GANDHI
JOSE CARLOS MARIATEGUI (1924)
Este hombre dulce y piadoso es uno de los
mayores personajes de la historia contemporánea. Su pensamiento
no influye sólo sobre trescientos veinte millones de hindúes.
Conmueve toda el Asia y repercute en Europa. Romain Rolland, que
descontento del Occidente se vuelve hacia el Oriente, le ha
consagrado un libro. La prensa europea explora con curiosidad la
biografía y el escenario del apóstol.
El principal
capítulo de la vida de Gandhi empieza en 1919. La post-guerra
colocó a Gandhi a la cabeza del movimiento de emancipación de
su pueblo. Hasta entonces Gandhi sirvió fielmente a la Gran
Bretaña. Durante la guerra colaboró con los ingleses. La India
dio a la causa aliada una importante contribución. Inglaterra se
había comprometido a concederle los derechos, de los demás
«Dominios». Terminada la contienda, Inglaterra olvidó su
palabra y el principio wilsoniano de la libre determinación de
los pueblos. Reformó superficialmente la administración de la
India, en la cual acordó al pueblo hindú una participación
secundaria e inocua. Respondió a las quejas hindúes con una
represión marcial y cruenta. Ante este tratamiento pérfido,
Gandhi rectificó su actitud y abandonó sus ilusiones. La India
insurgía contra la Gran Bretaña y reclamaba su autonomía, La
muerte de Tilak había puesto la dirección del movimiento
nacionalista en las manos de Gandhi, que ejercía sobre su pueblo
un gran ascendiente religioso. Gandhi aceptó la obligación de
acaudillar a sus compatriotas y los condujo a la no cooperación:
La insurrección armada le repugnaba. Los medios debían ser, a
su juicio, buenos y morales como los fines. Había que oponer a
las armas británicas la resistencia del espíritu y del amor. La
evangélica palabra de Gandhi inflamó de misticismo y de fervor
el alma indostana. El Mahatma1 acentuó,
gradualmente, su método. Los hindúes fueron invitados a
desertar de las escuelas y las universidades, la administración
y los tribunales, a tejer con sus manos su traje khaddar,
a rechazar las manufacturas británicas. La India gandhiana
tornó, poéticamente, a la "música de la rueca". Los
tejidos ingleses fueron quemados en Bombay como cosa maldita y
satánica. La táctica de la no cooperación se encaminaba a sus
últimas consecuencias: la desobediencia civil, el rehusamiento
del pago de impuestos. La India parecía próxima a la rebelión
definitiva. Se produjeron algunas violencias. Gandhi, Indignado
por esta falta, suspendió la orden de la desobediencia civil y,
místicamente, se entregó a la penitencia. Su pueblo no estaba
aún educado para el uso de la satyagraha, la
fuerza-amor, la fuerza-alma. Los hindúes obedecieron a su jefe.
Pero esta retirada, ordenada en el instante de mayor tensión y
mayor ardimiento, debilitó la ola revolucionaria. El movimiento
se consumía y se gastaba sin combatir. Hubo algunas defecciones
y algunas disensiones. La prisión y el procesamiento de Gandhi
vinieron a tiempo. El Mahatma dejó la dirección del movimiento
antes de que éste declinase.
El Congreso
Nacional indio de diciembre de 1923 marcó un descenso del
gandhismo. Prevaleció en esta asamblea la tendencia
revolucionaria de la no cooperación; pero se le enfrentó una
tendencia derechista o revisionista que, contrariamente a la
táctica gandhista, propugnaba la participación en los consejos
de reforma, creados por Inglaterra para domesticar a la burguesía
hindú. Al mismo tiempo apareció en la asamblea, emancipada del
gandhismo, una nueva corriente revolucionaria de inspiración
socialista. El programa de esta corriente, dirigido desde Europa
por los núcleos de estudiantes y emigrados hindúes, proponía
la separación completa de la India del Imperio Británico, la
abolición de la propiedad feudal de la tierra, la supresión de
los impuestos indirectos, la nacionalización de las minas,
ferrocarriles, telégrafos y demás servicios públicos, la
intervención del Estado en la gestión de la gran industria, una
moderna legislación del trabajo, etc., etc. Posteriormente, la
escisión continuó ahondándose. Las dos grandes facciones
mostraban un contenido y una fisonomía clasistas. La tendencia
revolucionaria era seguida por el proletariado que, duramente
explotado sin el amparo de leyes protectoras, sufría más la
dominación inglesa. Los pobres, los humildes eran fieles a
Gandhi y a la revolución. El proletariado industrial se
organizaba en sindicatos en Bombay y otras ciudades indostanas.
