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viernes, 18 de julio de 2014

LA CRISIS REVOLUCIONARIA Y LA SOCIALDEMOCRACIA.




PROGRAMA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA

II.LA CRISIS GENERAL DEL CAPITALISMO Y LA PRIMERA FASE DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL

(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA)


2. La crisis revolucionaria y la socialdemocracia contrarrevolucionaria.

En el curso de la revolución mundial, los jefes socialdemócratas, por un lado, y las organizaciones capitalistas de combate de tipo fascista, por otro, han adquirido una significación especial como fuerzas contrarrevolucionarias de la mayor importancia, que han luchado activamente contra la revolución y que han prestado un apoyo a la estabilización parcial capitalista.

La crisis producida por la guerra de 1914-1918, vióse acompañada de la ignominiosa bancarrota de la Internacional socialdemócrata, de la II Internacional. En contradicción completa con la tesis del Manifiesto Comunista, de Marx y Engels, según la cual los proletarios no tienen patria en el régimen capitalista, en oposición absoluta a las resoluciones contra la guerra tomadas por los congresos de Stuttgart y de Basilea, los líderes de los partidos socialdemócratas nacionales, salvo contadas excepciones, votaron en favor de los créditos de guerra, proclamaronse defensores decididos de las «patrias» imperialistas (o, lo que es lo mismo, de las organizaciones estatales de la burguesía imperialista), y, en vez de luchar contra la guerra imperialista, se convirtieron en fieles soldados, propagandistas y cantores del socialchauvinismo, transformado bien pronto en socialimperialismo. En el período que siguió inmediatamente a la guerra, la socialdemocracia apoyó los tratados de rapiña (Brest, Versalles); Se puso de un modo activo al lado de los generales cuando las revoluciones proletarias eran abogadas en sangre (Noske); luchó con las armas en la mano contra la primera república proletaria (Rusia de los soviets); traicionó pérfidamente al proletariado en el poder (Hungría); entró en la Sociedad de las Naciones imperialistas (Thomas, Paul Boncour, Vandervelde); se colocó directamente al lado de los imperialistas contra los esclavos coloniales (Partido Laborista ingles); apoyó activamente a los verdugos mas reaccionarios de la clase obrera (Bulgaria, Polonia), tomó sobre sí la iniciativa de las «leycs militares» imperialistas (Francia); traicionó la gran huelga general del proletariado ingles; contribuyó a ahogar la huelga de los mineros, ayudó y ayuda a estrangular a China y a la India (gobierno MacDonald); es el agente de propaganda de la Sociedad de las Naciones imperialistas, es el heraldo del capital y el centro de organización de la lucha contra la dictadura del proletariado en la URSS (Kautsky, Hilferding). La socialdemocracia realiza esta política contrarrevolucionaria de un modo sistemático operando activamente por medio de sus dos alas: el ala derecha, abiertamente contrarrevolucionaria, necesaria para las negociaciones y la relación directa con la burguesía, y el ala izquierda, para poder engañar de un modo particularmente sutil a los obreros. La socialdemocracia de “izquierda”, sin dejar de esgrimir la frase pacifista y, a veces, la frase revolucionaria inclusive, de hecho se coloca contra los obreros, particularmente en los momentos más críticos (los «independientes» ingleses y los jefes de «izquierda» del Consejo General durante la huelga general de 1926. Otto Bauer y Cía., durante la insurrección vienesa, etcétera), siendo, por consiguiente, la fracción más perniciosa de los partidos socialdemócratas. Sin dejar de servir los intereses de la burguesía en el terreno de la colaboración de clases y de la coalición con la burguesía, la socialdemocracia se ve obligada, en ciertos periodos, a pasar a la situación de partido de oposición e incluso a simular la defensa de los intereses del proletariado en su lucha económica con un solo objetivo: Conquistar la confianza de una parte de la clase obrera y, gracias a ello, traicionar de un modo todavía más vergonzoso sus intereses permanentes durante las contiendas decisivas de clase.

La función esencial de la socialdemocracia en la actualidad consiste en socavar la unidad de combate necesaria del proletariado en su lucha contra el imperialismo. Al escindir y desmoralizar el frente único de la lucha proletaria contra el capital, la socialdemocracia se trueca en el sostén más firme del imperialismo en el seno de la clase obrera.

La socialdemocracia internacional de todos los matices, la Segunda internacional y su sucursal sindical, la Internacional de Amsterdam, se han convertido, pues, en la reserva de la sociedad burguesa, en su apoyo más seguro.

3. La crisis del capitalismo y el fascismo.

Al lado de la socialdemocracia, por cuya mediación la burguesía aplasta a los obreros y adormece su sensibilidad de clase, entra en acción el fascismo.

