sábado, 1 de diciembre de 2012

LUCHA DE CLASES - LENIN


SOBRE LA LUCHA DE CLASES
(2 - Lenin)

Y sobre la misma cuestión fundamental, la lucha de clases, veamos lo sentado por Lenin; así sobre insurrección armada y lucha sindical y no contraponerlas:

“Es erróneo desde el punto de vista teórico establecer un paralelo entre estas dos tareas, presentándolas como si estuviesen situadas en el mismo nivel: la ‘tarea de preparar la insurrección armada’ y la ‘tarea de dirigir la lucha sindical’. Una tarea en el primer plano y otra en el segundo. Hablar así significa comparar y establecer un paralelo entre cosas de distinto orden. La insurrección armada es un medio de lucha política en un momento dado. La lucha sindical es una de las manifestaciones de todo el movimiento obrero permanentes, siempre necesarias bajo el capitalismo y obligatorias en todos los momentos. Engels, en un lugar citado por mí en ¿Qué hacer? distingue tres formas fundamentales de la lucha proletaria: la económica, la política y la teórica, esto es, la sindical, la política y la teórica (científica, ideológica, filosófica). ¿Cómo es posible colocar juntas una de estas formas fundamentales de lucha (la sindical) y el método propio de otra forma fundamental de lucha en un momento dado; colocar junto a la lucha sindical, como ‘tarea’, un medio de lucha política que tiene carácter de actualidad y que se halla lejos de ser el único? Esto es simplemente absurdo...Junto a la ‘tarea de dirigir la lucha sindical’ solo se puede colocar la tarea de dirigir toda la lucha política en general, la tarea de sostener la lucha ideológica en general y en su conjunto, y de ningún modo tales o cuales tareas parciales, determinadas y actuales de la lucha política o ideológica.
[…]
“Desde el punto de vista de la táctica, la resolución, en su forma actual, plantea las tareas de la insurrección armada de una manera muy desafortunada. La insurrección armada es el medio supremo de la lucha política. Para el éxito de la insurrección desde el punto de vista del proletariado, es decir, para el éxito de una insurrección proletaria y dirigida por la socialdemocracia, y no de otra insurrección, es preciso un amplio desarrollo de todos los aspectos del movimiento obrero. Por eso, es archidesacertada la idea de contraponer la tarea de la insurrección a la tarea de dirigir la lucha sindical. Así se rebaja y se empequeñece la tarea de la insurrección. En lugar de la suma y coronación de todo el movimiento obrero en su conjunto, se destaca aparte la tarea de la insurrección.
[…]
“El centro de gravedad no está en que los sindicatos sean ‘estrechos’, sino en vincular este aspecto (estrecho por ser uno solo) con los demás. Por consiguiente, o quitar esto o hablar una vez mas de la necesidad de crear y reforzar la ligazón de un aspecto con todos los demás, impregnar a los sindicatos de un contenido social demócrata (léase comunista) de propaganda socialdemócrata, incorporarlos a toda la labor socialdemócrata, etc.”
[…]
“Los sindicatos podrían ampliar la base de la que nosotros extraigamos la fuerza para la insurrección, de modo que, lo diré una vez más, es erróneo contra poner lo uno a lo otro...
[…]
“Es preciso no quedar al margen y, por encima de todo, no dar motivo para pensar que hay que quedar al margen, sino esforzarse por participar, por influir, etc. Pues hay una capa especial de obreros, los de edad madura, los que tienen familia, que aportan muy poco en la lucha política ahora, pero mucho en la lucha sindical. Hay que aprovechar esta capa, orientando sus pasos en este aspecto de la lucha. Para la socialdemocracia de Rusia es importante actuar con tino desde el comienzo mismo en los sindicatos, crear enseguida una tradición de iniciativa socialdemócrata, de participación socialdemócrata y de dirección socialdemócrata en este aspecto. Desde luego, pueden faltar fuerzas en la práctica, pero esto ya es una cuestión muy distinta; a demás, si se sabe utilizar todas las diversas fuerzas, siempre las encontraremos también para los sindicatos. ¡Se han encontrado fuerzas para escribir una resolución sobre los sindicatos, es decir, para dirigirlos ideológicamente, y en esto está el quid!” (“A S.I.Gusev”).


