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jueves, 14 de marzo de 2013

¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER PROLETARIA!


¡Proletarios de todos los países, uníos!


¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER PROLETARIA!

“En cuanto a las mujeres, además de estar sometidas a estos tres sistemas de autoridad, se encuentran dominadas por los hombres (la autoridad marital). Estas cuatro formas de autoridad –política, de clan, religiosa y marital- encarnan la ideología y el sistema feudo-patriarcales en su conjunto y son cuatro gruesas sogas que mantienen amarrado al pueblo chino, y en particular al campesinado. Se ha descrito más arriba cómo los campesinos derrocan la autoridad política de los terratenientes en el campo, que constituye el pilar de los demás sistemas de autoridad. Con el derrocamiento de la autoridad política de los terratenientes, comienzan a tambalear la autoridad de clan, la religiosa y la marital.”

(Presidente Mao Tse-tung “Informe sobre una investigación del movimiento campesino en Junán”, Marzo de 1927)

“La democracia burguesa es la democracia de las frases pomposas, de la palabrería solemne, de las promesas rimbombantes, de las consignas grandilocuentes de libertad e igualdad, pero, en la práctica, todo eso oculta la falta de libertad y la desigualdad de la mujer, la falta de libertad y la desigualdad de los trabajadores y de los explotados.

¡Abajo esta mentira! Abajo los falsarios que hablan de libertad e igualdad para todos, mientras existe un sexo oprimido, mientras existen clases opresoras, mientras existe la propiedad privada sobre el capital y sobre las acciones, mientras existen hartos que con sus excedentes de trigo esclavizan a los hambrientos. No libertad para todos, no igualdad para todos, sino lucha contra los opresores y explotadores, eliminación de la posibilidad de oprimir y de explotar. ¡Esa es nuestra consigna!”

(Lenin. “El Poder soviético y la situación de la mujer”. T. 39, págs. 285-288)

“Se puede distinguir en el feminismo tres tendencias fundamentales, tres colores sustantivos: feminismo burgués, feminismo pequeño burgués y feminismo proletario. Cada uno de estos feminismos formula sus reivindicaciones de una manera distinta. La mujer burguesa solidariza en feminismo con el interés de la clase conservadora. La mujer proletaria consustancia su feminismo con la fe de las multitudes revolucionarias en la sociedad futura. La lucha de clases –hecho histórico y no aserción teórica- se refleja en el plano feminista. Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias. No pueden por consiguiente, combatir juntas la misma batalla. En el actual panorama humano, la clase diferencia más a los individuos que en el sexo”.

(José Carlos Mariátegui, citado en “El marxismo, Mariátegui y el Movimiento Femenino”, CC del Partido Comunista del Perú, Ediciones Bandera Roja, 1975)




Sobre el día de la mujer

Es necesario partir de que hay que tener claro que este día, 8 de Marzo, como cualquier día, pertenece a la clase obrera, a las mujeres explotadas por el capitalismo. Celebramos el 8 de Marzo porque históricamente es un triunfo de la clase: por eso es el Día de la Mujer Trabajadora, de la obrera, de la proletaria, el día de la mujer explotada, no es el Día de la Mujer Burguesa, de las empresarias o capitalistas, no es el Día de la Mujer Explotadora. Es el día en que todo el proletariado rinde homenaje a las proletarias en lucha contra el Capital y, por tanto, también contra las mujeres capitalistas, prestando especial atención a los problemas que afectan a este sector de nuestra clase.

Es vil e infame que bajo las banderas de un “feminismo” coludido con el reformismo burgués, con el miserable y putrefacto sistema capitalista, con el imperialismo y con la reacción, se trate de falsificar y traficar con el verdadero objetivo del Feminismo Proletario: cuyo real y luminoso objetivo es aplastar, barrer, volar en pedazos definitivamente al capitalismo, al imperialismo y a la reacción, para que la clase obrera toda alcance el dorado comunismo.

Estamos por moler, pulverizar, dinamitar este vil y caduco sistema.

Fue en la II Conferencia de Mujeres Socialistas celebrada en Copenhague en agosto de 1910 cuando se decidió por iniciativa de Clara Zetkin convertir el 8 de marzo en el día de la mujer proletaria. Desde ese momento hasta nuestros días, la mujer proletaria no ha cesado de combatir por su emancipación y la de su clase, el proletariado, y por la conquista del poder político por la clase obrera como única forma de conquistar la plena igualdad real y no formal con el hombre.

Hoy, en plena crisis general del imperialismo, el reformismo, el revisionismo y los imperialistas tratan de salvar la sociedad burguesa dividiendo al proletariado y tratando de sembrar ilusiones reformistas entre millones de proletarias. Para esto usan una variante de la vieja teoría de la "naturaleza femenina deficitaria" que ha servido para justificar la opresión de la mujer. Teoría presentada ahora bajo el disfraz de la “teoría de género” y que presentando al hombre como un depredador vuelve a colocar a la mujer en el lugar de un cándido e ingenuo corderito. El feminismo burgués, incapaz de dar ninguna respuesta a esta crisis, como tampoco lo fue en la década de los 30 del siglo pasado, trata de sembrar ilusiones entre las mujeres obreras con la teoría de “género” con el objeto de mantener los privilegios dentro de la sociedad capitalista de las mujeres de las clases dominantes y de una parte de las mujeres pertenecientes a la aristocracia obrera. En el Tercer Mundo directamente apuntan a dividir a los movimientos de liberación nacional y a las guerras populares.

Si tomamos la historia del movimiento femenino desde la Revolución Francesa hasta el presente no es la historia del “tierno corderito” ni de la “autodefensa”, es la historia de millones de mujeres que asumieron y asumen su papel protagonista en la batalla contra la vieja sociedad.

Durante la Revolución Francesa, Héroigne de Méricourt combatió en primera línea en el asalto a la Bastilla. Pauline León defendió la militarización de las mujeres. Corría el otoño de 1792 cuando la sociedad de “Amigas de la Libertad y de la Igualdad” se pusieron a la cabeza de la revolución en Lyon y tomaron la ciudad. La “Sociedad de las Republicanas Revolucionarias” se unió a los sectores comunistas de la Revolución Francesa siendo perseguidas y prohibidas por el Cté. de Sanidad Pública pues sus aspiraciones políticas iban más allá que las de Robespierre.

De la experiencia de la Comuna de París y del papel de las mujeres en ésta, en la prensa inglesa de la época se llegó a publicar lo siguiente: “Si los franceses sólo fueran mujeres ¡Qué pueblo tan terrible sería!”. Todas estas miles de mujeres con plena conciencia unieron la defensa de la dictadura del proletariado al combate por su igualdad en la sociedad. A la historia del proletariado ha pasado Louise Michel por su valor y abnegación en la defensa de la Comuna.

La revolución alemana, como la Revolución Rusa, también dieron como fruto otras grandes revolucionarias como Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin, Kollantai, Krupskaya…

Durante la II Guerra Mundial el ejército soviético fue el único en contar con mujeres en primera línea. Destacamos las aproximadamente mil mujeres que pilotaron cazas y bombarderos, en 1942 había 3 regimientos aéreos formados exclusivamente por mujeres, que demostraban en los hechos que la mujer soviética había dejado la tutela del marido para formar parte de la sociedad socialista con plenos derechos. Por eso dieron su vida estas mujeres contra el fascismo, por la defensa de la dictadura del proletariado y por la defensa de su nueva posición en la nueva sociedad. Más del 70% de las 800.000 mujeres que participaron en la Segunda Guerra Mundial en el Ejército Rojo combatieron en el frente y de ellas 80.000 eran oficiales. La mujer proletaria y la mujer campesina pobre han participado también con las armas en la mano en los grandes movimientos revolucionarios de nuestra época: en el movimiento de liberación nacional, revoluciones de nueva democracia, revoluciones socialistas y la Revolución Cultural en China.

Durante la Revolución China millones de mujeres se movilizaron dirigidas por el PCCH. La participación de la mujer en la guerra contra la invasión japonesa aplastó la idea reaccionaria de que las mujeres «solo sirven para el trabajo doméstico». La reforma agraria donde también millones de mujeres participaron de forma activa tuvo como resultado la demolición del sistema patriarcal-feudal. Las campesinas conquistaron títulos de propiedad personales sobre la tierra, dejaron de ser la “esposa de...”. La Revolución de Nueva Democracia demolió la antigua estructura familiar, la mujer dejó su minoría de edad respecto al hombre y pasó a estar en la vanguardia de las transformaciones revolucionarias. Hizo más por la mujer la reforma agraria: “¡la tierra para quien la trabaja!”, que los millones de discursos sobre la igualdad con que bombardea a la mujer obrera y pobre el imperialismo, la reacción y el revisionismo.

