viernes, 8 de junio de 2012

LOS NUEVOS ASPECTOS DE LA BATALLA FASCISTA


LOS NUEVOS ASPECTOS DE LA BATALLA FASCISTA

           José Carlos Mariátegui. La Escena Contemporánea (1925)


El fascismo es la reacción, como casi todos lo saben o casi todos creen saberlo. Pero la Com­pleja realidad del fenómeno fascista no se deja captar íntegramente en una definición simplista y esquemática. El Directorio (1)  también es la reac­ción. Y, sin embargo, no se puede estudiar la reacción en el Directorio como en el fascismo. No sólo por desdén de la estupidez fanfarrona y condecorada de Primo de Rivera y de sus se­cuaces. No sólo por la convicción de que estos mediocrísimos tartarinés (2) son demasiado insigni­ficantes y triviales para influir en el curso de la historia, sino, sobre todo, porque el fenómeno reaccionario debe ser considerado y analizado ahí donde se manifiesta en toda su potencia, ahí donde señala la decadencia de una democracia antes vigorosa, ahí donde constituye la antítesis y el efecto de un extenso y profundo fenómeno revolucionario.

En Italia, la reacción nos ofrece su experimen­to máximo y su máximo espectáculo. El fascis­mo italiano representa, plenamente, la anti-revo­lución o, como se prefiera llamarla, la contra-revolución. La ofensiva fascista se explica, y se cumple, en Italia, como una consecuencia de una retirada o una derrota revolucionaria. El régimen fascista no se ha incubado en un casino. Se ha plasmado en el seno de una generación y se ha nutrido de las pasiones y de la sangre de una es­pesa capa social. Ha tenido, cual animador, cual caudillo, a un hombre del pueblo, intuitivo, agudo, vibrante, ejercitado en el dominio y en el comando y en la seducción de la muchedumbre, nacido para la polémica y para el combate y que, excluido de las filas socialistas, ha querido ser el condottiere, rencoroso e implacable, del anti-socialismo y ha marchado a la cabeza de la anti- revolución con la misma exaltación guerrera con que le habría gustado marchar a la cabeza de la revolución. El régimen fascista, finalmente, ha sustituido, en Italia, a un régimen parlamentario y democrático mucho más evolucionado y efectivo, que el asaz embrionario y ficticio liquidado, o simplemente interrumpido, en España, por el general Primo de Rivera. En la historia del fascismo, en suma, se siente latir activa, compacta y beligerante, la totalidad de las premisas y de los factores históricos y románticas, materiales y espirituales de una anti-revolución. El fascismo se formó en un ambiente de inminencia revolucionaria ambiente de agitación, de violencia, de demagogia y de delirio creado física y moralmente por la guerra, alimentado por la crisis post-bélica, excitado por la revolución rusa. En este ambiente tempestuoso, cargado de electricidad y de tragedia, se templaron sus nervios y sus bastones, y de este ambiente recibió la fuerza, la exaltación, y el espíritu. El fascismo, por el concurso de estos varios elementos, es un movimiento, una corriente, un proselitismo.
El experimento fascista, cualquiera que sea su duración, cualquiera que sea su desarrollo, aparece inevitablemente destinado a exasperar la crisis contemporánea, a minar las bases de la sociedad burguesa, a mantener la inquietud post-bélica. La democracia emplea contra la revolución proletaria las armas de su criticismo, su racionalismo, su escepticismo. Contra la revolución moviliza a la Inteligencia e invocada Cultura. El fascismo, en cambio, al misticismo revolucionario opone un misticismo reaccionario y nacionalista. "Mientras los críticos liberales de la revolución rusa condenan en nombre de la civilización el culta de la violencia, los capitanes del fascismo lo proclaman y lo predican como su propio culto. Los teóricos del fascismo niegan y detractan las concepciones historicistas y evolusionistas que han mecido, antes de la guerra, la prosperidad y la digestión de la burguesía y que, después de la guerra, han intentado renacer reencarnadas en la Democracia y en la Nueva Libertad de Wilson y en otros evangelios menos puritanos.
El misticismo reaccionario y nacionalista, una vez instalado en el poder, no puede contentarse con el modesto oficio de conservar el orden capitalista. El orden capitalista es demo-liberal, es parlamentario, es reformista o transformista. Es, en el terreno económico o financiero, más o menos internacionalista. Es, sobre todo, un orden consustancial con la vieja política. ¿Y qué misticismo reaccionario o nacionalista no se amasa con un poco de odio o de detractación de la vieja política parlamentaria y democrática, acusada de abdicación o de debilidad ante la "demagogia socialista" y el "peligro comunista"? ¿No es éste, tal: vez, uno de los más monótonos ritornellos (3) de las derechas francesas, de las derechas alemanas, de todas las derechas? Por consiguiente, la reacción, arribada al poder, no se conforma con conservar; pretende rehacer. Puesto que reniega el presente, no puede conservarlo ni continuarlo: tiene que tratar de rehacer el pasado. El pasado que se condensa en estas normas: principio de autoridad, gobierno de una jerarquía religión del Estado, etc. O sea las normas que la revolución burguesa y liberal desgarró, destruyo porque entrababan el desarrollo de la economía capitalista. Y acontece, por tanto que, mientras la reacción se limita a decretar el ostracismo de la Libertad y a reprimir la Revolución, la burguesía bate palmas; pero luego, cuando la reacción empieza a atacar los fundamentos de su poder y de su riqueza, la burguesía siente la necesidad urgente de licenciar a sus bizarros defensores.
La experiencia Italiana es extraordinariamente instructiva a este respecto. En Italia, la burguesía saludó al fascismo como a un salvador. La Terza Italia cambió la garibaldina camisa roja por la mussoliniana camisa negra. El capital industrial y agrario, financiaron y armaron a las brigadas fascistas. El golpe de estado fascista obtuvo el consenso de la mayoría de la Cámara. El liberalismo se inclinó ante el principio de autoridad. Pocos liberales, pocos demócratas, rehusaron enrolarse en el séquito del Duce. Entre los parlamentarios, Nitti, Amendola, Albertini. Entre los escritores, Guglielmo Ferrero, Mario Missiroli, algunos otros. Los clásicos líderes del liberalismo, Salandra, Orlando, Giolitticon más o menos intensidad, concedieron su confianza a la dictadura. Transitoriamente la adhesión o la confianza de esa gente, resultó embarazosa para el fascismo; le imponía un trabajo de absorción, superior a sus fuerzas, superior a sus posibilidades. El espíritu fascista no podia actuar libremente si no digería y absorbía antes el espíritu liberal. En la imposibilidad de elaborarse una ideología propia, el fascismo corría el riesgo de adoptar, más o menos atenuada, la ideología liberal que lo envolvía.
La tormenta política desencadenada por el asesinato de Matteotti aportó una solución para este problema. El liberalismo se separó del fascismo. Giolitti, Orlando. Salandra, Il Giornale d'Italia, (4) etc., asumieron una actitud de oposición. No siguieron al bloque de oposición a su retiro del Aventino. (5) Permanecieron en la Cámara. Parlamentarios orgánicos, no pedían hacer otra cosa. El fascismo quedó aislado. A sus flancos no continúan sino algunos liberales-nacionales y algunos católicos-nacionales, esto es, los elementos más nacionalistas y conservadores de los antiguos partidos.
Las oposiciones esperaban forzar así al fascismo a dejar el poder. Pensaban que, hecho el vacío a su alrededor, el fascismo caería automáticamente. Los comunistas combatieron esta ilusión. Propusieron a la oposición del Aventino su constitución en parlamento del pueblo. Frente al parlamento fascista de Montecitorio (6) debía funcionar el parlamento antifascista del Aventino. Había que llevar, a sus últimas consecuencias políticas e históricas, el boicot de la Cámara. Pero ésta era, franca y neta, la vía de la revolución. Y el bloque del Aventino no es revolucionario. Se siente y se proclama normalizador. La invitación comunista no pudo, pues, ser aceptada. El bloque del Aventino se contentó con plantear la famosa cuestión moral la oposición aventiniana rehusaba volver a la Cámara mientras ejerciesen el poder, cubiertos por el voto de su mayoría, los hombres sobre quienes pesaba la responsabilidad del asesinato de Matteotti, responsabilidad que bajo un gobierno fascista, la justicia se encontraba coactada para esclarecer y examinar.
Mussolini respondió a esta declaración de intransigencia con una maniobra política. Envió a la Cámara un proyecto de ley electoral. En la práctica parlamentaria italiana este trámite precede y anuncia la convocatoria a elecciones políticas..¿Se abstendrían también los partidos del Aventino de concurrir a las elecciones? El bloque as ratificó en su intransigencia. Insistió en la tacha moral. La prensa de oposición publicó un memorial de Cessare Rossi, escrito por éste antes de su arresto, en el cual el presunto mandante del asesinato de Matteotti acusa a Mussolini. La tacha estaba documentada. Pero la dialéctica de la oposición reposaba en un equivoco. La cuestión moral no podía dominar la cuestión política. Tenía, antes bien, que suceder lo contrario. La cuestión moral era impotente para decidir al fascismo a marcharse del gobierno.
Mussolini se lo recordó a la oposición en su acre discurso del 3 de enero en la Cámara. El preámbulo de su discurso fue la lectura del artículo 47 del Estatuto de Italia que otorga a la Cámara de Diputados el derecho de acusar a los Ministros del Rey y de enviarlos ante la alta Corte de Justicia. "Pregunto formalmente dijosi en esta Cámara o fuera de aquí existe alguien que se quiera valer del artículo 47". Y, luego, con dramática entonación, reclamó para si todas las responsabilidades del fascismo. "Si el fascismo declaróno ha sido sino óleo de ricino y cachiporra, y no una pasión soberbia de la mejor juventud italiana, ¡a mi la culpa! Si el fascismo ha sido una asociación de delinquir, bien, ¡yo soy el jefe y el responsable de esta asociación de delinquir! Si todas las violencias han sido el resultado de un determinado clima histórico, político y moral, bien, ¡a mí la responsabilidad, porque este clima histórico, político y moral lo he creado yo!" Y anunció, en seguida, que en cuarentiocho horas la situación quedaría aclarada. ¿Cómo ha cumplido su palabra? En una manera tan simple como notoria. Sofocando casi totalmente la libertad de prensa. La oposición; privada casi de la tribuna de la prensa, resulta perentoria y rudamente invitada a tornar a la tribuna del parlamento. En el Aventino se prepara ya el retorno a la Cámara.
En un reciente articulo de la revista Gerarchia. (7) titulado "Elogio a los Gregarios", Mussolini revista marcialmente las peripecias de la batalla. Polemiza con la oposición. Y exalta la disciplina de sus tropas. "La disciplina del fascismo escribetiene verdaderamente aspectos de religión". En esta disciplina reconoce "el ánimo de la gente que en las trincheras ha aprendido a conjugar, en todos los modos y tiempos, el verbo sagrado de todas las religiones: obedecer" y "el signo de la nueva Italia que se despoja una vez por todas de la vieja mentalidad anarcoide con la intuición de que únicamente en la silenciosa coordinación de todas las fuerzas, a las órdenes toria".
Aislado, bloqueado, boicoteado, el fascismo de viene más beligerante, más combativo, más Intransigente. La oposición liberal y democrática lo ha devuelto a sus orígenes. El ensayo reaccionario, libre del lastre que antes lo entrababa y enervaba interiormente, puede ahora cumplirse en toda su integridad. Esto explica el interés que, como experiencia histórica, tiene para sus contemporáneos la batalla fascista.
El fascismo, que durante dos años se había contentado casi con representar en el poder el papel de gendarme del capitalismo, pretende hoy reformar sustancialmente el Estatuto de Italia. Se propone, según sus líderes y su prensa, crear el Estado fascista. Insertar la revolución fascis­ta en la Constitución italiana Una comisión de dieciocho legisladores fascistas, presidida por el filósofo Giovanni Gentile, prepara esta reforma constitucional. Farinacci, líder del extremismo fascista, llamado en esta emergencia a la se­cretaria general del partido, declara que el fascismo "ha perdido dos años y medio en el po­der". Ahora, liberado de la pesada alianza de los liberales, purgado de los residuos de la vie­ja política, se propone recuperar el tiempo per­dido. Todos los capitanes del fascismo hablan un lenguaje más exaltado y místico que nunca. El fascismo quiere ser una religión. Giovanni Gen­tile en un ensayo sobre los "caracteres religio­sos de la presente lucha política", observa que "hoy se rompen, en Italia, a causa del fascismo, aquellos que parecían hasta ayer los más sóli­dos vínculos personales de amistad y de fami­lia". Y de esta guerra, el filósofo del idealismo no se duele. El filósofo del idealismo es, desde hace algún tiempo, el filósofo de la violencia. Recuerda, en su ensayo, las palabras de Jesu­cristo: Non veni pacem mittere, sed gladium. Ignem veni mittere in terram. (8) Y remarca, a propósito de la cuestión moral, que "esta tona­lidad religiosa de la psicología fascista ha ge­nerado la misma tonalidad en la psicología antifascista".
Giovanni Gentile, poseído de la fiebre de su facción, exagera ciertamente. En el Aventino no ha prendido aún la llama religiosa. Menos aún ha prendido, ni puede prender, en Giolitti. Gio­litti y el Aventino representan el espíritu y la cultura demo-liberales con todo su escepticis­mo, con todo su racionalismo, con todo su criti­cismo. La lucha presente devolverá al espíritu liberal un poro de su antigua fuerza combativa. Pero no logrará que renazca como fe, como pasión, como religión. El programa del Aventino y de Giolitti es la normalización. Y por su mediocridad, este programa no puede sacudir a las masas, no puede exaltarlas, no puede conducirlas contra el régimen fascista. Sólo en el misticismo revolucionario de los comunistas se constatan los caracteres religiosos que Gentile descubre en el misticismo reaccionario de los fascistas. La batalla final no se librará, por esto, entre el fascismo y la democracia.