O hablando de “nuevos métodos de enseñar el dogma”, “las verdades del marxismo”:

“Una época revolucionaria es para la socialdemocracia (como en todos los casos léase comunismo) lo mismo que los tiempos de guerra para un ejército. Es preciso multiplicar los cuadros de nuestro ejército, hacer que de reemplazos de paz se conviertan en reemplazos de guerra, movilizar las reservas, encuadrar bajo las banderas a los permisionarios, organizar nuevos cuerpos, destacamentos y servicios auxiliares. No hay que olvidar que en la guerra es inevitable y necesario completar filas con reclutas menos preparados, reemplazar a cada paso a oficiales con simples soldados, acelerar y simplificar la promoción de soldados como oficiales.
Hablando sin metáforas: es preciso ampliar en gran medida toda clase de organizaciones del Partido o afectas a él para ir, siquiera sea en cierto grado, al compás del torrente centuplicado de la energía revolucionaria popular. Esto no significa, claro esta, que se deba relegar la firme preparación y la instrucción sistemática en las verdades del marxismo; pero es preciso tener en cuenta que ahora, en la preparación y en la instrucción, revisten mucha mas importancia las propias acciones militares, que educan a los no iniciados precisa y exclusivamente en nuestro espíritu. Es preciso tener presente que nuestra fidelidad ‘doctrinaria’ al marxismo se reafirma ahora por el hecho de que el curso de los acontecimientos revolucionarios da en todas partes lecciones concretas a las masas, y todas estas lecciones corroboran precisamente nuestro dogma. Por consiguiente, nosotros no hablamos de renunciar al dogma, ni de atenuar nuestra desconfianza y nuestros recelos hacia los intelectuales indefinidos y los botarates revolucionarios, sino todo lo contrario. Hablamos de los nuevos métodos de enseñar el dogma, métodos que un socialdemócrata no puede olvidar. Hablamos de lo importante que ahora es utilizar las lecciones concretas de los grandes acontecimientos revolucionarios para enseñar, no ya a los círculos, sino a las masas, nuestras viejas lecciones ‘dogmáticas’ relativas, por ejemplo, a la necesidad de fundir prácticamente el terror con la insurrección de las masas y a que tras el liberalismo de la sociedad instruida rusa es preciso saber advertir los intereses de clase de nuestra burguesía.
O sea que no se trata de debilitar nuestras exigencias socialdemócratas y nuestra intransigencia ortodoxa, sino de reforzar lo uno y lo otro por nuevos caminos, con nuevos métodos de instrucción. En tiempos de guerra es preciso instruir a los reclutas directamente en las acciones militares. ¡Asimilad, pues, con más audacia los nuevos métodos de instrucción, camaradas! ¡Formad con más audacia nuevos y nuevos destacamentos, enviados al combate, reclutad más jóvenes obreros, ampliad los marcos habituales de todas las organizaciones del Partido, comenzando por los comités y terminando por los grupos de fábrica, sindicatos de taller y círculos estudiantiles! Recordad que toda lentitud por nuestra parte en esta obra redundará en beneficio de los enemigos de la socialdemocracia, pues los nuevos arroyos buscarán salida inmediatamente y, al no encontrar un cauce socialdemócrata, buscarán otros cauces. Recordad que cada paso práctico del movimiento revolucionario enseñará de manera inevitable e indefectible a los jóvenes reclutas precisamente la ciencia socialdemócrata, puesto que esta ciencia se basa en la apreciación objetiva y exacta de las fuerzas y tendencias de las diferentes clases, y la revolución no es otra cosa que la destrucción de las viejas superestructuras y la acción independiente de las diferentes clases, que tienden a crear a su modo una nueva superestructura. Pero no rebajéis nuestra ciencia revolucionaria reduciéndola a un dogma libresco, no la envilezcáis con frases miserables sobre la táctica-proceso y la organización-proceso, con frases que justifican la confusión, la indecisión y la falta de iniciativa. Dejad ancho campo a las más diversas iniciativas de los grupos y círculos más diferentes, teniendo presente que su acierto en la elección de camino está asegurado, no sólo y no tanto por nuestros consejos como por los dictados inexorables de la propia marcha de los acontecimientos revolucionarios. Se ha dicho hace ya mucho que en política hay que aprender a menudo del enemigo. Y en los momentos revolucionarios, el enemigo nos impone siempre justas deducciones con singular ejemplaridad y rapidez.” (“Nuevas tareas y nuevas fuerzas”).


