
domingo, 10 de agosto de 2014
viernes, 1 de agosto de 2014
jueves, 24 de julio de 2014
SEMANA INTERNACIONAL DEL NIÑO
N.KRUPSKAYA
(Artículo publicado en
«Pravda», año 1923)
El
Comité Ejecutivo de la
Internacional juvenil Comunista ha Dispuesto que se celebre la III Semana
Internacional del Niño desde el 24 al 30 de julio. El movimiento infantil de
Rusia está todavía en la fase de organización y aprovechamos la «Semana del
Niño» para hacer propaganda de este movimiento.
«¿Qué
falta hace un movimiento infantil, una organización de niños? Cuando crezcan y
empiecen a comprender algo que entren el komsomol; ¿qué entienden los niños?
Dejadlos que jueguen y estudien» - suelen decir algunos camaradas.
En
los jóvenes Pioneros, como se llama la organización comunista infantil, pueden
ingresar los muchachos y las muchachas a partir de los 11 años.
Los
jóvenes Pioneros se esfuerzan en educar los instintos colectivistas en sus
afiliados, acostumbrándolos a compartir las alegrías y las penas con la
colectividad, a no separarse de ella y a pensar en que son miembros de la
colectividad, se esfuerzan en formar hábitos colectivistas, es decir, el arte
de trabajar y actuar colectivamente, de manera organizada, supeditando su
voluntad a la colectividad, de llevar a cabo sus iniciativas a través de ella,
conquistando la opinión de la colectividad y, por fin, procuran forjar la
conciencia comunista de los niños, contribuyendo a que comprendan que son miembros de la clase
obrera que lucha por la dicha de la humanidad, miembros del gran ejército del
proletariado internacional.
La
sola enumeración de estas tareas muestra que cuanto antes se incorporen los
niños al movimiento infantil tanto mejor será. A los hijos de los obreros se
les oye decir con frecuencia: «No vemos nunca al padre, por el día trabaja y
por la tarde va a las reuniones». La madre también trabaja o está absorbida por
los quehaceres domésticos y el cuidado de los hijos. Los chicos de los obreros
crecen a la buena de Dios: bien están en casa sin ver nada, haciendo travesuras
por aburrimiento, o bien caen bajo la influencia de la calle. La organización
infantil les proporcionara muchas emociones jubilosas, campo para que apliquen
sus fuerzas y desarrollen su actividad y alimento a sus mentes.
La
organización de pioneros no debe parecerse a la de los adultos. Sería un gran
mal si fuera copia de la organización de los mayores, pero debe estar saturada
de espíritu comunista.
Ante
todo ha de hacer sentir a los niños muchas emociones jubilosas. Los coros, los
juegos, las excursiones al campo, la poesía de los cuentos en torno a la
hoguera, las visitas a las fábricas y la participación en las fiestas
proletarias dejan una impresión que no se borra en toda la vida, y unen todas
estas emociones con la idea de la organización, de la colectividad. La
participación en las fiestas proletarias, las visitas a los clubs obreros, a
las fábricas y la asistencia a las reuniones de los trabajadores ligan con
fuertes lazos a los niños de la clase obrera, lazos que hay que robustecer por
todos los medios. Las secciones de mujeres, las células del Partido y los sindicatos
deben patrocinar a los pioneros y no regatear esfuerzos para fortalecer en los
niños el espíritu de la solidaridad de clase.
Durante
la semana del movimiento infantil, las organizaciones obreras deben apadrinar a
los pioneros, organizar excursiones, mostrarles su trabajo, hablarles de el,
designar a obreros y obreras que hablen de su infancia v de su lucha a los
niños, en una palabra, la clase obrera debe prohijar durante la «semana del
niño» a los pioneros.
Los
chicos son chicos. Por eso los jóvenes Pioneros prestan gran atención a los
juegos. El juego es una necesidad del organismo infantil en desarrollo,
acrecienta las fuerzas físicas de los niños, hace más firme la mano, más ágil
el cuerpo, más certero el ojo y desarrolla la inteligencia, el ingenio y la
iniciativa. En el juego adquieren los niños hábitos de organización, entereza,
y
aprenden a sopesar las circunstancias, etc. Pero
hay juegos y juegos. Hay juegos que fomentan la crueldad, la grosería, el odio
nacional, que influyen nocivamente en el sistema nervioso, que exaltan y
estimulan la vanidad. Hay otros que tienen gran valor educativo, que fortalecen
la voluntad y el sentido de la justicia, que enseñan a ayudar en la desgracia,
etc. Por medio de los juegos se puede hacer de un niño una bestia y se puede
hacer un comunista. Los pioneros se plantean esta última tarea y los Komsomoles
les ayudan a cumplirla.
