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AGITACIÓN Y PROPAGANDA ARMADA EN MADRID, ESPAÑA, JUNIO 2012 |

sábado, 7 de julio de 2012
CELEBRACIÓN DEL DÍA DE LA HEROICIDAD:
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sábado, 23 de junio de 2012
SOBRE EL PUNTO DE VISTA PURAMENTE MILITAR
Diciembre
de 1929
(PRESIDENTE MAO TSE-TUNG)
En la organización del
Partido Comunista en el 4.ƒ Cuerpo de Ejército del Ejército Rojo, existen
diversas ideas no proletarias; que obstaculizan en gran medida la aplicación de
la línea correcta del Partido. Si estas ideas no se corrigen definitivamente,
será imposible que el 4.ƒ Cuerpo de Ejército se haga cargo de las tareas que le
ha encomendado la gran lucha revolucionaria de China. Las distintas ideas
incorrectas que existen en esta organización del Partido tienen su origen, como
es lógico, en el hecho de que la base de dicha organización está compuesta, en
su gran mayoría, de campesinos y otros elementos procedentes de la pequeña
burguesía; pero el hecho de que los organismos dirigentes del Partido no hayan
combatido de manera coordinada y resuelta esas ideas incorrectas, ni hayan
educado suficientemente a sus militantes en la línea justa, es también causa
importante de su existencia y desarrollo. Este Congreso, de conformidad con el
espíritu de la carta de septiembre del Comité Central, señala aquí las
manifestaciones de las ideas no proletarias en la organización del Partido en
el 4.ƒ Cuerpo de Ejército, así como su origen y los métodos para rectificarlas,
y llama a todos los camaradas a luchar por eliminarlas completamente.
SOBRE EL PUNTO DE VISTA
PURAMENTE MILITAR
El punto de vista puramente militar está
muy desarrollado entre una parte de los camaradas del Ejército Rojo. Se
manifiesta en lo siguiente :
1. Estos camaradas consideran los asuntos militares y la política
como opuestos entre sí y se niegan a reconocer que lo militar constituye tan
sólo uno de los medios para cumplir las tareas políticas. Algunos van aún más
lejos al afirmar que "si lo militar marcha bien, lo político naturalmente
marchará bien; si lo militar no marcha bien, tampoco marchará bien lo
político", concediendo así a los asuntos militares una posición rectora
sobre la política.
2. Piensan que el Ejército Rojo, a semejanza del ejército blanco,
tiene una sola tarea: combatir. No comprenden que el Ejército Rojo de China es
una organización armada que ejecuta las tareas políticas de la revolución.
Especialmente en el momento actual, el Ejército Rojo de ningún modo debe
limitarse a combatir; además de combatir para destruir las fuerzas militares
del enemigo, debe tomar sobre sí otras importantes tareas, tales como hacer
propaganda entre las masas, organizarlas, armarlas y ayudarlas a establecer el
Poder revolucionario e incluso organizaciones del Partido Comunista. El
Ejército Rojo no combate simplemente por combatir, sino para hacer propaganda
entre las masas, organizarlas, armarlas y ayudarlas a establecer el Poder
revolucionario. Sin estos objetivos, combatir carecerá de sentido, y el
Ejército Rojo perderá su razón de ser.
3. Por consiguiente, en lo organizativo, subordinan los organismos
del Ejército Rojo encargados del trabajo político a aquellos encargados del
trabajo militar y plantean la consigna de "Extender la autoridad del
Estado Mayor a las actividades exteriores del Ejército". Si se permite que
esta idea siga desarrollándose, surgirá el peligro de separarse de las masas,
de que se establezca el control del ejército sobre el gobierno y de apartarse
de la dirección del proletariado, es decir, de resbalar hacia el mismo camino
de caudillismo militar que sigue el ejército del Kuomintang.
4. Al mismo tiempo, en el trabajo de propaganda, subestiman la
importancia de los equipos de propaganda. En cuanto a la organización de las
masas, no se preocupan de crear comités de soldados en el Ejército ni de
organizar a las masas obreras y campesinas locales. Como resultado de ello, se
encuentran abandonados el trabajo de propaganda y el de organización.
5. Se envanecen al ganar una batalla y se desalientan al sufrir una
derrota.
6. Seccionalismo. Se preocupan únicamente por el 4.ƒ Cuerpo de
Ejército y no comprenden que armar a las masas locales constituye una tarea
importante del Ejército Rojo. Esta es una forma ampliada del grupismo.
