emir de Afganistán por la independencia de su país es una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar de las ideas monárquicas del emir y de sus partidarios, porque esa lucha debilita al imperialismo, lo descompone, lo socava. En cambio, la lucha de demócratas y "socialistas", de "revolucionarios" y republicanos tan "radicales" como Kerenski y Tsereteli, Renaudel y Scheidemann, Chernov y Dan, Henderson y Clynes durante la guerra imperialista era una lucha reaccionaria, porque el resultado que se obtuvo con ello fue pintar de color de rosa, fortalecer y dar la victoria al imperialismo. La lucha de los comerciantes y de los intelectuales burgueses egipcios por la independencia de Egipto es, por las mismas causas, una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar del origen burgués y de la condición burguesa de los líderes del movimiento nacional egipcio, a pesar de que estén en contra del socialismo. En cambio, la lucha del gobierno "obrero" inglés por mantener a Egipto en una situación de dependencia es, por las mismas causas, una lucha reaccionaria, a pesar del origen proletario y del título proletario de los miembros de ese gobierno, a pesar de que son "partidarios" del socialismo. Y no hablo ya del movimiento nacional de otras colonias y países dependientes más grandes, como la India y China, cada uno de cuyos pasos por la senda de la liberación, aun cuando no se ajuste a los requisitos de la democracia formal, es un terrible mazazo asestado al imperialismo, es decir, un paso indiscutiblemente revolucionario.

            Lenin tiene razón cuando dice que el movimiento nacional de los países oprimidos no debe valorarse desde el punto de vista de la democracia formal, sino desde el punto de vista de los resultados prácticos dentro del balance general de la lucha contra el imperialismo, es decir, que debe enfocarse "no aisladamente, sino en escala mundial" (v. t. XIX, pág. 257).

2) El movimiento de liberación de los pueblos oprimidos y la revolución proletaria. Al resolver la cuestión nacional el leninismo parte de los principios siguientes:

a) el mundo está dividido en dos campos: el que integran un puñado de naciones civilizadas, que poseen el capital financiero y explotan a la inmensa mayoría de la población del planeta, y el campo de los pueblos oprimidos y explotados de las colonias y de los países dependientes, que forman esta mayoría;

b) las colonias y los países dependientes, oprimidos y explotados por el capital financiero, constituyen una formidable reserva y el más importante manantial de fuerzas para el imperialismo;

c) la lucha revolucionaria de los pueblos oprimidos de las colonias y de los países dependientes contra el imperialismo es el único camino por el que dichos pueblos pueden emanciparse de la opresión y de la explotación;

d) las colonias y los países dependientes más importantes han iniciado ya el movimiento de liberación nacional, que tiene que conducir por fuerza a la crisis del capitalismo mundial;

e) los intereses del movimiento proletario en los países desarrollados y del movimiento de liberación nacional en las colonias exigen la unión de estas dos formas del movimiento revolucionario en un frente común contra el enemigo común, contra el imperialismo;

f) la clase obrera en los países desarrollados no puede triunfar, ni los pueblos oprimidos liberarse del yugo del imperialismo, sin la formación y consolidación de un frente revolucionario común;

g) este frente revolucionario común no puede formarse si el proletariado de las naciones opresoras no presta un apoyo directo y resuelto al movimiento de liberación de los pueblos oprimidos contra el imperialismo "de su propia patria", pues "el pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre" (Engels );

h) este apoyo significa: sostener, defender y llevar a la práctica la consigna del derecho de las naciones a la separación y a la existencia como Estados independientes;

i) sin poner en práctica esta consigna es imposible lograr la unificación y la colaboración de las naciones en una sola economía mundial, que constituye la base material para el triunfo del socialismo en el mundo entero;

j) esta unificación sólo puede ser una unificación voluntaria, erigida sobre la base de la confianza mutua y de relaciones fraternales entre los pueblos.

            De aquí se derivan dos aspectos, dos tendencias en la cuestión nacional: la tendencia a liberarse políticamente de las cadenas del imperialismo y a formar Estados nacionales independientes, que ha surgido sobre la base de la opresión imperialista y de la explotación colonial, y la tendencia al acercamiento económico de las naciones, que ha surgido a consecuencia de la formación de un mercado y una economía mundiales.
 



miércoles, 2 de julio de 2014

J.STALIN- SOBRE LA GRAN GUERRA POR LA SALVACIÓN DE LA PATRIA




SOBRE LA GRAN GUERRA DE LA UNIÓN SOVIÉTICA
POR LA SALVACIÓN DE LA PATRIA

J. STALIN

(Discurso radiodifundido el 3 de julio de 1941)


¡Camaradas! ¡Ciudadanos!
¡Hermanos y hermanas!
¡Combatientes de nuestro ejército y nuestra flota!

¡Me dirijo a vosotros, amigos!

La pérfida agresión militar de la Alemania hitleriana contra nuestra patria, iniciada el 22 de junio, prosigue. Pese la resistencia heroica del Ejército Rojo, y aunque las divisiones de élite del enemigo y las mejores unidades de su aviación han sido ya derrotadas y han encontrado la muerte en los campos de batalla, el enemigo continúa avanzando, lanzando al frente nuevas fuerzas. Las tropas hitlerianas han podido apoderarse de Lituania, de una gran parte de Letonia, de la parte oeste de Bielorrusia, de una parte de la Ucrania occidental, La aviación fascista extiende la acción de sus bombarderos, sometiendo a bombardeo a Murmansk, Orcha, Moguilev, Smolensk, Kiev, Odessa, Sebastopol. Un grave peligro pesa sobre nuestra Patria.

¿Cómo ha podido ocurrir que nuestro glorioso Ejército Rojo haya abandonado a las tropas fascistas una serie de ciudades y regiones? ¿Son realmente invencibles las tropas fascistas alemanas como proclaman sin cesar los propagandistas fascistas fanfarrones?

No, por supuesto. La historia demuestra que jamás ha existido ni existe un ejército invencible. Se pensaba que el ejército de Napoleón era invencible. Pero fue batido sucesivamente por las tropas rusas, inglesas, alemanas. El ejército alemán de Guillermo estaba considerado también invencible durante la primera guerra imperialista; y sin embargo, se vio infligir muchas derrotas por las tropas rusas y anglo-francesas, y por último fue batido por las tropas anglo­francesas. Es preciso decir lo mismo del actual ejército alemán fascista de Hitler. Todavía no había encontrado una resistencia seria en el continente europeo. Sólo en nuestro territorio ha encontrado seria resistencia. Y si, a consecuencia de esta resistencia las mejores divisiones del ejército fascista alemán han sido batidas por nuestro Ejército Rojo, es que el ejército fascista hitleriano también puede ser batido y que lo será como lo fueron los ejércitos de Napoleón y de Guillermo.

El que una parte de nuestro territorio haya sido invadido, no obstante, por las tropas fascistas alemanas se explica sobre todo por el hecho de que la guerra de la Alemania fascista contra la U.R.S.S. ha sido desencadenada en condiciones ventajosas para las tropas alemanas y desventajosas para las tropas soviéticas. En efecto, las tropas de Alemania, como país que desencadena la guerra, fueron movilizadas íntegramente. Ciento sesenta divisiones lanzadas por Alemania contra la U.R.S.S. y llevadas a las fronteras de este país, estaban dispuestas para esperar Sólo la señal de ponerse en marcha. Mientras tanto, a las tropas soviéticas hubo que movilizarlas y llevarlas a las fronteras. Cosa muy importante aún es que la Alemania fascista ha violado pérfida e inopinadamente el pacto de no agresión concluido en 1939 por ella con la U.R.S.S., sin tener en cuenta que sería mirada por todo el mundo como el país agresor. Se concibe que nuestro pacífico país, que no quería asumir la iniciativa de la violación del pacto, no podía adentrarse por ese camino de felonía.