Durante la Gran Revolución Cultural Proletaria más de 300 millones de mujeres se movilizaron contra el revisionismo de Liu, Deng y Lin Piao, lucha entre el camino comunista y el camino capitalista. Se crearon talleres colectivos de trabajo doméstico, comedores colectivos, se apuntaba a que la sociedad fuera responsable de los hijos y que éstos no fueran responsabilidad de la familia (propiedad de...) ni del Estado. El objetivo fue acabar con el carácter privado de la familia y de las tareas domésticas liberando a la mujer totalmente del mundo del hogar. Chian Ching es la mejor expresión de la incorporación de millones de mujeres dirigidas por el Partido de la clase obrera, el PCCH, a la transformación revolucionaria de la sociedad y al combate contra la restauración del capitalismo.

Situación de la mujer

La burguesía sigue tratando de crear la ilusión de que sin destruir la sociedad burguesa es posible la plena igualdad de la mujer con el fin de dividir a la clase obrera. Sin embargo los datos de violencia contra la mujer en los supuestos “paraísos” imperialistas son contundentes. En el informe de la ONU “The World's Women 2010. Trends and Statistics” recogen entre otros los siguientes datos: “en Suecia el 25% de las mujeres han sufrido en algún momento de sus vidas una agresión sexual, el 28% en Dinamarca”. Si miramos al Tercer Mundo, además de sufrir las consecuencias de la crisis y la semifeudalidad, las guerras imperialistas apoyadas también por gobiernos “feministas” como el de Zapatero en España, (Libia, Siria, Irak…) suponen un ataque brutal a las condiciones de vida de la mujer proletaria y campesina pobre y a sus derechos conquistados con décadas de lucha y sangre.

El capitalismo sólo es capaz de da una igualdad jurídica formal a las mujeres, en modo alguno puede emanciparlas. Con el desarrollo del imperialismo la concepción burguesa frente a la condición femenina se reaccionariza cada vez más y profundiza más la opresión social, económica, política e ideológica sobre las mujeres, aunque se pinte y camufle de mil maneras.

Politización, movilización y organización de las mujeres, esa es la tarea en la cual contenderán duramente las líneas burocrática y democrática para: organizar a las mujeres corporativamente y en beneficio de las clases explotadoras, o democráticamente para servir al pueblo, respectivamente.

Por tanto, dentro del movimiento femenino combaten dos posiciones de clase antagónicas: La proletaria y la burguesa. Revolución o contrarrevolución.

Sobre la lucha de la mujer y la guerra popular

Hoy, como ayer, el revisionismo, la reacción y el revisionismo difunden el feminismo burgués para enrumbar a las mujeres hacia el cretinismo parlamentario y desviarlas así de su camino: la guerra popular, dirigida por un partido comunista marxista-leninista-maoísta, militarizado.

Hoy, la base de masas de la revolución proletaria mundial está en el Tercer Mundo y son millones de proletarias y campesinas pobres las que se han incorporado para combatir al imperialismo, la reacción y al revisionismo. Combate que va unido al de su emancipación. Es fácil comprobar la incorporación de la mujer bajo la bandera del maoísmo a las guerras populares en el Perú, India, Turquía..., pues su liberación está unida al triunfo de la clase obrera. En el Perú la guerra popular dirigida por el PCP no sólo ha movilizado a la mujer en el campo y la ciudad, desde la lucha reivindicativa hasta la guerra popular, si no que en el Nuevo Poder ha conquistado el papel que la vieja sociedad le niega.

Por todo esto millones de mujeres se han incorporado a las filas de la revolución proletaria de forma consciente y dirigidas por verdaderos partidos comunistas como en el Perú, el PCP, partido marxista-leninista-maoísta-pensamiento gonzalo, principalmente pensamiento gonzalo, aplastan el cretinismo parlamentario, destruyen la vieja sociedad a la vez que van construyendo la nueva, demostrando que su presente y futuro está unido a la transformación revolucionaria del mundo.

En el Día de la Mujer Proletaria queremos reafirmarnos en que la emancipación de la mujer sólo será posible emancipando a la clase, al proletariado; porque sólo así, hombres y mujeres proletarios, unidos, como un solo puño de acero, volaremos en mil pedazos a este decadente sistema, y marcharemos juntos hacia el esplendoroso futuro de una nueva sociedad, hacia el comunismo.



¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER PROLETARIA!

¡VIVA EL MAOÍSMO, ABAJO EL REVISIONISMO!

¡GUERRA POPULAR HASTA EL COMUNISMO!


Movimiento por el Internacionalismo Proletario (MIP), marzo 2013

viernes, 8 de marzo de 2013

¡VIVA EL DIA DE LA MUJER!

¡Proletarios de todos los países, uníos!

¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER!
¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!

    "Nadie debe sorprenderse de que todas las mujeres no se reúnan en un movimiento feminista único. El feminismo tiene, necesariamente, varios colores, diversas tendencias. Se puede distinguir en el feminismo tres tendencias fundamentales, tres colores sustantivos: feminismo burgués, feminismo pequeño burgués y feminismo proletario. Cada uno de estos feminismos formula sus reivindicaciones de una manera distinta. La mujer burguesa solidariza en feminismo con el interés de la clase conservadora. La mujer proletaria consustancia su feminismo con la fe de las multitudes revolucionarias en la sociedad futura. La lucha de clases -Hecho histórico y no aserción teórica- se refleja en el plano feminista. Las mujeres, como los hombres, son reaccionarias, centristas o revolucionarias. No pueden por consiguiente, combatir juntas la misma batalla. En el actual panorama humano, la clase diferencia más a los individuos que en el sexo".

    José Carlos Mariátegui

El Movimiento Popular Perú, organismo generado del glorioso Partido Comunista del Perú, dirige sus más calurosos saludos comunistas y revolucionarios a las heroínas de nuestra clase y a todas las mujeres obreras y campesinas del mundo, que luchan cada día contra la doble explotación y opresión a que están sometidas por el podrido sistema imperialista. Nos reafirmamos en la posición de nuestro Partido, la cual parte de lo establecido por su fundador José Carlos Mariátegui sobre el feminismo proletario, y de toda la experiencia de nuestro Partido de la lucha de las mujeres en la guerra popular. Así mismo, dirigimos nuestros más solemnes saludos a todas las camaradas y compañeras del Partido y del Ejército Popular de Liberación, que han dado y siguen dando sus vidas por el Partido y la revolución, sirviendo a la revolución mundial y dando contribuciones a la lucha de las mujeres en todo el mundo.

Como Mariátegui estableció, el feminismo no es uno, sino varios, con diferentes posiciones de clase. Hoy, en la crisis final del imperialismo, cuando todas las contradicciones se agudizan, eso se expresa más claramente; el feminismo burgués y pequeño burgués se han convertido en arma ideológica y política contrarrevolucionaria, parte de  la ofensiva contrarrevolucionaria general, la cual ha sido definida por el Presidente Gonzalo: "ofensiva contrarrevolucionaria general que pretende conjurar la revolución como tendencia principal, histórica y política; ofensiva encabezada por el imperialismo yanqui en su condición de hegemonista único y gran gendarme, podrido gigante con pies de barro; ofensiva contrarrevolucionaria general que apunta a negar la ideología de la clase a través de negros engendros como 'caducidad del marxismo', 'fracaso del socialismo', 'totalitarismo de la dictadura del proletariado', 'inutilidad del Partido Comunista' que muestran la incapacidad teórica y práctica de la burguesía…" (¡Viva el maoísmo! Resolución, CC-PCP 1993)



El papel del feminismo burgués y pequeño burgués en la ofensiva contrarrevolucionaria general

Las clases explotadoras tienen plena conciencia que la clave para cualquier intento de aniquilar la revolución debe ser despojarla de su carácter proletario, de su ideología proletaria y su dirección proletaria, porque la realidad ha mostrado claramente que cuando los pueblos están unidos bajo el proletariado y sus Partidos Comunistas, aplicando la ideología y los principios del proletariado, estos van a derrocar a los explotadores y tomar el Poder. Por eso, como parte de su ofensiva contrarrevolucionaria general, el imperialismo, la reacción y el revisionismo lanzaron su campaña contra el movimiento proletario y contra el marxismo en la esfera académica y entre los intelectuales "izquierdistas", para después difundir lo mismo entre las masas trabajadoras. Con viejas ideas reaccionarias y revisionistas, esta vez nombradas "postmodernismo", "postestructuralismo" y "postmarxismo", declaran que la "opresión de clase" solo es una entre varias formas de opresión, y que no se puede definir uno de ellas como principal, porque eso sería marxismo "dogmatico" y "autoritario". Declaran que hoy, el mundo es tan complejo que no se puede entender ni transformarlo. Consecuentemente, la “izquierda” tiene que abandonar sus metas “utópicas” y adaptarse a la nueva “verdad”, es decir limitarse a proteger los intereses – dentro de las ramas del sistema - de individuos o grupos “marginalizados” frente a los efectos más agudos de la explotación. En esta versión distorsionada de la realidad, el marxismo ha devenido “conservador” y “autoritario”, mientras una “izquierda” anticomunista, sujetada a las órdenes y la concepción del mundo de la burguesía, se presenta como “libertaria” y más “democrática”.

