domingo, 8 de marzo de 2015

¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER!




SOL ROJO:

!VIVA EL DÍA DE LA MUJER!
¡LAS MUJERES LLEVAN SOBRE SUS ESPALDAS LA MITAD DEL CIELO Y DEBEN CONQUISTARLA!

Con motivo del día de la mujer publicamos aquí un extracto del libro "La mitad del cielo", que nos da ejemplos brillantes de los enormes avances del movimiento femenino proletario en la revolución china, principalmente durante la Gran Revolución Cultural Proletaria. Son ejemplos concretos de cómo el feminismo proletario y toda la lucha por la emancipación de las mujeres necesariamente tiene que ser una lucha contra el revisionismo y el oportunismo dentro y fuera de nuestras filas, y que esa lucha inevitablemente es parte de la lucha del proletariado en su conjunto para aplastar y barrer al imperialismo y la reacción, continuar la lucha de clases bajo la dictadura del proletariado y marchar hasta nuestra meta final el Comunismo. Publicamos el extracto junto con una introducción al libro, hecha por el blog "Mar armado de masas". El libro completo se puede descargar aquí.
/Sol Rojo, 8 de marzo de 2015

"LA MITAD DEL CIELO" - COMENTARIO DEL BLOG "MAR ARMADO DE MASAS":
"La mitad del Cielo» es el testimonio de un grupo de mujeres en su viaje por la República Popular China durante la Gran Revolución Cultural Proletaria, en plena campaña contra Lin Piao. Entre estas 12 mujeres había estudiantes, empleadas de oficina, la mujer de un obrero, todas militantes por la liberación de la mujer. Este testimonio es sintetizado por Claudie Broyelle, que lamentablemente capituló poco después y se pasó a las filas de Teng, el imperialismo y la reacción. Ahora ya conocemos el resultado de la restauración del capitalismo en China. A ojos del feminismo burgués China es un país adelantado en cuanto a la situación de la mujer. Hay mujeres empresarias, políticas, escritoras, científicas, etc., pero el problema de la mujer no está resuelto. La situación de la mujer en el campo ha retrocedido en décadas. La vida de las niñas recién nacidas no tiene ningún valor. En la ciudad la mayor parte de las mujeres viven en condiciones de miseria y explotación. La inevitable crisis del capitalismo en China muestra un porvenir todavía mucho más negro para la mujer obrera y campesina.
Durante la Revolución en China millones de mujeres se movilizaron dirigidas por el PCCH. La participación de la mujer en la guerra contra la invasión japonesa aplastó la idea reaccionaria de que las mujeres «sólo sirven para el trabajo doméstico». La reforma agraria, donde también millones de mujeres participaron de forma activa, tuvo como resultado la demolición del sistema patriarcal-feudal. Las campesinas conquistaron títulos de propiedad personales sobre la tierra, dejaron de ser la “esposa de...”. La Revolución de Nueva Democracia demolió la antigua estructura familiar, la mujer dejó su minoría de edad respecto al hombre y pasó a estar en la vanguardia de las transformaciones revolucionarias. Hizo más por la mujer la reforma agraria: “¡la tierra para quien la trabaja!”, que los millones de discursos sobre la igualdad con que bombardea a la mujer obrera y pobre el imperialismo, la reacción y el revisionismo.
Durante la Gran Revolución Cultural Proletaria más de 300 millones de mujeres se movilizaron contra el revisionismo de Liu, Teng y Lin Piao, lucha entre el camino comunista y el camino capitalista. Se crearon talleres colectivos de trabajo doméstico, comedores colectivos, se apuntaba a que la sociedad fuera responsable de los hijos y que éstos no fueran responsabilidad de la familia (propiedad de...) ni del Estado. El objetivo fue acabar con el carácter privado de la familia y de las tareas domésticas liberando a la mujer totalmente del mundo del hogar. Chian Ching es la mejor expresión de la incorporación de millones de mujeres dirigidas por el Partido de la clase obrera, el PCCH, a la transformación revolucionaria de la sociedad y al combate contra la restauración del capitalismo.
Este es el valor de este libro, presentar la experiencia más avanzada de la lucha de la mujer por su emancipación en una sociedad socialista. El Movimiento Femenino en la República Popular China combatió tanto las posiciones de Liu Shao Chi, que defendía el papel tradicional de la mujer sometida al poder marital, como las de Lin Piao, que afirmaba que la revolución ya estaba concluida, impidiendo la lucha consecuente por su emancipación y la transformación revolucionaria de la sociedad dirigida por el Partido Comunista Chino hasta el comunismo.
Hoy, la base de masas de la revolución proletaria mundial está en el Tercer Mundo y son millones de proletarias y campesinas pobres las que se han incorporado para combatir al imperialismo, la reacción y al revisionismo. Combate que va unido al de su emancipación. Es fácil comprobar la incorporación de la mujer bajo la bandera del maoísmo a las guerras populares en el Perú, India, Turquía, etc., pues su liberación está unida al triunfo de la clase obrera. En el Perú la guerra popular dirigida por el PCP no sólo ha movilizado a la mujer en el campo y la ciudad, desde la lucha reivindicativa hasta la guerra popular, sino que en el Nuevo Poder ha conquistado el papel que la vieja sociedad le niega. Como fruto de su participación en la guerra popular muchas mujeres han llegado a ser y son cuadros dirigentes del Partido.
Por todo esto, millones de mujeres se han incorporado a las filas de la revolución proletaria de forma consciente y dirigidas por verdaderos partidos comunistas como en el Perú, el PCP, partido marxista-leninista-maoísta-pensamiento gonzalo, principalmente pensamiento gonzalo, aplastan el cretinismo parlamentario, destruyen la vieja sociedad a la vez que van construyendo la nueva, demostrando que su presente y futuro está unido a la transformación revolucionaria del mundo.
Claudie Broyelle capituló a la par que la burguesía tomaba el poder en China, y no ha sido la única que ha capitulado, abandonando las filas del proletariado y de la revolución.
Hoy podemos ver también cómo los vacilantes, los pusilánimes, los elementos más atrasados abandonan las banderas del maoísmo. Sólo fueron compañeros de viaje mientras pudieron sacar beneficio personal de las noticias que daba la prensa burguesa de la guerra popular en el Perú o, en su momento, de Nepal. Hoy forman parte del basurero de la Historia.
Sin embargo, qué es lo que debemos tener en cuenta nosotros, como comunistas, al leer este libro: que la construcción de una nueva Sociedad es posible. El carácter testimonial de este libro nos demuestra que llegar al dorado comunismo no es una mera frase de cliché, sino una maravillosa y tangible realidad.
Para esto sirve este libro: para armar nuestras cabezas de roja ideología de clase, y para henchir nuestros corazones plenos de optimismo revolucionario.

