LÍNEA
DE CONSTRUCCIÓN DE LOS TRES INSTRUMENTOS DE LA REVOLUCIÓN
Somos
plenamente conscientes de que ninguna clase ha logrado en la historia
instaurar su dominio si no ha promovido a sus jefes
políticos,
a sus representantes de vanguardia, capaces de organizar el
movimiento y dirigirlo;
y el proletariado peruano en medio de la lucha de clases ha generado
la dirección
de la revolución
y su más
alta expresión:
la Jefatura del Presidente Gonzalo que maneja la teoría
revolucionaria, tiene un conocimiento de la historia y una
comprensión
profunda del movimiento práctico;
quien en dura lucha de dos líneas
ha derrotado al revisionismo, al liquidacionismo de derecha e
izquierda, a la línea
oportunista de derecha y al derechismo;
ha reconstituido el Partido,
lo dirige en la guerra popular y ha devenido en el más
grande marxista-leninista-maoísta
viviente, gran estratega político
y militar, filósofo;
maestro de comunistas, centro de unificación
partidaria. La reacción
tiene dos principios para destruir la revolución:
aniquilar dirección
y aislar la guerrilla de las masas pero en síntesis
su problema es aniquilar dirección
pues es la que permite mantener el rumbo y materializarlo. Nuestro
Partido ha definido que la dirección
es clave y es obligación
de todos los militantes bregar constantemente por defender y
preservar la dirección
del Partido y muy especialmente la dirección
del Presidente Gonzalo, nuestra Jefatura, contra cualquier ataque
dentro y fuera del Partido y sujetarnos a su dirección
y mando personal enarbolando las consignas de “Aprender
del Presidente Gonzalo”
y “Encarnar
el pensamiento gonzalo”.
ENTREVISTA
AL PRESIDENTE GONZALO (1988)
En
nuestro Partido, revolución y guerra popular, el proletariado ha
generado también un
conjunto de jefes por necesidad y casualidad históricas, en el
sentido de Engels; es una
necesidad que se generen jefes y un jefe, pero quiénes lo sean en
concreto lo define
la casualidad, o sea el conjunto de condiciones específicas que se
concretan en un
lugar y momento determinados. Así también en nuestro caso se ha
generado una Jefatura;
primero fue reconocida en el Partido, en la Conferencia Nacional
Ampliada de
1979; pero esta cuestión encierra una cuestión básica insoslayable
que merece destacar:
no hay Jefatura que no se sustente en un pensamiento, cualquiera sea
el grado
de desarrollo que el mismo tenga. El que haya devenido quien habla en
jefe del Partido
y de la revolución, como dicen los acuerdos, tiene que ver con la
necesidad y la
casualidad histórica y, obviamente, con el pensamiento gonzalo;
nadie sabe qué es lo
que la revolución y el Partido pueden hacer con cada uno de
nosotros, y cuando tal cosa
se especifica lo único que cabe es asumir la responsabilidad.
Nos
hemos movido dentro de la tesis de Lenin que es justa y correcta; el
problema del
culto a la personalidad es una posición revisionista. Y a Lenin nos
advirtió contra el
problema de la negación de los jefes, así como destacó la
necesidad de que la clase, el
Partido, la revolución promuevan a sus propios dirigentes, más
dirigentes a jefes y a
Jefatura. Hay una diferencia que vale resaltar, dirigente es un cargo
orgánico en tanto
que jefes y Jefatura los entendemos como reconocimiento de autoridad partidaria
y revolucionaria, adquirida y probada en larga brega, de quienes en
la teoría y
la práctica demuestran que son capaces de encabezarnos y guiarnos
hacia el avance y
la victoria en la consecución de nuestros ideales de clase. Jruschov
levantó el problema del culto a la personalidad para combatir al
camarada Stalin,
pero ése fue un pretexto como sabemos todos, en el fondo era para
combatir la dictadura
del proletariado. Hoy mismo Gorbachov vuelve a enarbolar el culto a
la personalidad,
como también lo hicieron los revisionistas chinos Liu Shao-chi y T
eng Siao-ping.
Es en consecuencia una tesis revisionista que apunta en esencia
contra la dictadura
del proletariado y contra las jefaturas y jefes del proceso
revolucionario general
para descabezarlo. En nuestro caso a dónde apuntaría en concreto, a descabezar
la guerra popular; nosotros no tenemos aún dictadura del
proletariado sino un
Nuevo Poder que se desenvuelve según normas de nueva democracia, o
de dictadura
conjunta de obreros, campesinos y progresistas. En nuestro caso
apunta pues,
principalmente, a descabezar; y bien sabe la reacción y sus
sirvientes por qué lo hacen,
porque no es fácil generar jefes y jefatura. Y una guerra popular,
así como se desarrolla
en el país, necesita de jefes y de una Jefatura, de alguien que la
represente y
la encabece y de un grupo capaz de comandarla indoblegablemente. En
síntesis, el culto
a la personalidad es una siniestra tesis revisionista, que no tiene
nada que ver con
nuestra concepción sobre jefes que se ciñe al leninismo.
