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lunes, 14 de enero de 2013

DICTADURA DEL PROLETARIADO - (LENIN)


SOBRE EL SOCIALISMO Y LA DICTADURA DEL PROLETARIADO
(2 – Lenin)

Lenin analizó magistralmente la cuestión fundamental de socialismo y dictadura del proletariado, desarrollando el marxismo; profundizó principalmente el socialismo como “período de transición” y el ejercicio de la dictadura del proletariado. En su gran obra “El Estado y la revolución” sobre el socialismo como primera fase del comunismo escribió:

“Esta sociedad comunista, que acaba de salir de la entraña del capitalismo al mundo de Dios y que lleva en todos sus aspectos el sello de la sociedad antigua, es la que Marx llama `primera’ fase o fase inferior de la sociedad comunista.
Los medios de producción han dejado de ser ya propiedad privada de los individuos. Los medios de producción pertenecen a toda la sociedad. Cada miembro de la sociedad, al ejecutar una cierta parte del trabajo socialmente necesario, obtiene de la sociedad un certificado acreditativo de haber realizado tal o cual cantidad de trabajo. Por este certificado recibe de los almacenes sociales de artículos de consumo la cantidad correspondiente de productos. Deducida la cantidad de trabajo que pasa al fondo social, cada obrero, por tanto, recibe de la sociedad lo que entrega a ésta.
Reina, al parecer, la ‘igualdad’.
Pero cuando Lassalle, refiriéndose a este orden social (al que se suele dar el nombre de socialismo, pero que Marx denomina la primera fase del comunismo), dice que esto es una ‘distribución justa’, que es ‘el derecho igual de cada uno al producto igual del trabajo’, Lassalle se equivoca, y Marx pone al descubierto su error.
‘Aquí –dice Marx- tenemos realmente un ‘derecho igual’, pero esto es todavía ‘un derecho burgués’, que, como todo derecho, presupone la desigualdad. Todo derecho significa la aplicación de un rasero igual a hombres distintos, a hombres que en realidad no son idénticos, no son iguales entre si; por tanto, el `derecho igual’ es una infracción de la igualdad y una injusticia’. En efecto, cada cual obtiene, si ejecuta una parte de trabajo social igual que el otro, la misma parte de producción social (después de hechas las deducciones indicadas).
Sin embargo, los hombres no son todos iguales, unos son más fuertes y otros más débiles, unos son casados y otros solteros, unos tienen más hijos que otros, etc.
‘A igual trabajo –concluye Marx- y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más que otros, unos son más ricos que otras, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho tendría que ser no igual, sino desigual...’
Consiguientemente, la primera fase del comunismo no puede proporcionar todavía justicia ni igualdad: subsisten las diferencias de riqueza, diferencias injustas; pero no será posible ya la explotación del hombre por el hombre, puesto que no será posible apoderarse, a titulo de propiedad privada, de los medios de producción, de las fábricas, las máquinas, la tierra, etc. Pulverizando la frase confusa y pequeño burguesa de Lassalle sobre la ‘igualdad’ y la ‘Justicia’ en general, Marx muestra el curso de desarrollo de la sociedad comunista, que en sus comienzos se verá obligada a destruir solamente aquella injusticia que consiste en que los medios de producción sean usurpados por individuos aislados, pero que no estará en condiciones de destruir de golpe también la otra injusticia, consistente en la distribución de los artículos de consumo ‘según el trabajo’ (y no según las necesidades).
Los economistas... reprochan constantemente a los socialistas el olvidarse de la desigualdad de los hombres y el ‘soñar’ con destruir esta desigualdad. Este reproche solo demuestra, como vemos, la extrema ignorancia de los señores ideólogos burgueses.
Marx no sólo tiene en cuenta del modo mas preciso la inevitable desigualdad de los hombres, sino que tiene también en cuenta que el solo paso de los medios de producción a propiedad común de toda la sociedad (el ‘socialismo’, en el sentido corriente de la palabra) no suprime los defectos de la distribución y la desigualdad del `derecho burgués’ el cual sigue imperando, por cuanto los productos son distribuidos ‘según el trabajo’.
‘...Pero estos defectos –prosigue Marx- son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista, tras largos dolores para su alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica y al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado...’
Así, pues, en la primera fase de la sociedad comunista (a la que suele darse el nombre de socialismo) el ‘derecho burgués’ no se suprime completamente, sino solo parcialmente, solo en la medida de la transformación económica ya alcanzada, es decir, solo en lo que se refiere a los medios de producción. El ‘derecho burgués reconoce la propiedad privada de los individuos sobre los medios de producción. El socialismo los convierte en propiedad y común. En este sentido –y sólo en este sentido- desaparece el ‘derecho burgués’.
Sin embargo, este derecho persiste en otro de sus aspectos, persiste como regulador de la distribución de los productos y de la distribución del trabajo entre los miembros de la sociedad. ‘El que no trabaja, no come’: es el principio socialista es ya una realidad; `a igual cantidad de trabajo, igual cantidad de productos’: también es ya una realidad este principio socialista. Sin embargo, esto no es todavía el comunismo, ni suprime todavía el derecho burgués que da una cantidad igual de productos a hombres que no son iguales y por una cantidad desigual (desigual de hecho) de trabajo.
Esto es un ‘defecto’, dice Marx, pero un defecto inevitable es la primera fase del comunismo, pues, sin caer en utopismo, no se puede pensar que, al derrocar el capitalismo, los hombres aprenderán a trabajar inmediatamente para la sociedad sin sujeción a ninguna norma de derecho; además, la abolición del capitalismo no sienta de repente tampoco las premisas económicas para este cambio.”