O planteando la necesidad de “arduas acciones preparatorias”:

“…hoy te ponen en la mano la papeleta electoral: tómala aprende a organizarte para golpear con ella a tus enemigos y no para enviar al parlamento a unos prebendados que se aferran al escaño por temor a la cárcel. Mañana te quitan la papeleta electoral y te ponen en la mano un fusil y un excelente cañón de tiro rápido, última palabra de la técnica: toma estos instrumentos de muerte y destrucción, no prestes oído a los jeremías sentimentales que temen la guerra; en el mundo aún quedan demasiadas cosas que deben ser destruidas por el hierro y por el fuego para emancipar a la clase obrera, y si en las masas crecen la ira y la desesperación, si hay una situación revolucionaria, prepárate para crear nuevas organizaciones y para utilizar esos instrumentos tan útiles de muerte y destrucción contra tu gobierno y tu burguesía.
No es fácil hacerlo, no cabe duda. Para ello harán falta arduas acciones preparatorias. Se requerirán muchos sacrificios. Es una nueva forma de organización y de lucha, que también debe ser aprendida, pero la ciencia no se adquiere sin errores ni derrotas. Esta forma de la lucha de clases es a la participación en las elecciones lo que el ataque es a las maniobras, a las marchas o a la permanencia en las trincheras. En la historia esta forma de lucha está muy pocas veces a la orden del día, pero en cambio su significación y sus consecuencias se extienden a decenios enteros. Los días en que se puede y se debe poner a la orden del día estas formas de lucha equivalen a veintenas de años de otras épocas históricas.” (“La bancarrota de la II Internacional”).


Así como esta científica conclusión que la clase, el proletariado y el pueblo deben tener muy presente:

“Una clase oprimida que no aspirase a aprender el manejo de las armas, a tener armas, esa clase oprimida solo merecería que se la tratara como a los esclavos. Nosotros, si no queremos convertirnos en pacifistas burgueses o en oportunistas, no podemos olvidar -que vivimos en una sociedad de clases, de la que no hay ni puede haber otra salida que la lucha de clases. En toda sociedad de clases -ya se funda en la esclavitud, en la servidumbre, o, como ahora, en el trabajo asalariado-, la clase opresora está armada. No solo el ejército regular moderno, sino también la milicia actual -incluso en las repúblicas burguesas más democráticas, como, por ejemplo, en Suiza-, representan el armamento de la burguesía contra el proletariado. Esta es una verdad tan elemental, que apenas si hay necesidad de detenerse especialmente en ella. Bastará recordar el empleo del ejército contra los huelguistas en todos los países capitalistas.
El armamento de la burguesía contra el proletariado es uno de los hechos más considerables, fundamentales e importantes de la actual sociedad capitalista. ¡Y ante semejante hecho se propone a los socialdemócratas revolucionarios que planteen la ‘reivindicación’ del ‘desarme’! Esto equivale a renunciar por completo al punto de vista de la lucha de clases, a renegar de toda idea de revolución. Nuestra consigna debe ser: armar al proletariado para vencer, expropiar y desarmar a la burguesía. Esta es la única táctica posible para una clase revolucionaria, táctica que se desprende de todo el desarrollo objetivo del militarismo capitalista, y que es prescrita por este desarrollo.” (“El programa militar de la revolución proletaria”).


