martes, 29 de enero de 2013

LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO - MARX

 
SOBRE LA LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO
(1 – Marx)

Finalmente, otra cuestión fundamental del marxismo-leninismo-maoísmo es la lucha contra el revisionismo; lucha necesaria, constante e implacable en defensa de la ideología del proletariado, e indispensable para desarrollar la revolución, conquistar el poder y persistir en la emancipación de la humanidad a través de la dictadura del proletariado y la dirección de partidos comunistas. En su época Marx y Engels, en setiembre de 1879, desenmascararon la esencia reformista y burguesa del programa sustentado en el llamado “Examen retrospectivo del movimiento socialista”, artículo escrito entre otros por E. Bernstein, el más tarde pontífice del viejo revisionismo:

“El reproche especial que aquí se le hace a Schweitzer es el de haber achatado el lassalleanismo, considerado aquí como un movimiento burgués democrático-filantrópico, reduciéndolo al nivel de una lucha unilateral de los obreros industriales por sus intereses. Pero, en realidad, resulta que Schweitzer acható el movimiento, haciéndolo más profundo, al darle el carácter de lucha de clases de los obreros industriales contra la burguesía. Más adelante se le reprocha el ‘haber ahuyentado a la democracia burguesa’. Pero, ¿qué tiene que hacer la democracia burguesa en las filas del Partido Socialdemócrata? (léase Partido Comunista) Si la democracia burguesa está integrada por ‘personas honradas’, no puede desear el ingreso en el Partido; y si a pesar de ello desea ingresar en él, sólo puede ser para hacer daño.
[…]
Así, pues, según estos señores, el Partido Social demócrata no debe ser un partido unilateralmente obrero, sino el partido universal ‘de todas las personas de verdaderos sentimientos humanitarios’. Y para demostrarlo, debe renunciar ante todo a las groseras pasiones proletarias y, dirigido por burgueses cultos y de sentimientos filantrópicos, ‘adquirir gustos finos’ y ‘aprender buenos modales’ (Pág.85). Entonces, los ‘toscos modales’ de ciertos lideres serán sustituidos por distinguidos ‘modales burgueses’ (¡como si la indecorosidad externa de aquellos a quienes se alude no fuese el menor de los defectos que se les puede imputar!).Entonces, tampoco tardarán en aparecer ‘numerosos partidarios procedentes de las clases cultivadas y ricas. Son estos elementos los que deben ser atraídos ante todo...si se quiere que la propaganda alcance éxitos tangibles’. El socialismo alemán ‘ha atribuido demasiada importancia a la conquista de las masas, a la vez que ha descuidado la propaganda enérgica (!) entre las llamadas capas altas de la sociedad’. Pero ‘al partido aún le faltan personas que pueden representarlo en el Reichstag’, y ‘es deseable, e incluso necesario, que las credenciales sean entregadas a personas que tengan tiempo y posibilidades de estudiar a fondo los problemas. Los simples obreros y los pequeños artesanos... sólo muy excepcionalmente pueden disponer del ocio necesario’. Así que, ¡elegid a los burgueses!
En una palabra, la clase obrera no es capaz de lograr por sí misma su emancipación. Para ello necesita someterse a la dirección de burgueses ‘cultivados y ricos’, pues sólo ellos ‘tienen tiempo y posibilidades’ de llegar a conocer lo que puede ser útil para los obreros. En segundo lugar, la burguesía no debe ser atacada en ningún caso, sino conquistada mediante una propaganda enérgica.
Pero si nos proponemos conquistar a las capas altas de la sociedad, o por lo menos a sus elementos bien intencionados en modo alguno debemos asustarlos. Y aquí es donde los tres de Zurich creen haber hecho un descubrimiento tranquilizador:
