Carta a la célula asprista en méxico
Lima, 16 de abril de 1928
Compañeros:
Consideramos necesario informar a Uds. sumariamente sobre nuestros
puntos de vista respecto de principios y métodos de acción adoptados por el
grupo de deportados peruanos que trabajan en Méjico y que sin una explícita
declaración nuestra, pasarían como positivamente aceptados por nosotros que
constituimos el núcleo que tiene aquí la responsabilidad de nuestra obra.
Estamos seguros de que Uds. mismos se dan cuenta de la necesidad de
que la acción del Apra en el Perú no sea resuelta por un comité establecido en
Méjico, sino amplia y maduramente deliberada con principal intervención de los
elementos que actúan en el país. Cuantos se coloquen en el terreno marxista,
saben que la acción debe corresponder directa y exactamente a la realidad. Sus
normas, por consiguiente, no pueden ser determinadas por quienes no obran bajo
su presión e inspiración.
La definición del carácter y táctica del Apra nos parece, de otro
lado, fundamental para la existencia de una disciplina orgánica. Pensamos que,
conforme a la idea que originalmente la inspiró, y que su propio nombre
expresa, el Apra debe ser, o es de hecho, una alianza, un frente único y no un
partido. Un programa de acción común e inmediato no suprime las diferencias ni
los matices de clase y de doctrina. Y quienes desde nuestra iniciación en el
movimiento social e ideológico, del cual el Apra forma parte, nos reclamamos de
ideas socialistas, tenemos la obligación de prevenir equívocos y confusiones
futuras. Como socialistas, podemos colaborar dentro del Apra, o alianza o
frente único, con elementos más o menos reformistas o social-democráticos —sin
olvidar la vaguedad que estas designaciones tienen en nuestra América— con la
izquierda burguesa y liberal, dispuesta de verdad a la lucha contra los rezagos
de feudalidad y contra la penetración imperialista; pero no podemos, en virtud
del sentido mismo de nuestra cooperación, entender el Apra como partido esto
es, como una facción orgánica y doctrinariamente homogénea.
Profesamos abiertamente el concepto de que nos toca crear el
socialismo indoamericano, de que nada es tan absurdo como copiar literalmente
fórmulas europeas, de que nuestra praxis debe corresponder a la realidad que
tenemos delante. Pero este principio no nos aconseja adoptar apresuradamente
formulas que, por el momento, pueden tener absoluta precisión en la mente de
quienes las conciben como medio táctico pero que mañana, bajo la presión de
proselitismos mas adoctrinados, y al influjo de la mentalidad burguesa y
pequeño-burguesa incorporada fatalmente en el movimiento, pueden prestarse a
confusionismos infinitos. La experiencia del Kuo Min Tang es preciosa para el
movimiento antimperialista de Indoamérica, a condición de que se le aproveche
integralmente. El alejarnos de las formas europeas, no debe conducirnos a una
estimación exagerada de las fórmulas asiáticas y de su posible eficacia en
nuestro medio. No debemos olvidar que, en todo caso, las formulas europeas nos
son más inteligibles, que nos llegan directamente a través de los idiomas y
pueblos en que se expresan, mientras de las formulas chinas no tenemos sino la
versión europea. Tampoco podemos olvidar el ascendiente y la función que en la
ideología del movimiento nacionalista chino tienen las ideas occidentales. El
Kuo Min Tang, finalmente, se encuentra en crisis, y en gran parte por no haber
sido explícita y funcionalmente una alianza, un frente único. Sus rumbos
estaban subordinados al predominio de sus elementos de derecha, centro e
izquierda, que correspondían al de sus respectivos sentimientos e intereses de
clase. Las últimas deliberaciones del Kuo Min Tang según Internacionale Presse
Correspondenz y otras publicaciones recientes entrañan una rectificación total
de sus principales puntos de vista, en lo concerniente al proletariado y a las
organizaciones de clase. El Kuo Min Tang fue Sun Yat Sen; pero es también Chang
Kai Shek. El Kuo Min Tang, además, se desarrolló no continental sino
nacionalmente, cosa en la que el Apra se diferencia necesariamente de aquel
movimiento.