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PRIMERA PARTE

EL TRABAJO TRASFORMA A LAS MUJERES, QUIENES TRASFORMAN EL TRABAJO

Al día siguiente de la liberación, en 1949, China se topaba con este problema: ¿cómo hacer entrar a la producción social a millones y millones de mujeres confinadas desde siempre a las estrechas tareas do­mésticas? Para operar este desquiciamiento, China poseía triunfos muy favorables. En particular la victoria de la revolución, coronando veinte años de guerra nacional y civil, había trasformado profundamente la antigua sociedad, destruido caras completas de la vieja ideología de la inferioridad de las mujeres. Éstas, por millones, habían participado activamente en la guerra antijaponesa, en las regiones liberadas, habían ejercido el poder directamente, y con frecuencia de ma­nera preponderante; habían tomado a su cargo en numerosos lugares las tareas de producción agrícola. En el contexto de esta rica experiencia es donde se situaba la cuestión de proseguir su emancipación. Había ahí una adquisición extremadamente importante sobre la cual el movimiento femenino podía apoyarse para abordar la nueva etapa.

EL TRABAJO NO SIEMPRE ES LIBERADOR 

No obstante, si China es hoy en día prácticamente el único país del mundo en donde la inmensa mayoría de las mujeres participan en la producción social, esto no se ha hecho sin tropiezos. Algunas cifras hacen reflexionar. Por ejemplo, en Shanghai, en 1966, en vísperas de la Revolución Cultural, más de la mitad de las mujeres habían abandonado su trabajo y re­gresado a sus hogares. Esto se explica en parte por la política del Partido Comunista Chino, política impulsada por Liu Shao-chi1, que hacía una intensa propaganda para ese regreso al hogar. Por otra parte, esto tomaba formas muy diversas. Aquí se alababan las cualidades “irremplazables” de la madre para educar a los hijos; allá se afirmaba sin ambages que las mujeres no eran buenas para nada, demasiado limitadas intelectualmente para aprender un oficio; más allá se lanzaba el argumento del insuficiente número de guarderías, de comedores, para impedir trabajar a las mujeres. En cuanto a las que trabajaban, se trataba de dar como significación a su trabajo: un salario de segunda, ¡para mejorar su situación! (“trabajen para nutrir y vestir mejor a su familia”)2. Sin duda en ese concierto reaccionario había con qué desalentar buenas voluntades; pero eso sólo no era suficiente para explicar el carácter relativamente masivo del regreso al hogar. Hay que investigar las razones de fondo en el trabajo mismo, en su organización. Si no, no se comprende cómo, mujeres que estuvieran tratando de conseguir su liberación ejerciendo un oficio, se dejaran convencer por teorías retrógradas. Es que en realidad ellas no conquistaban, o por lo menos no en todas partes, su liberación. Y por otra parte, ahí donde existía un tipo de trabajo realmente liberador, no se asistía a tal reflujo de mujeres fuera de las fábricas. En la fábrica de Chau Yan, que nosotras visitamos, solamente unas diez mujeres “regresarían tras la puerta de su casa”, como dicen los chinos.

Ya nadie puede ahora estar satisfecho con el es­quema soviético: “He aquí una fábrica del Estado, y el Estado es el partido, y el partido son las masas, por lo tanto esta fábrica es tuya obrero, q.e.d."No, esto ya no pasa. Si se me dice: “Esta fábrica es tuya, es del pueblo”, pero que obedezca ciegamente las órdenes de los directores, que no comprenda nada de mi máquina y todavía menos del resto de la fábrica, si no sé en lo que se convierte mi producto ya terminado ni por qué se ha producido, si trabajo rápidamente, muy rápidamente por el sueldo, si me aburro a morir esperando toda la semana el domingo, y la salida durante toda la jomada, si soy todavía más inculta que al principio después de años de trabajo, entonces es que esta fábrica no es mía, ¡no es del pueblo! Si la producción continúa funcionando según una organización de tipo capitalista, es decir respetando y profundizando la separación entre el trabajo intelectual y el trabajo manual según criterios de utilidades y de rentabilidad, si la producción marcha a golpes de reglamentos burgueses, disciplina ciega y estímulos materiales, por un lado los que piensan y por el otro los que ejecutan, entonces los que son menos instruidos, y en particular las mujeres, son también los más oprimidos.
Si finalmente un número importante de mujeres había podido dejarse convencer de los beneficios del regreso al fogón, es en primer lugar porque en ciertas fábricas la lucha de clase entre la burguesía y el proletariado no había permitido todavía vencer a la burguesía en ese terreno. El trabajo, por ese hecho, permanecía sometido a criterios burgueses. No, la producción capitalista no puede “liberar” a las mujeres porque, por otra parte, jamás ha liberado a los hombres. Nosotras, que todas habíamos trabajado en fábricas, recordábamos las eternas discusiones con las otras mujeres al respecto: “Si mi marido ganara lo suficiente yo me quedarla en casa”, “Cuando yo me case ya no trabajaré”, esto volvía constantemente. Aun si las mismas afirmaban al día siguiente que “Por nada del mundo quisieran quedarse en casa porque se aburrirían demasiado”. Ese estado de espíritu vacilante no hace más que traducir la situación especialmente ambigua de las obreras de un país capitalista. Una experiencia del trabajo social suficiente para hacemos medir la “mezquindad” del trabajo doméstico, pero un trabajo social suficientemente vacío de sentido como para hacer que se reflejara como un “lujo” la vida en la casa, momentáneamente inaccesible. En una fábrica de televisores, Chantal, una soldadora, me había dicho: “El lunes en la mañana, al ver toda la semana ante mí, envidio a las que pueden quedarse en casa; el domingo en la noche, después de una jornada de ‘limpieza’, las compadezco,”

Empero si la participación de las mujeres en el trabajo social no las ha liberado, sin embargo ha constituido un factor decisivo de toma de conciencia de su opresión, de la socialización de su revuelta. Ha entrañado una toma de conciencia masiva de nuestra opresión: la “feminitud”, o la desgracia de ser mujer.

CAPÍTULO 1

LA VÍA DE INDUSTRIALIZACIÓN CHINA Y LA LIBERACIÓN DE LAS MUJERES

NI TRABAJO, NI SALARIO, ¡Y ELLAS PERMANECIERON EN LA FÁBRICA!