La época del imperialismo, la exacerbación de la lucha de clases y la acumulación, particularmente después de la guerra imperialista mundial, de los elementos de guerra civil, han determinado la quiebra del parlamentarismo. De aquí «nuevos» métodos y formas de gobierno (por ejemplo, el sistema de gabinetes poco numerosos, la creación de grupos oligárquicos que actúan tras cortina, la degeneración y la falsificación de las funciones de la «representación nacional», la limitación y la supresión de las «libertades democráticas», etcétera). Este proceso de ofensiva de la reacción burguesa-imperialista adopta, en condiciones históricas determinadas, la forma del fascismo. Dichas condiciones son: la inestabilidad de las relaciones capitalistas; la existencia de un gran número de elementos sociales desplazados; la pauperización de grandes sectores de la pequeña burguesía urbana y de los intelectuales; el descontento de la pequeña burguesía agraria y, finalmente, la amenaza constante de acciones de masa proletarias. Con objeto de asegurarse un poder mas estable, más firme, más duradero, la burguesía se ve obligada cada día más a pasar del sistema parlamentario al método fascista, que no se halla sujeto a las relaciones y combinaciones entre partidos. Este método es el de la dictadura directa, cuya verdadera faz se halla ideológicamente cubierta por medio de «ideales nacionales», representaciones «profesionales» (es decir, grupos diversos de las clases dominantes), y el método de utilización del descontento de la pequeña burguesía y de los intelectuales mediante una demagogia social particular (antisemitismo, ataques parciales al capital usurario, indignación ante el charlatanismo parlamentario) y la corrupción bajo la forma de creación en la milicia fascista, en el aparato del partido y entre los funcionarios de una jerarquía cohesionada y bien retribuida. Al mismo tiempo, el fascismo hace esfuerzos para introducirse en los medios obreros, reclutando a los elementos más atrasados, explotando su descontento y la pasividad de la socialdemocracia, etcétera. El objetivo principal del fascismo consiste en la devastación de la vanguardia obrera revolucionaria, es decir, el sector comunista del proletariado y, particularmente, sus militantes más activos. La combinación de la demagogia social, de la corrupción y del terror blanco, al lado de una agresividad imperialista extrema en la esfera de la política exterior, constituyen los rasgos más salientes del fascismo. Después de haber sido utilizada la fraseología anticapitalista en los períodos particularmente críticos para la burguesía, el fascismo, sintiéndose firme en el poder, ha ido perdiendo por el camino sus oropeles anticapitalistas, para manifestarse cada vez más como la dictadura terrorista del gran capital.

Con objeto de adaptarse a las modificaciones de la coyuntura política, la burguesía utiliza alternativamente los métodos fascistas y los métodos de coalición con la socialdemocracia, dándose el caso de que, a menudo, esta última desempeña abiertamente un papel fascista. En el curso de los acontecimientos manifiesta tendencias fascistas, lo cual no le impide, en otras circunstancias políticas, agitarse contra el gobierno burgués en calidad de partido de oposición. El método fascista y el de coalición con la socialdemocracia, que no son habituales para el capitalismo «normal» y constituyen un signo de la crisis capitalista general, son utilizados por la burguesía para retrasar la marcha progresiva de la revolución.



miércoles, 9 de julio de 2014

LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y LA LUCHA POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO



VI. LA ESTRATEGIA Y LA TÁCTICA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN LA LUCHA POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO.

(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA: PROGRAMA)


1. Las ideologías adversas al comunismo en la clase obrera.

(...)

En el terreno teórico, la socialdemocracia ha traicionado al marxismo, completamente, pasando, a través de la etapa revisionista, al reformismo liberalburgués definido y, abiertamente, al socialimperialismo. Las enseñanzas de Marx sobre las contradicciones del capitalismo han sido remplazadas por ella por la teoría de su evolución armónica, las enseñanzas sobre las crisis y la pauperización del proletariado las ha relegado al archivo; la teoría inflamada de la lucha de clases, llena de amenazas, la ha convertido en prédica vulgar de la paz social; las enseñanzas sobre la exacerbación de las contradicciones de clase han sido remplazadas por la fabula pequeñoburguesa de la «democratización» del capital; la teoría de lo inevitable de las guerras imperialistas en el régimen capitalista, por la farsa burguesa del pacifismo y la prédica del «ultraimperialismo»; la teoría del derrumbamiento revolucionario del capitalismo, la ha cambiado por la moneda falsa del capitalismo «sano» que se transforma pacíficamente en socialismo; la revolución la ha reemplazado por la evolución, la destrucción del estado burgués, por su edificación activa; las enseñanzas sobre la dictadura del proletariado por la teoría de la coalición con la burguesía; las enseñanzas sobre la solidaridad internanacional, por las de la defensa de las patrias imperialistas; el materialismo-dialéctico de Marx, por la filosofía idealista y el coqueteo con los desechos religiosos de la burguesía.

En el interior de este reformismo socialdemocratico se manifiesta una serie de tendencias particularmente características desde el punto de vista de la degeneración burguesa de la socialdemocracia.

El «socialismo constructivo» (Macdonald y compañía), cuya sola denominación indica la idea de luchar contra la revolución del proletariado y de respeto al régimen capitalista, continúan las tradiciones liberalfilantrópicas, antirrevolucionarias y burguesas del fabianismo (los Web, B. Shaw, lord Olivier, etcétera). Al rechazar, por principio, la dictadura del proletariado y todo «procedimiento de violencia» en general, contra la burguesía, el «socialismo constructivo» apoya la lucha violenta contra el proletariado y los pueblos coloniales. Al mismo tiempo que es el apologista del estado capitalista, que predica, con el nombre de socialismo, el capitalismo de estado, que proclama -junto con los ideólogos más vulgares del imperialismo de los dos continentes- que la teoría de la lucha de clases es una teoría «precientifica», el «socialismo constructivo» predica verbalmente un programa moderado de nacionalización con indemnización, impuesto sobre la renta, la herencia y los extrabeneficios. Enemigo decidido de la dictadura del proletariado en la URSS, el «socialismo constructivo», en estrecha alianza con la burguesía, es un adversario activo del movimiento comunista del proletariado y de las revoluciones coloniales.