‘Precisamente ahora, bajo la presión de la ley contra los socialistas, el partido demuestra que no tiene la intención de recurrir a la violencia e ir a una revolución sangrienta, sino que por el contrario, está dispuesto... a seguir el camino de la legalidad, es decir, el camino de las reformas’. De este modo, si 500 o 600,000 electores socialdemócratas (la décima o la octava parte del censo electoral), dispersos, además, por todo el país, son lo bastante sensatos para no romperse la cabeza contra un muro y para no lanzarse, en la proporción de uno contra diez, a una ‘revolución sangrienta’, eso demuestra que han renunciado para siempre a utilizar cualquier gran acontecimiento de la política exterior y el ascenso revolucionario por él provocado, e incluso la victoria lograda por el pueblo en el conflicto que pueda producirse sobre esta base. Si alguna vez Berlín vuelve a dar pruebas de su incultura con otro 18 de marzo *, la socialdemocracia no participará en la lucha, como ‘cualquier chusma ansiosa de lanzarse a las barricadas’ (pág.88), sino que ‘seguirá el camino de la legalidad’, apaciguará la insurrección, retirará las barricadas y, en caso necesario, marchará con el glorioso ejército contra la masa unilateral, grosera e inculta. Y si esos caballeros afirman que no era tal la intención de sus palabras, ¿qué era, pues, lo que querían decir?
Pero aún falta lo mejor.
‘Cuanto más sereno, objetivo y circunspecto sea el partido en su crítica al orden actual y en sus propuesta de reforma, menos posibilidades habrá de que se repita la jugada, que ahora ha tenido éxito (al dictarse la ley contra los socialistas), y gracias a la cual la reacción consciente ha logrado meter en un puño a la burguesía, intimidada por el fantasma rojo’ (pág. 88).
Para liberar a la burguesía de toda sombra de temor, hay que demostrarle clara y palpablemente que el fantasma rojo no es más que eso, un fantasma que no existe en la realidad. Pero el secreto del fantasma rojo está precisamente en el miedo de la burguesía a la inevitable lucha a vida o muerte que tiene que librarse entre ella y el proletariado, está en el temor al inevitable desenlace de la actual lucha de clases. Acabemos con la lucha de clases y la burguesía, lo mismo que ‘todas las personas independientes’, ‘no temerá marchar del brazo con el proletariado’. Pero éste será precisamente quien se quede con un palmo de narices.
Por lo tanto, el partido debe demostrar con su acatamiento y humildad que ha renunciado para siempre a ‘los despropósitos y a los excesos’ que dieron pie a la promulgación de la ley contra los socialistas. Si promete voluntariamente no salirse del marco de esa ley, Bismarck y la burguesía serán naturalmente tan amables que la abolirán, pues ya no será necesaria.
‘Entiéndasenos bien’; nosotros no queremos ‘renunciar a nuestro partido ni a nuestro programa, pero consideramos que tenemos trabajo para muchos años si aplicamos todas nuestras fuerzas y todas nuestras energías a lograr ciertos objetivos inmediatos, que deben ser conseguidos por encima de todo antes de ponernos a pensar en tareas de mayor alcance’. Y entonces, los burgueses, los pequeño burgueses y los obreros, que ‘ahora se asustan...de nuestras reivindicaciones de largo alcance’, vendrán a nosotros en masa.
No se renuncia al programa; lo único que se hace es aplazar su realización... por tiempo indefinido. Se acepta el programa, pero esta aceptación no es en realidad para sí mismo, para seguirlo durante la vida de uno, si no únicamente para dejarlo en herencia a los hijos y a los nietos. Y mientras tanto, ‘todas las fuerzas y todas las energías’ se dedican a futilidades sin cuento y a un remiendo miserable del régimen capitalista, para dar la impresión de que se hace algo, sin asustar al mismo tiempo a la burguesía.
[…]
Tal es el programa de los tres censores de Zurich. Es de una claridad meridiana, sobre todo para nosotros, que desde 1848 conocemos al dedillo todos esos tópicos. Aquí tenemos a unos representantes de la pequeña burguesía llenos de miedo ante la idea de que los proletarios, impulsados por su posición revolucionaria, puedan ‘llegar demasiado lejos’. En lugar de una oposición política resuelta, mediación general; en lugar de la lucha contra el gobierno y la burguesía, intentos de convencerlos y de atraerlos; en lugar de una resistencia encarnizada a las persecuciones de arriba, humilde sumisión y reconocimiento de que el castigo ha sido merecido. Todos los conflictos impuestos por la necesidad histórica se interpretan como malentendidos y se da carpetazo a todas las discusiones con la declaración de que en lo fundamental todos estamos de acuerdo. Los que en 1848 actuaban como demócratas burgueses