O sus grandes tesis, plenamente válidas, sobre imperialismo, proceso de la burguesía, situación internacional contemporánea y era de guerra:

“Hay que empezar por definir, del modo mas exacto posible y completo, lo que es el imperialismo. El imperialismo es una fase histórica especial del capitalismo que tiene tres particularidades; el imperialismo es: 1) capitalismo monopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3) capitalismo agonizante.” (“El imperialismo y la escisión del socialismo”)

“El imperialismo es la continuación del desarrollo del capitalismo, su fase superior, en cierto aspecto, una fase de transición hacia el socialismo.
No puedo por tanto considerar la adición de una análisis del imperialismo al análisis de las características básicas del capitalismo en general como ‘mecánica’. El imperialismo, en realidad, no transforma ni puede transformar el capitalismo de arriba abajo. El imperialismo complica y acentúa las contradicciones del capitalismo, ‘embrolla’ el monopolio con la libre competencia, pero no puede eliminar el cambio, el mercado, la competencia, las crisis, etc.
El imperialismo es el capitalismo marchitándose, pero que aún no se ha marchitado, agonizante, pero no muerto. No los simples monopolios, sino los monopolios en conjunción con el cambio, los mercados, la competencia, las crisis -tal es la característica esencial del imperialismo en general.” (“Materiales para la revisión del programa del Partido”).

“La división usual en épocas históricas...es esta: (1) 1789-1871; (2) 1871-1914; (3) 1914-?... La primera época, de la gran revolución francesa a la guerra franco-prusiana, es la época del auge de la burguesía, de su completa victoria. Esta es la línea ascendente de la burguesía, la época de los movimientos democrático-burgueses en general, de los movimientos nacional burgueses en particular, la época del rápido derrumbe de las anticuadas instituciones feudales absolutistas. La segunda época es la época del completo dominio y la declinación de la burguesía, una época de transición de la burguesía progresista al reaccionario, incluso el más reaccionario, capital financiero. Esta es la época cuando se están preparando y se están agrupando lentamente las fuerzas de una nueva clase de democracia contemporánea. La tercera época, que está apenas comenzando, coloca a la burguesía en la misma `posición' que ocuparon los señores feudales durante la primera época. Esta es la época del imperialismo y de las convulsiones imperialistas y de las convulsiones producidas por el imperialismo.
Los conflictos internacionales en la tercera época, en lo que respecta a la forma, siguen siendo los mismos conflictos internacionales de la primera época, pero su contenido social y de clase ha cambiado fundamentalmente. El circunambiente histórico objetivo ha pasado a ser enteramente distinto.
En lugar de la lucha del capital ascendente que procura la liberación nacional contra el feudalismo, ha aparecido la lucha del mas reaccionario, anticuado y agonizante capital financiero, que va de cabeza a su ruina, contra las nuevas fuerzas. El marco de los estados nacional-burgueses, que en la primera época fue un apoyo para el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad, en el proceso entonces de liberarse del feudalismo, ha pasado ahora, en la tercera época a convertirse en un obstáculo para el ulterior desarrollo de las fuerzas productivas. De una clase ascendente y avanzada la burguesía se ha convertido en una clase que se hunde, decadente, internamente muerta, reaccionaria. La clase ascendente -en una amplia escala histórica-lo es ahora otra enteramente distinta.” (“Bajo una bandera ajena”).

“Las relaciones económicas del imperialismo constituyen la base de la situación internacional hoy existente. A lo largo de todo el siglo XX se Ha definido por completo esta nueva fase del capitalismo, su fase superior y última.” (“El Congreso de la Internacional Comunista”).