NOTAS:
1 Se refiere al Directorio constituido por el General Miguel Primo de Rivera después de la instauración de la dictadura militar que siguió al pronunciamiento del 13 de setiembre de 1923 y que se mantuvo hasta 1930. A este propósito verse el articulo “El Directorio Español” en Figuras y Aspectos de la Vida Mundial. T. I. (N. E.)
2 De Tartarin de Tarascon. Novela de A. Daudet en la que satiriza a los franceses del sur por sus fantasías  y bravuconadas.
3 ritornellos = estribillos.
4 ver I. O.
5 una de les colinas romanas donde se hallaba el edificio que sirvió de refugio a la oposición parlamentaria antifascista.
6 Lugar donde sesionaba el Parlamento italiano.
7 ver I. O.
8 No vine a traer paz, sino guerra. Vine a poner fuego sobre la tierra.

lunes, 4 de junio de 2012

LA TEORIA FASCISTA

                                        LA TEORIA FASCISTA

            José Carlos Mariátegui. La Escena Contemporánea (1925)


La crisis del régimen fascista, precipitada por el proceso Matteotti, ha esclarecido y precisado la fisonomía y el contenido del fascismo.

El partido fascista, antes de la marcha a Ro­ma, era una informe nebulosa. Durante mucho tiempo no quiso calificarse ni funcionar como un partido. El fascismo, según muchos "camisas negras" de la primera hora, no era una facción sino un movimiento. Pretendía ser, más que un fenómeno político, un fenómeno espiritual y sig­nificar, sobre todo, una reacción de la Italia ven­cedora de Vittorio Veneto (1) contra la política de desvalorización de esa victoria y sus consecuen­cias. La composición, la estructura de los fasci, explicaban su confusionismo ideológico. Los fasci reclutaban sus adeptos en las más diversas categorías sociales. En sus rangos se mezclaban estudiantes, oficiales, literatos, empleados, no­bles, campesinos y aun obreros. La plana mayor del fascismo no podía ser más policroma. La com­ponían disidentes del socialismo como Mussolini y Farinacci; ex-combatientes, cargados de meda­llas, como Igliori y De Vecchi; literatos futuristas exuberantes y bizarros como Filippo Marinetti y Emilio Settimelli; ex-anarquistas de reciente conversión como Massimo Rocca; sindicalistas como Cesare Rossi y Michele Bianchi; republicanos mazzinianos como Casalini; fiumanistas como Giunta y Giuriati; y monarquistas ortodoxos de la nobleza adicta a la dinastía de Savoya. Republicano, anticlerical, iconoclasta, en sus orígenes, el fascismo se declaró más o menos agnóstico ante el régimen y la Iglesia cuando se convirtió en un partido.

La bandera de la patria cubría todos los contrabandos y todos los equivocas doctrinarlos y programáticos. Los fascistas se atribuían la representación exclusiva de la italianidad. Ambicionaban el monopolio del patriotismo. Pugnaban por acaparar para su facción a los combatientes y mutilados de la guerra. La demagogia y el oportunismo de Mussolini y sus tenientes se beneficiaron, ampliamente, a este respecto, de la maldiestra política de los socialistas, a quienes una insensata e inoportuna vociferación antimilitarista había enemistado con la mayoría de los combatientes.

La conquista de Roma y del poder agravó el equívoco fascista. Los fascistas se encontraron flanqueados por elementos liberales, democráticos, católicos, que ejercitaban sobre su mentalidad y su espíritu una influencia cotidiana enervante. En las filas del fascismo se enrolaron, además, muchas gentes seducidas únicamente por el éxito. La composición del fascismo se tornó espiritual y socialmente más heteróclita. Mussolini no pudo por esto, realizar plenamente el golpe de Estado. Llegó al poder insurreccionalmente; pero buscó, en seguida, el apoyo de la mayoría parlamentaria. Inauguró una política de compromisos y de transacciones. Trató de legalizar su dictadura. Osciló entre el método dictatorial y el método parlamentario. Declaró que el fascismo debía entrar cuanto entes en la legalidad. Pero esta política fluctuante no podía cancelar las contradicciones que minaban la unidad fascista. No tardaron en manifestarse en el fascismo dos ánimas y dos mentalidades antitéticas. Una fracción extremista o ultraísta propugnaba la inserción integral de la revolución fascista en el Estatuto del Reino de Italia. El estado demoliberal debía, a su juicio, ser reemplazado por el Estado fascista. Una fracción revisionista reclamaba, en tanto, una rectificación más o menos extensa de la política del partido. Condenaba la violencia arbitraria de los ras (2) de provincias. Los ras, como se designa a los jefes o condottieri regionales del partido fascista, ejercían sobre las provincias una autoridad medioeval y despótica. Contra el rasismo, contra el escuadrismo, (3) insurgían los fascista revisionistas. El más categórico y autorizado líder revisionista, Massimo Rocca, sostuvo ardorosas polémicas ron los líderes extremistas. Esta polémica tuvo vastas proyecciones. Se quiso fijar y definir, de una y otra parte, la función y el ideario del fascismo. El fascismo que hasta entonces no se había cuidado sino de ser acción, empezaba a sentir la necesidad de ser también una teoría. Curzio Suckert asignaba al fascismo una ánima católica, medioeval, anti-liberal, anti-renacentista. El espíritu del Renacimiento, el protestantismo, el liberalismo, era descrito como un espíritu disolvente, nihilista, contrario a los intereses espirituales de la italianidad. Los fascistas no reparaban en que, desde sus primeras aventuras, se habían calificado, ante todo, como asertores de la idea de la nación, idea de claros orígenes renacentistas. La contradicción no parecía embarazarlos sobremanera. Mario Pantaleoni y Michele Bianchi hablaban, por su parte, del proyectado Estado fascista como un Estado sindical. Y los revisionistas, de su lado, aparecían teñidos de un vago liberalismo. Las tesis de Massimo Rocca suscitaron la protesta de todos los extremistas. Y Massimo Rocca fue ex-confesado oficialmente por la secta fascista como un hereje peligroso. Mussolini no se mezclaba en estos debates. Ausente de la polémica, ocupaba virtualmente en el fascismo una posición centrista. Interrogado, cuidaba de no comprometerse con una respuesta demasiado precisa. "Después de todo, ¿qué importa el contenido teórico de un partido? Lo que le da la fuerza y la vida es su tonalidad, es su voluntad, es el ánima de aquéllos que lo constituyen".