Se nos puede preguntar: ¿cómo es que el gobierno soviético ha aceptado concluir un pacto de no agresión con felones de esa especie y con monstruos como Hitler y Ribbentrop? ¿No ha cometido el gobierno soviético un error? Por supuesto que no. El pacto de no agresión es un pacto de paz entre dos Estados. Y fue un pacto de esta clase el que Alemania nos propuso en 1939. ¿Podía el gobierno soviético rechazar esta proposición? Pienso que ningún Estado pacífico puede rechazar un acuerdo de paz con una potencia vecina, aunque a la cabeza de esta última se encuentren monstruos y Caníbales como Hitler y Ribbentrop. Esto, por supuesto, con una condición expresa: que el acuerdo de paz no afecte, ni directa ni indirectamente, a la integridad territorial, a la independencia y al honor del Estado pacífico. Y se sabe que el pacto de no agresión entre Alemania y la U. R. S. S. era precisamente un pacto de este género.

(...) Es preciso que no haya en nuestras filas lugar para los llorones y los cobardes, los sembradores del pánico y los desertores; que nuestros hombres estén exentos de temor en la lucha y marchen con abnegación en nuestra guerra liberadora para la salvación de la patria contra los esclavizadores fascistas. El gran Lenin, que creó nuestro Estado, dijo que la cualidad esencial de los hombres soviéticos debe ser el coraje, el valor, la intrepidez en la lucha, la voluntad de batirse al lado del pueblo contra los enemigos de nuestra patria. Es preciso que esta excelente cualidad bolchevique se convierta en la de millones y millones de hombres del Ejército Rojo, de nuestra Flota Roja y de todos los pueblos de la Unión Soviética.

(...)

Tenemos que organizar una lucha implacable contra los desorganizadores de la retaguardia, los desertores, los sembradores de pánicos, los propagadores de rumores de toda clase, acabar con los espías, los agentes de la diversión, los paracaidistas enemigos, llevando así una ayuda rápida a nuestros batallones de lucha. No hay que olvidar que el enemigo es pérfido, taimado, experto en el arte de engañar y de expandir falsos rumores. Hay que tener en cuenta todo esto y no dejarse coger por la provocación. Hay que llevar inmediatamente ante el tribunal militar, sin tener en cuenta a las personalidades, a todos los que sembrando el pánico y dando muestras de cobardía, obstaculizan la obra de la defensa.



Descargar el texto completo en:

https://drive.google.com/file/d/0B0cNhGDp1iorUF8xekE3SHkyX2M/edit?usp=sharing





miércoles, 22 de enero de 2014

STALIN (SOBRE JEFATURA VIII)





LENIN
(J.STALIN)

Discurso pronunciado en una velada de los alumnos de la escuela militar del Kremlin.

(23 de enero de 1924)

(...)

UN ÁGUILA DE LAS MONTAÑAS


Llegué a conocer a Lenin en 1903. Por cierto, este conocimiento no fue personal. Nos conocimos por correspondencia. Pero ello me produjo una impresión indeleble, que no se ha desvanecido en todo el tiempo que llevo trabajando en el Partido.

Me encontraba entonces en Siberia, deportado. Al conocer la actuación revolucionaria de Lenin en los últimos años de la década del 90 del siglo XIX y, sobre todo, después de 1901, después de la publicación de lskra, me convencí de que teníamos en él a un hombre extraordinario. No era entonces a mis ojos un simple jefe del Partido; era su verdadero creador, porque solo él comprendía la naturaleza interna y las necesidades imperiosas de nuestro Partido. Cuando lo comparaba con los demás dirigentes de nuestro Partido, me parecía siempre que los compañeros de Iucha de Lenin - Plejánov, Mártov, Axelrod y otros - estaban a cien codos por debajo de él; que Lenin, en comparación con ellos, no era simplemente un dirigente, sino un dirigente de tipo superior, un águila de las montañas, al que era ajeno el miedo en la lucha y que llevaba audazmente el Partido hacia adelante, por los caminos inexplorados del movimiento revolucionario ruso. Esta impresión había calado tan hondo en mi alma, que sentí la necesidad de escribir de ello a un amigo íntimo, emigrado entonces en el extranjero, pidiéndole su opinión. Al cabo de algún tiempo, cuando ya me encontraba deportado en Siberia - era a fines de 1903 -, recibí una contestación entusiasta de mi amigo y, acompañándola, una carta sencilla, pero de profundo contenido, escrita por Lenin, a quien mi amigo había dado a conocer mi carta. La esquela de Lenin era relativamente corta, pero contenía una crítica audaz, una crítica valiente de la labor practica de nuestro Partido, así como una exposición magníficamente clara y concisa de todo el plan de trabajo del Partido para el periodo próximo. Sólo Lenin sabía escribir sobre las cosas mas complejas con tanta sencillez y claridad, con tanta concisión y audacia; en él, cada palabra, más que palabra, es un disparo. Esta esquela sencilla y audaz me reafirmó en el convencimiento de que en Lenin tenía nuestro Partido un águila de las montañas.


(...)

LA FIDELIDAD A LOS PRINCIPIOS

Los jefes de un partido no pueden menospreciar la opinión de la mayoría de su partido. La mayoría es una fuerza que un jefe no puede dejar de tener en cuenta. Lenin lo comprendia tan bien como cualquier otro dirigente del Partido. Pero Lenin nunca fue prisionero de la mayoría, sobre todo cuando la mayoría no se apoyaba en una base de principios. Hubo momentos en la historia de nuestro Partido en los que la opinión de la mayoría o los intereses momentáneos del Partido chocaban con los intereses fundamentales del proletariado. En tales casos, Lenin, sin vacilar, se ponía resueltamente al lado de los principios, en contra de la mayoría del Partido. Es más; en tales casos no temía luchar, literalmente, solo contra todos, estimando, como decía a menudo, que “una política de principios es la única política acertada".

(...)


EL GENIO DE LA REVOLUCIÓN


Lenin había nacido para la revolución. Fue realmente el genio de los estallidos revolucionarios y el supremo maestro en el arte de la dirección revolucionaria. Nunca se sentía tan a gusto, tan contento, como en la época de las conmociones revolucionarias. Con esto no quiero decir, de ninguna manera, que Lenin aprobaba toda conmoción revolucionaria o que se pronunciara siempre y en cualquier circunstancia a favor de los estallidos revolucionarios. De ningún modo. Quiero decir solamente que nunca la clarividencia genial de Lenin se manifestaba con tanta plenitud, con tanta precisión, como durante los estallidos revolucionarios. En los dias de virajes revolucionarios, literalmente se embellecía, se convertía en un vidente, intuía el movimiento de las clases y los zigzags probables de la revolución, como si los leyese en la palma de la mano. Con razón se decía en el Partido: "Ilích sabe nadar entre las olas de la revolución como el pez en el agua".

De aquí la “asombrosa" claridad de las consignas tácticas de Lenin y la “vertiginosa" audacia de sus planes revolucionarios.

Me vienen a la memoria dos hechos que subrayan particularmente esta peculiaridad de Lenin.