Una de las formas particulares del «socialismo constructivo» es el corporativismo o socialismo cooperativo (Charles Gide, Totomiantz y compañía), el cual rechaza asimismo enérgicamente la lucha de clases y propaga la organización cooperativa de los consumidores,
como medio de eliminar el capitalismo por vías pacíficas mientras que, de hecho, contribuye a fortalecerlo por todos los medios. El «cooperativísmo», que dispone, con las organizaciones de masa de la cooperación de consumo, de un vasto aparato de propaganda para ejercer una influencia cotidiana sistemática, sobre la clase obrera, lucha enérgicamente contra el movimiento obrero revolucionario, creando obstáculos a la realización de sus objetivos y representa actualmente uno de los factores más activos en el campo de la contrarrevolución reformista.

El llamado socialismo gremial (Penty, Orage, Hobson, ectétera) constituye una tentativa ecléctica para unir el sindicalismo «revolucionario» al fabianismo liberalburgués, la descentralización anarquista (las «ghildas» nacionales industriales) a la centralización estatal capitalista, la limitación artesana corporativa de la edad media al capitalismo contemporáneo. Tomando como punto de partida la exigencia verbal de la supresión del «sistema del asalariado» por considerarlo como una institución «inmoral» que debe ser abolida por medio del control obrero de la industria, el socialismo gremial deja completamente de lado el problema más importante; la cuestión del poder. Al aspirar a unir a los obreros, intelectuales y técnicos en una federación de «ghildas» (gremios) industrias nacionales y convertirlas por medios pacíficos (control desde el interior) en órganos de dirección de la industria en el marco del estado burgués, el socialismo gremial defiende de hecho a dicho estado, vela su carácter de clase, imperialista, antiproletario - y le asigna el puesto- de representante «por encima de las clases» de los intereses de los «consumidores» como contrapeso de los «productores» organizados en las «ghildas». Con su prédica de la «democracia funcional», es decir, de la representación de las clases de la sociedad capitalista, presentadas como profesiones con funciones sociales y de producción particulares, el socialismo gremial prepara el terreno para el «estado corporativo» del fascismo.

Al rechazar simultáneamente el parlamentarismo y la «acción directa», la mayoría de los socialistas gremiales condenan a la clase obrera a la inacción completa y a la sumisión pasiva a la burguesía. Se trata, pues, de un oportunismo tradeunionista utópico particular, y, como tal, no puede dejar de desempeñar un papel antirrevolucionarro.

Finalmente, una de las formas particulares del reformismo socialdemócrata es el austromarxismo. El austromarxismo, que figura en el ala «izquierda» de la socialdemocracia, representa una de las formas más sutiles de mistificación de las masas trabajadoras. Dicha
tendencia prostituye la terminología marxista, rompiendo al mismo tiempo decididamente con las bases del marxismo revolucionario (kantismo, machismo, etcétera, en el terreno filosófico); Coquetea con la religión, hace suya la teoría de los reformistas ingleses de la «democracia funcional»; se coloca en el punto de vista de la «edificación de la república», es decir, la edificación del estado burgués; recomienda la «cooperación de las clases» en el período llamado «equilibrio» de las fuerzas de clase, esto es, precisamente cuando madura las crisis revolucionaria. Esa teoría implica la justificación de la coalición con la burguesía para abatir la revolución proletaria, bajo la máscara de la defensa de la «democraca» contra los ataques de la reacción. Objetivamente, en la práctica, la violencia aceptada por el austromarxismo en los casos de ataque de la reacción, se convierte en violencia de la reacción contra la revolución del proletariado. El «papel funcional» del austromarxismo consiste en engañar a los obreros que van hacia el comunismo, y por esto el austromarxismo es un enemigo particularmente peligroso para el proletariado, más peligroso aún que los partidarios francos del socialimperialismo de rapiña.

Si todas estas tendencias, que forman parte del reformismo «socialista», son otras tantas agencias de la burguesía imperialista en el seno de la clase obrera, por otra parte, el comunismo tropieza con una serie de tendencias pequeñoburguesas que reflejan y expresan las oscilaciones de los sectores sociales inconsistentes (pequeña burguesía urbana, lumpen-proletariat, artesanos pauperizados, ciertos sectores campesinos, etcétera). Dichas tendencias, que se distinguen por su inconsistencia política extrema, a menudo cubren la política de derecha con una fraseología de izquierda o aen en el aventurerismo, remplazando el cálculo objetivo de las fuerzas por la gesticulación política vocinglera, pasando con frecuencia de una fanfarronada revolucionaria increíble al pesimismo más profundo y a la capitulación efectiva ante el enemigo. Estas tendencias, en ciertas condiciones, particularmente en los momentos en que se producen cambios bruscos de la situación política o en que es necesaria una retirada temporal, pueden convertirse en desorganizadores peligrosísimos de las filas proletarias y, por tanto, en freno del movimiento revolucionario del proletariado.

(...)

Todas estas tendencias coinciden con la socialdemocracia, principal enemigo de la revolución proletaria, en la cuestión política fundamental: la cuestión de la dictadura del proletariado. Por este motivo todas ellas actúan, de un modo más o menos determinado, contra la URSS, en su frente único con la socialdemocracia. Por otra parte, la socialdemocracia, que ha traicionado por completo al marxismo, apóyase cada vez más en la ideología de los fabianos y de los socialistas «constructivos» y gremiales. Estas tendencias se convierten en la ideología liberal reformista oficial del «socialismo» burgués de la Segunda Internacional.

