Mostrando entradas con la etiqueta reformismo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta reformismo. Mostrar todas las entradas

miércoles, 9 de julio de 2014

LA INTERNACIONAL COMUNISTA Y LA LUCHA POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO



VI. LA ESTRATEGIA Y LA TÁCTICA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA EN LA LUCHA POR LA DICTADURA DEL PROLETARIADO.

(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA: PROGRAMA)


1. Las ideologías adversas al comunismo en la clase obrera.

(...)

En el terreno teórico, la socialdemocracia ha traicionado al marxismo, completamente, pasando, a través de la etapa revisionista, al reformismo liberalburgués definido y, abiertamente, al socialimperialismo. Las enseñanzas de Marx sobre las contradicciones del capitalismo han sido remplazadas por ella por la teoría de su evolución armónica, las enseñanzas sobre las crisis y la pauperización del proletariado las ha relegado al archivo; la teoría inflamada de la lucha de clases, llena de amenazas, la ha convertido en prédica vulgar de la paz social; las enseñanzas sobre la exacerbación de las contradicciones de clase han sido remplazadas por la fabula pequeñoburguesa de la «democratización» del capital; la teoría de lo inevitable de las guerras imperialistas en el régimen capitalista, por la farsa burguesa del pacifismo y la prédica del «ultraimperialismo»; la teoría del derrumbamiento revolucionario del capitalismo, la ha cambiado por la moneda falsa del capitalismo «sano» que se transforma pacíficamente en socialismo; la revolución la ha reemplazado por la evolución, la destrucción del estado burgués, por su edificación activa; las enseñanzas sobre la dictadura del proletariado por la teoría de la coalición con la burguesía; las enseñanzas sobre la solidaridad internanacional, por las de la defensa de las patrias imperialistas; el materialismo-dialéctico de Marx, por la filosofía idealista y el coqueteo con los desechos religiosos de la burguesía.

En el interior de este reformismo socialdemocratico se manifiesta una serie de tendencias particularmente características desde el punto de vista de la degeneración burguesa de la socialdemocracia.

El «socialismo constructivo» (Macdonald y compañía), cuya sola denominación indica la idea de luchar contra la revolución del proletariado y de respeto al régimen capitalista, continúan las tradiciones liberalfilantrópicas, antirrevolucionarias y burguesas del fabianismo (los Web, B. Shaw, lord Olivier, etcétera). Al rechazar, por principio, la dictadura del proletariado y todo «procedimiento de violencia» en general, contra la burguesía, el «socialismo constructivo» apoya la lucha violenta contra el proletariado y los pueblos coloniales. Al mismo tiempo que es el apologista del estado capitalista, que predica, con el nombre de socialismo, el capitalismo de estado, que proclama -junto con los ideólogos más vulgares del imperialismo de los dos continentes- que la teoría de la lucha de clases es una teoría «precientifica», el «socialismo constructivo» predica verbalmente un programa moderado de nacionalización con indemnización, impuesto sobre la renta, la herencia y los extrabeneficios. Enemigo decidido de la dictadura del proletariado en la URSS, el «socialismo constructivo», en estrecha alianza con la burguesía, es un adversario activo del movimiento comunista del proletariado y de las revoluciones coloniales.

Una de las formas particulares del «socialismo constructivo» es el corporativismo o socialismo cooperativo (Charles Gide, Totomiantz y compañía), el cual rechaza asimismo enérgicamente la lucha de clases y propaga la organización cooperativa de los consumidores,
como medio de eliminar el capitalismo por vías pacíficas mientras que, de hecho, contribuye a fortalecerlo por todos los medios. El «cooperativísmo», que dispone, con las organizaciones de masa de la cooperación de consumo, de un vasto aparato de propaganda para ejercer una influencia cotidiana sistemática, sobre la clase obrera, lucha enérgicamente contra el movimiento obrero revolucionario, creando obstáculos a la realización de sus objetivos y representa actualmente uno de los factores más activos en el campo de la contrarrevolución reformista.

El llamado socialismo gremial (Penty, Orage, Hobson, ectétera) constituye una tentativa ecléctica para unir el sindicalismo «revolucionario» al fabianismo liberalburgués, la descentralización anarquista (las «ghildas» nacionales industriales) a la centralización estatal capitalista, la limitación artesana corporativa de la edad media al capitalismo contemporáneo. Tomando como punto de partida la exigencia verbal de la supresión del «sistema del asalariado» por considerarlo como una institución «inmoral» que debe ser abolida por medio del control obrero de la industria, el socialismo gremial deja completamente de lado el problema más importante; la cuestión del poder. Al aspirar a unir a los obreros, intelectuales y técnicos en una federación de «ghildas» (gremios) industrias nacionales y convertirlas por medios pacíficos (control desde el interior) en órganos de dirección de la industria en el marco del estado burgués, el socialismo gremial defiende de hecho a dicho estado, vela su carácter de clase, imperialista, antiproletario - y le asigna el puesto- de representante «por encima de las clases» de los intereses de los «consumidores» como contrapeso de los «productores» organizados en las «ghildas». Con su prédica de la «democracia funcional», es decir, de la representación de las clases de la sociedad capitalista, presentadas como profesiones con funciones sociales y de producción particulares, el socialismo gremial prepara el terreno para el «estado corporativo» del fascismo.

Al rechazar simultáneamente el parlamentarismo y la «acción directa», la mayoría de los socialistas gremiales condenan a la clase obrera a la inacción completa y a la sumisión pasiva a la burguesía. Se trata, pues, de un oportunismo tradeunionista utópico particular, y, como tal, no puede dejar de desempeñar un papel antirrevolucionarro.

Finalmente, una de las formas particulares del reformismo socialdemócrata es el austromarxismo. El austromarxismo, que figura en el ala «izquierda» de la socialdemocracia, representa una de las formas más sutiles de mistificación de las masas trabajadoras. Dicha
tendencia prostituye la terminología marxista, rompiendo al mismo tiempo decididamente con las bases del marxismo revolucionario (kantismo, machismo, etcétera, en el terreno filosófico); Coquetea con la religión, hace suya la teoría de los reformistas ingleses de la «democracia funcional»; se coloca en el punto de vista de la «edificación de la república», es decir, la edificación del estado burgués; recomienda la «cooperación de las clases» en el período llamado «equilibrio» de las fuerzas de clase, esto es, precisamente cuando madura las crisis revolucionaria. Esa teoría implica la justificación de la coalición con la burguesía para abatir la revolución proletaria, bajo la máscara de la defensa de la «democraca» contra los ataques de la reacción. Objetivamente, en la práctica, la violencia aceptada por el austromarxismo en los casos de ataque de la reacción, se convierte en violencia de la reacción contra la revolución del proletariado. El «papel funcional» del austromarxismo consiste en engañar a los obreros que van hacia el comunismo, y por esto el austromarxismo es un enemigo particularmente peligroso para el proletariado, más peligroso aún que los partidarios francos del socialimperialismo de rapiña.

Si todas estas tendencias, que forman parte del reformismo «socialista», son otras tantas agencias de la burguesía imperialista en el seno de la clase obrera, por otra parte, el comunismo tropieza con una serie de tendencias pequeñoburguesas que reflejan y expresan las oscilaciones de los sectores sociales inconsistentes (pequeña burguesía urbana, lumpen-proletariat, artesanos pauperizados, ciertos sectores campesinos, etcétera). Dichas tendencias, que se distinguen por su inconsistencia política extrema, a menudo cubren la política de derecha con una fraseología de izquierda o aen en el aventurerismo, remplazando el cálculo objetivo de las fuerzas por la gesticulación política vocinglera, pasando con frecuencia de una fanfarronada revolucionaria increíble al pesimismo más profundo y a la capitulación efectiva ante el enemigo. Estas tendencias, en ciertas condiciones, particularmente en los momentos en que se producen cambios bruscos de la situación política o en que es necesaria una retirada temporal, pueden convertirse en desorganizadores peligrosísimos de las filas proletarias y, por tanto, en freno del movimiento revolucionario del proletariado.

(...)

Todas estas tendencias coinciden con la socialdemocracia, principal enemigo de la revolución proletaria, en la cuestión política fundamental: la cuestión de la dictadura del proletariado. Por este motivo todas ellas actúan, de un modo más o menos determinado, contra la URSS, en su frente único con la socialdemocracia. Por otra parte, la socialdemocracia, que ha traicionado por completo al marxismo, apóyase cada vez más en la ideología de los fabianos y de los socialistas «constructivos» y gremiales. Estas tendencias se convierten en la ideología liberal reformista oficial del «socialismo» burgués de la Segunda Internacional.

En los países coloniales y entre las razas y los pueblos oprimidos en general, el comunismo tropieza en el movimiento obrero con la influencia de aquellas tendencias especiales, que en una fase determinada de desarrollo del movimiento han desempeñado un papel positivo importante, pero que, en una nueva etapa de evolución, se convierten en una fuerza de conservación.

El sun-yet-senismo era la ideología del «socialismo» pequeñoburgués populista. En la teoria de los «tres principios» (nacionalismo, democracia, socialismo), la noción de pueblo cubría y ocultaba la  noción de las clases; el socialismo era presentado no como un sistema específico y particular de producción realizado por el proletariado, sino como un bienestar social indeterminado; la lucha contra el imperialismo no se hallaba enlazada con las perspectivas de desarrollo de la lucha de clases en el interior del país. Por este motivo, el sun-yet-senismo que desempeñó en el primer estadio de la revolución china un inmenso papel positivo, como resultado de la diferenciación de clases en el país y del desarrollo ulterior de la revolución china, se convirtió de forma ideológica de dicha revolución en un obstáculo a la misma. Los epígonos del sun-yet-senismo, al preconizar con preferencia, precisamente, los principios ideológicos de este último, que han terminado por ser objetivamente reaccionarios, lo han convertido con ello en la ideología oficial del Kuomintang, el cual es, en la actualidad, una fuerza abiertamente contrarrevolucionaria. El progreso idelógico de las masas del proletariado chino y de los campesinos explotados debe ir acompañado de una lucha decidida contra la mistificación representada por el Kuomintang y la eliminación de las reminiseencias de la ideología del sun-yet-senismo.

