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miércoles, 15 de enero de 2014

J.STALIN (SOBRE JEFATURA VII)




ENTREVISTA CON EL ESCRITOR
ALEMÁN EMILIO LUDWIG
(Extracto)

5 de diciembre de 1931

LUTDWIG: Le agradezco en extremo que haya tenido a bien recibirme. Llevo más de veinte años estudiando la vida y la actividad de eminentes personalidades históricas. Creo que conozco bien a la gente, pero, en cambio, no entiendo nada de las condiciones sociales y económicas.

STALIN: Es usted modesto en exceso.


LUDWIG: No; es exactamente como lo digo. Por esta precisa razón le haré preguntas que quizá le parezcan extrañas. Hoy mismo he visto aquí, en el Kremlin, algunas reliquias de Pedro el Grande, y la primera pregunta que quiero hacerle es la siguiente: ¿Admite usted un paralelo entre su persona y Pedro el Grande? ¿Se Considera usted como el continuador de la obra de Pedro el Grande?

STALIN: De ningún modo. Los paralelos históricos son siempre aventurados. Ese paralelo carece de sentido.

LUDWIG: Pero Pedro el Grande hizo mucho por el desarrollo de su país, para trasplantar a Rusia la cultura occidental.


STALIN. ― Sí, naturalmente, Pedro el Grande hizo mucho para elevar a la clase de los terratenientes y para desarrollar a la naciente clase de los comerciantes. Pedro el Grande hizo mucho por crear y consolidar el Estado nacional de los terratenientes y de los comerciantes. Tengo que añadir que la elevación de la clase de los terratenientes, la ayuda prestada a la clase naciente de los comerciantes y la consolidación del Estado nacional de esas clases se efectuaron a costa de los campesinos siervos, que eran esquilmados implacablemente.

En Cuanto a mí, no soy más que un discípulo de Lenin, y el fin de mi vida es ser su digno discípulo.

El objetivo a que he consagrado mi vida es la elevación de otra clase: la clase obrera. Mi objetivo no es consolidar un Estado "nacional" cualquiera, sino consolidar un Estado Socialista y, por lo tanto, un Estado internacional, cuyo robustecimiento contribuye Siempre a fortalecer a toda la clase obrera internacional. Si cada uno de mis pasos en la labor para elevar a la clase obrera y consolidar el Estado Socialista de esta clase no persiguiera el fin de asegurar y mejorar la situación de la clase obrera, estimaría que mi vida no tenía sentido.

Ya ve usted que su paralelo no es acertado. En Cuanto a Lenin y a Pedro el Grande, este último fue una gota de agua en el mar, y Lenin, todo un océano.

LUDWIG: El marxismo niega que el individuo desempeñe un gran papel en la historia. ¿No ve usted una contradicción entre la concepción materialista de la historia y el hecho de que usted reconozca, a pesar de todo, el gran papel de las personalidades históricas?

STALIN: No, no hay en esto ninguna contradicción. El marxismo no niega en modo alguno el papel de las personalidades eminentes, como tampoco niega que los hombres hacen La historia. En la Miseria de la filosofía y en otras obras de Marx puede usted hallar la afirmación de que son precisamente los hombres quienes hacen la historia. Pero, naturalmente, los hombres no hacen la historia obedeciendo a su fantasía, como les viene a la cabeza. Cada nueva generación encuentra condiciones determinadas, ya dadas cuando ella aparece. Y el valor que representan los grandes hombres depende de en qué medida saben comprender correctamente estas condiciones y cómo modificarlas. Si no comprenden estas condiciones y quieren modificarlas según les sugiere su fantasía, caen en la situación del Quijote. Así, pues, y exactamente según Marx, no se debe oponer los hombres a las condiciones. Son precisamente los hombres los que hacen la historia, pero sólo en la medida en que comprenden bien las condiciones dadas con que se encuentren y sólo en la medida en que comprenden cómo se debe modificarlas. Así es, por lo menos, como comprendemos a Marx nosotros, los bolcheviques rusos. Y hemos estudiado a Marx durante decenios.