Primer hecho. Período en vísperas de la Revolución de Octubre, cuando millones de obreros, campesinos y soldados, empujados por la crisis en la retaguardia y en el frente, exigían la paz y Ia libertad; cuando el generalato y la burguesía preparaban una dictadura militar para hacer la "guerra hasta el fin"; cuando toda la sedicente “opinión pública" y todos los sedicentes "partidos socialistas" estaban contra los bolcheviques y los calificaban de "espías alemanes"; cuando Kerenski intentaba hundir al Partido Bolchevique en la clandestinidad y ya lo había conseguido en parte; cuando los ejércitos, todavía poderosos y disciplinados, de la coalición  austro-alemana se alzaban frente a nuestros ejércitos cansados y en estado de descomposición, y los «socialistas» de la Europa Occidental seguían, tranquilamente, en bloque con sus gobiernos, para hacer «la guerra hasta la victoria completa» ...

¿Qué significaba desencadenar una insurrección en aquel momento? Desencadenar una insurrección en tales condiciones, era jugárselo todo. Pero Lenin no temía el riesgo, porque sabía y veía con su mirada clarividente que la insurrección era inevitable, que la insurrección vencería, que la insurrección en Rusia prepararía el final de la guerra imperialista, que la insurrección en Rusia agitaría a las masas exhaustas del Occidente, que la insurrección en Rusia transformaría la guerra imperialista en guerra civil, que de esta insurrección nacería la República de los Soviets, que la República de los Soviets serviría de baluarte al movimiento revolucionario en el mundo entero.

Sabido es que aquella previsión revolucionaria de Lenin había de cumplirse con una exactitud sin igual.

Segundo hecho. Primeros días después de la Revolución de Octubre, cuando el Consejo de Comisarios del Pueblo intentaba obligar al faccioso general Dujonin, el comandante en jefe, a suspender las hostilidades y entablar negociaciones con los alemanes a fin de concertar un armisticio. Recuerdo como Lenin, Krilenko (el futuro comandante en jefe) y yo fuimos al Estado Mayor Central, en Petrogrado, para ponernos en comunicación con Dujonin por cable directo. Era un momento angustioso. Dujonin y el Cuartel General se habían negado categóricamente a cumplir la orden del Consejo de Comisarios del Pueblo. Los mandos del ejército se encontraban enteramente en manos del Cuartel General. En Cuanto a los soldados, se ignoraba lo que diría aquel ejército de catorce millones de hombres, subordinado a las llamadas organizaciones del ejército, que eran hostiles al poder de los Soviets. En el mismo Petrogrado, como es sabido, se gestaba entonces la insurrección de los cadetes. Además, Kerenski avanzaba en tren de guerra sobre Petrogrado. Recuerdo que, después de un momento de silencio junto al aparato, el rostro de Lenin se iluminó con una luz extraordinaria. Se veía que Lenin había tomado ya una decisión. “Vamos a la emisora de radio ― dijo Lenin ―; nos prestará un buen servicio: destituiremos, por orden especial, al general Dujonin, nombraremos comandante en jefe al camarada Krilenko y nos dirigiremos a los soldados por encima de los mandos, exhortándoles a aislar a los generales, a cesar las hostilidades, a entrar en contacto con los soldados austro-alemanes y a tomar la causa de la paz en sus propias manos".

Era un «salto a lo desconocido». Pero Lenin no tenía miedo a aquel «salto»; al contrario, iba derecho a él, porque sabía que el ejército quería la paz y que la conquistaría barriendo todos los obstáculos puestos en su camino, porque sabía que aquel modo de establecer la paz impresionaría, sin duda alguna, a los soldados austro-alemanes y daría rienda suelta al anhelo de paz en todos los frentes, sin excepción.

Es sabido que también esta previsión revolucionaria de Lenin había de cumplirse con toda exactitud.

Clarividencia genial, capacidad de aprehender y adivinar rápidamente el sentido interno de los acontecimientos que se avecinaban:  éste era el rasgo peculiar de Lenin que le permitía elaborar una estrategia acertada y una línea de conducta clara en los virajes del movimiento revolucionario.






miércoles, 15 de enero de 2014

J.STALIN (SOBRE JEFATURA VII)




ENTREVISTA CON EL ESCRITOR
ALEMÁN EMILIO LUDWIG
(Extracto)

5 de diciembre de 1931

LUTDWIG: Le agradezco en extremo que haya tenido a bien recibirme. Llevo más de veinte años estudiando la vida y la actividad de eminentes personalidades históricas. Creo que conozco bien a la gente, pero, en cambio, no entiendo nada de las condiciones sociales y económicas.

STALIN: Es usted modesto en exceso.


LUDWIG: No; es exactamente como lo digo. Por esta precisa razón le haré preguntas que quizá le parezcan extrañas. Hoy mismo he visto aquí, en el Kremlin, algunas reliquias de Pedro el Grande, y la primera pregunta que quiero hacerle es la siguiente: ¿Admite usted un paralelo entre su persona y Pedro el Grande? ¿Se Considera usted como el continuador de la obra de Pedro el Grande?

STALIN: De ningún modo. Los paralelos históricos son siempre aventurados. Ese paralelo carece de sentido.

LUDWIG: Pero Pedro el Grande hizo mucho por el desarrollo de su país, para trasplantar a Rusia la cultura occidental.


STALIN. ― Sí, naturalmente, Pedro el Grande hizo mucho para elevar a la clase de los terratenientes y para desarrollar a la naciente clase de los comerciantes. Pedro el Grande hizo mucho por crear y consolidar el Estado nacional de los terratenientes y de los comerciantes. Tengo que añadir que la elevación de la clase de los terratenientes, la ayuda prestada a la clase naciente de los comerciantes y la consolidación del Estado nacional de esas clases se efectuaron a costa de los campesinos siervos, que eran esquilmados implacablemente.

En Cuanto a mí, no soy más que un discípulo de Lenin, y el fin de mi vida es ser su digno discípulo.

El objetivo a que he consagrado mi vida es la elevación de otra clase: la clase obrera. Mi objetivo no es consolidar un Estado "nacional" cualquiera, sino consolidar un Estado Socialista y, por lo tanto, un Estado internacional, cuyo robustecimiento contribuye Siempre a fortalecer a toda la clase obrera internacional. Si cada uno de mis pasos en la labor para elevar a la clase obrera y consolidar el Estado Socialista de esta clase no persiguiera el fin de asegurar y mejorar la situación de la clase obrera, estimaría que mi vida no tenía sentido.

Ya ve usted que su paralelo no es acertado. En Cuanto a Lenin y a Pedro el Grande, este último fue una gota de agua en el mar, y Lenin, todo un océano.

LUDWIG: El marxismo niega que el individuo desempeñe un gran papel en la historia. ¿No ve usted una contradicción entre la concepción materialista de la historia y el hecho de que usted reconozca, a pesar de todo, el gran papel de las personalidades históricas?

STALIN: No, no hay en esto ninguna contradicción. El marxismo no niega en modo alguno el papel de las personalidades eminentes, como tampoco niega que los hombres hacen La historia. En la Miseria de la filosofía y en otras obras de Marx puede usted hallar la afirmación de que son precisamente los hombres quienes hacen la historia. Pero, naturalmente, los hombres no hacen la historia obedeciendo a su fantasía, como les viene a la cabeza. Cada nueva generación encuentra condiciones determinadas, ya dadas cuando ella aparece. Y el valor que representan los grandes hombres depende de en qué medida saben comprender correctamente estas condiciones y cómo modificarlas. Si no comprenden estas condiciones y quieren modificarlas según les sugiere su fantasía, caen en la situación del Quijote. Así, pues, y exactamente según Marx, no se debe oponer los hombres a las condiciones. Son precisamente los hombres los que hacen la historia, pero sólo en la medida en que comprenden bien las condiciones dadas con que se encuentren y sólo en la medida en que comprenden cómo se debe modificarlas. Así es, por lo menos, como comprendemos a Marx nosotros, los bolcheviques rusos. Y hemos estudiado a Marx durante decenios.