En este contexto, el feminismo burgués y pequeño burgués han asumido el sucio papel de introducir esa doctrina contrarrevolucionaria en las filas del proletariado. Aprovechando la justa furia de las mujeres del pueblo, intentan enfrentar obreras contra obreros y dividir a la clase. Según su concepción idealista y metafísica, la opresión de la mujer existe independientemente y separada de la lucha de clases, y así proponen una vez más la conciliación de clases en el contexto feminista, diciendo que las obreras sí tienen intereses comunes con las explotadoras en una supuesta lucha “contra los hombres”. En realidad, esta es una lucha contra todo el proletariado, hombres y mujeres, con la cual se despoja la lucha de las mujeres de su carácter revolucionario. Este nuevo feminismo ya no tiene la meta de aplastar y barrer completamente el patriarcado, junto con toda explotación. Enseña a las mujeres que en lo fundamental, la sociedad no se puede cambiar en sus cimientos– solo se puede combatir algunos de sus efectos. Consecuentemente, una gran parte del feminismo burgués y pequeño burgués, incluso feministas que se llaman “izquierdistas”, por ejemplo no quieren abolir la prostitución, sino organizarla, legitimarla; capitulación abierta y descarada frente al imperialismo y la reacción. Repiten, en palabras veladas, la vieja tesis de todas las clases explotadoras de la “naturaleza deficitaria de la mujer”, con la idea de que confrontación, lucha de clases, guerra revolucionaria, autoridad y Poder político son conceptos “masculinos”, mientras que las mujeres son “pacificas”, “conciliadoras”, “piensan más en el individuo” etc. Es decir, bajo el manto de feminismo siguen condenando las mujeres a una posición de subordinación, y bajo el pretexto de exigir más puestos políticos para las mujeres, quieren infiltrar a los movimientos obreros con ideología y política burguesa.

Este rol contrarrevolucionario del feminismo burgués y pequeño burgués no se limita a la llamada “izquierda”. A nivel mundial, el imperialismo utiliza el feminismo burgués para legitimar genocidas como Thatcher, Clinton o Merkel, y para cínicamente justificar la agresión imperialista contra los países oprimidos del tercer mundo y tratar de socavar la unidad a nivel mundial entre el movimiento proletario y el movimiento de liberación nacional.



El feminismo proletario

Las feministas burguesas y pequeño burguesas ocultan y niegan sistemáticamente los enormes avances alcanzados por las mujeres en los países socialistas, y tiene que ser una de las tareas del movimiento femenino proletario difundir estas experiencias entre las masas. En las revoluciones socialistas, la lucha de las mujeres alcanzó triunfos nunca vistos en la historia de lucha de clases. La Revolución de Octubre estableció el derecho al divorcio, las guarderías para los niños (como parte de la lucha por integrar a las mujeres en la producción y la política), y se legalizó el aborto (ver cita de Lenin http://www.marxists.org/archive/lenin/works/1913/jun/29.htm). En la revolución china, especialmente en la Gran Revolución Cultural Proletaria, hemos visto la mayor movilización de mujeres revolucionarias de toda la historia humana. En Perú vemos la mayor participación de mujeres militantes dirigentes, dirigiendo el ejército y las masas en guerra popular dirigida por un Partido Comunista militarizado marxista-leninista-maoísta, pensamiento gonzalo. La revolución proletaria nos ha dado las más grandes heroínas de nuestra clase: obreras, combatientes y comunistas que son ejemplos gloriosos para las mujeres oprimidas de todo el mundo.

“Desde hace mucho tiempo, los representantes de todos los movimientos emancipadores de Europa occidental formularon a lo largo, no ya de décadas, sino de siglos, la reivindicación de abolir las leyes caducas y de equiparar legalmente la mujer al hombre, pero sin que ni uno solo de los países democráticos europeos, ni una sola de las repúblicas más adelantadas, lograse realizarlo; porque allí donde existe el capitalismo, donde se mantiene en pie la propiedad privada sobre la tierra, las fábricas y plantas industriales, donde persiste el poder del capital, siguen conservando los hombres los privilegios. Y si en Rusia fue posible lograr aquel anhelo, se debió a que el 25 de octubre de 1917 se implantó en nuestro país el poder obrero. El poder soviético se planteó desde el primer momento el objetivo de ser el poder de los trabajadores, enemigo de toda explotación. Se señaló la tarea de acabar con toda posibilidad de explotación de los trabajadores por parte de los terratenientes y capitalistas, de liquidar la dominación del capital. El poder soviético se propuso como objetivo lograr que los trabajadores construyan su propia vida sin propiedad privada sobre la tierra, sin propiedad privada sobre las fábricas y plantas industriales, sin esa propiedad privada que en todas partes, en el mundo entero, incluso bajo el régimen de plena libertad política, incluso en las repúblicas más democráticas, coloca de hecho a los trabajadores en condiciones de miseria y esclavitud asalariada, y a la mujer bajo una doble esclavitud.

El poder soviético, como poder de los trabajadores, implantó legislativamente, ya durante los primeros meses de su existencia, los cambios más radicales con respecto a la mujer. La República Soviética no dejó piedra sobre piedra de las leyes que colocaban a la mujer en una situación de sometimiento. Y al decir esto me refiero en particular a las leyes que aprovechaban especialmente la situación más débil de la mujer, para privarla de derechos y colocarla con frecuencia en condiciones humillantes; es decir, a las leyes sobre el divorcio, los hijos ilegítimos y el derecho de la mujer a demandar judicialmente al padre del niño para que asegure su sustento.” (Las tareas del movimiento obrero femenino en la República Soviética, V.I. Lenin, 1919)

El feminismo proletario debe partir de una firme posición de clase proletaria para nunca permitir que el imperialismo, la reacción y el revisionismo utilicen la lucha de las mujeres para sus propios intereses. Las mujeres del proletariado y del pueblo tienen que organizarse en los tres instrumentos de la revolución, el Partido, el Ejército y el Frente, para preparar, iniciar y desarrollar guerra popular. En la lucha reivindicativa, las camaradas y compañeras femeninas tienen que asumir el papel de dirigentes, combatiendo el feminismo burgués y pequeño burgués, implacablemente luchando por las reivindicaciones en función de la lucha por el Poder. A mismo tiempo, las feministas proletarias tienen que luchar contra toda posición caduca o anti-proletaria dentro de nuestras filas en cuanto a la mujer, y aplastar la posición revisionista de que “el problema de la mujer se va resolver automáticamente con la revolución socialista, y no se necesita ningún movimiento femenino”. Tal movimiento se necesita precisamente porque la explotación y la opresión de la mujer existen como formas particulares de la explotación y opresión en este sistema, y porque se expresan también en las filas de nuestra clase. En breve: luchar implacablemente contra el enemigo de clase por la emancipación de la mujer a través de la revolución proletaria, y luchar por unir a los hombres y las mujeres de la clase, aplicando lucha de dos líneas dentro de nuestras filas contra toda expresión de la tesis de la “naturaleza deficitaria de la mujer”. Nos reafirmamos en la posición proletaria en cuanto a la mujer:

“Parece que la emancipación de la mujer, su igualdad de condición con el hombre es, y continúa siendo imposible, mientras la mujer permanezca excluida del trabajo social productivo y debe limitarse al trabajo privado doméstico... La liberación de la mujer tiene como condición primera la incorporación de todo el sexo en la industria pública” (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el estado).