En los países coloniales y entre las razas y los pueblos oprimidos en general, el comunismo tropieza en el movimiento obrero con la influencia de aquellas tendencias especiales, que en una fase determinada de desarrollo del movimiento han desempeñado un papel positivo importante, pero que, en una nueva etapa de evolución, se convierten en una fuerza de conservación.

El sun-yet-senismo era la ideología del «socialismo» pequeñoburgués populista. En la teoria de los «tres principios» (nacionalismo, democracia, socialismo), la noción de pueblo cubría y ocultaba la  noción de las clases; el socialismo era presentado no como un sistema específico y particular de producción realizado por el proletariado, sino como un bienestar social indeterminado; la lucha contra el imperialismo no se hallaba enlazada con las perspectivas de desarrollo de la lucha de clases en el interior del país. Por este motivo, el sun-yet-senismo que desempeñó en el primer estadio de la revolución china un inmenso papel positivo, como resultado de la diferenciación de clases en el país y del desarrollo ulterior de la revolución china, se convirtió de forma ideológica de dicha revolución en un obstáculo a la misma. Los epígonos del sun-yet-senismo, al preconizar con preferencia, precisamente, los principios ideológicos de este último, que han terminado por ser objetivamente reaccionarios, lo han convertido con ello en la ideología oficial del Kuomintang, el cual es, en la actualidad, una fuerza abiertamente contrarrevolucionaria. El progreso idelógico de las masas del proletariado chino y de los campesinos explotados debe ir acompañado de una lucha decidida contra la mistificación representada por el Kuomintang y la eliminación de las reminiseencias de la ideología del sun-yet-senismo.

Tendencias como el gandismo en la India, impregnadas de espíritu religioso, que idealizan las forrnas de existencia más atrasadas y económicamente reaccionarias, que ven la salvación en el retorno a lo viejo, que predican la pasividad y la negación de la lucha de clases, se convierten, en el proceso de desarrollo de la revolución, en una fuerza abiertamente contrarrcvolucionaria. El  gandismo es cada día más una ideología dirigida contra la revolución de las masas populares y, por ello, debe ser combatido decididamente por parte del comunismo.

El garvismo, que era antes la ideología de los pequeños propietarios y obreros negros en los Estados Unidos y que ejerce hoy todavía cierta influencia sobre las masas negras, se ha eonvertido, asímismo, en un obstáculo en el camino de la evolución revolucionaria. Después de haberse pronunciado en un principio por la igualdad social completa de derechos de los negros, se ha transformado en una especie de sionismo negro, el cual, en vez de la lucha contra el imperialismo norteamericano, ha lanzado la consigna «¡Retorno al África!» Esta ideología peligrosa, carente de todo rasgo deimocrático auténtico, que coquetea con los atributos de un «reinado negro» inexistente, debe ser combatida sañudamente pues, no sólo no fomenta, sino que obstaculiza la lucha libertadora de las masas negras contra el imperialismo norteamericano.

Frente a todas estas tendencias se levanta el comunismo proletario; en su calidad de ideología del movimiento revolucionario internacional de la clase obrera, se distingue de todas estas tendencias y  en primer lugar, de la socialdemocracia, en que, en completo acuerdo con las enseñanzas de Marx y Engels, lleva a cabo una lucha revolucionaria teórica y práctica por la dictadura del proletariado aplicando todas las formas de acción proletaria de las masas.

 




viernes, 13 de junio de 2014

LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO. (II)



IV. LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO. (II)
(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA: TESIS, 1928)


23. La socialdemocracia ha jugado, durante todo el período transcurrido, el papel de última reserva de la burguesía, de partido «obrero» burgués. Gracias a ella, la burguesía ha desembarazado el camino para la estabilización del capitalismo (serie de gabinetes de coalición en Europa). La consolidación del capitalismo ha hecho superflua en cierta medida, la función de la socialdemocracia como partido dirigente. Su sustitución en las coaliciones y la formación de gobiernos «puramente burgueses» han sucedido a la «era» llamada del «pacifismo democrático» jugando, por una parte, el papel de oposición y por otra el de agitador y propagandista de la política del «pacifismo realista» y de la «paz industrial», la socialdemocracia ha mantenido bajo su influencia capas importantes de la  clase obrera, ha conquistado una parte de los obreros que abandonaron los partidos burgueses, ha adquirido influencia entre las capas de la pequeña burguesía en vías de radicalización (elecciones en  Francia y en Alemania) y ha entrado de nuevo en los gobiernos en  Europa central. Es preciso darse cuenta, sin embargo, de que estos nuevos gobiernos de coalición, con la participación directa de la socialdemocracia, no pueden ser ni serán jamás, una simple repetición de las combinaciones precedentes, especialmente en lo que concierne a las cuestiones de política exterior en general, y a las cuestiones de política militar en particular. La dirección de la socialdemocracia desempeñará aquí un papel infinitamente más pérfido que en todas las etapas anteriores.