LUDWIG. ­-— Hace aproximadamente treinta años, cuando estudiaba yo en la Universidad, muchos profesores alemanes, que se consideraban partidarios de la concepción materialista de la historia, nos inculcaban la idea de que el marxismo niega el papel de los héroes, el papel de las personalidades heroicas en la historia.

STALIN. ― Eran vulgarizadores del marxismo. El marxismo nunca ha negado el papel de los héroes. Por el contrario, reconoce que el papel que representan es considerable, pero con las reservas que acabo de hacer.






LENIN COMO ORGANIZADOR Y JEFE
DEL PARTIDO COMUNISTA DE RUSIA

23 de abril de 1920


Hay dos grupos de marxistas. Ambos actúan bajo la bandera del marxismo y Se consideran marxistas "genuinos". Sin embargo, distan mucho de ser idénticos. Es más: los separa un abismo, pues sus métodos de trabajo son diametralmente opuestos.

El primer grupo se limita, por lo común, a reconocer verbalmente el marxismo en lo externo, a proclamarlo solemnemente. Por incapacidad o por falta de deseo de penetrar en la esencia del marxismo, por incapacidad o por falta de deseo de llevarlo a la práctica, este grupo convierte los vivos y revolucionarios principios del marxismo en fórmulas sin vida y que nada dicen.

Este grupo no basa su actividad en la experiencia, en las enseñanzas del trabajo práctico, sino en citas de Marx. No saca sus instrucciones y directivas del análisis de la realidad viva, sino de analogías y de paralelos históricos. El divorcio entre las palabras y los hechos es el principal mal de este grupo. De aquí sus desilusiones y su eterno descontento con la suerte, que lo traiciona a cada paso y lo deja "con un palmo de narices". Este grupo lleva el nombre de menchevismo (en Rusia), de oportunismo (en Europa). El camarada Tyszka (Jogiches) caracterizó con bastante tino a este grupo en el Congreso de Londres, cuando dijo que no se mantenía en el punto de vista del marxismo, sino que yacía sobre él.

El segundo grupo, por el contrario, traslada el centro de gravedad del problema, del reconocimiento verbal del marxismo, a su aplicación, a su realización práctica. Este grupo concentra principalmente su atención en determinar las vías y los medios para la realización del marxismo que correspondan a la situación y en modificar esas vías y esos medios cuando la situación cambia. Este grupo no saca sus instrucciones y sus directivas de analogías y paralelos históricos, sino del estudio de las condiciones circundantes. Este grupo no basa su actividad en citas y máximas, sino en la experiencia práctica, comprobando cada paso suyo en la experiencia, aprendiendo de sus propios errores y enseñando a los demás a construir una nueva vida. Esto explica, en rigor, por que no hay divorcio entre las palabras y los hechos en la actuación de este grupo y por que en ella la doctrina de Marx conserva toda Su vital fuerza revolucionaria.

Se pueden aplicar con toda razón a este grupo las palabras de Marx de que los marxistas no pueden contentarse con interpretar el mundo, Sino que deben ir más lejos, para transformarlo. Este grupo lleva el nombre de bolchevismo, de comunismo.
El organizador y el jefe de este grupo es V. I. Lenin.


miércoles, 8 de enero de 2014

J.STALIN (SOBRE LA JEFATURA VI)








Recordad, amad, estudiad a Ilich, nuestro maestro, nuestro
jefe.
Luchad y venced a Ios enemigos interiores y exteriores, como
Io hacía Ilich.
Edificad Ia nuevo vida, el nuevo modo de vida, Ia nueva
cultura, como lo hacia Ilich.
Nunca; despreciéis lo pequeño en el trabajo, pues de lo pe-
queño se construye lo grande; en esto reside uno de los im-
portantes preceptos de Ilich.

J.Stalin


 21 de enero de 1925

 



HISTORIA DEL PARTIDO COMUNISTA (BOLCHEVIQUE)

Redactado por una comisión del CC del PCUS de la URSS
Aprobado en 1938 por el Comité Central

 (...)

La clase obrera de la Unión Soviética respondió a la muerte de Lenin apretando todavía más sus filas en torno al Partido leninista. En aquellos días luctuosos, todo obrero consciente meditó acerca de su actitud ante el Partido Comunista, el Partido que ponía en práctica los mandamientos de Lenin. Al Comité Central del Partido llegaron miles y miles de declaraciones de obreros sin partido pidiendo su ingreso en el Partido bolchevique. El Comité Central, haciéndose eco de este movimiento de los obreros de vanguardia, admitió su ingreso en masa en el Partido y abrió las puertas de éste a la promoción leninista. Ingresaron en el Partido nuevas decenas de millares de obreros. Ingresaron en él los que estaban dispuestos a dar la vida por la causa del Partido, por la causa de Lenin. En poco tiempo, pasaron a engrosar las filas del Partido bochevique más de 240.000 obreros. Se adhirió al Partido la parte más avanzada de la clase obrera, la más consciente y revolucionaria, la más audaz y disciplinada. Esta fué la promoción Ieninísta de nuevos afiliados al Partido.

La muerte de Lenin puso de manifiesto cuán estrechamente unido estaba el Partido bolchevique a las masas obreras y cuán entrañablemente querían estas al Partido leninista.En el II Congreso de los Soviets de la U.R.S.S., celebrado en los dias de duelo por la muerte de Lenin, el camarada Stalin pronunció, en nombre del Partido, un solemne juramento. En él dijo:


“Nosotros, los comunistas, somos hombres de un temple
especial. Estamos hechos de una trama especial. Somos los
que formamos el ejercito del gran estratega proletario, el ejér-
cito del camarada Lenin. No hay nada más alto que el honor
de pertenecer a este ejército. No hay nada superior al título de
miembro del Partido cuyo fundador y jefe es el camarada
Lenin . . .

Al dejarnos, el Camarada Lenin nos legó el deber de
mantener en alto y Conservar en toda su pureza el gran títu-
lo de miembro del Partido. Te juramos, camarada Lenin
que ejecutaremos con honor este mandato! . . .

Al dejarnos, el Camarada Lenin nos legó el deber de velar
por la unidad de nuestro Partido como por las niñas de
nuestros ojos. Te juramos, camarada Lenin, que ejecuta-
remos con honor también este mandato! . . .

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de con-
servar y fortalecer la dictadura del proletariado; te jura-
mos, camarada Lenin, que no escatimaremos esfuerzo para 
ejecutar con honor también este mandato! . . .

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de,
afianzar, con todas nuestras fuerzas, la alianza de los obre­
ros y campesinos. Te juramos, camarada Lenin, que eje-
cutaremos con honor igualmente este mandato!. . .

El camarada Lenin nos hablaba insistentemente de la ne-
cesidad de una alianza voluntaria y libre entre los pueblos
de nuestro país, de la necesidad de su colaboración fraternal
dentro del marco de la Unión Soviética. Al dejarnos, el
camarada Lenin nos legó el deber de reforzar y extender la
Union de las Repúblicas. Te juramos, camarada Lenin,
que ejecutaremos con honor también este mandato! . . .