"La experiencia de todos los movimientos liberadores confirma que el éxito de la revolución depende del grado en que participen las mujeres" (V.I. Lenin)

"La verdadera igualdad entre el hombre y la mujer sólo puede alcanzarse en el proceso de la transformación socialista de la sociedad en su conjunto." (Presidente Mao Tse Tung)

"Las mujeres que son la mitad del mundo y desarrollar el movimiento femenino por la emancipación de la mujer, tarea que es obra de las mujeres mismas pero bajo la dirección del Partido;" (Presidente Gonzalo)

¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER!
¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!
¡POR UNA LÍNEA DE CLASE EN EL MOVIMIENTO FEMENINO!
¡GUERRA POPULAR HASTA EL COMUNISMO!

Movimiento Popular Perú, 8 de marzo de 2013


   
http://www.solrojo.org/mpp_doc/mpp_20130308.html

viernes, 11 de mayo de 2012

                CLARA ZETKIN: RECUERDOS SOBRE LENIN (II)



               
Lenin sonrió burlonamente :

—Tal vez escriba o hable algún día acerca de estas
cuestiones. Más adelante; ahora no. Ahora, hay que concentrar
toda la fuerza y todo el tiempo en otras cosas. Tenemos
cuidados mayores y más graves. La lucha por afirmar
y consolidar el Estado soviético no ha terminado todavía,
ni mucho menos. Tenemos que digerir las consecuencias
de la guerra con Polonia y procurar sacar lo mejor que podamos
de su terminación. En el Sur está todavía Wrangel.
Claro está que tengo la firme convicción de que terminaremos
con él. Esto dará también que pensar a los imperialistas
ingleses y franceses y a sus pequeños vasallos. Pero
tenemos todavía delante de nosotros la parte más difícil de
nuestra tarea: la edificación. Esta pondrá también de relieve,
como problemas actuales, los problemas de las relaciones
sexuales, del matrimonio y la familia. Mientras tanto,
tendrán ustedes que arreglárselas como puedan, cuando y
donde esos problemas se planteen. Impidiendo que se traten
de un modo antimarxista y que sirvan para alimentar
desviaciones sordas y manejos ocultos.