Y, en la misma obra, sobre el control social y estatal:

“Mientras llega la fase ‘superior’ del comunismo, los socialistas exigen el más riguroso control por parte de la sociedad y por parte del Estado sobre la medida de trabajo y la medida de consumo, pero este control sólo debe comenzar con la expropiación de los capitalistas, con el control de los obreros sobre los capitalistas, y no debe llevarse a cabo por un Estado de burócratas, sino por el Estado de los obreros armados.
La defensa interesada del capitalismo por los ideólogos burgueses (Y sus acólitos por el estilo de señores como los Tsereteli, los Chernov y Cía.) consiste precisamente en suplantar por discusiones y charlas sobre un remoto porvenir la cuestión mas candente y mas actual de la política de hoy: la expropiación de los capitalistas, la transformación de todos los ciudadanos en trabajadores y empleados de un gran ‘consorcio’ único, a saber, de todo el Estado, y la subordinación completa de todo el trabajo de todo este consorcio a un Estado realmente democrático, el Estado de los Soviets de Diputados Obreros y Soldados.”

Así como su gran conclusión sobre el “Estado burgués, sin burguesía”:

“En su primera fase, en su primer grado, el comunismo no puede presentar todavía una madurez económica completa, no puede aparecer todavía completamente libre de las tradiciones o de las huellas del capitalismo. De aquí un fenómeno tan interesante como la subsistencia del ‘estrecho horizonte del derecho burgués’ bajo el comunismo, en su primera fase. El derecho burgués respecto a la distribución de los artículos de consumo presupone también inevitablemente, como es natural, un Estado burgués, pues el derecho no es nada sin un aparato capaz de obligar a respetar las normas de aquél.
De donde se deduce que bajo el comunismo no sólo subsiste durante un cierto tiempo el derecho burgués, sino que ¡subsiste incluso el Estado burgués, sin burguesía!
Esto podrá parecer una paradoja o un simple juego dialéctico de la inteligencia, que es de lo que acusan frecuentemente a los marxistas gentes que no se han impuesto ni el menor esfuerzo para estudiar el contenido extraordinariamente profundo del marxismo.
En realidad, la vida nos muestra a cada paso los vestigios de lo viejo en lo nuevo, tanto en la naturaleza como en la sociedad. Y Marx no trasplantó caprichosamente al comunismo un trocito de ‘derecho burgués’, sino que tomó lo que es económica y políticamente inevitable en una sociedad que brota de la entraña del capitalismo.” (Ibídem).