LUDWIG. ­-— Hace aproximadamente treinta años, cuando estudiaba yo en la Universidad, muchos profesores alemanes, que se consideraban partidarios de la concepción materialista de la historia, nos inculcaban la idea de que el marxismo niega el papel de los héroes, el papel de las personalidades heroicas en la historia.

STALIN. ― Eran vulgarizadores del marxismo. El marxismo nunca ha negado el papel de los héroes. Por el contrario, reconoce que el papel que representan es considerable, pero con las reservas que acabo de hacer.






LENIN COMO ORGANIZADOR Y JEFE
DEL PARTIDO COMUNISTA DE RUSIA

23 de abril de 1920


Hay dos grupos de marxistas. Ambos actúan bajo la bandera del marxismo y Se consideran marxistas "genuinos". Sin embargo, distan mucho de ser idénticos. Es más: los separa un abismo, pues sus métodos de trabajo son diametralmente opuestos.

El primer grupo se limita, por lo común, a reconocer verbalmente el marxismo en lo externo, a proclamarlo solemnemente. Por incapacidad o por falta de deseo de penetrar en la esencia del marxismo, por incapacidad o por falta de deseo de llevarlo a la práctica, este grupo convierte los vivos y revolucionarios principios del marxismo en fórmulas sin vida y que nada dicen.

Este grupo no basa su actividad en la experiencia, en las enseñanzas del trabajo práctico, sino en citas de Marx. No saca sus instrucciones y directivas del análisis de la realidad viva, sino de analogías y de paralelos históricos. El divorcio entre las palabras y los hechos es el principal mal de este grupo. De aquí sus desilusiones y su eterno descontento con la suerte, que lo traiciona a cada paso y lo deja "con un palmo de narices". Este grupo lleva el nombre de menchevismo (en Rusia), de oportunismo (en Europa). El camarada Tyszka (Jogiches) caracterizó con bastante tino a este grupo en el Congreso de Londres, cuando dijo que no se mantenía en el punto de vista del marxismo, sino que yacía sobre él.

El segundo grupo, por el contrario, traslada el centro de gravedad del problema, del reconocimiento verbal del marxismo, a su aplicación, a su realización práctica. Este grupo concentra principalmente su atención en determinar las vías y los medios para la realización del marxismo que correspondan a la situación y en modificar esas vías y esos medios cuando la situación cambia. Este grupo no saca sus instrucciones y sus directivas de analogías y paralelos históricos, sino del estudio de las condiciones circundantes. Este grupo no basa su actividad en citas y máximas, sino en la experiencia práctica, comprobando cada paso suyo en la experiencia, aprendiendo de sus propios errores y enseñando a los demás a construir una nueva vida. Esto explica, en rigor, por que no hay divorcio entre las palabras y los hechos en la actuación de este grupo y por que en ella la doctrina de Marx conserva toda Su vital fuerza revolucionaria.

Se pueden aplicar con toda razón a este grupo las palabras de Marx de que los marxistas no pueden contentarse con interpretar el mundo, Sino que deben ir más lejos, para transformarlo. Este grupo lleva el nombre de bolchevismo, de comunismo.
El organizador y el jefe de este grupo es V. I. Lenin.


miércoles, 8 de enero de 2014

J.STALIN (SOBRE LA JEFATURA VI)








Recordad, amad, estudiad a Ilich, nuestro maestro, nuestro
jefe.
Luchad y venced a Ios enemigos interiores y exteriores, como
Io hacía Ilich.
Edificad Ia nuevo vida, el nuevo modo de vida, Ia nueva
cultura, como lo hacia Ilich.
Nunca; despreciéis lo pequeño en el trabajo, pues de lo pe-
queño se construye lo grande; en esto reside uno de los im-
portantes preceptos de Ilich.

J.Stalin


 21 de enero de 1925

 



HISTORIA DEL PARTIDO COMUNISTA (BOLCHEVIQUE)

Redactado por una comisión del CC del PCUS de la URSS
Aprobado en 1938 por el Comité Central

 (...)