Y con esto, pasamos
a hablar, por fin, de su labor —Lenin miró el reloj—. El
tiempo de que dispongo para usted va ya promediado —
dijo—. He charlado más de la cuenta. Debe usted redactar
líneas directrices para la labor comunista entre las masas
femeninas. Como conozco la posición de principio de usted y
su experiencia práctica, nuestra conversación acerca de esto
puede ser breve. Vamos, pues, allá. ¿Cómo concibe usted
esas líneas directrices?
Tracé un resumen rápido de ellas. Lenin asentía constantemente
con la cabeza. sin interrumpirme. Cuando hube
terminado, le miré como interrogándole.
—De acuerdo —manifestó—. Trate usted, además, del
asunto con Zinovief. Convendría también que informase
usted y discutiese acerca de esto en una sesión de los camaradas
dirigentes. Es lástima, de veras es lástima, que no
esté aquí la camarada Inessa. Ha tenido que irse enferma al
Cáucaso. Después de la discusión, escriba usted las líneas
directrices. Una comisión las estudiará y la Ejecutiva decidirá
en último término. Yo sólo me manifestaré acerca de
algunos puntos principales, en los que comparto en absoluto
su criterio. Estos puntos los juzgo también de importancia
para nuestra labor corriente de agitación y propaganda, si
esta labor ha de preparar y hacer triunfar la acción y la lucha.
"Las líneas directrices deberán expresar nítidamente
que la verdadera emancipación de la mujer sólo es posible
mediante el comunismo. Hay que hacer resaltar con toda
fuerza la relación indisoluble que existe entre la posición
social y humana de la mujer y la propiedad privada sobre
los medios de producción. Con esto, trazaremos una divisoria
firme e imborrable entre nuestro movimiento y el movimiento
feminista. Además, de este modo echaremos las
bases para enfocar el problema de la mujer como una parte
del problema social, del problema obrero, firmemente unida,
por tanto, a la lucha proletaria de clases y a la revolución.
Hay que conseguir que el movimiento femenino comunista
sea también un movimiento de masas, una parte del
movimiento general de las masas. No sólo de los proletarios,
sino de los explotados y oprimidos de toda clase, de
todas las víctimas del capitalismo y de cualquier otro poder.
En eso estriba también su importancia para la lucha de clases
del proletariado y para su creación histórica : la socie66
dad comunista. Podemos sentirnos legítimamente orgullosos
de tener dentro del partido, dentro de la Internacional Comunista
una "elite" de mujeres revolucionarias. Pero esto no
es decisivo. De lo que se trata es de ganar para nuestra
causa a los millones de mujeres trabajadoras de la ciudad y
del campo. Para nuestras luchas, y muy especialmente para
la transformación comunista de la sociedad. Sin atraer a la
mujer, no conseguiremos un verdadero movimiento de masas.
"De nuestro punto de vista ideológico se deriva el criterio
de organización. Nada de organizaciones especiales de
mujeres comunistas. La que sea comunista, tiene su puesto
en el partido, lo mismo que el hombre. Con los derechos y
deberes comunistas. Acerca de esto, no puede haber discrepancias.
Sin embargo, hay que reconocer un hecho. El partido debe poseer órganos,
 grupos de trabajo, comisiones, comités, secciones, o como quieran llamarse,
 cuya misión especial sea despertar a las grandes masas femeninas,
ponerlas en contacto con el partido y mantenerlas de un
modo constante bajo su influencia. Para esto, es necesario,
naturalmente, que laboremos de una manera sistemática
entre esas masas femeninas, que disciplinemos a las mujeres
más despiertas y las reclutemos y pertrechemos para
las luchas proletarias de clase bajo la dirección del partido
comunista. Y al decir esto, no pienso solamente en las proletarias,
las que trabajan en la fábrica o las que atienden al
fogón. Pienso también en las campesinas humildes, en las
pequeñas burguesas de los diversos sectores sociales. También
ellas son víctimas del capitalismo, y desde la guerra
más que nunca. La psicología apolítica, asocial, rezagada de
estas masas femeninas; su círculo aislado de acción, el corte
todo de su vida son hechos que sería necio, absolutamente
necio desdeñar. Para trabajar en este campo, necesitamos
órganos especiales de trabajo, métodos de agitación
y formas de organización especiales. Y esto no es feminismo:
es eficacia práctica revolucionaria".
Le dije que sus palabras eran para mí un valioso estímulo,
pues muchos camaradas, camaradas muy buenos, combatían
de la manera más enérgica el que el partido crease
órganos especiales para trabajar sistemáticamente entre las
masas femeninas. Según ellos, esto era feminismo y reincidencia
en las tradiciones socialdemócratas. Daban como
razón el que los partidos comunistas; al reconocer que la
mujer era en un todo igual al hombre, lógicamente tenían
que actuar entre las masas trabajadoras sin admitir diferencia
alguna, tratándose de mujeres. Estas debían atraerse a
la par que los hombres y bajo las mismas condiciones. Y
todo lo que fuese reconocer en el terreno de la agitación y
de la organización las circunstancias apuntadas por Lenin,
era calificado por los defensores de la opinión contraria de
oportunismo, de deserción y traición a los principios.
—Esto no es nada nuevo, ni prueba nada —dijo Lenin—.
No se deje usted sugestionar por esos argumentos. Vamos
a ver, ¿por qué en ninguna parte —ni siquiera aquí en la
Rusia soviética— militan en el partido tantas mujeres como
hombres? ¿Por qué es tan insignificante la cifra de las obreras
organizadas sindicalmente? Los hechos dan qué pensar.
La resistencia a admitir estos órganos especiales indispensables
para trabajar entre las grandes masas femeninas es
un indicio de las concepciones muy de principio también,
muy radicales, de nuestros queridos amigos del Partido Comunista
Obrero. Según ellos, sólo puede haber una forma
de organización: la unión obrera. En no pocas cabezas de
mentalidad revolucionaria, pero confusa, se invocan los
principios siempre que "faltan los conceptos", es decir,
cuando la conciencia se cierra a los hechos reales y , objetivos,
que no hay más remedio que reconocer. ¿Cómo se
avienen esos guardianes de los "principios puros" a las necesidades
imperativas, que la historia nos impone, de nuestra política revolucionaria?
Ante la necesidad inexorable,
fallan todos los discursos. Sin tener a nuestro lado a millones
de mujeres, no podremos ejercer la dictadura, ni podremos
edificar la sociedad comunista. A todo trance tenemos
que encontrar el camino que nos lleve a ellas, estudiar,
ensayar, para encontrar ese camino. Por eso estamos también
en lo cierto cuando planteamos reivindicaciones a favor
de la mujer. No se trata de ningún programa mínimo ni reformista,
como los de la socialdemocracia, los de la II Internacional.
Con esto no hacemos ninguna profesión de fe en
la eternidad, ni siquiera en la larga duración de las maravillas
de la burguesía y de su Estado. No intentamos domesticar
con reformas a las masas femeninas ni desviarlas de la
lucha revolucionaria. No se trata de nada de esto ni de ninguna
otra maniobra reformista. Nuestras reivindicaciones
son otras tantas deducciones prácticas derivadas de las irritantes
penalidades y humillaciones vergonzosas de la mujer,
de su posición como ser débil y privado de derechos
dentro de la sociedad burguesa. Al plantearlas, demostramos
conocer todas estas miserias, sentir como una injusticia
las humillaciones de la mujer y los privilegios del hombre.
Que odiamos todo eso, sí ; que odiamos y queremos
suprimir todo lo que oprime y atormenta a la obrera, a la
mujer del obrero, a la campesina, a la mujer del hombre
humilde y, hasta en ciertos respectos, a la mujer de las clases
acomodadas. Los derechos y las medidas sociales que
reclamamos para las mujeres de la sociedad burguesa son
una prueba de que comprendemos y de que, bajo la dictadura
del proletariado, reconoceremos la situación y los intereses
de la mujer. Naturalmente que no como reformistas
adormecedores y tutelares. No; nada de eso. Como revolucionarios,
que llaman a la mujer a colaborar, como igual en
derechos al hombre, en la transformación de la Economía y
de la superestructura ideológica de la sociedad.
Yo le aseguré que compartía sus ideas, pero que éstas
chocarían con la resistencia de muchos, que los espíritus
inseguros y miedosos las rechazarían como sospechosas de
oportunismo. Y que tampoco podía negarse que nuestras
actuales reivindicaciones, en punto a la mujer, eran susceptibles
de ser concebidas e interpretadas de un modo falso.
—¿Cómo? —exclamó Lenin, un poco bruscamente—. A
ese peligro está expuesto todo cuanto digamos y hagamos.
Y si, por miedo a incurrir en él, nos abstenemos de hacer lo
que creamos conveniente y necesario, nos convertimos en
los santos indios de las columnas. iNo moverse, no tocar,
pues podríamos caer desde lo alto de la columna de nuestros
principios! Por lo demás, en nuestro caso no hay que
mirar solamente a lo que pedimos, sino a cómo lo pedimos.
Creo haber apuntado bastante claramente a esto. Ya se sabe
que nosotros no vamos a rezar propagandistamente
nuestras reivindicaciones por la mujer como las cuentas de
un rosario, sino que debemos luchar tan pronto por unas
como por otras, a medida que lo requieran las circunstancias.
Y siempre, naturalmente, en relación con los intereses
generales del proletariado. Cada una de estas batallas nos
coloca enfrente de la honorable hermandad burguesa y de
sus no menos honorables lacayos reformistas. Obliga a
éstos a una de dos cosas: o a luchar bajo nuestras banderas
—cosa que no quieren—, o a desenmascararse. Por tanto,
estas luchas deslindan nuestro campo y presentan a la luz
del día nuestra faz comunista. Con ellas, ganamos la confianza
de las grandes masas femeninas que se sienten explotadas,
esclavizadas y pisoteadas por la supremacía del
hombre, por la fuerza del patrono, por la sociedad burguesa
entera. Traicionadas, abandonadas por todos, las mujeres
trabajadoras reconocen que tienen que luchar a nuestro
lado. Y no necesito jurarle ni hacerle jurar a usted que las
luchas por las reivindicaciones femeninas deben ir asociadas
también a la meta de la conquista del Poder, de la implantación
de la dictadura proletaria. Esto es, en los momentos
presentes, el alfa y el omega de nuestro movimiento. La
cosa es clara, perfecta mente clara. Pero las grandes masas
femeninas del pueblo trabajador no se sentirán irresistiblemente
arrastradas a compartir nuestras luchas por el Poder,
si nos limitamos a soplar una y otra vez este solo grito,
aunque lo soplemos con las trompetas de Jericó. ¡No y no!
Nuestras reivindicaciones deben ir políticamente asociadas
también en la conciencia de las masas femeninas a las penalidades,
a las necesidades y a los deseos de las mujeres
trabajadoras. Estas deben saber que, para ellas, la dictadura
proletaria significa la plena equiparación con el hombre
ante la ley y en la práctica, dentro de la familia, en el Estado
y en la sociedad, así como también el estrangulamiento
del poder de la burguesía.
