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viernes, 8 de marzo de 2024

¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER! ¡LA LUCHA FEMENINA SE DESARROLLA COMO PARTE DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL!




 ¡Proletarios de todos los países, uníos!

¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER!
¡LA LUCHA FEMENINA SE DESARROLLA COMO PARTE DE LA REVOLUCIÓN MUNDIAL!

“El Frente y su gesta se convirtieron en sinónimos. Todo el mundo sabía que éramos revolucionarios muy serios, no "revolucionarios" que buscaban una "solución política pacífica" por medios diplomáticos y utilizaban la lucha como espectáculo secundario para demostrar que podíamos causar problemas. Las masas estaban a favor de la liberación, no de la capitulación; se unieron detrás de su Frente como exponente de la doctrina de la guerra popular y la lucha armada prolongada.”

(Leila Khaled, sobre el Frente Popular para la Liberación de Palestina)

 

La lucha femenina en el mundo hoy se desarrolla inevitablemente en medio de la crisis general y última del imperialismo y la presente agudización rápida de la contradicción entre el imperialismo y los pueblos oprimidos. Actualmente, la justa y heroica lucha armada del pueblo palestino, el genocidio imperialista y sionista en curso y las movilizaciones inmensas de las masas del mundo en apoyo a Palestina están transformando el pensamiento de las masas y las condiciones para la lucha de clases en todo el mundo, confirmando aún más que la contradicción imperialismo-naciones oprimidas es la contradicción principal hoy en el mundo.

Igualmente, estos acontecimientos transforman y desarrollan necesariamente la lucha femenina contra la doble explotación y opresión de la mujer bajo este sistema imperialista. La lucha por Palestina, y la matanza imperialista y sionista, están desenmascarando el imperialismo y su carácter genocida y decrepito frente a las masas del mundo, y así también se revela el carácter reaccionario del feminismo burgués.

El feminismo burgués de hoy es el feminismo de los imperialistas, los reaccionarios y genocidas; un feminismo que está por “liberar” un puñado de mujeres burguesas y lacayas a costa de las mujeres trabajadoras, principalmente las del tercer mundo; un feminismo que promueve la compra y venta de las mujeres como objetos sexuales; un feminismo que pinta el imperialismo – “la civilización occidental” – como el liberador de las mujeres y participa descaradamente en la campaña racista y chovinista contra los pueblos oprimidos, apoyando y promoviendo las guerras imperialistas de rapiña en nombre de la llamada “democracia”.

En la presente situación agudizada, este feminismo reaccionario pierde la careta, y sus intentos de infiltrar y manipular la justa lucha femenina están fracasando. Ver como el imperialismo yanqui junto con sus lacayos europeos y sionistas ha infiltrado y utilizado la lucha de las mujeres en Irán como caballo troyano para atacar a este país oprimido como parte de la pugna interimperialista, apuntando a instalar allí un régimen pro-yanqui y pro-israelí. Ya sabemos que el Estado genocida de Israel tenía vínculos directos con dirigentes de la “oposición” y de las movilizaciones femeninas en Irán, y representantes del Estado sionista promovieron la “rebelión” en Irán con gran entusiasmo en la ONU. Bajo la dirección del revisionismo, grupos feministas en varios países se movilizaron en apoyo a esta “rebelión” sujetándose sin reservas a la propaganda imperialista.

Ahora, cuando el carácter sanguinario y reaccionario de Israel se revela plenamente incluso entre las masas de los países imperialistas, y las mujeres palestinas se destacan heroicamente en la lucha armada y en las movilizaciones en todos los continentes, las feministas del mundo también inevitablemente tienen que avanzar en su comprensión del mundo y tomar posición contra el imperialismo; de no ser así, se unirán con los genocidas imperialistas y sionistas.

Así se está desenmascarando el feminismo burgués, y así como la intensificación de la lucha entre el imperialismo y los pueblos oprimidos destaca la necesidad de la dirección proletaria de las luchas de liberación nacional, también destaca la necesidad del feminismo proletario. El feminismo proletario es el feminismo revolucionario, una parte integral e indispensable de la revolución proletaria y consecuentemente de la lucha de liberación nacional de las naciones oprimidas; el feminismo que no se contenta con “mejorar” las condiciones de la mujer bajo la opresión machista, sino que se compromete a acabar con todo el sistema de explotación y opresión; el feminismo que no se conforma a la patraña burguesa de la “naturaleza femenina” sino que se está forjando en la lucha de clases codo a codo con los hombres de la clase, enarbolando y aplicando la ideología del proletariado internacional, el marxismo, hoy el marxismo-leninismo-maoísmo, principalmente el maoísmo, para construir o reconstituir los Partidos Comunistas en todos los países y preparar, iniciar y desarrollar las guerras populares hasta nuestra meta final el comunismo, la sociedad sin clases y sin explotación.

¡VIVA EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER!
¡VIVA LAS HEROICAS LUCHADORAS PALESTINAS!
¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!

Movimiento Popular Perú
8 de Marzo de 2024

miércoles, 8 de marzo de 2023

¡QUE EL FEMINISMO PROLETARIO DIRIJA A LAS MASAS FEMENINAS OPRIMIDAS DEL MUNDO CONTRA LOS CHUPASANGRES IMPERIALISTAS Y SUS GUERRAS!



 ¡Proletarios de todos los países, uníos!

¡QUE EL FEMINISMO PROLETARIO DIRIJA A LAS MASAS FEMENINAS OPRIMIDAS DEL MUNDO CONTRA LOS CHUPASANGRES IMPERIALISTAS Y SUS GUERRAS!

"Para que la mujer llegue a obtener la plena equiparación social con el hombre -de hecho y no sólo en los textos de leyes y sobre el papel- para que pueda conquistar como el hombre la libertad de movimiento y de acción para todo el género humano, existen dos condiciones indispensables: la abolición de la propiedad privada de los medios de producción y su sustitución por la propiedad social, y la inserción de la actividad de la mujer en la producción de bienes sociales dentro de un sistema en el que no existan ni la explotación ni la opresión."

"En realidad, la Segunda Internacional llegó incluso a sacrificar el derecho y los intereses de las mujeres cuando renunció a movilizar los proletarios de todos los países en la lucha revolucionaria internacional contra el imperialismo capitalista, contra el sistema capitalista, bendiciendo en cambio la conciliación entre explotadores y explotados en los ejércitos nacionales que el imperialismo lanzó uno contra otro -en una guerra fratricida y suicida para la clase obrera- para satisfacer su sed de ganancia y el ansia de poder mundial del capitalismo."

Clara Zetkin - Directrices para el movimiento comunista femenino

"Si estamos buscando al culpable, entonces debemos decir directa y honestamente: los gobiernos de todas las potencias beligerantes son igualmente responsables de esta guerra actual. La responsabilidad de la guerra recae en los capitalistas, banqueros y terratenientes, junto con sus patrocinadores y amigos los Zares, Reyes, Kaiser y sus ministros y diplomáticos. Todos ellos constituyen una banda criminal."

