Frantz Fanon (1925-1961), militó en
las filas del FLN, luchando en Argelia contra el colonialismo francés,
combatiendo al mismo tiempo la concepción del mundo de las potencias
coloniales, mostrando al mundo «civilizado»
y colonial como lo que es: una máquinaria racista de explotación y
trituradora de vidas. A diferencia del nuevo revisionismo, nunca trató de ser
aceptado por el opresor, ni «civilizado» como el amo imperialista: «Es mentira
todo encuentro del ocupado con el ocupante.»
Despojó
al feminismo burgués de su máscara «civilizada» y mostró su paternalismo y el desprecio de éste por la mujer pobre,
tanto obrera como campesina. La mujer combatiente y armada, afirmaba Fanon, se libera a sí
misma en la lucha en contra del ejército ocupante y junto al hombre oprimido y
explotado. Mostró como la violencia del oprimido retrata al imperialismo y a
sus marionetas, pone al descubierto su racismo, no todas las vidas valen lo
mismo:
«Desde el momento en que el
colonizado escoge la contraviolencia, las represalias policíacas provocan
mecánicamente las represalias de las fuerzas nacionales. No hay equivalencia de
resultados, sin embargo, porque los ametrallamientos por avión o los cañonazos
de la flota superan en horror y en importancia a las respuestas del colonizado.
Ese ir y venir del terror desmixtifica definitivamente a los más enajenados de
los colonizados. Comprueban sobre el terreno, en efecto, que todos los
discursos sobre la igualdad de la persona humana, acumulados unos sobre otros,
no ocultan esa banalidad que pretende que los siete franceses muertos o heridos
en el paso de Sakamody despierten la indignación de las conciencias civilizadas
en tanto que "no cuentan" la entrada a saco en los aduares Guergour,
de la derecha Djerah, la matanza de poblaciones en masa que fueron precisamente
la causa de la emboscada.»
(Los condenados de la
Tierra)
Fanon
fue ferviente defensor de que «el Poder nace del fusil», defendió con su
vida que las masas solo pueden liberarse
con la violencia revolucionaria, y también que «las masas hacen la historia».
Ya advirtió que la revolución argelina no podía llegar hasta el final si era dirigida por la burguesía nacional, por
sus vínculos con la potencia colonial. No fue un comunista, y por tanto no
llegó a ver la necesidad del Partido Comunista, hoy un Partido maoísta
militarizado, quizás porque murió demasiado joven. La revolución en Argelia,
sin dirección proletaria, se quedó a medias. De esto tenemos que aprender todos
los pueblos del mundo.
LAS MUJERES ARGELINAS Y EL VELO
(Frantz Fanon, 1959)
Al
presentar al argelino como una presa que se disputan con igual ferocidad el
Islam y Francia occidental, se revelan con toda claridad las intenciones del
ocupante, su filosofía y política. Esto significa, en efecto, que el ocupante
descontento con sus fracasos, presenta de manera simplificada y peyorativa el
sistema de valores que le sirve al ocupado para oponerse a sus innumerables
ofensivas. Lo que significa voluntad de singularización, preocupación por
mantener intactos algunos jirones de la existencia nacional y religiosa, se
identifica con actitudes mágicas o fanáticas. Esta repulsa del conquistador
asume, según las circunstancias o los tipos de situación colonial, formas
originales. Las fuerzas de ocupación, al aplicar intensamente su acción
psicológica sobre el velo de la mujer musulmana, es evidente que cosecharon
algunos resultados. A veces ocurrió que se "salvara" una mujer que,
simbólicamente, se quitó el velo. Estas mujeres-test con el rostro desnudo y el
cuerpo libre, circulan ahora como moneda corriente en la sociedad europea de
Argelia. Alrededor de dichas mujeres reina una atmósfera de iniciación. Los
europeos, sobreexcitados por su victoria y en una espacie de trance que se
apodera de ellos, evocan los fenómenos psicológicos de la conversión.
El
afán rabioso del colonialista por despojar de su velo a la mujer musulmana, y
su decisión de ganar a toda costa la victoria del velo, provocan la respuesta
del autóctono. Aquí, encontramos una de las leyes de la sicología de la
colonización. En un primer momento, la acción y los proyectos del ocupante
determinan los centros de resistencia en torno a los cuales se organiza la
voluntad de afirmación de un pueblo.
El
blanco era el negro. Pero es el negro quien crea la negritud. A la ofensiva
colonialista sobre el velo. Lo que era un elemento diferenciado en un conjunto
homogéneo, adquiere un carácter tabú; la actitud de las argelinas frente al
velo se interprete como una actitud global frente a la ocupación extranjera. El
colonizado frente a la acción del colonialista en tal y cual sector
determinado, la afectividad inversa del conquistador en su trabajo pedagógico,
en sus ruegos, en sus amenazas, deja alrededor del elemento privilegiado un
verdadero universo de resistencia. Resistir al ocupante en este terreno preciso
significa infligirle una derrota espectacular, y sobre todo mantener la
"coexistencia" dentro de sus dimensiones de conflicto y guerra
latente. Es alimentar una atmósfera de paz armada.
La
argelina como sus hermanos, había montado minuciosamente los mecanismos de
defensa que le permiten hoy desempeñar un papel capital en la lucha liberadora.