Cuando el trabajo de definición del fascismo había llegado a este punto, sobrevino el asesinato de Matteotti. Al principio Mussolini anunció intención de depurar las filas fascistas. Esbozó, en un discurso en el Senado, bajo la presión de la tempestad desencadenada por el crimen, un plan de política normalizadora. A Mussolini le urgía en ése instante satisfacer a los elementos liberales que sostenían su gobierno. Pero todos sus esfuerzos por domesticar la opinión pública fracasaran. El fascismo comenzó a perder sus simpatizantes y sus aliados. Las defecciones de los elementos liberales y democráticos que, en un principio, por miedo a la revolución socialista, lo habían flanqueado y sostenido, aislaron gradualmente de toda opinión no fascista al gobierno de Mussolini. Este aislamiento empujó el fascismo a una posición cada día más beligerante. Prevaleció en el partido la mentalidad extremista. Mussolini solía aún usar, a veces, un lenguaje conciliador, con la esperanza de quebrantar o debilitar el espíritu combativo de la oposición; pero, en realidad, el fascismo volvía a una táctica guerrera. En la siguiente asamblea nacional, del partido fascista, dominó la tendencia extremista que tiene en Farinacci su condottiere más típico. Los revisionistas, encabezados por Bottai, capitularon en toda la línea. Luego, Mussolini nombró una comisión para la reforma del Estatuto de Italia. En la prensa fascista, reapareció la tesis de que el Estado demo-liberal debía ceder el paso al Estado fascista-unitario. Este estado de ánimo del partido fascista tuvo su más enfática y agresiva manifestación en el rechazo de la renuncia del diputado Giunta del cargo de Vicepresidente de la Cámara Giunta dimitió por haber demandado el Procurador del Rey autorización para procesarlo como responsable de la agresión al fascista disidente Cesare Farol. Y la mayoría fascista quiso ampa­rarlo con una declaración estruendosa y explí­cita de solidaridad. Tal actitud no pudo ser man­tenida. La mayoría fascista, en una votación pos­terior, la rectificó a regañadientes, constreñida por una tempestad de protestas. Mussolini nece­sitó emplear toda su autoridad para obligar a los diputados fascistas a la retirada. No consiguió, sin embargo, impedir que Michele Bianchi y Fa­rinacci se declararan descontentos de esta ma­niobra oportunista, inspirada en consideraciones de táctica parlamentaria.

El super-fascismo, el ultra-fascismo, o como quiera llamársele; no tiene un solo matiz. Va del fascismo rasista o escuadrista de Farinacci al fascismo integralista de Michele Bianchi y Curzio Suekert (4) Farinacci encarna el espíritu de las escuadras de camisas negras que, después de entrenarse truculentamente en los raids pu­nitivos contra los sindicatos y las cooperativas socialistas, marcharon sobre Roma para inaugu­rar la dictadura fascista. Farinacci es un hom­bre tempestuoso e incandescente a quien no le interesa da teoría sino la acción. Es el tipo más genuino del ras fascista. Tiene en un puño a la provincia de Cremona, donde dirige un diario Cremona Nueva (5) que amenaza consuetudinariamente a los grupos y políticos de oposición con una segunda "oleada" fascista. La primera "olea­da" fue la que condujo a la conquista de Roma. La segunda "oleada", según el léxico acérrimo de Farinacci, barrería a todos los adversarios del régimen fascista en una noche de San Bartolo­mé. Ex-ferroviario, ex-socialista, Farinacci tiene una psicología de agitador y de condottiere. En sus artículos y en sus discursos anda a cachiporrazos con la gramática. La prensa de oposición remarca frecuentemente esta característica de su prosa. Farinacci confunde en el mismo odio feroz la democracia, la gramática y el socialismo. Quiere ser, en todo instante, un genuino camisa negra. Más intelectuales, pero no menos apoca­lípticos que Farinacci, son los fascistas del diario L´Impero de Roma, Dirigen este diario dos escritores procedentes del futurismo, Mario Carli y Emilio Settimelli, que invitan al fascismo a liquidar definitivamente el régimen parlamentario. L'Impero es delirantemente imperialista. Armada del hacha del lictor. (6) la Italia fascista tiene, según L'Imparo, una misión altísima en el actual capitulo de la historia del mundo. También preconiza L'Impero la segunda oleada fascista. Michele Bianchi y Curzio Suckert son los teóricos del fascismo integral. Bianchi bosqueja la técnica del estado fascista que concibe casi como un trust vertical de sindicatos o corporaciones. Suckert, director de La Conquista dello Stato. (7) discurre filosóficamente.

Con esta tendencia convive, en el partido fascista, una tendencia moderada, conservadora, que no reniega el liberalismo ni el Renacimiento, que trabaja por la normalización del fascismo y que pugna por encarrilar el gobierno de Mussolini dentro de una legalidad burocrática. Forman el núcleo de la tendencia moderada los antiguos nacionalistas de L´Idea Nazionale (8) absorbidos por el fascismo a renglón seguido del golpe de Estado. La ideología de estos nacionalistas es más o menos la misma de la vieja derecha liberal. Pávidos monarquistas, se oponen a que el golpe de estado fascista comprometa en lo menor las bases de la monarquía y del Estatuto. Federzoni, Paolucci, representan esta lona templada del fascismo.

Pero, por su mentalidad, por su temperamento y por sus antecedentes los fascistas del tipo de Federzoni y de Paolucci son los que menos encarnan el verdadero fascismo. Se trata, en su caso, de prudentes y mesurados conservadores. Ningún romanticismo exorbitante, ninguna desesperada nostalgia del Medioevo, los saca de quicio. No tienen psicología de condottieri Farinacci, en cambio, es un ejemplar auténtico de fascista. Es el hombre de la cachiporra, provinciano, fanático, catastrófico, guerrero, en quien el fascismo no es un concepto, no es una teo­ría, sino, tan sólo, una pasión, un impulso, un grito, un "alalá"

NOTAS:

1 Vtttorio Veneto, lugar donde los Italianos, ayudados por los aliados, derrotaron a los austrogermanos, en 1918, vísperas del derrumbe alemán, durante la I Guerra Mundial.
2 Ras expresión de origen abisinio.
3 Llamábase squadrismo la practica violenta de los squadre d´azione (“Escuadra de acción”) organizadas por los fascistas contra el movimiento obrero.
4 Celebre escritor, más conocido con el seudónimo de curzio Malaparte(1898 - 1957).
5 Ver I. O.
6 Hacha del lictor: era el símbolo que llevaba el antiguo magistrado romano llamado lictor. De ahí que simbólicamente expresa el poder.
7 ver I. O.
8 ver I. O.





LA INTELIGENCIA Y EL ACEITE DE RICINO

                             LA INTELIGENCIA Y EL ACEITE DE RICINO

                  José Carlos Mariátegui. La Escena Contemporánea (1925)


El fascismo conquistó, al mismo tiempo que el gobierno y la Ciudad Eterna, a la mayoría de los intelectuales italianos. Unos se uncieron sin reservas a su carro y a su fortuna; otros, le dieron un consenso pasivo; otros, los más prudentes, le concedieron una neutralidad benévola. La Inteligencia gusta de dejarse poseer por la Fuerza. Sobre todo cuando la fuerza es, como en el caso del fascismo, joven, osadas, marciales y aventureras.

Concurrían, además, en esta adhesión de intelectuales y artistas al fascismo, causas específicamente italianas. Todos los últimos capítulos de la historia de Italia aparecen saturados de d'annunzianismo. "Los orígenes espirituales del fascismo están en la literatura de D'Annunzio". El futurismo (1) —que fue una faz, un episodio del fenómeno d'annunziano— es otro de los ingredientes psicológicos del fascismo. Los futuristas saludaron la guerra de Tripoli (2) como la inauguración de una nueva era para Italia. D'Annunzio fue, más tarde, el condottiere espiritual de la intervención de Italia en la guerra mundial, Futuristas y d'annunzianos crearon en Italia un humor megalómano, anticristiano, romántico y retórico. Predicaron a las nuevas generaciones —como lo han remarcado Adriano Tilgher y Arturo Labriola— el culto del héroe, de la violencia y de la guerra. En un pueblo como el italiano, cálido, meridional y prolífico, mal contenido y alimentado por su exiguo territorio, existía una latente tendencia a la expansión. Dichas Ideas encontraron, por tanto, una atmósfera favorable. Los factores demográficos y económicos coincidían con las sugestiones literarias. La clase media, en particular, fue fácil presa del espíritu d'annunziano. (El proletariado, dirigido y controlado por el socialismo, era menos permeable a tal influencia). Con esta literatura colaboraban la filosofía idealista de Gentile y de Croce y todas las importaciones y transformaciones del pensamiento tudesco.