Los
pioneros no se ocupan solamente de los juegos. Los niños de nuestros dias han
visto y oído mucho y sienten el deseo de participar en la lucha por la dicha de
la humanidad, en la construcción de la nueva vida. Aunque su labor colectiva no
sea mucha - recoger hierbas medicinales, plantar flores delante de las
fábricas, hacer camisitas para las casascuna, distribuir invitaciones para los
actos, adornar los clubs obreros, etc.-, les hace pensar en que son miembros
útiles de la sociedad y les da ánimos para trabajar. Es necesario que todas las
instituciones soviéticas presten atención a los pioneros y les den la
posibilidad de trabajar en nuevas ramas.
El
movimiento infantil tiene gran valor para la escuela, ya que proporciona
hábitos que contribuyen a organizar acertadamente la autogestión de los niños
en ella y propician la aplicación de nuevos métodos de enseñanza. El movimiento
infantil acrecienta en los alumnos el interés por el estudio y el ansia de
saber. De ahí que los maestros avanzados lo vean con satisfacción. Durante la Semana Internacional
del movimiento infantil, las escuelas deben abrir de par en par las puertas a
los pioneros. Los pioneros deben ayudar con entusiasmo a los maestros a
organizar la nueva escuela y deben ser la solera de ella.
En
la semana que va del 24 al 30 de julio hay que echar los cimientos del
movimiento infantil en la
Federación Rusa.
Descargar "Pequeños Guardias Rojos":
https://drive.google.com/file/d/0B0cNhGDp1iorTXFma3BDTFNlMEk/edit?usp=sharing
Etiquetas:
educacion,
moral comunista,
pioneros
viernes, 18 de julio de 2014
LA CRISIS REVOLUCIONARIA Y LA SOCIALDEMOCRACIA.
PROGRAMA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA
II.LA CRISIS GENERAL DEL CAPITALISMO Y LA PRIMERA
FASE DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL
(VI
CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA)
2.
La crisis revolucionaria y la socialdemocracia contrarrevolucionaria.
En
el curso de la revolución mundial, los jefes socialdemócratas, por un lado, y
las organizaciones capitalistas de combate de tipo fascista, por otro, han
adquirido una significación especial como fuerzas contrarrevolucionarias de la
mayor importancia, que han luchado activamente contra la revolución y que han
prestado un apoyo a la estabilización parcial capitalista.
La
crisis producida por la guerra de 1914-1918, vióse acompañada de la ignominiosa
bancarrota de la Internacional
socialdemócrata, de la II
Internacional. En contradicción completa con la tesis del Manifiesto
Comunista, de Marx y Engels, según la cual los proletarios no tienen patria en
el régimen capitalista, en oposición absoluta a las resoluciones contra la
guerra tomadas por los congresos de Stuttgart y de Basilea, los líderes de los
partidos socialdemócratas nacionales, salvo contadas excepciones, votaron en
favor de los créditos de guerra, proclamaronse defensores decididos de las
«patrias» imperialistas (o, lo que es lo mismo, de las organizaciones estatales
de la burguesía imperialista), y, en vez de luchar contra la guerra
imperialista, se convirtieron en fieles soldados, propagandistas y cantores del
socialchauvinismo, transformado bien pronto en socialimperialismo. En el
período que siguió inmediatamente a la guerra, la socialdemocracia apoyó los
tratados de rapiña (Brest, Versalles); Se puso de un modo activo al lado de los
generales cuando las revoluciones proletarias eran abogadas en sangre (Noske);
luchó con las armas en la mano contra la primera república proletaria (Rusia de
los soviets); traicionó pérfidamente al proletariado en el poder (Hungría);
entró en la Sociedad de las Naciones imperialistas (Thomas, Paul Boncour,
Vandervelde); se colocó directamente al lado de los imperialistas contra los
esclavos coloniales (Partido Laborista ingles); apoyó activamente a los
verdugos mas reaccionarios de la clase obrera (Bulgaria, Polonia), tomó sobre
sí la iniciativa de las «leycs militares» imperialistas (Francia); traicionó la
gran huelga general del proletariado ingles; contribuyó a ahogar la huelga de
los mineros, ayudó y ayuda a estrangular a China y a la India (gobierno
MacDonald); es el agente de propaganda de la Sociedad de las Naciones
imperialistas, es el heraldo del capital y el centro de organización de la
lucha contra la dictadura del proletariado en la URSS (Kautsky, Hilferding). La
socialdemocracia realiza esta política contrarrevolucionaria de un modo
sistemático operando activamente por medio de sus dos alas: el ala derecha,