La fábrica de material médico Chau Yan en Pekín tiene mal aspecto. Algunas edificaciones de ladrillo de un sólo piso, en un patio que parece el de una escuela. Sin embargo, ahí suceden, discretamente, cosas decisivas para el porvenir de las mujeres. Fuimos recibidas ahí dos o tres días después de nuestra llegada, en una salita blanca, alrededor de una gran mesa, apretando con los dedos fríos las tazas hirvientes; Ma Yu Yin, una obrera de unos cincuenta años, nos cuenta la historia de esta fábrica:

En este barrio, hasta 1958, la mayoría de las mujeres permanecían todavía en sus casas al servicio de su familia, sus quehaceres, el cuidado de los hijos... Fue entonces cuando el país entero se levantó para realizar “el gran salto adelante”, es decir que todas las energías se movilizaron para franquear una nueva etapa de trasformación de la sociedad. En los campos, los campesinos reagrupaban las cooperativas de formación superior para crear comunas populares; la industria se descentralizaba ampliamente, en los lugares más apartados uno veía desarro­llarse pequeñas unidades de producción industrial. Y nosotras, las mujeres, ¿debíamos permanecer en casa, al margen de la tempestad? El presidente Mao nos excitó a “contar con nuestras propias fuerzas, desligarnos de las tareas domésticas y participar en las actividades producti­vas y sociales’. Nosotras queríamos responder a esa excitativa, dar también el gran salto adelante. Pero ¿cómo arreglárnoslas? Fue entonces cuando en este distrito una veintena de mujeres se decidieron a “franquear la puerta de la familia” para crear una fábrica de barrio. Para tal efecto, el comité de manzana nos prestó dos hangares vacíos. Viendo las cosas desde cierto ángulo se puede decir que teníamos todo en contra: éramos pocas, sin ningún equipo, sin guarderías ni comedores, sin ninguna experiencia en producción (todas éramos amas de casa), ni siquiera sabíamos qué producir. Pero por otro lado teníamos grandes triunfos en la mano: no era para aportar un poco más de comodidad a nuestra familia por lo que habíamos decidido trabajar: queríamos trasformar la sociedad, trasformar la condición femenina. ¡Que las mujeres abrieran la puerta de la casa que les obstruía la vista! No queríamos ya servir a nuestra familia, queríamos servir al pueblo. 

Finalmente, después de una encuesta entre los habitantes del barrio, decidimos producir artículos de primera necesidad que les hacían falta: ollas, tubos para estufa, cacerolas, etc. Llevamos de nuestras casas nuestras propias herramientas: martillos, pinzas, algunos destornilladores, clavos, etc. No teníamos más. Fuimos a las fábricas a recoger placas de metal, tubos de hierro, y nos pusimos a trabajar. A veces venían obreras después de su trabajo a mostramos cómo emplear tales o cuales medios. Otro problema grave era el cuidado de los niños. 

Por ejemplo, esta camarada que está aquí tenía cinco. Nos las arreglábamos como podíamos; los mayores cuidaban de los más pequeños; algunas, apoyadas por sus madres o suegras, podían confiárselos a ellas. También había vecinas que aprobaban lo que hacíamos y que nos daban una mano. Se puede decir que ese problema se resolvió por la ayuda mutua en esa época. Durante todo ese período, no recibimos ningún salario. Con frecuencia nos quedábamos en la fábrica hasta tarde en la noche para terminar algún trabajo que nos habíamos fijado. 

Aumentar la producción y profundizar los conocimientos

Finalmente, después de andar a tientas, logramos producir con nuestras manos ollas y tubos para estufas. Esta producción fue aceptada por el Estado. Fue nuestra pri­mera victoria. ¡Cómo! ¿Simples amas de casa sin calificación habían logrado, ayudándose mutuamente, a fuerza de energía y obstinación, fabricar utensilios domésticos de suficiente calidad como para que el Estado los comprara? Aumentó nuestro empeño. Se decidió entonces diversificar esa producción de acuerdo a las necesidades del pueblo; según una encuesta que nos permitió conocer nuevas necesidades locales, comenzamos la fabricación de dispositivos médicos: placas de protección contra rayos X, armarios aislantes. Utilizamos para eso máquinas viejas que ya no servían; las desmontamos, reparamos y trasformamos nosotras mismas para aumentar nuestra productividad y facilitar nuestro trabajo. Esto era más complejo y requería más conocimientos que la fabricación de ollas.
Habíamos fijado en el taller un cartel con esta frase del presidente Mao: Hoy los tiempos han cambiado, lo que puede hacer un hombre, también lo puede hacer una mujer. En el fondo no había ninguna razón para que las mujeres no pudiéramos construir aquellos dispositivos. A veces, ante las dificultades, el desaliento se abatía sobre algunas de nosotras. Decían: “Para qué todos estos esfuerzos, no triunfaremos. No tenemos instrucción, los dispositivos médicos son demasiado difíciles de producir, valdría más dedicarse a las ollas.” Discutíamos entre nosotras. “No estamos aquí para enriquecernos, mucho menos para enriquecer a algún ‘amo’. El pueblo tiene necesidad de esos dispositivos ¡y nosotras, las mujeres, bajaremos los brazos ante los fracasos! Durante siglos y siglos las mujeres climas han sido consideradas como bestias. Nosotras formamos parte de la clase obrera, ¿cómo podrá ésta dirigir el país si la mitad de sus miembros permanece inculta, incapaz de asimilar técnicas nuevas? ¡No sabemos nada! Muy bien, ¡aprendamos! ¡En páginas blancas es en donde se escriben las más bellas historias!” Y nos volvíamos a entregar a la tarea, recuperada nuestra confianza. Con la ayuda de otras fábricas que nos enviaron gente experimentada para asesoramos, logramos producir no solamente placas de protección y almarios aislantes, sino también grandes esterilizadores de alta temperatura y lámparas infrarrojas. Después del examen, el Estado nos confió esta labor de producción y nuestra fábrica tomó su nombre actual de “Fábrica de material médico de Chau Yan”. En ese momento, nuestras filas se habían engrosado, éra­mos un poco más de trescientas, entre las cuales había una veintena de hombres. En 1960, construimos otros cuatro talleres en el patio sin pedir ni un centavo al Estado, simplemente recolectando ladrillos provenientes de antiguas construcciones. Construimos ese mismo año un comedor y una guardería en el recinto de la fábrica. Todo ello con nuestras manos; nosotras podemos construir el socialismo con nuestras manos. 