La tendencia de derecha, en cambio, alojaba a las castas ricas, a
los parsis,2 comerciantes,
latifundistas.
El método de la no
cooperación, saboteado por la aristocracia y la burguesía
hindúes, contrariado por la realidad económica, decayó así,
poco a poco. El boycot3de
los tejidos ingleses y el retorno a la lírica rueca no pudieron
prosperar. La industria manual era incapaz de concurrir con la
industria mecánica. El pueblo hindú, además, tenía interés
en no resentir al proletariado inglés, aumentando las causas de
su desocupación, con la pérdida de un gran mercado. No podía
olvidar que la causa de la India necesita del apoyo del partido
obrero de Inglaterra. De otro lado, los funcionarios
dimisionarios volvieron, en gran parte, a sus puestos. Se
relajaron, en suma, todas las formas de la no cooperación.
Cuando el gobierno
laborista de Mac Donald lo amnistió y libertó, Gandhi encontró
fraccionado y disminuido el movimiento nacionalista hindú. Poco
tiempo antes, la mayoría del Congreso Nacional, reunido
extraordinariamente en Delhi en setiembre de 1923, se había
declarado favorable al partido Swaraj, dirigido por C. R. Das,
cuyo programa se conforma con reclamar para la India los derechos
de los «Dominios» británicos, y se preocupa de obtener para el
capitalismo hindú sólidas y seguras garantías.
Actualmente Gandhi
no dirige ni controla ya las orientaciones políticas de la mayor
arte del nacionalismo hindú. Ni la derecha, que desea la
colaboración con los ingleses, ni la extrema izquierda, que,
aconseja la insurrección, lo obedecen. El número de sus
fautores ha descendido. Pero, si su autoridad de líder
politicona decaído, su prestigio de asceta y de santo no ha
cesado de extenderse. Cuenta un Periodista, cómo al retiro del
Mahatma afluyen peregrinos de diversas razas y comarcas asiáticas
Gandhi recibo, sin ceremonias y sin protocolo, a todo el que
llama a su puerta. Alrededor de su morada, viven centenares de
hindúes felices de sentirse junto a él.
Esta es la
gravitación natural de la vida del Mahatma. Su obra es más
religiosa y moral que política. En su diálogo con Rabindranath
Tagore, el Mahatma ha declarado su intención de introducir la
religión en la política. La teoría de la no cooperación está
saturada de preocupaciones éticas. Gandhi no es verdaderamente,
el caudillo de la libertad de la India, sino el apóstol de
un movimiento religioso. La autonomía de la India no le
interesa, no le apasiona, sino secundariamente. No siente,
ninguna prisa por llegar a ella. Quiere, ante todo, purificar y
elevar el alma hindú. Aunque su mentalidad está nutrida, en
parte, de cultura europea, el Mahatma repudia la civilización de
Occidente, Le repugna su materialismo, su impureza, su
sensualidad. Como Ruskin y como Tolstoy, a quienes ha leído y a
quienes ama, detesta la máquina. La máquina es para él el
símbolo de la «satánica» civilización occidental. No quiere,
por ende, que el maquinismo y su influencia se aclimaten en la
India. Comprende que la máquina es el agente y el motor de las
ideas occidentales. Cree que la psicología indostana no es
adecuada a una educación europea; pero osa esperar que la India,
recogida en sí misma, elabore una moral, buena Pera el uso de
los demás pueblos. Hindú hasta la médula, piensa que la India
puede dictar al mundo su propia disciplina. Sus fines y su
actividad, cuando persiguen la fraternización de hinduistas y
mahometanos o la redención de los intocables, de los
parias, tienen una vasta trascendencia política y social. Pero
su inspiración, es esencialmente religiosa.