Lenin, en “Economía y política en la época de la dictadura del proletariado”, en su parte I trata el “período de transición” y la negación del mismo por revisionistas y oportunistas:

“Teóricamente no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo media cierto período de transición. Este período no puede por menos de aunar los rasgos o las, propiedades de estos dos sistemas de economía social. No puede ser más que un período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente o, en otras palabras, entre el capitalismo derrotado, pero no aniquilado, y el comunismo ya con vida, pero todavía muy débil.
La necesidad de toda una época histórica caracterizada por estos rasgos del período de transición, tiene que ser evidente por si misma, no sólo para el marxista, sino para cualquier persona culta que de un modo u otro, conozca la teoría del desarrollo. Y sin embargo, todos los razonamientos que sobre el tránsito al socialismo escuchamos de los actuales representantes de la democracia pequeño burguesa (como lo son, pese a su pretendido rótulo socialista, todos los representantes de la II Internacional, incluyendo a individuos tales como Macdonald y Jean Longuet, Kautsky y Friedrich Adler) se distinguen por el completo olvido de esta verdad evidente. Los demócratas pequeñoburgueses se caracterizan por su aversión a la lucha de clases, por sus sueños acerca de la posibilidad de eludir esta lucha, por su tendencia a limar, paliar y conciliar las cortantes aristas. De ahí que esa clase de demócratas se desentiendan de cualquier reconocimiento de toda una etapa histórica de tránsito del capitalismo al comunismo o consideren que su cometido consiste en cavilar planes encaminados a reconciliar a las dos fuerzas beligerantes, en lugar de dirigir la lucha de una de ellas.”

Así como en la parte IV trata el trascendental punto de la supresión de las clases:

“El socialismo es la supresión de las clases.
Para suprimir las clases lo primero que hace falta es derrocar a los terratenientes y capitalistas. Hemos cumplido esta parte de la tarea, pero es sólo una parte y no la más difícil. Para acabar con las clases es preciso, en segundo lugar, suprimir la diferencia existente entre obreros y campesinos, convertir a todos en trabajadores. Y no es posible hacerlo de le noche a la mañana.
Para resolver esta segunda parte de la tarea que es la más difícil, el proletariado, después de vencer a la burguesía debe mantener de modo inquebrantable la siguiente línea política fundamental respecto de los campesinos: separar, diferenciar a los campesinos trabajadores de los propietarios, a los campesinos laboriosos de los campesinos comerciantes, a los campesinos trabajadores de los campesinos especuladores.
En esta diferenciación está la esencia del socialismo.”

En tanto que, en la V parte, remata magistralmente tratando socialismo, clases y dictadura del proletariado:

