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martes, 9 de abril de 2013

LA LUCHA CONTRA EL OPORTUNISMO - J. STALIN


J. STALIN

La lucha contra las desviaciones derechistas y “ultraizquierdistas”


[…]


II
Me parece que, en el problema de la lucha ideológica en el seno del Partido, Hansen predica una moral de cura, completamente inadecuada en un Partido Comunista. Por lo visto, no está contra la lucha ideológica, pero quisiera  sostener esa lucha de modo que no resultase ningún descrédito para los jefes de la oposición. Debo decir que semejante lucha no existe bajo la capa del cielo. Debo decir que el que admite la lucha sólo a condición de que no se comprometa en lo más mínimo a los jefes, niega, de hecho, la posibilidad de toda lucha ideológica en el seno del Partido. ¿Debemos poner al desnudo los errores de estos o aquellos dirigentes del Partido? ¿Debemos sacar esos  errores a la luz del día para que sea posible educar a las masas del Partido en los errores de los dirigentes? Yo creo que sí. Yo creo que no hay otros caminos para corregir los errores. Yo creo que el método de disimular los errores no es nuestro método. Pero de esto se infiere que la lucha en el seno del Partido y la corrección de los errores no pueden transcurrir sin que se comprometa de un modo u otro a estos o aquellos jefes. Quizá sea lamentable, pero no hay más remedio, ya que no podemos luchar contra lo inevitable.
Hansen pregunta: ¿debemos, en general, luchar tanto contra los  “ultraizquierdistas” como contra los derechistas? Claro que sí. Hace ya mucho que hemos resuelto este problema. No es eso lo que se discute. ¿En la lucha contra qué peligro debemos ahora hacer hincapié en dos Partidos distintos, en el francés y en el alemán, que no se encuentran en estos momentos en idéntica situación? Eso es lo que se discute. ¿Es casual que los franceses hayan presentado en el Presídium del C.E. de la I.C. una resolución contra los derechistas, y los alemanes una resolución contra los “ultraizquierdistas”? ¿Se habrán equivocado los franceses al hacer hincapié en la lucha contra los derechistas? ¿Por qué Hansen no ha intentado, entonces, presentar en el Presídium una contrarresolución sobre la lucha contra los “ultraizquierdistas” en Francia? ¿Se habrán equivocado los alemanes al hacer hincapié en la lucha contra los “ultraizquierdistas”? ¿Por qué Hansen y Ruth Fischer no han intentado, entonces, presentar en el Presídium una contrarresolución que hiciera hincapié en la lucha contra los derechistas? ¿Qué sucede? Sucede que no estamos ante el problema abstracto de la lucha contra los derechistas y los “ultraizquierdistas” en general, sino ante el problema concreto de las tareas inmediatas del Partido alemán en el momento presente. Y la tarea inmediata del Partido Comunista Alemán es vencer el peligro “ultraizquierdista”, como la tarea inmediata del Partido Comunista Francés es vencer el peligro derechista.

¿A que obedece, por ejemplo, el hecho bien conocido de que los Partidos Comunistas de Inglaterra, de Francia y de Checoslovaquia tengan ya importantes puntos de apoyo en el movimiento sindical de sus países, que se hayan abierto ya camino hacia las amplias masas de la clase obrera y que comiencen a ganarse la confianza, si no de la mayoría, sí de considerables masas de la clase obrera, mientras que en Alemania las cosas marchan todavía, en este sentido, muy despacio? Obedece esta circunstancia, ante todo, a que en el Partido Comunista Alemán todavía son fuertes los “ultraizquierdistas”, que aun ven con escepticismo los sindicatos, la consigna de frente único, la consigna de ganar a los sindicatos. Todos saben que los “ultraizquierdistas” defendían aún no hace mucho la consigna de “fuera de los sindicatos”. Todos saben que entre los “ultraizquierdistas” todavía no han desaparecido por entero hasta el presente las supervivencias de esa consigna antiproletaria. Una de dos: o el Partido Comunista Alemán logra extirpar rápida y resueltamente los prejuicios de los “ultraizquierdistas” en la cuestión de los métodos de trabajo entre las masas, derrotando en toda la línea, derrotando ideológicamente al grupo de Scholem; o no logra hacerlo, en cuyo caso la crisis en el Partido Comunista Alemán puede tomar un rumbo muy peligroso.
Se dice que en el campo de los “ultraizquierdistas” hay honrados obreros revolucionarios, a quienes no se debe ni conviene apartar. Esto es muy cierto. Tampoco nosotros proponemos que se les aparte. Y en vista de ello, tampoco incluimos en nuestro proyecto de resolución ninguna propuesta de apartar o de expulsar del Partido a los “ultraizquierdistas”, quienesquiera que sean, y mucho menos a los obreros. Pero ¿cómo se puede elevar a estos obreros hasta el nivel de conciencia del Partido leninista? ¿Cómo se les puede salvar de los extravíos en que se debaten ahora, por culpa de los errores y de los prejuicios de sus jefes “ultraizquierdistas”? Para eso existe sólo un procedimiento: el procedimiento de desautorizar políticamente a los jefes “ultraizquierdistas”, el procedimiento de poner al desnudo los errores “ultraizquierdistas” que desorientan a los obreros revolucionarios honrados y que les impiden emprender un ancho camino. ¿Podemos admitir, en las cuestiones de la lucha ideológica en el Partido y de la educación política de las masas, el podrido juego diplomático, la disimulación de los errores? No, no podemos. Eso sería engañar a los obreros. ¿Cuál es en tal caso, la salida? La única salida es poner al desnudo los errores de los jefes “ultraizquierdistas” y ayudar, de ese modo, a los obreros revolucionarios honrados a encontrar el camino acertado.

Se dice que el golpe contra los “ultraizquierdistas” puede suscitar la acusación de que el Partido Comunista Alemán se ha desviado hacia la derecha. Todo  eso son nimiedades, camaradas. En 1908, en la Conferencia de toda Rusia del Partido[4], cuando Lenin luchaba contra los “ultraizquierdistas” rusos, y los derrotó en toda la  línea, también había entre nosotros gentes que acusaban a Lenin de derechismo, de haberse desviado hacia la derecha. Sin embargo, todo el mundo sabe ahora que Lenin llevaba entonces razón, que su punto de vista era el único revolucionario, y que los “ultraizquierdistas” rusos, que hacían gala entonces de frases “revolucionarias”, eran, en realidad, unos oportunistas.
No debe olvidarse que los derechistas y los “ultraizquierdistas” son, en realidad, hermanos gemelos y que, en consecuencia, ocupan una posición oportunista, con la diferencia, sin embargo, de que los derechistas no siempre ocultan su oportunismo, mientras los izquierdistas siempre encubren su oportunismo con una fraseología “revolucionaria”. No podemos trazar nuestra política sobre la base de lo que digan de nosotros unos chismosos o unos filisteos. Debemos ir por nuestro camino con paso firme y seguro, sin importamos los chismes que puedan inventar contra nosotros gentes ociosas. Los rusos tienen un buen proverbio: “Los perros ladran, pero la caravana pasa”. No estaría de más que recordáramos este proverbio: puede sernos útil más de una vez.