La colaboración de la burguesía, y aún de muchos elementos feudales,
en la lucha antimperialista china, se explica por razones de raza, de
civilización nacional, que entre nosotros no existen. El chino noble o burgués
se siente entrañablemente chino. Al desprecio del blanco por su cultura estratificada
y decrepita, corresponde con el desprecio y el orgullo de su tradición
milenaria. El antimperialismo en la China puede, por tanto, descansar
fundamentalmente en el sentimiento y en el factor nacionalista. En Indoamérica
las circunstancias no son las mismas. La aristocracia y la burguesía criollas
no se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una
cultura común. En el Perú, el aristócrata y el burgués blancos, desprecian lo
popular, lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos. El pequeño burgués
mestizo imita este ejemplo. La burguesía limeña fraterniza con los capitalistas
yanquis, y aun con sus simples empleados, en el Country Club, en el Tenis y en
las calles. El yanqui desposa sin inconveniente de raza ni de religión a la
señorita criolla, y esta no tiene escrúpulo de nacionalidad ni de cultura en
preferir el matrimonio con un individuo de la raza invasora. Tampoco tiene este
escrúpulo la muchacha de la clase media. La huachafita que puede atrapar un
yanqui empleado de Grace o de la Foundation, lo hace con la satisfacción de
quien siente elevarse su condición social. El factor nacionalista por estas
razones objetivas, que a ninguno de Uds. escapa seguramente, no es decisivo ni
fundamental en la lucha antimperialista en nuestro medio. Sólo en los países
como la Argentina, donde existe una burguesía numerosa y rica, orgullosa del
grado de riqueza y poder de su patria, y donde la personalidad nacional tiene
por muchas razones contornos más claros y netos que en estos países retardados,
el antimperialismo puede penetrar fácilmente en los elementos burgueses, pero
por razones de expansión y crecimiento capitalista y no por razones de justicia
social y de doctrina socialista como es nuestro caso.
Estas consideraciones nos mueven a someter a Uds. las siguientes
conclusiones:
1) El Apra debe ser oficial y categóricamente definida y
constituida como una alianza o frente único y no como partido;
2) Los elementos de izquierda que en el Perú concurrimos a su
formación, constituimos de hecho —y organizaremos formalmente— un grupo o
Partido Socialista, de filiación y orientación definidas que colaborando dentro
del movimiento con elementos liberales o revolucionarios de la pequeña
burguesía y aún de la burguesía, que acepten nuestros puntos de vista, trabaje
por dirigir a las masas hacia las ideas socialistas.
Es evidente que estas conclusiones no nos permiten prestar nuestra
cooperación a la creación del Partido Nacionalista que las comunicaciones de
algunos compañeros, y aún de la célula oficialmente, anuncian como una decisión
del grupo de Méjico. Ese partido puede fundarse dentro del Apra; pero además de
que nos parece que su biología natural exige que se decida su oportunidad
necesidad en el Perú y no desde Méjico, su organización toca en todo caso a los
elementos de pequeña burguesía que quieran dar vida a un partido propio; pero
no a nosotros que leales a los principios que, sin duda alguna, constituyen
nuestra mayor fuerza moral, no asumimos ni la responsabilidad ni el en cargo de
organizarlo. Desaprobamos toda campaña que no descanse en la verdad. El
procedimiento del bluff sistemático llevara al descrédito nuestra causa.
Rehusamos, por esto, emplearlo. Las noticias propaladas sobre la candidaturade
Haya no producen el efecto, que Uds. suponen, en la opinión. La gente —distante
de toda preocupación electoral— las recibe perpleja e irónica.