La clase obrera de la Unión Soviética respondió a la muerte de Lenin apretando todavía más sus filas en torno al Partido leninista. En aquellos días luctuosos, todo obrero consciente meditó acerca de su actitud ante el Partido Comunista, el Partido que ponía en práctica los mandamientos de Lenin. Al Comité Central del Partido llegaron miles y miles de declaraciones de obreros sin partido pidiendo su ingreso en el Partido bolchevique. El Comité Central, haciéndose eco de este movimiento de los obreros de vanguardia, admitió su ingreso en masa en el Partido y abrió las puertas de éste a la promoción leninista. Ingresaron en el Partido nuevas decenas de millares de obreros. Ingresaron en él los que estaban dispuestos a dar la vida por la causa del Partido, por la causa de Lenin. En poco tiempo, pasaron a engrosar las filas del Partido bochevique más de 240.000 obreros. Se adhirió al Partido la parte más avanzada de la clase obrera, la más consciente y revolucionaria, la más audaz y disciplinada. Esta fué la promoción Ieninísta de nuevos afiliados al Partido.

La muerte de Lenin puso de manifiesto cuán estrechamente unido estaba el Partido bolchevique a las masas obreras y cuán entrañablemente querían estas al Partido leninista.En el II Congreso de los Soviets de la U.R.S.S., celebrado en los dias de duelo por la muerte de Lenin, el camarada Stalin pronunció, en nombre del Partido, un solemne juramento. En él dijo:


“Nosotros, los comunistas, somos hombres de un temple
especial. Estamos hechos de una trama especial. Somos los
que formamos el ejercito del gran estratega proletario, el ejér-
cito del camarada Lenin. No hay nada más alto que el honor
de pertenecer a este ejército. No hay nada superior al título de
miembro del Partido cuyo fundador y jefe es el camarada
Lenin . . .

Al dejarnos, el Camarada Lenin nos legó el deber de
mantener en alto y Conservar en toda su pureza el gran títu-
lo de miembro del Partido. Te juramos, camarada Lenin
que ejecutaremos con honor este mandato! . . .

Al dejarnos, el Camarada Lenin nos legó el deber de velar
por la unidad de nuestro Partido como por las niñas de
nuestros ojos. Te juramos, camarada Lenin, que ejecuta-
remos con honor también este mandato! . . .

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de con-
servar y fortalecer la dictadura del proletariado; te jura-
mos, camarada Lenin, que no escatimaremos esfuerzo para 
ejecutar con honor también este mandato! . . .

Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de,
afianzar, con todas nuestras fuerzas, la alianza de los obre­
ros y campesinos. Te juramos, camarada Lenin, que eje-
cutaremos con honor igualmente este mandato!. . .

El camarada Lenin nos hablaba insistentemente de la ne-
cesidad de una alianza voluntaria y libre entre los pueblos
de nuestro país, de la necesidad de su colaboración fraternal
dentro del marco de la Unión Soviética. Al dejarnos, el
camarada Lenin nos legó el deber de reforzar y extender la
Union de las Repúblicas. Te juramos, camarada Lenin,
que ejecutaremos con honor también este mandato! . . .

Lenin nos indicó repetidas veces que el fortalecimiento
del Ejercito Rojo Y su perfeccionamiento constituye una de
las más importantes tareas de nuestro Partido. Juremos, pues,
camaradas, que no escatimaremos esfuerzo para fortalecer
nuestro Ejército Rojo Y nuestra Flota Roja! . . .


Al dejarnos, el camarada Lenin nos legó el deber de
permanecer fieles a los principios de la
Internacional Comunista. Te juramos, camarada Lenin,
 que no regatearernos nuestra vida para fortalecer
y extender la unión de los trabajadores del mundo entero,
la Internacional Comunistal".