Alexandra Kollontai

Con la ocasión del Día de la Mujer, el Movimiento Popular Perú como organismo generado del Partido Comunista del Perú saluda solemnemente a las mujeres comunistas y revolucionarias del mundo, que bregan por asumir la dirección de las heroicas luchas de las masas femeninas oprimidas del mundo por sus reivindicaciones y, principalmente, por acabar con este caduco y podrido orden de explotación y opresión: el imperialismo; el cual mantiene en todas las partes la opresión de la mujer como parte de sus sistemas de explotación capitalistas y feudales y en sus formas liberales, religiosas, fascistas etc.

Hoy es más importante que nunca destacar como las mujeres comunistas y revolucionarias en la historia del movimiento proletario tomaron la iniciativa y sobresalieron en la lucha contra el imperialismo y sus guerras de rapiña y genocidio. Clara Zetkin, fundadora del Día de la Mujer, asumió una firme posición proletaria contra la opresión nacional y las guerras imperialistas, denunciando implacablemente a los traidores oportunistas de la Segunda Internacional que se vendieron por un plato de lentejas a los imperialistas y su belicismo sanguinario. Ella asumió la línea roja del gran Lenin en cuanto a la relación entre la explotación de los países oprimidos y el oportunismo y el revisionismo en el movimiento obrero:

"Con el final del dominio colonial de los estados capitalistas termina también la capacidad reformista del mundo burgués, y la burguesía deja de tener la posibilidad de asegurar a sus esclavos asalariados un nivel de vida conveniente y la relativa promoción cultural. Por ello las grandes potencias capitalistas (e Inglaterra la primera de todas) toman las armas, están dispuestas a dejarse lacerar en la lucha por las posesiones coloniales y a inundar el mundo de sangre para poder conservar su dominio." (Clara Zetkin - La lucha de los partidos comunistas contra el peligro de guerra y contra la guerra)

Hoy, cuando los imperialistas del mundo están intensificando su repartición del mundo a través de las guerras de rapiña, y cuando la reacción mundial más que nunca aplica su método de infiltrar, manipular y utilizar las luchas justas populares para sus propios fines, corresponde aún más a las feministas proletarias desenmascarar estos negros planes reaccionarios frente a las masas y no permitir que el enemigo desvíe y corrompa las luchas con su feminismo burgués, un feminismo que está por servir al imperialismo, a su explotación, su opresión y sus genocidios.

Una de las ideas centrales del feminismo burgués de hoy es que el imperialismo y su ideología liberal representan la liberación de la mujer, y que este podrido sistema “democrático” prácticamente ya ha acabado con la opresión de la mujer en los países imperialistas. Consecuentemente, según esta idea solo falta “liberar” a las mujeres de “otras culturas”, es decir de las naciones oprimidas del tercer mundo (o en algunos casos, de países imperialistas que son rivales en la pugna interimperialista). Así la gran burguesía imperialista utiliza su propio feminismo para justificar sus acciones militares, económicas y políticas en el tercer mundo, para movilizar a las masas con la agitación belicista, para desviar la lucha de clases y poner masas contra masas; hablan de “liberar a las mujeres” mientras siguen explotando y matando a millones de mujeres en todo el mundo.

Esta patraña del imperialismo como “liberador” y “progresista” hoy se expresa en diferentes formas en las acciones y movilizaciones feministas no dirigidas por el proletariado, y se difunde en gran parte por los partidos y organizaciones revisionistas. Así como los oportunistas de la Segunda Internacional, los traidores revisionistas de hoy asumen plenamente su tarea de embellecer al imperialismo y promover sus guerras bajo palabras “socialistas”, no movilizando a las masas contra sus “propios” opresores imperialistas, sino centrando cada vez más en su propaganda contra “regímenes opresores” o “autoritarios” en el exterior.

Ver el ejemplo actual de Irán, donde la lucha justa y heroica de las masas femeninas populares contra el régimen y su opresión reaccionaria y religiosa inevitablemente presenta oportunidades para el imperialismo de manipular y aprovechar la lucha como instrumento político en su pugna interimperialista. Irán hoy tiene importancia estratégica en esta pugna entre las superpotencias, y el imperialismo yanqui hace tiempo se ha esforzado para debilitar o despedir al régimen en Teherán, el cual ahora se ha acercado a los imperialistas rusos y chinos. Ya se ha confirmado que varias personas y organizaciones, aclamadas en la prensa imperialista como dirigentes y luchadores en las actuales luchas de las mujeres en Irán, son directamente ligadas al imperialismo yanqui y sus planes. Ver por ejemplo Hamed Esmailiyoun, uno de los dirigentes de la “oposición” contra el régimen, quien colabora estrechamente con organizaciones del imperialismo yanqui (como el “think-tank” de Washington, la Fundación por la Defensa de las Democracias) y con representantes del Israel sionista, o la “activista social” Masih Alinezhd, quien llama abiertamente a los imperialistas yanquis y europeos a intervenir militarmente en Irán y abiertamente expresa su sujeción al imperialismo yanqui. Sobre ello las feministas burguesas y los revisionistas del mundo no dicen nada, ni sobre las sanciones impuestas por el imperialismo contra el pueblo de Irán, sanciones que profundizan la pobreza y la miseria de las mujeres del pueblo.

Frente a la situación actual en el mundo y las luchas justas como las actuales en Irán, corresponde a las feministas proletarias apoyar decididamente y firmemente a las luchas populares, desenmascarando y combatiendo al mismo tiempo la infiltración y manipulación de ellas por parte del imperialismo, la reacción y el revisionismo y movilizando a las masas femeninas contra el imperialismo en su conjunto y cada una de las superpotencias y potencias imperialistas. Para las feministas proletarias en los países imperialistas, corresponde combatir en primer lugar a su “propia” burguesía imperialista, a su opresión de la mujer y a todas sus guerras de rapiña, aplicando el principio de que el mejor apoyo a los oprimidos en otros países es desarrollar la revolución en su propio país. En Irán como en todos los demás países, la única forma de acabar finalmente con la opresión de la mujer y todo el sistema de explotación y opresión es desarrollar las luchas del pueblo con independencia, autodecisión y autosostenimiento, y bajo la dirección del proletariado a través de su Partido Comunista llevar a cabo las revoluciones democráticas, socialistas y culturales con guerra popular hasta nuestra meta final el Comunismo.

¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!
¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER!
¡UNIR A LOS PUEBLOS BAJO DIRECCIÓN PROLETARIA CONTRA TODOS LOS IMPERIALISTAS Y SUS GUERRAS!

Movimiento Popular Perú
8 de Marzo de 2023 

lunes, 8 de marzo de 2021

¡VIVA EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER! ¡ENARBOLAR EL FEMINISMO PROLETARIO CONTRA EL IMPERIALISMO, LA REACCIÓN Y EL REVISIONISMO!

 

¡Proletarios de todos los países, uníos!

¡VIVA EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER!
¡ENARBOLAR EL FEMINISMO PROLETARIO CONTRA EL IMPERIALISMO, LA REACCIÓN Y EL REVISIONISMO!