Un ejemplo de resistencia femenina que triunfa

En la fábrica había un ambiente de solidaridad, de dina­mismo y de abnegación. No era raro ver a las obreras quedarse después de su jomada de trabajo para terminar una tarea, o para entrenarse en una técnica difícil. Por supuesto que no estábamos obligadas a hacerlo ni tampoco se nos pagaba por ese “suplemento”. ¿Debe una recibir primas por hacer la revolución? Pues estaba bien de lo que se trataba. Por otra parte, nuestra experiencia no a todo el mundo le agradaba. En 1961, una parte de la dirección de la fábrica, completamente cegada por las órdenes de la municipalidad de Pekín3 decidió “racionalizar” la producción; decidió que éramos demasiado numerosas para el trabajo que había que hacer, que debíamos dejar de fabricar ollas puesto que en adelante seríamos una fábrica de material médico. ¡Con qué desprecio hablaba de nuestras ollas! Según esta “reorganización” una buena parte de nosotras debía regresar a casa. Creían convencemos diciendo que “los salarios de los hombres serían aumentados a fin de que pudiéramos quedamos en casa para ocupamos de la familia”. ¿No era todo más simple de esta manera? Pero esos proyectos chocaron con una viva resistencia de las mujeres que declararon: “¡No regresaremos a nuestros fogones, no abandonaremos nuestro lugar!” La vida en la fábrica se volvió muy tensa. Hubo una lucha encarnizada entre esa parte de la dirección que quería hacer marchar la fábrica en función de utilidades inmediatas, que, sobre todo, no quería qué las obreras se liberaran, y la gran mayoría de las obreras que querían continuar en la misma vía. 

Esa lucha se llevó conscientemente. Comprendíamos lo que se arriesgaba. En la mayoría de los casos, nuestros maridos y los demás hombres nos apoyaban. Esto se explica; lo que pasaba en Chau Yan no era un hecho aislado. En todas las fábricas había una ofensiva reaccionaria orquestada por Liu Shao-chi enfocada ya a restablecer las normas capitalistas de producción, ya a impedir que las masas las destruyeran. Eso explica que los hombres que también tenían que enfrentar esta ofensiva burguesa comprendieran y apoyaran generalmente la resistencia de las mujeres. Como para muchas de nosotras ya no había trabajo, tampoco había salario. Pero eso no importó. ¿No nos dan trabajo? ¡Nos lo inventaremos nosotras mismas! ¿No tenemos salario? ¡Nos mantendremos ayudándonos mutuamente! Pedimos a otras fábricas que nos confiaran trabajos que veníamos a realizar en “nuestra fábrica”; algunas obreras llevaban a la fábrica materiales de demolición (ladrillos, láminas de acero, etc.) que nosotras recuperábamos, limpiábamos y que así podían ser vueltos a utilizar. El trabajo de las obreras era útil, aunque no fuera “rentable”; lo habíamos probado. No obstante, no todas fueron capaces de superar esas pruebas, pero eran raras, apenas unas quince. Se fueron a trabajar a grandes fábricas, o bien volvieron a sus casas. Durante la Revolución Cultural comprendimos todavía mejor la naturaleza profunda de esa política reaccionaria. Realizamos campañas de denuncia del método de la pretendida “racionalización”. La mayoría de los que habían apoyado las posiciones de Liu Shao-chi descubrieron a qué intereses habían servido; ahora trabajan entre nosotras codo con codo. De las mujeres que habían dejado la fábrica, casi todas han regresado a trabajar aquí. Recientemente, las obreras de esta fábrica han logrado la fabricación de silicio. Anteriormente, las obreras de aquí eran todas antiguas amas de casa, en general relativamente mayores, de cuarenta a cincuenta años. Ahora hay también jóvenes diplomadas de las escuelas que enseñan sus conocimientos a las mayores, al mismo tiempo que aprenden de ellas las cualidades de rebeldía revolucionaria y de firmeza proletaria de las antiguas amas de casa. En el barrio, prácticamente ya no hay mujeres que permanezcan en casa, salvo las que son demasiado viejas o que tienen mala salud, pero hasta para ellas la vida ha cambiado. Se ayudan mutuamente y toman a su cargo ciertas tareas domésticas para aligerar a las que trabajan fuera; organizan la vida política y cultural de los barrios; no están ya aisladas como antes. Este cambio es el resultado de la “partida” de millares de mujeres hacia las actividades productivas y sociales. En cuanto a nosotras, por supuesto que somos asalariadas, y es importante haber conquistado nuestra independencia económica; pero hay que comprender que lo que es todavía más importante es estar al mismo nivel en el mundo, preocuparse de los asuntos colectivos en lugar de estar preocupadas por los solos problemas familiares. Hemos hecho de la producción un arma para liberamos, para servir mejor al pueblo chino y a la revolución mundial.
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1 Liu Shao-chi, ex presidente de la República Popular China.
2 Cf. boletín de Chine nouvelle núm. 61, de marzo de
1968, p. 8, núm. 031406, “los chinos estigmatizan la línea revisionista en el movimiento de las mujeres”.
3 La municipalidad de Pekín era un bastión de los partidarios de Liu Shao-chi. Intervenía con frecuencia en las direcciones de las fábricas para que éstas “racionalizaran” el trabajo, como entre nosotros; intentaba reducir el poder de los obreros.



sábado, 7 de marzo de 2015


DESCARGAR EN:

http://www.solrojo.org/SR42.pdf


  • Documento del PCP-COMITÉ CENTRAL: ¡IMPONER EL MAOÍSMO COMO ÚNICO MANDO Y GUÍA DE LA REVOLUCIÓN PROLETARIA MUNDIAL!
  • SITUACIÓN NACIONAL: ¡FORJAR LUCHA DE LAS MASAS EN FUNCIÓN * DE LA GUERRA POPULAR!
  • SITUACIÓN INTERNACIONAL: POR UN AVANCE AUDAZ DE LOS COMUNISTAS EN TODO EL MUNDO: ARMAR A LAS MASAS PARA APLASTAR AL REVISIONISMO Y CONQUISTAR EL PODER
  • ¡APLASTAR AL REVISIONISMO PARA PODER CONFRONTAR A LA GUERRA IMPERIALISTA DE REPARTO CON LA GUERRA POPULAR MUNDIAL!
  • ESPAÑA: “PODEMOS” - O CÓMO EL IMPERIALISMO PONE EN MARCHA SU PLAN DE CONTENER, DESVIAR Y CONTROLAR LA LUCHA DE LAS MASAS

lunes, 26 de enero de 2015

AVANCE DE LA REVISTA SOL ROJO Nº 42

AVANCE DE LA REVISTA SOL ROJO Nº 42
 
POR UN AVANCE AUDAZ DE LOS COMUNISTAS EN TODO EL MUNDO:
ARMAR A LAS MASAS PARA APLASTAR AL REVISIONISMO Y CONQUISTAR EL PODER


En la lucha actual por imponer el maoísmo y aplastar el revisionismo en las filas del movimiento comunista internacional, el Partido Comunista del Perú viene insistiendo en que lo fundamental del maoísmo es el Poder. Es decir, como está definido en nuestra Base de Unidad Partidaria: "El Poder para el proletariado, el Poder para la dictadura del proletariado, el Poder basado en una fuerza armada dirigida por el Partido Comunista. Más explícitamente: 1) El Poder bajo dirección del proletariado, en la revolución democrática; 2) el Poder para la dictadura del proletariado, en las revoluciones socialista y culturales; 3) el Poder basado en una fuerza armada dirigida por el Partido Comunista, conquistado y defendido mediante la guerra popular”.  Y como se expresa en nuestra consigna "Guerra popular hasta el Comunismo", estos principios son validos durante todo el proceso de la revolución proletaria, desde sus primeros pasos hasta el barrimiento final del imperialismo y toda explotación y el triunfo del comunismo en todo el mundo. 