Tal fue el juramento del Partido bolchevique a su jefe, a Lenin, cuya obra perdurará a través de los siglos.

martes, 17 de diciembre de 2013

LENIN (JEFATURA V)







EL COMUNISMO "DE IZQUIERDA" EN
ALEMANIA. JEFES, PARTIDO, CLASE, MASA

LENIN

(«La enfermedad infantil del "izquierdismo" en el comunismo.» .1920)



El solo hecho de preguntar: "¿dictadura del partido o bien dictadura de clase?, ¿dictadura (partido) de los jefes o bien dictadura (partido) de las masas?" acredita la más increíble e irremediable confusión de ideas. Hay gentes que se esfuerzan por inventar algo enteramente original y no consiguen más, en su afán de sabiduría, que caer en el ridículo. De todos es sabido que las masas se dividen en clases, que oponer las masas a las clases no puede permitirse más que en un sentido, si se opone una mayoría aplastante, en su totalidad, sin distinguirse las posiciones ocupadas con relación al régimen social de la producción, a categorías que ocupan una posición especial en este régimen; que las clases están generalmente, en la mayoría de los casos, por lo menos en los países civilizados modernos, dirigidas por partidos políticos; que los partidos políticos están dirigidos, por regla general, por grupos más o menos estables de las personas más autorizadas, influyentes, expertas, elegidas para los cargos más responsables y que se llaman jefes. Todo esto es el abecé, todo esto es sencillo y claro. ¿Qué necesidad había de poner en su lugar no sé qué galimatías, no sé qué nuevo "volapuk"(1)? Por un lado, estas gentes, por lo visto, se han desorientado, cayendo en una situación difícil, cuando la sucesión rápida de la vida legal e ilegal del partido altera las relaciones ordinarias, normales y simples entre los jefes, los partidos y las clases.

(...)

Negar la necesidad del partido y de la disciplina del partido, he aquí el resultado a que ha llegado la oposición. Y esto equivale a desarmar completamente al proletariado en provecho de la burguesía. Esto da por resultado los vicios pequeñoburgueses: dispersión, inconstancia, falta de capacidad para el dominio de sí mismo, para la unión de los esfuerzos, para la acción organizada que producen inevitablemente, si se es indulgente con ellos, la ruina de todo movimiento revolucionario del proletariado. 
(...)

Por otra parte, salta a la vista el uso irreflexivo y arbitrario de algunas palabras "de moda" en nuestra época, como "la masa", "los jefes". La gente ha oído muchos ataques contra los "jefes" y se los ha aprendido de memoria, ha oido cómo les oponÍan a la "masa", pero no se ha tomado el trabajo de reflexionar acerca del sentido de todo esto. Al final de la guerra imperialista y después de ella, es cuando con más vivacidad y relieve se ha manifestado el divorcio entre "los jefes" y "la masa" en todos los países. La causa principal de este fenómeno ha sido explicada muchas veces por Marx y Engels, de 1852 a 1892, tomando el ejemplo de Inglaterra. La situación monopolista de dicho país dio origen al nacimiento de una "aristocracia obrera" oportunista, semipequeñoburguesa, salida de la "masa". Los jefes de esta aristocracia obrera se pasaban constantemente al campo de la burguesia y eran mantenidos por ella directa o indirectamente. Marx mereció el odio, que le honra, de estos canallas, porque les tildó públicamente de traidores. El imperialismo moderno (del siglo XX) ha creado también en favor de algunos países adelantados una situación privilegiada, monopolista, y sobre este terreno ha surgido en todas partes, dentro de la II Internacional, ese tipo de jefes traidores, oportunistas, socialchovinistas, que defienden los intereses de su corporación, de su reducida capa de aristocracia obrera. Estos partidos oportunistas se han separado de las "masas", es decir, de los sectores más vastos de trabajadores, de la mayoría de los mismos, de los obreros peor retribuidos. La victoria del proletariado revolucionario es imposible si no se lucha contra semejante mal, si no se desenmascara, si no se afrenta, si no se expulsa a los jefes oportunistas social traidores; tal es la política que ha llevado a la práctica la III Internacional. Pero llegar con este pretexto a contraponer, en términos generales, la dictadura de las masas a la dictadura de los jefes, es un absurdo ridículo y una imbecilidad. Lo más divertido es que, de hecho, en el lugar de los antiguos jefes que se atenían a las ideas comunes sobre las cosas simples, se destacan (encubriéndolo con la consigna de "abajo los jefes") jefes nuevos que dicen tonterías y disparates que escapan a todo calificativo.