"Planteadas así las cosas, surge una interrogante ¿qué tipo de movimiento femenino impulsar y apoyar? Pregunta que tiene vital importancia cuando se sienta; ampara y difunde el feminismo burgués a tambor batiente. La respuesta es una y concreta: un movimiento femenino popular verdadero no puede construirse y desarrollarse sino desde la posición de la clase obrera, desde el marxismo, y como partes del movimiento popular de cuya liberación depende la emancipación de la mujer. [...]
 Así estaremos preservados de feminismo burgués, de divisionismos que contraponiendo mujeres a hombres quiebran las organizaciones y escinden a las masas. […]

El problema femenino es una cuestión importante para la lucha popular. Y su importancia es hoy mayor porque se intensifican acciones tendientes a la movilización de las mujeres; movilización necesaria y fructífera desde la posición de la clase obrera y al servicio de las masas populares, pero que impulsada por y en beneficio de las clases explotadoras actúa como elemento de divisionismo y freno de la lucha popular.”

(Partido Comunista del Perú – Comité Central, EL MARXISMO MARIATEGUI Y EL MOVIMIENTO FEMENINO)

El Movimiento Popular Perú, organismo generado del Partido Comunista del Perú para el trabajo en el extranjero, dirige sus solemnes saludos comunistas a las mujeres de nuestra clase y de los pueblos del mundo; a las comunistas y revolucionarias que dan sus vidas en la lucha contra la explotación y opresión patriarcal de este sistema imperialista y contra todos los agentes y apologistas del sistema, entre ellas las feministas burguesas y pequeño burguesas que hoy utilizan la lucha justa de las mujeres para desviarla y ponerla en el servicio de los chupasangres imperialistas, de la contrarrevolución y de las guerras genocidas de rapiña en todo el mundo.

El imperialismo en su crisis general y última está temblando frente a las luchas combativas de las masas trabajadoras en todo el mundo. Frente a la situación revolucionaria en desarrollo desigual que se expresa en todos los continentes - en las guerras populares y luchas armadas bajo la bandera del maoísmo en Perú, en India, Turquía y otros lugares, en las luchas reivindicativas y anti-represivas, en las luchas de liberación nacional contra los invasores imperialistas etc. – la reacción mundial está intensificando la represión y la violencia contrarrevolucionaria en todos los países. Se está agudizando rápidamente la crisis de la democracia burguesa y la tendencia hacia la dictadura abierta y el fascismo. Las tres superpotencias, el imperialismo yanqui, chino y ruso, van encabezando este proceso de reaccionarización con la ayuda de las demás potencias imperialistas, e imponen la misma agenda en los países oprimidos.

Sin embargo, en los intentos desesperados de rescatar a este sistema moribundo, la represión y la dictadura no son suficientes. La gran burguesía imperialista y sus lacayos en los países oprimidos también necesitan movilizar a sectores de la población para defender al sistema y desviar y manipular a las luchas justas del pueblo. Algunos países y algunos sectores de la clase dominante lo hacen con un regreso descarado a las políticas “tradicionales” y “conservadoras” de la reacción; el racismo, el chovinismo y el machismo abiertos. Otros, como los sectores dominantes del imperialismo yanqui y sus potencias aliadas, buscan embellecer la reaccionarización,  la explotación intensificada y las guerras genocidas pintándose de “progresistas” a través del feminismo burgués y un falso “antirracismo”. Levantan las podridas banderas del liberalismo y del revisionismo para mantener la lealtad de las clases medias pequeño burguesas y de la aristocracia obrera hacia los Estados reaccionarios. Para contener las luchas populares y evitar que se unan y se conviertan en una lucha revolucionaria bajo dirección proletaria, los explotadores puedan aceptar ciertas demandas y dar ciertas concesiones a las masas, siempre que no amenacen el Poder de la burguesía y su sistema.

Es en este contexto que tenemos que ver el papel actual del feminismo burgués. Es un feminismo dirigida por la gran burguesía imperialista, que con la ayuda de sus lacayos intelectuales y políticos moviliza a sectores de la pequeña burguesía y la aristocracia obrera. Su tarea es pintar el imperialismo y los Estados imperialistas como los mejores defensores de los derechos de las mujeres, y fomentar la ilusión de que sí es posible superar la explotación y la opresión de la mujer dentro del sistema existente, sin hacer la revolución, sin abolir la explotación y la propiedad privada. Dentro de estas tareas centrales, el feminismo burgués tiene sus diferentes variantes; algunos abiertamente presentan el supuesto “mercado libre” y el individualismo como los principales garantes de la libertad de la mujer (lo que se expresa por ejemplo en la defensa de la prostitución). Otros, ligados al revisionismo, centran más en el papel del Estado burgués y los sindicatos corporativos que supuestamente van a proteger los derechos de las mujeres con el llamado “socialismo democrático” y las supuestas “reformas” dentro del sistema. Todas las variantes se unen en la defensa de las guerras imperialistas y la explotación del tercer mundo, presentando la opresión de la mujer como un fenómeno que viene “desde a fuera”, de las “otras culturas”, de los “extremistas”, los “fundamentalistas” etc., tomando la opresión feudal y/o religiosa de la mujer como pretexto para embellecer  la explotación y la opresión del imperialismo, el cual en realidad es el fundamento material de toda la opresión de la mujer en el mundo.

Vemos como todo eso se expresa en las luchas actuales en el mundo; en EE.UU., la lucha justa de las mujeres se ha utilizado, bajo dirección burguesa, para arrastrar a las masas al circo electoral y en servicio de la campaña electoral del genocida reaccionario Biden. En Perú, la lucha justa de las víctimas de las esterilizaciones forzadas durante el régimen fascista de Fujimori, bajo dirección burguesa (con la colaboración del revisionismo y de la iglesia) se ha convertido en una campaña para organizar a las mujeres bajo el control del Estado reaccionario y en defensa del viejo orden.

Contra el feminismo burgués y pequeño burgués las mujeres proletarias y revolucionarias enarbolan el feminismo proletario, el cual plantea la verdad marxista, científica, de que la propiedad privada y la explotación son los fundamentos de toda la explotación y opresión de la mujer. Contra el esencialismo del feminismo burgués, el feminismo proletario rechaza y aplasta toda la idea de la “naturaleza femenina” y la “naturaleza masculina”. Contra la cultura sexual degenerada del imperialismo, basada en la venta de seres humanos como objetos sexuales en un supuesto “mercado libre”, el feminismo proletario plantea una nueva cultura de igualdad verdadera entre hombre y mujer y finalmente liberada de toda forma de explotación y negocio. Contra el feminismo burgués, que busca movilizar a las mujeres en servicio de las guerras genocidas de reparto y de rapiña, el feminismo proletario moviliza a las mujeres proletarias y del pueblo contra todos los imperialistas y sus guerras. Contra el feminismo burgués que quiere utilizar a las mujeres como “soldados de a pie” en sus campañas electorales y para embellecer su sistema moribundo, el feminismo proletario moviliza a las mujeres proletarias y del pueblo para – mano a mano con el hombre de su clase - aplastar y barrer finalmente al imperialismo, la reacción y el revisionismo de la faz de la tierra con guerra popular, bajo la dirección de los Partidos marxistas-leninistas-maoístas militarizados, y continuar la marcha hasta nuestra meta final el comunismo, la sociedad sin clases.

¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!
¡POR UNA LINEA DE CLASE EN EL MOVIMIENTO FEMENINO!
¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER!
¡VIVA EL MAOISMO, ABAJO EL REVISIONISMO!

Movimiento Popular Perú
8 de Marzo de 2021


LA MUJER EN EL DESARROLLO SOCIAL

 

LA MUJER EN EL DESARROLLO SOCIAL

Aleksándra Kolontái

  En este período terrible de la posguerra luchan rabiosamente las mujeres de los países capitalistas contra su doble explotación: el trabajo asalariado al servicio del capital y la maternidad. Por el contrario, en nuestro Estado de trabajadores hemos abolido las costumbres de vida tradicionales que habían convertido a la mujer en una esclava. Sólo la colaboración de las mujeres en el Partido Comunista ruso ha hecho posible la creación de una vida nueva totalmente. Pero las cuestiones tan decisivas para la vida de las mujeres sólo se resolverán definitivamente cuando la mujer se integre completamente en nuestra economía popular. Por el contrario, en la sociedad capitalista no hay salida para ese dilema, pues el trabajo en el hogar cerrado unifamiliar complementa el sistema de economía capitalista.

 La liberación de la mujer puede convertirse en realidad sólo después de una revolución radical de las normas tradicionales de comportamiento. Pero este proceso presupone un cambio profundo de la forma de producción; por consiguiente, la implantación de una economía comunista. Nosotras mismas somos testigos, hoy día, de este amplio proceso revolucionario de las normas de conducta. Por eso, también en nuestra rutina, la liberación de la mujer es parte integrante natural de nuestra vida.

 13. La dictadura del proletariado: la revolución de las costumbres de vida

 Hablamos durante la última lección de la revolución en las costumbres de vida bajo la dictadura del proletariado. Naturalmente, este proceso no se limita sólo a la instalación de cantinas populares públicas y casas de maternidad, a la introducción de la protección legal a la madre y al sistema estatal de educación. Las transformaciones sociales hasta el momento son más amplias y sustancialmente más radicales y abarcan casi todas las manifestaciones de la vida. Este proceso se manifiesta con especial claridad en la modificación de costumbres y formas de pensar tradicionales. Las generaciones de futuros científicos de la historia estudiarán por eso nuestra época actual con un gran interés, ya que vivimos en un tiempo en el que hemos roto consecuentemente con lo heredado de antiguo. Construimos un nuevo ordenamiento social y económico y surgen relaciones nuevas entre los seres humanos; y además todo esto se desarrolla con una rapidez enorme.

 Por eso en este momento no nos encontramos en situación de juzgar hasta qué punto nuestra sociedad ha desarrollado ya proyecciones para un futuro de esperanza. Porque sencillamente estamos ciegos ante los brotes jóvenes pero ya capaces de vida, que han madurado en los campos de batalla de la guerra civil. Por eso todavía no podemos contemplar bien esos brotes porque están cubiertos por las ruinas del pasado y porque nuestros propios ojos están cegados por las lágrimas y la sangre. Pero también incluso allí donde quedaron enterrados bajo el polvo de los últimos siglos los sedimentos fueron al principio fustigados y luego derribados finalmente por el violento huracán que se desató por la lucha rabiosa de dos mundos. Y aunque nuestra grandiosa iniciativa ha tenido el caro precio de la sangre derramada, hemos emprendido la iniciación. Hemos hecho saltar el hielo de tantos siglos y el sol caliente de la primavera sonríe a la tierra liberada. Los vivaces arroyos primaverales se llevan los témpanos de hielo y dejan la tierra limpia. Echad un vistazo alrededor de Rusia. ¿Es éste quizá el mismo país que hace cinco años? ¿Son éstos los mismos obreros, campesinos o incluso «pequeños burgueses» que conocimos durante la dictadura zarista? Su forma de pensar, sus sentimientos, el contenido de su trabajo, todo ha cambiado. En una palabra, en la república reina hoy una atmósfera completamente distinta a la de antes. Siempre que uno de nosotros viaja hoy a un país

capitalista tiene allí la sensación de volver a vivir de nuevo en otro siglo diferente, porque nosotros juzgamos el presente de esos pueblos que han quedado rezagados desde la atalaya del futuro. Por nuestras propias experiencias hemos aprendido a conocer concretamente el futuro que nuestros hermanos y hermanas de los países capitalistas sólo comprenden todavía teóricamente, pero no por su propia práctica. A veces nos estremecemos cuando nos hacemos cargo de qué «listos» somos ya, en realidad, y qué tesoro de experiencias nos ha proporcionado la revolución. Es decir, que precisamente esas experiencias, por un lado, nos han despegado de nuestro propio pasado, que de hecho no queda muy lejos en el tiempo y que como antes es extraordinariamente actual, y, por el otro lado, nos ha acercado simultáneamente al futuro. Por eso nos es más fácil mirar al futuro que al pasado. En comparación con nuestros contemporáneos poseemos una gran ventaja a causa de nuestros febriles experimentos y de nuestra búsqueda del «camino más corto» para el comunismo comprendemos ahora los problemas más rápidamente que antes de la revolución. Aunque hemos cometido muchos errores, nuestro experimento revolucionario es un intento audaz e importante para cambiar las condiciones de vida de tal manera que una colectividad que abarca muchos millones llegue a controlar las fuerzas ciegas de la economía capitalista por medio de un esfuerzo de voluntad organizado. Con la revolución de los trabajadores en Rusia comienza un nuevo capítulo en la historia de la humanidad, aunque el camino para el comunismo sea todavía muy largo y fatigoso: por lo menos hemos puesto la base para la ordenación de la sociedad comunista y se ha convertido el proletariado de su propia capacidad y con esa conciencia de su papel histórico lucha sin vacilar por su objetivo final, ya que ese objetivo final desde hace tiempo no es ya una mera ilusión futura; la clase trabajadora puede hoy mismo, si alarga las manos tanteando el futuro, tocar la realidad comunista con las puntas de sus dedos.

 Las transformaciones sociales que se han desatado a consecuencia de la revolución de octubre se reflejan con peculiar claridad en el pensamiento subjetivo de los trabajadores  y en su concepto de la vida. Hablad con los trabajadores: ¿piensan como antes de la revolución? Antes de la revolución no tenían ninguna confianza en sí mismos. Esos trabajadores parecían con frecuencia esclavos sumisos, estaban amargados, empobrecidos, atemorizados y aislados. En la conciencia de estos trabajadores se hallaban las normas de derecho del injusto ordenamiento social por el que se encontraban constantemente oprimidos, fuera de época y sin posibilidad de cambio. Si entonces alguno hubiera dicho a los trabajadores: «Vosotros podéis adueñaros del mando en cuanto se lo proponga el ejército de millones de proletarios», los trabajadores habrían movido la cabeza con recelo.