7. Sin ver más allá del limitado medio del 4.ƒ Cuerpo de Ejército,
unos cuantos camaradas creen que fuera de él no existe otra fuerza
revolucionaria. De ahí su extremado apego a la idea de conservar su fuerza y
evitar toda acción militar. Esta es una supervivencia del oportunismo.
8. Algunos camaradas hacen caso omiso de las condiciones subjetivas
y objetivas, padecen del mal de la precipitación revolucionaria, no quieren
entregarse al trabajo duro, cuidadoso y minucioso entre las masas y, llenos de
ilusiones, sólo aspiran a realizar grandes cosas.
Esta es una supervivencia del putchismo (1).
El punto de vista puramente
militar se origina en:
1. Un bajo nivel
político. De ahí la falta de conciencia sobre el papel de la dirección política
en el Ejército y sobre la diferencia radical que existe entre el Ejército Rojo
y el ejército blanco.
2. La mentalidad de
tropas mercenarias. En diferentes batallas hemos hecho gran número de
prisioneros, y estos elementos, al incorporarse al Ejército Rojo, traen consigo
una marcada mentalidad mercenaria, creando así en los niveles inferiores un
terreno favorable al punto de vista puramente militar.
3. De las dos causas
anteriores surge una tercera: exceso de confianza en la fuerza militar y
desconfianza en la fuerza de las masas populares.
4. El hecho de que el
Partido no haya prestado una eficaz atención al trabajo militar ni lo haya
discutido en forma activa, es también causa de la aparición del punto de vista
puramente militar entre cierto número de camaradas.
Métodos de rectificación:
1. Elevar el nivel
político de los miembros del Partido por medio del trabajo de educación,
extirpar las raíces teóricas del punto de vista puramente militar y hacer
claridad sobre la diferencia radical que existe entre el Ejército Rojo y el
ejército blanco. Al mismo tiempo, eliminar las supervivencias del oportunismo y
del putchismo y acabar con el seccionalismo en el 4.ƒ Cuerpo de Ejército.
2. Intensificar la
preparación política de los oficiales y soldados y, en especial, la educación
de los ex prisioneros. Paralelamente, hacer que los organismos locales del
Poder seleccionen, en la medida de lo posible, a obreros y campesinos
experimentados en la lucha para incorporarlos al Ejército Rojo, con el objeto
de debilitar e incluso erradicar, en el plano organizativo, el punto de vista
puramente militar.
3. Llamar a las
organizaciones locales del Partido a criticar a las organizaciones del Partido
en el Ejército Rojo, y llamar a los organismos del Poder popular a criticar al
Ejército Rojo, a fin de influir sobre las organizaciones del Partido en el
Ejército Rojo, así como sobre sus oficiales y soldados.
4. El Partido debe
prestar una eficaz atención al trabajo militar y discutirlo activamente. Todo
trabajo debe ser discutido y decidido por el Partido antes de ser puesto en
práctica por las masas.
5. Elaborar los
reglamentos del Ejército Rojo, en los que se definirán con claridad sus tareas,
las relaciones entre su aparato militar y su aparato político, las relaciones
entre el Ejército Rojo y las masas populares, y los poderes y funciones de los
comités de soldados y sus relaciones con los organismos militares y políticos.
(…)
* Resolución redactada por el camarada Mao
Tse-tung para el IX Congreso de la Organización del Partido en el 4.ƒ Cuerpo de
Ejército del Ejército Rojo. La formación de las fuerzas armadas populares de
China ha sido un proceso difícil. El Ejército Rojo de China (llamado VIII
Ejército y Nuevo 4.ƒ Cuerpo de Ejército durante la Guerra de Resistencia contra
el Japón y, hoy, Ejército Popular de Liberación) nació el 1.ƒ de agosto de
1927, con el Levantamiento de Nanchang. En diciembre de 1929, tenía ya más de
dos años de existencia. Durante este período, la organización del Partido
Comunista en el Ejército Rojo aprendió mucho y acumuló una experiencia bastante
rica en el curso de la lucha contra diversas ideas erróneas. En la presente
resolución, el camarada Mao Tse-tung hizo un resumen de esta experiencia. Esta
resolución permitió al Ejército Rojo construirse enteramente sobre una base
marxista- [cont.
en p. 112. -- DJR]
leninista y eliminar todas las influencias de los ejércitos de viejo tipo. Fue
aplicada no sólo en el 4.ƒ Cuerpo de Ejército, sino también, más tarde, en
todas las demás unidades del Ejército Rojo, y así éste se transformó
completamente en un verdadero ejército popular. Durante los últimos veinte y
tantos años, se ha registrado un notable desarrollo y se han realizado
múltiples innovaciones tanto en las actividades del Partido como en el trabajo
político dentro de las fuerzas armadas populares de China. Actualmente se
presenta en este terreno un cuadro muy diferente, pero la línea fundamental
sigue siendo la determinada por esta resolución.