Lenin nos indicó repetidas veces que el fortalecimiento
del Ejercito Rojo Y su perfeccionamiento constituye una de
las más importantes tareas de nuestro Partido. Juremos, pues,
camaradas, que no escatimaremos esfuerzo para fortalecer
nuestro Ejército Rojo Y nuestra Flota Roja! . . .


Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de
permanecer fieles a los principios de la
Internacional Comunista. Te juramos, camarada Lenin,
 que no regatearernos nuestra vida para fortalecer
y extender la unión de los trabajadores del mundo entero,
la Internacional Comunistal".


Tal fue el juramento del Partido bolchevique a su jefe, a Lenin, cuya obra perdurará a través de los siglos.

martes, 9 de abril de 2013

LA LUCHA CONTRA EL OPORTUNISMO - J. STALIN


J. STALIN

La lucha contra las desviaciones derechistas y “ultraizquierdistas”


[…]


II
Me parece que, en el problema de la lucha ideológica en el seno del Partido, Hansen predica una moral de cura, completamente inadecuada en un Partido Comunista. Por lo visto, no está contra la lucha ideológica, pero quisiera  sostener esa lucha de modo que no resultase ningún descrédito para los jefes de la oposición. Debo decir que semejante lucha no existe bajo la capa del cielo. Debo decir que el que admite la lucha sólo a condición de que no se comprometa en lo más mínimo a los jefes, niega, de hecho, la posibilidad de toda lucha ideológica en el seno del Partido. ¿Debemos poner al desnudo los errores de estos o aquellos dirigentes del Partido? ¿Debemos sacar esos  errores a la luz del día para que sea posible educar a las masas del Partido en los errores de los dirigentes? Yo creo que sí. Yo creo que no hay otros caminos para corregir los errores. Yo creo que el método de disimular los errores no es nuestro método. Pero de esto se infiere que la lucha en el seno del Partido y la corrección de los errores no pueden transcurrir sin que se comprometa de un modo u otro a estos o aquellos jefes. Quizá sea lamentable, pero no hay más remedio, ya que no podemos luchar contra lo inevitable.
Hansen pregunta: ¿debemos, en general, luchar tanto contra los  “ultraizquierdistas” como contra los derechistas? Claro que sí. Hace ya mucho que hemos resuelto este problema. No es eso lo que se discute. ¿En la lucha contra qué peligro debemos ahora hacer hincapié en dos Partidos distintos, en el francés y en el alemán, que no se encuentran en estos momentos en idéntica situación? Eso es lo que se discute. ¿Es casual que los franceses hayan presentado en el Presídium del C.E. de la I.C. una resolución contra los derechistas, y los alemanes una resolución contra los “ultraizquierdistas”? ¿Se habrán equivocado los franceses al hacer hincapié en la lucha contra los derechistas? ¿Por qué Hansen no ha intentado, entonces, presentar en el Presídium una contrarresolución sobre la lucha contra los “ultraizquierdistas” en Francia? ¿Se habrán equivocado los alemanes al hacer hincapié en la lucha contra los “ultraizquierdistas”? ¿Por qué Hansen y Ruth Fischer no han intentado, entonces, presentar en el Presídium una contrarresolución que hiciera hincapié en la lucha contra los derechistas? ¿Qué sucede? Sucede que no estamos ante el problema abstracto de la lucha contra los derechistas y los “ultraizquierdistas” en general, sino ante el problema concreto de las tareas inmediatas del Partido alemán en el momento presente. Y la tarea inmediata del Partido Comunista Alemán es vencer el peligro “ultraizquierdista”, como la tarea inmediata del Partido Comunista Francés es vencer el peligro derechista.

¿A que obedece, por ejemplo, el hecho bien conocido de que los Partidos Comunistas de Inglaterra, de Francia y de Checoslovaquia tengan ya importantes puntos de apoyo en el movimiento sindical de sus países, que se hayan abierto ya camino hacia las amplias masas de la clase obrera y que comiencen a ganarse la confianza, si no de la mayoría, sí de considerables masas de la clase obrera, mientras que en Alemania las cosas marchan todavía, en este sentido, muy despacio? Obedece esta circunstancia, ante todo, a que en el Partido Comunista Alemán todavía son fuertes los “ultraizquierdistas”, que aun ven con escepticismo los sindicatos, la consigna de frente único, la consigna de ganar a los sindicatos. Todos saben que los “ultraizquierdistas” defendían aún no hace mucho la consigna de “fuera de los sindicatos”. Todos saben que entre los “ultraizquierdistas” todavía no han desaparecido por entero hasta el presente las supervivencias de esa consigna antiproletaria. Una de dos: o el Partido Comunista Alemán logra extirpar rápida y resueltamente los prejuicios de los “ultraizquierdistas” en la cuestión de los métodos de trabajo entre las masas, derrotando en toda la línea, derrotando ideológicamente al grupo de Scholem; o no logra hacerlo, en cuyo caso la crisis en el Partido Comunista Alemán puede tomar un rumbo muy peligroso.
Se dice que en el campo de los “ultraizquierdistas” hay honrados obreros revolucionarios, a quienes no se debe ni conviene apartar. Esto es muy cierto. Tampoco nosotros proponemos que se les aparte. Y en vista de ello, tampoco incluimos en nuestro proyecto de resolución ninguna propuesta de apartar o de expulsar del Partido a los “ultraizquierdistas”, quienesquiera que sean, y mucho menos a los obreros. Pero ¿cómo se puede elevar a estos obreros hasta el nivel de conciencia del Partido leninista? ¿Cómo se les puede salvar de los extravíos en que se debaten ahora, por culpa de los errores y de los prejuicios de sus jefes “ultraizquierdistas”? Para eso existe sólo un procedimiento: el procedimiento de desautorizar políticamente a los jefes “ultraizquierdistas”, el procedimiento de poner al desnudo los errores “ultraizquierdistas” que desorientan a los obreros revolucionarios honrados y que les impiden emprender un ancho camino. ¿Podemos admitir, en las cuestiones de la lucha ideológica en el Partido y de la educación política de las masas, el podrido juego diplomático, la disimulación de los errores? No, no podemos. Eso sería engañar a los obreros. ¿Cuál es en tal caso, la salida? La única salida es poner al desnudo los errores de los jefes “ultraizquierdistas” y ayudar, de ese modo, a los obreros revolucionarios honrados a encontrar el camino acertado.

Se dice que el golpe contra los “ultraizquierdistas” puede suscitar la acusación de que el Partido Comunista Alemán se ha desviado hacia la derecha. Todo  eso son nimiedades, camaradas. En 1908, en la Conferencia de toda Rusia del Partido[4], cuando Lenin luchaba contra los “ultraizquierdistas” rusos, y los derrotó en toda la  línea, también había entre nosotros gentes que acusaban a Lenin de derechismo, de haberse desviado hacia la derecha. Sin embargo, todo el mundo sabe ahora que Lenin llevaba entonces razón, que su punto de vista era el único revolucionario, y que los “ultraizquierdistas” rusos, que hacían gala entonces de frases “revolucionarias”, eran, en realidad, unos oportunistas.
No debe olvidarse que los derechistas y los “ultraizquierdistas” son, en realidad, hermanos gemelos y que, en consecuencia, ocupan una posición oportunista, con la diferencia, sin embargo, de que los derechistas no siempre ocultan su oportunismo, mientras los izquierdistas siempre encubren su oportunismo con una fraseología “revolucionaria”. No podemos trazar nuestra política sobre la base de lo que digan de nosotros unos chismosos o unos filisteos. Debemos ir por nuestro camino con paso firme y seguro, sin importamos los chismes que puedan inventar contra nosotros gentes ociosas. Los rusos tienen un buen proverbio: “Los perros ladran, pero la caravana pasa”. No estaría de más que recordáramos este proverbio: puede sernos útil más de una vez.