Tendencias como el gandismo en la India, impregnadas de espíritu religioso, que idealizan las forrnas de existencia más atrasadas y económicamente reaccionarias, que ven la salvación en el retorno a lo viejo, que predican la pasividad y la negación de la lucha de clases, se convierten, en el proceso de desarrollo de la revolución, en una fuerza abiertamente contrarrcvolucionaria. El  gandismo es cada día más una ideología dirigida contra la revolución de las masas populares y, por ello, debe ser combatido decididamente por parte del comunismo.

El garvismo, que era antes la ideología de los pequeños propietarios y obreros negros en los Estados Unidos y que ejerce hoy todavía cierta influencia sobre las masas negras, se ha eonvertido, asímismo, en un obstáculo en el camino de la evolución revolucionaria. Después de haberse pronunciado en un principio por la igualdad social completa de derechos de los negros, se ha transformado en una especie de sionismo negro, el cual, en vez de la lucha contra el imperialismo norteamericano, ha lanzado la consigna «¡Retorno al África!» Esta ideología peligrosa, carente de todo rasgo deimocrático auténtico, que coquetea con los atributos de un «reinado negro» inexistente, debe ser combatida sañudamente pues, no sólo no fomenta, sino que obstaculiza la lucha libertadora de las masas negras contra el imperialismo norteamericano.

Frente a todas estas tendencias se levanta el comunismo proletario; en su calidad de ideología del movimiento revolucionario internacional de la clase obrera, se distingue de todas estas tendencias y  en primer lugar, de la socialdemocracia, en que, en completo acuerdo con las enseñanzas de Marx y Engels, lleva a cabo una lucha revolucionaria teórica y práctica por la dictadura del proletariado aplicando todas las formas de acción proletaria de las masas.

 




viernes, 13 de junio de 2014

LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO. (II)



IV. LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO. (II)
(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA: TESIS, 1928)


23. La socialdemocracia ha jugado, durante todo el período transcurrido, el papel de última reserva de la burguesía, de partido «obrero» burgués. Gracias a ella, la burguesía ha desembarazado el camino para la estabilización del capitalismo (serie de gabinetes de coalición en Europa). La consolidación del capitalismo ha hecho superflua en cierta medida, la función de la socialdemocracia como partido dirigente. Su sustitución en las coaliciones y la formación de gobiernos «puramente burgueses» han sucedido a la «era» llamada del «pacifismo democrático» jugando, por una parte, el papel de oposición y por otra el de agitador y propagandista de la política del «pacifismo realista» y de la «paz industrial», la socialdemocracia ha mantenido bajo su influencia capas importantes de la  clase obrera, ha conquistado una parte de los obreros que abandonaron los partidos burgueses, ha adquirido influencia entre las capas de la pequeña burguesía en vías de radicalización (elecciones en  Francia y en Alemania) y ha entrado de nuevo en los gobiernos en  Europa central. Es preciso darse cuenta, sin embargo, de que estos nuevos gobiernos de coalición, con la participación directa de la socialdemocracia, no pueden ser ni serán jamás, una simple repetición de las combinaciones precedentes, especialmente en lo que concierne a las cuestiones de política exterior en general, y a las cuestiones de política militar en particular. La dirección de la socialdemocracia desempeñará aquí un papel infinitamente más pérfido que en todas las etapas anteriores.

Es preciso igualmente tener en cuenta que, en relación sobre todo en la política de las coaliciones de la socialdemocracia y con la evolución de sus líderes oficiales, es posible un refuerzo del «ala izquierda» de la socialdemocracia (austromarxismo, tranmelismo, ideología del lndependent Labour Party en Inglaterra, del maximalismo en Italia) engañando con esto a las masas obreras con métodos más sutiles y, por consecuencia, más peligrosos para la causa de la revolución proletaria. La experiencia de los periodos críticos (revolución de 1923 en Alemania, huelga inglesa, insurrección de Viena), así como la actitud de los socialdemócratas de «izquierda» en la cuestión de la preparación de la guerra de los imperialistas contra la URSS, han demostrado que los líderes socialdemócratas de izquierda son de hecho los enemigos más peligrosos del comunismo y de la dictadura del proletariado. Esto es particularmente confirmado por la innoble conducta de la socialdemocracia austríaca, este «partido modelo» del ala «izquierda» de la II Internacional, durante los sangrientos combates del proletariado de Viena, en julio de 1927. Esta completa derrota de los Bauer, Adler y Cía. demuestra con evidencia que el «austromarxismo», acentuando cada vez más claramente sus tendencias reaccionarias, sobre todo después de la represión de la insurrección de Viena, traiciona constantemente en la práctica, de una manera innoble, a la clase obrera y es, en manos de los reformistas, el instrumento más peligroso para engañar a las masas revolucionarias. Por esto es por lo que, aun teniendo en cuenta el proceso de radicalización de los obreros en el propio seno de la socialdemocracia y esforzándose por extender cada vez más su influencia entre ellos, los comunistas deben desenmascarar implacablemente a los líderes socialdemócratas de «izquierda», como los más peligrosos agentes de la política burguesa en el seno de la clase obrera y conquistar a la masa obrera que abandona fatalmente a la socialdemocracia.

24. Aun asegurándose el concurso de la socialdemocracia, la burguesía, en los momentos críticos y en condiciones determinadas, organiza una forma fascista del régimen. La marca característica del fascismo es que en el momento del quebrantamiento del régimen económico capitalista y en razón de circunstancias objetivas y subjetivas, la burguesía se aprovecha del descontento de la pequeña y de la media burguesía urbana y rural y aun de ciertas capas del proletariado, para crear un movimiento de masas reaccionario con el fin de detener en su camino el desarrollo de la revolución. El fascismo recurre a métodos de violencia directa para romper la fuerza de las organizaciones de clase obrera y de los campesinos pobres y para tomar el poder. Una vez en el poder, el fascismo se esfuerza por establecer la unidad política y orgánica de todas las clases dominantes de la sociedad capitalista (bancos, gran industria, gran agricultura) y realiza su dictadura integral, abierta y consecuente. Pone a la disposición de las masas dominantes sus fuerzas armadas, especialmente adiestradas para la guerra civil. Realiza un nuevo tipo de estados apoyándose abiertamente en la violencia, la opresión y la corrupción, no solamente de las capas pequeñoburguesas, sino también de ciertos elementos de la clase obrera (empleados, antiguos líderes reformistas transformados en  funcionarios de estados, funcionarios sindicales o del partido fascista, campesinos pobres y proletarios desorganizados reclutados en la milicia fascista).

El fascismo italiano ha conseguido en estos últimos años, por diferentes procedimientos (apoyo del capital americano, opresión social y económica extrema de las masas, ciertas formas de capitalismo de estado) atenuar las consecuencias de la crisis política y económica interior y ha creado un tipo clásico de régimen fascista. Tendencias fascistas y embriones de fascismo existen ahora en todas partes, bajo una forma más o menos desarrollada; la ideología de la colaboración de clases -ideología oficial de la socialdemocracia tiene muchos puntos comunes con la del fascismo. Los métodos fascistas aplicados a la lucha contra el movimiento revolucionario existen bajo una forma embrionaria en la práctica de numerosos partidos socialdemócratas y de la burocracia sindical reformista.

En las relaciones internacionales, el fascismo prosigue una política de violencia y de provocación. La dictadura fascista en Polonia y en Italia manifiesta cada vez más tendencias agresivas y es para el proletariado de todos los países una amenaza constante para la paz, un peligro de aventuras militares y de guerras.



sábado, 7 de junio de 2014

LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO.





IV. LA LUCHA DE CLASES, LA SOCIALDEMOCRACIA Y EL FASCISMO. (I)
(VI CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA: TESIS, 1928)


18. A pesar de la agravación de la lucha de clases, el reformismo da indicios de su vitalidad y de su tenacidad política, en el movimiento obrero de Europa y América. La causa general, social y económica, de este hecho fundamental, está en el desarrollo lento de la crisis del capitalismo, en el crecimiento de algunas de sus partes principales y en la declinación relativamente lenta de las otras. Los hechos siguientes se refieren a esto: consolidación creciente de la posición de los Estados Unidos como explotador, acreedor y usurero mundial (“prosperidad” de los Estados Unidos); gran potencia colonial de Inglaterra, que pierde, de modo progresivo solamente, sus posiciones en el mercado mundial; desarrollo de la economía alemana, etc. En relación con este primer proceso, existe; un proceso secundario de integración de los aparatos del Estado y  de las organizaciones patronales con los cuadros superiores de las organizaciones obreras dirigidas por la socialdemocracia, formación de nuevos funcionarios con burócratas obreros (funcionarios de estado, de las municipalidades, de las organizaciones patronales, funcionarios al servicio de las organizaciones “comunes” de obreros y de capitalistas, “representantes del proletariado” en la administración de correos, en los consejos de los ferrocarriles, donde toman, la palabra en nombre de los sindicatos, de la cooperación, etc.).

19. Este proceso de aburguesamiento de los cuadros superiores de la burocracia obrera es conscientemente apoyado y favorecido por la socialdemocracia, que ha pasado de la defensa tímida al apoyo abierto y a la edificación activa del capitalismo, de las frases sobre la lucha de clases a la predicción de la “paz industrial”, de la “defensa” de la “patria” a la preparación de la guerra contra la URSS (Kautski), de la defensa, de palabra, de las colonias, a un apoyo directo de la política de opresión colonial, del pacifismo pequeño-burgués a la edificación de la Sociedad de Naciones imperialista, del revisionismo falsamente marxista al liberalismo del Labour Party británico.

 20. Esta posición ideológica corresponde entera y prácticamente a la actividad de la socialdemocracia y de los líderes sindicales reformistas, en primer lugar su campaña para la aplicación de los métodos “americanos” de corrupción y de descomposición de la clase obrera (actividad del Bureau Internacional del Trabajo, Conferencias de Delegados del Consejo General y del Labour Party con las asociaciones patronales en Inglaterra, el Consejo Económico Nacional en Francia, la «Schlichtungswesen» en Alemania, las leyes de arbitraje obligatorio en diferentes países escandinavos, creación de un órgano común «Cámara de Comercio» y “Cámara Obrera” en Austria, etc.). El pérfido papel de la socialdemocracia y de los líderes de los sindicatos reformistas durante las huelgas y las crisis políticas, durante los conflictos y las insurrecciones en las colonias, su justificación del terror contra los obreros (huelga inglesa, insurección de Viena, huelga de los obreros de los metales en Alemania, disparos contra los obreros en Checoslovaquia y en Polonia, insurrección en Indonesia, revolución en China, insurrección en Siria y en Marruecos, etc., etc.) se completan actualmente con sus encarnizados ataques contra los comunistas y los obreros revolucionarios (política de exclusión y de escisión de los sindicatos, de las cooperativas y de otras organizaciones de masas en diferentes países).