[1] Durante
un breve período después de la derrota de la revolución en 1927 surgió en el
Partido Comunista una tendencia putchista de "izquierda".
Considerando que la revolución china era, por su carácter, una "revolución
permanente" y que se encontraba en una situación de "ascenso
ininterrumpido", los putchistas se negaron a organizar una retirada
ordenada y, adoptando métodos autoritarios y confiando sólo en un pequeño
número de miembros del Partido y un pequeño sector de las masas, trataron
erróneamente de realizar en todo el país una serie de levantamientos locales
que no tenían perspectiva alguna de éxito. Tales acciones putchistas se
extendieron a fines de 1927, pero fueron cesando hacia comienzos de 1928,
aunque entre algunos militantes subsistieron sentimientos en favor del
putchismo.
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lunes, 18 de junio de 2012
jueves, 14 de junio de 2012
D´ANNUNZIO Y EL FASCISMO
D'ANNUNZIO Y EL FASCISMO
José Carlos Mariátegui. La Escena Contemporánea (1925)
D'Annunzio no es fascista. Pero el fascismo es d'annunziano. El fascismo usa consuetudinariamente una retórica, una técnica y una postura d'annunziana. El grito fascista de "¡Eia, eia, alalá!" es un grito de la epopeya de D'Annunzio. Los orígenes espirituales del fascismo, están en la literatura de D'Annunzio y en la vida de D'Annunzio. D'Annunzio puede, pues, renegar del fascismo. Pero el fascismo no puede renegar de D'Annunzio. D'Annunzio es uno de los creadores, uno de los artífices del estado de ánimo en el cual se ha incubado y se ha plasmado el fascismo.
Más aún. Todos los últimos capítulos de la historia italiana están saturados de d'annunzianismo. Adriano Tilgher en un sustancioso ensayo sobre la Tersa Italia (1) define el periodo pre-bélico de 1905 a 1915 como "el reino incontestado de la mentalidad d'annunziana, nutrida de recuerdos de la Roma imperial y de las comunas italianas de la Edad Media, formada de naturalismo pseudopagano, de aversión al sentimentalismo cristiano y humanitario, de culto de la violencia heroica, de desprecio por el vulgo profano curvado sobre el trabajo servil, de diletantismo kilometrofágico con un vago delirio de grandes palabras y de gestos imponentes". Durante ese periodo, constata Tilgher, la pequeña y la media burguesía italiana se alimentaron de la retórica de una prensa redactada por literatos fracasados, totalmente impregnados de d'annunzionismo y de nostalgias imperiales.
Y en la guerra contra Austria, gesta d'annunziana, se generó el fascismo, gesta d'annunziana también. Todos los líderes y capitanes del fascismo provienen de la facción que arrolló al gobierno neutralista de Giolitti y condujo a Italia a la guerra. Las brigadas del fascismo se llamaron inicialmente haces de combatientes. El fascismo fue una emanación de la guerra. La aventura de Fiume y la organización de los fasci fueron dos fenómenos gemelos, dos fenómenos sincrónicos y sinfrónicos. Los fascistas de Mussolini y los arditi (2) de D'Annunzio fraternizaban. Unos y otros acometían sus empresas al grito de "¡Eia, aia, alalá!" El fascismo y el fiumanismo se amamantaban en la ubre de la misma loba como Rómulo y Remo. Pero, nuevos Rómulo y Remo también, el destino quería que uno matase al otro. El fiumanismo sucumbió en Fiume ahogado en su retórica y en su poesía. Y el fascismo se desarrolló, libre de la concurrencia de todo movimiento similar, a expensas de esa inmolación y de esa sangre.