Por otro lado, el revisionismo, desde Bernstein y Kautsky, pasando por Jruschov, Teng hasta Avakian y Prachanda, siempre ha tenido como objetivo central revisar precisamente la posición marxista en cuanto al Poder y sustituir la lucha armada para conquistar el Poder y la dictadura del proletariado con diferentes formas de reformismo, "vías pacíficas", democracia y liberalismo burgueses. De verdad, la lucha entre las dos posiciones no es una lucha entre diferentes "tácticas" o métodos para llegar al socialismo y el comunismo, sino una lucha entre la revolución proletaria mundial por un lado y la capitulación frente al imperialismo y la reacción por el otro lado. Así como el marxismo se imponía en la lucha contra el socialismo burgués y pequeño burgués en los tiempos de Marx y Engels, y el marxismo-leninismo se imponía en la lucha contra el revisionismo de Kautsky, Trotsky y otros, hoy día es el marxismo-leninismo-maoísmo que asume el enarbolar, defender y aplicar la línea proletaria en cuanto al Poder. 

Así vemos como tantos movimientos y luchas armadas justas, revolucionarias y antiimperialistas se encuentran desviados y desarmados por los dirigentes revisionistas y oportunistas que venden la sangre derramada y los intereses del proletariado y de los pueblos por un plato de lentejas - hasta que tales movimientos llegan a convertirse en instrumentos del imperialismo – al abandonar el objetivo de destruir el viejo Estado y construir el nuevo. Eso es lo que ocurrió no solamente con los "viejos" partidos revisionistas, sino también con los llamados partidos "marxistas-leninistas" que se prestaron a negar y atacar el maoísmo. Y, de acuerdo con el principio de que "uno se divide en dos", el revisionismo inevitablemente va expresándose incluso en los Partidos maoístas y bajo el mismo membrete del maoísmo: en el cuestionamiento de la dictadura del proletariado, en la política de "acuerdos de paz" y revisionismo armado, en sustituir la revolución de nueva democracia por una lucha por la democracia burguesa, en sustituir la lucha de clases por la conciliación y el pacifismo burgués, etc. 

Esta lucha entre marxismo y revisionismo, entre revolución y capitulación, se expresa en cada Partido comunista y cada organización revolucionaria. El aplastamiento de las posiciones revisionistas es una necesidad indispensable y decisiva para poder triunfar en las revoluciones democráticas, socialistas y culturales, y lo que corresponde a cada comunista en el mundo es unirse con la izquierda de cada Partido comunista u organización revolucionaria, y rechazar y combatir implacablemente a la derecha, al revisionismo en cada uno de dichos Partidos u organizaciones. Este es nuestro punto de partida cuando vemos la situación actual de cada revolución. Ver por ejemplo la situación actual en Nepal, donde la guerra popular, heroicamente llevada a cabo por las masas obreras y campesinas del país, fue traicionada - y las fuerzas revolucionarias desarmadas - por un puñado de dirigentes revisionistas, ahora sentados en el parlamento como representantes del viejo Estado reaccionario. Lo que corresponde a los comunistas en tal situación es reconstituir el Partido y reiniciar la guerra popular. Es decir, centrar en la guerra popular como forma principal de lucha para así destruir el viejo Estado y construir el nuevo Poder hasta la conquista del Poder en todo el país. Muy diferente de lo que se ve en los pronunciamientos del Partido Comunista de Nepal-maoísta, formado en 2012 por Kiran, que "vamos a hacer la guerra sí el gobierno ignora nuestras demandas". ¿Es decir, que solo se va a destruir el viejo Estado reaccionario "sí es necesario"? ¿Sí el gobierno reaccionario 'acepta' las demandas reformistas, no es necesario armar al pueblo y construir el nuevo Poder? El fundamento de tales posiciones es la idea de que la dictadura burguesa, en ciertas condiciones, a través del parlamento burgués, podría convertirse en dictadura conjunta o proletaria sin una victoriosa guerra popular en la cual las fuerzas revolucionarias aniquilan a las fuerzas reaccionarias y se construye y defiende el nuevo Poder con las armas en las manos del pueblo. Tales posiciones no corresponden a los comunistas; no se trata de "táctica" o aplicación, sino de revisar los principios fundamentales del marxismo. Lo que corresponde a los comunistas de Nepal no es "representar" al pueblo en los aparatos de la reacción, sino armar al pueblo con ideología y con fusiles, organizar a las masas para que ejerzan su Poder. En Nepal, confrontando un ejército contrarrevolucionario grande, los comunistas van a tener que reconstituir el Partido en medio de acciones armadas, armar a las milicias populares ideológicamente y con armas; si no se cavan su tumba. No hay que caer en el militarismo, que centra tan solo en construir un ejército y "presionar" al viejo Estado en vez de armar a las masas y construir el nuevo Poder. 

En Nepal como en todos los países, mientras la izquierda, los comunistas, mantienen el rumbo de la revolución y aplican los principios de nuestra ideología universal, aplastando el cretinismo parlamentario y todo revisionismo, la revolución cobra relevancia y puede avanzar. Es por ello que la reacción y el revisionismo, para poder usurpar el Partido y plasmar la capitulación, tienen la necesidad de encarcelar y asesinar a los dirigentes que mantienen el rumbo - como hicieron en China después de la muerte del Presidente Mao. 