21. Esta política de división de la clase obrera es ampliamente practicada por los líderes reformistas que, por orden de la burguesía, excluyen a los mejores elementos revolucionarios de las organizaciones de masas del proletariado. Es ella una parte integrante de su política de colaboración con la burguesía. Su objeto es minar desde el principio la unidad interior de las filas proletarias y debilitar así su resistencia frente a los ataques del capital. Esta política es uno de los eslabones indispensables de toda su política social-imperialista (política de los armamentos, política antisoviética y de bandidaje en las colonias). Para contrabalancear estas tentativas reformistas de disgregación del frente proletario, los comunistas deben emprender y desarrollar, actualmente sobre todo, una contraofensiva enérgica para  resistir a la política reformista de escisión de las organizaciones de masas del proletariado (sindicatos, cooperativas, asociaciones culturales y deportivas, etc.) por la lucha de masas para la unidad de clase. Los pretendidos líderes de “izquierda” de la socialdemocracia juegan un papel particularmente odioso en los manejos escisionistas del reformismo. De palabra preconizan la unidad, pero de hecho apoyan siempre y sin reservas los métodos criminales de escisión de la Il Internacional y de los partidarios de Amsterdam.

22. En el campo de la política exterior, el estado mayor de la socialdemocracia y de los sindicatos reformistas de los países imperialistas expresa de una manera consecuente los intereses del estado burgués. Apoyar este Estado, sus fuerzas armadas, su policía, sus aspiraciones de expansión, su hostilidad de principio contra la URSS, apoyar los tratados y acuerdos expoliadores, la política colonial, las ocupaciones, las anexiones, los protectorados y los mandatos; apoyar a la Sociedad de Naciones y la odiosa campaña de las potencias imperialistas contra la URSS, participar en el engaño “pacifista” de las masas, en la preparación de guerra contra las repúblicas proletarias, en el engaño a los obreros coloniales (Purcell a las Indias, resolución de la II Internacional sobre la cuestión colonial) - tales son los trazos esenciales de la línea de conducta efectiva de la socialdemocracia en el terreno de la política exterior.

viernes, 30 de mayo de 2014



X. SOBRE EL FASCÍSMO

V CONGRESO DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA.
Resoluciones, 1924.


El fascismo es una de las formas clásicas de la contrarrevolución en la época de la decadencia del orden capitalista, en la época de la revolución proletaria, sobre todo allí donde el proletariado ha entablado la lucha por el poder, pero donde, falto de experiencia revolucionaria y de un partido de clase dirigente, no ha sabido organizar Ia lucha revolucionaria e impulsar el levantamiento de las masas hasta la dictadura proletaria.

El fascismo es el instrumento de combate de la gran burguesía contra el proletariado, al que los instrumentos legales del Estado no han bastado para aniquilar; es el arma extralegal de la gran burguesía para establecer y consolidar su dictadura. Pero por su estructura social el fascismo es un movimiento pequeñoburgués. Hunde sus raíces en las clases medias destinadas a desaparecer por la crisis del capitalismo, así como en los elementos desclasados de la posguerra (antiguos oficiales, etcétera), y en parte hasta en los elementos del proletariado decepcionados en sus esperanzas revolucionarias y agriados.

Cuanto más se descompone la sociedad burguesa, más adquieren los partidos "burgueses", sobre todo la socialdemocracia, un carácter medianamente fascista, valiéndose de métodos violentos contra el proletariado y disolviendo así ellos mismos el orden social para cuyo mantenimiento se los había formado. El fascismo y la socialdemocracia son los dos aspectos de un sólo y mismo instrumento de la dictadura del gran capital. He ahí por qué la socialdemocracia nunca podrá ser una aliada segura del proletariado en la lucha contra el fascismo.

Por sus contradicciones (antagonismos de intereses entre la gran burguesía por un lado y los elementos pequeñoburgués y proletarios por el otro) el fascismo se hunde tras la victoria en una bancarrota política que conduce a su descomposición interna (Italia). Cae en
una crisis semejante allí donde, sin haberse alzado con la victoria formal, se ve obligado a sostener y defender abiertamente el régimen de la gran burguesía (Alemania).

Vistos el papel histórico, el carácter y la estructura social del fascismo, la lucha de los comunistas contra él debe ser llevada con métodos y medios que permitan a la vez triunfar políticamente sobre él y rechazar directamente su agresión armada contra el proletariado revolucionario. Esos medios son, entre otros:


a) EN EL TERRENO POLÍTICO

1) Una estrategia y una política verdaderamente revolucionarias que inspiren en el proletariado, en los elementos pequeñoburgueses y en los pequeños campesinos confianza en el movimiento comunista, originando y fortaleciendo en ellos la idea de que los problemas económicos, sociales, políticos y culturales se resolverán por la dictadura del proletariado.

2) Una educación sistemática de la clase obrera acerca del carácter contrarrevolucionario y antiobrero del fascismo.

3) Una educación sistemática de las masas pequeñoburguesas y  pequeñocampesinas proletarizadas y oprimidas por la crisis capitalista sobre su situación y el papel puramente gran capitalista del fascismo.

4) Una política exterior activa contra los tratados imperialistas, las reparaciones, la engañifa de la Sociedad de las Naciones, etcétera; el desenmascaramiento de la política imperialista y sus consecuencias desastrosas para las masas trabajadoras.

5) La lucha por la alianza revolucionaria con la Unión de Repúblicas Soviéticas; una política leninista en el problema nacional; la lucha por el derecho de autodeterminación y secesión de todas las naciones oprimidas.

6) La campaña por el frente único de todas las clases trabajadoras contra el fascismo; por el frente único internacional del proletariado bajo la dirección de la Internacional Comunista.

7) La subordinación de la propaganda antifascista a los comités centrales de los partidos; amplia propaganda antifascista mediante afiches y octavillas y a través de la prensa.


b) EN EL TERRENO MILITAR Y ORGANIZATIVO 

1) Organización de la defensa armada contra el fascismo armado (centurias proletarias, etcétera).
2) Desarme de los fascistas, confiscación de sus depósitos de armas y municiones.
3) En contra de las demostraciones fascistas, contramanifestaciones de la clase obrera bajo protección armada.
4) Contra los actos terroristas de los fascistas (destrucción de las casas sindicales, imprentas, etcétera, y atentados contra los obreros y los líderes obreros) organización de la huelga general, terror obrero, represalias contra los fascistas, sus jefes, sus imprentas y sus empresas.
5) Sabotaje de los trasportes con motivo de las movilizaciones expediciones, concentraciones y demostraciones fascistas.
6) Expulsión de los fascistas de las fábricas; sabotaje, resistencia pasiva, huelgas en las empresas en las que haya empleados fascistas que desempeñen el papel de soplones o agentes provocadores.




viernes, 23 de mayo de 2014

EL PROBLEMA DEL PODER


II. EL PROBLEMA DEL PODER

(Resolución V Congreso de la Internacional Comunista, 1924)

1. Conmoción del régimen burgués

El régimen burgués ha salvado por cierto espacio de tiempo su existencia, aun cuando la primera guerra mundial imperialista haya provocado hacia su fin una inmensa explosión de descontento popular espontáneo. Las fuerzas del proletariado internacional no se hallaban suficientemente organizadas. Los partidos del golpe de Estado proletario eran demasiado débiles, y por eso la victoria de la revolución proletaria era, al final de la guerra imperialista, imposible.

Pero no por ello dejó la guerra de causar profundas sacudidas. Durante muchos años siguieron manifestándose sus repercusiones. Sus consecuencias sociales y políticas apenas se han esbozado.  Los tratados imperialistas sólo fueron, como hubo demostrado la ocupación del Ruhr, una continuación de la guerra con otros medios;  no curaron las heridas abiertas por la guerra. Las consecuencias de la guerra no se han alejado, ni los métodos capitalistas las alejarán.

En todo caso, como resultado de la primera guerra mundial imperialista el régimen capitalista aparece socavado y conmovido a la vez económica y políticamente. Los síntomas de la fragilidad del capitalismo suelen mostrarse con una evidencia más sorprendente aun en la política que en la economía.

El cambio rápido e incesante de los gobiernos es uno de esos síntomas. En muchos países el problema del poder está en la orden del día, y ello con una forma desconocida antes de la guerra.

2. Las dos políticas de la burguesía

La posguerra y en parte el período que la precedió han revelado dos tendencias políticas de la burguesía: una francamente reaccionaria y la otra democrático-pacifista. La encarnación más patente de la primera es Poincaré; de la segunda, Lloyd George.

En estos años de crisis revolucionaria ese fenómeno no es fortuito. Cuando el piso tiembla bajo los pies de la burguesía, cuando la era "normal" de su dominación estable entra en el pasado, cuando acontecimientos revolucionarios se anuncian de una manera manifiesta y crecen las fuerzas del golpe de Estado proletario, dos sistemas de política deben necesariamente presentárseles a los jefes de la clase dominante, uno que querría aplastar y reprimir las fuerzas revolucionarias antes que éstas crecieran, echando mano a una furibunda campaña contra ellas, y otro, más perspicaz, que por medio de pequeñas concesiones y corrompiendo a los dirigentes de la clase obrera, en una palabra, por medio de la democracia, el pacifismo y el reformismo, se esfuerza por modificar la relación de fuerzas en favor de la burguesía.

3. Entre la socialdemocracia y el fascismo

La burguesía ya no puede gobernar con los antiguos métodos. Es uno de los síntomas de la proximidad, lenta pero segura, de la revolución proletaria. La burguesía recurre tan pronto a los buenos oficios del fascismo y tan pronto a los de la socialdemocracia. En ambos casos procura enmascarar el carácter capitalista de su dominación y darle
rasgos más o menos "populares".