Es preciso igualmente tener en cuenta que, en relación sobre todo en la política de las coaliciones de la socialdemocracia y con la evolución de sus líderes oficiales, es posible un refuerzo del «ala izquierda» de la socialdemocracia (austromarxismo, tranmelismo, ideología del lndependent Labour Party en Inglaterra, del maximalismo en Italia) engañando con esto a las masas obreras con métodos más sutiles y, por consecuencia, más peligrosos para la causa de la revolución proletaria. La experiencia de los periodos críticos (revolución de 1923 en Alemania, huelga inglesa, insurrección de Viena), así como la actitud de los socialdemócratas de «izquierda» en la cuestión de la preparación de la guerra de los imperialistas contra la URSS, han demostrado que los líderes socialdemócratas de izquierda son de hecho los enemigos más peligrosos del comunismo y de la dictadura del proletariado. Esto es particularmente confirmado por la innoble conducta de la socialdemocracia austríaca, este «partido modelo» del ala «izquierda» de la II Internacional, durante los sangrientos combates del proletariado de Viena, en julio de 1927. Esta completa derrota de los Bauer, Adler y Cía. demuestra con evidencia que el «austromarxismo», acentuando cada vez más claramente sus tendencias reaccionarias, sobre todo después de la represión de la insurrección de Viena, traiciona constantemente en la práctica, de una manera innoble, a la clase obrera y es, en manos de los reformistas, el instrumento más peligroso para engañar a las masas revolucionarias. Por esto es por lo que, aun teniendo en cuenta el proceso de radicalización de los obreros en el propio seno de la socialdemocracia y esforzándose por extender cada vez más su influencia entre ellos, los comunistas deben desenmascarar implacablemente a los líderes socialdemócratas de «izquierda», como los más peligrosos agentes de la política burguesa en el seno de la clase obrera y conquistar a la masa obrera que abandona fatalmente a la socialdemocracia.

24. Aun asegurándose el concurso de la socialdemocracia, la burguesía, en los momentos críticos y en condiciones determinadas, organiza una forma fascista del régimen. La marca característica del fascismo es que en el momento del quebrantamiento del régimen económico capitalista y en razón de circunstancias objetivas y subjetivas, la burguesía se aprovecha del descontento de la pequeña y de la media burguesía urbana y rural y aun de ciertas capas del proletariado, para crear un movimiento de masas reaccionario con el fin de detener en su camino el desarrollo de la revolución. El fascismo recurre a métodos de violencia directa para romper la fuerza de las organizaciones de clase obrera y de los campesinos pobres y para tomar el poder. Una vez en el poder, el fascismo se esfuerza por establecer la unidad política y orgánica de todas las clases dominantes de la sociedad capitalista (bancos, gran industria, gran agricultura) y realiza su dictadura integral, abierta y consecuente. Pone a la disposición de las masas dominantes sus fuerzas armadas, especialmente adiestradas para la guerra civil. Realiza un nuevo tipo de estados apoyándose abiertamente en la violencia, la opresión y la corrupción, no solamente de las capas pequeñoburguesas, sino también de ciertos elementos de la clase obrera (empleados, antiguos líderes reformistas transformados en  funcionarios de estados, funcionarios sindicales o del partido fascista, campesinos pobres y proletarios desorganizados reclutados en la milicia fascista).

El fascismo italiano ha conseguido en estos últimos años, por diferentes procedimientos (apoyo del capital americano, opresión social y económica extrema de las masas, ciertas formas de capitalismo de estado) atenuar las consecuencias de la crisis política y económica interior y ha creado un tipo clásico de régimen fascista. Tendencias fascistas y embriones de fascismo existen ahora en todas partes, bajo una forma más o menos desarrollada; la ideología de la colaboración de clases -ideología oficial de la socialdemocracia tiene muchos puntos comunes con la del fascismo. Los métodos fascistas aplicados a la lucha contra el movimiento revolucionario existen bajo una forma embrionaria en la práctica de numerosos partidos socialdemócratas y de la burocracia sindical reformista.

En las relaciones internacionales, el fascismo prosigue una política de violencia y de provocación. La dictadura fascista en Polonia y en Italia manifiesta cada vez más tendencias agresivas y es para el proletariado de todos los países una amenaza constante para la paz, un peligro de aventuras militares y de guerras.



sábado, 7 de junio de 2014

LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO.





IV. LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO. (I)
(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA: TESIS, 1928)


18. A pesar de la agravación de la lucha de clases, el reformismo da indicios de su vitalidad y de su tenacidad política, en el movimiento obrero de Europa y América. La causa general, social y económica, de este hecho fundamental, está en el desarrollo lento de la crisis del capitalismo, en el crecimiento de algunas de sus partes principales y en la declinación relativamente lenta de las otras. Los hechos siguientes se refieren a esto: consolidación creciente de la posición de los Estados Unidos como explotador, acreedor y usurero mundial (“prosperidad” de los Estados Unidos); gran potencia colonial de Inglaterra, que pierde, de modo progresivo solamente, sus posiciones en el mercado mundial; desarrollo de la economía alemana, etc. En relación con este primer proceso, existe; un proceso secundario de integración de los aparatos del Estado y  de las organizaciones patronales con los cuadros superiores de las organizaciones obreras dirigidas por la socialdemocracia, formación de nuevos funcionarios con burócratas obreros (funcionarios de estado, de las municipalidades, de las organizaciones patronales, funcionarios al servicio de las organizaciones “comunes” de obreros y de capitalistas, “representantes del proletariado” en la administración de correos, en los consejos de los ferrocarriles, donde toman, la palabra en nombre de los sindicatos, de la cooperación, etc.).

19. Este proceso de aburguesamiento de los cuadros superiores de la burocracia obrera es conscientemente apoyado y favorecido por la socialdemocracia, que ha pasado de la defensa tímida al apoyo abierto y a la edificación activa del capitalismo, de las frases sobre la lucha de clases a la predicción de la “paz industrial”, de la “defensa” de la “patria” a la preparación de la guerra contra la URSS (Kautski), de la defensa, de palabra, de las colonias, a un apoyo directo de la política de opresión colonial, del pacifismo pequeño-burgués a la edificación de la Sociedad de Naciones imperialista, del revisionismo falsamente marxista al liberalismo del Labour Party británico.