Ruth Fischer dice que en el futuro puede plantearse en el Partido Comunista Alemán el peligro de derecha como problema inmediato del Partido. Es muy posible y hasta probable. Pero ¿que se deduce de ello? Ruth Fischer hace de esto la extraña deducción de que el golpe contra los “ultraizquierdistas” en Alemania, que ya ahora constituyen un peligro real, debe atenuarse, y que el golpe contra los derechistas, que pueden crear un grave peligro en el futuro, debe ser reforzado ya ahora. No cuesta trabajo comprender que tal planteamiento de la cuestión es un tanto ridículo y esencialmente falso. Hasta esa ridícula actitud podía llegar sólo un grupo diplomático que nada entre dos aguas, el grupo de Ruth Fischer—Maslow, empeñado en atenuar la lucha del Partido contra los “ultraizquierdistas” y, de ese modo, salvar, sustraer del golpe, al grupo de Scholem. En esto reside exclusivamente el sentido de la propuesta de Ruth Fischer. Creo que también en Francia debe existir un grupo diplomático intermedio parecido; empeñado en encubrir con discursos melifluos a los elementos derechistas del Partido Comunista Francés. Por eso, la lucha contra los grupos diplomáticos intermedios, tanto en el Partido alemán como en el francés, es la tarea del día.

Ruth Fischer afirma que, si se aprueba la resolución contra los  “ultraizquierdistas” en Alemania, eso sólo puede agravar la situación en el seno del Partido. Yo creo que Ruth Fischer quiere dilatar la crisis en el Partido Comunista Alemán, prolongarla y convertirla en una crisis crónica. Por eso, no podemos seguir el camino de Ruth Fischer, a pesar de toda su diplomacia y de sus dulces palabras a propósito de la paz en el Partido.

Yo creo, camaradas, que en el Partido alemán han cristalizado ya serios elementos marxistas. Yo creo que el actual núcleo obrero del Partido Comunista Alemán constituye el núcleo marxista que necesita este Partido. La tarea del Presidium del C.E. de la I.C. es apoyar a ese núcleo y ayudarle en la lucha contra todas las desviaciones, y, en primer lugar, contra la desviación “ultraizquierdista”. Por eso debemos aprobar la resolución dirigida contra los “ultraizquierdistas” de Alemania.



Publicado el 18 de febrero de 1926 en el núm. 40 de “Pravda







[4] Se alude a la V Conferencia del P.O.S.D.R., que se celebró del 3 al 9 de enero de 1909 (del 21 al 27 de diciembre de 1908, según el cómputo antiguo) en París. En la Conferencia, Lenin y los demás bolcheviques lucharon en dos frentes: contra los mencheviques liquidadores y contra los otsovistas o “liquidadores de izquierdas”. A propuesta de Lenin, la Conferencia condenó enérgicamente el liquidacionismo de los mencheviques y otsovistas y trazó la línea táctica de los bolcheviques en el período de la reacción (v. El P.C.U.S en las resoluciones y acuerdos de los Congresos y Conferencias y de los Plenos del C.C.”, parte I, págs. 195-205, ed. En ruso 1953, e “Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.”, págs. 171-173, ed. En español, Moscú, 1947).

miércoles, 25 de julio de 2012

MAKARENKO. EDUCACÍÓN COMUNISTA.


Epílogo
[“Poema Pedagógico”, Antón Makarenko]


Han pasado siete años. En general, todo esto ha ocurrido hace ya tiempo.
Pero todavía ahora recuerdo bien hasta el último movimiento del día en que se marchó el tren que se llevaba a Gorki. Nuestras ideas y nuestros sentimientos tendían aún en pos del tren, los ojos de los muchachos refulgían aún con el cálido brillo de la despedida, y en mi alma le llegó el turno a una pequeña y “simple” operación. A lo largo del andén estaban formados los gorkianos y los comuneros, brillaban las cornetas de las dos bandas y las astas de las dos banderas. Junto al andén vecino se disponía a partir el tren local de Rizhov. Zhurbín se me acercó:

- ¿Pueden subir los gorkianos?
- Sí.

Junto a mí pasaron corriendo los colonos hacia los vagones, llevando las cornetas. Y nuestra vieja bandera, bordada de seda. Un minuto más tarde, en todas las ventanillas del tren aparecieron ramilletes de muchachas y muchachos, que me miraban entornando los ojos y gritaban:

- ¡Antón Semiónovich, venga a nuestro vagón!
- ¿Usted no viene? ¿Se marcha con los comuneros?
- ¿Y mañana a la colonia?

En aquel entonces yo era un hombre fuerte, y sonreí a los muchachos. Cuando se me acercó Zhurbín, le entregué la orden en que se decía que, a consecuencia de mi marcha de “vacaciones”, la dirección de la colonia le era confiada a él.

Zhurbín contempló, perplejo, la orden:

- Entonces, ¿es el fin?
- El fin -asentí yo.
- ¿Cómo...? -empezó a decir Zhurbín, pero el conductor le ensordeció con su silbato y Zhurbín no dijo nada, sacudió la mano y se fue, volviendo el rostro para que no le viesen desde las ventanillas de los vagones.

Partió el tren de cercanías. Los ramos de muchachos desfilaron ante mí como en una fiesta. Me gritaban: “Hasta la vista”, y en broma, alzaban los gorros con dos dedos. En la última ventanilla estaba Korotkov. Sonrió en silencio y me saludó.
Salí a la plaza. Los comuneros me esperaban formados. Di la voz de mando y, atravesando la ciudad, nos dirigimos hacia la comuna.

* * * * * *

No volví más a Kuriazh.
Desde entonces han transcurrido siete años soviéticos y esto es mucho más que si dijéramos siete años imperiales. Durante este tiempo, nuestro país ha recorrido el glorioso camino del primer Plan quinquenal y la mayor parte del segundo; durante este tiempo, el mundo ha aprendido a respetar la llanura oriental de Europa más que en los tres siglos de los Románov. Durante este tiempo, nuestros hombres han echado nuevos músculos y ha crecido nuestra nueva intelectualidad.
Mis gorkianos han crecido también. Se han dispersado por todo el mundo soviético, y para mí es difícil ahora congregarles aunque sea en la imaginación. Cuesta trabajo encontrar al ingeniero Zadórov, metido en una de las grandiosas construcciones del Turkmenistán; no es fácil concertar una entrevista con el médico del Ejército Especial del Extremo Oriente,  Véshnev, o con el médico de Yaroslav, Burún. Hasta Nísinov y Zoreñ, con todo lo pequeños que eran, volaron de mi lado agitando las alas, sólo que ahora sus alas no son las de antes, no son las suaves alas de mi simpatía pedagógica, sino las alas aceradas de los aviones soviéticos. Tampoco se equivocaba Shelaputin al afirmar que sería aviador; también sigue la senda de los aviadores Shurka Zheveli, sin querer imitar a su hermano mayor, que ha elegido el destino de marino en el Ártico.