Fascistas (primer período de Mussolini) y socialdemócratas (primer período de Noske) se ponen al servicio de la burguesía como organizaciones de combate, bandas armadas, tropas de choque contra el naciente ejército proletario, etcétera.

Con la ayuda del fascismo y la socialdemocracia, la burguesía intenta reagrupar las fuerzas sociales, fabricando la apariencia de una victoria política de la pequeña burguesía y de una participación del pueblo en el ejercicio del poder.

4. La socialdemocracia, tercer partido de la burguesía

En Estados Unidos se hace mucho ruido en torno de la creación de un tercer partido de la burguesía (la pequeña burguesía). En Europa la socialdemocracia ya es, en cierto sentido, ese tercer partido.

La cosa es particularmente visible en Inglaterra, donde a los dos partidos clásicos de la burguesía, que en otros tiempos se turnaban prácticamente en el poder, se ha sumado como factor gubernamental el Labour Party, que en realidad efectúa, o poco menos, la política de una de las alas de la burguesía. Los jefes oradores  del Labour Party están llamados a cooperar, en una u otra forma, en el ejercicio del poder de la burguesía.

Está fuera de toda duda que en Francia, Inglaterra y muchos otros países los líderes de la II lnternacional desempeñan el papel de miserables burgueses y están prácticamente a la cabeza de una fracción de la burguesía "democrática".

Hace ya tiempo que, de ala derecha del movimiento obrero que eran, han degenerado cada vez más en ala izquierda de la burguesía y en algunos sitios en ala del fascismo. Por eso resulta históricamente falso hablar de victoria del fascismo sobre la socialdemocracia. El fascismo y la socialdemocracia (en la medida en que se trata de los dirigentes) son la mano derecha y la mano izquierda del capitalismo contemporáneo, conmovido por la primera guerra mundial imperialista y las primeras sublevaciones de los trabajadores.

5. La socialdemocracia de nuevo en el poder

Durante la guerra e inmediatamente después de ella hemos visto a los líderes de la Il Internacional en el poder en cierto número de países. El hecho se explicaba por la brutal necesidad de los imperialistas de oponer a los países enemigos el movimiento obrero.

En estos momentos la burguesía invita a los jefes de la socialdemocracia a compartir el poder por segunda vez. En situación "normal" y" sin guerra, este fenómeno da testimonio de la inestabilidad de la hegemonía burguesa, de las colosales anomalías y las terribles crisis que esa situación normal encierra para la burguesía.

6. Entre el terror blanco y los "gobiernos obreros"

Pese a una apariencia de consolidación del régimen burgués, su poderío se encuentra en realidad cada vez más minado. La posición se vuelve cada vez más inestable. El parlamentarismo vive sus últimos  momentos. Sobre las ruinas del viejo parlamentarismo a la burguesía le cuesta cada vez más construir un equilibrio siquiera apenas  sólido. Las últimas el elecciones en Francia y Alemania son una ilustración al respecto; he ahí dos parlamentos burgueses de dos grandes Estados de Europa que carecen de una mayoría estable. La burguesía se verá constreñida, una y otra vez, entre el terror blanco y el "gobierno obrero".

Puede ocurrir que en un futuro próximo veamos "gobiernos obreros", no en un país o en un par de países, sino en muchos. Serán el resultado de la lucha del proletariado por el poder y de las vacilaciones de la burguesía inevitables en el período actual.

Objetivamente, esos "gobiernos obreros” pueden ser un progreso en el sentido de dar testimonio de la progresiva dislocación del régimen burgués, de la falta de continuidad en la política de las clases dominantes. El gobierno "obrero" contrarrevolucionario (en
realidad, liberal) de Mac Donald es un progreso.

Pero el papel de los verdaderos partidarios de la revolución proletaria debe consistir, no en llevar a las nubes a semejantes gobiernos "obreros", sino en agrupar el ejército proletario para la lucha revolucionaria intransigente y en saltar lo antes posible sobre ese gobierno  supuestamente obrero para hacer triunfar la dictadura del proletariado.

7. Significación objetiva y probables perspectivas de la fase democrático-pacifista.

La significación objetiva de la fase democrático-pacifista que atravesamos consiste en el hecho de que la burguesía ya no puede mantenerse en el poder por medio de los antiguos métodos. Es la expresión de la debilidad y la declinación del régimen capitalista.

Los gobiernos demcrático­pacifistas actualmente en el poder, así  como todos los gobiernos análogos que pueden llegar a éste, no sólo no habrán de llevar una política realmente democrática y pacifica, sino que por el contrario se teñirán cada vez más de fascismo. La lucha de clases, lejos de calmarse, habrá de exasperarse aun más dentro
del marco de esa "democracia”, de ese "pacifismo". La alternancia de los regímenes (democracia, fascismo, democracia) socavará aun más ese marco de "democracia" y "pacifismo". A Las masas populares, en primer término las masas proletarias, saldrán enriquecidas de experiencia política y más decididas a la lucha, mientras que la burguesía y los líderes socialdemócratas al servició de ésta saldrán cada vez más débiles, mas desmoralizados, perdida la fe en ellos mismos y en su política.

Así crecerán las fuerzas de la Revolución Proletaria hasta el día de su victoria decisiva.



lunes, 31 de marzo de 2014

IINFORME SOBRE LAS TAREAS DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA - LENIN


Vivimos tiempos revolucionarios, la crisis general y última del imperialismo está agudizando todas las contradicciones, y exige la toma de posición clara y nítida entre los campos del proletariado y del imperialismo. El reformismo y el revisionismo, nuevo y viejo, cumplen su labor reaccionaria cada vez de forma más clara y evidente para las masas. En el Perú la LOD se empeña en ir contra el curso de la  historia, en contener la revolución y trabaja, principalmente para la potencia hegemónica yanqui. En otros lugares el revisionismo trabaja para las potencias imperialistas china y rusa, u otros imperialismos. El nacionalismo, el chovinismo, las esferas de influencia de una u otra potencia imperialista son levantadas  como las banderas del socialismo. La crisis general del imperialismo muestra la decadencia del orden capitalista, las masas se levantan en todo el mundo y es una necesidad histórica la constitución o reconstitución de Partidos Comunistas en todo el mundo. Partidos que pongan al orden del día la guerra popular y la dictadura del proletariado. La III Internacional  es  un ejemplo para todos los comunistas, por su firmeza en los principios comunistas y por su combate a muerte contra el fascismo y todo reformismo, mostrando que lo fundamental es el poder, qué clase tiene el poder, quién ejerce la dictadura:

“la creación del gobierno laborista no es un fenómeno particular de Inglaterra. Es un producto particular del periodo de desintegración capitalista, en el que las viejas formas de gobierno capitalista se vuelven incapaces de resolver los problemas engendrados por el capitalismo en el terreno nacional e internacional, social, político y económico. En este periodo la clase capitalista echa mano a diferentes medios de defensa, desde el laborismo (ministerialismo socialista), con su pacifismo social, hasta el fascismo en todas sus formas, según la agudeza de los antagonismos de clase y las relaciones que estos problemas han creado entre las clases sociales. El gobierno laborista y el gobierno fascista son los dos polos del método empleado por la burguesía para prolongar su dictadura”
(IX. Sobre el Gobierno Laborista Inglés.V Congreso de la Internacional Comunista, 1924

En este contexto, además del deslinde con el reformismo y el revisionismo el apoyo a la guerra popular en el Perú dirigida por CC del PCP se ha convertido en tarea  fundamental de todos los Partidos Comunista y de los comunistas y revolucionarios del mundo.

Hoy iniciamos la publicación de una serie de materiales como arma de combate que sirvan tanto al debate internacional dentro del MCI, como para deslindar campos con el nuevo y el viejo revisionismo.








 INFORME SOBRE LA SITUACIÓN INTERNACIONAL Y LAS TAREAS FUNDAMENTALES DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA.


V. I. Lenin


19 de julio de 1920

Publicado el 24 de julio de 1920 en el núm. 162 de "Pravda".


(Clamorosa ovación. Todos se ponen en pie y aplauden. El orador intenta hablar, pero siguen los aplausos y las exclamaciones en todas las lenguas. La ovación dura mucho.)

Camaradas: Las tesis sobre los problemas relativos a las tareas fundamentales de la Internacional Comunista han sido publicadas en todos los idiomas, y no representan algo sustancialmente nuevo (en particular para los camaradas rusos), ya que en grado considerable hacen extensivos a una serie de países occidentales, a Europa Occidental, ciertos rasgos básicos de nuestra experiencia revolucionaria y las enseñanzas de nuestro movimiento revolucionario. Por eso, en mi informe me detendré con algo más de detalle, aunque brevemente, en la primera parte del tema que me ha sido asignado: la situación internacional.

Las relaciones económicas del imperialismo constituyen la base de la situación internacional hoy existente. A lo largo de todo el siglo XX se ha definido por completo esta fase del capitalismo, su fase superior y última. Todos vosotros sabéis, claro está, que el rasgo más característico y esencial del imperialismo consiste en que el capital ha alcanzado proporciones inmensas. La libre competencia ha sido sustituida por un monopolio gigantesco. Un numero insignificante de capitalistas ha podido, a veces, concentrar en sus manos ramas industriales enteras, las cuales han pasado a las alianzas, cártels, consorcios y trusts con frecuencia de carácter internacional. De este modo, los monopolistas se han apoderado de ramas enteras de la industria en el aspecto financiero, en el aspecto del derecho de propiedad y, en parte, en el aspecto de la producción, no sólo en algunos países, sino en el mundo entero. Sobre esta base se ha desarrollado el dominio, antes desconocido, de un número insignificante de los mayores bancos, reyes financieros y magnates de las finanzas, que en la práctica, han transformado incluso las repúblicas más libres en monarquías financieras. Antes de la guerra, esto era reconocido públicamente por escritores que no tienen nada de revolucionarios, como, por ejemplo, Lysis en Francia.