(1). Volapuk : idioma internacional artificial, inventado en 1879 por el alemán Schleyer, que no alcanzó a popularizarse.



viernes, 29 de noviembre de 2013

LENIN (JEFATURA IV)







DISCURSO DE RESUMEN DE LA DISCUSIÓN SOBRE EL INFORME DEL COMITÉ CENTRAL

LENIN

IX CONGRESO DEL PC DE RUSIA
(30 de marzo de 1920)


Pero escuchad lo que escribe el camarada Tomski:

            « El principio fundamental en la estructura de los organismos  que regulan y dirigen la industria, único capaz de asegurar la participación de las grandes masas obreras sin partido a través de los  sindicatos, es el principio existente actualmente de dirección colectiva de la industria, desde el Presídium del Consejo Superior de Economia Nacional hasta la administración de la fábrica inclusive. Sólo en casos especiales, por acuerdo mutuo de los Presidiums del Consejo Superior de Economía Nacional y del Consejo Central de los Sindicatos de toda Rusia o de los Comités Centrales de los sindicatos correspondientes, debe admitirse la dirección unipersonal de las empresas, con la condición ineludible de que los sindicatos y sus organismos controlen  a los administradores individuales. Para asegurar la unidad del plan de edificación económica y la Coordinación en la actividad de los sindicatos y de los organismos económicos, la participación de los sindicatos en la dirección de la industria y en su regulación debe basarse en los siguientes principios:

a) los problemas generales de la política económica los discuten el CSEN y sus organismos con participación de los sindicatos; b) los cuerpos colegiados dirigentes de la economía los forman el CSEN y sus organismos junto con los organismos correspondientes de los Sindicatos; c) los cuerpos colegiados de los organismos económicos, al discutir junto con los sindicatos los problemas generales de la política económica de una u otra rama de la producción y al rendirles cuenta periódicamente de su actividad, son sólo organismos del CSEN y tienen el deber de cumplir únicamente sus disposiciones; todos los cuerpos colegiados de los organismos económicos tienen el deber de llevar a la práctica de manera absoluta las disposiciones de los organismos superiores del CSEN personal y colectivamente, respondiendo de su  cumplimiento sólo ante el CSEN»

            Esto es un embrollo espantoso de problemas teóricos elementales.

            Es cierto que la dirección se efectúa a través del administrador individual, mas quién será ese administrador - un especialista o un obrero -dependerá del número de administradores que tengamos del viejo y del nuevo régimen. Pero eso son cuestiones teóricas elementales. Hablemos de ello. Si queréis discutir la línea política del CC, no intentéis atribuirnos nada que ni hemos planteado ni hemos dicho. El 2 de marzo exhortamos a los camaradas a proporcionarnos refuerzos prácticos, pero ¿qué hemos recibido como respuesta?  En respuesta, los camaradas de las localidades nos ofrecen cosas teóricas inexactas a sabiendas. En las tesis de los camaradas Osinski, Maximovski y Saprónov, que aparecieron el 23 de marzo, todo es una tergiversación teórica completa. Dicen en ellas que la dirección colectiva es, en una forma o en otra, la base indispensable de la democracia. Yo afirmo que en quince años de historia prerrevolucionaria de la socialdemocracia no encontrareis nada parecido. El centralismo democrático significa únicamente que los representantes locales se reúnen y eligen el organismo responsable que debe dirigir. Pero ¿cómo? Eso depende de la cantidad de hombres idóneos de cuántos administradores buenos haya allí. El centralismo democrático consiste en que el Congreso comprueba la actividad del CC, lo destituye y nombra otro nuevo. Pero si se nos ocurriera comprobar las inexactitudes teóricas escritas en esas tesis, no acabaríamos nunca. Yo a decir verdad, no me referiré más a esto y diré solamente que el CC ha adoptado ante este problema la actitud que no se podía dejar de adoptar. Sé perfectamente que el camarada Osinski y otros no comparten las opiniones de los adeptos de Majnó y Majáev, pero los majnovistas no pueden dejar de agarrarse a sus argumentos. Están ligados a ellos. Tomad las tesis del Comité Provincial de Moscú, que nos han sido entregadas. En ellas se dice que en la sociedad socialista desarrollada, en la que desaparecerá la división social del trabajo y la sujeción de las personas a las profesiones, la sustitución periódica de quienes desempeñan por turno funciones administrativas sólo será posible sobre la base de una amplia colegialidad, etc., etc. ¡Todo eso es un embrollo completo!