“¿Cuál es la idea mas importante, la idea fundamental de nuestras tesis? Es la distinción entre pueblos oprimidos y pueblos opresores. Nosotros subrayamos esta distinción, en oposición a la II Internacional y a la democracia burguesa. Para el proletariado y para la Internacional Comunista tiene particular importancia en la época del imperialismo observar los hechos económicos concretos y tomar como base, al resolver las cuestiones coloniales y nacionales, no tesis abstractas, sino los fenómenos de la realidad concreta.
El rasgo distintivo del imperialismo consiste en que actualmente, como podemos ver, el mundo se halla dividido, por un lado, en un gran numero de pueblos oprimidos y, por otro, en un numero insignificante de pueblos opresores, que disponen de riquezas colosales y de una poderosa fuerza militar.” (Id.).

“Hemos visto ya cuantas dificultades causo la guerra civil en Rusia, y como esta se va entrelazando a toda una serie de guerras. Los marxistas no han olvidado jamas que la violencia acompañara inevitablemente a la bancarrota del capitalismo en toda su extensión y al nacimiento de la sociedad socialista. Y esta violencia llenara todo un período histórico mundial, toda una era de las guerras mas variadas: guerras imperialistas, guerras civiles dentro de cada país, combinaciones de unas y otras, guerras de liberación de las nacionalidades oprimidas por el imperialismo, combinaciones diversas entre las potencias imperialistas que intervendrán inevitablemente en diversas alianzas, en esta época de enormes trusts y consorcios capitalistas estatales y monopolios militares. Esta época -de gigantescas bancarrotas, de decisiones masivas tomadas bajo presión de fuerzas militares, de crisis-ya comenzó; la podemos distinguir claramente, pero solo es el comienzo.” (“Acerca de los principios de organización del partido del proletariado”).

Y, finalmente, éstas sobre puntos como:
Indiferencia política:
“La indiferencia política no es otra cosa que saciedad política. El que esta harto es ‘indiferente’ e ‘insensible’ ante el problema del pan de cada día; pero el hambriento será siempre un hombre ‘de partido’ en esta cuestión".

Contradicciones del enemigo y consignas íntegras:
“La clase obrera debe aprovechar todas las posibles vacilaciones del gobierno, al igual que las discrepancias entre la burguesía y el campo reaccionario, para acentuar la presión tanto en el terreno de la lucha económica como en la lucha política. Pero la clase obrera, precisamente para aprovechar con fruto la situación, debe mantener las consignas revolucionarias íntegras”.

Solo la lucha educa:
“… la verdadera educación de las masas no puede ir nunca separada de la lucha política independiente, y sobre todo, de la lucha revolucionaria de las propias masas. Solo la lucha educa a la clase explotada, sólo la lucha le descubre el volumen de su fuerza, amplía sus horizontes, eleva su capacidad, aclara su inteligencia y forja su voluntad”.

Lucha económica y capas más atrasadas:
“De aquí se deduce con toda claridad que sólo la lucha económica, que solo la lucha por un mejoramiento directo e inmediato de su situación, es capaz de poner en movimiento a las capas mas atrasadas de las masas explotadas, de educarlas verdaderamente y convertirlas -en época de revolución en el curso de unos pocos meses, en un ejército de luchadores políticos.”

Confiar sólo en la fuerza de la clase:
“El principio fundamental, el primer precepto de todo movimiento sindical, consiste en lo siguiente: no confiar en el ‘Estado’, confiar únicamente en la fuerza de su clase. El Estado es la organización de la clase dominante... ¡No confiéis en las promesas, confiad únicamente en la fuerza de la unión y de la conciencia de vuestra clase!”.

Nadie ayudará a los pobres si él mismo no se ayuda:
“Nadie ayudará a los pobres si permanecen aislados. Ningún ‘Estado’ ayudará al obrero asalariado del campo, al brasero, al jornalero, al campesino pobre, al semiproletario, y si él mismo no se ayuda. El primer paso para ello es la organización clasista independiente del proletariado agrícola”.

Y la vida enseña:
“La vida enseña. La lucha real es la que mejor resuelve las cuestiones que hace aún muy poco eran tan discutidas.”


¡ELECCIONES, NO!
¡GUERRA POPULAR, SI!

Comité Central
Partido Comunista del Perú
1990

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