Este dominio de un puñado de capitalistas alcanzó su pleno desarrollo cuando todo el globo terráqueo quedó repartido no sólo en el sentido de conquista de las distintas fuentes de materias primas y de medios de producción por los capitalistas más fuertes, sino también en el sentido de haber terminado el reparto preliminar de las colonias. Hace unos cuarenta años, apenas pasaba dé 250 millones de seres la población de las colonias sometidas por seis potencias capitalistas. En vísperas de la guerra de 1914, en las colonias había ya cerca de 600 millones de habitantes, y si agregamos países como Persia, Turquía y China, que entonces eran ya semicolonias, resultará, en cifras redondas, una población de mil millones, que era oprimida mediante la dependencia colonial por los países más ricos, civilizados y libres. Y vosotros sabéis que, además de la dependencia jurídica directa de carácter estatal, la dependencia colonial presupone toda una serie de relaciones de dependencia financiera y económica, presupone toda una serie de guerras, que no eran consideradas como tales porque consistían, con frecuencia, en que las tropas imperialistas europeas y norteamericanas, pertrechadas con las más perfectas armas de exterminio, reprimían a los habitantes inermes e indefensos de las colonias.

De este reparto de toda la tierra, de este dominio del monopolio capitalista, de este poder omnímodo de un insignificante puñado de los mayores bancos -dos, tres, cuatro o, a lo sumo, cinco por Estado- nació, de modo ineluctable, la primera guerra imperialista de 1914-1918. Esa guerra se hizo para repartir de nuevo el mundo entero. Se hizo para determinar cuál de los dos grupos insignificantes de los mayores Estados- el inglés o el alemán- recibiría la posibilidad y el derecho de saquear, oprimir y explotar toda la Tierra. Como sabéis, la guerra decidió la cuestión a favor del grupo inglés. Y como resultado de esa guerra, nos encontramos ante una exacerbación incomparablemente mayor de todas las contradicciones capitalistas. La guerra lanzó de golpe a unos 250 millones de habitantes de la Tierra a una situación equivalente a la de las colonias. Lanzó a esa situación a Rusia, en la que deben contarse cerca de 130 millones, a Austria-Hungría, Alemania y Bulgaria, que suman en total no menos de 120 millones. Doscientos cincuenta millones de habitantes de países que, en parte, figuran entre los más avanzados, entre los más cultos e instruidos, como Alemania, y que en aspecto técnico se encuentran al nivel del progreso contemporáneo. Por medio del Tratado de Versalles, la guerra impuso a esos países condiciones tales, que pueblos avanzados se vieron reducidos a la dependencia colonial, a la miseria, el hambre, la ruina y la falta de derechos, pues en virtud del tratado están maniatados y, para muchas generaciones, puestos en condiciones que no ha conocido ningún pueblo civilizado. He aquí el cuadro que ofrece el mundo: nada más acabada la guerra, no menos de 1.250 millones de seres son víctimas de la opresión colonial, víctimas de la explotación del capitalismo feroz, que se jactaba de su amor a la paz y que tenía cierto derecho a jactarse de ello hace cincuenta años, cuando la Tierra no estaba repartida todavía, cuando el monopolio no dominaba aún, cuando el capitalismo podía desarrollarse de modo relativamente pacífico, sin conflictos bélicos colosales.

En la actualidad, después de esa época "pacífica", asistimos a una monstruosa exacerbación de la opresión, vemos el retorno a una opresión colonial y militar mucho peor que la anterior. El Tratado de Versalles ha colocado a Alemania, y a toda una serie de Estados vencidos, en una situación que hace materialmente imposible su existencia a económica, en una situación de plena carencia de derechos y de humillación.

¿Qué número de naciones se ha aprovechado de ello? Para poder responder a esta pregunta debemos recordar que la población de los Estados Unidos de América -los cuales son los únicos que han ganado en la guerra de modo pleno y se han transformado por completo de un país con gran cantidad de deudas en un país al que todos le deben- no pasa de 100 millones de almas. El Japón, que ha ganado muchísimo al permanecer al margen del conflicto europeo-norteamericano y apoderarse del inmenso continente asiático, tiene 50 millones de habitantes, Inglaterra, que después de esos países ha ganado más que nadie, cuenta con una población de 50 millones. Y si agregamos los Estados neutrales, cuya población es muy pequeña y que se han enriquecido durante la conflagración, obtendremos, en cifras redondas, 250 millones.

Ahí tenéis, pues, trazado en líneas generales, el cuadro del mundo después de la guerra imperialista. Colonias oprimidas con una población de 1.250 millones de seres: países que son despedazados vivos, como Persia, Turquía y China; países que, derrotados, han sido reducidos a la situación de colonias. No más de 250 millones en países que han mantenido su vieja situación, pero que han caído, todos ellos, bajo la dependencia económica de Norteamérica y que durante toda la guerra dependieron en el aspecto militar, pues la contienda abarcó al mundo entero y no permitió ni a un solo Estado permanecer neutral de verdad. Y, por último, no más de 250 millones de habitantes en países en los que, por supuesto, se han aprovechado del reparto de la Tierra únicamente las altas esferas, únicamente los capitalistas. En total, cerca de 1.750 millones de personas -que forman toda la población del globo. Quisiera recordaros este cuadro del mundo porque todas las contradicciones fundamentales del capitalismo, del imperialismo, que conducen a la revolución, todas las contradicciones fundamentales en el movimiento obrero, que condujeron a la lucha más encarnizada con la II Internacional, y de lo cual ha hablado el camarada presidente, todo eso está vinculado al reparto de la población de la Tierra.

Es claro que las cifras citadas ilustran en rasgos generales, fundamentales, el cuadro económico del mundo. Y es natural, camaradas, que sobre la base de ese reparto de la población de toda la Tierra haya aumentado en muchas veces la explotación del capital financiero, de los monopolios capitalistas.

No sólo las colonias y los países vencidos se ven reducidos a un estado de dependencia; en el interior mismo de cada país victorioso se han desarrollado las contradicciones más agudas, se han agravado todas las contradicciones capitalistas. Lo mostraré en rasgos concisos con algunos ejemplos.

Tomad las deudas de Estado. Sabemos que las deudas de los principales Estados europeos han aumentado, de 1914 a 1920, no menos de siete veces. Citaré una fuente económica más, que adquiere una importancia muy grande: es Keynes, diplomático inglés y autor del libro Las consecuencias económicas de la paz, quien, por encargo de su gobierno, participó en las negociaciones de paz de Versalles, las siguió sobre el lugar desde un punto de vista puramente burgués, estudió el asunto paso a paso, en detalle, y, como economista, tomó parte en las conferencias. Ha llegado a conclusiones que son más tajantes, más evidentes y más edificantes que cualquiera otra de un revolucionario comunista, porque estas conclusiones las hace un burgués auténtico, un enemigo implacable del bolchevismo, del cual él, como filisteo inglés, se hace un cuadro monstruoso, bestial y feroz. Keynes ha llegado a la conclusión de que con el Tratado de Versalles, Europa y el mundo entero van a la bancarrota. Keynes ha dimitido; ha arrojado su libro a la cara del gobierno y ha dicho: Hacéis una locura. Os citaré sus cifras que, en conjunto, se reducen a lo siguiente:

¿Cuáles son las relaciones de deudores y acreedores que o establecido entre las principales potencias? Convierto las libras esterlinas en rublos oro, al cambio de 10 rublos oro por libra esterlina. He aquí lo que resulta: los Estados Unidos tienen un activo de 19.000 millones; su es nulo. Hasta la guerra eran deudores de Inglaterra. En el último Congreso del Partido Comunista de Alemania, el 14 de abril de 1920, el camarada Levi señalaba con razón en su informe que no quedaban más que dos potencias que actúan hoy independientes en el mundo: Inglaterra y Norteamérica. Pero sólo Norteamérica ha quedado absolutamente independiente desde el punto de vista financiero. Antes de la guerra era deudora; hoy es sólo acreedora. Todas las demás potencias del mundo han contraído deudas. Inglaterra se ve reducida a la siguiente situación: activo 17.000 millones, pasivo 8.000 millones, es ya mitad deudora. Además, en su activo figuran cerca de 6.000 millones que le debe Rusia. Los stocks militares que Rusia compró durante la guerra forman parte de los créditos ingleses. No hace mucho, cuando, en su calidad representante del Gobierno soviético de Rusia, Krasin tuvo la oportunidad de conversar con Lloyd George sobre los convenios relativos a las deudas, explicó claramente a los científicos y políticos, dirigentes del Gobierno inglés, que si pensaban cobrar estas deudas, se equivocaban de manera inexplicable. Y el diplomático inglés Keynes les había ya revelado este error.

Por supuesto, la cuestión no depende sólo del hecho, y ni siquiera la cosa es ésa, de que el Gobierno revolucionario ruso no quiere pagar sus deudas. Ningún gobierno se avendría a liquidarlas, por la sencilla razón de que estas deudas no representan más que los intereses usurarios de lo que ha sido ya pagado una veintena de veces, y este mismo burgués Keynes, que no siente ninguna simpatía por el movimiento revolucionario ruso dice: "Está claro que no se pueden tener en cuenta estas deudas".

Por lo que se refiere a Francia, Keynes aduce cifras como éstas: su activo es de tres mil millones y medio, su pasivo, ¡de 10.000 millones y medio! Y éste es el país del cual los franceses mismos decían que era el usurero de todo el mundo, porque sus "ahorros" eran colosales y el saqueo colonial y financiero, que le había proporcionado un capital gigantesco, le permitía otorgar préstamos de miles y miles de millones, en particular a Rusia. De estos préstamos Francia obtenía enormes beneficios. Y a pesar de ello, a pesar de la victoria, Francia ha ido a parar a la situación de deudora.

Una fuente burguesa norteamericana, citada por el camarada Braun, comunista, en su libro ¿Quién debe pagar las deudas de guerra? (Leipzig, 1920), define de la manera siguiente la relación que existe entre las deudas y el patrimonio nacional: en los países victoriosos, en Inglaterra y Francia, las deudas representan más del 50% del patrimonio nacional. En lo que atañe a Italia, este porcentaje es de 60 a 70, en cuanto a Rusia, de 90, pero, como sabéis, estas deudas no nos inquietan, ya que poco antes de que apareciese el libro de Keynes, habíamos seguido su excelente consejo: habíamos anulado todas nuestras deudas.
(Clamorosos aplausos.)

