viernes, 13 de junio de 2014

LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO. (II)



IV. LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO. (II)
(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA: TESIS, 1928)


23. La socialdemocracia ha jugado, durante todo el período transcurrido, el papel de última reserva de la burguesía, de partido «obrero» burgués. Gracias a ella, la burguesía ha desembarazado el camino para la estabilización del capitalismo (serie de gabinetes de coalición en Europa). La consolidación del capitalismo ha hecho superflua en cierta medida, la función de la socialdemocracia como partido dirigente. Su sustitución en las coaliciones y la formación de gobiernos «puramente burgueses» han sucedido a la «era» llamada del «pacifismo democrático» jugando, por una parte, el papel de oposición y por otra el de agitador y propagandista de la política del «pacifismo realista» y de la «paz industrial», la socialdemocracia ha mantenido bajo su influencia capas importantes de la  clase obrera, ha conquistado una parte de los obreros que abandonaron los partidos burgueses, ha adquirido influencia entre las capas de la pequeña burguesía en vías de radicalización (elecciones en  Francia y en Alemania) y ha entrado de nuevo en los gobiernos en  Europa central. Es preciso darse cuenta, sin embargo, de que estos nuevos gobiernos de coalición, con la participación directa de la socialdemocracia, no pueden ser ni serán jamás, una simple repetición de las combinaciones precedentes, especialmente en lo que concierne a las cuestiones de política exterior en general, y a las cuestiones de política militar en particular. La dirección de la socialdemocracia desempeñará aquí un papel infinitamente más pérfido que en todas las etapas anteriores.

Es preciso igualmente tener en cuenta que, en relación sobre todo en la política de las coaliciones de la socialdemocracia y con la evolución de sus líderes oficiales, es posible un refuerzo del «ala izquierda» de la socialdemocracia (austromarxismo, tranmelismo, ideología del lndependent Labour Party en Inglaterra, del maximalismo en Italia) engañando con esto a las masas obreras con métodos más sutiles y, por consecuencia, más peligrosos para la causa de la revolución proletaria. La experiencia de los periodos críticos (revolución de 1923 en Alemania, huelga inglesa, insurrección de Viena), así como la actitud de los socialdemócratas de «izquierda» en la cuestión de la preparación de la guerra de los imperialistas contra la URSS, han demostrado que los líderes socialdemócratas de izquierda son de hecho los enemigos más peligrosos del comunismo y de la dictadura del proletariado. Esto es particularmente confirmado por la innoble conducta de la socialdemocracia austríaca, este «partido modelo» del ala «izquierda» de la II Internacional, durante los sangrientos combates del proletariado de Viena, en julio de 1927. Esta completa derrota de los Bauer, Adler y Cía. demuestra con evidencia que el «austromarxismo», acentuando cada vez más claramente sus tendencias reaccionarias, sobre todo después de la represión de la insurrección de Viena, traiciona constantemente en la práctica, de una manera innoble, a la clase obrera y es, en manos de los reformistas, el instrumento más peligroso para engañar a las masas revolucionarias. Por esto es por lo que, aun teniendo en cuenta el proceso de radicalización de los obreros en el propio seno de la socialdemocracia y esforzándose por extender cada vez más su influencia entre ellos, los comunistas deben desenmascarar implacablemente a los líderes socialdemócratas de «izquierda», como los más peligrosos agentes de la política burguesa en el seno de la clase obrera y conquistar a la masa obrera que abandona fatalmente a la socialdemocracia.

24. Aun asegurándose el concurso de la socialdemocracia, la burguesía, en los momentos críticos y en condiciones determinadas, organiza una forma fascista del régimen. La marca característica del fascismo es que en el momento del quebrantamiento del régimen económico capitalista y en razón de circunstancias objetivas y subjetivas, la burguesía se aprovecha del descontento de la pequeña y de la media burguesía urbana y rural y aun de ciertas capas del proletariado, para crear un movimiento de masas reaccionario con el fin de detener en su camino el desarrollo de la revolución. El fascismo recurre a métodos de violencia directa para romper la fuerza de las organizaciones de clase obrera y de los campesinos pobres y para tomar el poder. Una vez en el poder, el fascismo se esfuerza por establecer la unidad política y orgánica de todas las clases dominantes de la sociedad capitalista (bancos, gran industria, gran agricultura) y realiza su dictadura integral, abierta y consecuente. Pone a la disposición de las masas dominantes sus fuerzas armadas, especialmente adiestradas para la guerra civil. Realiza un nuevo tipo de estados apoyándose abiertamente en la violencia, la opresión y la corrupción, no solamente de las capas pequeñoburguesas, sino también de ciertos elementos de la clase obrera (empleados, antiguos líderes reformistas transformados en  funcionarios de estados, funcionarios sindicales o del partido fascista, campesinos pobres y proletarios desorganizados reclutados en la milicia fascista).

El fascismo italiano ha conseguido en estos últimos años, por diferentes procedimientos (apoyo del capital americano, opresión social y económica extrema de las masas, ciertas formas de capitalismo de estado) atenuar las consecuencias de la crisis política y económica interior y ha creado un tipo clásico de régimen fascista. Tendencias fascistas y embriones de fascismo existen ahora en todas partes, bajo una forma más o menos desarrollada; la ideología de la colaboración de clases -ideología oficial de la socialdemocracia tiene muchos puntos comunes con la del fascismo. Los métodos fascistas aplicados a la lucha contra el movimiento revolucionario existen bajo una forma embrionaria en la práctica de numerosos partidos socialdemócratas y de la burocracia sindical reformista.

En las relaciones internacionales, el fascismo prosigue una política de violencia y de provocación. La dictadura fascista en Polonia y en Italia manifiesta cada vez más tendencias agresivas y es para el proletariado de todos los países una amenaza constante para la paz, un peligro de aventuras militares y de guerras.



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