El fiumanismo se resistía a descender del mundo astral y olímpico de su utopía, al mundo contingente, precario y prosaico de la realidad. Se sentía por encima de la lucha de clases, por encima del conflicto entre la idea individualista y la idea socialista, por encima de la economía y de sus problemas. Aislado de la tierra, perdido en el éter, el Humanismo estaba condenado a la evaporación y a la muerte. El fascismo, en cambio, tomó posición en la lucha de clases. Y, explotando la ojeriza de la clase medía contra el proletariado, la encuadró en sus filas y la llevó a la batalla contra la revolución y contra el socialismo. Todos los elementos reaccionarios, todos los elementos conservadores, más ansiosos de un capitán resuelto a combatir contra la revolución que de un política inclinado a pactar con ella, se enrolaron y concentraron en los rangos del fascismo. Exteriormente, el fascismo conservó sus aires d'annunzianos; pero interiormente su nuevo contenido social, su nueva estructura social, desalojaron y sofocaron la gaseosa ideología d'annunziana. El fascismo ha crecido y ha vencido no como movimiento d'annunziano sino como movimiento reaccionario; no como interés superior a la lucha de clases sino como interés de una de las clases beligerantes. El fiumanismo era un fenómeno literario más que un fenómeno político. El fascismo en cambio, es un fenómeno eminentemente político. El condotiori del fascismo tenía que ser, por consiguiente, un político, un caudillo tumultuario, plebiscitario, demagógico. Y el fascismo encontró por esto su duce, su animador en Bonito Mussolini, y no en Gabriel D'Annunzio. El fascismo necesitaba un líder listo a usar, contra el proletariado socialista, el revólver, el bastón y el aceite castor. Y la poesía y el aceite castor son dos cosas inconciliables y disímiles.
La personalidad de D'Annunzio es una personalidad arbitraria y versátil que no cabe dentro de un partido. D'Annunzio es un hombre sin filiación y sin disciplina ideológicas. Aspira a ser un gran actor de la historia. No le preocupa el rol sino su grandeza, su relieve, su estética. Sin embargo, D'Annunzio ha mostrado, malgrado su elitismo y su aristocratismo, una frecuente e instintiva tendencia a la izquierda y a la revolución. En D'Annunzio no hay una teoría, una doctrina, un concepto. En D'Annunzio hay sobre todo, un ritmo, una música, una forma. Mas este ritmo, esta música, esta forma, han tenido, a veces, en algunos sonoros episodios de la historia del gran poeta, un matiz y un sentido revolucionarios. Es que D'Annunzio ama el pasado; pero ama más el presente. El pasado lo provee y lo abastece de elementos decorativos, de esmaltes arcaicos, de colores raros y de jeroglíficos misteriosos. Pero el presente es la visa. Y la vida es la fuente de la fantasía y del arte. Y, mientras la reacción es el instinto de conservación, el estertor agónico del pasado, la revolución es la gestación dolorosa, el parto sangriento del presente.
Cuando, en 1900. D'Annunzio ingresó en la Cámara italiana, su carencia de filiación, su falta de ideología, lo llevaron a un escaño conservador. Mas un día de polémica emocionante entre la mayoría burguesa y dinástica y la extrema izquierda socialista y revolucionaria. D'Annunzio, ausente de la controversia teorética sensible sólo al latido y a la emoción de la vida, se sintió atraído magnéticamente al campo de gravitación de la minoría. Y habló así a la extrema izquierda: "En el espectáculo de hoy he visto de una parte muchos muertos que gritan, de la otra pocos hombres vivos y elocuentes. Como hombre de intelecto, marcho hacia la vida". D'Annunzio no marchaba hacia el socialismo, no marchaba hacia la revolución. Nada sabía ni quería saber de teorías ni de doctrinas. Marchaba simplemente hacia la vida. La revolución ejercía en él la misma atracción natural y orgánica que el mar, que el campo, que la mujer, que la juventud y que el combate.
Y, después de la guerra, D'Annunzio volvió a aproximarse varias veces a la revolución. Cuando ocupó Fiume, dijo que el fiumanismo era la causa de todos los pueblos oprimidos, de todos los pueblos irredentos. Y envió un telegrama a Lenin. Parece que Lenin quiso contestar a D'Annunzio. Pero los socialistas italianos se opusieron a que los Soviets tomaran en serio el gesto del poeta. D'Annunzio invitó a todos los sindicatos de Fiume a colaborar con él en la elaboración de la constitución fiumana. Algunos hombres del ala izquierda del socialismo, inspirados por su instinto revolucionario, propugnaron un entendimiento con D'Annunzio. Pero la burocracia del socialismo y de los sindicatos rechazó y excomulgó esta proposición herética, declarando a D'Annunzio un diletante, un aventurero. La heterodoxia y el individualismo del poeta repugnaban a su sentimiento revolucionario. D'Annunzio, privado de toda cooperación doctrinaria, dio a Firme una constitución retórica. Una constitución de tono épico que es sin duda, uno de los más curiosos documentos de la literatura política de estos tiempos. En la portada de la Constitución del Arengo del Carnaro están escritas estas palabras: "La vida es bella y digna de ser magníficamente vivida". Y en sus capítulos e incisos, la Constitución de Fiume asegura a los ciudadanos del Arengo del Carnero, una asistencia próvida, generosa e infinita para su cuerpo, para su alma, para su imaginación y su músculo. En la Constitución de Fiume existen toques de comunismo. No del moderno, científico y dialéctico comunismo, de Marx y de Lenin, sino del utópico y arcaico comunismo de la República de Platón, de la Ciudad del Sol de Campanella y de la Ciudad de San Rafael de John Ruskin.