pueden llamarse hoy socialdemócratas sin ningún reparo. Lo que para los primeros era la república democrática es para los segundos la caída del régimen capitalista: algo perteneciente a un futuro muy remoto, algo que no tiene absolutamente ninguna importancia para la política del momento presente, por lo que puede uno entregarse hasta la saciedad a la mediación, a las componendas y a la filantropía. Exactamente lo mismo en cuanto a la lucha de clases entre el proletariado y la burguesía. Se la reconoce en el papel, porque ya es imposible negarla, pero en la práctica se la difumina, se la diluye, se la debilita. El Partido Socialdemócrata no debe ser un Partido de la clase obrera, no debe despertar el odio de la burguesía ni de nadie. Lo primero que debe hacer es realizar una propaganda enérgica entre la burguesía; en vez de hacer hinca pie en objetivos de largo alcance, que asustan a la burguesía y que de todos modos no han de ser conseguidos por nuestra generación, mejor será que concentre todas sus fuerzas y todas sus energías en la aplicación de reformas remendonas pequeñoburguesas, que habrán de convertirse en nuevos refuerzos del viejo régimen social, con lo que, tal vez, la catástrofe final se transformara en un proceso de descomposición que se lleve a cabo lentamente, a pedazos y, en la medida de lo posible, pacíficamente. Esa gente es la misma que, son capa de una febril actividad, no sólo no hace nada ella misma, sino que trata de impedir que, en general, se haga algo más que charlar; son los mismos que en 1848 y 1849, con su miedo a cualquier acción, frenaban el movimiento a cada paso y terminaron por conducirlo a la derrota; los mismos que nunca advierten la reacción y se asombran extraordinariamente al hallarse en un callejón sin salida, donde la resistencia y la huida son igualmente imposibles; los mismos que se empeñan en aprisionar la historia en su estrecho horizonte de filisteos, y de los cuales la historia jamás hace el menor caso, pasando invariablemente al orden del día.
Por lo que respecta a sus convicciones socialistas, ya han sido bastante criticadas en el manifiesto del Partido Comunista, en el capítulo donde se trata del socialismo alemán o socialismo ‘verdadero’**. Cuando la lucha de clases se deja a un lado como algo fastidioso y ‘grosero’, la única base que le queda al socialismo es el ‘verdadero amor a la humanidad’ y unas cuantas frases hueras sobre la ‘justicia’.
[...]
En cuanto a nosotros, y teniendo en cuenta todo nuestro pasado, no nos queda más que un camino. Durante cerca de cuarenta años hemos venido destacando la lucha de clases como fuerza directamente propulsora de la historia, y particularmente la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado como la gran palanca de la revolución social moderna. Esta es la razón de que no podamos marchar con unos hombres que pretenden extirpar del movimiento esta lucha de clases. Al ser fundada la Internacional, formulamos con toda claridad su grito de guerra: la emancipación de la clase obrera debe ser obra de los obreros mismos. No podemos, por consiguiente, marchar con unos hombres que declaran abiertamente que los obreros son demasiado incultos para emanciparse ellos mismos, por lo que tienen que ser liberados desde arriba, por los filántropos de la gran burguesía y de la pequeña burguesía.”


* Se refiere a la lucha revolucionaria de barricadas que tuvo lugar en Berlín el 18 y 19 de marzo de 1848.

** Ver Manifiesto, capítulo III, punto c).




¡ELECCIONES, NO!
¡GUERRA POPULAR, SÍ!

Comité Central
Partido Comunista del Perú
1990

1 comentario:

  1. Como siempre lo he manifestado, el trabajo que ustedes hacen es grande, grande por que hay otro trabajo grande como es la publicacion de literatura contrarrevolucionaria, señalando desde Marx hasta el presidente gonzalo de terroristas, de bandidos etc. asi que mi gran apoyo a su valioso trabajo. Hace seguimiento de si estos trabajos son reproducidos y diseminados en las bases obreras, campesinas, estudiantes, profesores etc. ? hay que continuar creciendo y fortaleciendonos y trabajando para que despeguen las guerras populares maoistas pensamiento gonzalo!.

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