 ¿Y hoy? Naturalmente, el proletariado sufre mucho, de momento, por la falta de alimentos, artículos textiles y calzados. Es claro que la clase trabajadora, en estos días, tiene que sacrificarse, pero a pesar de todo ha adquirido una conciencia propia y es hoy una fuerza social. Pero de todos los cambios es con mucho el más importante la convicción del proletariado de que la sociedad podrá modificarse de raíz si la clase trabajadora no se da por satisfecha con la reforma de la legislación o de las relaciones interhumanas, sino que quiere cambiar toda la sociedad bajo su dirección. La dictadura de los zares, industriales y grandes propietarios se diferencia totalmente en su contenido de la dictadura del proletariado, y hoy día la clase trabajadora es el director de obra de una nueva sociedad. Bien puede ser que la clase trabajadora no sea siempre el director de obra más hábil, pero es decisivo, de momento, que haya tomado posesión del poder del Estado. El triunfo más grande, hasta ahora, en la historia de la humanidad trabajadora es que el desarrollo legítimo de la acumulación derivada en el período de transición sea regida por la colectividad. Aclararemos este proceso por medio del papel que desempeñan hoy las mujeres, pues su conciencia ha cambiado de forma aún más perceptible que la de los varones. Para la mayoría de las mujeres es ya totalmente normal que el trabajo en colectividad ha producido una «conciencia social» y una solidaridad interhumana. Estas mujeres se sienten responsables ante la sociedad. Si recordamos que las mujeres han sido educadas durante siglos a centrar en la familia particular el contenido más importante de su vida, este hecho es algo revolucionario.

Tanto la que trabaja en la industria como la esposa del obrero que no actúa profesionalmente están completamente convencidas de que son ciudadanos del Estado con plenitud de derechos. Incluso cuando la mujer no realiza ningún trabajo social tiene necesidad de ratificarse a sí misma. Esas mujeres nos hacen indicaciones sobre el trabajo en su hogar y sobre la educación de sus hijos y critican que nosotros no dispongamos todavía de suficientes instalaciones para los niños y que la comida de las cantinas populares públicas sea en realidad detestable. Cuando todo esto se ponga de una vez en orden tendrán también la posibilidad de ejercer actividades políticas en la sección femenina del partido o en los sindicatos. Por tanto la revolución no sólo ha liberado a la mujer de la atmósfera cerrada y asfixiante de la familia aislada y le ha facilitado por fin el acceso a la sociedad, sino que le ha proporcionado con rapidez increíble un sentimiento de solidaridad con la colectividad. El gran éxito del movimiento «subbótnico» (bajo este nombre se comprende el «sábado comunista»: un día de trabajo voluntario dedicado a tareas no pagadas, pero útiles socialmente para la reconstrucción) es un ejemplo impresionante de esa tendencia. Tanto trabajadoras que pertenecen a la organización del partido, como las que no pertenecen, esposas -que no trabajan- de familias obreras y campesinas han colaborado voluntariamente en nuestros sábados comunistas. Por ejemplo, en 1920 tomaron parte en 16 distritos un total de 150.000 mujeres activas profesionalmente. Claro que esto es señal de que las mujeres van adquiriendo una conciencia social y comprenden que, en el barullo general de la guerra civil, únicamente con los esfuerzos comunes de la colectividad pueden combatirse y vencer definitivamente las enfermedades, el hambre y el frío. Este movimiento sabático voluntario complementa el trabajo general obligatorio y el trabajo forzoso, y ya no se le considera como opresivo como antes, cuando los trabajadores eran todavía esclavos asalariados. El trabajo se ha convertido en un deber social, solo comparable con aquel que realizaba para la colectividad, durante la prehistoria humana, todo miembro de la tribu. Observad las brigadas de mujeres que no pertenecen al partido que abandonan sus hogares y acuden puntualmente al comienzo de su «subbotnik». Esas mujeres barren las calles, quitan la nieve, cosen uniformes para los soldados de nuestro ejército rojo, limpian los hospitales y los cuarteles, etc. Muchas de estas mujeres tienen familia y cuando vuelven a casa les esperan allí unas tareas que las tienen que realizar irremisiblemente. Pero a pesar de esto se ha formado en nuestras mujeres una conciencia de que para ellas es muy ventajoso desatender algo su propio pequeño hogar aislado y colaborar en la economía del pueblo. Por eso dejan sus labores domésticas a medio hacer en su casa y realizan dentro del movimiento «subbótnico» trabajos útiles y urgentes socialmente.

Pero probablemente algunas de vosotras dirá ahora: «Bueno, pero eso en realidad se refiere sólo a una minoría de obreras y campesinas no afiliadas al partido.» Naturalmente que tenéis toda la razón al opinar así. Pero cada vez son más las mujeres y no menos, y además es muy importante que no sean únicamente comunistas, sino también no afiliados al partido. Esta minoría educa con su ejemplo a la mayoría. Hablad sino con una trabajadora que no haya participado nunca en un «subbotnik». Con qué pasión y violencia defiende su derecho a desatender ese trabajo voluntario. Tiene a su disposición un número increíble de argumentos, ya que moralmente tiene derecho a rehuir ese trabajo. Pero los últimos cuatro años han agudizado de tal manera la conciencia de nuestras mujeres sobre la conexión entre la reconstrucción de nuestra economía popular y la satisfacción de sus necesidades personales que todas reaccionan de forma muy parecida ante esta cuestión. Pues, por un lado, no hay combustible, y, por el otro, están sin embargo sin hacer nada una serie de vagones de mercancías en la estación local. A un «subbotnik» se le ocurre que esos vagones deben descargarse. Otro ejemplo: una epidemia contagiosa invade la ciudad; por lo tanto la población tiene que organizar un «subbotnik» para limpiar como es debido las calles de la ciudad. En una situación tan apurada la clase trabajadora condena, como es lógico, a quien no está dispuesto a aportar su contribución, insignificante en sí misma, a ese trabajo voluntario pero muy útil socialmente. Y precisamente esa misma gente exige del soviet local que provea a sus necesidades. A causa de estos hechos surge un Nuevo código moral entre los trabajadores y cada vez se impone más un nuevo concepto: el de «desertor de la producción».