Liquidada la aventura de Fiume, D'Annunzio tuvo un período de contacto y de negociaciones con algunos líderes del proletariado. En su villa de Gardone, se entrevistaron con él D'Aragona y Baldesi, secretarios de la Confederación General del Trabajo. Recibió, también la visita de Tchicherin, que tornaba de Génova a Rusia. Pareció entonces inminente un acuerdo de D'Annunzio con los sindicatos y con el socialismo. Eran los días en que los socialistas italianos, desvinculados de los comunistas, parecían próximos a la colaboración ministerial. Pero la dictadura fascista estaba en marcha. Y, en vez de D'Annunzio y los socialistas, conquistaron la Ciudad Eterna Mussolini y los "camisas negras".
D'Annunzio vive en buenas relaciones con el fascismo. La dictadura de las "camisas negras" flirtea con el Poeta. D'Annunzio, desde su retiro de Gardone, la mira sin rencor, y sin antipatía. Pero se mantiene esquivo y huraño a toda mancomunidad con ella. Mussolini ha auspiciado el pacto marinero redactado por el Poeta que es una especie de padrino de la gente del mar. Los trabajadores del mar se someten voluntariamente a su arbitraje y a su imperio. El poeta de "La Nave" ejerce sobre ellos una autoridad patriarcal y teocrática. Vedado de legislar para la tierra, se contenta con legislar para el mar. El mar lo comprende mejor que la tierra.
Pero la historia tiene como escenario la tierra y no el mar. Y tiene como asunto central la política y, no la poesía. La política que reclama de sus actores contacto constante y metódico con la realidad, con la ciencia, con la economía, con todas aquellas cosas que la megalomanía de los poetas desconoce y desdeña. En una época normal y quieta de la historia D'Annunzio no habría sido un protagonista de la política. Porque en épocas normales y quietas la política es un negocio administrativo y burocrático. Pero en esta época de neo-romanticismo, en esta época de renacimiento del Héroe, del Mito y de la Acción, la política cesa de ser oficio sistemático de la burocracia y de la ciencia. D'Annunzio, tiene, por eso, un sitio en la política contemporánea. Sólo que D'Annunzio, ondulante y arbitrario, no puede inmovilizarse dentro de una secta ni enrolarse en un bando. No es capaz de marchar con la reacción ni con la revolución. Menos aún es capaz de afiliarse a la ecléctica y sagaz zona intermedia de la democracia y de la, reforma.
Y así, sin ser D'Annunzio consciente y específicamente reaccionario, la reacción es paradójica y enfáticamente d'annunziana. La reacción en Italia ha tomado del d'annunzianismo el gesto, la pose y el acento. En otros países la reacción es más sobria, más brutal, más desnuda. En Italia, país de la elocuencia y de la retórica, la reacción necesita erguirse sobre un plinto suntuosamente decorado por los frisos, los bajo relieves y las volutas de la literatura d'annunziana.
NOTAS:
1 La Tersa Italia o Tercera Italia. Después de la imperial o romana y de la del renacimiento. Véase el artículo Sobre "Las tres Romas” de J. C. Mariátegui en El Alma Matinal y Otras Estaciones del hombre.
2 Así se llamaban los secuaces de D'Annunzio.
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viernes, 8 de junio de 2012
LOS NUEVOS ASPECTOS DE LA BATALLA FASCISTA
LOS NUEVOS ASPECTOS DE LA BATALLA FASCISTA
José Carlos Mariátegui. La Escena Contemporánea (1925)
El fascismo es la reacción, como casi todos lo saben o casi todos creen saberlo. Pero la Compleja realidad del fenómeno fascista no se deja captar íntegramente en una definición simplista y esquemática. El Directorio (1) también es la reacción. Y, sin embargo, no se puede estudiar la reacción en el Directorio como en el fascismo. No sólo por desdén de la estupidez fanfarrona y condecorada de Primo de Rivera y de sus secuaces. No sólo por la convicción de que estos mediocrísimos tartarinés (2) son demasiado insignificantes y triviales para influir en el curso de la historia, sino, sobre todo, porque el fenómeno reaccionario debe ser considerado y analizado ahí donde se manifiesta en toda su potencia, ahí donde señala la decadencia de una democracia antes vigorosa, ahí donde constituye la antítesis y el efecto de un extenso y profundo fenómeno revolucionario.