—El ejemplo de la Rusia soviética —exclamé yo, interrumpiéndole—
lo prueba, y ese será nuestro gran modelo.
Lenin prosiguió :
—La Rusia soviética presenta nuestras reivindicaciones
femeninas bajo un ángulo visual nuevo. Bajó la dictadura
del proletariado, ya no son objeto de lucha entre el proletariado
y la burguesía. Implantadas, se convierten en piedras
para el edificio de la sociedad comunista. Esto demostrará a
las mujeres de otros países la importancia decisiva que tiene
la conquista del Poder por el proletariado. Hay que subrayar
claramente la diferencia, si queremos atraernos a las
masas femeninas para las luchas revolucionarias de clase
del proletariado. La movilización de la mujer, realizada con
una conciencia clara de los principios y sobre una base firme
de organización, es una cuestión vital para los partidos comunistas
y para su triunfo. Pero no nos engañemos. Nues71
tras secciones nacionales no ven todavía claro esto. Se
comportan de un modo pasivo, indolente, ante el problema
de organizar el movimiento de masas de las mujeres trabajadoras
bajo la dirección comunista. No comprenden que el
desarrollo y el encauzamiento de este movimiento de masas
es una parte importante de las actividades globales del partido,
más aún, el cincuenta por ciento de labor general del
partido. Y si de vez en cuando reconocen la necesidad y el
valor de organizar un movimiento femenino enérgico, con
una clara meta comunista, no es más que un reconocimiento
platónico de labios afuera, al que no corresponden un
desvelo constante y la conciencia del deber de laborar día
tras día.
"Se considera la actuación agitadora y propagandista
entre las masas femeninas, la obra de despertar y revolucionar
a la mujer, como algo secundario, como incumbencia
de las camaradas solamente. Y se las reprocha, a ellas, el
que las cosas no vayan más de prisa y se desarrollen con
más fuerza. ¡Eso es falso, rematadamente falso! Verdadero
separatismo y feminismo rebours, como dicen los franceses,
¡feminismo a contrapelo! ¿Qué hay. en el fondo de esta manera
falsa de plantearse el problema nuestras secciones
nacionales? No hay, en última instancia, más que un desdén
hacia la mujer y hacia la obra que ésta puede realizar. Sí,
señor. Desgraciadamente, también de muchos de nuestros
camaradas se puede decir aquello de "escarbad en el comunista
y aparecerá el filisteo". Escarbando, naturalmente, en
el punto sensible, en su mentalidad acerca de la mujer. ¿Se
quiere prueba más palmaria de esto que la tranquilidad con
que los hombres contemplan cómo la mujer degenera en
ese trabajo mezquino, monótono, de la casa; trabajo que
dispersa y consume sus fuerzas y su tiempo, y sumisión al
hombre? Se le facilita, con arreglo a sus dotes y a su vocación,
plena intervención dentro de la sociedad. Los niños
obtienen de este modo condiciones más favorables para su
desarrollo que dentro de la familia. Poseemos las leyes más
avanzadas del mundo en materia de protección a las obreras,
y los mandatarios de los obreros organizados las ejecutan.
Creamos establecimientos de maternidad, asilos para
madres y niños de pecho, organizamos centros técnicos
para aconsejar a las madres, cursos para la crianza de los
niños de pecho y de edad temprana, etc. Hacemos los mayores
esfuerzos posibles por aliviar las penalidades de las
mujeres abandonadas y sin trabajo.
"Sabemos perfectamente que todo esto no es mucho,
comparado con las necesidades de las masas femeninas
trabajadoras, que dista muchos de ser todavía su emancipación
completa y efectiva. Pero, comparado con lo que
ocurría en la Rusia zarista y capitalista, representa un progreso
enorme. Y puede incluso compararse sin miedo con la
realidad de aquellos países en los que todavía impera sin
traba ni cortapisa el capitalismo. Es un buen principio de la
dirección acertada. Principio que hemos de seguir desarrollando
consecuentemente con toda energía; pueden ustedes,
en el extranjero, estar seguros de ello. Pues cada día
que pasa y se mantiene la existencia del Estado soviético
viene a demostrar todavía más claramente que no podremos
salir adelante sin contar con los millones de mujeres.
Imagínese usted lo que esto representa en un país en que
más de un ochenta por ciento de la población son campesinos.
La pequeña explotación campesina es inseparable de la
economía doméstica y de la esclavitud familiar de la mujer.
En este respecto, ustedes tendrán que luchar con menos
dificultades que nosotros. Siempre y cuando, naturalmente,
que los proletarios de sus países acaben por comprender de
una vez que las cosas están maduras para la conquista del
Poder, para la revolución. Sin embargo, nosotros, a pesar
de las grandes dificultades que se nos oponen, no desesperamos.
Conforme crecen las dificultades, crecen también
nuestras fuerzas. Las necesidades prácticas nos trazarán
también nuevos caminos para la emancipación de las masas
femeninas. El cooperativismo prestará en este punto gran73
des servicios, aliado al Estado soviético. Naturalmente, un
cooperativismo comunista, no ese cooperativismo burgués
que predican los reformistas, cuyo antiguo entusiasmo revolucionario
se ha convertido en vinagre barato. A la par con
el cooperativismo, deberá desarrollarse la iniciativa personal,
convertida en actuación colectiva y fundida con ella.
Bajo la dictadura proletaria, la emancipación de la mujer
avanzará también en la aldea, conforme se vaya realizando
el comunismo. En este punto, yo cifro las mejores esperanzas
en la electrificación de nuestra industria y de nuestra
agricultura. ¡Grandiosa obra, ésta! Grandes, inmensas son
las dificultades con que tropieza su realización. Para resolverlas,
será necesario desplegar, educar las más gigantescas
fuerzas de las masas. En esta obra deberán colaborar
millones de fuerzas femeninas".
Durante los últimos diez minutos, habían llamado por
dos veces a la puerta. Lenin siguió hablando. Al terminar,
abrió la puerta y dijo:
—Voy en seguida:
Luego se volvió a mí y añadió riéndose :
—Ahora me aprovecharé de haber estado reunido con
una mujer. Excusaré, naturalmente, mi tardanza con la consabida
elocuencia femenina, aunque la verdad es que esta
vez no ha sido precisamente la mujer, sino el hombre, el
que se ha excedido hablando. Por lo demás, puedo certificar
que sabe usted escuchar de un modo admirable. Tal vez
haya sido eso precisamente lo que me haya tentado a
hablar tanto.
Mientras pronunciaba estas palabras en broma, Lenin
me ayudaba a ponerme el abrigo:
—Abríguese usted bien —me dijo cariñosamente—.
Moscú no es Stuttgart. Ya la atenderán a usted. No se vaya
a enfriar. Hasta la vista.
Hacia unas dos semanas más tarde volví a sostener otra
conversación con Lenin acerca del movimiento femenino.
Vino a visitarme. Su visita fue, como era casi siempre, inesperada,
una improvisación en medio del gigantesco agobio
de trabajo que pesaba sobre el guía de la revolución triunfante.
Lenin parecía estar muy fatigado y preocupado. La
derrota de Wrangel no era un hecho todavía y el aprovisionamiento
de víveres de las grandes ciudades tenía sus ojos
clavados en el gobierno soviético como una esfinge inexorable.
Me preguntó en qué estado se hallaban las líneas directrices
o las tesis. Le dije que se había reunido una gran comisión
en la que habían intervenido y expuesto su criterio
todas las camaradas presentes en Moscú, y que las directrices
estaban terminadas y serían pronto discutidas en una
comisión menos numerosa. Me dijo que debíamos procurar
que el tercer Congreso mundial tratase de este asunto a
fondo, como la cosa lo requería. Con este solo hecho se
vencerían muchos de los prejuicios de los camaradas.
Aparte de esto, era necesario que las camaradas se destacasen
atacando, de firme.
—Nada de cuchichear, como buenas comadres, sino
hablar alto y claro, como luchadoras —exclamó Lenin, con
energía—. Un Congreso no es ningún salón en el que las
mujeres hayan de brillar por sus gracias, como en las novelas.
Es un campo de batalla, en el que cada cual tiene que
luchar por ideas claras paró la actuación revolucionaria.
Prueben ustedes que saben luchar. Con el enemigo, ante
todo, naturalmente ; pero también dentro del partido,
cuando haga falta. No hay que olvidar que se trata de las
grandes masas femeninas. Nuestro partido ruso apoyará
todas ha proposiciones y todas las medidas que ayuden a
conquistarlas. Si estas masas no vienen a nosotros; los contrarrevolucionarios
pueden conseguir llevárselas con ellos.
No hay que perder de vista esto.
—Sí, hay que conquistar a las masas femeninas, aunque,
como se decía de Stralsund, estén atadas con cadenas al
cielo —intervine yo, recogiendo el pensamiento de Lenin—.
Aquí, en el ambiente de la revolución, con su plétora de vida
y sus rápidas y fuertes pulsaciones, he concebido el plan de
una gran acción internacional entre las masas femeninas
trabajadoras. Este plan me lo han sugerido, muy especialmente,
los grandes congresos y conferencias de mujeres sin
partido que aquí se celebran. Hay que intentar trasplantar
estos métodos del campo nacional al campo internacional.
Es innegable que la guerra mundial, con sus estragos, han
conmovido en lo más profundo a grandes masas de mujeres
de las más diversas clases y sectores sociales. Las ha agitado,
ha sembrado en ellas la inquietud. En forma de las más
angustiosas preocupaciones por el sustento y el contenido
de su vida, se alzan hoy ante la mujer problemas que la
mayoría de ellas apenas sospechaban y que muy pocas enfocaban
claramente. La sociedad burguesa es incapaz de
dar una solución satisfactoria a estos problemas. Esto sólo
puede hacerlo el comunismo. Y esto es lo que tenemos nosotros
que llevar a la conciencia de las grandes masas femeninas
de los países capitalistas, organizando con este
objeto un gran Congreso internacional de mujeres sin partido.
Lenin no me contestó inmediatamente. Con la mirada
como vuelta hacia adentro, la boca apretada y el labio inferior
un poco saliente, meditaba.
—Sí —dijo al cabo de un rato—, habrá que ha= cerio. El
plan es bueno. Pero el mejor plan, el más excelente, no sirve
de nada si no se lo sabe manejar. ¿ Ha pensado usted ya
acerca de su ejecución? ¿Cómo concibe usted ésta?
Le expuse minuciosamente mis ideas acerca de esto. Le
dije que lo primero era formar un Comité integrado por
unas cuantas camaradas de distintos países y que, manteniéndose
en constante y estrecho contacto con nuestras
secciones nacionales, se encargase de preparar, ejecutar y
utilizar el Congreso. Si este Comité podía comenzar a actuar
inmediatamente de un modo oficial y público o no, era una
cuestión de oportunidad que habría que meditar. En todo
caso, la primera tarea de sus miembros en cada país raería
establecer contacto con las dirigentes de las obreras sindicalmente
organizadas, con las dirigentes del movimiento
político proletario de la mujer, y de organizaciones femeninas
burguesas de todas las clases y tendencias, como médicas,
profesoras, escritoras, etc., de prestigio, y formar un