En su tiempo, los camaradas que visitaban la colonia solían preguntarme:

- Oiga usted, se dice que entre los niños desamparados hay muchos chicos de talento, con capacidad creadora... ¿Es verdad que hay entre ellos escritores o artistas?

Claro está que había entre nosotros artistas y escritores; sin ellos, ninguna colectividad puede existir; sin ellos, ni siquiera se podría hacer un periódico mural. Pero, al mismo tiempo, debo reconocer con tristeza que de los gorkianos no han salido ni escritores, ni artistas, y no por falta de talento, sino por otras causas: la vida los absorbió con sus exigencias prácticas e inmediatas.

Tampoco de Karabánov salió un agrónomo. Terminó los estudios en el Rabfak de Agronomía, pero no pasó al Instituto.

- ¡Que se vaya al cuerno la agricultura! -me dijo con decisión-. Yo no puedo vivir sin muchachos. ¡Y cuántos buenos chicos andan todavía haciendo el tonto por el mundo! Ya que usted, Antón Semiónovich, se dedicó a este trabajo, también yo puedo hacerlo.

Así entró Karabánov en la senda heroica de la educación socialista y no la ha traicionado hasta el día de hoy, aunque le ha tocado un sino más difícil que a cualquier otro asceta. Semión se casó con la muchacha de Chernígov, y les creció un chiquillo de tres años, tan fogoso como el padre y con los ojos tan negros como los de la madre. Y este hijo fue degollado en pleno día por uno de los educandos de Semión, un anormal enviado a su casa de “muchachos difíciles”, que había cometido ya más de una vez cosas semejantes. Pero ni siquiera después de eso vaciló Semión, y no abandonó nuestro frente, no gimió ni maldijo a nadie; sólo me escribió una breve carta, en la que no había tanto dolor como asombro.

Tampoco Matvéi Belujin llegó al Instituto. Inesperadamente, recibí de él esta carta:

Con toda intención, Antón Semiónovich, no le he hablado de esto; perdóneme usted, pero yo no tengo nada de ingeniero; por vocación, soy militar. Y actualmente me encuentro en una Escuela de Caballería. Claro está que me he conducido como un cerdo por haber abandonado el Rabfak. La cosa no ha salido bien. Pero usted escríbame una carta tan sólo; de lo contrario, no estaré tranquilo.

Cuando no están tranquilos hombres como Belujin, aún se puede vivir. Y se puede vivir todavía mucho tiempo si jefes como Belujin mandan los escuadrones soviéticos. Y aún más profundamente creí en ello cuando vino a verme Matvéi, luciendo ya sus distintivos de oficial, hecho un hombretón, alto, enérgico, fuerte: “todo un hombre”.

Y no sólo vino a verme Matvéi. También vinieron otros, sin que pudiera acostumbrarme a ver que ya eran hombres hechos y derechos, personas mayores: Osadchi, tecnólogo; Misha Ovcharenko, chófer; el hidrotécnico del Transcaspio, Oleg Ognev; la maestra Marusia Lévchenko; el ferroviario Soroka; el electricista Vólojov; el ajustador Korito; el contramaestre de una estación de máquinas y tractores Fedorenko; y los activistas del Partido Aliosha Vólkov, Denís Kudlati y Zhorka Vólkov, y Mark Sheinhaus, tan sensible como antes, pero con un auténtico carácter bolchevique, y otros muchos.

Sin embargo, he perdido a muchos durante estos siete años. En no sé qué mar caballuno se ha hundido y no responde Antón Brátchenko; en alguna parte han desaparecido el optimista Lápot, el buen zapatero Gud y el gran constructor Taraniets. No me apeno por ello, ni reprocho su olvido a esos muchachos. Nuestra vida está demasiado colmada, y no es necesario recordar siempre los caprichosos sentimientos de los padres y de los pedagogos. Además, “técnicamente” es imposible reunirlos a todos. ¡Cuántos muchachos y muchachas pasaron por la colonia Gorki, no nombrados aquí, pero igual de reales, igual de próximos y amigos! Desde la muerte de la antigua colectividad de la colonia Gorki, han transcurrido siete años, y todos estos años están llenos del mismo flujo turbulento de las filas juveniles, de su lucha, de sus derrotas y sus triunfos, y del brillo de los ojos conocidos y del juego de las sonrisas conocidas.

La colectividad de la comuna Dzerzhinski vive también ahora plenamente, y acerca de esta vida cabe escribir diez mil poemas.

En el País Soviético se escribirán muchos libros sobre la colectividad, porque la Unión Soviética ha pasado a ser, principalmente, un país de colectividades. Se escribirán, claro está, libros más inteligentes que los que escribieron mis amigos, los olímpicos, que definían así a la colectividad:

“La colectividad es un grupo de individuos que actúan de un modo coordinado y reaccionan conjuntamente ante unos u otros estímulos.”

Tan sólo cincuenta muchachos gorkianos llegaron un día brumoso de invierno a las bellas habitaciones de la comuna Dzerzhinski, pero llevaban consigo un conjunto de hallazgos, de tradiciones y de habilidades, un surtido completo de técnica colectiva, la joven técnica del hombre liberado del amo. Y sobre una base nueva y sana, rodeada de la solicitud de los chequistas y apoyada cada día por su energía, su cultura y su talento, la comuna se transformó en una colectividad de cegador encanto, de verdadera riqueza de trabajo, de alta cultura socialista, eliminando casi por completo el ridículo problema de la “corrección del hombre”.

Los siete años de la vida de los comuneros son también siete años de lucha, siete años de gran tensión.

Hace ya tiempo, mucho tiempo, que se olvidaron, se destrozaron y quemaron en las calderas los talleres de chapa de madera de Salomón Borísovich. Y el propio Salomón Borísovich fue sustituido por decenas de ingenieros, muchos de los cuales merecen ser citados junto a los más dignos de la Unión Soviética.

En el año 31, los comuneros construyeron su primera fábrica, una fábrica de instrumentos eléctricos. En una nave clara y espaciosa, adornada de flores y de retratos, ocuparon su puesto decenas de ingeniosísimos tornos. Ya no son calzones, ni camas de hierro lo que sale de las manos de los comuneros, sino máquinas esbeltas y complicadas, que tienen cientos de piezas, y en las que “alientan las integrales”.

Y el aliento de las integrales agita y emociona también a la sociedad de los comuneros, igual que hace poco tiempo aún nos emocionaban la remolacha, las vacas  Simmenthal, los Vasili Vasilievich y los Molodiets.

Cuando salió del taller de montaje la gran taladradora marca FD-3 y fue colocada sobre el banco de pruebas, Vaska Alexéiev, convertido en hombre hacia ya mucho tiempo, dio al conmutador eléctrico y dos decenas de cabezas -ingenieros, comuneros, obreros- se inclinaron, inquietas, sobre su zumbido. El ingeniero jefe Gorbunov dijo angustiado:

- Chispea...
- ¡Chispea la maldita! -confirmó Vaska.

Ocultando su pena con una sonrisa, llevaron la taladradora al taller, dedicaron tres días a examinarla, a comprobarla, manejando radicales y logaritmos y revisando planos. Las puntas de los compases caminaban por los planos, los sensibles pulimentadores “Kehlenberg” limaban los últimos detalles, los dedos sensibles de los muchachos montaban las piezas más finas, mientras sus sensibles almas esperaban con inquietud la nueva prueba.