En Italia, la reacción nos ofrece su experimento máximo y su máximo espectáculo. El fascismo italiano representa, plenamente, la anti-revolución o, como se prefiera llamarla, la contra-revolución. La ofensiva fascista se explica, y se cumple, en Italia, como una consecuencia de una retirada o una derrota revolucionaria. El régimen fascista no se ha incubado en un casino. Se ha plasmado en el seno de una generación y se ha nutrido de las pasiones y de la sangre de una espesa capa social. Ha tenido, cual animador, cual caudillo, a un hombre del pueblo, intuitivo, agudo, vibrante, ejercitado en el dominio y en el comando y en la seducción de la muchedumbre, nacido para la polémica y para el combate y que, excluido de las filas socialistas, ha querido ser el condottiere, rencoroso e implacable, del anti-socialismo y ha marchado a la cabeza de la anti- revolución con la misma exaltación guerrera con que le habría gustado marchar a la cabeza de la revolución. El régimen fascista, finalmente, ha sustituido, en Italia, a un régimen parlamentario y democrático mucho más evolucionado y efectivo, que el asaz embrionario y ficticio liquidado, o simplemente interrumpido, en España, por el general Primo de Rivera. En la historia del fascismo, en suma, se siente latir activa, compacta y beligerante, la totalidad de las premisas y de los factores históricos y románticas, materiales y espirituales de una anti-revolución. El fascismo se formó en un ambiente de inminencia revolucionaria ambiente de agitación, de violencia, de demagogia y de delirio creado física y moralmente por la guerra, alimentado por la crisis post-bélica, excitado por la revolución rusa. En este ambiente tempestuoso, cargado de electricidad y de tragedia, se templaron sus nervios y sus bastones, y de este ambiente recibió la fuerza, la exaltación, y el espíritu. El fascismo, por el concurso de estos varios elementos, es un movimiento, una corriente, un proselitismo.
El experimento fascista, cualquiera que sea su duración, cualquiera que sea su desarrollo, aparece inevitablemente destinado a exasperar la crisis contemporánea, a minar las bases de la sociedad burguesa, a mantener la inquietud post-bélica. La democracia emplea contra la revolución proletaria las armas de su criticismo, su racionalismo, su escepticismo. Contra la revolución moviliza a la Inteligencia e invocada Cultura. El fascismo, en cambio, al misticismo revolucionario opone un misticismo reaccionario y nacionalista. "Mientras los críticos liberales de la revolución rusa condenan en nombre de la civilización el culta de la violencia, los capitanes del fascismo lo proclaman y lo predican como su propio culto. Los teóricos del fascismo niegan y detractan las concepciones historicistas y evolusionistas que han mecido, antes de la guerra, la prosperidad y la digestión de la burguesía y que, después de la guerra, han intentado renacer reencarnadas en la Democracia y en la Nueva Libertad de Wilson y en otros evangelios menos puritanos.
El misticismo reaccionario y nacionalista, una vez instalado en el poder, no puede contentarse con el modesto oficio de conservar el orden capitalista. El orden capitalista es demo-liberal, es parlamentario, es reformista o transformista. Es, en el terreno económico o financiero, más o menos internacionalista. Es, sobre todo, un orden consustancial con la vieja política. ¿Y qué misticismo reaccionario o nacionalista no se amasa con un poco de odio o de detractación de la vieja política parlamentaria y democrática, acusada de abdicación o de debilidad ante la "demagogia socialista" y el "peligro comunista"? ¿No es éste, tal: vez, uno de los más monótonos ritornellos (3) de las derechas francesas, de las derechas alemanas, de todas las derechas? Por consiguiente, la reacción, arribada al poder, no se conforma con conservar; pretende rehacer. Puesto que reniega el presente, no puede conservarlo ni continuarlo: tiene que tratar de rehacer el pasado. El pasado que se condensa en estas normas: principio de autoridad, gobierno de una jerarquía religión del Estado, etc. O sea las normas que la revolución burguesa y liberal desgarró, destruyo porque entrababan el desarrollo de la economía capitalista. Y acontece, por tanto que, mientras la reacción se limita a decretar el ostracismo de la Libertad y a reprimir la Revolución, la burguesía bate palmas; pero luego, cuando la reacción empieza a atacar los fundamentos de su poder y de su riqueza, la burguesía siente la necesidad urgente de licenciar a sus bizarros defensores.