miércoles, 20 de noviembre de 2013

LENIN: (SOBRE JEFATURA III)


«LAS TAREAS INMEDIATAS DEL PODER SOVIETICO»

LENIN

(ESCRITO ENTRE EL 13 Y EL 26 DE ABRIL DE 1918)











            La resolución del último Congreso de los Soviets, celebrado en Moscú, señala como tarea primordial del momento crear una organización armónica y fortalecer la disciplina. Hoy todos votan y suscriben gustosos resoluciones de este género; pero, por lo común, no se detienen a pensar que su aplicación requiere el empleo de la coerción, y precisamente de una coerción bajo la forma de dictadura. Sin embargo, sería la mayor torpeza y la más absurda utopía suponer que se puede pasar del capitalismo al socialismo sin coerción y sin dictadura. La teoría marxista se ha pronunciado hace mucho, y del modo más rotundo, contra este absurdo democrático-pequeñoburgués y anarquista. Y la Rusia de 1917-1918 lo confirma con tal evidencia, de un modo tan palpable y convincente, la teoría de Marx sobre el particular, que sólo hombres rematadamente torpes o empeñados en volverse de espaldas a la verdad pueden todavía desorientarse en este terreno. O dictadura de Kornílov (si le tomamos como el tipo ruso del Cavaígnac burgués) o dictadura del proletariado: no puede beber otra salida para un país que se desarrolla con extraordinaria rapidez, con virajes excepcionalmente bruscos y en medio de la terrible ruina económica originada por la más penosa de las guerras. Todas las soluciones intermedias serán o un fraude al pueblo, cometido por la burguesía, que no puede decir la verdad, que no puede declarar que necesita a Kornílov; o una manifestación de la estupidez de los demócratas pequeñoburgueses, de los Chernov, Tsereteli y Mártov, con su charlatanería acerca de la unidad de la democracia, de la dictadura de la democracia, del frente democrático general y demás tonterías por el estilo. Hay que considerar irremediablemente perdidos a quienes no han aprendido siquiera en el curso de la revolución rusa de 19l7-1918 que las soluciones intermedias son imposibles.


(...)



            Pues el Poder soviético no  es otra cosa que la forma de organización de la dictadura del proletariado, de la dictadura de la clase de vanguardia, que eleva a una nueva democracia y a la participación efectiva en el gobierno del Estado a decenas y decenas de millones de trabajadores y explotados, los cuales aprenden en su misma experiencia a considerar como su jefe mas seguro a la vanguardia disciplinada y consciente del proletariado. Pero la palabra dictadura es una gran palabra. Y las grandes palabras no deben ser lanzadas a voleo. La dictadura es un poder férreo, de audacia y rapidez revolucionarias, implacable en la represión tanto de los explotadores como de los malhechores. Sin embargo, nuestro poder es excesiva mente blando y en infinidad de ocasiones, se parece más a la gelatina que al hierro. No debe olvidarse ni por un instante que el elemento burgués y pequeñoburgués lucha contra el Poder soviético de dos maneras: por un lado, actuando desde fuera con los métodos de los Sávinkov, Gots, Gueguechkori y Kornílov, con conspiraciones y alzamientos, con su inmundo reflejo ideológico, con torrentes de mentiras y calumnias difundidas en la prensa de los demócratas constitucionalistas, de los eseristas de derecha, de los mencheviques; por otro lado, este elemento actúa desde dentro, aprovechando todo factor de descomposición y toda flaqueza, a fin de practicar el soborno y aumentar la indisciplina, el libertinaje y el caos. Cuanto más nos acercamos al total aplastamiento militar de la burguesía, más peligroso se hace para nosotros el elemento de la anarquía pequeñoburguesa. Y contra este elemento no se puede luchar únicamente por medio de la propaganda, la agitación, la organización de la emulación o la selección de organizadores; hay que luchar también por medio de la coerción.