abiertamente contrarrevolucionaria, necesaria para las negociaciones y la
relación directa con la burguesía, y el ala izquierda, para poder engañar de un
modo particularmente sutil a los obreros. La socialdemocracia de “izquierda”,
sin dejar de esgrimir la frase pacifista y, a veces, la frase revolucionaria
inclusive, de hecho se coloca contra los obreros, particularmente en los momentos
más críticos (los «independientes» ingleses y los jefes de «izquierda» del
Consejo General durante la huelga general de 1926. Otto Bauer y Cía., durante
la insurrección vienesa, etcétera), siendo, por consiguiente, la fracción más
perniciosa de los partidos socialdemócratas. Sin dejar de servir los intereses
de la burguesía en el terreno de la colaboración de clases y de la coalición con
la burguesía, la socialdemocracia se ve obligada, en ciertos periodos, a pasar
a la situación de partido de oposición e incluso a simular la defensa de los intereses del proletariado en su lucha económica con un solo objetivo:
Conquistar la confianza de una parte de la clase obrera y, gracias a ello,
traicionar de un modo todavía más vergonzoso sus intereses permanentes durante
las contiendas decisivas de clase.
La
función esencial de la socialdemocracia en la actualidad consiste en socavar la
unidad de combate necesaria del proletariado en su lucha contra el
imperialismo. Al escindir y desmoralizar el frente único de la lucha proletaria
contra el capital, la socialdemocracia se trueca en el sostén más firme del
imperialismo en el seno de la clase obrera.
La
socialdemocracia internacional de todos los matices, la Segunda internacional y
su sucursal sindical, la Internacional de Amsterdam, se han convertido, pues,
en la reserva de la sociedad burguesa, en su apoyo más seguro.
3. La crisis del capitalismo y el fascismo.
Al
lado de la socialdemocracia, por cuya mediación la burguesía aplasta a los obreros
y adormece su sensibilidad de clase, entra en acción el fascismo.
La
época del imperialismo, la exacerbación de la lucha de clases y la acumulación,
particularmente después de la guerra imperialista mundial, de los elementos de
guerra civil, han determinado la quiebra del parlamentarismo. De aquí «nuevos»
métodos y formas de gobierno (por ejemplo, el sistema de gabinetes poco
numerosos, la creación de grupos oligárquicos que actúan tras cortina, la
degeneración y la falsificación de las funciones de la «representación
nacional», la limitación y la supresión de las «libertades democráticas»,
etcétera). Este proceso de ofensiva de la reacción burguesa-imperialista
adopta, en condiciones históricas determinadas, la forma del fascismo. Dichas
condiciones son: la inestabilidad de las relaciones capitalistas; la existencia
de un gran número de elementos sociales desplazados; la pauperización de
grandes sectores de la pequeña burguesía urbana y de los intelectuales; el
descontento de la pequeña burguesía agraria y, finalmente, la amenaza constante
de acciones de masa proletarias. Con objeto de asegurarse un poder mas estable,
más firme, más duradero, la burguesía se ve obligada cada día más a pasar del
sistema parlamentario al método fascista, que no se halla sujeto a las
relaciones y combinaciones entre partidos. Este método es el de la dictadura
directa, cuya verdadera faz se halla ideológicamente cubierta por medio de
«ideales nacionales», representaciones «profesionales» (es decir, grupos
diversos de las clases dominantes), y el método de utilización del descontento
de la pequeña burguesía y de los intelectuales mediante una demagogia social
particular (antisemitismo, ataques parciales al capital usurario, indignación
ante el charlatanismo parlamentario) y la corrupción bajo la forma de creación
en la milicia fascista, en el aparato del partido y entre los funcionarios de
una jerarquía cohesionada y bien retribuida. Al mismo tiempo, el fascismo hace
esfuerzos para introducirse en los medios obreros, reclutando a los elementos
más atrasados, explotando su descontento y la pasividad de la socialdemocracia,
etcétera. El objetivo principal del fascismo consiste en la devastación de la
vanguardia obrera revolucionaria, es decir, el sector comunista del
proletariado y, particularmente, sus militantes más activos. La combinación de
la demagogia social, de la corrupción y del terror blanco, al lado de una agresividad
imperialista extrema en la esfera de la política exterior, constituyen los rasgos más salientes del fascismo.