Ruth Fischer dice que en el futuro puede plantearse en el Partido Comunista Alemán el peligro de derecha como problema inmediato del Partido. Es muy posible y hasta probable. Pero ¿que se deduce de ello? Ruth Fischer hace de esto la extraña deducción de que el golpe contra los “ultraizquierdistas” en Alemania, que ya ahora constituyen un peligro real, debe atenuarse, y que el golpe contra los derechistas, que pueden crear un grave peligro en el futuro, debe ser reforzado ya ahora. No cuesta trabajo comprender que tal planteamiento de la cuestión es un tanto ridículo y esencialmente falso. Hasta esa ridícula actitud podía llegar sólo un grupo diplomático que nada entre dos aguas, el grupo de Ruth Fischer—Maslow, empeñado en atenuar la lucha del Partido contra los “ultraizquierdistas” y, de ese modo, salvar, sustraer del golpe, al grupo de Scholem. En esto reside exclusivamente el sentido de la propuesta de Ruth Fischer. Creo que también en Francia debe existir un grupo diplomático intermedio parecido; empeñado en encubrir con discursos melifluos a los elementos derechistas del Partido Comunista Francés. Por eso, la lucha contra los grupos diplomáticos intermedios, tanto en el Partido alemán como en el francés, es la tarea del día.

Ruth Fischer afirma que, si se aprueba la resolución contra los  “ultraizquierdistas” en Alemania, eso sólo puede agravar la situación en el seno del Partido. Yo creo que Ruth Fischer quiere dilatar la crisis en el Partido Comunista Alemán, prolongarla y convertirla en una crisis crónica. Por eso, no podemos seguir el camino de Ruth Fischer, a pesar de toda su diplomacia y de sus dulces palabras a propósito de la paz en el Partido.

Yo creo, camaradas, que en el Partido alemán han cristalizado ya serios elementos marxistas. Yo creo que el actual núcleo obrero del Partido Comunista Alemán constituye el núcleo marxista que necesita este Partido. La tarea del Presidium del C.E. de la I.C. es apoyar a ese núcleo y ayudarle en la lucha contra todas las desviaciones, y, en primer lugar, contra la desviación “ultraizquierdista”. Por eso debemos aprobar la resolución dirigida contra los “ultraizquierdistas” de Alemania.



Publicado el 18 de febrero de 1926 en el núm. 40 de “Pravda







[4] Se alude a la V Conferencia del P.O.S.D.R., que se celebró del 3 al 9 de enero de 1909 (del 21 al 27 de diciembre de 1908, según el cómputo antiguo) en París. En la Conferencia, Lenin y los demás bolcheviques lucharon en dos frentes: contra los mencheviques liquidadores y contra los otsovistas o “liquidadores de izquierdas”. A propuesta de Lenin, la Conferencia condenó enérgicamente el liquidacionismo de los mencheviques y otsovistas y trazó la línea táctica de los bolcheviques en el período de la reacción (v. El P.C.U.S en las resoluciones y acuerdos de los Congresos y Conferencias y de los Plenos del C.C.”, parte I, págs. 195-205, ed. En ruso 1953, e “Historia del P.C.(b) de la U.R.S.S.”, págs. 171-173, ed. En español, Moscú, 1947).

viernes, 1 de marzo de 2013

EL PODER SOVIÉTICO Y LA SITUACIÓN DE LA MUJER - LENIN


V. I. LENIN

El Poder soviético
y la situación de la mujer


El segundo aniversario del Poder soviético nos invita a echar una ojeada de conjunto a lo que hemos hecho en este período y a reflexionar sobre la importancia y los fines de la revolución realizada.

La burguesía y sus partidarios nos acusan de violar la democracia. Nosotros afirmamos que la revolución soviética ha ampliado y profundizado la democracia en escala sin precedente en el mundo, y precisamente la democracia para los trabajadores y para las masas oprimidas por el capitalismo, es decir, la democracia para la inmensa mayoría del pueblo, o sea, de la democracia socialista (para los trabajadores), a diferencia de la democracia burguesa (para los explotadores, para los capitalistas, para los ricos).

¿Quién lleva razón?

Meditar detenidamente esta cuestión, comprenderla con más profundidad,  significa tener en cuenta la experiencia de estos dos años y prepararse mejor para su desarrollo futuro.

La situación de la mujer demuestra con particular relieve la diferencia entre la democracia burguesa y la democracia socialista y responde con particular claridad a la pregunta planteada.

En la República burguesa (es decir, donde existe la propiedad privada sobre la tierra, las fábricas, las acciones, etc.), aunque se trate de la república más democrática, la mujer no ha sido plenamente equiparada en derechos en ninguna parte del mundo, en ningún país, ni aun en el más avanzado. Y eso a pesar de que desde el momento de la Gran Revolución Francesa (democrático-burguesa) ha transcurrido más de un siglo y cuarto.

De palabra, la democracia burguesa promete igualdad y libertad. De hecho, las repúblicas burguesas, por avanzadas que fueren, no han dado a la mujer, que constituye la mitad del género humano, plena igualdad con el hombre ante la ley, ni la han liberado de la tutela y de la opresión del hombre.

La democracia burguesa es la democracia de las frases pomposas, de la palabrería solemne, de las promesas rimbombantes, de las consignas grandilocuentes de libertad e igualdad, pero, en la práctica, todo eso oculta la falta de libertad y la desigualdad de la mujer, la falta de libertad y la desigualdad de los trabajadores y de los explotados.

La democracia soviética o socialista rechaza las palabras pomposas, pero falsas, declara una guerra sin cuartel a la hipocresía de los “demócratas”, de los terratenientes, de los capitalistas o de los campesinos hartos, que se lucran vendiendo a los obreros hambrientos los excedentes de trigo a precios de especulación.