Idealistas, futuristas y d'annunzianos sintieron en el fascismo una obra propia. Aceptaron su maternidad. El fascismo estaba unido a la mayoría de los intelectuales por un sensible cordón umbilical. D'Annunzio no se incorporó al fascismo, en el cual no podía ocupar una plaza de lugarteniente; pero mantuvo con él cordiales relaciones y no rechazó su amor platónico, Y los futuristas se enrolaron voluntariamente en los rangos fascistas. El más ultraísta de los diarios fascistas, L´Impero (3) de Roma, está aún dirigido por Mario Carli y Emilio Settimelli, dos sobrevivientes de la experiencia futurista. Ardengo Soffici, otro ex-futurista, colabora en Il Popolo d'Italia. (4) el órgano de Mussolini. Los filósofos del idealismo tampoco se regatearon al fascismo Giovanni Gentile, después de reformar fascísticamente la enseñanza, hizo la apología idealista de la cachiporra. Finalmente, los literatos solitarios, sin escuela y sin capilla, también reclamaron un sitio en el cortejo victorioso del fascismo. Sem Benelli, uno de los mayores representantes de esa categoría literaria, demasiado cauto para vestir la "camisa negra", colaboró con los fascistas, y sin confundirse con ellos, aprobó su praxis y sus métodos. En las últimas elecciones, Sem Benelli fue uno de los candidatos conspicuos de la lista ministerial.

Pero esto acontecía en los tiempos que aún eran o parecían de plenitud y de apogeo de la gesta fascista. Desde que el fascismo empezó a declinar, los intelectuales comenzaron a rectificar su actitud. Los que guardaron silencio ante la marcha a Roma sienten hoy la necesidad de procesarla y condenarla. El fascismo ha perdido una gran parte de su clientela y de su séquito de intelectuales. Las consecuencias del asesinato de Matteotti (5) han apresurado las defecciones.

Presentemente se afirma entre los intelectua­les esta corriente anti-fascista. Roberto Bracco es uno de los líderes de la oposición democráti­ca. Benedetto Croce se declara también anti­fascista, a pesar de compartir con Giovanni Gen­tile la responsabilidad y los laureles de la filo­sofía idealista. D'Annunzio que se muestra hu­raño y malhumorado, ha anunciado que se retira de la vida pública y que vuelve a ser el mis­mo "solitario y orgulloso artista" de antes. Sem Benelli, en fin, con algunos disidentes del fas­cismo y del filofascismo, ha fundado la Liga Itálica con el objeto de provocar me revuelta moral contra los métodos de los "camisas negras''.

Recientemente, el fascismo ha recibido la adhe­sión de Pirandello. Pero Pirandello es un humorista. Por otra parte, Pirandello es un pequeño burgués, provinciano y anarcoide, con mucho in­genio literario y muy poca sensibilidad política. Su actitud no puede ser nunca el síntoma de una situación. Malgrado Pirandello, es evidente que los intelectuales italianos están disgustados del fascismo. El idilio entre la inteligencia y el acei­te de ricino ha terminado.

¿Cómo se ha generado esta ruptura? Conviene eliminar inmediatamente una hipótesis: la de que los intelectuales se alejan de Mussolini por­que éste no ha estimado ni aprovechado más su colaboración. El fascismo suele engalanarse de retórica imperialista y disimular su carencia de principios bajo algunos lugares comunes litera­rios; pero más que a los artesanos de la pala­bra ama a los hombres de acción. Mussolini es un hombre demasiado agudo y socarrón para rodearse de literatos y profesores. Le sirve más un estado mayor de demagogos y guerrilleros, expertos en el ataque, el tumulto y la agitación. Entre la cachiporra y la retórica, elige sin du­dar la cachiporra. Roberto Farinacci, uno de los líderes actuales del fascismo, el principal actor de su última asamblea nacional, no es sólo un descomunal enemigo de la libertad y la democracia sino también de la gramática. Pero estas cosas no son bastantes para desolar a los intelectuales. En verdad, ni los intelectuales esperaron nunca que Musolini convirtiese su gobierno en una academia bizantina, ni la prosa fascista fue antes más gramatical que ahora. Tampoco pasa que a los literatos, filósofos y artistas, a la Artecracia como la llama Marinetti, le horroricen demasiado la truculencia y la brutalidad de la gesta de los "camisas negras", Durante tres años las han sufrido sin queja y sin repulsa.

El nuevo orientamiento de la inteligencia Italiana es una señal, un indicio de un fenómeno más hondo. No es para el fascismo un hecho grave en al, sino como parte de un hecho mayor. La pérdida o la adquisición de algunos poetas, como Sem Benelli, carece de importancia tanto para la Reacción como para la Revolución. La inteligencia, la artecracia, no han reaccionado contra el fascismo antes que las categorías sociales, dentro de las cuales están incrustradas, sino después de éstas. No son los intelectuales los que cambian de actitud ante el fascismo. Es la burguesía, la banca, la prensa, etc., etc., la misma gente y las mismas instituciones cuyo consenso permitieron hace tres años la marcha a Roma. La inteligencia es esencialmente oportunista: El rol de los intelectuales en la historia resulta, en realidad, muy modesto. Ni el arte ni la literatura, a pesar de su megalomanía, dirigen la política; dependen de ella, como otras tantas actividades menos exquisitas y menos ilustres. Los intelectuales forman la clientela del orden, de la tradición, del poder, de la fuerza, etc, y, en caso necesario, de la cachiporra y del aceite de ricino. Algunos espíritus superiores, algunas mentalidades creadoras escapan a esta regla; pero son espíritus y mentalidades de excepción. Gente de clase media, los artistas y los literatos no tienen generalmente ni aptitud ni elan (6) revolucionarios. Los que actualmente osan insurgir contra el fascismo son totalmente inofensivos. La Liga Itálica de Sem Benelli, por ejemplo, no quiere ser un partido, ni pretende casi hacer política. Se define a sí misma como "un vinculo sacro para desenvolver su sacro pro­grama: por el Bien y el Derecho de la Nación Itálica: por el Bien y el Derecho del hombre itálico”. Este programa puede ser muy sacro, como dice Sem Benelli; pero es, además, muy vago, muy gaseoso, muy cándido. Sem Benelli, con esa nostalgia del pasado y ese gusto de las frases arcaicas, tan propios de las poetas medio­cres de hoy, va por los caminos de Italia diciendo como un gran poeta de ayer: !Pace, pace, pace! (7) Su impotente consejo llega con mu­cho retardo.  


NOTAS:

1 El Futurismo se llamo a un movimiento artístico aparecido en París en 1909. Su inspirador y guía fue Filippo T. Marinetti (ver I. O.).
2 Se refiere a le declaratoria de guerra que, en 1911, hizo Italia a Turquía, en la que aquella se apodero de Trípoli.
3 ver I. O. 
4 ver I. O.
5 Véase el I. O. y el siguiente articulo de J. C. Mariátegui sobre “La teoría fascista” (pág. 20).
6 Impulso, aptitud o espíritu.
7 ¡Paz, paz, paz! Son las palabras finales del poema de Francesco Tetrarca “Italia mía, benche ´l parlar sia indarno” (“Italia mía, aunque el hablar sea envano”) que ocupa el Nº 128 en el Canzioniere del poeta Italiano.

sábado, 26 de mayo de 2012

MUSSOLINI Y EL FASCISMO





                            MUSSOLINI Y EL FASCISMO

          José Carlos Mariátegui. La Escena Contemporánea (1925)


FASCISMO y Mussolini son dos palabras con­sustanciales y solidarias. Mussolini es el anima­dor, el líder, el duce (1) máximo del fascismo. El fascismo es la plataforma, la tribuna y el carro de Mussolini. Para explicarnos una parte de este episodio de la crisis europea, recorramos rápidamente la historia de los fasci (2) y de su caudillo.

Mussolini, como es sabido, es un político de procedencia socialista. No tuvo dentro del socialismo una posición centrista ni templada sino una posición extremista e incandescente. Tuvo un rol consonante con su temperamento. Porque Musso­lini es, espiritual y orgánicamente, un extremista. Su puesto está en la extrema izquierda o en la extrema derecha. De 1910 a 1911 fue uno de los líderes de la izquierda socialista. En 1912 dirigió la expulsión del hogar socialista de cuatro di­putados partidarios de la colaboración ministe­rial: Bonomi, Bissolati, Cabrini y Podrecca. Y ocupó entonces la dirección del Avanti (3) Vinie­ron 1914 y la Guerra. El socialismo italiano re­clamó la neutralidad de Italia. Mussolini, inva­riablemente inquieto y beligerante, se rebeló contra el pacifismo de sus correligionarios. Pro­pugnó la intervención de Italia en la guerra. Dio, inicialmente, a su intervencionismo un punto de vista revolucionario. Sostuvo que extender y exasperar la guerra era apresurar la revolución europea. Pero, en realidad, en su intervencionismo latía su psicología guerrera que no podía avenirse con una actitud tolstoyana (4) y pasiva de neutralidad. En noviembre de 1914. Mussolini abandonó la dirección del Avanti y fundó en Milán Il Popolo d'Italia para preconizar el ata­que a Austria. Italia se unió a la Entente. (5) Y Mussolini, propagandista de la intervención, fue también un soldado de la intervención.