“El socialismo es la supresión de las clases. La dictadura del proletariado ha hecho para lograrlo cuanto estaba a su alcance. Pero las clases no pueden suprimirse de golpe.
Durante la época de la dictadura del proletariado subsisten y subsistirán las clases. La dictadura dejará de ser necesaria cuando no existan clases. Pero éstas no desaparecerán sin la dictadura del proletariado.
Subsisten las clases pero cada una de ellas cambió de aspecto en la época de la dictadura del proletariado, lo mismo que cambiaron sus relaciones mutuas. La lucha de clases no desaparece bajo la dictadura del proletariado; lo único que hace es asumir nuevas formas.
Bajo el capitalismo, el proletariado era una clase oprimida, carente de toda propiedad sobre los medios de producción, la única clase directa y totalmente contra puesta a la burguesía, y por lo tanto la única capaz de ser revolucionaria hasta el fin. Después de derrocar a la burguesía y de conquistar el poder político, el proletariado ha pasado a ser la clase dominante: tiene en sus manos el poder estatal, dispone de los medios de producción ya socializados, dirige a los elementos y clases vacilantes e intermedios y aplasta la creciente energía de la resistencia de los explotadores. Todas estas son tareas específicas de la lucha de clases, tareas que antes no se planteaba ni podía plantearse el proletariado.
La clase de los explotadores, los terratenientes y capitalistas no ha desaparecido ni puede desaparecer en seguida bajo la dictadura del proletariado. Los explotadores han sido derrotados, pero no aniquilados. Conservan una base internacional, el capital internacional, del cual son parte integrante. Conservan, en parte, algunos medios de producción, conservan el dinero, conservan enormes relaciones sociales. Y como consecuencia precisamente de su derrota se ha multiplicado en cien y en mil veces su fuerza de resistencia. El ‘arte’ de dirigir el Estado, el ejército y la economía les da una enorme superioridad, y en consecuencia su importancia es muchísimo mayor que su proporción numérica dentro de la cifra global de la población. La lucha de clase de los explotadores derrocados contra la vanguardia victoriosa de los explotados, es decir, contra el proletariado, se ha hecho encarnizada en grado considerable. Y no puede ser de otro modo, si en realidad nos referimos a la revolución y no suplantamos este concepto (como lo hacen todos los héroes de la II Internacional) por ilusiones reformistas.
Por último, el campesinado, como toda la pequeña burguesía en general, ocupa también bajo la dictadura del proletariado una situación intermedia: por una parte se trata de una masa bastante considerable (en la atrasada Rusia, inmensa) de trabajadores, unida por el interés común de los trabajadores, de liberarse de los terratenientes y de los capitalistas; por otra parte, se trata de pequeños patronos, propietarios y comerciantes individuales. Esta situación económica provoca de modo inevitable su actitud vacilante entre el proletariado y la burguesía. Y al agudizarse la lucha entre estas dos clases, al producirse un viraje increíblemente brusco en todas las relaciones sociales, y dado que entre los campesinos y los pequeños burgueses en general se advierte una mayor propensión hacia lo viejo, lo rutinario, lo inmutable, es natural que se manifiesten entre ellos oscilaciones de un campo a otro, vacilaciones, cambios de frente, inseguridad, etc.
Con respecto a esta clase -o a estos elementos sociales- la tarea del proletariado consiste en dirigir, en luchar por someterlos a su influencia. Lo que el proletariado debe hacer es conducir a los vacilantes, a los inseguros, tras de sí.
Si enfocamos en su conjunto a todas las fuerzas o clases fundamentales, en sus relaciones mutuas, tal como fueron modificadas por la dictadura del proletariado, nos daremos cuenta de cuán ilimitadamente absurdo es, desde el punto de vista teórico, y qué estupidez tan grande representa esa idea pequeñoburguesa corriente del paso al socialismo ‘a través de la democracia’ en general, que encontramos en todos los representantes de la II Internacional. La base sobre la que descansa este error es el prejuicio, heredado de la burguesía, acerca de lo que se considera como contenido de una ‘democracia’ absoluta, situada por encima de las clases. En realidad, con la dictadura del proletariado también la democracia entra en una fase totalmente nueva, y la lucha de clases se eleva a una etapa superior, haciendo que se supediten a ella cada una de las diversas formas.
Las frases generales sobre la libertad, la igualdad y la democracia no son, en realidad, otra cosa que la ciega repetición de conceptos calcados sobre el molde de las relaciones de producción mercantil. Querer resolver por medio de estas frases generales las tareas concretas de la dictadura del proletariado equivale a pasarse en toda la línea a las posiciones teóricas, de principio, de la burguesía. Desde el punto de vista del proletariado, el problema se formula así y sólo así: ¿libertad con respecto a la opresión de qué clase? ¿Igualdad entre qué clases? ¿Democracia en base a la propiedad privada, o en base a la lucha por la abolición de la propiedad privada?, etc.
Hace mucho tiempo que Engels explicó en el Anti-Dühring que el concepto de igualdad, calcado sobre el molde de las relaciones de producción mercantil, se convierte en un prejuicio, a menos que la igualdad se entienda en el sentido de la supresión de las clases. Esta verdad elemental acerca de la diferencia entre el concepto democrático-burgués y el socialista de igualdad, suele olvidarse siempre. Cuando no se la olvida, se comprende con toda evidencia que el proletariado, al derrocar a la burguesía, da el paso decisivo hacia la supresión de las clases, y que, para alcanzar esa meta, el proletariado debe proseguir su lucha de clase utilizando para ello el aparato del poder estatal y empleando diversos métodos de lucha, de influencia y acción con respecto a la burguesía derrocada y a la pequeña burguesía vacilante.”

Y sobre lo central: la dictadura del proletariado, tener presente siempre muy seria y profundamente lo establecido por Lenin:

“Quien reconoce solamente la lucha de clases no es aún marxista, puede mantenerse todavía dentro del marco del pensamiento burgués y de la política burguesa. Limitar el marxismo a la doctrina de la lucha de clases significa cercenar el marxismo, tergiversarlo, reducirlo a algo aceptable para la burguesía. Sólo es un marxista quien hace extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado. En ello estriba la más profunda diferencia entre un marxista y un pequeño (o un gran) burgués ordinario. Esta es la piedra de toque en la que deben comprobarse la comprensión y el reconocimiento reales del marxismo.” (“El Estado y la revolución”).