Así también en el campo del pueblo, tenemos la necesidad de aislar, combatir y aniquilar a los delatores y traidores, a los dirigentes revisionistas que entregan a los comunistas a la reacción y difunden la capitulación y el revisionismo en las filas del pueblo. En Perú, cuando la reacción soltó a las ratas de la LOD revisionista y capitulacionista de las cárceles para volver a los comités del Partido y usurparlos, el Partido tuvo que aniquilar a estas cabezas revisionistas, agentes del imperialismo y la reacción. Es una necesidad de la justicia revolucionaria y para preservar y defender al Partido, la revolución y las masas revolucionarias. Así las ratas, por más que tomaron los penales y temporalmente algunos comités regionales, terminaron largándose y hoy solo están en las cárceles reeditando nuevas patrañas contrarrevolucionarias. Lo que quieren tales traidores, en Perú como en otros países, son curules para su campaña de "acuerdos de paz" - que ni a los capituladores en Nepal ni de las FARC les dan. No es un problema de "intercambio de prisioneros" y "libertad", sino de abjurar de la violencia para sofrenar cualquier revolución en el mundo y asegurar el reparto del mundo de los imperialistas. Para nosotros no hay más; las acciones y el trabajo de masas - y además el hecho de que los revisionistas, la CGTP, la CTP aprista han abandonado la lucha por el Poder del proletariado - eso es lo que nos ha permitido mantener el rumbo en las condiciones complejas de la inflexión. 

Estos son los puntos decisivos hoy en cada lucha popular contra el imperialismo, la reacción y el revisionismo en el mundo, en las guerras populares bajo la bandera del maoísmo así como en las luchas de liberación nacional en Palestina, en Kurdistán, en Ucrania y otros lugares: armar al pueblo ideológicamente y militarmente contra los explotadores y sus viejos Estados, contra toda potencia o superpotencia imperialista; un amplio trabajo de masas movilizando a las milicias para iniciar o desarrollar la guerra popular y llevarla hasta la conquista del Poder. 

En este periodo es cuando se van aclarando las ideas y las situaciones para algunos. Los dirigentes en la lucha justa del pueblo kurdo por ejemplo, van decantando después de los genocidios contra su pueblo; tienen que sentar su posición de no ser ficha de ninguna potencia o superpotencia imperialista, tienen que definir sí van a tomar el camino revolucionario o regirse del bastón de mando del traidor Öcalan, que desde la cárcel, en manos de la reacción, en su afán por ser el Mandela de Kurdistán, va difundiendo la capitulación, la conciliación con los explotadores genocidas y el abandonamiento del marxismo.

En todos los Partidos Comunistas y organizaciones revolucionarias la izquierda va avanzando en su comprensión y definiendo sus enemigos, considerando lo que el Partido Comunista del Perú planteó: "un avance audaz" de los comunistas mientras el imperialismo se moviliza para su nuevo reparto del mundo. Lo que temen los imperialistas es que la nueva guerra mundial de reparto - entre los grupos que se van delineando: China-Rusia; Estados Unidos, Alemania (con otras potencias europeas) - llevará a que surja una revolución en Asia. Están conscientes del peso de las masas de esta parte del mundo, con países como India, China y otros. Ya saben que implicaría una revolución triunfante como en China, una revolución democrática, socialista y cultural que se desarrollaría movilizando a otros continentes, porque el maoísmo estaría reafirmándose, pasando sobre los revisionistas de todo tipo - los  "trotskistas",  los llamados "leninistas" o "stalinistas" y otros - ya no habría pretexto para no asumir el marxismo-leninismo-maoísmo como mando y guía de la revolución mundial. Sería la continuación de la Gran Revolución Cultural Proletaria, y por ello países como Nepal, Turquía y la nación de Kurdistán también jugarán un rol fundamental. 

De ahí la importancia de la guerra popular en la India y otros países asiáticos para la revolución proletaria mundial, de ahí la necesidad del imperialismo y la reacción de fomentar el revisionismo, el cretinismo parlamentario, la conciliación, los “acuerdos de paz” y la capitulación en estos países en particular y en todo el mundo en general, y de ahí la urgente necesidad de los comunistas del mundo de implacablemente combatir y aplastar el revisionismo cuando y donde se presente.

sábado, 17 de enero de 2015

LA MUJER MUSULMANA Y EL VELO - F. FANON





Frantz Fanon (1925-1961), militó en las filas del FLN, luchando en Argelia contra el colonialismo francés, combatiendo al mismo tiempo la concepción del mundo de las potencias coloniales, mostrando al mundo «civilizado»  y colonial como lo que es: una máquinaria racista de explotación y trituradora de vidas. A diferencia del nuevo revisionismo, nunca trató de ser aceptado por el opresor, ni «civilizado» como el amo imperialista: «Es mentira todo encuentro del ocupado con el ocupante.»

            Despojó al feminismo burgués de su máscara «civilizada» y mostró su paternalismo  y el desprecio de éste por la mujer pobre, tanto obrera como campesina. La mujer combatiente  y armada, afirmaba Fanon, se libera a sí misma en la lucha en contra del ejército ocupante y junto al hombre oprimido y explotado. Mostró como la violencia del oprimido retrata al imperialismo y a sus marionetas, pone al descubierto su racismo, no todas las vidas valen lo mismo:

«Desde el momento en que el colonizado escoge la contraviolencia, las represalias policíacas provocan mecánicamente las represalias de las fuerzas nacionales. No hay equivalencia de resultados, sin embargo, porque los ametrallamientos por avión o los cañonazos de la flota superan en horror y en importancia a las respuestas del colonizado. Ese ir y venir del terror desmixtifica definitivamente a los más enajenados de los colonizados. Comprueban sobre el terreno, en efecto, que todos los discursos sobre la igualdad de la persona humana, acumulados unos sobre otros, no ocultan esa banalidad que pretende que los siete franceses muertos o heridos en el paso de Sakamody despierten la indignación de las conciencias civilizadas en tanto que "no cuentan" la entrada a saco en los aduares Guergour, de la derecha Djerah, la matanza de poblaciones en masa que fueron precisamente la causa de la emboscada.»
(Los condenados de la Tierra)

            Fanon fue ferviente defensor de que «el Poder nace del fusil», defendió con su vida  que las masas solo pueden liberarse con la violencia revolucionaria, y también que «las masas hacen la historia». Ya advirtió que la revolución argelina no podía llegar hasta el final si  era dirigida por la burguesía nacional, por sus vínculos con la potencia colonial. No fue un comunista, y por tanto no llegó a ver la necesidad del Partido Comunista, hoy un Partido maoísta militarizado, quizás porque murió demasiado joven. La revolución en Argelia, sin dirección proletaria, se quedó a medias. De esto tenemos que aprender todos los pueblos del mundo.