Llegaron la victoria, el armisticio, la desmovili­zación. Y, con estas cosas, llegó un período de desocupación para los intervencionistas. D'An­nunzio nostálgico de gesta y de epopeya, aco­metió la aventura de Fiume. Mussolini creó los fasci di combetimento: haces o fajos de com­batientes. Pero en Italia el instante era revolu­cionario y socialista. Para Italia la guerra había sido un mal negocio. La Entente le había asig­nado una magra participación en el botín. Olvi­dadiza de la contribución de las armas italianas a la victoria, le habla regateado tercamente la posesión de Fiume. Italia, en suma, había salido de la guerra con una sensación de descontento y de desencanto. Se realizaron, bajo esta influen­cia, las elecciones. Y los socialistas conquistaron 155 puestos en el parlamento. Mussolini, candi­dato por Milán, fue estruendosamente batido por los votos socialistas.

Pero esos sentimientos de decepción y de de­presión nacionales eran propicios a una violenta reacción nacionalista. Y fueron la raíz del fascis­mo. La clase media es peculiarmente accesible a los más exaltados mitos patrióticos. Y la clase media italiana, además, se sentía distante y adversaria de la clase proletaria socialista. No le perdonaba su neutralismo. No le perdonaba los altos salarios, los subsidios del Estado, las leyes sociales que durante la guerra y después de ella había conseguido del miedo a la revolución. La clase media se dolía y sufría de que el proletariado neutralista y hasta derrotista, resultase usufructuario de una guerra que no había querido. Y cuyos resultados desvalorizaba, empequeñecía y desdeñaba. Estos malos humores de la clase media encontraron un hogar en el fascismo. Mussolini atrajo, así la clase media a sus fasci di combatimento.

Algunos disidentes del socialismo y del sindicalismo se enrolaron en los fasci aportándoles su experiencia y su destreza en la organización y captación de masas. No era todavía el fascismo una secta programática y conscientemente reaccionaria y conservadora. El fascismo, antes bien, se creía revolucionario, Su propaganda tenía matices subversivos y demagógicos. El fascismo, por ejemplo, ululaba contra los nuevos ricos. Sus principios —tendencialmente republicanos y anticlericales— estaban impregnados del confusionismo mental de la clase media que, instintivamente descontenta y disgustada de la burguesía, es vagamente hostil al proletariado. Los socialistas italianos cometieron el error de no usar sagaces armas políticas para modificar la actitud espiritual de la clase media. Más aún. Acentuaron la enemistad entre el proletariado y la piccola borghesia. (6) Desdeñosamente tratada y motejada por algunos hieráticos teóricos de la ortodoxia revolucionaria.

Italia entró en un período de guerra civil. Asustada por las chances de la revolución, la burguesía armó, abasteció y, estimuló solícitamente al fascismo. Y lo empujó a la persecución truculenta del socialismo, a la destrucción de los sindicatos y cooperativas revolucionarias, al quebrantamiento de huelgas e insurrecciones, El fascismo se convirtió así en una milicia numerosa y aguerrida. Acabó por ser más fuerte que el Estado mismo. Y entonces reclamó el poder. Las brigadas fascistas conquistaron Roma. Mussolini, en "camisa negra", (7) ascendió al gobierno, constriñó a la mayoría del parlamento a obe­decerle, inauguró un régimen y una era fascista.

Acerca de Mussolini se ha hecho mucha no­vela y poca historia. A causa de su beligerancia politice, casi no es posible una definición obje­tiva y nítida de su personalidad y su figura. Unas definiciones son ditirámbicas y cortesanas; otras definiciones son rencorosas y panfletarias. A Mussolini se le conoce, episódicamente, a tra­vés de anécdotas e instantáneas. Se dice, por ejemplo, que Mussolini es el artífice del fascismo. Se cree que Mussolini ha "hecho" el fascismo. Ahora bien, Mussolini es un agitador avezado, un organizador experto, un tipo vertiginosamen­te activo. Su actividad, su dinamismo, su tensión, influyeron vastamente en el fenómeno fascista. Mussolini, durante la campaña fascista, hablaba un mismo día en tres o cuatro ciudades. Usaba el aeroplano para saltar de Roma a Pisa, de Pisa a Bolonia, de Bolonia a Milán. Mussolini es un tipo volitivo, dinámico, verboso, italianisimo, sin­gularmente dotado para agitar masas y excitar muchedumbres. Y fue el organizador, el anima­dor, el condottiere (8) del fascismo. Pero no fue su creador, no fue su artífice. Extrajo de un estado de ánimo un movimiento político; pero no modeló este movimiento a su imagen y semejanza. Mussolini no dio un espíritu, un programa, al fascismo. Al contrario, el fascismo dio su espíritu a Mussolini. Su consustanciación, su identificación ideológica con los fascistas, obligó a Mussolini a exonerarse, a purgarse de sus últimos re­siduos socialistas. Mussolini necesitó asimilar, ab­sorber el antisocialismo, el chauvinismo de la clase media para encuadrar y organizar a ésta en las filas de los fasci di combattimento. Y tuvo que definir su política como una política reaccionaria, anti-socialista, anti-revolucionaria. El caso de Mussolini se distingue en esto del caso de Bonomi, de Briand y otros ex-socialistas. (9) Bonomi, Briand, no se han visto nunca forzados a romper explícitamente con su origen socialista. Se han atribuido, antes bien, un socialismo mínimo, un socialismo homeopático. Mussolini, en cambio, ha llegado a decir que se ruboriza de su pasado socialista como se ruboriza un hombre maduro de sus cartas de amor de adolescente. Y ha saltado del socialismo más extremo al conservatismo más extremo. No ha atenuado, no ha reducido su socialismo; lo ha abandonado total e integralmente. Sus rumbos económicos, por ejemplo, son adversos a una política de intervencionismo, de estadismo, de fiscalismo. No aceptan el tipo transaccional de Estado capitalista y empresario: tienden a restaurar el tipo clásico de Estado recaudador y gendarme. Sus puntos de vista de hoy son diametralmente opuestos a sus puntos de vista de ayer. Mussolini era un convencido ayer como es un convencido hoy. ¿Cuál ha sido el mecanismo a proceso de su conversión de una doctrina a otra? No se trata de un fenómeno cerebral; se trata de un fenómeno irracional. El motor de este cambio de actitud ideológica no ha sido la idea; ha sido el sentimiento. Mussolini no se ha desembarazado de su socialismo, intelectual ni conceptualmente. El socialismo no era en él un concepto sino una emoción, del mismo modo que el fascismo tampoco es en él un concepto sino también una emoción. Observemos un dato psicológico y fisonómico: Mussolini no ha sido nunca un cerebral, sino más bien un sentimental, En la política, en la prensa, no ha sido un teórico ni un filósofo sino un retórico y un conductor. Su lenguaje no ha sido programática, principista, ni científico, sino pasional, sentimental. Los más flacos discursos de Mussolini han sido aquéllos en que ha intentado definir la filiación, la ideología del fascismo. El programa del fascismo es confuso, contradictorio, heterogéneo: contiene, mezclados péle-méle, (10) conceptos liberales y conceptos sindicalistas. Mejor dicho, Mussolini no le ha dictado al fascismo un verdadero programa; le ha dictado un plan de acción.

Mussolini ha pasado del socialismo al fascismo, de la revolución a la reacción, por una vía sentimental, no por una vía conceptual. Todas las apostasías históricas han sido, probablemente, un fenómeno espiritual. Mussolini, extremista de la revolución, ayer, extremista de la reacción hoy, no recuerda a Juliano. Como este Emperador, personaje del Ibsen y de Merezkovskij, Mussolini es un Ser inquieto, teatral, alucinado, supersticioso y misterioso que se ha sentido elegido por el Destino para decretar la persecución del dios nuevo y reponer en su retablo los moribundos dioses antiguos. 

NOTAS:

1 Duce, voz italiana de origen latino, de dux, Jefe en la República medieval de Venecia. Este nombre se arrogó Mussolini para significar su pretensión de conductor del fascismo.

2 Fasci, del latin fax, haz. Se refiere aquí a la agrupa­ción política.

3 Avanti, nombre del diario socialista italiano.

4 Referencia al novelista ruso León Nikolayevich, Conde de Tostoy, quien predicaba un tipo de cristianismo de no resistencia al mal y aceptación del dolor del hombre.

5 La Entente es el nombre que adoptó la alianza de Inglaterra, Francia y Rusia zarista contra Alemania.

6 Piccola burghesia, estrato social que comprende a los individuos situados entre el proletariado y la burguesía: pequeña burguesia.

7 La camisa negra era el uniforme fascista.

8 En italiano moderno condottiero, caudillo.

9 colaboracionistas con los ministerios burgueses. Briand representó, en Francia, esta tendencia.