En la sociedad burguesa el trabajador flojo y vago es censurado ciertamente, por un lado, pero, por el otro, la burguesía defiende la idea de que el trabajo es cuestión privada. Pero si tú no tienes ganas de trabajar, o te mueres de hambre o tienes que hacer que otro trabaje para ti. Este último supuesto, el llamado «espíritu de empresa», goza de estima especial en los países capitalistas y la burguesía condena a una calavera solo cuando no trabaja por su propia cuenta sino por la de un empresario capitalista. Si, por ejemplo, un obrero vende su fuerza de trabajo a un empresario, pero únicamente emplea en parte esa fuerza de trabajo en el proceso laboral, entonces el empresario defiende el punto de vista de que ha sido engañado porque su plusvalía ha disminuido. Claro está que la burguesía condena tal actitud negligente del obrero. Pero, por otro lado, el hijo de un burgués o aristócrata a quien han concedido su puesto de trabajo por la mera razón de su apellido y categoría social, puede ser el mayor maula y vago sin que la burguesía desapruebe su deserción dela producción. Pues «la misma persona debe decidir si trabaja o no. Es un asunto personal y totalmente privado». Este es el concepto de la burguesía. Por favor, observad también en este argumento que, por ejemplo, un labrador independiente que dirige o administra mal sus cultivos o un pequeño empresario cuyo negocio se arruina no son criticados porque producen perjuicios económicos, sino porque no fueron capaces de darse cuenta mejor de sus intereses económicos propios. La forma de producción de nuestra república de trabajadores se diferencia fundamentalmente de la de las sociedades burguesas. En la práctica del proceso de producción socialista, los que realizan actividades laborales son educados en un espíritu totalmente nuevo, piensan y sienten de forma muy diferente a la de antes y naturalmente esta concepción del trabajo exige una gran autodisciplina. Por lo demás esta conciencia ha creado relaciones radicalmente nuevas de las personas entre sí, que también regulan de forma original la conexión entre la colectividad y el individuo. Por el contrario, las normas de comportamiento interhumano de las sociedades burguesas casi siempre regulan únicamente las relaciones mutuas de los individuos particulares, mientras que la conexión del particular con la sociedad en conjunto sólo alcanza una importancia de segundo rango. En el imperio zarista existían muy pocas normas de comportamiento que regularan los deberes del individuo para con la sociedad y en mucho menos número de las normas análogas que establecían las relaciones de los hombres entre sí. Entre los deberes del particular para con la sociedad burguesa se encontraban en la Rusia zarista especialmente el deber de defender a la patria y de servir fielmente al zar. El mandamiento «no matarás» se relativizaba en la práctica en circunstancias coyunturales. Entonces tenía excepcional importancia, naturalmente, la larga lista de leyes y disposiciones que garantizaban el derecho a la propiedad privada y a otras prerrogativas: «no robarás», «no seas perezoso», «no pretendas a la mujer casada», «no engañes en los negocios; debes ser ahorrador».Por el contrario, en nuestra sociedad proletaria las normas de conducta ponen en claro los intereses de la comunidad. Si tus acciones no perjudican a la colectividad, no afectan tampoco a ningún ciudadano. Pero,por otra parte, se han abolido en nuestra república de trabajadores muchas formas de comportamiento que en la sociedad burguesa se consideraban respetables. ¿Qué concepto tenía, por ejemplo, la sociedad burguesa del hombre de negocios? Mientras llevaba los libros conforme a los reglamentos, no se declaraba en quiebra fraudulenta, no se dejaba atrapar en alguna estafa, o engañara de una u otra forma a la clientela, el hombre de negocios recibía en la sociedad burguesa el título honorífico de «ciudadano irreprochable» o «señor decente». Durante la revolución nos vimos obligados a cambiar radicalmente de criterio sobre estos hombres de negocios porque el «ciudadano intachable» de antaño se metamorfoseó en especulador. No concedimos a estos ciudadanos precisamente títulos honoríficos; todo lo contrario, pues entregamos esos señores a «checa» que luego los instaló en campamentos de trabajo. ¿Y por qué hicimos eso? Porque sabíamos perfectamente que sólo podemos construir el comunismo si todos los adultos, ciudadanos del Estado, realizan un trabajo productivo. Pero quien, en lugar de trabajar él mismo, quiere vivir a costa ajena es un perjuicio para el Estado y la sociedad y por eso persigue la política a todos los accionistas, comerciantes, acaparadores, es decir, a todos los individuos que sin trabajar ellos mismos viven del trabajo de los demás.

Estas personas son condenadas por nosotros de la forma más dura. Pero a causa del nuevo sistema de producción nacen nuevos modos de conducta. Naturalmente es imposible que podamos convertir a todas las personas dentro de tres, cuatro o diez años en fanáticos comunistas. Pero, por otro lado, vemos que en la mayor parte surge una nueva conciencia. Este proceso es muy importante y en realidad deberíamos estar sorprendidos de la rapidez con que nuestro modo de pensar y nuestros sentimientos se han adaptado a la nueva evolución social y de que surjan ya nuevas formas de conducta. Esta evolución la notamos más claramente si estudiamos la relación entre hombre y mujer. Ha cedido la resistencia de la familia particular durante la guerra civil y este hecho lo podemos estudiar no solamente en Rusia, sino en todos los países que participaron en la guerra. Al principio creció la participación del trabajo femenino en la producción y este fenómeno produjo una mayor independencia económica de la mujer y además un aumento en el número de hijos habidos fuera del matrimonio. Personas que se amaban se unían ahora sin preocuparse ya de prejuicios de la sociedad burguesa o de la Iglesia. Incluso el Estado burgués se vio obligado a tratar a los hijos ilegítimos en las familias de los soldados como a los legítimos, al menos económicamente. En la república soviética el matrimonio perdió cada vez más su importancia. Ya en los primeros meses después de la revolución se abolió el matrimonio canónico y se derogaron todas las diferencias legales existentes entonces entre los hijos legítimos y los ilegítimos. (La secularización consecuente del matrimonio fue asegurada legalmente por el decreto «del matrimonio civil», de 18 de diciembre de 1917, y «del divorcio», de 19 de diciembre. Otro paso importante en esa dirección fue el decreto sobre «separación de la Iglesia y el Estado», de 23 de enero de 1918. En el párrafo 107 del código burgués zarista se consideraba al marido «tutor» de su esposa. Esta no podía tener carnet de identidad personal, su nombre iba incluido en el de su marido. Hasta la revolución de octubre la mujer casada estuvo obligada legalmente a «obedecer al marido» como jefe de la familia, a permanecer en su amor, respeto y acatamiento y a mostrarle como ama de casa toda atención y adhesión. En el párrafo 108 del mismo código se decía: «La esposa debe someterse a la voluntad del marido.»)

La implantación del trabajo obligatorio, que acompañó a esas medidas, contribuyó asimismo a que la mujer fuera reconocida como un factor independiente en nuestra sociedad. En los países burgueses el matrimonio es un contrato bilateral, acreditado por los padrinos de boda y declarado inviolable e indisoluble por la bendición divina. Por un lado, se obligaba el marido a sustentar a su mujer, y, por el otro, se obligaba a la esposa a proteger la propiedad de su marido y a cuidada, a servir al marido y a sus hijos -por consiguiente, a los herederos de su hacienda-, a ser siempre fiel a su marido y a no recargar la familia con hijos extramatrimoniales, pues por el adulterio de la mujer se podría alterar el equilibrio del hogar familiar. Por eso es también perfectamente lógico que la adúltera sea perseguida sin indulgencia por la ley burguesa, mientras que al mismo tiempo procede frente al adúltero con lenidad, porque las extralimitaciones del marido no ponen en peligro la existencia del hogar privado. ¿Habéis pensado alguna vez por qué discrimina a la madre soltera la ordenación social burguesa? La contestación es muy sencilla: ¿quién debe responder del niño si la relación amorosa no está legalizada? O deben cuidar del niño los padres de la «muchacha caída», lo que naturalmente no va en interés de la familia de la chica, o los establecimientos estatales o locales deben sufragar los gastos, y esto tampoco va en interés del Estado burgués, al que asusta la financiación de las tareas sociales.