Después de haber sido utilizada la fraseología anticapitalista en los períodos
particularmente críticos para la burguesía, el fascismo, sintiéndose firme en
el poder, ha ido perdiendo por el camino sus oropeles anticapitalistas, para
manifestarse cada vez más como la dictadura terrorista del gran capital.
Con
objeto de adaptarse a las modificaciones de la coyuntura política, la burguesía
utiliza alternativamente los métodos fascistas y los métodos de coalición con
la socialdemocracia, dándose el caso de que, a menudo, esta última desempeña
abiertamente un papel fascista. En el curso de los acontecimientos manifiesta
tendencias fascistas, lo cual no le impide, en otras circunstancias políticas,
agitarse contra el gobierno burgués en calidad de partido de oposición. El
método fascista y el de coalición con la socialdemocracia, que no son
habituales para el capitalismo «normal» y constituyen un signo de la crisis capitalista
general, son utilizados por la burguesía para retrasar la marcha progresiva de
la revolución.
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socialdemocracia
miércoles, 9 de julio de 2014
LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y LA LUCHA POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO
VI. LA ESTRATEGIA Y LA TÁCTICA
DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN LA LUCHA POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO.
(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA: PROGRAMA)
1. Las ideologías
adversas al comunismo en la clase obrera.
(...)
En el terreno teórico, la socialdemocracia ha
traicionado al marxismo, completamente, pasando, a través de la etapa
revisionista, al reformismo liberalburgués definido y, abiertamente, al
socialimperialismo. Las enseñanzas de Marx sobre las contradicciones del
capitalismo han sido remplazadas por ella por la teoría de su evolución
armónica, las enseñanzas sobre las crisis y la pauperización del proletariado
las ha relegado al archivo; la teoría inflamada de la lucha de clases, llena de
amenazas, la ha convertido en prédica vulgar de la paz social; las enseñanzas
sobre la exacerbación de las contradicciones de clase han sido remplazadas por
la fabula pequeñoburguesa de la «democratización» del capital; la teoría de lo
inevitable de las guerras imperialistas en el régimen capitalista, por la farsa
burguesa del pacifismo y la prédica del «ultraimperialismo»; la teoría del
derrumbamiento revolucionario del capitalismo, la ha cambiado por la moneda
falsa del capitalismo «sano» que se transforma pacíficamente en socialismo; la
revolución la ha reemplazado por la evolución, la destrucción del estado
burgués, por su edificación activa; las enseñanzas sobre la dictadura del
proletariado por la teoría de la coalición con la burguesía; las enseñanzas
sobre la solidaridad internanacional, por las de la defensa de las patrias
imperialistas; el materialismo-dialéctico de Marx, por la filosofía idealista y
el coqueteo con los desechos religiosos de la burguesía.
En el interior de este reformismo
socialdemocratico se manifiesta una serie de tendencias particularmente
características desde el punto de vista de la degeneración burguesa de la
socialdemocracia.
El «socialismo
constructivo» (Macdonald y compañía), cuya sola denominación indica la
idea de luchar contra la revolución del proletariado y de respeto al régimen
capitalista, continúan las tradiciones liberalfilantrópicas,
antirrevolucionarias y burguesas del fabianismo (los Web, B. Shaw, lord
Olivier, etcétera). Al rechazar, por principio, la dictadura del proletariado y
todo «procedimiento de violencia» en general, contra la burguesía, el «socialismo
constructivo» apoya la lucha violenta contra el proletariado y los pueblos
coloniales. Al mismo tiempo que es el apologista del estado capitalista, que
predica, con el nombre de socialismo, el capitalismo de estado, que proclama
-junto con los ideólogos más vulgares del imperialismo de los dos continentes-
que la teoría de la lucha de clases es una teoría «precientifica», el
«socialismo constructivo» predica verbalmente un programa moderado de nacionalización
con indemnización, impuesto sobre la renta, la herencia y los extrabeneficios.
Enemigo decidido de la dictadura del proletariado en la URSS, el «socialismo
constructivo», en estrecha alianza con la burguesía, es un adversario activo
del movimiento comunista del proletariado y de las revoluciones coloniales.