 20. Esta posición ideológica corresponde entera y prácticamente a la actividad de la socialdemocracia y de los líderes sindicales reformistas, en primer lugar su campaña para la aplicación de los métodos “americanos” de corrupción y de descomposición de la clase obrera (actividad del Bureau Internacional del Trabajo, Conferencias de Delegados del Consejo General y del Labour Party con las asociaciones patronales en Inglaterra, el Consejo Económico Nacional en Francia, la «Schlichtungswesen» en Alemania, las leyes de arbitraje obligatorio en diferentes países escandinavos, creación de un órgano común «Cámara de Comercio» y “Cámara Obrera” en Austria, etc.). El pérfido papel de la socialdemocracia y de los líderes de los sindicatos reformistas durante las huelgas y las crisis políticas, durante los conflictos y las insurrecciones en las colonias, su justificación del terror contra los obreros (huelga inglesa, insurección de Viena, huelga de los obreros de los metales en Alemania, disparos contra los obreros en Checoslovaquia y en Polonia, insurrección en Indonesia, revolución en China, insurrección en Siria y en Marruecos, etc., etc.) se completan actualmente con sus encarnizados ataques contra los comunistas y los obreros revolucionarios (política de exclusión y de escisión de los sindicatos, de las cooperativas y de otras organizaciones de masas en diferentes países).

21. Esta política de división de la clase obrera es ampliamente practicada por los líderes reformistas que, por orden de la burguesía, excluyen a los mejores elementos revolucionarios de las organizaciones de masas del proletariado. Es ella una parte integrante de su política de colaboración con la burguesía. Su objeto es minar desde el principio la unidad interior de las filas proletarias y debilitar así su resistencia frente a los ataques del capital. Esta política es uno de los eslabones indispensables de toda su política social-imperialista (política de los armamentos, política antisoviética y de bandidaje en las colonias). Para contrabalancear estas tentativas reformistas de disgregación del frente proletario, los comunistas deben emprender y desarrollar, actualmente sobre todo, una contraofensiva enérgica para  resistir a la política reformista de escisión de las organizaciones de masas del proletariado (sindicatos, cooperativas, asociaciones culturales y deportivas, etc.) por la lucha de masas para la unidad de clase. Los pretendidos líderes de “izquierda” de la socialdemocracia juegan un papel particularmente odioso en los manejos escisionistas del reformismo. De palabra preconizan la unidad, pero de hecho apoyan siempre y sin reservas los métodos criminales de escisión de la Il Internacional y de los partidarios de Amsterdam.

22. En el campo de la política exterior, el estado mayor de la socialdemocracia y de los sindicatos reformistas de los países imperialistas expresa de una manera consecuente los intereses del estado burgués. Apoyar este Estado, sus fuerzas armadas, su policía, sus aspiraciones de expansión, su hostilidad de principio contra la URSS, apoyar los tratados y acuerdos expoliadores, la política colonial, las ocupaciones, las anexiones, los protectorados y los mandatos; apoyar a la Sociedad de Naciones y la odiosa campaña de las potencias imperialistas contra la URSS, participar en el engaño “pacifista” de las masas, en la preparación de guerra contra las repúblicas proletarias, en el engaño a los obreros coloniales (Purcell a las Indias, resolución de la II Internacional sobre la cuestión colonial) - tales son los trazos esenciales de la línea de conducta efectiva de la socialdemocracia en el terreno de la política exterior.

viernes, 30 de mayo de 2014



X. SOBRE EL FASCÍSMO

V CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA.
Resoluciones, 1924.


El fascismo es una de las formas clásicas de la contrarrevolución en la época de la decadencia del orden capitalista, en la época de la revolución proletaria, sobre todo allí donde el proletariado ha entablado la lucha por el poder, pero donde, falto de experiencia revolucionaria y de un partido de clase dirigente, no ha sabido organizar Ia lucha revolucionaria e impulsar el levantamiento de las masas hasta la dictadura proletaria.

El fascismo es el instrumento de combate de la gran burguesía contra el proletariado, al que los instrumentos legales del Estado no han bastado para aniquilar; es el arma extralegal de la gran burguesía para establecer y consolidar su dictadura. Pero por su estructura social el fascismo es un movimiento pequeñoburgués. Hunde sus raíces en las clases medias destinadas a desaparecer por la crisis del capitalismo, así como en los elementos desclasados de la posguerra (antiguos oficiales, etcétera), y en parte hasta en los elementos del proletariado decepcionados en sus esperanzas revolucionarias y agriados.

Cuanto más se descompone la sociedad burguesa, más adquieren los partidos "burgueses", sobre todo la socialdemocracia, un carácter medianamente fascista, valiéndose de métodos violentos contra el proletariado y disolviendo así ellos mismos el orden social para cuyo mantenimiento se los había formado. El fascismo y la socialdemocracia son los dos aspectos de un sólo y mismo instrumento de la dictadura del gran capital. He ahí por qué la socialdemocracia nunca podrá ser una aliada segura del proletariado en la lucha contra el fascismo.

Por sus contradicciones (antagonismos de intereses entre la gran burguesía por un lado y los elementos pequeñoburgués y proletarios por el otro) el fascismo se hunde tras la victoria en una bancarrota política que conduce a su descomposición interna (Italia). Cae en
una crisis semejante allí donde, sin haberse alzado con la victoria formal, se ve obligado a sostener y defender abiertamente el régimen de la gran burguesía (Alemania).