Por otro lado, debéis tener en consideración, naturalmente, que desde mediados del último siglo la mujer se ha ido independizando del hombre cada vez más financiera y económicamente, porque ella se sustenta con su propio trabajo. Precisamente desde ese momento ha cambiado algo la postura de la sociedad burguesa respecto al niño nacido fuera del matrimonio. En una serie de novelas y estudios científicos se trata ahora del «derecho» de la mujer y madre y se defiende el derecho a la existencia de la madre soltera. Hoy existe en nuestra república de trabajadores (al menos en las ciudades) la tendencia a sustituir el hogar particular privado por nuevas formas sociales de vida y consumo colectivas -es decir, por creación de casas-comuna, cantinas populares públicas, etc. La mujer con actividad profesional recibe su propia cartilla de abastecimiento y está surgiendo una tupida red de instituciones sociales estatales. Por eso se ha modificado el carácter del matrimonio y la sociedad conyugal descansa ya en la mutua simpatía y no en cálculos económicos. (Naturalmente todavía se dan excepciones a esta regla, de las que trataremos más tarde.) Por eso ya no es necesario que los que se aman se casen porque cada uno de ellos tiene una opción a vivienda, combustible, alimentos y ropa que están garantizados por sus tickets y por gratificaciones especiales de la propia empresa. Y la cuantía de la retribución depende del rendimiento del trabajador. Casándose no mejora la situación material de cada uno. En los distritos del campo, donde nuestra república de trabajadores a causa de su gran penuria no está en condiciones de cumplir estas obligaciones sociales y de conseguir los objetivos de producción planeados, la gente tiene que acudir a la oferta de artículos en el mercado negro y esto tiene como consecuencia que siga existiendo el hogar familiar privado, que los mismos miembros de la familia organicen el suministro de combustible, etc. A causa de estos hechos el matrimonio continúa siendo una institución económica y, por ejemplo, una mujer puede llegar a una situación en la que tenga que recurrir avivir con un hombre no porque le ame, sino porque dispone de una habitación en una casa-comuna. O también a que un hombre se case con una mujer porque sencillamente con doble ración de leña puede calentar mejor su piso. Tales fenómenos son indignos y repugnantes. Pero no superaremos estos residuos de nuestro pasado mientras no consigamos que desaparezca el caos económico general en nuestra república de trabajadores. A pesar de todo, la tendencia evolutiva que domina en general indica que el contrato oficial dematrimonio en la actual república soviética apenas lleva consigo ventajas materiales y que también por eso aumentan constantemente las relaciones amorosas libres.

 

Ciertamente prevé el decreto «sobre el matrimonio civil que ambos cónyuges están obligados a cuidar el uno del otro si uno de ellos no puede trabajar; sin embargo esta disposición tiene en cuenta el carácterespecial del período de transición en el que la república de trabajadores no está todavía en situación de crearlas necesarias instituciones sociales, de elevar el nivel colectivo de la vida y de alimentar a los ciudadanos inhábiles para el trabajo. Pero las circunstancias actuales desaparecerán por sí solas en el futuro tan pronto como la economía del pueblo se ponga en marcha. Entonces organizaremos inmediatamente las instituciones sociales y la disposición que hemos citado ya no desempeñará en la práctica ningún papel. ¿Pues qué significa exactamente esa disposición «cuidar del cónyuge incapaz de trabajar», si cada uno de los esposos tiene asignada por su trabajo su propia ración? No significa nada más que uno de los esposos tiene que repartir su ración con el otro. Y en realidad pocas personas habrá dispuestas a hacerlo. Además ambos consortes se dirigirían, en una situación estabilizada, a las organizaciones estatales que normalmente sean responsables de la asistencia a los ciudadanos enfermos. Y los enfermos serán enviados a un hospital o sanatorio o a asilos para los inválidos de guerra o por ancianidad. Ninguna persona reprocharía por eso a su cónyuge sano, aunque la disposición arriba citada sigue disponiendo en efecto que no la sociedad, sino el otro cónyuge, debe tomar a su cargo la asistencia económica del esposo incapacitado para el trabajo. Además me parece a mí totalmente correcto que en una situación semejante el esposo -aunque las dos personas se sigan amando- se libere de las obligaciones para con su cónyuge que el citado decreto prescribe. En estos casos es misión de toda la sociedad tomar a su cuenta la carga de esa asistencia, pues toda la colectividadestá obligada a atender materialmente a sus miembros mientras estén incapacitados para el trabajo. Es decir, que esa persona mientras pudo trabajar produjo por medio de su actividad los bienes de consumo que hoy distribuye la sociedad también a los ciudadanos enfermos, ancianos o inválidos. Por lo tanto él mismo ha producido las provisiones para las raciones necesarias.

Ante nuestros ojos se está produciendo un fuerte cambio en las costumbres matrimoniales. Pero es particularmente digno de mención que esta nueva conciencia y las modernas formas de comportamiento que se van dibujando se imponen también en muchas familias burguesas. Pues desde el momento que las mujeres burguesas -esos antiguos parásitos- colaboran en las instituciones sociales de los soviets locales y muchas se ganan el propio pan por primera vez, consiguen también una posición de independencia ante sus maridos. Y más de una vez llega a ganar la mujer más que su esposo y en esa situación se transforma en jefe de familia la que en otro tiempo estaba sumisa y humillada; ella va a trabajar y su marido se queda en casa, hace astillas, enciende la estufa y va al mercado de compra. Antes, éstas, que hace unos años eran damas elegantes, sufrían un ataque de histeria si su esposo no quería comprarles un sombrero nuevo para la primavera o un par de zapatos; hoy, esas mujeres saben muy bien que ya no tienen nada que esperar de su marido; por eso reservan sus ataques histéricos para el director de sección de su autoridad estatal o para el jefe de su oficina para conseguir así una asignación especial o una ración extraordinaria.

Pero, en justicia, también tenemos que reconocer que muchas mujeres que antes pertenecían a los círculos más elevados han superado los grandes esfuerzos del periodo de transición mucho mejor que sus esposos intelectuales languidecientes. Porque estas mujeres han aprendido a combinar, por un lado, su hogar, y, por el otro, su profesión, y han luchado valientemente por la vida a pesar de todas las dificultades y fracasos. Por eso es muy corriente que podamos encontrar incluso en las familias de la alta burguesía iniciativas para la racionalización de los trabajos domésticos. Además también existe en esas familias, con mucha frecuencia, una inclinación a hacer uso del consumo colectivo y a enviar asimismo a sus hijos a los jardines de la infancia públicos. En una palabra, que por lo tanto también aquí se comprueba un aflojamiento de los lazos familiares. Y esa tendencia momentánea se hará aún más fuerte en el futuro y la familia burguesa se extinguirá. En su lugar llegará un nuevo tipo de familia -la colectividad trabajadora-. En esa nueva forma fundamental conviven las personas unidas no por vínculos de sangre, sino ligadas solidariamente por el trabajo, sus intereses y sus deberes comunes y se educan mutuamente. Nuestro nuevo sistema económico y las actuales condiciones de producción crean una nueva conciencia.