“En toda transición del capitalismo al socialismo, la dictadura es necesaria por dos razones principales o en dos direcciones principales. Primero: es imposible vencer y desarraigar el capitalismo sin aplastar implacablemente la resistencia de los explotadores que no pueden ser privados de una vez de sus riquezas, de sus ventajas en cuanto a organización y conocimientos, y en consecuencia tratarán inevitablemente, durante un período bastante largo, de derrocar el odiado Poder de los pobres. Segundo: toda gran revolución, y particularmente una revolución socialista, incluso cuando no existe una guerra exterior, es inconcebible sin guerra interior, es decir, sin guerra civil, que acarrea una ruina aún mayor que la ocasionada por una guerra exterior, que significa miles y millones de casos de vacilación y de paso de un campo a otro, que significa un estado de extrema incertidumbre, desequilibrio y caos. Y naturalmente todos los elementos de descomposición de la vieja sociedad, fatalmente muy numerosos y ligados sobre todo a la pequeña burguesía (pues es a ésta a la que toda guerra y toda crisis arruinan y destruyen en primer termino), no pueden dejar de `manifestarse’ en una revolución tan profunda. Y esos elementos de descomposición no pueden `manifestarse’ más que por medio de un aumento de la delincuencia, la golfería, el soborno, la especulación y toda clase de excesos. Para acabar con todo esto se requiere tiempo y hace falta una mano de hierro.
La historia no conoce ninguna gran revolución en la que el pueblo no sintiera esto instintivamente y no manifestara una firmeza salvadora fusilando a los ladrones en flagrante. La desgracia de las revoluciones anteriores consistía en que el entusiasmo revolucionario de las masas, que las mantenía en un estado de tensión y les daba la Fuerza para reprimir implacablemente a los elementos de descomposición, no duraba mucho tiempo. La causa social, o sea, de clase, de tal inestabilidad del entusiasmo revolucionario de las masas residía en la debilidad del proletariado, el único capaz (si es bastante numeroso, consciente y disciplinado) de atraerse a la mayoría de los trabajadores y explotados (la mayoría de los pobres, empleando un término más sencillo y popular),y de mantener el Poder durante un plazo suficientemente largo para aplastar por completo a todos los explotadores y a todos los elementos de descomposición.
Esta experiencia histórica de todas las revoluciones, esta lección -económica y política-histórica mundial, fue sintetizada por Marx en su fórmula breve, aguda, precisa y clara: dictadura del proletariado.” (“Las tareas inmediatas del Poder soviético”).

“La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada y más implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se decuplica con su derrocamiento (aunque no sea más que en un solo país) y cuyo poderío consiste, no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y solidez de las relaciones internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Pues, por desgracia, ha quedado todavía en el mundo mucha y mucha pequeña producción y la pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa. Por todos estos motivos, la dictadura del proletariado es necesaria, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una guerra prolongada, tenaz, encarnizada, a muerte, una guerra que exige serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y una voluntad única.” (“La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”).