Recomendamos a la célula, en todo lo tocante a cuestiones de acción,
la correspondencia oficial y centralizada. Las cartas particulares de los compañeros
no deben traer iniciativas ni instrucciones individuales. Por nuestra parte nos
comprometemos al mismo procedimiento.
Con sentimientos de solidaridad y afecto, que ninguna discrepancia
—momentánea esperamos— de criterio, puede disminuir, los saludamos
cordialmente.
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* Publicada en Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, cit., t.II, pp. 299-301.
* Publicada en Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, cit., t.II, pp. 299-301.
Lima, 16 de abril de 1928
Compañeros:
No había contestado hasta hoy la carta de la célula suscrita por
Magda Portal, en espera de una carta de Haya de la Torre que me precisase mejor
el sentido de la discrepancia: “Alianza o partido”. La carta de la célula me
supone simplemente influido por el Secretariado de Buenos Aires la Ucsaya, etc.
O, por lo menos, pretende que mis observaciones son esencia las mismas. Hasta
la reaparición de “Amauta” he permanecido sistemáticamente privado por la
censura de mis canjes y correspondencia, de modo que no he conocido en su
oportunidad ni el número de “La Correspondencia Sudamericana” en que –según he
sabido después sin obtener el ejemplar- aparecieron las observaciones del
Secretariado de Buenos Aires, ni la tesis Ucsaya ni nada por el estilo. Sólo
recientemente he vuelto a recibir “El Libertador”; desde que la censura ha
comprobado que en mi casilla no intercepta sino correspondencia intelectual o
administrativa, sin importancia para sus fines. Por otra parte, creo haber dado
algunas pruebas de mi aptitud para pensar por cuenta propia. De suerte que no
me preocuparé de defenderme del reproche de obedecer a sugestiones ajenas. Este
había sido también, un motivo para que no me apresurase a responder a la carta
de la “célula”.
Pero como no tengo hasta hoy ninguna aclaración de Haya, a quien
escribí extensamente, planteándole cuestiones concretas –por la vía de
Washington, en diciembre- y llegan, en cambio, noticias de que Uds. Están
entregados a una actividad con la cual me encuentro en abierto desacuerdo y
para la cual ninguno de los elementos responsables de aquí ha sido consultado,
quiero hacerles conocer sin tardanza mis puntos de vista sobre este nuevo
aspecto de nuestra discrepancia.
La cuestión: el “apra alianza o partido”, que Uds. Declaran
sumariamente resuelta y que en verdad no debiera existir siquiera, puesto que
el Apra se titula alianza y se subtitula frente único, pasa a segundo término
desde el instante en que aparece en escena el Partido Nacionalista Peruano, que
Uds. han decidido fundar en México, sin el consenso de los elementos de vanguardia
que trabajan en Lima y provincias. Recibo correspondencia constante de
provincias, de intelectuales, profesionales, estudiantes, maestros, etc.; y
jamás en ninguna carta he encontrado hasta ahora mención del propósito que Uds.
dan por evidente e incontrastable. Si de lo que se trata, como sostiene Haya en
su magnífica conferencia, es de descubrir la realidad y no de inventarla, me
parece que Uds. están siguiendo un método totalmente distinto y contrario.
He leído un “segundo manifiesto del comité central del partido
nacionalista peruano, residente en Abancay”. Y su lectura me ha contristado
profundamente; 1° porque, como pieza política, pertenece a la más detestable
literatura eleccionaria del viejo régimen; y 2° porque acusa la tendencia a
cimentar un movimiento –cuya mayor fuerza era hasta ahora su verdad- en el
bluff y la mentira. Si ese papel fuese atribuido a un grupo irresponsable, no
me importaría su demagogia, porque sé que en toda campaña o un poco o un mucho
de demagogia son inevitables y aún necesarios. Pero al pie de ese documento está
la firma de un comité central que no existe, pero que el pueblo ingenuo creerá
existente y verdadero. ¿Y es en esos términos de grosera y ramplona demagogia
criolla, como debemos dirigirnos al país? No hay ahí una sola vez la palabra
socialismo. Toda es declamación estrepitosa y hueca de liberaloides de antiguo
estilo. Como prosa y como idea está esa pieza por debajo de la literatura
política posterior a Billinghurst.