Tres días después, de nuevo se colocó la FD-3 en el banco de pruebas, de nuevo dos decenas de cabezas se inclinaron sobre ella y de nuevo el ingeniero jefe Gorbunov dijo angustiado:

- Chispea...
- ¡Chispea la miserable! -repitió Vaska Alexéiev.
- La norteamericana no chispeaba -recordó con envidia Gorbunov.
- No chispeaba -corroboró Vaska.
- Sí, no chispeaba -confirmó otro ingeniero más.
- ¡Claro está que no chispeaba! -repitieron a coro todos los muchachos, no sabiendo con quién enfadarse: si consigo mismo, con los tornos, con el sospechoso acero número cuatro, con las muchachas bobinadoras o con el ingeniero Gorbunov.

Y, de pronto, entre la muchedumbre juvenil se alzó de puntillas Timka Odariuk, mostró a todos su pecosa fisonomía de pelirrojo, y ocultando los ojos bajo sus párpados, enrojeció y dijo:

- La norteamericana chispeaba exactamente igual...
- ¿Tú cómo lo sabes?
- Me acuerdo de cuando la probamos. Y debe chispear, porque tiene un ventilador igual...

No se le hizo caso a Timka. De nuevo se llevó la taladradora al taller, de nuevo comenzaron a trabajar sobre ella los cerebros, los tornos y los nervios. La temperatura de la colectividad aumentaba visiblemente. La inquietud embargó los dormitorios, las aulas, el club.

En torno a Odariuk se congregó todo un grupo de partidarios.

- Claro, los nuestros, naturalmente, están acobardados, porque es su primera máquina, pero las norteamericanas chispean más aún.
- ¡No!
- ¡Chispean!
- ¡No!
- ¡Chispean!

Y, por fin, nuestros nervios no resistieron. Enviamos emisarios a Moscú, imploramos a los superiores.

- Dennos una “Black and Decker”.

Nos la dieron.

La máquina norteamericana fue traída a la comuna y colocada en el banco de pruebas. Ya no se inclinaban sobre el banco dos decenas de cabezas, sino el taller entero, trescientas inquietudes. Vaska, muy pálido, conectó la corriente. Los ingenieros contuvieron el aliento. Y, en medio del zumbido de la máquina, Odariuk exclamó con voz inesperadamente alta:

- ¿No os lo decía yo...?

Y en aquel momento se alzó sobre la comuna un suspiro de alivio que voló hacia los cielos, y en su lugar hubo un revoltijo de caras solemnes y sonrisas.

- ¡Timka decía la verdad!

Hace tiempo que hemos olvidado ese día emocionante, porque hace tiempo que fabricamos cincuenta máquinas diarias y hace tiempo que han dejado de chispear, porque, si bien Timka decía la verdad, había otra verdad en el respirar de la integral y en el ingeniero Gorbunov:

- ¡No debe chispear!

Nos olvidamos de todo eso, porque nos absorbieron nuevas preocupaciones y nuevos asuntos.

En 1932 se dijo en la comuna:

- ¡Haremos “Leicas” (1)!

Eso lo dijo un chequista, revolucionario y obrero, y no un ingeniero, ni un óptico, ni un constructor de aparatos fotográficos. Y otros chequistas, revolucionarios y bolcheviques, dijeron:

- ¡Que los comuneros hagan “Leicas”!

En aquel instante, los comuneros no se emocionaron:

- ¿”Leicas”? ¡Claro que haremos “Leicas”!

Pero cientos de personas -ingenieros, ópticos, constructores- respondieron:

- ¿”Leicas”? ¿Vosotros? ¡Ja, ja!...

Y comenzó una nueva lucha, una complicadísima operación soviética de las muchas que se llevaron a cabo durante esos años en nuestra patria. En esta lucha participaron miles de alientos distintos, de vuelos de ideas, de vuelos en aviones soviéticos, de planos, de experimentos, de silenciosas liturgias de laboratorio, de polvo de ladrillo de las construcciones y... de ataques reiterados, ataques insistentes, de embestidas, desesperadamente tenaces de las filas comuneras en los talleres, conmocionados por los reveses. Y, alrededor, los mismos suspiros de duda, los mismos ojos entornados tras los cristales de las gafas:

- ¿”Leicas”? ¿Esos niños? ¿Cristales con una exactitud de micrón? ¡Je, je!

Pero quinientos muchachos y muchachas se habían lanzado ya al mundo de los micrones, a la finísima telaraña de los exactísimos tornos, al delicadísimo ambiente de los desvíos técnicos admisibles, de las tolerancias, de las aberraciones esféricas y de las curvas ópticas y, riéndose, contemplaban a los chequistas.

- Nada, muchachos, no tengáis miedo -decían éstos.

En la comuna se construyó una bella y espléndida fábrica de aparatos FED (2) (tipo Leica), rodeada de flores, de asfalto, de surtidores. Hace días los comuneros depositaron sobre la mesa del Comisariado del Pueblo su máquina N° 10.000, una máquina impecable y elegante.

Muchas cosas han pasado ya y muchas cosas se han olvidado. Hace tiempo que yace en el olvido el heroísmo primitivo, el lenguaje del hampa y otras supervivencias. Cada primavera, el Rabfak de la fábrica envía a las instituciones de enseñanza superior a decenas de estudiantes, y muchas decenas de ellos están ya a punto de terminar los estudios: futuros ingenieros, médicos, historiadores, geólogos, pilotos, constructores de barcos, radiotelegrafistas, pedagogos, músicos, artistas, cantantes. Cada verano, estos intelectuales visitan a sus hermanos obreros -los torneros, los fundidores, los mecánicos de precisión-, y entonces comienza la marcha anual de verano. Estas marchas constituyen una nueva tradición. Las columnas de comuneros han recorrido muchos miles de kilómetros, de a seis en fila como antes, con la banda de música y la bandera por delante. Han recorrido el Volga, Crimea, el Cáucaso, Moscú, Odesa, las costas del Mar de Azov.

Pero también en la comuna, en las marchas de verano, en los días en que “chispea”, y en los días en que la vida de trabajo de los comuneros se desliza suavemente, sale a la terracilla un muchachito de cabeza redonda y ojos claros, alza la corneta al cielo y toca una breve señal: “reunión de jefes”. Y, lo mismo que en tiempos lejanos, los jefes se sientan junto a la pared, los curiosos permanecen en la puerta, los pequeños se acomodan en el suelo. Y con la misma sarcástica seriedad el secretario del Soviet de jefes dice al nuevo culpable:

- ¡Sal al centro!... ¡Ponte firme y explica cómo y por qué!

Y también ocurre, a veces, que se resisten algunos caracteres y, como una colmena, zumba, inquieta, la colectividad y se lanza al lugar del peligro. E igualmente de difícil y complicada continúa siendo la ciencia de la pedagogía.

Sin embargo, ya es más fácil. Está lejos, muy lejos, mi primer día gorkiano, lleno de vergüenza y de impotencia, y ahora me parece un cuadro muy pequeño en el estrecho cristal de un panorama de fiesta. Ya es más fácil. Ya en muchos lugares de la Unión Soviética se han anudado los fuertes lazos de una importante obra pedagógica, y el Partido descarga los últimos golpes sobre los últimos nidos de la infancia desmoralizada e infeliz.

Y tal vez se deje muy pronto de escribir en nuestro país “poemas pedagógicos” y se escriba un libro simple y práctico: “Método de la educación comunista”.


Járkov, 1925-1935.


Notas
(1).- Máquina fotográfica.
(2).- Marca de la fábrica de máquinas fotográficas, compuesta por las iniciales de Félix Edmúndovich Dzerzhinski.