Gandhi se clasifica
como un idealista práctico. Henri Barbusse lo reconoce, además,
como un verdadero revolucionario. Dice, en seguida, que "este
término designa en nuestro espíritu a quién, habiendo
concebido, en oposición al orden político y social establecido,
un orden diferente, se consagra a la realización de este plan
ideal por medios prácticos" y agrega que "el utopista
no es un verdadero revolucionario por subversivas que sean sus
sinrazones". La definición es excelente. Pero Barbusse
cree, además, que, "si Lenin se hubiese encontrado, en
lugar de "Gandhi, hubiera hablado y obrado cómo él. Y ésta
hipótesis es arbitraria. Lenin era un realizador y un realista.
Era, indiscutiblemente, un idealista práctico. No está probado
que la vía de la no cooperación y la no violencia sea las
únicas vías de la emancipación indostana. Tilak, el anterior
líder del nacionalismo hindú, no habría desdeñado el método
insurreccional. Romain Rolland opina que Tilak, cuyo genio
enaltece, habría podido entenderse con los revolucionarios
rusos. Tilak, sin embargo, no era menos asiático ni menos hindú
que Gandhi. Más fundada que la hipótesis de Barbusse es la
hipótesis opuesta, la de que, Lenin habría trabajado por
aprovechar la guerra y sus consecuencias para liberar a la India
y no habría detenido, en ningún caso, a los hindúes en el
camino de la insurrección. Gandhi, dominado por su temperamento
moralista, no ha sentido a veces la misma necesidad de libertad
que sentía su pueblo. Su fuerza, en tanto, ha dependido, más
que de su predicación religiosa, de que ésta ha ofrecido a los
hindúes una solución para su esclavitud y para su hambre.
La teoría de la no
cooperación contenía muchas ilusiones. Una de ellas era la
ilusión medioeval de revivir en la India una economía
superada. La rueca es impotente para resolver la cuestión
social de ningún pueblo. El argumento de Gandhi —"¿no ha
vivido así antes la India?"— es un argumento demasiado
antihistórico e ingenuo. Por escéptica y desconfiada que
sea su actitud ante el Progreso, un hombre moderno rechaza
instintivamente la idea de que se pueda volver atrás. Una vez
adquirida la máquina, es difícil que la humanidad renuncie a
emplearla. Nada puede contener la filtración de la civilización
occidental en la India. Tagore tiene plena razón en este
incidente de su polémica con Gandhi. "El problema de
hoy es mundial. Ningún pueblo puede buscar su salud separándose
de los otros. O salvarse juntos o desaparecer juntos".
Las requisitorias
contra el materialismo occidental son exageradas. El hombre
del Occidente no es tan prosaico y cerril como algunos espíritus
contemplativos y estáticos suponen. El socialismo y el
sindicalismo, a pesar de su concepción materialista de la
historia, son menos materialistas de lo que parecen. Se
apoyan sobre el interés de la mayoría, pero tienden a
ennoblecer y dignificar la vida. Los occidentales son místicos
y religiosos a su modo. ¿Acaso la emoción revolucionaria no es
una emoción religiosa? Acontece en el occidente que la
religiosidad se ha desplazado del cielo a la tierra. Sus motivos
son humanos, son sociales; no son divinos. Pertenecen a la vida
terrena y no a la vida celeste.
La ex-confesión de
la violencia es más romántica que la violencia misma. Con
armas solamente morales jamás constreñirá la India a la
burguesía inglesa a devolverle su libertad. Los honestos jueces
británicos reconocerán, cuantas veces sea necesario, la
honradez de los apóstoles de la no cooperación y
del satyagraha;4 pero
seguirán condenandolos a seis años de cárcel. La
revolución no se hace, desgraciadamente, con ayunos. Los
revolucionarios de todas las latitudes tienen que elegir
entre sufrir la violencia o usarla. Si no se quiere que el
espíritu y la inteligencia estén a órdenes de la fuerza,
hay que resolverse a poner la fuerza a órdenes de la
inteligencia y del espíritu.
NOTAS:
1 En
hindú, el "alma grande", apelativo con que se de
signaba a Gandhi.
2 Practicantes
de la religión de Zoroastro.
3 Práctica
de lucha social que consiste en evitar toda relación con el
castigado.
4 Término
inventado por Gandhi para expresar su movimiento de defensa
de la verdad no haciendo sufrir al adversario, sino sufriendo uno
mismo.
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martes, 28 de febrero de 2012
Etiquetas:
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