Por mi parte, siento el deber urgente de declarar no adhiré de
ningún modo a este partido nacionalista peruano que, a mi juicio, nace tan
descalificado para asumir la obra histórica en cuya preparación hasta ayer
hemos coincidido. Creo que nuestro movimiento no debe cifrar su éxito en
engaños ni señuelos. La verdad es su fuerza, su única fuerza, su mejor fuerza.
No creo con Uds. que para triunfar haya que valerse de “todos los medios
criollos”. La táctica, la praxis, en sí mismas son algo más que forma y
sistema. Los medios, aún cuando se trata de movimientos bien adoctrinados,
acaban por sustituir a los fines. He visto formarse al fascismo. ¿Quiénes eran,
al principio los fascistas? Casi todos elementos de la más vieja impregnación e
historia revolucionaria que cualquiera de nosotros, socialistas de extrema
izquierda, como Mussolini, actor de la semana roja de Boloña; sindicalistas,
revolucionarios, de temple heroico, como Carridoni, formidable organizador
obrero; anarquistas de gran vuelo intelectual y filosófico como Máximo Rocca;
futurista, de estridente ultraísmo, como Marinetti, Settimelli, Bottai, etc.
Toda esa gente era o se sentía revolucionaria, anticlerical, republicana, “más
allá del comunismo” según la frase de Marinetti. Y Uds. saben cómo el curso
mismo de su acción los convirtió en una fuerza diversa de la que a sí mismos se
suponían. La táctica les exigía atacar la burocracia revolucionaria, romper al
partido socialista, destrozar la organización obrera. Para esta empresa la
burguesía los abasteció de hombres, camiones, armas y dinero. El socialismo, el
proletariado, eran a pesar de todos sus lastres burocráticos, la revolución. El
fascismo por fuerza tenía una función reaccionaria.
Me opongo a todo equívoco. Me opongo a que un movimiento ideológico,
que, por su justificación histórica, por la inteligencia y abnegación de sus
militantes, por la altura y nobleza de su doctrina ganará, si nosotros mismos
no lo malogramos, la conciencia de la mejor parte del país, aborte
miserablemente en una vulgarísima agitación electoral. En estos años de enfermedad,
de sufrimiento, de lucha, he sacado fuerzas invariablemente de mi esperanza
optimista en esa juventud que repudiaba la vieja política, entre otras cosas
porque repudiaba los “métodos criollos”, la declamación caudillesca, la
retórica hueca y fanfarrona. Defiendo todas mis razones vitales al defender mis
razones intelectuales. No me avengo a una decepción. La que he sufrido, me está
enfermando y angustiando terriblemente. No quiero ser patético, pero no puedo
callarles que les escribo con fiebre, con angustia, con desesperación.
Y no estoy solo en esta posición. La comparten todos los que tienen
conocimiento de la propaganda de Uds. -propaganda que por otra parte no está
justificada al menos por su eficacia- porque fracasará inevitablemente. Hemos
acordado una carta colectiva que muy pronto les enviaremos.
De aquí a entonces, espero recibir mejores noticias. Y en tanto los
abrazo con cordial sentimiento.
José Carlos Mariátegui
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Publicada en Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, cit., t.II, pp. 296-298, y en José Carlos Mariátegui/Correspondencia, tomo II, pp. 371-373, primera edición, Lima, 1984.
Publicada en Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú, cit., t.II, pp. 296-298, y en José Carlos Mariátegui/Correspondencia, tomo II, pp. 371-373, primera edición, Lima, 1984.
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