¡Abajo esta vil mentira! No puede haber, ni hay, ni habrá “igualdad” de los oprimidos y opresores, de los explotados y explotadores. No puede haber, ni hay, ni habrá “libertad” verdadera mientras los privilegios que la ley concede a los hombres impidan la libertad de la mujer, mientras el obrero no se emancipe del yugo del capital, mientras el campesino trabajador no se libere del yugo del capitalista, del terrateniente o del comerciante.

Que los embusteros e hipócritas, los necios y ciegos, los burgueses y sus partidarios engañen al pueblo, hablándole de la libertad en general, de la igualdad en general, de la democracia en general.

Nosotros decimos a los obreros y campesinos: arrancad la careta a esos embusteros, abrid los ojos a esos ciegos. Preguntad:

- ¿La igualdad de qué sexo con qué sexo?
- ¿La de qué nación con qué nación?
- ¿La de qué clase con qué clase?
- ¿La liberación de qué yugo o del yugo de qué clase? ¿La libertad para qué clase?

Quien hable de política, de democracia, de libertad, de igualdad, de socialismo sin plantear estas cuestiones, sin promoverlas a primer plano, sin combatir la ocultación, el escamoteo, el encubrimiento de estas cuestiones, es el peor enemigo de los trabajadores, un lobo con piel de oveja, el adversario más encarnizado de los obreros y campesinos, un servidor de los  terratenientes, de los reyes y de los capitalistas.

En dos años, y en uno de los países más atrasados de Europa, el Poder soviético ha hecho en pro de la emancipación de la mujer, de su igualdad con el sexo “fuerte”, lo que no han hecho en ciento treinta años todas las repúblicas  avanzadas, ilustradas y “democráticas” del mundo tomadas en su conjunto.

Instrucción, cultura, civilización, libertad: en todas las repúblicas capitalistas y burguesas del mundo, todas estas palabras pomposas van unidas a leyes  inauditamente infames, repugnantes y sucias, brutales y groseras que refrendan la desigualdad de la mujer: leyes como la del derecho matrimonial y el divorcio, la de la desigualdad del hijo natural y el “legítimo”, la de los privilegios para el hombre y la humillación y el ultraje para la mujer.

El yugo del capital, la opresión que ejerce la “sacrosanta propiedad privada”, el despotismo de la estupidez pequeñoburguesa y de la codicia de los pequeños propietarios: he ahí lo que ha impedido que las repúblicas burguesas más democráticas atenten contra estas leyes sucias y viles.

La República Soviética, la república de los obreros y campesinos, barrió de una vez dichas leyes y no dejó piedra sobre piedra de los edificios de la mentira burguesa y de la hipocresía burguesa.

¡Abajo esta mentira! Abajo los falsarios que hablan de libertad e igualdad para todos, mientras existe un sexo oprimido, mientras existen clases opresoras, mientras existe la propiedad privada sobre el capital y sobre las acciones, mientras existen hartos que con sus excedentes de trigo esclavizan a los hambrientos. No libertad para todos, no igualdad para todos, sino lucha contra los opresores y explotadores, eliminación de la posibilidad de oprimir y de explotar. ¡Esa es nuestra consigna!

¡Libertad e igualdad para el sexo oprimido!
¡Libertad e igualdad para el obrero, para el campesino trabajador!
¡Lucha contra los opresores, lucha contra los capitalistas, lucha contra el kulak especulador!

He ahí nuestra divisa de combate; he ahí nuestra verdad proletaria, la verdad de la lucha contra el capital, la verdad que arrojamos a la faz del mundo  del capital con sus frases empalagosas, hipócritas y altisonantes sobre la libertad y la igualdad en general, sobre la libertad y la igualdad para todos.

Y precisamente porque hemos arrancado la máscara a esta hipocresía, porque practicamos con energía revolucionaria la libertad y la igualdad para los oprimidos y los trabajadores, contra los opresores, contra los capitalistas, contra los kulaks, precisamente por eso el Poder soviético goza de tan alta estima entre los obreros del mundo entero.

Precisamente por eso, en el día del segundo aniversario del Poder soviético, las simpatías de las masas obreras, las simpatías de los oprimidos y explotados de todos los países del mundo están de nuestra parte.

Precisamente por eso, en el día del segundo aniversario del Poder soviético, pese al hambre y al frío, pese a todas las calamidades que nos acarrea la invasión de la República Soviética de Rusia por los imperialistas, estamos pletóricos de fe inconmovible en la justicia de nuestra causa, de fe inconmovible en el inevitable triunfo del Poder soviético en el mundo entero.


Publicado el 6 de noviembre de 1919 en el núm. 249.
De “Pravda”
T. 39 , págs. 285-288

miércoles, 25 de julio de 2012

MAKARENKO. EDUCACÍÓN COMUNISTA.


Epílogo
[“Poema Pedagógico”, Antón Makarenko]


Han pasado siete años. En general, todo esto ha ocurrido hace ya tiempo.
Pero todavía ahora recuerdo bien hasta el último movimiento del día en que se marchó el tren que se llevaba a Gorki. Nuestras ideas y nuestros sentimientos tendían aún en pos del tren, los ojos de los muchachos refulgían aún con el cálido brillo de la despedida, y en mi alma le llegó el turno a una pequeña y “simple” operación. A lo largo del andén estaban formados los gorkianos y los comuneros, brillaban las cornetas de las dos bandas y las astas de las dos banderas. Junto al andén vecino se disponía a partir el tren local de Rizhov. Zhurbín se me acercó:

- ¿Pueden subir los gorkianos?
- Sí.

Junto a mí pasaron corriendo los colonos hacia los vagones, llevando las cornetas. Y nuestra vieja bandera, bordada de seda. Un minuto más tarde, en todas las ventanillas del tren aparecieron ramilletes de muchachas y muchachos, que me miraban entornando los ojos y gritaban:

- ¡Antón Semiónovich, venga a nuestro vagón!
- ¿Usted no viene? ¿Se marcha con los comuneros?
- ¿Y mañana a la colonia?

En aquel entonces yo era un hombre fuerte, y sonreí a los muchachos. Cuando se me acercó Zhurbín, le entregué la orden en que se decía que, a consecuencia de mi marcha de “vacaciones”, la dirección de la colonia le era confiada a él.

Zhurbín contempló, perplejo, la orden:

- Entonces, ¿es el fin?
- El fin -asentí yo.
- ¿Cómo...? -empezó a decir Zhurbín, pero el conductor le ensordeció con su silbato y Zhurbín no dijo nada, sacudió la mano y se fue, volviendo el rostro para que no le viesen desde las ventanillas de los vagones.