10 Confusamente.

viernes, 18 de mayo de 2012

XXXII ANIVERSARIO DE LA GUERRA POPULAR EN PERÚ

                                                                                                      ¡Proletarios de todos los países, uníos! 
¡VIVA EL XXXII ANIVERSARIO DE LA GUERRA POPULAR EN PERÚ!
¡GUERRA POPULAR HASTA EL COMUNISMO!  
                                                            
"Un período ha terminado; los aprestos del nuevo están concluidos. Sellamos hasta aquí lo hecho; aperturamos el futuro, la clave son las acciones, objetivo el poder. Eso haremos nosotros, la historia lo demanda, lo exige la clase, lo ha previsto el pueblo y lo quiere; nosotros debemos cumplir y cumpliremos, somos los iniciadores". (Somos los iniciadores, PCP, Comité Central Ampliado, 1980)

"Camaradas, las contradicciones se agolpan pero las manejamos. Hemos aprendido a manejar la historia, las leyes, las contradicciones. Está en nuestras manos resolver todo plasmándolo en hechos bélicos; nada nos detendrá. Pasaremos a tiempos de guerra irreversiblemente, la contradicción se desenvolverá, lo nuevo triunfará, nos lleva al final". (Somos los iniciadores, PCP, Comité Central Ampliado, 1980)

"Nosotros partimos de una situación. Cada clase genera su forma específica de guerra y por tanto su estrategia; el proletariado ha creado la suya: la guerra popular y es una estrategia superior, la burguesía nunca podrá tener una estrategia superior a ésa, más, no habrá estrategia más desarrollada que la del proletariado; es un problema de comprobación del proceso militar del mundo, cada clase siempre generó su forma de hacer la guerra y su estrategia, y siempre la estrategia superior ha vencido a la inferior y la nueva clase siempre tiene la estrategia superior y la guerra popular lo es, las pruebas lo demuestran. Hay tratadistas militares que dicen así: los comunistas cuando han aplicado sus principios nunca han perdido una guerra, solamente la han perdido cuando no han aplicado sus principios". (PCP – Entrevista con el Presidente Gonzalo)
[El Presidente Gonzalo] sostiene que para llevar adelante la guerra popular hay que tener en cuenta cuatro problemas fundamentales: 1) La ideología del proletariado, el marxismo-leninismo-maoísmo que debe especificarse en un pensamiento guía, por eso nos basamos en el marxismo-leninismo- maoísmo, pensamiento Gonzalo, principalmente en éste; 2) La necesidad del Partido Comunista del Perú que dirige la guerra popular; 3) La guerra popular especificada como guerra campesina que sigue el camino de cercar las ciudades desde el campo; y 4) Bases de apoyo o nuevo Poder, la construcción de las Bases de apoyo, es la esencia del camino de cercar las ciudades desde el campo. (PCP – Línea Militar, 1988)

En este 17 de Mayo de 2012, el Movimiento Popular Perú celebra, junto con todo el Partido Comunista del Perú, su Comité Central y todo su sistema de dirección partidaria, todos sus Comités y todos los militantes, combatientes y masas, el XXXII aniversario de nuestra victoriosa Guerra Popular. Expresamos nuestra plena sujeción a nuestra Jefatura el Presidente Gonzalo, continuador de Marx, Lenin y el Presidente Mao Tsetung, centro de unificación partidaria y garantía de triunfo hasta el Comunismo, y a nuestra todopoderosa ideología el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento gonzalo, principalmente el pensamiento gonzalo. Dirigimos nuestro saludo al Ejército Popular de Liberación, sin la cual el pueblo no tendría nada, y al Nuevo Poder que brilla desafiante ante el mundo.
Fue el Presidente Gonzalo quien, en dura lucha contra el revisionismo, "guió a la fracción roja bajo la política estratégica de seguir el "Camino de cercar las ciudades desde el campo"; del 69 al 76 guió al Partido con la política estratégica de "Reconstitución del Partido para la guerra popular" y del 76 al 79 con la política estratégica de "Culminar la Reconstitución y Sentar Bases" para el inicio de la lucha armada." (PCP, Línea Militar, 1988). Y así, aplicando la ideología universal del proletariado internacional a las condiciones de nuestra revolución, la guerra popular se inició el 17 de Mayo de 1980 con una acción contra las elecciones reaccionarias, aplastando todas las posiciones revisionistas (la primera LOD) que decían "no hay condiciones". La lucha armada se inició aplicando la violencia revolucionaria no como violencia meramente "defensiva", no principalmente como una "respuesta" a la violencia reaccionaria, sino principalmente como guerra popular para destruir lo viejo y construir lo nuevo.
Fue gracias a la aplicación de la ideología universal del proletariado internacional a nuestras condiciones en guerra popular, que el Partido ha llegado a comprender el maoísmo como una nueva, tercera y superior etapa del marxismo, y a desarrollar la militarización del Partido y su construcción concéntrica. Así, en medio de la Guerra Popular, se realizó en 1988 el Primer Congreso del Partido, el primer congreso marxista, que definió nuestra Base de Unidad Partidaria que sigue siendo válida y es la BUP a la cual todo el Partido se sujeta; con sus tres elementos, la ideología el marxismo-leninismo-maoísmo, pensamiento gonzalo, principalmente el pensamiento gonzalo, el Programa y la Línea Política General con su centro la Línea Militar. Y con esta BUP, con esta Jefatura y su todopoderoso pensamiento, con los principios de nuestra clase, la victoria está garantizada. Por eso, la lucha a muerte contra el revisionismo como peligro principal es decisiva para la guerra popular. Como la misma reacción reconoce: "los comunistas cuando han aplicado sus principios nunca han perdido una guerra, solamente la han perdido cuando no han aplicado sus principios." Hoy, el Partido sigue dirigiendo la guerra popular en circunstancias difíciles combatiendo las líneas contrarias, la LOD y la LOI, aplastando la tesis revisionista de que "dos se unen en uno", enarbolando y aplicando nuestro método marxista de lucha de dos líneas, a nivel nacional así como internacional. Mientras los capituladores y traidores repican las patrañas del enemigo de clase, tratando de justificar su traición, nuestros heroicos militantes y combatientes están en la arena de combate dando sus vidas. "El revisionismo ya perdió la partida, el resto es tiempo; el problema ya está definido la basura ha comenzado a ser barrida, incendiada; reitero, el problema es tiempo. La partida ya la comenzaron a perder hace muchos años. Y si fuéramos más allá, a los principios, la partida la perdieron desde que se convirtieron en revisionistas, pues la partida se pierde desde que se abandonan los principios, desde ahí. El resto es cómo la lucha de clases se desarrolla y cómo un Partido como el nuestro es capaz de cumplir su papel y cómo las masas lo sustentan, lo apoyan y llevan adelante, cómo van comprendiendo que es su Partido, que defiende sus intereses; y son las propias masas las que darán buena cuenta y justa sanción a quienes por decenios han traficado y siguen traficando y también condenarán, sancionarán a quienes quieran traficar o quienes comiencen a hacerlo." (Entrevista con Presidente Gonzalo)
Como el Presidente Gonzalo ha establecido, nuestra guerra popular se desarrolla como parte de y sirviendo a la revolución proletaria mundial. Es un principio que nunca vamos a abandonar. El proletariado y pueblo peruano están firmemente unidos con el proletariado internacional y los pueblos oprimidos de todo el mundo. Nos unimos con el heroico proletariado y el pueblo de la India y de otros países, y con todos sus comunistas y revolucionarios en la lucha para forjar su dirección, en lucha a muerte contra el revisionismo y no en conciliación, para desarrollar guerra popular hasta el Comunismo. Nos reafirmamos en nuestros principios de que el mando nunca muere, que la bandera una vez izada nunca debe ser arriada, y de ¡Guerra popular hasta el Comunismo!


¡VIVA EL XXXII ANIVERSARIO DE LA VICTORIOSA GUERRA POPULAR EN EL PERÚ!

¡VIVA EL PRESIDENTE GONZALO Y SU TODOPODEROSO PENSAMIENTO!

¡VIVA EL GLORIOSO PARTIDO COMUNISTA DEL PERÚ, SU COMITÉ CENTRAL Y TODO SU SISTEMA DE DIRECCIÓN PARTIDARIA!

¡VIVA EL EJÉRCITO POPULAR DE LIBERACIÓN!

¡VIVA EL MAOÍSMO, ABAJO EL REVISIONISMO!

¡DESARROLLAR LA GUERRA POPULAR SIRVIENDO A LA REVOLUCIÓN MUNDIAL!

¡RECHAZAR Y COMBATIR A LA LOD Y LA LOI, DESARROLLANDO LA GUERRA POPULAR!


                                                                  Movimiento Popular Perú
                                                                                  17 de Mayo de 2012
 

jueves, 17 de mayo de 2012

CINE PROLETARIO


LOS PRINCIPIOS DEL NUEVO CINEMA RUSO


S. M. EISENSTEIN
("Nuestro Cinema,. núm. 8 y 9, Enero-Febrero 1933)



Cuando S. M. Eisenstein terminó la realización de La línea general, vino con su película bajo el brazo a presentarla en los círculos de avanzada social de Berlín y de París. En muchas ocasiones se vio imposibilitado de exponer ampliamente sus lecciones, ante la represión  policíaca, mitad por lo que encontraba de «peligroso» en su film, mitad por lo que consideraba como material «agresivo» en la conferencia con que Eisenstein acompañaba su proyección.

Nosotros recogemos la conferencia que con el título de LOS PRINCIPIOS DEL NUEVO CINEMA RUSO servía a Eisenstein, primeramente para fijar su posición ante el cinema y sus problemas, y después para divulgar sobre los comienzos y formas en que se produce y se basa el cinema soviético, en oposición siempre al cinema capitalista de Alemania, Francia y Estados Unidos.
N. C.


Debo comenzar diciendo que el objeto de nuestro cinema no es el de constituir un pasatiempo agradable ni una distracción. Para nosotros el cine es siempre una cosa muy seria que tiene una razón instructiva y cultural de ser. Obedeciendo a este principio nos esforzamos desde el comienzo de nuestra producción por obtener bases serias y científicas para todas las cuestiones de arte y particularmente para el cinema. Hace cuatro años se ha creado en Moscú una especie de Universidad del cinema, donde se forman jóvenes que han de llegar a ser régisseurs, operadores o actores. En esta Universidad, que es, según creo, única en el mundo, funcionan laboratorios de investigaciones experimentales, donde pueden hacerse ensayos.

Por otra parte, no es la única organización que trabaja por el cinema en U.R.S.S. Las Universidades de Moscú y Leningrado disponen de centros de estudios sobre el análisis psicológico del espectador que se ocupan de todas las cuestiones semejantes y sus métodos.