Vistos el papel histórico, el carácter y la estructura social del fascismo, la lucha de los comunistas contra él debe ser llevada con métodos y medios que permitan a la vez triunfar políticamente sobre él y rechazar directamente su agresión armada contra el proletariado revolucionario. Esos medios son, entre otros:


a) EN EL TERRENO POLÍTICO

1) Una estrategia y una política verdaderamente revolucionarias que inspiren en el proletariado, en los elementos pequeñoburgueses y en los pequeños campesinos confianza en el movimiento comunista, originando y fortaleciendo en ellos la idea de que los problemas económicos, sociales, políticos y culturales se resolverán por la dictadura del proletariado.

2) Una educación sistemática de la clase obrera acerca del carácter contrarrevolucionario y antiobrero del fascismo.

3) Una educación sistemática de las masas pequeñoburguesas y  pequeñocampesinas proletarizadas y oprimidas por la crisis capitalista sobre su situación y el papel puramente gran capitalista del fascismo.

4) Una política exterior activa contra los tratados imperialistas, las reparaciones, la engañifa de la Sociedad de las Naciones, etcétera; el desenmascaramiento de la política imperialista y sus consecuencias desastrosas para las masas trabajadoras.

5) La lucha por la alianza revolucionaria con la Unión de Repúblicas Soviéticas; una política leninista en el problema nacional; la lucha por el derecho de autodeterminación y secesión de todas las naciones oprimidas.

6) La campaña por el frente único de todas las clases trabajadoras contra el fascismo; por el frente único internacional del proletariado bajo la dirección de la Internacional Comunista.

7) La subordinación de la propaganda antifascista a los comités centrales de los partidos; amplia propaganda antifascista mediante afiches y octavillas y a través de la prensa.


b) EN EL TERRENO MILITAR Y ORGANIZATIVO 

1) Organización de la defensa armada contra el fascismo armado (centurias proletarias, etcétera).
2) Desarme de los fascistas, confiscación de sus depósitos de armas y municiones.
3) En contra de las demostraciones fascistas, contramanifestaciones de la clase obrera bajo protección armada.
4) Contra los actos terroristas de los fascistas (destrucción de las casas sindicales, imprentas, etcétera, y atentados contra los obreros y los líderes obreros) organización de la huelga general, terror obrero, represalias contra los fascistas, sus jefes, sus imprentas y sus empresas.
5) Sabotaje de los trasportes con motivo de las movilizaciones expediciones, concentraciones y demostraciones fascistas.
6) Expulsión de los fascistas de las fábricas; sabotaje, resistencia pasiva, huelgas en las empresas en las que haya empleados fascistas que desempeñen el papel de soplones o agentes provocadores.




viernes, 23 de mayo de 2014

EL PROBLEMA DEL PODER


II. EL PROBLEMA DEL PODER

(Resolución V Congreso de la Internacional Comunista, 1924)

1. Conmoción del régimen burgués

El régimen burgués ha salvado por cierto espacio de tiempo su existencia, aun cuando la primera guerra mundial imperialista haya provocado hacia su fin una inmensa explosión de descontento popular espontáneo. Las fuerzas del proletariado internacional no se hallaban suficientemente organizadas. Los partidos del golpe de Estado proletario eran demasiado débiles, y por eso la victoria de la revolución proletaria era, al final de la guerra imperialista, imposible.

Pero no por ello dejó la guerra de causar profundas sacudidas. Durante muchos años siguieron manifestándose sus repercusiones. Sus consecuencias sociales y políticas apenas se han esbozado.  Los tratados imperialistas sólo fueron, como hubo demostrado la ocupación del Ruhr, una continuación de la guerra con otros medios;  no curaron las heridas abiertas por la guerra. Las consecuencias de la guerra no se han alejado, ni los métodos capitalistas las alejarán.

En todo caso, como resultado de la primera guerra mundial imperialista el régimen capitalista aparece socavado y conmovido a la vez económica y políticamente. Los síntomas de la fragilidad del capitalismo suelen mostrarse con una evidencia más sorprendente aun en la política que en la economía.

El cambio rápido e incesante de los gobiernos es uno de esos síntomas. En muchos países el problema del poder está en la orden del día, y ello con una forma desconocida antes de la guerra.

2. Las dos políticas de la burguesía

La posguerra y en parte el período que la precedió han revelado dos tendencias políticas de la burguesía: una francamente reaccionaria y la otra democrático-pacifista. La encarnación más patente de la primera es Poincaré; de la segunda, Lloyd George.

En estos años de crisis revolucionaria ese fenómeno no es fortuito. Cuando el piso tiembla bajo los pies de la burguesía, cuando la era "normal" de su dominación estable entra en el pasado, cuando acontecimientos revolucionarios se anuncian de una manera manifiesta y crecen las fuerzas del golpe de Estado proletario, dos sistemas de política deben necesariamente presentárseles a los jefes de la clase dominante, uno que querría aplastar y reprimir las fuerzas revolucionarias antes que éstas crecieran, echando mano a una furibunda campaña contra ellas, y otro, más perspicaz, que por medio de pequeñas concesiones y corrompiendo a los dirigentes de la clase obrera, en una palabra, por medio de la democracia, el pacifismo y el reformismo, se esfuerza por modificar la relación de fuerzas en favor de la burguesía.