La experiencia Italiana es extraordinariamente instructiva a este respecto. En Italia, la burguesía saludó al fascismo como a un salvador. La Terza Italia cambió la garibaldina camisa roja por la mussoliniana camisa negra. El capital industrial y agrario, financiaron y armaron a las brigadas fascistas. El golpe de estado fascista obtuvo el consenso de la mayoría de la Cámara. El liberalismo se inclinó ante el principio de autoridad. Pocos liberales, pocos demócratas, rehusaron enrolarse en el séquito del Duce. Entre los parlamentarios, Nitti, Amendola, Albertini. Entre los escritores, Guglielmo Ferrero, Mario Missiroli, algunos otros. Los clásicos líderes del liberalismo, —Salandra, Orlando, Giolitti— con más o menos intensidad, concedieron su confianza a la dictadura. Transitoriamente la adhesión o la confianza de esa gente, resultó embarazosa para el fascismo; le imponía un trabajo de absorción, superior a sus fuerzas, superior a sus posibilidades. El espíritu fascista no podia actuar libremente si no digería y absorbía antes el espíritu liberal. En la imposibilidad de elaborarse una ideología propia, el fascismo corría el riesgo de adoptar, más o menos atenuada, la ideología liberal que lo envolvía.
La tormenta política desencadenada por el asesinato de Matteotti aportó una solución para este problema. El liberalismo se separó del fascismo. Giolitti, Orlando. Salandra, Il Giornale d'Italia, (4) etc., asumieron una actitud de oposición. No siguieron al bloque de oposición a su retiro del Aventino. (5) Permanecieron en la Cámara. Parlamentarios orgánicos, no pedían hacer otra cosa. El fascismo quedó aislado. A sus flancos no continúan sino algunos liberales-nacionales y algunos católicos-nacionales, esto es, los elementos más nacionalistas y conservadores de los antiguos partidos.
Las oposiciones esperaban forzar así al fascismo a dejar el poder. Pensaban que, hecho el vacío a su alrededor, el fascismo caería automáticamente. Los comunistas combatieron esta ilusión. Propusieron a la oposición del Aventino su constitución en parlamento del pueblo. Frente al parlamento fascista de Montecitorio (6) debía funcionar el parlamento antifascista del Aventino. Había que llevar, a sus últimas consecuencias políticas e históricas, el boicot de la Cámara. Pero ésta era, franca y neta, la vía de la revolución. Y el bloque del Aventino no es revolucionario. Se siente y se proclama normalizador. La invitación comunista no pudo, pues, ser aceptada. El bloque del Aventino se contentó con plantear la famosa cuestión moral la oposición aventiniana rehusaba volver a la Cámara mientras ejerciesen el poder, cubiertos por el voto de su mayoría, los hombres sobre quienes pesaba la responsabilidad del asesinato de Matteotti, responsabilidad que bajo un gobierno fascista, la justicia se encontraba coactada para esclarecer y examinar.
Mussolini respondió a esta declaración de intransigencia con una maniobra política. Envió a la Cámara un proyecto de ley electoral. En la práctica parlamentaria italiana este trámite precede y anuncia la convocatoria a elecciones políticas..¿Se abstendrían también los partidos del Aventino de concurrir a las elecciones? El bloque as ratificó en su intransigencia. Insistió en la tacha moral. La prensa de oposición publicó un memorial de Cessare Rossi, escrito por éste antes de su arresto, en el cual el presunto mandante del asesinato de Matteotti acusa a Mussolini. La tacha estaba documentada. Pero la dialéctica de la oposición reposaba en un equivoco. La cuestión moral no podía dominar la cuestión política. Tenía, antes bien, que suceder lo contrario. La cuestión moral era impotente para decidir al fascismo a marcharse del gobierno.
Mussolini se lo recordó a la oposición en su acre discurso del 3 de enero en la Cámara. El preámbulo de su discurso fue la lectura del artículo 47 del Estatuto de Italia que otorga a la Cámara de Diputados el derecho de acusar a los Ministros del Rey y de enviarlos ante la alta Corte de Justicia. "Pregunto formalmente —dijo— si en esta Cámara o fuera de aquí existe alguien que se quiera valer del artículo 47". Y, luego, con dramática entonación, reclamó para si todas las responsabilidades del fascismo. "Si el fascismo —declaró— no ha sido sino óleo de ricino y cachiporra, y no una pasión soberbia de la mejor juventud italiana, ¡a mi la culpa! Si el fascismo ha sido una asociación de delinquir, bien, ¡yo soy el jefe y el responsable de esta asociación de delinquir! Si todas las violencias han sido el resultado de un determinado clima histórico, político y moral, bien, ¡a mí la responsabilidad, porque este clima histórico, político y moral lo he creado yo!" Y anunció, en seguida, que en cuarentiocho horas la situación quedaría aclarada. ¿Cómo ha cumplido su palabra? En una manera tan simple como notoria. Sofocando casi totalmente la libertad de prensa. La oposición; privada casi de la tribuna de la prensa, resulta perentoria y rudamente invitada a tornar a la tribuna del parlamento. En el Aventino se prepara ya el retorno a la Cámara.
