SOBRE LA VIOLENCIA REVOLUCIONARIA Y EL CRETINISMO PARLAMENTARIO.
La violencia revolucionaria y el
cretinismo parlamentario forman una contradicción
antagónica y evidentemente una
cuestión fundamental del marxismo.
Ya Marx habló de la violencia
como partera de la historia y en el Manifiesto, junto con Engels, sentó:
“Los
comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman
abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la
violencia todo el orden social existente. Que las clases dominantes también
ante una Revolución Comunista. Los proletarios no tienen nada que perder en
ella más que sus cadenas. Tienen, en cambio, un mundo que ganar. ¡PROLETARIOS
DE TODOS LOS PAISES, UNÌOS!”.
Así como Lenin escribió:
“Sin una
guerra civil no ha habido todavía ninguna revolución importante en la historia,
sin una guerra civil ningún marxista serio se imagina el tránsito del
capitalismo al socialismo”; reiterando que “entre el capitalismo y el
socialismo media un largo período de ‘dolores de parto’-que la violencia es
siempre la partera de la vieja sociedad” y que el Estado burgués “no puede
sustituirse por el Estado proletario (por la dictadura del proletariado)
mediante la ‘extinción’, sino solo, por regla general, mediante la revolución
violenta”; así como insistió en que “la necesidad de educar sistemáticamente a
las masas en ésta, precisamente en esta idea sobre la revolución violenta, es
algo básico de toda la doctrina de Marx y Engels”.
De igual manera el Presidente Mao
Tsetung partiendo de “todos los comunistas tienen que comprender esta verdad:
El poder nace del fusil”, estableció
“...en
sociedad de clases las revoluciones y las guerras revolucionarias Son
inevitables, pues sin ellas no puede haber saltos en el desarrollo social, las
clases dominantes reaccionarias no pueden ser derrocadas ni el pueblo puede
conquistar el poder político”; “la tarea central y la forma superior de una
revolución es la toma del Poder por medio de las armas, es la solución del
problema por medio de la guerra. Este principio marxista-leninista de la
revolución tiene validez universal, tanto en China como en los demás países”;
y, “La experiencia de la lucha de clases en la era del imperialismo nos enseña
que sólo mediante el poder del fusil pueden la clase obrera y las masas
trabajadoras derrotar a la burguesía y los terratenientes armados; en este
sentido podemos decir que solamente con fusiles puede transformarse el mundo
entero”.
En cuanto al cretinismo parlamentario condenado por Marx, Lenin fue sumamente
contundente:
“Los
bernstenianos aceptaron y aceptan el marxismo con excepción de su aspecto
directamente revolucionario. Consideran la lucha parlamentaria no como uno de
los medios de lucha que se utiliza particularmente en ciertos períodos
históricos, sino como la forma de lucha principal y casi la exclusiva, que hace
innecesarias la ‘violencia’, la ‘toma’, la ‘dictadura’.” Y: “Sólo los bribones
o los tontos pueden creer que el proletariado debe primero conquistar la
mayoría en las votaciones realizadas bajo el yugo de la burguesía, bajo el yugo
de la esclavitud asalariada, y que sólo después debe conquistar el Poder. Esto
es el colmo de la estulticia o de la hipocresía, esto es sustituir la lucha de
clases y la revolución por votaciones bajo el viejo régimen, bajo el viejo
Poder.”; y: “Esto es ya el más puro y el más vil oportunismo, es ya renunciar
de hecho a la revolución acatándola de palabra.” (Las citas de Lenin en este
párrafo corresponden al folleto “La revolución proletaria y el revisionismo de
Jruschov” del PCCh).
Ligada a esta contradicción tener
en cuenta la posición de Marx sobre las
elecciones, ya transcrita, sobre la periódica autorización a los oprimidos
para que elijan a sus opresores; y principalmente la del Presidente Mao:
“Algunos
dicen que las elecciones son algo muy bueno y algo muy democrático. Por lo que
a mí respecta, elecciones es sencillamente una palabra rimbombante, y no creo
que hayan ningunas elecciones genuinas. El distrito de Pekín me ha elegido a mí
para servir como representante a la Asamblea, Nacional Popular, ¿pero cuántos
en Pekín realmente me entendían? Yo percibo que el cargo de Premier de Chou
En-lai fue un nombramiento del Comité Central.”
Estrechamente vinculada a la
cuestión de la violencia revolucionaria y el cretinismo parlamentario, está la
inobjetable y demoledora posición de Lenin sobre el revisionismo en el frente
sindical, planteada en "La bancarrota de la II Internacional":
“Las
organizaciones legales de masas de la clase obrera son tal vez el signo
distintivo más importante de los partidos socialistas correspondientes a la
época de la II internacional...Era evidente que el paso a las acciones
revolucionarias significaba la disolución de las organizaciones legales por la
policía, y el viejo partido, desde Legien hasta Kautsky inclusive, sacrificó
los objetivos revolucionarios del proletariado al mantenimiento de las actuales
organizaciones legales. Por mucho que se quiera negarlo, el hecho está ahí. El
derecho del proletariado a la revolución ha sido vendido por el plato de
lentejas de unas organizaciones autorizadas por la ley policiaca vigente.
[…]
Un cuadro muy
edificante. Esta gente ha sido tan corrompida y tan embrutecida por la
legalidad burguesa que ni siquiera puede comprender la necesidad de otras
organizaciones, la necesidad de unas organizaciones ilegales que dirijan la
lucha revolucionaria. Esta gente ha llegado a imaginarse que los sindicatos
legales, existentes por gracia de la autorización policiaca, representan un límite,
más allá del cual no se puede pasar; que se puede concebir, en general, el
mantenimiento de esos sindicados en época de crisis como sindicatos dirigentes.
Ahí tenéis la dialéctica viva del oportunismo: el simple crecimiento de los
sindicatos legales, la simple costumbre de unos filisteos algo obtusos, aunque
concienzudos, a no hacer más que llevar libro de contabilidad, ha tenido por
consecuencia que en el momento de la crisis estos concienzudos filisteos se han
convertido en unos traidores, en unos tránsfugas, en unos estranguladores de la
energía revolucionaria de las masas. Y esto no ha ocurrido por azar. El
tránsito a la organización revolucionaria es una necesidad, lo exige el cambio
de la situación histórica, lo reclama la época de las acciones revolucionarias
del proletariado; pero este tránsito sólo es posible si se realiza pasando por
encima de los antiguos líderes, estranguladores de la energía revolucionaria,
pasando por encima del viejo partido, destruyéndolo.
Pero los
filisteos contrarrevolucionarios, como es natural, claman: “anarquismo”; igual
que clamaba “anarquismo” el oportunista E. David cuando arremetía contra Carlos
Liebknecht. Por lo visto, los únicos socialistas honrados que quedan en
Alemania son los dirigentes a quienes los oportunistas acusan de anarquismo...”
¡ELECCIONES, NO!
¡GUERRA POPULAR, SI!
Comité Central
Partido Comunista del Perú
1990
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