Una de las formas particulares del «socialismo
constructivo» es el corporativismo o socialismo cooperativo (Charles Gide,
Totomiantz y compañía), el cual rechaza asimismo enérgicamente la lucha de
clases y propaga la organización cooperativa de los consumidores,
como medio de eliminar el capitalismo por vías
pacíficas mientras que, de hecho, contribuye a fortalecerlo por todos los
medios. El «cooperativísmo», que dispone, con las organizaciones de masa de la
cooperación de consumo, de un vasto aparato de propaganda para ejercer una
influencia cotidiana sistemática, sobre la clase obrera, lucha enérgicamente
contra el movimiento obrero revolucionario, creando obstáculos a la realización
de sus objetivos y representa actualmente uno de los factores más activos en el
campo de la contrarrevolución reformista.
El llamado socialismo gremial (Penty,
Orage, Hobson, ectétera) constituye una tentativa ecléctica para unir el
sindicalismo «revolucionario» al fabianismo liberalburgués, la descentralización
anarquista (las «ghildas» nacionales industriales) a la centralización estatal capitalista, la limitación artesana corporativa
de la edad media al capitalismo contemporáneo. Tomando como punto de partida la
exigencia verbal de la supresión del «sistema del asalariado» por considerarlo
como una institución «inmoral» que debe ser abolida por medio del control
obrero de la industria, el socialismo gremial deja completamente de lado el
problema más importante; la cuestión del poder. Al aspirar a unir a los
obreros, intelectuales y técnicos en una federación de «ghildas» (gremios)
industrias nacionales y convertirlas por medios pacíficos (control desde el
interior) en órganos de dirección de la industria en el marco del estado
burgués, el socialismo gremial defiende de hecho a dicho estado, vela su
carácter de clase, imperialista, antiproletario - y le asigna el puesto- de representante
«por encima de las clases» de los intereses de los «consumidores» como contrapeso
de los «productores» organizados en las «ghildas». Con su prédica de la
«democracia funcional», es decir, de la representación de las clases de la
sociedad capitalista, presentadas como profesiones con funciones sociales y
de producción particulares, el socialismo gremial prepara el terreno para el
«estado corporativo» del fascismo.
Al rechazar simultáneamente el parlamentarismo y
la «acción directa», la mayoría de los socialistas gremiales condenan a la
clase obrera a la inacción completa y a la sumisión pasiva a la burguesía. Se
trata, pues, de un oportunismo tradeunionista utópico particular, y, como tal, no puede dejar de desempeñar un
papel antirrevolucionarro.
Finalmente, una de las formas particulares del
reformismo socialdemócrata es el austromarxismo. El austromarxismo, que figura
en el ala «izquierda» de la socialdemocracia, representa una de las formas más
sutiles de mistificación de las masas trabajadoras. Dicha
tendencia prostituye la terminología marxista,
rompiendo al mismo tiempo decididamente con las bases del marxismo
revolucionario (kantismo, machismo, etcétera, en el terreno filosófico);
Coquetea con la religión, hace suya la teoría de los reformistas ingleses de la
«democracia funcional»; se coloca en el punto de vista de la «edificación de la
república», es decir, la edificación del estado burgués; recomienda la
«cooperación de las clases» en el período llamado «equilibrio» de las fuerzas
de clase, esto es, precisamente cuando madura las crisis revolucionaria. Esa
teoría implica la justificación de la coalición con la burguesía para abatir la
revolución proletaria, bajo la máscara de la defensa de la «democraca» contra
los ataques de la reacción. Objetivamente, en la práctica, la violencia aceptada
por el austromarxismo en los casos de ataque de la reacción, se convierte en
violencia de la reacción contra la revolución del proletariado. El «papel
funcional» del austromarxismo consiste en engañar a los obreros que van hacia
el comunismo, y por esto el austromarxismo es un enemigo particularmente
peligroso para el proletariado, más peligroso aún que los partidarios francos
del socialimperialismo de rapiña.
Si todas estas tendencias, que forman parte del
reformismo «socialista», son otras tantas agencias de la burguesía imperialista
en el seno de la clase obrera, por otra parte, el comunismo tropieza con una
serie de tendencias pequeñoburguesas que reflejan y expresan las oscilaciones
de los sectores sociales inconsistentes (pequeña burguesía urbana, lumpen-proletariat,
artesanos pauperizados, ciertos sectores campesinos, etcétera). Dichas
tendencias, que se distinguen por su inconsistencia política extrema, a menudo
cubren la política de derecha con una fraseología de izquierda o aen en el
aventurerismo, remplazando el cálculo objetivo de las fuerzas por la
gesticulación política vocinglera, pasando con frecuencia de una fanfarronada
revolucionaria increíble al pesimismo más profundo y a la capitulación efectiva
ante el enemigo. Estas tendencias, en ciertas condiciones, particularmente en
los momentos en que se producen cambios bruscos de la situación política o en
que es necesaria una retirada temporal, pueden convertirse en desorganizadores
peligrosísimos de las filas proletarias y, por tanto, en freno del movimiento
revolucionario del proletariado.