LAS MUJERES ARGELINAS Y EL VELO
 (Frantz Fanon, 1959)


            Al presentar al argelino como una presa que se disputan con igual ferocidad el Islam y Francia occidental, se revelan con toda claridad las intenciones del ocupante, su filosofía y política. Esto significa, en efecto, que el ocupante descontento con sus fracasos, presenta de manera simplificada y peyorativa el sistema de valores que le sirve al ocupado para oponerse a sus innumerables ofensivas. Lo que significa voluntad de singularización, preocupación por mantener intactos algunos jirones de la existencia nacional y religiosa, se identifica con actitudes mágicas o fanáticas. Esta repulsa del conquistador asume, según las circunstancias o los tipos de situación colonial, formas originales. Las fuerzas de ocupación, al aplicar intensamente su acción psicológica sobre el velo de la mujer musulmana, es evidente que cosecharon algunos resultados. A veces ocurrió que se "salvara" una mujer que, simbólicamente, se quitó el velo. Estas mujeres-test con el rostro desnudo y el cuerpo libre, circulan ahora como moneda corriente en la sociedad europea de Argelia. Alrededor de dichas mujeres reina una atmósfera de iniciación. Los europeos, sobreexcitados por su victoria y en una espacie de trance que se apodera de ellos, evocan los fenómenos psicológicos de la conversión.

            El afán rabioso del colonialista por despojar de su velo a la mujer musulmana, y su decisión de ganar a toda costa la victoria del velo, provocan la respuesta del autóctono. Aquí, encontramos una de las leyes de la sicología de la colonización. En un primer momento, la acción y los proyectos del ocupante determinan los centros de resistencia en torno a los cuales se organiza la voluntad de afirmación de un pueblo.

            El blanco era el negro. Pero es el negro quien crea la negritud. A la ofensiva colonialista sobre el velo. Lo que era un elemento diferenciado en un conjunto homogéneo, adquiere un carácter tabú; la actitud de las argelinas frente al velo se interprete como una actitud global frente a la ocupación extranjera. El colonizado frente a la acción del colonialista en tal y cual sector determinado, la afectividad inversa del conquistador en su trabajo pedagógico, en sus ruegos, en sus amenazas, deja alrededor del elemento privilegiado un verdadero universo de resistencia. Resistir al ocupante en este terreno preciso significa infligirle una derrota espectacular, y sobre todo mantener la "coexistencia" dentro de sus dimensiones de conflicto y guerra latente. Es alimentar una atmósfera de paz armada.

            La argelina como sus hermanos, había montado minuciosamente los mecanismos de defensa que le permiten hoy desempeñar un papel capital en la lucha liberadora. Pero todavía será necesario aprender una nueva técnica: llevar bajo el velo un objeto pesado, "muy peligroso de manipular", y dar la impresión de tener las manos libres, que no hay nada bajo el velo sino una pobre mujer o una joven insignificante. No se trata sólo de cubrirse con el velo. Es preciso adoptar un tal "aire de Fátima" que tranquilice al soldado porque "ésta no es capaz de hacer nada". Es bien difícil. Además, están los policías que interpelan a escasos metros una mujer con velo que no parece particularmente sospechosa. Y está la bomba; por la expresión patética del responsable sabemos que se trata de eso, o de la bolsa de granadas, ligadas al cuerpo por un sistema de cordones y correas. Porque las manos deben quedar libres, para exhibirlas desnudas, para presentarlas humildes y sencillamente a los militares para que no busquen más. Mostrar las manos vacías y aparentemente móviles y libres es el signo que desarma al soldado enemigo.

            Ahora bien, el invasor ha sido avisado y en las calles se presenta el cuadro clásico de las mujeres argelinas detenidas contra los muros, sobre cuyos cuerpos se deslizan incansablemente los famosos detectores magnéticos llamados popularmente "sartenes". Todas las mujeres con velo, todas las argelinas son sospechosas. No hay discriminación. Es el período durante el cual los hombres, las mujeres, los niños, todo el pueblo argelino vive a la vez su unidad, su vocación nacional y el crisol de la nueva sociedad argelina.

            Ignorando o simulando ignorar esta nueva conducta, el colonialismo francés reinicia el 13 de mayo de 1959 su clásica campaña de occidentalización de la mujer argelina. Muchachas del servicio doméstico amenazadas con perder su trabajo, pobres mujeres arrancadas de sus hogares son conducidas a la plaza pública y despojadas simbólicamente de sus velos al grito de: "¡Viva Argelia francesa!". Espontáneamente y sin consignas, las mujeres argelinas, que desde hace tiempo abandonaron el velo, vuelven a usar el haik, afirmando así que no es verdad que la mujer se libera por una simple invitación de Francia y del general De Gaulle. El colonialismo quiere que todo emane de él. Pero la tendencia psicológica dominante del colonizado es la de endurecerse frente a cualquier invitación del conquistador. Desde el 13 de mayo se vuelve a usar el velo, pero definitivamente despojado de su dimensión exclusivamente tradicional. Existe, por lo tanto, un dinamismo histórico del velo que se percibe en forma muy concreta, en el desarrollo de la colonización de Argelia. Al principio, el velo es un mecanismo de resistencia, pero para el grupo social continúa fuertemente arraigado. Se usa por tradición, pero también porque el ocupante quiere desvelar a Argelia. Lo que había sido preocupación de conducir al fracaso las ofensivas psicológicas o políticas del ocupante, se convierte en medio, en instrumento. El velo ayuda a la argelina para responder a los nuevos interrogantes planteados por la lucha.

            El amor ardiente de la mujer musulmana por su hogar no es una limitación del universo. No es odio al sol, a las calles o a los espectáculos. No es una fuga del mundo. En condiciones normales, debe existir una doble corriente entre la familia y el conjunto social. El hogar funda la verdad social, pero la sociedad autentifica y legitima a la familia. La estructura colonial es la negación misma de esta recíproca justificación. La mujer argelina, al restringirse, al elegir una forma de existencia limitada en el espacio, afianzaba su conciencia de lucha y se preparaba para el combate. En este encerrarse en el hogar, acompañado de la negación de una estructura impuesta; este repliegue sobre el núcleo fecundo que representa una existencia recogida pero coherente, constituyó durante mucho tiempo la fuerza fundamental del ocupado. Sólo la mujer, con ayudas de técnicas conscientes, puede iniciar la articulación de ciertos dispositivos. Lo esencial es que el ocupante se estrelle contra un frente unificado.  De ahí el carácter esclerótico que debe resistir la tradición.