Pero todavía será necesario aprender una nueva técnica: llevar bajo el velo un
objeto pesado, "muy peligroso de manipular", y dar la impresión de
tener las manos libres, que no hay nada bajo el velo sino una pobre mujer o una
joven insignificante. No se trata sólo de cubrirse con el velo. Es preciso
adoptar un tal "aire de Fátima" que tranquilice al soldado porque
"ésta no es capaz de hacer nada". Es bien difícil. Además, están los
policías que interpelan a escasos metros una mujer con velo que no parece
particularmente sospechosa. Y está la bomba; por la expresión patética del
responsable sabemos que se trata de eso, o de la bolsa de granadas, ligadas al
cuerpo por un sistema de cordones y correas. Porque las manos deben quedar
libres, para exhibirlas desnudas, para presentarlas humildes y sencillamente a
los militares para que no busquen más. Mostrar las manos vacías y aparentemente
móviles y libres es el signo que desarma al soldado enemigo.
Ahora
bien, el invasor ha sido avisado y en las calles se presenta el cuadro clásico
de las mujeres argelinas detenidas contra los muros, sobre cuyos cuerpos se
deslizan incansablemente los famosos detectores magnéticos llamados
popularmente "sartenes". Todas las mujeres con velo, todas las
argelinas son sospechosas. No hay discriminación. Es el período durante el cual
los hombres, las mujeres, los niños, todo el pueblo argelino vive a la vez su
unidad, su vocación nacional y el crisol de la nueva sociedad argelina.
Ignorando
o simulando ignorar esta nueva conducta, el colonialismo francés reinicia el 13
de mayo de 1959 su clásica campaña de occidentalización de la mujer argelina.
Muchachas del servicio doméstico amenazadas con perder su trabajo, pobres
mujeres arrancadas de sus hogares son conducidas a la plaza pública y
despojadas simbólicamente de sus velos al grito de: "¡Viva Argelia
francesa!". Espontáneamente y sin consignas, las mujeres argelinas, que
desde hace tiempo abandonaron el velo, vuelven a usar el haik, afirmando así
que no es verdad que la mujer se libera por una simple invitación de Francia y
del general De Gaulle. El colonialismo quiere que todo emane de él. Pero la
tendencia psicológica dominante del colonizado es la de endurecerse frente a
cualquier invitación del conquistador. Desde el 13 de mayo se vuelve a usar el
velo, pero definitivamente despojado de su dimensión exclusivamente
tradicional. Existe, por lo tanto, un dinamismo histórico del velo que se
percibe en forma muy concreta, en el desarrollo de la colonización de Argelia.
Al principio, el velo es un mecanismo de resistencia, pero para el grupo social
continúa fuertemente arraigado. Se usa por tradición, pero también porque el
ocupante quiere desvelar a Argelia. Lo que había sido preocupación de conducir
al fracaso las ofensivas psicológicas o políticas del ocupante, se convierte en
medio, en instrumento. El velo ayuda a la argelina para responder a los nuevos
interrogantes planteados por la lucha.
El
amor ardiente de la mujer musulmana por su hogar no es una limitación del
universo. No es odio al sol, a las calles o a los espectáculos. No es una fuga
del mundo. En condiciones normales, debe existir una doble corriente entre la
familia y el conjunto social. El hogar funda la verdad social, pero la sociedad
autentifica y legitima a la familia. La estructura colonial es la negación
misma de esta recíproca justificación. La mujer argelina, al restringirse, al
elegir una forma de existencia limitada en el espacio, afianzaba su conciencia
de lucha y se preparaba para el combate. En este encerrarse en el hogar,
acompañado de la negación de una estructura impuesta; este repliegue sobre el
núcleo fecundo que representa una existencia recogida pero coherente,
constituyó durante mucho tiempo la fuerza fundamental del ocupado. Sólo la
mujer, con ayudas de técnicas conscientes, puede iniciar la articulación de
ciertos dispositivos. Lo esencial es que el ocupante se estrelle contra un
frente unificado. De ahí el carácter
esclerótico que debe resistir la tradición.
En
realidad, la efervescencia y el espíritu revolucionario son alimentados en el
hogar por la mujer musulmana. Y es que la guerra revolucionaria no es una
guerra de hombres. No es una guerra con fuerzas en activos y con reservas. La
guerra revolucionaria, tal como la lleva a cabo el pueblo argelino, es una
guerra total en la que la mujer no se limita a tejer o a llorar a sus mártires.
La mujer musulmana está en el corazón del combate. Detenida, torturada,
violada, abatida, es un testimonio viviente de la violencia del ocupante y de
su inhumanidad. Enfermera, agente de enlace, combatiente; en cualquier caso es
un testigo de la profundidad y de la densidad de la lucha. El lugar de la mujer
musulmana en la sociedad argelina se afirma con tal vehemencia que es fácil
explicarse la turbación del ocupante. Sucede que la sociedad argelina no es una
sociedad sin mujeres que se había descrito tan minuciosamente en Europa. A
nuestro lado, nuestras hermanas musulmanas destruyen cada día más los
dispositivos enemigos y liquidan definitivamente las viejas mitificaciones.
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