Hay también organizaciones que mantienen el contacto con el espectador para poder estudiarlo mejor, como la “Sociedad de los amigos del film soviético”, que extiende sus células por todas las grandes fábricas, por las villas, por todos los lugares en los cuales es necesario hacer encuestas sobre lo que los trabajadores piensan respecto a los films. La "Sociedad de los amigos del cine” hace cuestionarios dirigidos a los espectadores sobre las formas cinematográficas empleadas, sobre la comprensión del film, preguntándoles qué es lo que más les ha chocado en un film, sobre lo que responde a las intenciones del público, sobre lo que no responde. Los materiales que resultan de semejante investigaciones se coleccionan, se analizan y se utiliza la lección que de ellos resulta.

Como sabe el lector, las nuevas formas de arte son siempre obtenidas y derivadas de nuevas formas sociales. La idea que preside a nuestro cinema es la misma que en tiempos recientes presidió a la revolución. Esto es, el predominio del elemento colectivo sobre el elemento individual.

Ya se sabe el rol que el colectivismo juega en la vida social rusa y en la revolución. No es necesario insistir sobre ello, pero yo quiero deciros cómo ese concepto determina todos los puntos de nuestro cinema, tanto del lado comercial, del lado de la producción, como del lado estético y artístico. Enfrentémonos con el lado comercial.

Nosotros tenemos un monopolio del cinema; toda la producción y la distribución del film es monopolizada por el Estado. Esto nos da grandes facilidades para conseguir nuestro fin instructivo y cultural. Ya sabéis que el film instructivo no reporta tanto dinero como el film pornográfico o el de aventuras. Nosotros exigimos, pues, a nuestros grandes films de historia o de aventuras proyectados en las grandes salas del extranjero, que nos procuren el dinero necesario para crear los “cinemas de aldea”, cinemas ambulantes que pueden llegar a las esquinas más apartadas de nuestra gran república. El rol de estos cinemas ambulantes es esencial para el desenvolvimiento cultural de las pequeñas repúblicas nacionales que entran en la unión soviética.

Ciertas repúblicas pequeñas no podrán sostener por sí mismas una empresa cinematográfica que trabajara sobre los temas singulares de cada una. Si pensáis en las pequeñas repúblicas musulmanas donde existe todavía el problema de la emancipación de la mujer, comprenderéis que allí el film debe ser un instrumento de propaganda necesario para la emancipación, pero esto no es posible más que con la ayuda del Estado, porque las pequeñas repúblicas musulmanas son demasiado limitadas para asegurar su producción.

Lo mismo ocurre con los films para los aldeanos. Los films del género de La lucha por la tierra son muy importantes porque deben explicar la utilidad de las máquinas a los campesinos, pero comercialmente son una catástrofe.

Se dice, frecuentemente, contra la estatización que una monopolización de la producción, suprimiendo la competencia, puede perjudicar las cualidades de la obra de arte. Esto no es verdad.

Si vosotros leéis nuestros periódicos, podréis ver que en todos los dominios un nuevo valor reemplaza a la competencia; este es el “amor propio”.

Una fábrica de Moscú, verbigracia, envía un desafío a una fábrica de Leningrado y le dice que va a producir más que ella, menos caro y mejor. Entonces se celebra entre las dos fábricas, durante un año o seis meses, una competencia puramente deportiva.

Lo mismo ocurre en el cinema, y las fábricas cinematográficas se lanzan los mismos desafíos sobre la calidad de sus films. Esto es un precioso estimulante del trabajo.

Así juega el movimiento colectivista un gran rol en la producción de films.

 Por de pronto cuando escogemos un tema no tenemos en cuenta nuestros nervios, nuestra diversión o nuestra curiosidad. Cuando nosotros escogemos un tema es siempre un tema que interese a las masas y que tenga un valor actual para todo el mundo.

 Tenemos, para el film como para todos los otros terrenos de nuestra industria, un plan de cinco años. Es un plan que fija los temas primarios y las cuestiones principales que deben ser resueltos durante estos cinco años en el cinema. Se reserva un puesto para los temas imprevistos que la actualidad pueda suministrar, pero existe un plan general al que uno debe atenerse. Los problemas con que nosotros nos enfrentamos son siempre aquellos que tienen una gravedad más apremiante. Por ejemplo, La lucha por la tierra[1]  tiene como asunto la necesidad de la industrialización y la organización cooperativa de las aldeas. También las cuestiones de moral y familia, obligadas por las condiciones nuevas a buscar soluciones nuevas, nos provocan continuamente nuevos temas cinematográficos. Una vez encontrado el tema, se traspasa con una orden a un escenarista o un régisseur profesional, quien construye un escenario. Cuando el escenario está terminado, se le discute colectivamente en las fábricas o en los lugares especiales interesados por la cuestión propuesta. Si se trata de un film  aldeano como La lucha por la tierra, se discute el escenario en los medios aldeanos, y, sabiendo que es un film hecho para él, cada campesino se interesa, da su opinión, dice lo que él piensa del tema, ayuda y construye -por su conocimiento del ambiente- a los temas  empeñados, y cumple así el rol que nosotros deseamos que cumpla.

Cuando comienza la filmación, las masas y las colectividades contribuyen también a su realización. Por ejemplo, en los grandes films de masas como La lucha por la tierra y Los diez días que asombraron al mundo, las grandes escenas de masas son representadas por obreros actores gratuitos y espontáneos. Cuando en Los diez días necesitamos realizar el asalto al  Palacio de Invierno, dos o tres mil obreros venían cada mañana y cada noche con dos  orquestas dispuestos a representar las escenas que nosotros queríamos que representaran. El  fusilamiento en las calles ha sido representado por voluntarios enteramente; ¡casi todos eran los mismos que en 1917 habían representando las cosas más seriamente que diez años después, en 1917! Esto nos dio la posibilidad de restituir la atmósfera y la verdad de los hechos.

Yo digo siempre que una utilización semejante de las masas no es posible más que en la U.R.S.S., porque no hay muchos países donde puedan llevarse impunemente a la calle dos o tres mil obreros cargados de fusiles.

Cuando el film está terminado, antes de presentarlo en los teatros, se envía a las fábricas y las aldeas, y las clases en él representadas hacen una crítica severa. Es una tarea muy difícil la de controlar un film que acaba de terminarse. Hace falta llevarlo a la fábrica y escuchar lo que dice con objeto de modificar vuestro film y agregarle lo que sea necesario para que llegue a expresar verdaderamente lo que vosotros queréis que exprese.

Respecto a las fórmulas cinematográficas, el movimiento colectivista juega igualmente un poderoso rol. La necesidad de hacer films de valor colectivo nos ha ayudado a romper el triángulo sagrado de la dramaturgia clásica, que comprende el marido, la mujer y el amante.

Nosotros queremos entrar en la vida. Si hacemos un film que concierne a la vida de la flota, vamos a Odesa, a Sebastopol, entramos en el medio de los marinos, estudiamos la atmósfera, los sentimientos de estas gentes, y conseguimos así obtener el sentimiento medio que nos interesa. Si es un film aldeano, vamos a las aldeas y pasamos el tiempo entre los campesinos, preparándonos para obtener el color local y el sentimiento de la tierra.

Ya hemos dicho que el cinema no es sólo representado por actores profesionales; creemos que los simples particulares pueden, a veces, expresar mejor sus sentimientos, ser más naturales que los actores de oficio. En muchos casos es sencillamente una cuestión de tiempo.

Si un actor para representar un papel de viejo ha tenido dos o tres jornadas para prepararse y para la representación, un verdadero viejo tiene ya sesenta años ganados para representar su papel, y debe portarse, por tanto, mejor que un actor. Pero la consecución de actores no profesionales encierra muchas dificultades. Debe encontrarse en una muchedumbre de rostros las expresiones y las cabezas que quieren tenerse para que correspondan a la idea con que se ha hecho el escenario. Hace falta descubrir en los personajes reales la expresión característica que flota en vuestra imaginación.

Cuando se ha encontrado el personaje, comienzan otras dificultades. Abordáis a este personaje y le decís: ¿Quiere usted ser filmado? casi todos contestan: Sí. Pero, casi inmediatamente agregan que ellos no se dejan fotografiar más que en familia. Es una tradición para la fotografía: el marido, la mujer, los hijos, la abuela se niegan a separarse y es difícil hacerles comprender que no hay necesidad de todos ellos. A veces es, a pesar de todo, imposible; en La lucha por la tierra hay una mujer que no ha consentido en ser fotografiada más que con la condición de tener a su lado a su suegra, porque su marido estaba en otra aldea y ella temía que se dijeran malas cosas sobre ella.

En estos casos hay un truco a emplear, consiste en tomar el cuadro dejando fuera a la persona que no queréis vosotros fotografiar.

Hay todavía una dificultad más complicada cuando se quiere que un personaje, que es honrado en la vida, represente en el film un rol negativo. Representar un papel positivo es muy fácil, pero representar el papel de  “malo” es muy difícil porque hay siempre miedo de que entre los conocidos y los vecinos se tomen por reales las malas acciones cometidas ante el écran.

Hay todavía otros obstáculos. Durante nuestros trabajos para La lucha por la tierra tuvimos que visitar regiones primitivas donde hay muchas tradiciones medievales y donde encontramos dificultades extraordinarias. Debíamos, por ejemplo, filmar una escena de bodas. El primer día habíamos reunido, con facilidad, veinte muchachas que debían representar en estas nupcias.  Todo marchaba bien y habíamos comenzado a filmar, pero al segundo día ninguna de las veinte muchachas se presentó en el taller. No podíamos comprender por qué e indagamos inmediatamente lo que pasaba. Se nos contó en seguida que las mujeres viejas, siempre opuestas al progreso, habían convencido a las muchachas de que los aparatos de tomar las vistas podían fotografiar a través de los vestidos y que las muchachas, muy decentes durante la filmación, serían proyectadas desnudas como ninfas. Naturalmente, nadie quería dejarse fotografiar en nuestro cinema. Tuvimos que esforzarnos mucho para explicarles que aquello era imposible. La presencia de los rayos X en aquella villa había producido la creencia de que podía retratarse a través de todo.