(...)
Todas estas tendencias
coinciden con la socialdemocracia, principal enemigo de la revolución
proletaria, en la cuestión política fundamental: la cuestión de la dictadura
del proletariado. Por este motivo todas ellas actúan, de un modo más o
menos determinado, contra la URSS, en su frente único con la socialdemocracia.
Por otra parte, la socialdemocracia, que ha traicionado por completo al
marxismo, apóyase cada vez más en la ideología de los fabianos y de los
socialistas «constructivos» y gremiales. Estas tendencias se convierten en la
ideología liberal reformista oficial del «socialismo» burgués de la Segunda
Internacional.
En los países coloniales y entre las razas y los
pueblos oprimidos en general, el comunismo tropieza en el movimiento obrero con
la influencia de aquellas tendencias especiales, que en una fase determinada de
desarrollo del movimiento han desempeñado un papel positivo importante, pero
que, en una nueva etapa de evolución, se convierten en una fuerza de conservación.
El sun-yet-senismo era la ideología del
«socialismo» pequeñoburgués populista. En la teoria de los «tres principios»
(nacionalismo, democracia, socialismo), la noción de pueblo cubría y ocultaba
la noción de las clases; el socialismo
era presentado no como un sistema específico y particular de producción
realizado por el proletariado, sino como un bienestar social indeterminado; la
lucha contra el imperialismo no se hallaba enlazada con las perspectivas de
desarrollo de la lucha de clases en el interior del país. Por este motivo, el
sun-yet-senismo que desempeñó en el primer estadio de la revolución china un
inmenso papel positivo, como resultado de la diferenciación de clases en el
país y del desarrollo ulterior de la revolución china, se convirtió de forma
ideológica de dicha revolución en un obstáculo a la misma. Los epígonos del
sun-yet-senismo, al preconizar con preferencia, precisamente, los principios
ideológicos de este último, que han terminado por ser objetivamente
reaccionarios, lo han convertido con ello en la ideología oficial del
Kuomintang, el cual es, en la actualidad, una fuerza abiertamente
contrarrevolucionaria. El progreso idelógico de las masas del proletariado
chino y de los campesinos explotados debe ir acompañado de una lucha decidida
contra la mistificación representada por el Kuomintang y la eliminación de las
reminiseencias de la ideología del sun-yet-senismo.
Tendencias como el gandismo en la India,
impregnadas de espíritu religioso, que idealizan las forrnas de existencia más
atrasadas y económicamente reaccionarias, que ven la salvación en el retorno a
lo viejo, que predican la pasividad y la negación de la lucha de clases, se
convierten, en el proceso de desarrollo de la revolución, en una fuerza abiertamente
contrarrcvolucionaria. El gandismo
es cada día más una ideología dirigida contra la revolución de las masas
populares y, por ello, debe ser combatido decididamente por parte del
comunismo.
El garvismo, que era antes la ideología
de los pequeños propietarios y obreros negros en los Estados Unidos y que
ejerce hoy todavía cierta influencia sobre las masas negras, se ha eonvertido,
asímismo, en un obstáculo en el camino de la evolución revolucionaria. Después
de haberse pronunciado en un principio por la igualdad social completa de derechos
de los negros, se ha transformado en una especie de sionismo negro, el cual, en
vez de la lucha contra el imperialismo norteamericano, ha lanzado la consigna
«¡Retorno al África!» Esta ideología peligrosa, carente de
todo rasgo deimocrático auténtico, que coquetea con los atributos de un
«reinado negro» inexistente, debe ser combatida sañudamente pues, no sólo no
fomenta, sino que obstaculiza la lucha libertadora de las masas negras contra
el imperialismo norteamericano.
Frente a todas estas tendencias se levanta el
comunismo proletario; en su calidad de ideología del movimiento revolucionario
internacional de la clase obrera, se distingue de todas estas tendencias y en primer lugar, de la socialdemocracia, en
que, en completo acuerdo con las enseñanzas de Marx y Engels, lleva a cabo una
lucha revolucionaria teórica y práctica por la dictadura del proletariado
aplicando todas las formas de acción proletaria de las masas.
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