Partió el tren de cercanías. Los ramos de muchachos desfilaron ante mí como en una fiesta. Me gritaban: “Hasta la vista”, y en broma, alzaban los gorros con dos dedos. En la última ventanilla estaba Korotkov. Sonrió en silencio y me saludó.
Salí a la plaza. Los comuneros me esperaban formados. Di la voz de mando y, atravesando la ciudad, nos dirigimos hacia la comuna.

* * * * * *

No volví más a Kuriazh.
Desde entonces han transcurrido siete años soviéticos y esto es mucho más que si dijéramos siete años imperiales. Durante este tiempo, nuestro país ha recorrido el glorioso camino del primer Plan quinquenal y la mayor parte del segundo; durante este tiempo, el mundo ha aprendido a respetar la llanura oriental de Europa más que en los tres siglos de los Románov. Durante este tiempo, nuestros hombres han echado nuevos músculos y ha crecido nuestra nueva intelectualidad.
Mis gorkianos han crecido también. Se han dispersado por todo el mundo soviético, y para mí es difícil ahora congregarles aunque sea en la imaginación. Cuesta trabajo encontrar al ingeniero Zadórov, metido en una de las grandiosas construcciones del Turkmenistán; no es fácil concertar una entrevista con el médico del Ejército Especial del Extremo Oriente,  Véshnev, o con el médico de Yaroslav, Burún. Hasta Nísinov y Zoreñ, con todo lo pequeños que eran, volaron de mi lado agitando las alas, sólo que ahora sus alas no son las de antes, no son las suaves alas de mi simpatía pedagógica, sino las alas aceradas de los aviones soviéticos. Tampoco se equivocaba Shelaputin al afirmar que sería aviador; también sigue la senda de los aviadores Shurka Zheveli, sin querer imitar a su hermano mayor, que ha elegido el destino de marino en el Ártico.

En su tiempo, los camaradas que visitaban la colonia solían preguntarme:

- Oiga usted, se dice que entre los niños desamparados hay muchos chicos de talento, con capacidad creadora... ¿Es verdad que hay entre ellos escritores o artistas?

Claro está que había entre nosotros artistas y escritores; sin ellos, ninguna colectividad puede existir; sin ellos, ni siquiera se podría hacer un periódico mural. Pero, al mismo tiempo, debo reconocer con tristeza que de los gorkianos no han salido ni escritores, ni artistas, y no por falta de talento, sino por otras causas: la vida los absorbió con sus exigencias prácticas e inmediatas.

Tampoco de Karabánov salió un agrónomo. Terminó los estudios en el Rabfak de Agronomía, pero no pasó al Instituto.

- ¡Que se vaya al cuerno la agricultura! -me dijo con decisión-. Yo no puedo vivir sin muchachos. ¡Y cuántos buenos chicos andan todavía haciendo el tonto por el mundo! Ya que usted, Antón Semiónovich, se dedicó a este trabajo, también yo puedo hacerlo.

Así entró Karabánov en la senda heroica de la educación socialista y no la ha traicionado hasta el día de hoy, aunque le ha tocado un sino más difícil que a cualquier otro asceta. Semión se casó con la muchacha de Chernígov, y les creció un chiquillo de tres años, tan fogoso como el padre y con los ojos tan negros como los de la madre. Y este hijo fue degollado en pleno día por uno de los educandos de Semión, un anormal enviado a su casa de “muchachos difíciles”, que había cometido ya más de una vez cosas semejantes. Pero ni siquiera después de eso vaciló Semión, y no abandonó nuestro frente, no gimió ni maldijo a nadie; sólo me escribió una breve carta, en la que no había tanto dolor como asombro.

Tampoco Matvéi Belujin llegó al Instituto. Inesperadamente, recibí de él esta carta:

Con toda intención, Antón Semiónovich, no le he hablado de esto; perdóneme usted, pero yo no tengo nada de ingeniero; por vocación, soy militar. Y actualmente me encuentro en una Escuela de Caballería. Claro está que me he conducido como un cerdo por haber abandonado el Rabfak. La cosa no ha salido bien. Pero usted escríbame una carta tan sólo; de lo contrario, no estaré tranquilo.

Cuando no están tranquilos hombres como Belujin, aún se puede vivir. Y se puede vivir todavía mucho tiempo si jefes como Belujin mandan los escuadrones soviéticos. Y aún más profundamente creí en ello cuando vino a verme Matvéi, luciendo ya sus distintivos de oficial, hecho un hombretón, alto, enérgico, fuerte: “todo un hombre”.

Y no sólo vino a verme Matvéi. También vinieron otros, sin que pudiera acostumbrarme a ver que ya eran hombres hechos y derechos, personas mayores: Osadchi, tecnólogo; Misha Ovcharenko, chófer; el hidrotécnico del Transcaspio, Oleg Ognev; la maestra Marusia Lévchenko; el ferroviario Soroka; el electricista Vólojov; el ajustador Korito; el contramaestre de una estación de máquinas y tractores Fedorenko; y los activistas del Partido Aliosha Vólkov, Denís Kudlati y Zhorka Vólkov, y Mark Sheinhaus, tan sensible como antes, pero con un auténtico carácter bolchevique, y otros muchos.

Sin embargo, he perdido a muchos durante estos siete años. En no sé qué mar caballuno se ha hundido y no responde Antón Brátchenko; en alguna parte han desaparecido el optimista Lápot, el buen zapatero Gud y el gran constructor Taraniets. No me apeno por ello, ni reprocho su olvido a esos muchachos. Nuestra vida está demasiado colmada, y no es necesario recordar siempre los caprichosos sentimientos de los padres y de los pedagogos. Además, “técnicamente” es imposible reunirlos a todos. ¡Cuántos muchachos y muchachas pasaron por la colonia Gorki, no nombrados aquí, pero igual de reales, igual de próximos y amigos! Desde la muerte de la antigua colectividad de la colonia Gorki, han transcurrido siete años, y todos estos años están llenos del mismo flujo turbulento de las filas juveniles, de su lucha, de sus derrotas y sus triunfos, y del brillo de los ojos conocidos y del juego de las sonrisas conocidas.

La colectividad de la comuna Dzerzhinski vive también ahora plenamente, y acerca de esta vida cabe escribir diez mil poemas.

En el País Soviético se escribirán muchos libros sobre la colectividad, porque la Unión Soviética ha pasado a ser, principalmente, un país de colectividades. Se escribirán, claro está, libros más inteligentes que los que escribieron mis amigos, los olímpicos, que definían así a la colectividad:

“La colectividad es un grupo de individuos que actúan de un modo coordinado y reaccionan conjuntamente ante unos u otros estímulos.”