“Nosotros en Rusia (en el tercer año posterior al derrocamiento de la burguesía) estamos dando los primeros pasos en la transición del capitalismo al socialismo, o a la etapa inferior del comunismo. Las clases aún existen y seguirán existiendo durante años, en todas partes, después de la conquista del Poder por el proletariado. Quizás en Inglaterra donde no hay campesinado (¡pero donde existen pequeños propietarios!), este período pueda ser más corto. Abolir las clases no sólo significa echar a los terratenientes y a los capitalistas, cosa que nosotros hicimos con relativa facilidad; significa también abolir a los pequeños productores de mercancías, y éstos no pueden ser echados o aplastados; hay que vivir en buena armonía con ellos. Se puede (y se debe) transformarlos, reeducarlos, sólo mediante una labor de organización muy prolongada, lenta y prudente. Ellos rodean al proletariado, por todas partes, con un ambiente pequeño burgués que penetra y corrompe al proletariado; provocan constantemente en el proletariado reincidencias en la pusilanimidad pequeñoburguesa, la desunión, el individualismo y la transición de la exaltación al abatimiento. Para contrarrestar esto, para permitir que el proletariado ejerza acertada, eficaz y victoriosamente su papel de organizador (y ése es su papel principal), son imprescindibles la centralización y la disciplina más rigurosas en el partido político del proletariado. La dictadura del proletariado es una lucha persistente, cruenta e incruenta, violenta y pacifica, militar y económica, educacional y administrativa, contra las fuerzas y las tradiciones de la vieja sociedad. La fuerza de la costumbre de millones y decenas de millones de personas es la fuerza más terrible. Sin un partido férreo, templado en la lucha, sin un partido que goce de la confianza de todas las personas honestas de la clase de que se trata, sin un partido capaz de observar el estado de ánimo de las masas e influir sobre él, es imposible llevar a cabo con éxito esta lucha. Es mil veces más fácil vencer a la gran burguesía centralizada que ‘vencer’ a los millones y millones de pequeños propietarios; éstos, con su actividad corruptora, cotidiana, prosaica, invisible, imperceptible, producen los mismos resultados que necesita la burguesía y que restauran a la burguesía. Quien debilita en lo mas mínimo la disciplina férrea del partido del proletariado (en especial durante su dictadura), ayuda de hecho a la burguesía contra el proletariado.” (Ibídem).

“Entre los ingenieros soviéticos, entre los maestros soviéticos, y entre los obreros privilegiados, es decir, los más calificados y colocados en las mejores condiciones, en las fábricas soviéticas, observamos un constante renacimiento de absolutamente todos los rasgos negativos propios del parlamentarismo burgués, y sólo mediante una lucha repetida, incansable, prolongada y tenaz basada en la organización y la disciplina proletarias estamos venciendo –poco a poco- este mal.” (“La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo”).

“La revolución que hemos iniciado, que hemos estado realizando durante dos años y que estamos firmemente resueltos a llevar hasta el fin (aplausos), es posible y factible solo a condición de que logremos traspasar el Poder a la nueva clase, a condición de que la burguesía, los esclavistas capitalistas, los intelectuales burgueses, los representantes de todos los poseedores, de todos los propietarios, sean reemplazados de abajo arriba por la nueva clase en todas las esferas del gobierno, en toda la causa de la construcción estatal, en toda la dirección de la nueva vida.” (“Informe en el II Congreso de Sindicatos de Toda Rusia”).

¡ELECCIONES, NO!
¡GUERRA POPULAR, SI!

Comité Central
Partido Comunista del Perú

martes, 8 de enero de 2013

DICTADURA DEL PROLETARIADO (MARX)

SOBRE EL SOCIALISMO Y LA DICTADURA DEL PROLETARIADO
(1 – Marx)

Socialismo y dictadura del proletariado es otra cuestión fundamental del marxismo-leninismo-maoísmo; más aún hoy cuando, convergentemente, la nueva ofensiva contrarrevolucionaria revisionista de Gorbachov y Teng y la nueva arremetida imperialista niegan el socialismo y sus grandes conquistas con Lenin, Stalin y el Presidente Mao, así como central y principalmente la dictadura del proletariado. Por esto, hoy más que nunca, el proletariado, el pueblo y los comunistas, principalmente, debemos enarbolar mas todavía la teoría del marxismo sobre socialismo y dictadura del proletariado, defender las grandiosas victorias del proletariado Internacional en estos campos y proseguir indeclinablemente el mismo camino; pues, es el único camino para la emancipación de la humanidad, para llegar al verdadero reino de la libertad, el comunismo.

El gran fundador, Marx, en el Manifiesto, nos enseñó:

“La revolución comunista es la ruptura mas radical con las relaciones de propiedad tradicionales; nada de extraño tiene que en el curso de su desarrollo rompa de la manera mas radical con las ideas tradicionales.”

Y en su carta, de 1852, a Weydemeyer:

“En cuanto a mi, no me cabe el mérito de haber descubierto ni la existencia de las clases en la sociedad moderna ni su lucha entre si. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto el desarrollo histórico de esta lucha de las clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de estas. Lo nuevo que yo he aportado ha sido demostrar: l) que la existencia de las clases solo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado, 3) que esta dictadura no constituye de por si mas que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases.”