EL
DIARIO: Presidente, cambiando un poco, en los documentos del Partido Comunista
se plantea que Ud. es el Jefe del Partido y de la r evolución. ¿Qué implicancia
tiene y cómo se opone a la tesis r evisionista del culto de la personalidad?
PRESIDENTE
GONZALO: Aquí tenemos que recordar la tesis de Lenin sobre el problema
de la relación masas-clases-Partidos-jefes. Consideramos que la
revolución, el
Partido, la clase generan jefes, generan un grupo de jefes; en toda
revolución ha sido
así. Si pensamos, por ejemplo, en la Revolución de Octubre, tenemos
a Lenin, Stalin,
Sverdlov y unos cuantos nombres más, un pequeño grupo; lo mismo en
la revolución
China, también tenemos un pequeño grupo de jefes: el Presidente Mao T
setung, y los camaradas Kang Sheng, Chiang Ching, Chan Chung-chao
entre otros. Toda revolución es así, entonces esto también se da en la nuestra;
no podríamos ser excepción,
acá no vale que toda regla tiene excepción, acá se trata del
cumplimiento de
leyes. Todo proceso, pues, tiene jefes pero tiene un jefe que
sobresale sobre los demás
o que encabeza a los demás, según las condiciones porque no
podríamos ver a todos
los jefes con igual dimensión: Marx es Marx, Lenin es Lenin, el
Presidente Mao
es el Presidente Mao, y cada uno es irrepetible y nadie es igual a
ellos.
En
nuestro Partido, revolución y guerra popular, el proletariado ha
generado también un
conjunto de jefes por necesidad y casualidad históricas, en el
sentido de Engels; es una
necesidad que se generen jefes y un jefe, pero quiénes lo sean en
concreto lo define
la casualidad, o sea el conjunto de condiciones específicas que se
concretan en un
lugar y momento determinados. Así también en nuestro caso se ha
generado una Jefatura;
primero fue reconocida en el Partido, en la Conferencia Nacional
Ampliada de
1979; pero esta cuestión encierra una cuestión básica insoslayable
que merece destacar:
no hay Jefatura que no se sustente en un pensamiento, cualquiera sea
el grado
de desarrollo que el mismo tenga. El que haya devenido quien habla en
jefe del Partido
y de la revolución, como dicen los acuerdos, tiene que ver con la
necesidad y la
casualidad histórica y, obviamente, con el pensamiento gonzalo;
nadie sabe qué es lo
que la revolución y el Partido pueden hacer con cada uno de
nosotros, y cuando tal cosa
se especifica lo único que cabe es asumir la responsabilidad.
Nos
hemos movido dentro de la tesis de Lenin que es justa y correcta; el
problema del
culto a la personalidad es una posición revisionista. Y a Lenin nos
advirtió contra el
problema de la negación de los jefes, así como destacó la
necesidad de que la clase, el
Partido, la revolución promuevan a sus propios dirigentes, más
dirigentes a jefes y a
Jefatura. Hay una diferencia que vale resaltar, dirigente es un cargo
orgánico en tanto
que jefes y Jefatura los entendemos como reconocimiento de autoridad partidaria
y revolucionaria, adquirida y probada en larga brega, de quienes en
la teoría y
la práctica demuestran que son capaces de encabezarnos y guiarnos
hacia el avance y
la victoria en la consecución de nuestros ideales de clase.
Jruschov
levantó el problema del culto a la personalidad para combatir al
camarada Stalin,
pero ése fue un pretexto como sabemos todos, en el fondo era para
combatir la dictadura
del proletariado. Hoy mismo Gorbachov vuelve a enarbolar el culto a
la personalidad,
como también lo hicieron los revisionistas chinos Liu Shao-chi y Teng Siao-ping.
Es en consecuencia una tesis revisionista que apunta en esencia
contra la dictadura
del proletariado y contra las jefaturas y jefes del proceso
revolucionario general
para descabezarlo. En nuestro caso a dónde apuntaría en concreto, a descabezar
la guerra popular; nosotros no tenemos aún dictadura del
proletariado sino un
Nuevo Poder que se desenvuelve según normas de nueva democracia, o
de dictadura
conjunta de obreros, campesinos y progresistas. En nuestro caso
apunta pues,
principalmente, a descabezar; y bien sabe la reacción y sus
sirvientes por qué lo hacen,
porque no es fácil generar jefes y jefatura. Y una guerra popular,
así como se desarrolla
en el país, necesita de jefes y de una Jefatura, de alguien que la
represente y
la encabece y de un grupo capaz de comandarla indoblegablemente. En
síntesis, el culto
a la personalidad es una siniestra tesis revisionista, que no tiene
nada que ver con
nuestra concepción sobre jefes que se ciñe al leninismo.
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