            A medida que la tarea fundamental del poder deje de ser la represión militar para convertirse en la labor de y administración, la manifestación típica de la represión  y coerción no será el fusilamiento en el acto, sino el tribunal. Después del 25 de octubre de 1917, las masas revolucionarias emprendieron el camino justo en este terreno y demostraron la vitalidad de la revolución, empezando  a organizar sus propios tribunales obreros y campesinos, sin  esperar a que se promulgasen los decretos de disolución del  aparato judicial burocrático-burgués. Pero nuestros tribunales revolucionarios y populares son extraordinaria e increíblemente débiles. Se nota que no ha sido liquidada todavía por completo la opinión que tiene el pueblo de los tribunales como de algo burocrático y ajeno, opinión heredada de la época en que existía el yugo de los terratenientes y de la burguesía. No se comprende aun en grado suficiente que el tribunal es un órgano llamado a incorporar precisamente  a todos los pobres a la administración del Estado (pues la actividad judicial es una de las funciones de administración del Estado), que el tribunal es un órgano de poder del proletariado y de los campesinos pobres, que el tribunal es un instrumento para inculcar la disciplina. No se comprende en el grado debido el hecho simple y evidente de que si el hambre y el paro son las mayores plagas de Rusia,  estas plagas no podrán ser vencidas por ningún movimiento impulsivo, sino sólo por una organización y una disciplina  multifacéticas, extensivas a todo y a todos, que permitan aumentar la producción de pan para los hombres y de pan para la industria (combustible), transportarlo a tiempo y distribuirlo acertadamente; que, por eso, cuantos infringen la disciplina del trabajo en cualquier fabrica, en cualquier  empresa, en cualquier obra, son los culpables de los tormentos causados por el hambre y el paro; que es necesario saber descubrir a los culpables, entregarlos a los tribunales  y castigarlos sin piedad. El elemento pequeñoburgués, contra el que deberemos luchar ahora con el mayor tesón, se manifiesta, precisamente, en la insuficiente comprensión de la relación económica y política existente entre el hambre, y el paro, por un lado, y el relajamiento de todos y cada uno en el terreno de la organización y la disciplina, por otro; en que sigue muy arraigado el punto de vista del pequeño propietario: sacar la mayor tajada posible, y después, que pase lo que Dios quiera.

            En el transporte ferroviario - que es, quizá, donde encarnan con mayor evidencia los vínculos económicos del organismo creado por el gran capitalismo - se manifiesta con singular relieve esta lucha entre el elemento relajante pequeñoburgués y el espíritu de organización proletario. El elemento "administrativo" proporciona en gran abundancia saboteadores y concursionarios; la mejor parte del elemento proletario lucha por la disciplina; pero en uno y otro hay, como es natural, muchos vacilantes, muchos "débiles", incapaces de resistir a la "tentación" de la especulación, del soborno y del provecho personal, logrado a costa de deteriorar todo el aparato, de cuyo buen funcionamiento depende el triunfo sobre el hambre y el paro.

             Es sintomática la lucha entablada en este terreno alrededor del último decreto sobre la administración de los ferrocarriles, sobre la concesión de poderes dictatoriales (o "ilimitados") a determinados dirigentes. Los representantes conscientes (y en su mayoría, probablemente, inconscientes) del relajamiento pequeñoburgués han querido ver en la concesión de poderes "ilimitados" (es decir, dictatoriales) a determinadas personas una abjuración de la norma de dirección colectiva, de la democracia y de los principios del Poder soviético. En algunos lugares, entre los eseristas de izquierda se emprendió una agitación francamente propia de unos maleantes contra el decreto sobre los poderes dictatoriales, es decir, una agitación en la que se apelaba a los bajos instintos y al afán del pequeño propietario de "sacar" la mayor tajada posible. La cuestión planteada tiene, en efecto, enorme importancia: en primer lugar, se trata de una cuestión de principio, de saber si el nombramiento de determinadas personas investidas de poderes dictatoriales ilimitados es, en general, compatible con los principios cardinales del Poder soviético; en segundo lugar, de saber qué relación guarda este caso - o este precedente, si así lo deseaseis - con las tareas especiales del poder en el actual momento concreto. Ambas cuestiones deben ser examinadas con la mayor atención.