Comité nacional y sin partido de trabajo y de preparación
del Congreso. Con miembros de estos Comités nacionales se
formaría un organismo internacional, cuya misión sería preparar
y convocar el Congreso internacional, fijar su orden
del día y sitio y fecha para su celebración.
El Congreso debería tratar en primer término, a mi juicio,
el derecho de la mujer al trabajo profesional. En relación
con esto, podían plantearse los problemas del paro, del
salario y del sueldo iguales para rendimiento igual; de la
jornada legal de ocho horas y de las leyes de protección
para las obreras, de la organización sindical y profesional,
de la asistencia social para la madre y el niño, de las instituciones
sociales para aliviar de sus labores a las mujeres
de casa y a las madres, etc. En el orden del día deberían
figurar, además, el problema de la posición de la mujer ante
el derecho matrimonial de familia y ante el derecho público.
Razoné estas proposiciones y seguí exponiendo cómo los
comités nacionales habrían de preparar concienzudamente
el Congreso en cada país, por medio de una campaña sistemática
de mítines y en la prensa. Dije que esta campaña
tenía una importancia especial para poner en pie a las grandes
masas de mujeres, para impulsarlas a que se ocupasen
seriamente de los problemas puestos a discusión y para
encauzar su atención hacia el Congreso y, por tanto, hacia
el comunismo y hacia los partidos de la Tercera Internacional.
Que esta campaña debía orientarse hacia las mujeres
trabajadoras de todas las capas sociales, asegurando la
asistencia y la colaboración en el Congreso de representantes
de todas las organizaciones femeninas invitadas y de
delegadas de todos los mítines de mujeres que se organizasen.
Y el Congreso debía ser una verdadera "representación
popular , aunque en un sentido muy distinto al de los parlamentos
burgueses.
Que, indudablemente, los comunistas debían ser, no sólo
la fuerza propulsora, sino también, y sobre todo, la fuerza
dirigente del trabajo de preparación. Que para ello debían
contar con el apoyo más enérgico de nuestras secciones. Y
que esto se refería también, naturalmente, a la actuación
del Comité internacional, a los mismos trabajos del Congreso
y al modo de utilizar en gran escala los resultados de
éste. Que en el Congreso se debían presentar tesis o bien
proposiciones comunistas a todos los problemas, nítidamente
perfiladas, en cuanto a los principios, y procurando,
además, que estuviesen objetivamente, razonadas y con un
dominio científico de los hechos sociales. Que estas tesis
debían ser previamente discutidas y aprobadas por la Ejecutiva
de la Internacional Comunista. Que las soluciones y
consignas comunistas debían ser el eje de los trabajos del
Congreso, haciendo girar en torno a ellas la atención pública.
Que, una vez celebrado el Congreso, estas consignas
debían difundirse por medio de la agitación y la propaganda
entre las más amplias masas femeninas y presidir las acciones
internacionales de masas de la mujer. Que una condición
inexcusable vara ello era, evidentemente, que las comunistas
actuasen en todos los comités y en el mismo'
Congreso como una unidad cerrada y firme, que colaborasen
de un modo fundamentalmente claro y sistemáticamente
inconmovible, sin permitir que nadie danzase por su
cuenta.
Durante la exposición de mis ideas, Lenin había asentido
varias veces con la cabeza y hecho varias interrupciones
breves de conformidad, con lo que yo decía.
—Creo, querida camarada —dijo cuando hube terminado—,
que ha enfocado usted la cosa muy bien en el aspecto
político y también en lo fundamental, por lo que se refiere a
la organización. Yo opino en absoluto que en las circunstancias
actuales, ese Congreso podría tener una gran importancia.
Podría ponernos en contacto con grandes masas de
mujeres, y, muy especialmente, con masas de mujeres de
todas las profesiones, obreras industriales, obreras domiciliarias,
y también con las maestras y otras empleadas públicas.
¡Sería magnífico, magnífico! No hay más que pensar en
la situación que se plantearía en las grandes luchas económicas,
e incluso en las huelgas políticas. ¡Qué incremento
más enorme de fuerza significarían para el proletariado revolucionario
esas masas de mujeres puestas conscientemente
en rebeldía! Siempre, naturalmente, que consiguiésemos
atraérnoslas y supiésemos retenerlas a nuestro lado.
Saldríamos ganando con ello mucho, muchísimo. Pero, vamos
a ver, ¿qué criterio tiene usted acerca de algunos puntos
concretos? Es muy probable que los gobiernos no viesen
con buenos ojos la obra del Congreso, que pretendiesen
impedirlo. Claro está que difícilmente se atreverían a reprimirlo
brutalmente. Ya sé que a usted esto no la intimida.
Pero, ¿no teme usted que en los comités y en el mismo
Congreso las comunistas podrían verse arrolladas por la
preponderancia numérica de las mujeres burguesas y reformistas
y por su rutina? Y además, y sobre todo, ¿confía
usted realmente en la formación marxista de nuestras camaradas,
cree usted que podría reclutarse entre ellas una
tropa de Choque capaz de sostener la lucha con honor?
Le contesté que las autoridades difícilmente procederían
contra el Congreso por la violencia y que las mortificaciones
y las brutalidades que se cometiesen contra él no conseguirían
más que hacer campaña en su favor y en el nuestro.
Que al número y a los métodos rutinarios de los elementos
no comunistas, nosotras, las comunistas, opondríamos la
superioridad científica del materialismo histórico en el modo
de concebir y esclarecer los problemas sociales y en la consecuencia
de nuestras medidas para resolverlos, y, por
último, el triunfo de la revolución proletaria en Rusia y la
obra fundamental de ésta por la emancipación de la mujer.
Que los flacos y las faltas que hubiese en cuanto a la formación
y a la capacidad de algunas camaradas se podían compensar
con una preparación y una colaboración sistemáticas.
Que en este respecto, cifraba mis mejores esperanzas
en las camaradas rusas, que serían el núcleo de hierro de
nuestra falange. Que del brazo de ellas yo me lanzaría con
toda tranquilidad a batallas mayores que las de un Congreso.
Y que, además, si nos derrotaban por votos, esta batalla
haría pasar a primer plano la causa del comunismo y tendría
una importancia propagandista enorme, procurándonos
puntos de contacto y elementos para seguir trabajando.
Lenin se echó a reír con todas sus ganas :
—¡Siempre la misma entusiasta defensora de las revolucionarias
rusas! Sí, sí, acero viejo no se oxida. En el fondo,
creo que tiene usted razón. También la derrota después
de una dura lucha sería un avance, una preparación para
futuras conquistas entre las masas de mujeres trabajadoras.
Bien mirado todo, se trata de una empresa digna de
todo lo que en ella se aventure. La derrota nunca podría ser
completa. Y, naturalmente, yo confío en el triunfo, deseo el
triunfo de todo corazón. Este triunfo reforzaría enormemente
nuestro poder, extendería y consolidaría en grandes proporciones
nuestro frente de lucha, traería a nuestras filas
vida, movimiento, actividad. Y esto siempre está bien.
Además, ese Congreso sembrarla y avivaría en el campo de
la burguesía y de sus amigos reformistas la inquietud, la
inseguridad, los antagonismos, los conflictos. ¡Hay que imaginarse
todos los elementos que se reunirían en el Congreso
bajo un mismo techo con las "hienas de la revolución", y, si
las cosas viniesen bien dadas, bajo su dirección: las buenas
y sumisas socialdemócratas que acatan la alta jefatura de
Scheidemann, Dittmann y Legien; las piadosas cristianas,
bendecidas por el Papa o arrodilladas ante Lutero; respetables
hijas de altos consejeros y consejeras de gobierno recién
salidas del horno; pacifistas inglesas con porte de "ladies",
y apasionadas feministas francesas! ¡Qué estampa de
caos, de decadencia, de mundo burgués, sería este Congreso!
¡Qué magnífico reflejo de su incapacidad para encontrar
un camino y una solución! Los efectos de este Congreso
acentuarían la descomposición y debilitarían con ello las
fuerzas de la contrarrevolución. Todo lo que sea debilitar la
potencia del enemigo, es robustecer nuestra propia fuerza.
Yo soy partidario de ese Congreso; hable usted de ello con
Grigory. Ya verá usted cómo comprende en todo su alcance
la importancia del asunto. Nosotros lo apoyaremos enérgicamente.
¡Manos, pues, a la obra, y mucha suerte!
Todavía hablamos un rato acerca de la situación en Alemania
y principalmente acerca del próximo "Congreso de unificación" de los viejos "espartaquistas", con el ala de izquierda de los independientes.
Luego, Lenin se fue corriendo, y, al pasar por una habitación,
en la que estaban trabajando algunos camaradas,
los saludó cordialmente. Mi plan encontró también la aprobación
del camarada Zinovief. Me entregué llena de esperanza
a los trabajos preparatorios. Desgraciadamente, la
idea del Congreso se estrelló contra la intransigencia de las
camaradas alemanas y búlgaras, que, por aquel entonces,
eran las que, fuera de la Rusia soviética, acaudillaban el
mejor movimiento femenino comunista. Cuando se lo conté
a Lenin, este exclamó:
—¡Qué lástima, qué lástima !Estas camaradas han desperdiciado
una magnífica ocasión para abrir a grandes masas
de mujeres una perspectiva de esperanza y atraerlas así
a las luchas revolucionarias del proletariado. ¡Quién sabe si
esa ocasión propicia volverá a presentarse tan pronto! El
hierro hay que machacarlo cuando está al rojo. Pero el problema
queda en pie. Deben ustedes buscar el camino de
llegar a las masas de mujeres, lanzadas por el capitalismo a
la miseria más espantosa. ¡Tienen ustedes que buscarlo,
cueste lo que cueste! Ante este imperativo, no hay escapatoria
posible. Sin un movimiento organizado de masas bajo
la dirección de los comunistas no podremos triunfar sobre el
capitalismo ni edificar el comunismo. Por eso el Aquerón de
las masas femeninas no tiene más remedio que moverse,
más tarde o más temprano.
----------------
El primer año del proletariado revolucionario sin Lenin. Este
año ha venido a comprobar la firmeza de su obra, la descollante
genialidad del guía y del maestro. Nos ha hecho sentir
cuán grande y cuán insustituible es la pérdida sufrida. Los
cañonazos sordos anuncian la hora sombría, en que hoy
hace un año Lenin cerró para siempre aquellos ojos que
sabían mirar tan lejos y tan hondo. Veo las filas interminables
de hombres y mujeres del pueblo trabajador que marchan,
envueltos en tristeza, hacia la tumba de Lenin. Su
duelo es mi duelo, es el duelo de millones de seres. Pero del
dolor reavivado se alza con fuerza arrolladora el recuerdo,
que es una realidad ante la que el presente angustioso se
derrumba. Me parece estar escuchando cada palabra pronunciada
por Lenin ante mí. Me parece estar viendo todos
los gestos de su cara... Miles de banderas se inclinan ante
su tumba; son banderas teñidas con la sangre de las luchas
revolucionarias. Miles de coronas de laurel se depositan sobre
ella. Todo es poco. A ello uno yo estas modestísimas
páginas.
 