            En realidad, la efervescencia y el espíritu revolucionario son alimentados en el hogar por la mujer musulmana. Y es que la guerra revolucionaria no es una guerra de hombres. No es una guerra con fuerzas en activos y con reservas. La guerra revolucionaria, tal como la lleva a cabo el pueblo argelino, es una guerra total en la que la mujer no se limita a tejer o a llorar a sus mártires. La mujer musulmana está en el corazón del combate. Detenida, torturada, violada, abatida, es un testimonio viviente de la violencia del ocupante y de su inhumanidad. Enfermera, agente de enlace, combatiente; en cualquier caso es un testigo de la profundidad y de la densidad de la lucha. El lugar de la mujer musulmana en la sociedad argelina se afirma con tal vehemencia que es fácil explicarse la turbación del ocupante. Sucede que la sociedad argelina no es una sociedad sin mujeres que se había descrito tan minuciosamente en Europa. A nuestro lado, nuestras hermanas musulmanas destruyen cada día más los dispositivos enemigos y liquidan definitivamente las viejas mitificaciones.


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https://drive.google.com/file/d/0B0cNhGDp1iorRC1GNm8xNmhPTFk/view?usp=sharing



viernes, 9 de enero de 2015

LA CUESTIÓN NACIONAL- J.V.STALIN


LA CUESTION NACIONAL
(LOS FUNDAMENTOS DEL LENINISMO)
J. V. Stalin

"Las distintas reivindicaciones de la democracia -- dice Lenin --, incluyendo la de la autodeterminación, no son algo absoluto, sino una partícula de todo el movimiento democrático (hoy, socialista) mundial. Puede suceder que, en un caso dado, una partícula se halle en contradicción con el todo; entonces, hay que desecharla" (v. t. XIX, págs. 257-258).


            Así se plantea la cuestión de los distintos movimientos nacionales, y del carácter, posiblemente reaccionario, de estos movimientos, siempre y cuando, naturalmente, que no se los enfoque desde un punto de vista formal, desde el punto de vista de los derechos abstractos, sino en un plano concreto, desde el punto de vista de los intereses del movimiento revolucionario.

            Otro tanto hay que decir del carácter revolucionario de los movimientos nacionales en general. El carácter indudablemente revolucionario de la inmensa mayoría de los movimientos nacionales es algo tan relativo y peculiar, como lo es el carácter posiblemente reaccionario de algunos movimientos nacionales concretos. El carácter revolucionario del movimiento nacional, en las condiciones de la opresión imperialista, no presupone forzosamente, ni mucho menos, la existencia de elementos proletarios en el movimiento, la existencia de un programa revolucionario o republicano del movimiento, la existencia en éste de una base democrática.

            La lucha del emir de Afganistán por la independencia de su país es una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar de las ideas monárquicas del emir y de sus partidarios, porque esa lucha debilita al imperialismo, lo descompone, lo socava. En cambio, la lucha de demócratas y "socialistas", de "revolucionarios" y republicanos tan "radicales" como Kerenski y Tsereteli, Renaudel y Scheidemann, Chernov y Dan, Henderson y Clynes durante la guerra imperialista era una lucha reaccionaria, porque el resultado que se obtuvo con ello fue pintar de color de rosa, fortalecer y dar la victoria al imperialismo. La lucha de los comerciantes y de los intelectuales burgueses egipcios por la independencia de Egipto es, por las mismas causas, una lucha objetivamente revolucionaria, a pesar del origen burgués y de la condición burguesa de los líderes del movimiento nacional egipcio, a pesar de que estén en contra del socialismo. En cambio, la lucha del gobierno "obrero" inglés por mantener a Egipto en una situación de dependencia es, por las mismas causas, una lucha reaccionaria, a pesar del origen proletario y del título proletario de los miembros de ese gobierno, a pesar de que son "partidarios" del socialismo. Y no hablo ya del movimiento nacional de otras colonias y países dependientes más grandes, como la India y China, cada uno de cuyos pasos por la senda de la liberación, aun cuando no se ajuste a los requisitos de la democracia formal, es un terrible mazazo asestado al imperialismo, es decir, un paso indiscutiblemente revolucionario.

            Lenin tiene razón cuando dice que el movimiento nacional de los países oprimidos no debe valorarse desde el punto de vista de la democracia formal, sino desde el punto de vista de los resultados prácticos dentro del balance general de la lucha contra el imperialismo, es decir, que debe enfocarse "no aisladamente, sino en escala mundial" (v. t. XIX, pág. 257).

2) El movimiento de liberación de los pueblos oprimidos y la revolución proletaria. Al resolver la cuestión nacional el leninismo parte de los principios siguientes:

a) el mundo está dividido en dos campos: el que integran un puñado de naciones civilizadas, que poseen el capital financiero y explotan a la inmensa mayoría de la población del planeta, y el campo de los pueblos oprimidos y explotados de las colonias y de los países dependientes, que forman esta mayoría;

b) las colonias y los países dependientes, oprimidos y explotados por el capital financiero, constituyen una formidable reserva y el más importante manantial de fuerzas para el imperialismo;

c) la lucha revolucionaria de los pueblos oprimidos de las colonias y de los países dependientes contra el imperialismo es el único camino por el que dichos pueblos pueden emanciparse de la opresión y de la explotación;

d) las colonias y los países dependientes más importantes han iniciado ya el movimiento de liberación nacional, que tiene que conducir por fuerza a la crisis del capitalismo mundial;

e) los intereses del movimiento proletario en los países desarrollados y del movimiento de liberación nacional en las colonias exigen la unión de estas dos formas del movimiento revolucionario en un frente común contra el enemigo común, contra el imperialismo;

f) la clase obrera en los países desarrollados no puede triunfar, ni los pueblos oprimidos liberarse del yugo del imperialismo, sin la formación y consolidación de un frente revolucionario común;

g) este frente revolucionario común no puede formarse si el proletariado de las naciones opresoras no presta un apoyo directo y resuelto al movimiento de liberación de los pueblos oprimidos contra el imperialismo "de su propia patria", pues "el pueblo que oprime a otros pueblos no puede ser libre" (Engels );

h) este apoyo significa: sostener, defender y llevar a la práctica la consigna del derecho de las naciones a la separación y a la existencia como Estados independientes;

i) sin poner en práctica esta consigna es imposible lograr la unificación y la colaboración de las naciones en una sola economía mundial, que constituye la base material para el triunfo del socialismo en el mundo entero;

j) esta unificación sólo puede ser una unificación voluntaria, erigida sobre la base de la confianza mutua y de relaciones fraternales entre los pueblos.

            De aquí se derivan dos aspectos, dos tendencias en la cuestión nacional: la tendencia a liberarse políticamente de las cadenas del imperialismo y a formar Estados nacionales independientes, que ha surgido sobre la base de la opresión imperialista y de la explotación colonial, y la tendencia al acercamiento económico de las naciones, que ha surgido a consecuencia de la formación de un mercado y una economía mundiales.