La misma idea general preside las nuevas formas de cinema que nosotros buscamos actualmente. El cine no es considerado como el último estadio del film soviético. Pero él ha dado la posibilidad de romper la tradición del triángulo y ha de buscar otros modos de expresión en el film. Yo no quiero empequeñecer el rol de los actores de films históricos, de documentales o de abstractos. La gran diferencia entre sus buscas y las buscas del film de masas es que el film abstracto no se ocupa de organizar ni de provocar las emociones principalmente sociables del auditorio, mientras que el film de masas se devana primordialmente en estudiar cómo se puede por la imagen y la composición de las imágenes provocar la emoción de los espectadores. Nosotros no tenemos el recurso del asunto de aventuras, del asunto policíaco u otro; nos hace falta, por consiguiente, encontrar en la imagen y en sus combinaciones los medios para provocar las emociones perseguidas.

Es una cuestión de la cual nos hemos ocupado mucho. Después de haber trabajado mucho en esta dirección estamos enfrentados con la más grave tarea de nuestro arte: expresar por la imagen las ideas abstractas, concentrarlas de alguna manera; y esto no traduciendo una idea por cualquier anécdota o historia, sino encontrando directamente en la imagen o en las combinaciones de imágenes el medio de provocar reacciones sentimentales provistas y computadas con anterioridad.

Yo no sé si me explico claramente, pero considero la idea bastante comprensible por ella misma.

Se trata de realizar una serie de imágenes compuestas de tal manera que provoque un movimiento afectivo, que despierte en su torno una serie de ideas. De la imagen al sentimiento, del sentimiento a la tesis. Existe, evidentemente, procediendo así, el peligro de caer en lo simbólico; pero no se debe olvidar que el cinema es el único arte concreto que sea al propio tiempo dinámico y que pueda expresar las operaciones del pensamiento. Los otros artes no pueden excitar con igual potencia al pensamiento porque son estáticos y pueden solamente darle la réplica al pensamiento sin desenvolverlo realmente. Yo creo que la falta de excitación intelectual de que puede tacharse a los demás artes es conseguida por el cinema. Esta será la obra histórica del arte de nuestro tiempo, porque nosotros sufrimos un dualismo terrible entre el pensamiento, la especulación filosófica pura y el sentimiento, la emoción.

En los tiempos primitivos, los tiempos mágicos y religiosos, la ciencia era a la vez un elemento de emoción y un elemento de saber colectivo. Después, con el dualismo las cosas se han separado y nosotros tenemos de una parte la filosofía especulativa, de la otra el elemento emocional puro.

Nosotros debemos, ahora, dar una vuelta, no hacia el estado primitivo que era el estado religioso, pero sí hacia una síntesis del elemento emocional y el intelectual.

Creo que sólo el cinema es capaz de alcanzar esta síntesis retrayendo el elemento intelectual a sus fuentes vitales concretas y emocionales. He ahí nuestra tarea y el camino en que estamos empeñados. Este sería el punto de partida del próximo film que yo pienso hacer, el cual debe hacer pensar dialécticamente a nuestro obrero y a nuestro campesino. Este film se titulará El capital de Marx.

Como conclusión quiero deciros, todavía, que nuestros films son considerados por nosotros como una producción colectiva: porque nosotros intentamos expresar por nuestras obras tanto como sea posible las ideas y los intereses de las masas creadoras, y si nuestros films tienen una fuerza y un temperamento, esto no es más que la fuerza y el temperamento, así como de la voluntad de las masas creadoras que construyen, con esfuerzo enorme, el socialismo en nuestra unión.


[1] Título posterior que Eisenstein da a La línea general (N. de la R.).


lunes, 14 de mayo de 2012

LUCHA DE DOS LINEAS



"Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma con que se logra la unidad interna del Partido y demás colectividades revolucionarias en beneficio del combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma."



                              CONTRA EL LIBERALISMO

        (Presidente Mao Tse Tung. 7 de septiembre de 1937)


Estamos por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma con que se logra la unidad interna del Partido y demás colectividades revolucionarias en beneficio del combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma.

Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios, dando origen a un estilo decadente y vulgar, que conduce a la degeneración política a algunas organizaciones y miembros del Partido y demás colectividades revolucionarias. El liberalismo se manifiesta en diferentes formas:

A sabiendas de que una persona está en un error, no sostener una discusión de principio con ella y dejar pasar las cosas para preservar la paz y la amistad, porque se trata de un conocido, paisano, condiscípulo, amigo íntimo, ser querido, viejo colega o viejo subordinado. O bien buscando mantenerse en buenos términos con esa persona, rozar apenas! el asunto en lugar de ir hasta el fondo. Así, tanto la colectividad como el individuo resultan perjudicados. Este es el primer tipo de liberalismo.

Hacer críticas irresponsables en privado en vez de plantear activamente sugerencias a la organización. No decir nada a los demás en su presencia, sino andar con chismes a sus espaldas; o callarse en las reuniones, pero murmurar después. No considerar para nada los principios de la vida colectiva, sino dejarse llevar por las inclinaciones personales. Este es el segundo tipo.

Dejar pasar cuanto no le afecte a uno personalmente; decir lo menos posible aunque se tenga perfecta conciencia de que algo es incorrecto; ser hábil en mantenerse a cubierto y preocuparse únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo. Desobedecer las órdenes y colocar las opiniones personales en primer lugar; exigir consideraciones especiales de la organización, pero rechazar su disciplina. Este es el cuarto
tipo.

Entregarse a ataques personales, armar líos, desahogar rencores personales o buscar venganza, en vez de debatir los puntos de vista erróneos y luchar contra ellos en bien de la unidad, el progreso y el buen cumplimiento del trabajo. Este es el quinto tipo. Escuchar opiniones incorrectas y no refutarlas, e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar sobre ellas, tomándolas tranquilamente como si nada hubiera pasado. Este es el sexto tipo.

Al hallarse entre las masas, no hacer propaganda ni agitación, no hablar en sus reuniones, no investigar ni hacerles preguntas, sino permanecer indiferente a ellas, sin mostrar la menor preocupación por su bienestar, olvidando que se es comunista y comportándose como una persona cualquiera. Este es el séptimo tipo.
No indignarse al ver que alguien perjudica los intereses de las masas, ni disuadirlo, ni impedir su acción, ni razonar con él, sino dejarle hacer. Este es el octavo tipo.

Trabajar descuidadamente, sin plan ni orientación definidos; cumplir sólo con las formalidades y pasar los días vegetando: "mientras sea monje, tocaré la campana". Este es el noveno tipo.

Considerar que se ha rendido grandes servicios a la revolución y darse aires de veterano; desdeñar las tareas pequeñas pero no estar a la altura de las grandes; ser negligente en el trabajo y flojo en el estudio. Este es el décimo tipo.

Tener conciencia de los propios errores pero no intentar corregirlos, tomando una actitud liberal para consigo mismo. Este es el undécimo tipo.


Podrían citarse otros tipos más, pero los once descritos son los principales. Todas éstas son manifestaciones de liberalismo. En una colectividad revolucionaria, el liberalismo es extremadamente perjudicial. Es una
especie de corrosivo, que deshace la unidad, debilita la cohesión, causa apatía y crea disensiones. Priva a las filas revolucionarias de su organización compacta y de su estricta disciplina, impide la aplicación cabal de su política y aleja a las organizaciones del Partido de las masas que éste dirige. Se trata de una tendencia sumamente perniciosa.

El liberalismo proviene del egoísmo de la pequeña burguesía; éste coloca los intereses personales en primer plano y relega los intereses de la revolución al segundo, engendrando así el liberalismo en los terrenos ideológico, político y organizativo.

Los adictos al liberalismo consideran los principios del marxismo como dogmas abstractos. Aprueban el marxismo, pero no están dispuestos a practicarlo o a practicarlo cabalmente; no están dispuestos a sustituir su liberalismo por el marxismo Tienen su marxismo y también su liberalismo hablan del marxismo pero practican el liberalismo el marxismo es para los demás y el liberalismo para ellos, mismos. Llevan ambos en su bagaje y encuentran aplicación para uno y otro. Así es como funciona el cerebro de cierta gente.

El liberalismo constituye una manifestación de oportunismo y es radicalmente opuesto al marxismo. Es negativo y, objetivamente, hace el juego al enemigo. De ahí que éste se alegre si en nuestras filas persiste el liberalismo. Por ser tal su naturaleza, no debe haber lugar para el liberalismo en las filas revolucionarias.

Debemos emplear el espíritu marxista, que es positivo, para superar el liberalismo, que es negativo. El comunista debe ser sincero y franco leal y activo, poner los intereses de la revolución por encima de su propia vida y subordinar sus intereses personales a los de 1a revolución; en todo momento y lugar ha de adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente contra todas las ideas y acciones incorrectas, a fin de consolidar la vidacolectiva del Partido y la ligazón de éste con las masas ha de preocuparse más por el Partido y las masas que por ningún individuo, y más por los demás que por sí mismo. Sólo una persona así es digna de llamarse comunista.

Todos los comunistas leales, francos, activos y honrados deben unirse para combatir las tendencias liberales, que cierta gente tiene, y encauzar a ésta por el camino correcto. He aquí una de nuestras tareas en el frente ideológico