miércoles, 7 de marzo de 2012

¡VIVA EL DÌA DE LA MUJER OBRERA!


¡Proletarios de todos los países, uníos!

¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER OBRERA!

Mujeres explotadas, sin derechos laborales, ejerciendo los trabajos más precarios, asesinadas, torturadas, violadas en sus propias casas, mujeres conducidas al suicidio como única salida. Esta es la realidad de millones de mujeres proletarias y prueba palpable de que los cambios en las leyes, el reconocimiento de derechos por parte del Estado imperialista español, la incorporación de la mujer en el mercado de trabajo no ha traído para la mayoría de las mujeres la igualdad sino la frustración. Cuanto más conciencia ha ido adquiriendo la mujer proletaria de su posición en la sociedad más impotencia causa comprobar que la realidad sólo ha cambiado para un pequeño número de mujeres, las burguesas.

Hay que destacar que no todo ha sido impotencia y frustración y que ahí donde la lucha de la mujer proletaria se unió y se une con la lucha por el comunismo la vida de la mujer proletaria, de la mujer campesina pobre ha cambiado y ha pasado de la tutela del marido, de la tutela del Estado burgués a ser protagonista de los grandes cambios revolucionarios que han estremecido el mundo: las luchas antimperialistas, las revoluciones de nueva democracia, las revoluciones socialistas y la Gran Revolución Cultural Proletaria. Y protagonista de su propia emancipación.

Repasando la historia podemos comprobar que en una de las grandes crisis del imperialismo, y paralelamente a la paralización del feminismo burgués, incapaz de dar ninguna respuesta a la crisis y desaparecido durante la I Guerra Mundial, es la Revolución Rusa dirigida por el Partido Bolchevique y el miedo a su expansión a los demás países imperialistas lo que obliga a las burguesías monopolistas inglesa, sueca y alemana a conceder el derecho al voto, revisar el derecho matrimonial y hereditario asegurándose los derechos de la mujer burguesa.

Anteriormente, la Rusia soviética trajo la igualdad de derechos y obligaciones, el derecho al divorcio sin el consentimiento del marido, el derecho al aborto, la protección de la mujer soltera, se garantizaba el acceso a la educación y al trabajo en pie de igualdad con el hombre. Era la revolución proletaria, la instauración de la dictadura del proletariado la garantía de la defensa de los derechos de la mujer.

Otro hito para la mujer obrera y campesina pobre en el siglo XX ha sido la Revolución China dirigida por el Partido Comunista Chino. De nuevo el movimiento feminista burgués fue incapaz de dar respuesta a la gran crisis del imperialismo que llevó a la II Guerra Mundial y al surgimiento de los fascismos, crisis que además siempre han ido acompañadas por un mayor ataque a la mujer y a sus condiciones de vida.

En 1949 se proclama la República Popular China y con el poder en manos del proletariado la situación de la mujer va a cambiar radicalmente. No sólo por el derecho al divorcio, al aborto, a su acceso a la salud, a la educación, al mundo del trabajo... La reforma agraria significó un gran golpe a la antigua estructura familiar en el campo donde la mujer era una menor ante el marido. Demostrando que no puede haber cambios en las relaciones sociales sin cambios en las relaciones de producción. La mujer participa en primera línea de estas transformaciones dirigida por el Partido Comunista.

Durante la Gran Revolución Cultural Proletaria se aplastó la tesis del “desarrollo de las fuerzas productivas”. Tesis que afirma que con el sólo desarrollo de la técnica se llega al comunismo. La tesis comunista afirma que es la lucha de clases el motor de la historia. La técnica no es neutra: o sirve para consolidar la división del trabajo capitalista o sirve para ir eliminando la diferencia entre trabajo manual y trabajo intelectual, entre dirigentes y dirigidos. Durante la Gran Revolución Cultural Proletaria se desarrollaron los comedores populares, los talleres colectivos de trabajo doméstico de modo que se apuntó a destruir el carácter privado de la familia y de las tareas domésticas. Los hijos ya no son propiedad de la familia o del Estado, es la sociedad, hombres y mujeres, los responsables de su bienestar.

No es cierto que a la revolución económica le tenga que seguir otra revolución para defender los derechos de la mujer. Si la transformación económica no hace de las mujeres personas libres es que no hay Revolución. Por decirlo de alguna manera, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo sin transformar las relaciones de producción no libera a nadie. Es en los campos de concentración nazis donde se exponía el lema “El trabajo os hará libres”. En el capitalismo el trabajo no ha liberado al obrero y menos lo va a hacer con la obrera. La técnica no es neutra, el desarrollo de la producción no es neutro, tiene carácter de clase. Es necesario el desarrollo de una nueva economía para transformar la vida social y a la vez es necesaria la lucha de clases dirigida por el Partido Comunista para transformar la economía.

También podemos ver cómo la restauración del capitalismo en China tras la muerte del Presidente Mao ha traído otra vez la explotación y la opresión sobre la mujer pobre. La igualdad legal no ha impedido que la restauración de la pequeña propiedad en el campo haya vuelto a encerrar a la mujer pobre del campo en la casa del marido y el feminicidio de miles de niñas.

Hoy volvemos a ver cómo cambia la situación de la mujer ahí donde se desarrollan guerras populares dirigidas por verdaderos partidos comunistas. En el Perú y bajo la dirección del PCP, partido marxista-leninista-maoísta-pensamiento gonzalo, principalmente pensamiento gonzalo vemos cómo la mujer se incorpora a la vida social, desde la lucha reivindicativa hasta su máxima expresión, la Guerra Popular. Logrando en el Nuevo Poder el lugar que la vieja sociedad le ha negado. Por eso miles de mujeres han dado su vida por la Revolución de forma consciente y voluntaria pues el futuro de ellas está íntimamente ligado al del triunfo de la Revolución.

¡POR UNA LÍNEA DE CLASE EN EL MOVIMIENTO FEMENINO POPULAR!
¡VIVA EL MAOÍSMO! ¡ABAJO EL REVISIONISMO!
¡GUERRA POPULAR HASTA EL COMUNISMO!

Movimiento por el Internacionalismo Proletario – Comité España
Marzo, 2012