Y sobre el socialismo, su limitación y la subsistencia del derecho burgués:

“De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede. Congruentemente con esto, en ella el productor individual obtiene de la sociedad –después de hechas las obligadas deducciones-exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social de trabajo se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo de cada productor por separado es la parte de la jornada social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de ésta bajo otra forma distinta.
Aquí reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercancías, por cuanto éste es intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, porque bajo las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo. Pero, en lo que se refiere a la distribución de éstos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el intercambio de mercancías equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.
Por eso, el derecho igual sigue siendo aquí, en principio, el derecho burgués, aunque ahora el principio y la práctica ya no se tiran de los pelos, mientras que en el régimen de intercambio de mercancías, el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio, y no en los casos individuales.
A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero: por el trabajo.
Pero unos individuos son superiores física o intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, más trabajo, o pueden trabajar más tiempo; y el trabajo, para servir de medida, tiene que determinarse en cuanto a duración o intensidad; de otro modo, deja de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más que un obrero como los demás; pero reconoce, tácitamente, como otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes de los individuos, y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento. En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad. El derecho solo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fuesen desiguales) solo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les enfoque desde un punto de vista igual, siempre y cuando que se les mire solamente en un aspecto determinado; por ejemplo, en el caso concreto, sólo en cuanto obreros, y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo demás. Prosigamos: unos obreros están casados y otros no; unos tienen más hijos que otros, etc., etc. A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, unos obtienen de hecho más que otros, unos son más ricos que otros, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual.
Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado." (“Crítica al Programa de Gotha”).

Así como sobre el comunismo:

“En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según su capacidad; a cada cual, según sus necesidades!” (Ibídem).

En cuanto a la dictadura del proletariado, la imborrable conclusión sentada en la misma “Crítica al Programa de Gotha”:

“Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.”

Y:

“Al destruir las condiciones existentes de opresión mediante la entrega de todos los medios de trabajo a los trabajadores productores, y obligando de esta manera a cada individuo físicamente capaz a trabajar para ganarse la vida, quedara eliminada la única base de la dominación y opresión de clase Pero antes de que pueda con sumarse semejante cambio es necesaria una dictadura del proletariado, y su primera premisa es un ejército del proletariado” (“Discurso con motivo del VII aniversario de la Internacional”).

¡ELECCIONES, NO!
¡GUERRA POPULAR, SI!

Comité Central
Partido Comunista del Perú
1990

sábado, 7 de abril de 2012

RUSIA 1931



                                 RUSIA EN 1931

                            Reflexiones al pie del kremlin

                                                   



No podemos entender la lucha contra el revisionismo y los agentes de la burguesía dentro del movimiento comunista internacional sin la difusión de los grandes hitos del proletariado, desde la Comuna y pasando por  la Gran Revolución Cultural Proletaria hasta nuestros días, unido a la defensa de los grandes jefes que la revolución comunista ha ido generando.  Hoy es ineludible la defensa del Presidente Gonzalo contra todas las patrañas del imperialismo, el revisionismo y la reacción.


En este momento en el que el imperialismo se hunde en su crisis final y la dictadura del proletariado es atacada con saña por la burguesía y por los agentes de ésta, presentamos el testimonio de un comunista: César Vallejo.


César Vallejo fue testigo directo de la gesta del proletariado soviético en la construcción del socialismo dirigido por el Partido Bolchevique y el camarada Stalin. En la dictadura del proletariado encontró el obrero soviético su libertad. Esta gesta heroica  no pudo separarse de la lucha contra el imperialismo y los agentes de la burguesía infiltrados dentro del Partido y principalmente en la dirección de éste: trotski, zinoviev y otros, demostrando que el revisionismo es la vanguardia de la restauración capitalista y confirmando la tesis de la continuación de la lucha de clases en el socialismo, dándose de forma más aguda en la dirección del Partido Comunista.