Tan sólo cincuenta muchachos gorkianos llegaron un día brumoso de invierno a las bellas habitaciones de la comuna Dzerzhinski, pero llevaban consigo un conjunto de hallazgos, de tradiciones y de habilidades, un surtido completo de técnica colectiva, la joven técnica del hombre liberado del amo. Y sobre una base nueva y sana, rodeada de la solicitud de los chequistas y apoyada cada día por su energía, su cultura y su talento, la comuna se transformó en una colectividad de cegador encanto, de verdadera riqueza de trabajo, de alta cultura socialista, eliminando casi por completo el ridículo problema de la “corrección del hombre”.

Los siete años de la vida de los comuneros son también siete años de lucha, siete años de gran tensión.

Hace ya tiempo, mucho tiempo, que se olvidaron, se destrozaron y quemaron en las calderas los talleres de chapa de madera de Salomón Borísovich. Y el propio Salomón Borísovich fue sustituido por decenas de ingenieros, muchos de los cuales merecen ser citados junto a los más dignos de la Unión Soviética.

En el año 31, los comuneros construyeron su primera fábrica, una fábrica de instrumentos eléctricos. En una nave clara y espaciosa, adornada de flores y de retratos, ocuparon su puesto decenas de ingeniosísimos tornos. Ya no son calzones, ni camas de hierro lo que sale de las manos de los comuneros, sino máquinas esbeltas y complicadas, que tienen cientos de piezas, y en las que “alientan las integrales”.

Y el aliento de las integrales agita y emociona también a la sociedad de los comuneros, igual que hace poco tiempo aún nos emocionaban la remolacha, las vacas  Simmenthal, los Vasili Vasilievich y los Molodiets.

Cuando salió del taller de montaje la gran taladradora marca FD-3 y fue colocada sobre el banco de pruebas, Vaska Alexéiev, convertido en hombre hacia ya mucho tiempo, dio al conmutador eléctrico y dos decenas de cabezas -ingenieros, comuneros, obreros- se inclinaron, inquietas, sobre su zumbido. El ingeniero jefe Gorbunov dijo angustiado:

- Chispea...
- ¡Chispea la maldita! -confirmó Vaska.

Ocultando su pena con una sonrisa, llevaron la taladradora al taller, dedicaron tres días a examinarla, a comprobarla, manejando radicales y logaritmos y revisando planos. Las puntas de los compases caminaban por los planos, los sensibles pulimentadores “Kehlenberg” limaban los últimos detalles, los dedos sensibles de los muchachos montaban las piezas más finas, mientras sus sensibles almas esperaban con inquietud la nueva prueba.

Tres días después, de nuevo se colocó la FD-3 en el banco de pruebas, de nuevo dos decenas de cabezas se inclinaron sobre ella y de nuevo el ingeniero jefe Gorbunov dijo angustiado:

- Chispea...
- ¡Chispea la miserable! -repitió Vaska Alexéiev.
- La norteamericana no chispeaba -recordó con envidia Gorbunov.
- No chispeaba -corroboró Vaska.
- Sí, no chispeaba -confirmó otro ingeniero más.
- ¡Claro está que no chispeaba! -repitieron a coro todos los muchachos, no sabiendo con quién enfadarse: si consigo mismo, con los tornos, con el sospechoso acero número cuatro, con las muchachas bobinadoras o con el ingeniero Gorbunov.

Y, de pronto, entre la muchedumbre juvenil se alzó de puntillas Timka Odariuk, mostró a todos su pecosa fisonomía de pelirrojo, y ocultando los ojos bajo sus párpados, enrojeció y dijo:

- La norteamericana chispeaba exactamente igual...
- ¿Tú cómo lo sabes?
- Me acuerdo de cuando la probamos. Y debe chispear, porque tiene un ventilador igual...

No se le hizo caso a Timka. De nuevo se llevó la taladradora al taller, de nuevo comenzaron a trabajar sobre ella los cerebros, los tornos y los nervios. La temperatura de la colectividad aumentaba visiblemente. La inquietud embargó los dormitorios, las aulas, el club.

En torno a Odariuk se congregó todo un grupo de partidarios.

- Claro, los nuestros, naturalmente, están acobardados, porque es su primera máquina, pero las norteamericanas chispean más aún.
- ¡No!
- ¡Chispean!
- ¡No!
- ¡Chispean!

Y, por fin, nuestros nervios no resistieron. Enviamos emisarios a Moscú, imploramos a los superiores.

- Dennos una “Black and Decker”.

Nos la dieron.

La máquina norteamericana fue traída a la comuna y colocada en el banco de pruebas. Ya no se inclinaban sobre el banco dos decenas de cabezas, sino el taller entero, trescientas inquietudes. Vaska, muy pálido, conectó la corriente. Los ingenieros contuvieron el aliento. Y, en medio del zumbido de la máquina, Odariuk exclamó con voz inesperadamente alta:

- ¿No os lo decía yo...?

Y en aquel momento se alzó sobre la comuna un suspiro de alivio que voló hacia los cielos, y en su lugar hubo un revoltijo de caras solemnes y sonrisas.

- ¡Timka decía la verdad!

Hace tiempo que hemos olvidado ese día emocionante, porque hace tiempo que fabricamos cincuenta máquinas diarias y hace tiempo que han dejado de chispear, porque, si bien Timka decía la verdad, había otra verdad en el respirar de la integral y en el ingeniero Gorbunov:

- ¡No debe chispear!

Nos olvidamos de todo eso, porque nos absorbieron nuevas preocupaciones y nuevos asuntos.

En 1932 se dijo en la comuna:

- ¡Haremos “Leicas” (1)!

Eso lo dijo un chequista, revolucionario y obrero, y no un ingeniero, ni un óptico, ni un constructor de aparatos fotográficos. Y otros chequistas, revolucionarios y bolcheviques, dijeron:

- ¡Que los comuneros hagan “Leicas”!

En aquel instante, los comuneros no se emocionaron:

- ¿”Leicas”? ¡Claro que haremos “Leicas”!

Pero cientos de personas -ingenieros, ópticos, constructores- respondieron:

- ¿”Leicas”? ¿Vosotros? ¡Ja, ja!...