Keynes no hace más que revelar en este caso su habitual rareza de filisteo: al aconsejar anular todas las deudas, declara que, por supuesto, Francia no hará más que ganar, que, desde luego, Inglaterra no perderá gran cosa, porque, de todos modos, no se podría sacar nada de Rusia; Norteamérica perderá mucho, pero Keynes cuenta con ¡la "generosidad" norteamericana! A este respecto, no compartimos las concepciones de Keynes ni de los demás pacifistas pequeñoburgueses. Creemos que para conseguir la anulación de las deudas tendrán que esperar otra cosa y trabajar en una dirección un tanto diferente, y no en la de contar con la "generosidad" de los señores capitalistas.

De estas cifras muy concisas se infiere que la guerra imperialista ha creado también para los países victoriosos una situación imposible. La enorme desproporción entre los salarios y la subida de precios lo indica igualmente. El 8 de marzo de este año, el Consejo Superior Económico, institución encargada de defender el orden burgués del mundo entero contra la revolución creciente, adoptó una resolución que termina con un llamamiento al orden, a la Laboriosidad y al ahorro, con la condición, claro está, de que los obreros sigan siendo esclavos del capital. Este Consejo Superior Económico, órgano de la Entente, órgano de los capitalistas de todo el mundo, hizo el siguiente balance.

En los Estados Unidos, los precios de los productos alimenticios han subido en un promedio de 120%, mientras que los salarios han aumentado sólo en un 100%. En Inglaterra, los productos alimenticios han subido en 170%, los salarios, en 130%. En Francia, los precios de los víveres han aumentado en 300%, los salarios, en 200. En el Japón, los precios han subido en 130%, los salarios, en 60% (confronto las cifras indicadas por el camarada Braun en su folleto precitado y las del Consejo Superior Económico dadas por el Times del 10 de marzo de 1920).

Está claro que en semejante situación el crecimiento de la indignación de los obreros, el desarrollo de las ideas y del estado de ánimo revolucionarios y el aumento de las huelgas espontáneas de masas son inevitables. Porque la situación de los obreros se hace insoportable. Estos se convencen por su propia experiencia de que los capitalistas se han enriquecido inmensamente con la guerra, cuyos gastos y deudas cargan sobre las espaldas de los obreros. Recientemente, un telegrama nos comunicaba que Norteámerica quiere repatriar a Rusia a 500 comunistas más, para desembarazarse de estos "peligrosos agitadores".

Pero aunque Norteamérica nos enviase no 500, sino 500.000 "agitadores" rusos, norteamericanos, japoneses, franceses, la cosa no cambiaría, puesto que subsistiría la desproporción de los precios, contra la cual no pueden hacer nada Y no pueden hacer nada porque la propiedad privada se protege allí rigurosamente, porque para ellos es "sagrada". No hay que olvidar que la propiedad privada de los explotadores ha sido abolida sólo en Rusia. Los capitalistas no pueden hacer nada contra esa desproporción de los precios, y los obreros no pueden vivir con los antiguos salarios. Contra esta calamidad, ningún viejo método sirve, ninguna huelga aislada, ni la lucha parlamentaria ni la votación pueden hacer nada, porque la "propiedad privada es sagrada", y los capitalistas han acumulado ales deudas que el mundo entero está avasallado por un puñado de personas; por otra parte, las condiciones de existencia de los obreros se hacen más y más insoportables. No hay más salida que la abolición de la "propiedad privada" de los explotadores.

En su folleto Inglaterra y la revolución mundial, del cual nuestro Noticiero del Comisariado del Pueblo de Negocios Extranjeros de febrero de 1920 ha publicado valiosos extractos, el camarada Lapinski indica que en Inglaterra los precios del carbón de exportación han sido dos veces más elevados que los previstos por los medios industriales oficiales.

En Lancashire se ha llegado a una alza del valor de las acciones de un 40%. Los beneficios de los bancos constituyen del 40 al 50% como mínimo, además se debe señalar que, cuando se trata de determinar sus beneficios, todos los banqueros saben encubrir la parte leonina no llamándola beneficios, sino disimulándola bajo la forma de primas, bonificaciones, etc. Así es que también en este caso, los hechos económicos indiscutibles muestran que la riqueza de un puñado ínfimo de personas ha crecido de manera increíble, que un lujo inaudito rebasa todos los límites, mientras que la miseria de la clase obrera no cesa de agravarse. En particular, hay que señalar, además, una circunstancia que el camarada Levi ha subrayado con extraordinaria claridad en su informe precitado: la modificación del valor del dinero. Como consecuencia de las deudas, de la emisión de papel moneda, etc., el dinero se ha desvalorizado en todas partes. La misma fuente burguesa, que ya he citado, es decir, la declaración del Consejo Superior Económico del 8 de marzo de 1920, estima que en Inglaterra la depreciación de la moneda en relaci6n al dólar es aproximadamente de un tercio; en Francia, de dos tercios, en cuanto a Alemania, llega hasta el 96%.

Este hecho muestra que el "mecanismo" de la economía mundial se está descomponiendo por entero. No es posible continuar las relaciones comerciales de las cuales dependen, bajo el régimen capitalista, la obtención de materias primas y la venta de los productos manufacturados; no pueden continuar precisamente por el hecho de que toda una serie de países se hallan sometidos a uno solo, debido a la depreciación monetaria. Ninguno de los países ricos puede vivir ni comerciar, porque no puede vender sus productos ni recibir materias primas.

Así, pues, resulta que Norteamérica misma, el país más rico, al que están sometidos todos los demás países, no puede comprar ni vender. Y ese mismo Keynes, que ha conocido todos los recovecos y peripecias de las negociaciones de Versalles, está obligado a reconocer esta imposibilidad, pese a su firme decisión de defender el capitalismo y a despecho de todo su odio al bolchevismo. Dicho sea de paso, no creo que ningún manifiesto comunista, o, en general, revolucionario, pueda compararse, en cuanto a su vigor, a las páginas en las que Keynes pinta a Wilson y el "wilsonismo" en acción. Wilson fue el ídolo de los pequeños burgueses y de los pacifistas tipo Keynes y de ciertos héroes de la II Internacional (e incluso de la Internacional "II y media") que han exaltado sus "14 puntos" y escrito hasta libros "sabios" sobre las "raíces" de la política wilsoniana, esperando que Wilson salvaría la "paz social", reconciliaría a los explotadores con los explotados y realizaría reformas sociales. Keynes ha mostrado con toda evidencia que Wilson ha resultado ser un tonto y que todas estas ilusiones se han esfumado al primer contacto con la política práctica, mercantil y traficante del capital, encarnada por los señores Clemenceau y Lloyd George. Las masas obreras ven ahora cada vez más claramente por su experiencia vivida, y los sabios pedantes podrían verlo a la sola lectura del libro de Keynes, que las "raíces" de la política de Wilson estribaban sólo la necedad clerical, la fraseología pequeño-burguesa y la total incomprensión de la lucha de clases.

De todo eso dimanan de modo completamente inevitable y natural dos condiciones, dos situaciones fundamentales. De una parte, la miseria y la ruina de las masas se han acrecentado de manera inaudita, y sobre todo en que concierne a 1.250 millones de seres humanos, o sea, al 70% de la población del globo. Se trata de las colonias y países dependientes, cuya población está privada de todo derecho jurídico de países colocados "bajo el mandato" de los bandidos de las finanzas. Y, además, la esclavitud de los países vencidos ha quedado sancionada por el Tratado de Versalles y los acuerdos secretos relativos a Rusia, que a veces tienen -es verdad- tanto valor como los papeluchos en los que se ha escrito que debemos tantos y cuantos miles de millones. Presenciamos en la historia mundial el primer caso de sanción jurídica de la expoliación, de la esclavitud, de la dependencia, de la miseria y del hambre de 1.250 millones de seres humanos.

De otra parte, en cada país que se ha vuelto acreedor, la situación de los obreros se ha hecho insoportable. La guerra ha agravado al máximo todas las contradicciones capitalistas, y en ello está el origen de esa profunda efervescencia revolucionaria que no hace más que crecer, porque durante la guerra los hombres se hallaban bajo el régimen de la disciplina militar, eran lanzados a la muerte o amenazados de una represión militar inmediata. Las condiciones impuestas por la guerra no dejaban ver la realidad económica. Los escritores, los poetas, los popes y toda la prensa no hacían más que glorificar la guerra. Ahora que la guerra ha terminado, las cosas han comenzado a desenmascararse. Está desenmascarado el imperialismo alemán con su paz de Brest-Litovsk. Está desenmascarada la paz de Versalles que debía ser la victoria del imperialismo y ha resultado ser su derrota. El ejemplo de Keynes muestra, entre otras cosas, cómo decenas y centenares de miles de pequeños burgueses, de intelectuales o simplemente de personas un tanto desarrolladas y cultas de Europa y América han tenido que emprender la misma senda que él, que ha presentado su dimisión y arrojado a la cara de su gobierno el libro que desenmascaraba a éste. Keynes ha mostrado lo que pasa y pasara en la conciencia de millares y centenares de miles de personas cuando comprendan que todos los discursos sobre la "guerra por la libertad", etc. no han sido más que puro engaño y que como consecuencia de la guerra se ha enriquecido sólo una ínfima minoría, mientras que los demás se han arruinado y han quedado reducidos a la esclavitud. En efecto, el burgués Keynes declara que los ingleses, para proteger su vida, para salvar la economía inglesa, deben conseguir ¡que entre Alemania y Rusia se reanuden las relaciones comerciales libres! Pero ¿cómo conseguirlo? ¡Anulando todas las deudas, como lo propone él! Esta es una idea que no pertenece sólo al científico economista Keynes. Millones de personas llegan y llegarán a esta idea. Y millones de personas oyen declarar a los economistas burgueses que no hay más salida que la anulación de las deudas, que por consiguiente "¡malditos sean los bolcheviques!" (que las han anulado, y ¡¡hagamos un llamamiento a la "generosidad" de Norteamérica!!) Pienso que se debería enviar en nombre del Congreso de la Internacional Comunista un mensaje de agradecimiento a estos economistas que hacen agitación en favor del bolchevismo.

Si, de una parte, la situación económica de las masas se ha hecho insoportable; si, de otra parte, en el seno de la ínfima minoría de los países vencedores omnipotentes se ha iniciado y se acelera la descomposición ilustrada por Keynes. Realmente presenciamos la maduración de las dos condiciones de la revolución mundial.