El testimonio de César Vallejo se plasmó en el libro "Rusia 1931", la obra completa aparecerá próximamente aquí en el apartado de PÁGINAS, hoy ofrecemos un adelanto:








                        NOTA DEL AUTOR A LA  EDICIÓN  ESPAÑOLA
                                                        (César Vallejo)

Que yo sepa, la mayoría de los reportajes escritos sobre Rusia pueden clasificarse en cuatro categorías: el reportaje que, titulándose de estudio del mundo soviético, se limita, en realidad, a hablar únicamente de la Rusia prerrevolucionaria y antigua (casi todo el libro de Stefan Zweig); el estudio técnico, el  simple reportaje fotográfico y sin comentario y, por último, el reportaje interpretativo y crítico. Los reportajes de la primera categoría no valen la pena de ocuparse aquí de ellos, pues carecen de significación dentro de la bibliografía soviética. Hablemos un poco de las otras tres categorías El estudio técnico no concierne sino a los iniciados: políticos, economistas, hombres de ciencia, artistas. Es un informe profesional o académico para un círculo estrecho de profesionales. Su alcance termina donde empieza el criterio medio del gran público. Tales son, verbigracia, el informe de las Trades-Unions británicas, o el más reciente de la delegación industrial yanqui, o el libro de política de Herriot, o el de Moussinac sobre cinema, o el de Crowther sobre la ciencia soviética. El reportaje meramente informativo y noticioso, tratándose de un fenómeno tan proteico y fluyente como es la revolución rusa, apenas deja en el no iniciado impresiones superficiales, dispersas y, a la larga, falsas, sin encadenamiento ni contenido orgánicos. La simple exposición de un hecho aislado define, a lo sumo, la existencia de éste y una existencia de fachada aparente . Sólo su interpretación descubre el basamento social del hecho, su relación con los demás anteriores, simultáneos y posteriores; en fin: su movimiento dialéctico, su trascendencia vital, su perspectiva histórica. Un ejemplo de estos reportajes exclusivamente foto-gráficos es el libro de Hükbeklen. Los reportajes de la cuarta categoría son ya críticos; pero de una crítica sentimental y subjetiva (los libros de Istrati, de Durtain, de Violis, de Duha-mel). La base racional y objetiva del espíritu crítico rige con igual rigor en las ciencias sociales como en las ciencias naturales. Tan necio sería negar, por un motivo sentimental, que el sol alumbra, como negar, por ejemplo, que el trabajo es el único productor de la riqueza. De otro lado, tampoco se logra ex-plicar certeramente un hecho si el juicio no se desenvuelve en un terreno científico, o siquiera sea de cierta iniciación científica, accesible y necesaria al criterio medio del lector. No basta haber estado en Rusia: menester es poseer un mínimum de cultura sociológica para entender, coordinar y explicar lo que se ha visto. No hace falta añadir aquí que los demás libros de«impresiones» de viaje a Rusia no son más que pura literatura.

 El presente libro se dirige, de preferencia, al gran público. Mi propósito es de dar en él una imagen del proceso soviético, interpretada objetiva y racionalmente y desde cierto plano técnico. Trato de exponer los hechos tal como los he visto y comprobado durante mis permanencias en Rusia, y trato también de descubrirles, en lo posible, su perspectiva histórica, iniciando a los lectores en el conocimiento más o menos científico de aquéllos, conocimiento científico sin el cual nadie se explica nada claramente. Mi esfuerzo es, a la vez, de ensayo y de vulgarización. Los juicios de este libro parten del principio según el cual los acontecimientos no son buenos ni malos por sí mismos ni en si mismos, sino que tienen el alcance y la signi-ficación que les da su trabazón dentro del devenir social. Quiero decir con esto que yo avaloro la situación actual de Rusia. Más por la velocidad, el ritmo  y el sentido del fenómeno revolucionario —que constituyen el dato viviente y esencial de toda historia—, que por el índice de los resultados ya obtenidos, que es el dato anecdótico y muerto de la historia. La vida de un individuo o de un país exige, para ser comprendida, puntos de vista dialécticos, criterios en movimiento La trascendencia de un hecho reside menos en lo que él representa en un momento dado, que en lo que él representa como potencial de otros hechos por venir. De aquí que en este libro insisto a menudo en acotar y hacer resaltar los valores determinantes de futuras realidades, mediatas o inmediatas, pero ciertas e incontrastables.

Los datos estadísticos relativos a 1931 están tomados de las«Cifras de control» correspondientes a la coyuntura del se-gundo y tercer año del Plan Quinquenal.