En un reciente articulo de la revista Gerarchia. (7) titulado "Elogio a los Gregarios", Mussolini revista marcialmente las peripecias de la batalla. Polemiza con la oposición. Y exalta la disciplina de sus tropas. "La disciplina del fascismo —escribe— tiene verdaderamente aspectos de religión". En esta disciplina reconoce "el ánimo de la gente que en las trincheras ha aprendido a conjugar, en todos los modos y tiempos, el verbo sagrado de todas las religiones: obedecer" y "el signo de la nueva Italia que se despoja una vez por todas de la vieja mentalidad anarcoide con la intuición de que únicamente en la silenciosa coordinación de todas las fuerzas, a las órdenes toria".
Aislado, bloqueado, boicoteado, el fascismo de viene más beligerante, más combativo, más Intransigente. La oposición liberal y democrática lo ha devuelto a sus orígenes. El ensayo reaccionario, libre del lastre que antes lo entrababa y enervaba interiormente, puede ahora cumplirse en toda su integridad. Esto explica el interés que, como experiencia histórica, tiene para sus contemporáneos la batalla fascista.
El fascismo, que durante dos años se había contentado casi con representar en el poder el papel de gendarme del capitalismo, pretende hoy reformar sustancialmente el Estatuto de Italia. Se propone, según sus líderes y su prensa, crear el Estado fascista. Insertar la revolución fascista en la Constitución italiana Una comisión de dieciocho legisladores fascistas, presidida por el filósofo Giovanni Gentile, prepara esta reforma constitucional. Farinacci, líder del extremismo fascista, llamado en esta emergencia a la secretaria general del partido, declara que el fascismo "ha perdido dos años y medio en el poder". Ahora, liberado de la pesada alianza de los liberales, purgado de los residuos de la vieja política, se propone recuperar el tiempo perdido. Todos los capitanes del fascismo hablan un lenguaje más exaltado y místico que nunca. El fascismo quiere ser una religión. Giovanni Gentile en un ensayo sobre los "caracteres religiosos de la presente lucha política", observa que "hoy se rompen, en Italia, a causa del fascismo, aquellos que parecían hasta ayer los más sólidos vínculos personales de amistad y de familia". Y de esta guerra, el filósofo del idealismo no se duele. El filósofo del idealismo es, desde hace algún tiempo, el filósofo de la violencia. Recuerda, en su ensayo, las palabras de Jesucristo: Non veni pacem mittere, sed gladium. Ignem veni mittere in terram. (8) Y remarca, a propósito de la cuestión moral, que "esta tonalidad religiosa de la psicología fascista ha generado la misma tonalidad en la psicología antifascista".
Giovanni Gentile, poseído de la fiebre de su facción, exagera ciertamente. En el Aventino no ha prendido aún la llama religiosa. Menos aún ha prendido, ni puede prender, en Giolitti. Giolitti y el Aventino representan el espíritu y la cultura demo-liberales con todo su escepticismo, con todo su racionalismo, con todo su criticismo. La lucha presente devolverá al espíritu liberal un poro de su antigua fuerza combativa. Pero no logrará que renazca como fe, como pasión, como religión. El programa del Aventino y de Giolitti es la normalización. Y por su mediocridad, este programa no puede sacudir a las masas, no puede exaltarlas, no puede conducirlas contra el régimen fascista. Sólo en el misticismo revolucionario de los comunistas se constatan los caracteres religiosos que Gentile descubre en el misticismo reaccionario de los fascistas. La batalla final no se librará, por esto, entre el fascismo y la democracia.
NOTAS:
1 Se refiere al Directorio constituido por el General Miguel Primo de Rivera después de la instauración de la dictadura militar que siguió al pronunciamiento del 13 de setiembre de 1923 y que se mantuvo hasta 1930. A este propósito verse el articulo “El Directorio Español” en Figuras y Aspectos de la Vida Mundial. T. I. (N. E.)
2 De Tartarin de Tarascon. Novela de A. Daudet en la que satiriza a los franceses del sur por sus fantasías y bravuconadas.
3 ritornellos = estribillos.
4 ver I. O.
5 una de les colinas romanas donde se hallaba el edificio que sirvió de refugio a la oposición parlamentaria antifascista.
6 Lugar donde sesionaba el Parlamento italiano.
7 ver I. O.
8 No vine a traer paz, sino guerra. Vine a poner fuego sobre la tierra.
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