Tenemos ahora ante los ojos un cuadro algo más completo del mundo. Sabemos lo que significa esta dependencia de un puñado de ricachones a la que están sujetos los 1.250 millones de seres colocados en condiciones de existencia inaguantables. De otro lado, cuando se ofreció a los pueblos el Pacto de la Sociedad de Naciones, en virtud del cual ésta declara que ha puesto fin a las guerras y que en adelante no permitirá a nadie quebrantar la paz, cuando este pacto -última esperanza de las masas trabajadoras del mundo entero- entró en vigor, eso fue para nosotros la victoria más grande. Cuando aún no estaba en vigor, decían: es imposible no imponer a un país como Alemania condiciones especiales; cuando haya un tratado, ya verán cómo todo marchará bien. Pero cuando este pacto se publicó ¡los enemigos furibundos del bolchevismo han tenido que renegar de él! Tan pronto como el pacto empezó a entrar en vigor resulto que el grupito de países más ricos, ¡este "cuarteto de gente gorda"! --Clemenceau, Lloyd George, Orlando y Wilson-- quedó encargado de arreglar las nuevas relaciones. ¡Y cuando pusieron en marcha la máquina del pacto, ésta llevó a la ruina total!

Lo hemos visto en las guerras contra Rusia. Débil, arruinada, abatida, Rusia, el país más atrasado, lucha contra todas las naciones, contra la alianza de Estados ricos y poderosos que dominan al mundo, y sale vencedora de esta lucha. No podíamos oponer fuerzas un tanto equivalentes y, sin embargo, fuimos los vencedores. ¿Por qué? Porque no había ni sombra de unidad entre ellos, porque cada potencia actuaba contra otra. Francia quería que Rusia le pagase las deudas y se convirtiese en una fuerza temible contra Alemania; Inglaterra deseaba el reparto de Rusia, intentaba apoderarse del petróleo de Bakú y firmar un tratado con los países limítrofes de Rusia. Entre los documentos oficiales ingleses figura un libro que enumera con extraordinaria escrupulosidad todos los Estados (se cuentan 14) que, hace medio año, en diciembre de 1919, prometían tomar Moscú y Petrogrado. Inglaterra fundaba en estos Estados su política y les daba a préstamo millones y millones. Pero hoy todos estos cálculos han fracasado y todos los empréstitos se han perdido.

Esta es la situación que ha creado la Sociedad de Naciones. Cada día de existencia de este pacto constituye la mejor agitación en favor del bolchevismo. Porque los partidarios más poderosos del "orden" capitalista nos muestran que, en cada cuestión, se echan la zancadilla unos a otros. Por el reparto de Turquía, Persia, Mesopotamia, China se arman querellas feroces entre el Japón, la Gran Bretaña, Norteamérica y Francia. La prensa burguesa de estos países está llena de los más violentos ataques y de las invectivas más acerbas contra sus "colegas" porque les quitan ante sus propias narices el botín. Somos testigos del total desacuerdo que reina en las alturas, entre este puñado ínfimo de países más ricos. Es imposible que 1.250 millones de seres, que representan el 70% de la población de la Tierra, vivan en las condiciones de avasallamiento que quiere imponerles el capitalismo "avanzado" y civilizado. En cuanto al puñado ínfimo de potencias riquísimas, Inglaterra, Norteamérica, el Japón (que tuvo la posibilidad de saquear a los países de Oriente, los países de Asia, pero no puede poseer ninguna fuerza independiente, ni financiera ni militar, sin la ayuda de otro país), estos dos o tres países no están en condiciones de organizar las relaciones económicas y orientan su política a hacer fracasar la de sus asociados y "partenaires" de la Sociedad de Naciones. De aquí se deriva la crisis mundial. Y estas raíces económicas de la crisis constituyen la razón esencial del hecho de que la Internacional Comunista consiga brillantes éxitos.

Camaradas: Ahora vamos a abordar la cuestión de la Crisis revolucionaria como base de nuestra acción revolucionaria. Y en ello necesitamos, ante todo, señalar dos errores extendidos. De un lado, los economistas burgueses presentan esta crisis como una simple "molestia", según la elegante expresión de los ingleses. De otro lado, los revolucionarios procuran demostrar a veces que la crisis no tiene absolutamente salida.

Esto es un error. Situaciones absolutamente sin salida no existen. La burguesía se comporta como una fiera insolentada que ha perdido la cabeza, hace una tontería tras otra, empeorando la situación y acelerando su muerte. Todo eso es así. Pero no se puede "demostrar" que no hay absolutamente posibilidad alguna de que adormezca a cierta minoría de explotados con determinadas concesiones, de que aplaste cierto movimiento o sublevación de Una parte determinada de oprimidos y explotados. Intentar "demostrar" con antelación la falta "absoluta" de salida sería vana pedantería o juego de conceptos y palabras. En esta cuestión y otras parecidas, la verdadera "demostración" puede ser únicamente la práctica. El régimen burgués atraviesa en todo el mundo una grandísima crisis revolucionaria. Ahora hay que "demostrar" con la práctica que los partidos revolucionarios que tienen suficiente grado de conciencia, organización, ligazón con las masas explotadas, decisión y habilidad a fin de aprovechar esta crisis para llevar a cabo con éxito la revolución victoriosa.

Para preparar esa "demostración" nos hemos reunido precisa y principalmente en el presente Congreso de la Internacional Comunista.

Citaré como ejemplo del grado en que aún domina el oportunismo entre los partidos que desean adherirse a la III Internacional, del grado en que la labor de ciertos partidos aún está lejos de la preparación de la clase revolucionaria para aprovechar la crisis revolucionaria, a Ramsay MacDonald, jefe del "Partido Laborista Independiente" inglés. En su libro El Parlamento y la Revolución, dedicado precisamente a las cuestiones cardinales que ahora nos tienen ocupados también a nosotros, MacDonald describe el estado de las cosas, poco más o menos en el espíritu de los pacifistas burgueses. Reconoce que hay crisis revolucionaria, que aumentan los sentimientos revolucionarios, que las masas obreras simpatizan con el Poder soviético y la dictadura del proletariado (adviertan que se trata de Inglaterra) que la dictadura del proletariado es mejor que la actual dictadura de la burguesía inglesa.

Pero MacDonald no deja de ser un pacifista y conciliador burgués hasta la médula, un pequeño burgués que sueña con un gobierno que esté por encima de las clases. Reconoce la lucha de clases sólo como "hecho descriptivo", como todos los embusteros, sofistas y pedantes de la burguesía. Silencia la experiencia de Kerenski, los mencheviques y los eseristas en Rusia, la experiencia homóloga de Hungría, Alemania, etc., sobre la formación de un gobierno "democrático", y, aparentemente, fuera de las clases. Adormece a su partido y a los obreros que tienen la desgracia de tomar a este burgués por un socialista, de tomar a este filisteo por un líder con las palabras: "Sabemos que esto (o sea, la crisis revolucionaria, la efervescencia revolucionaria) pasará, se calmará". La guerra originó inevitablemente la crisis, pero después de la guerra, aunque no sea de golpe, "todo se calmará".

Así escribe una persona que es el jefe de un partido que desea adherirse a la III Internacional. En ello vemos una denuncia de excepcional franqueza y tanto más valiosa de lo que se observa con no menos frecuencia en las capas superiores del Partido Socialista Francés y del Partido Socialdemócrata Independiente Alemán: no sólo el no saber, sino también el no querer aprovechar la crisis revolucionaria en sentido revolucionario, o, dicho de otro modo, el no saber y el no querer llevar a cabo una verdadera preparación revolucionaria del partido y de la clase para la dictadura del proletariado.

Ese es el mal fundamental de numerosísimos partidos que hoy se apartan de la II Internacional. Y precisamente por eso me detengo más en las tesis que propuse al presente Congreso, en la determinación, de la manera más concreta y exacta posible, de las tareas de preparación para la dictadura del proletariado.

Aduciré un ejemplo más. Recientemente se ha publicado un nuevo libro contra el bolchevismo. Ahora se publican en Europa y América muchísimos libros de ese género, y cuantos más libros se publican contra el bolchevismo, tanto mayores son la fuerza y rapidez con que crecen en las masas las simpatías por él. Me refiero al libro de Otto Bauer ¿Bolchevismo o socialdemocracia? En él se muestra de modo evidente a los alemanes qué es el mechenchevismo, cuyo ignominioso papel en la revolución rusa ha sido suficientemente comprendido por obreros de todos los países. Otto Bauer ha dado un panfleto menchevique de cabo a cabo, pese a haber ocultado su simpatía por el menchevismo. Mas en Europa y América hace falta difundir ahora nociones más exactas de lo que es el menchevismo pues éste es un concepto genérico para todas las tendencias pretendidamente socialistas, socialdemocrátas, etc., hostiles al bolchevismo. A nosotros, los rusos, nos aburriría escribir para Europa qué es el menchevismo. Otto Bauer lo ha demostrado de hecho en su libro, y agradecemos por anticipado a los editores burgueses y oportunistas que lo publiquen y traduzcan a diferentes idiomas. El libro de Bauer será un complemento útil, aunque original, para los manuales de comunismo. Tomad cualquier párrafo, cualquier razonamiento de Otto Bauer y demostrad dónde está ahí el menchevismo, donde las raíces de las concepciones que llevan al proceder de los traidores al socialismo, de los amigos de Kerenski, Scheidemann, etc.: tal será el problema que se podrá proponer con provecho y éxito en los "exámenes" para comprobar si el comunismo ha sido asimilado. Si uno no puede resolver este problema, no será aún comunista y valdrá más que no ingrese en el Partido Comunista. (Aplausos.)

Otto Bauer ha expresado magníficamente la esencia de las opiniones del oportunismo internacional en una frase, por la que -si pudiéramos mandar libremente en Viena- deberíamos erigirle un monumento en vida. El empleo de la violencia en la lucha de clases de las democracias contemporáneas -ha dicho O. Bauer- sería una "violencia sobre los factores sociales de la fuerza".