Y comenzó una nueva lucha, una complicadísima operación soviética de las muchas que se llevaron a cabo durante esos años en nuestra patria. En esta lucha participaron miles de alientos distintos, de vuelos de ideas, de vuelos en aviones soviéticos, de planos, de experimentos, de silenciosas liturgias de laboratorio, de polvo de ladrillo de las construcciones y... de ataques reiterados, ataques insistentes, de embestidas, desesperadamente tenaces de las filas comuneras en los talleres, conmocionados por los reveses. Y, alrededor, los mismos suspiros de duda, los mismos ojos entornados tras los cristales de las gafas:

- ¿”Leicas”? ¿Esos niños? ¿Cristales con una exactitud de micrón? ¡Je, je!

Pero quinientos muchachos y muchachas se habían lanzado ya al mundo de los micrones, a la finísima telaraña de los exactísimos tornos, al delicadísimo ambiente de los desvíos técnicos admisibles, de las tolerancias, de las aberraciones esféricas y de las curvas ópticas y, riéndose, contemplaban a los chequistas.

- Nada, muchachos, no tengáis miedo -decían éstos.

En la comuna se construyó una bella y espléndida fábrica de aparatos FED (2) (tipo Leica), rodeada de flores, de asfalto, de surtidores. Hace días los comuneros depositaron sobre la mesa del Comisariado del Pueblo su máquina N° 10.000, una máquina impecable y elegante.

Muchas cosas han pasado ya y muchas cosas se han olvidado. Hace tiempo que yace en el olvido el heroísmo primitivo, el lenguaje del hampa y otras supervivencias. Cada primavera, el Rabfak de la fábrica envía a las instituciones de enseñanza superior a decenas de estudiantes, y muchas decenas de ellos están ya a punto de terminar los estudios: futuros ingenieros, médicos, historiadores, geólogos, pilotos, constructores de barcos, radiotelegrafistas, pedagogos, músicos, artistas, cantantes. Cada verano, estos intelectuales visitan a sus hermanos obreros -los torneros, los fundidores, los mecánicos de precisión-, y entonces comienza la marcha anual de verano. Estas marchas constituyen una nueva tradición. Las columnas de comuneros han recorrido muchos miles de kilómetros, de a seis en fila como antes, con la banda de música y la bandera por delante. Han recorrido el Volga, Crimea, el Cáucaso, Moscú, Odesa, las costas del Mar de Azov.

Pero también en la comuna, en las marchas de verano, en los días en que “chispea”, y en los días en que la vida de trabajo de los comuneros se desliza suavemente, sale a la terracilla un muchachito de cabeza redonda y ojos claros, alza la corneta al cielo y toca una breve señal: “reunión de jefes”. Y, lo mismo que en tiempos lejanos, los jefes se sientan junto a la pared, los curiosos permanecen en la puerta, los pequeños se acomodan en el suelo. Y con la misma sarcástica seriedad el secretario del Soviet de jefes dice al nuevo culpable:

- ¡Sal al centro!... ¡Ponte firme y explica cómo y por qué!

Y también ocurre, a veces, que se resisten algunos caracteres y, como una colmena, zumba, inquieta, la colectividad y se lanza al lugar del peligro. E igualmente de difícil y complicada continúa siendo la ciencia de la pedagogía.

Sin embargo, ya es más fácil. Está lejos, muy lejos, mi primer día gorkiano, lleno de vergüenza y de impotencia, y ahora me parece un cuadro muy pequeño en el estrecho cristal de un panorama de fiesta. Ya es más fácil. Ya en muchos lugares de la Unión Soviética se han anudado los fuertes lazos de una importante obra pedagógica, y el Partido descarga los últimos golpes sobre los últimos nidos de la infancia desmoralizada e infeliz.

Y tal vez se deje muy pronto de escribir en nuestro país “poemas pedagógicos” y se escriba un libro simple y práctico: “Método de la educación comunista”.


Járkov, 1925-1935.


Notas
(1).- Máquina fotográfica.
(2).- Marca de la fábrica de máquinas fotográficas, compuesta por las iniciales de Félix Edmúndovich Dzerzhinski.

jueves, 17 de mayo de 2012

CINE PROLETARIO


LOS PRINCIPIOS DEL NUEVO CINEMA RUSO


S. M. EISENSTEIN
("Nuestro Cinema,. núm. 8 y 9, Enero-Febrero 1933)



Cuando S. M. Eisenstein terminó la realización de La línea general, vino con su película bajo el brazo a presentarla en los círculos de avanzada social de Berlín y de París. En muchas ocasiones se vio imposibilitado de exponer ampliamente sus lecciones, ante la represión  policíaca, mitad por lo que encontraba de «peligroso» en su film, mitad por lo que consideraba como material «agresivo» en la conferencia con que Eisenstein acompañaba su proyección.

Nosotros recogemos la conferencia que con el título de LOS PRINCIPIOS DEL NUEVO CINEMA RUSO servía a Eisenstein, primeramente para fijar su posición ante el cinema y sus problemas, y después para divulgar sobre los comienzos y formas en que se produce y se basa el cinema soviético, en oposición siempre al cinema capitalista de Alemania, Francia y Estados Unidos.
N. C.


Debo comenzar diciendo que el objeto de nuestro cinema no es el de constituir un pasatiempo agradable ni una distracción. Para nosotros el cine es siempre una cosa muy seria que tiene una razón instructiva y cultural de ser. Obedeciendo a este principio nos esforzamos desde el comienzo de nuestra producción por obtener bases serias y científicas para todas las cuestiones de arte y particularmente para el cinema. Hace cuatro años se ha creado en Moscú una especie de Universidad del cinema, donde se forman jóvenes que han de llegar a ser régisseurs, operadores o actores. En esta Universidad, que es, según creo, única en el mundo, funcionan laboratorios de investigaciones experimentales, donde pueden hacerse ensayos.

Por otra parte, no es la única organización que trabaja por el cinema en U.R.S.S. Las Universidades de Moscú y Leningrado disponen de centros de estudios sobre el análisis psicológico del espectador que se ocupan de todas las cuestiones semejantes y sus métodos.

Hay también organizaciones que mantienen el contacto con el espectador para poder estudiarlo mejor, como la “Sociedad de los amigos del film soviético”, que extiende sus células por todas las grandes fábricas, por las villas, por todos los lugares en los cuales es necesario hacer encuestas sobre lo que los trabajadores piensan respecto a los films. La "Sociedad de los amigos del cine” hace cuestionarios dirigidos a los espectadores sobre las formas cinematográficas empleadas, sobre la comprensión del film, preguntándoles qué es lo que más les ha chocado en un film, sobre lo que responde a las intenciones del público, sobre lo que no responde. Los materiales que resultan de semejante investigaciones se coleccionan, se analizan y se utiliza la lección que de ellos resulta.