3. Entre la socialdemocracia y el fascismo

La burguesía ya no puede gobernar con los antiguos métodos. Es uno de los síntomas de la proximidad, lenta pero segura, de la revolución proletaria. La burguesía recurre tan pronto a los buenos oficios del fascismo y tan pronto a los de la socialdemocracia. En ambos casos procura enmascarar el carácter capitalista de su dominación y darle
rasgos más o menos "populares".

Fascistas (primer período de Mussolini) y socialdemócratas (primer período de Noske) se ponen al servicio de la burguesía como organizaciones de combate, bandas armadas, tropas de choque contra el naciente ejército proletario, etcétera.

Con la ayuda del fascismo y la socialdemocracia, la burguesía intenta reagrupar las fuerzas sociales, fabricando la apariencia de una victoria política de la pequeña burguesía y de una participación del pueblo en el ejercicio del poder.

4. La socialdemocracia, tercer partido de la burguesía

En Estados Unidos se hace mucho ruido en torno de la creación de un tercer partido de la burguesía (la pequeña burguesía). En Europa la socialdemocracia ya es, en cierto sentido, ese tercer partido.

La cosa es particularmente visible en Inglaterra, donde a los dos partidos clásicos de la burguesía, que en otros tiempos se turnaban prácticamente en el poder, se ha sumado como factor gubernamental el Labour Party, que en realidad efectúa, o poco menos, la política de una de las alas de la burguesía. Los jefes oradores  del Labour Party están llamados a cooperar, en una u otra forma, en el ejercicio del poder de la burguesía.

Está fuera de toda duda que en Francia, Inglaterra y muchos otros países los líderes de la II lnternacional desempeñan el papel de miserables burgueses y están prácticamente a la cabeza de una fracción de la burguesía "democrática".

Hace ya tiempo que, de ala derecha del movimiento obrero que eran, han degenerado cada vez más en ala izquierda de la burguesía y en algunos sitios en ala del fascismo. Por eso resulta históricamente falso hablar de victoria del fascismo sobre la socialdemocracia. El fascismo y la socialdemocracia (en la medida en que se trata de los dirigentes) son la mano derecha y la mano izquierda del capitalismo contemporáneo, conmovido por la primera guerra mundial imperialista y las primeras sublevaciones de los trabajadores.

5. La socialdemocracia de nuevo en el poder

Durante la guerra e inmediatamente después de ella hemos visto a los líderes de la Il Internacional en el poder en cierto número de países. El hecho se explicaba por la brutal necesidad de los imperialistas de oponer a los países enemigos el movimiento obrero.

En estos momentos la burguesía invita a los jefes de la socialdemocracia a compartir el poder por segunda vez. En situación "normal" y" sin guerra, este fenómeno da testimonio de la inestabilidad de la hegemonía burguesa, de las colosales anomalías y las terribles crisis que esa situación normal encierra para la burguesía.

6. Entre el terror blanco y los "gobiernos obreros"

Pese a una apariencia de consolidación del régimen burgués, su poderío se encuentra en realidad cada vez más minado. La posición se vuelve cada vez más inestable. El parlamentarismo vive sus últimos  momentos. Sobre las ruinas del viejo parlamentarismo a la burguesía le cuesta cada vez más construir un equilibrio siquiera apenas  sólido. Las últimas el elecciones en Francia y Alemania son una ilustración al respecto; he ahí dos parlamentos burgueses de dos grandes Estados de Europa que carecen de una mayoría estable. La burguesía se verá constreñida, una y otra vez, entre el terror blanco y el "gobierno obrero".

Puede ocurrir que en un futuro próximo veamos "gobiernos obreros", no en un país o en un par de países, sino en muchos. Serán el resultado de la lucha del proletariado por el poder y de las vacilaciones de la burguesía inevitables en el período actual.

Objetivamente, esos "gobiernos obreros” pueden ser un progreso en el sentido de dar testimonio de la progresiva dislocación del régimen burgués, de la falta de continuidad en la política de las clases dominantes. El gobierno "obrero" contrarrevolucionario (en
realidad, liberal) de Mac Donald es un progreso.

Pero el papel de los verdaderos partidarios de la revolución proletaria debe consistir, no en llevar a las nubes a semejantes gobiernos "obreros", sino en agrupar el ejército proletario para la lucha revolucionaria intransigente y en saltar lo antes posible sobre ese gobierno  supuestamente obrero para hacer triunfar la dictadura del proletariado.

7. Significación objetiva y probables perspectivas de la fase democrático-pacifista.

La significación objetiva de la fase democrático-pacifista que atravesamos consiste en el hecho de que la burguesía ya no puede mantenerse en el poder por medio de los antiguos métodos. Es la expresión de la debilidad y la declinación del régimen capitalista.

Los gobiernos demcrático­pacifistas actualmente en el poder, así  como todos los gobiernos análogos que pueden llegar a éste, no sólo no habrán de llevar una política realmente democrática y pacifica, sino que por el contrario se teñirán cada vez más de fascismo. La lucha de clases, lejos de calmarse, habrá de exasperarse aun más dentro
del marco de esa "democracia”, de ese "pacifismo". La alternancia de los regímenes (democracia, fascismo, democracia) socavará aun más ese marco de "democracia" y "pacifismo". A Las masas populares, en primer término las masas proletarias, saldrán enriquecidas de experiencia política y más decididas a la lucha, mientras que la burguesía y los líderes socialdemócratas al servició de ésta saldrán cada vez más débiles, mas desmoralizados, perdida la fe en ellos mismos y en su política.

Así crecerán las fuerzas de la Revolución Proletaria hasta el día de su victoria decisiva.