Probablemente os parezca esto extraño e incomprensible. Es un modelo del grado a que han llevado el marxismo, del grado de banalidad y defensa de los explotadores a que se puede llevar la teoría más revolucionaria. Hace falta la variante alemana de espíritu pequeñoburgués para obtener la "teoría" de que los "factores sociales fuerza" son el número, la organización, el lugar en proceso de producción y distribución, la actividad y la instrucción. Si un obrero agrícola en el campo y un obrero industrial en la ciudad ejercen violencia revolucionaria sobre el terrateniente y el capitalista, eso no es, ni mucho menos, dictadura del proletariado, no es, ni mucho menos, violencia sobre los explotadores y opresores del pueblo. Nada de eso. Es "violencia sobre los factores sociales de la fuerza".

Quizás el ejemplo que he puesto haya salido algo humorístico. Pero es tal la naturaleza del oportunismo contemporáneo que su lucha contra el bolchevismo se convierte en un chiste. Para Europa y América es de lo más útil y apremiante incorporar a la clase obrera, a cuanto hay de pensante en ella, a la lucha del menchevismo internacional (de los MacDonald, O. Bauer y Cía.) contra el bolchevismo. Aquí debemos plantear la cuestión de cómo se explica la solidez de semejantes tendencias en Europa y por qué ese oportunismo es más vigoroso en Europa Occidental que en nuestro país. Pues porque los países adelantados han creado y siguen creando su cultura con la posibilidad de vivir a expensas de mil millones de habitantes oprimidos. Porque los capitalistas de estos paises reciben mucho por encima de lo que podrían recibir como ganancia por el expolio de los obreros de su país.

Antes de la guerra se consideraba que tres países riquísimos: Inglaterra, Francia y Alemania tenían unos ingresos de ocho mil millones a diez mil millones de francos anuales, sin contar otros ingresos, sólo debido a la exportación de capital al extranjero.

Es claro que de esta respetable suma se pueden tirar quinientos millones, al menos, como migajas a los dirigentes obreros, a la aristocracia obrera, como sobornos de todo género. Y todo se reduce precisamente al soborno. Eso se hace por mil vías distintas: elevando la cultura en los mayores centros, creando establecimientos de enseñanza, fundando miles de cargos para dirigentes de cooperativas, para líderes tradeunionistas y parlamentarios. Pero eso se hace por dondequiera que existen relaciones capitalistas civilizadas contemporáneas. Y esos miles de millones de superganancias son la base económica en que se apoya el oportunismo en el movimiento obrero. En América, Inglaterra y Francia se observa una obstinación mucho más tenaz de los dirigentes oportunistas, de la capa superior de la clase obrera, de la aristocracia de los obreros; oponen una resistencia mucho mayor al movimiento comunista. Y por eso debemos estar dispuestos a que la curación de esta enfermedad de los partidos obreros europeos y americanos transcurra con más dificultad que en estro país. Sabemos que desde la fundación de la III Internacional se han obtenido enormes éxitos en el tratamiento de esta enfermedad, pero aún no hemos llegado a extirparla definitivamente: la obra de depurar en todo el mundo a los partidos obreros, a los partidos revolucionarios del proletariado, de la influencia burguesa y oportunistas en su propio medio aún está muy lejos de acabarse.

No me detendré en la manera concreta cómo debemos realizar eso. De ello se habla en mis tesis, que están publicadas. Aquí me incumbe señalar las profundas raíces económicas de este fenómeno. Esta enfermedad se ha prolongado y su tratamiento se ha dilatado más de lo que optimistas pudieran esperar. Nuestro enemigo principal es el oportunismo. El oportunismo en la capa superior del movimiento obrero no es socialismo proletario, sino burgués. Se ha demostrado en la práctica que los políticos del movimiento obrero pertenecientes a la tendencia oportunista son mejores defensores de la burguesía que los propios burgueses. La burguesía no podría mantenerse si ellos no dirigieran a los obreros. Eso lo demuestra no sólo la historia del régimen de Kerenski en Rusia, sino la república democrática en Alemania con su gobierno socialdemócrata al frente, lo demuestra la actitud de Albert Thomas ante su gobierno burgués. Lo demuestra la experiencia análoga de Inglaterra y los Estados Unidos. Ahí está nuestro enemigo principal, y debemos vencerlo. Tenemos que salir del Congreso con la firme resolución de llevar hasta el fin esa lucha en todos los partidos. Esa es la tarea principal.

En comparación con esa tarea, la corrección de los de la tendencia "izquierdista" en el comunismo será una tarea fácil. En toda una serie de países se observa el antiparlamentarismo, aportado no tanto por gente de la pequeña burguesía como apoyado por algunos destacamentos avanzados del proletariado debido al odio que tienen al viejo parlamentarismo, odio lógico, justo y necesario a la conducta de los miembros de los parlamentos en Inglaterra, Francia, Italia y en todos los países. Hay que dar indicaciones directrices de la Internacional Comunista, dar a conocer mejor, más a fondo, a los camaradas, la experiencia rusa, el alcance del verdadero partido político proletario. Nuestra labor consistirá en cumplir esta tarea. Y la lucha contra estos errores del movimiento proletario, contra estas faltas, será mil veces más fácil que la lucha contra la burguesía que penetra balo el manto de reformistas en los viejos partidos de la II Internacional y orienta toda su labor no en el espíritu proletario, sino en el espíritu burgués.

Camaradas:  Para concluir, me detendré a examinar otro aspecto de la cuestión. El camarada presidente ha dicho aquí que esta asamblea merece el calificativo de Congreso Mundial. Creo que tiene razón, sobre todo porque se encuentran aquí no pocos representantes del movimiento revolucionario de las colonias y de los países atrasados. Esto no es más que un modesto comienzo, pero lo importante es que ya se ha dado el primer paso. La unión de los proletarios revolucionarios de los países capitalistas, de los países avanzados, con las masas revolucionarias de los países que carecen o casi carecen de proletariado, con las masas oprimidas de las colonias, de los países de Oriente, se está produciendo en este Congreso. La consolidación de esa unión depende de nosotros, yo estoy seguro de que lo conseguiremos. El imperialismo mundial debe caer cuando el empuje revolucionario de los obreros explotados y oprimidos de cada país, venciendo la resistencia de los elementos pequeñoburgueses y la influencia de la insignificante élite constituida por la aristocracia obrera, se funda con el empuje revolucionario de centenares de millones de seres que hasta ahora habían permanecido al margen de la historia y eran considerados sólo como objeto de ésta.

La guerra imperialista ayudó a la revolución. La burguesía sacó soldados de las colonias, de los países atrasados, para hacerlos participar en esa guerra imperialista, haciéndolos salir del estado de abandono en que se encontraban. La burguesía inglesa inculcaba a los soldados de la India la idea de que los campesinos hindúes debían defender a la Gran Bretaña de Alemania; la burguesía francesa inculcaba a los soldados de las colonias francesas la idea de que los negros debían defender a Francia. Y les enseñaron el manejo de las armas. Este aprendizaje es extraordinariamente útil, y por ello podríamos expresarle a la burguesía nuestro profundo agradecimiento, en nombre de todos los obreros y campesinos rusos y sobre todo en nombre de todo el Ejército Rojo ruso. La guerra imperialista ha hecho que los pueblos dependientes se incorporaren a la historia universal. Y una de nuestras principales tareas del momento actual es pensar el modo de colocar la primera piedra de la organización del movimiento soviético en los países no capitalistas. Los Soviets son posibles en esos países; no serán Soviets obreros, sino Soviets campesinos o Soviets de los trabajadores.

Habrá que realizar un gran trabajo, los errores serán inevitables y muchos serán los obstáculos con que se tropezará en ese camino. La tarea fundamental del II Congreso consiste en elaborar o trazar los principios de carácter práctico, a fin de que el trabajo realizado hasta ahora en forma no organizada entre centenares de millones de hombres, transcurra en forma organizada, cohesionada y sistemática.

Ha pasado poco más de un año desde que se celebró el I Congreso de la Internacional Comunista y ya aparecemos como vencedores de la II Internacional. Las ideas soviéticas no sólo se difunden ahora entre los obreros de los países civilizados y no son sólo ellos los que las conocen y comprenden. Los obreros de todos los países se ríen de esos sabihondos -muchos de los cuales se llaman socialistas- que con aire doctoral o casi doctoral se lanzan a disquisiciones sobre el "sistema" soviético, como suelen expresarse los sistemáticos alemanes, o sobre la "idea" soviética, término empleado por los socialistas "gremiales" ingleses. Tales disquisiciones sobre el "sistema" soviético o la "idea" soviética suelen enturbiar a menudo los ojos y la conciencia de los obreros. Pero los obreros desechan han esa basura pedantesca y empuñan el arma proporcionada por los Soviets. En los países de Oriente se va comprendiendo también el papel y la importancia de los Soviets.

El movimiento soviético se ha iniciado en todo el Oriente, en toda Asía, en los pueblos de todas las colonias.

La tesis de que los explotados deben rebelarse contra los explotadores y crear sus Soviets no es demasiado complicada. Después de nuestra experiencia, después de dos años y medio de República Soviética en Rusia, después del I Congreso de la III Internacional, la comprensión de esa tesis está al alcance de centenares de millones de seres oprimidos por los explotadores en el mundo entero. Y si ahora, en Rusia, nos vemos obligados con frecuencia a concertar compromisos y a dar tiempo al tiempo, pues somos más débiles que los imperialistas internacionales, sabemos, en cambio, que 1.250 millones de seres de la población del globo constituyen esa masa cuyos intereses defendemos nosotros. Por ahora tropezamos con los obstáculos, los prejuicios y la ignorancia, que con cada hora que pasa van siendo relegados al pasado; pero cuanto más tiempo pasa, más nos vamos convirtiendo en los representantes y los defensores efectivos de ese 70% de la población del globo, de esa masa de trabajadores y explotados. Podemos decir con orgullo que en el I Congreso éramos, en el fondo, tan sólo unos propagandistas, que nos limitábamos a lanzar al proletariado de todo el mundo unas ideas fundamentales, un llamamiento a la lucha, y preguntábamos: ¿dónde están los hombres capaces de seguir ese camino? Ahora tenemos en todas partes un proletariado de vanguardia. En todas partes hay un ejército proletario, aunque en ocasiones esté mal organizado y exija una reorganización, y si nuestros camaradas internacionales nos ayudan ahora a organizar un ejército único, no habrá fallas que nos impidan realizar nuestra obra. Esa obra es la revolución proletaria mundial, es la creación de la República Soviética universal.

(Prolongados aplausos.)