Como sabe el lector, las nuevas formas de arte son siempre obtenidas y derivadas de nuevas formas sociales. La idea que preside a nuestro cinema es la misma que en tiempos recientes presidió a la revolución. Esto es, el predominio del elemento colectivo sobre el elemento individual.

Ya se sabe el rol que el colectivismo juega en la vida social rusa y en la revolución. No es necesario insistir sobre ello, pero yo quiero deciros cómo ese concepto determina todos los puntos de nuestro cinema, tanto del lado comercial, del lado de la producción, como del lado estético y artístico. Enfrentémonos con el lado comercial.

Nosotros tenemos un monopolio del cinema; toda la producción y la distribución del film es monopolizada por el Estado. Esto nos da grandes facilidades para conseguir nuestro fin instructivo y cultural. Ya sabéis que el film instructivo no reporta tanto dinero como el film pornográfico o el de aventuras. Nosotros exigimos, pues, a nuestros grandes films de historia o de aventuras proyectados en las grandes salas del extranjero, que nos procuren el dinero necesario para crear los “cinemas de aldea”, cinemas ambulantes que pueden llegar a las esquinas más apartadas de nuestra gran república. El rol de estos cinemas ambulantes es esencial para el desenvolvimiento cultural de las pequeñas repúblicas nacionales que entran en la unión soviética.

Ciertas repúblicas pequeñas no podrán sostener por sí mismas una empresa cinematográfica que trabajara sobre los temas singulares de cada una. Si pensáis en las pequeñas repúblicas musulmanas donde existe todavía el problema de la emancipación de la mujer, comprenderéis que allí el film debe ser un instrumento de propaganda necesario para la emancipación, pero esto no es posible más que con la ayuda del Estado, porque las pequeñas repúblicas musulmanas son demasiado limitadas para asegurar su producción.

Lo mismo ocurre con los films para los aldeanos. Los films del género de La lucha por la tierra son muy importantes porque deben explicar la utilidad de las máquinas a los campesinos, pero comercialmente son una catástrofe.

Se dice, frecuentemente, contra la estatización que una monopolización de la producción, suprimiendo la competencia, puede perjudicar las cualidades de la obra de arte. Esto no es verdad.

Si vosotros leéis nuestros periódicos, podréis ver que en todos los dominios un nuevo valor reemplaza a la competencia; este es el “amor propio”.

Una fábrica de Moscú, verbigracia, envía un desafío a una fábrica de Leningrado y le dice que va a producir más que ella, menos caro y mejor. Entonces se celebra entre las dos fábricas, durante un año o seis meses, una competencia puramente deportiva.

Lo mismo ocurre en el cinema, y las fábricas cinematográficas se lanzan los mismos desafíos sobre la calidad de sus films. Esto es un precioso estimulante del trabajo.

Así juega el movimiento colectivista un gran rol en la producción de films.

 Por de pronto cuando escogemos un tema no tenemos en cuenta nuestros nervios, nuestra diversión o nuestra curiosidad. Cuando nosotros escogemos un tema es siempre un tema que interese a las masas y que tenga un valor actual para todo el mundo.

 Tenemos, para el film como para todos los otros terrenos de nuestra industria, un plan de cinco años. Es un plan que fija los temas primarios y las cuestiones principales que deben ser resueltos durante estos cinco años en el cinema. Se reserva un puesto para los temas imprevistos que la actualidad pueda suministrar, pero existe un plan general al que uno debe atenerse. Los problemas con que nosotros nos enfrentamos son siempre aquellos que tienen una gravedad más apremiante. Por ejemplo, La lucha por la tierra[1]  tiene como asunto la necesidad de la industrialización y la organización cooperativa de las aldeas. También las cuestiones de moral y familia, obligadas por las condiciones nuevas a buscar soluciones nuevas, nos provocan continuamente nuevos temas cinematográficos. Una vez encontrado el tema, se traspasa con una orden a un escenarista o un régisseur profesional, quien construye un escenario. Cuando el escenario está terminado, se le discute colectivamente en las fábricas o en los lugares especiales interesados por la cuestión propuesta. Si se trata de un film  aldeano como La lucha por la tierra, se discute el escenario en los medios aldeanos, y, sabiendo que es un film hecho para él, cada campesino se interesa, da su opinión, dice lo que él piensa del tema, ayuda y construye -por su conocimiento del ambiente- a los temas  empeñados, y cumple así el rol que nosotros deseamos que cumpla.

Cuando comienza la filmación, las masas y las colectividades contribuyen también a su realización. Por ejemplo, en los grandes films de masas como La lucha por la tierra y Los diez días que asombraron al mundo, las grandes escenas de masas son representadas por obreros actores gratuitos y espontáneos. Cuando en Los diez días necesitamos realizar el asalto al  Palacio de Invierno, dos o tres mil obreros venían cada mañana y cada noche con dos  orquestas dispuestos a representar las escenas que nosotros queríamos que representaran. El  fusilamiento en las calles ha sido representado por voluntarios enteramente; ¡casi todos eran los mismos que en 1917 habían representando las cosas más seriamente que diez años después, en 1917! Esto nos dio la posibilidad de restituir la atmósfera y la verdad de los hechos.

Yo digo siempre que una utilización semejante de las masas no es posible más que en la U.R.S.S., porque no hay muchos países donde puedan llevarse impunemente a la calle dos o tres mil obreros cargados de fusiles.

Cuando el film está terminado, antes de presentarlo en los teatros, se envía a las fábricas y las aldeas, y las clases en él representadas hacen una crítica severa. Es una tarea muy difícil la de controlar un film que acaba de terminarse. Hace falta llevarlo a la fábrica y escuchar lo que dice con objeto de modificar vuestro film y agregarle lo que sea necesario para que llegue a expresar verdaderamente lo que vosotros queréis que exprese.

Respecto a las fórmulas cinematográficas, el movimiento colectivista juega igualmente un poderoso rol. La necesidad de hacer films de valor colectivo nos ha ayudado a romper el triángulo sagrado de la dramaturgia clásica, que comprende el marido, la mujer y el amante.

Nosotros queremos entrar en la vida. Si hacemos un film que concierne a la vida de la flota, vamos a Odesa, a Sebastopol, entramos en el medio de los marinos, estudiamos la atmósfera, los sentimientos de estas gentes, y conseguimos así obtener el sentimiento medio que nos interesa. Si es un film aldeano, vamos a las aldeas y pasamos el tiempo entre los campesinos, preparándonos para obtener el color local y el sentimiento de la tierra.