            La experiencia irrefutable de la historia muestra que la dictadura personal ha sido con mucha frecuencia, en el curso de los movimientos revolucionarios, la expresión de la dictadura de las clases revolucionarias, su portadora y su vehículo. No ofrece duda alguna que la dictadura personal ha sido compatible con la democracia burguesa. Pero los detractores burgueses del Poder soviético, así como sus segundones pequeñoburgueses, dan pruebas siempre de gran destreza en este punto: por una parte, declaran que el Poder soviético es algo simplemente absurdo, anárquico, salvaje, esquivando con el mayor cuidado todos nuestros paralelos históricos y las pruebas teóricas de que los Soviets son la forma superior de democracia, más aún, el comienzo de la forma socialista de democracia; por otra parte, exigen de nosotros una democracia superior a la burguesa y dicen: la dictadura personal es absolutamente incompatible con vuestra democracia soviética, bolchevique (o sea, no burguesa, sino socialista).

            Los razonamientos no pueden ser peores. Si no somos anarquistas, debemos admitir la necesidad del Estado, es decir, la coerción, para pasar del capitalismo al socialismo. La forma de coerción está determinada por el grado de desarrollo de la clase revolucionaria correspondiente, por circunstancias especiales -como es, por ejemplo, la herencia recibida de una guerra larga reaccionaria- y por las formas de resistencia de la burguesía y de la pequeña burguesía. Así pues, n o  e x i s t e  absolutamente ninguna contradicción de principio entre la democracia soviética (es decir, socialista); y el ejercicio del poder dictatorial por determinadas personas. La dictadura proletaria se diferencia de la dictadura burguesa en que la primera dirige sus golpes. Contra la minoría explotadora, en favor de la mayoría explotada; además, en que la primera es ejercida - t a m b i é n    p o r    d e t e r m i n a d a s    p e r s o n a s - no sólo por las masas trabajadoras y explotadas, sino asimismo por organizaciones estructuradas de tal modo, que puedan despertar precisamente a esas masas y elevarlas a una histórica obra creadora (a este género de organizaciones pertenecen las soviéticas).

            Por lo que se refiere a la segunda cuestión (el significado precisamente del poder dictatorial unipersonal desde el punto de vista de las tareas específicas del momento presente), debemos decir que toda gran industria mecanizada - es decir, precisamente el origen y la base material, de producción, del socialismo - requiere una unidad de voluntad absoluta y rigurosísima que dirija el trabajo común de centenares, miles y decenas de miles de personas. Esta necesidad es evidente desde tres puntos de vista - técnico, económico e histórico—, y cuantos pensaban en el socialismo la han reconocido siempre como una condición para llegar a él. Pero, ¿cómo puede asegurarse la más rigurosa unidad de voluntad?—Subordinando la voluntad de miles de hombres a la de uno solo.

Si quienes participan en el trabajo común poseen una conciencia y una disciplina ideales, esta subordinación puede recordar más bien la mesura de un director de orquesta. Si no existe esa disciplina y esa conciencia ideales, la subordinación puede adquirir las formas tajantes de la dictadura, pero, de uno u otro modo, la subordinación incondicional a una voluntad única es absolutamente necesaria para el buen éxito de los procesos del trabajo, organizando al estilo de la gran industria mecanizada. Para los ferrocarriles, ello es doble y triplemente necesario. Y esta transición de una tarea política a otra, que en apariencia no se le parece en nada, constituye la peculiaridad del momento que vivimos. La revolución acaba de romper las cadenas más antiguas, más fuertes, más pesadas, con las que se sometía a las masas por la fuerza. Eso sucedía ayer. Pero hoy, esa misma revolución, en interés precisamente de su desarrollo y robustecimiento, en interés del socialismo, erige la subordinación incondicional de las masas a  una voluntad  única de los dirigentes del proceso de trabajo. Está claro que semejante transición es inconcebible de golpe. Está claro que sólo puede llevarse a cabo a costa de enormes sacudidas y conmociones, con retornos a lo antiguo, mediante una tensión colosal de las energías de la vanguardia proletaria, que conduce al pueblo hacia lo nuevo. En este no piensan quienes se dejan arrastrar por el histerismo pequeñoburgués.