Ya hemos dicho que el cinema no es sólo representado por actores profesionales; creemos que los simples particulares pueden, a veces, expresar mejor sus sentimientos, ser más naturales que los actores de oficio. En muchos casos es sencillamente una cuestión de tiempo.

Si un actor para representar un papel de viejo ha tenido dos o tres jornadas para prepararse y para la representación, un verdadero viejo tiene ya sesenta años ganados para representar su papel, y debe portarse, por tanto, mejor que un actor. Pero la consecución de actores no profesionales encierra muchas dificultades. Debe encontrarse en una muchedumbre de rostros las expresiones y las cabezas que quieren tenerse para que correspondan a la idea con que se ha hecho el escenario. Hace falta descubrir en los personajes reales la expresión característica que flota en vuestra imaginación.

Cuando se ha encontrado el personaje, comienzan otras dificultades. Abordáis a este personaje y le decís: ¿Quiere usted ser filmado? casi todos contestan: Sí. Pero, casi inmediatamente agregan que ellos no se dejan fotografiar más que en familia. Es una tradición para la fotografía: el marido, la mujer, los hijos, la abuela se niegan a separarse y es difícil hacerles comprender que no hay necesidad de todos ellos. A veces es, a pesar de todo, imposible; en La lucha por la tierra hay una mujer que no ha consentido en ser fotografiada más que con la condición de tener a su lado a su suegra, porque su marido estaba en otra aldea y ella temía que se dijeran malas cosas sobre ella.

En estos casos hay un truco a emplear, consiste en tomar el cuadro dejando fuera a la persona que no queréis vosotros fotografiar.

Hay todavía una dificultad más complicada cuando se quiere que un personaje, que es honrado en la vida, represente en el film un rol negativo. Representar un papel positivo es muy fácil, pero representar el papel de  “malo” es muy difícil porque hay siempre miedo de que entre los conocidos y los vecinos se tomen por reales las malas acciones cometidas ante el écran.

Hay todavía otros obstáculos. Durante nuestros trabajos para La lucha por la tierra tuvimos que visitar regiones primitivas donde hay muchas tradiciones medievales y donde encontramos dificultades extraordinarias. Debíamos, por ejemplo, filmar una escena de bodas. El primer día habíamos reunido, con facilidad, veinte muchachas que debían representar en estas nupcias.  Todo marchaba bien y habíamos comenzado a filmar, pero al segundo día ninguna de las veinte muchachas se presentó en el taller. No podíamos comprender por qué e indagamos inmediatamente lo que pasaba. Se nos contó en seguida que las mujeres viejas, siempre opuestas al progreso, habían convencido a las muchachas de que los aparatos de tomar las vistas podían fotografiar a través de los vestidos y que las muchachas, muy decentes durante la filmación, serían proyectadas desnudas como ninfas. Naturalmente, nadie quería dejarse fotografiar en nuestro cinema. Tuvimos que esforzarnos mucho para explicarles que aquello era imposible. La presencia de los rayos X en aquella villa había producido la creencia de que podía retratarse a través de todo.

La misma idea general preside las nuevas formas de cinema que nosotros buscamos actualmente. El cine no es considerado como el último estadio del film soviético. Pero él ha dado la posibilidad de romper la tradición del triángulo y ha de buscar otros modos de expresión en el film. Yo no quiero empequeñecer el rol de los actores de films históricos, de documentales o de abstractos. La gran diferencia entre sus buscas y las buscas del film de masas es que el film abstracto no se ocupa de organizar ni de provocar las emociones principalmente sociables del auditorio, mientras que el film de masas se devana primordialmente en estudiar cómo se puede por la imagen y la composición de las imágenes provocar la emoción de los espectadores. Nosotros no tenemos el recurso del asunto de aventuras, del asunto policíaco u otro; nos hace falta, por consiguiente, encontrar en la imagen y en sus combinaciones los medios para provocar las emociones perseguidas.

Es una cuestión de la cual nos hemos ocupado mucho. Después de haber trabajado mucho en esta dirección estamos enfrentados con la más grave tarea de nuestro arte: expresar por la imagen las ideas abstractas, concentrarlas de alguna manera; y esto no traduciendo una idea por cualquier anécdota o historia, sino encontrando directamente en la imagen o en las combinaciones de imágenes el medio de provocar reacciones sentimentales provistas y computadas con anterioridad.

Yo no sé si me explico claramente, pero considero la idea bastante comprensible por ella misma.

Se trata de realizar una serie de imágenes compuestas de tal manera que provoque un movimiento afectivo, que despierte en su torno una serie de ideas. De la imagen al sentimiento, del sentimiento a la tesis. Existe, evidentemente, procediendo así, el peligro de caer en lo simbólico; pero no se debe olvidar que el cinema es el único arte concreto que sea al propio tiempo dinámico y que pueda expresar las operaciones del pensamiento. Los otros artes no pueden excitar con igual potencia al pensamiento porque son estáticos y pueden solamente darle la réplica al pensamiento sin desenvolverlo realmente. Yo creo que la falta de excitación intelectual de que puede tacharse a los demás artes es conseguida por el cinema. Esta será la obra histórica del arte de nuestro tiempo, porque nosotros sufrimos un dualismo terrible entre el pensamiento, la especulación filosófica pura y el sentimiento, la emoción.

En los tiempos primitivos, los tiempos mágicos y religiosos, la ciencia era a la vez un elemento de emoción y un elemento de saber colectivo. Después, con el dualismo las cosas se han separado y nosotros tenemos de una parte la filosofía especulativa, de la otra el elemento emocional puro.

Nosotros debemos, ahora, dar una vuelta, no hacia el estado primitivo que era el estado religioso, pero sí hacia una síntesis del elemento emocional y el intelectual.

Creo que sólo el cinema es capaz de alcanzar esta síntesis retrayendo el elemento intelectual a sus fuentes vitales concretas y emocionales. He ahí nuestra tarea y el camino en que estamos empeñados. Este sería el punto de partida del próximo film que yo pienso hacer, el cual debe hacer pensar dialécticamente a nuestro obrero y a nuestro campesino. Este film se titulará El capital de Marx.

Como conclusión quiero deciros, todavía, que nuestros films son considerados por nosotros como una producción colectiva: porque nosotros intentamos expresar por nuestras obras tanto como sea posible las ideas y los intereses de las masas creadoras, y si nuestros films tienen una fuerza y un temperamento, esto no es más que la fuerza y el temperamento, así como de la voluntad de las masas creadoras que construyen, con esfuerzo enorme, el socialismo en nuestra unión.


[1] Título posterior que Eisenstein da a La línea general (N. de la R.).