Esta nueva forma de sociedad creará también un nuevo ser humano: una persona que piense y sienta realmente en comunista. Tan pronto como el matrimonio no constituya ninguna ventaja material para los interesados, ese matrimonio se hace inestable. Observad, por favor, que el número de divorcios es hoy ya mucho mayor que antes pues cuando el amor y la inclinación han dejado de existir ya no intentan los interesados, como antes era normal, continuar a cualquier precio la vida conyugal para salvar las apariencias. La comunidad ya no consiste en un hogar o en los deberes comunes del padre y de la madre respecto al hijo. Y también se pone cada vez más en discusión el ritual de la ceremonia religiosa. Naturalmente este nuevo criterio no se ha impuesto todavía en todos los lugares; pero sin duda ya lo defienden muchas personas y terminará por prevalecer entre la masa de nuestra sociedad cuando se desarrollen las nuevas formas de comportamiento comunista y sean aceptadas generalmente. En el comunismo la vida en el matrimonio quedará limpia de toda reliquia material. Por eso, por ejemplo, en nuestra república de trabajadores hemos separado también de la vida matrimonial la cocina sustituyéndola por las cantinas populares públicas. La intensidad de la relación entre dos personas depende en realidad no solamente de la posibilidad de fundar un «hogar». Antes, cuando un hombre se quería casar, tenía que calcular primero si en definitiva se podía permitir ese lujo. Si para él era ventajoso sustentar a su esposa, y esto dependía de si la novia recibía de sus padres una dote interesante. Sobre estos supuestos intentaban luego los miembros de la pareja «construir su propio nido». Los que tenían dinero se compraban una vivienda propia; los que carecían de él adquirían un «samovar» (aparato para hacer té). Pero en todo caso las parejas fundaban su hogar familiar y vivían juntos como era su deber. Si la pareja se resquebrajaba, se iban distanciando, pero, a pesar de ello, seguían viviendo juntos la mayoría de las veces. Por el contrario, hay hoy muchas parejas que se aman y sin embargo no viven juntos. Con bastante frecuencia, una de estas parejas acude a la administración local y de acuerdo con el decreto de 18 de diciembre de 1917 se inscriben como matrimonio, aunque no vivan juntos en absoluto. Quizá la mujer habite en un extremo de la ciudad y el marido en el opuesto. Y es posible que ella viva en Moscú y él en Taschkent. Registran su matrimonio sólo para manifestarse mutuamente que su relación la «toman enserio», pues estando enamorados el uno del otro quieren declarar en seguida que su amor es eterno. Pero, por otro lado, apenas se ven porque ambos trabajan y sus tareas y otros deberes sociales tienen preferencia ante la vida privada. Este tipo de matrimonio se da con frecuencia particularmente entre los miembros del partido, pues entre los comunistas está muy desarrollado el sentido del deber. Por favor, no olvidéis que antes ,especialmente las mujeres, aspiraban a un «hogar propio», ya que no podían imaginarse la vida conyugal sin un fogón exclusivo; de otra manera les parecía que quedaba incompleto su matrimonio. Hoy, por el contrario, es el hombre quien habla de qué sensato sería poder denominar propiedad del matrimonio a una vivienda propia con cocina propia y qué bonito sería si su mujer pudiera estar día y noche junto a él. Las mujeres, y muy especialmente el creciente número de las trabajadoras de la industria que ejercen su actividad en las fábricas de la república de trabajadores, no quieren ni oír hablar ya del «hogar propio»; «Antes de meterme en la vida familiar con sus menudencias inherentes, prefiero separarme. Porque ahora puedo por fin trabajar por la revolución. Si me metiera en esa historia, la pringaría. No. En ese caso es mejor que me separe.» Los hombres tienen que someterse a esa decisión. Como es natural, no todos aceptan voluntariamente esta nueva conciencia de sus mujeres e incluso ha ocurrido que el marido ha arrojado al fuego el carnet del partido perteneciente a su mujer porque le indignaba que ésta se preocupara más por su trabajo y por la sección femenina que por él y el hogar familiar. Pero las mujeres no deben dejarse impresionar por estos casos especiales, que deben interpretarse en su conjunto total: hay en nuestra república de trabajadores una tendencia en evolución hacia la disolución del matrimonio. Si analizamos la evolución social y económica entre nosotros está completamente claro que «la colectivización del trabajo descompondrá y por fin hará desaparecer más tarde o más temprano la familia individual burguesa tradicional». La postura de la sociedad que ha cambiado respecto a la madre soltera es otro indicio de esa evolución que debemos exclusivamente a las condiciones económicas transformadas y naturalmente al hecho de que se reconozca a la mujer en la actualidad como una fuerza de trabajo independiente. Mostradme el hombre que se niegue todavía hoy a casarse con una mujer a la que quiere sólo porque no sea «virgen». La «pureza» en la sociedad burguesa constituía una condición necesaria para la boda porque sólo así se podia proteger la propiedad privada. Quiero decir que el origen del niño era importante en aquella sociedad por dos motivos: primero, para asegurar la sucesión hereditaria, pues únicamente los hijos propios debían heredar, y, en segundo lugar, para garantizar el cuidado del niño por el padre. Por el contrario, en nuestra república de trabajadores la propiedad privada ya no juega ningún papel; es decir, que los padres no pueden transmitir su fortuna a sus hijos. Por eso es también totalmente indiferente en qué familia llega al mundo el niño, pues lo importante es sólo ese niño, por lo tanto el trabajador futuro.

Nuestra república de trabajadores se ha obligado a cuidar de los niños independientemente de que procedan de un matrimonio inscrito legalmente o de una relación libre. De esta evolución ha nacido una nueva imagen de mujer y madre. En nuestra república de trabajadores atendemos a toda madre exactamente igual si está casada como si no lo está, y también con independencia de que el padre haya reconocido o no al hijo como propio. Pero, como es natural, seguimos tropezando en la práctica con residuos del pasado; por ejemplo, al llenar formularios se nos hace esta pregunta anticuada: ¿es usted casada o soltera? En la milicia incluso se exigen certificados matrimoniales. Estos ejemplos, como es lógico, sólo manifiestan que todavía sigue siendo la influencia del pasado y que la clase trabajadora no ha podido liberarse de la noche a la mañana de todos los prejuicios del pretérito burgués. Sin embargo, por otro lado, vemos también progresos inequívocos. Por ejemplo, ¿qué muchacha o mujer soltera se suicida en la actualidad? Sencillamente ya nadie se atreve a afirmar que un hijo fuera del matrimonio sea una «deshonra». Por lo tanto, en nuestra sociedad, el matrimonio se convierte cada vez más en asunto privado de los interesados, mientras la maternidad, y ciertamente con independencia del matrimonio, es una misión social de extraordinaria importancia. Por el contrario, la sociedad sólo puede y debe intervenir en las relaciones matrimoniales cuando ambos cónyuges o uno de ellos se encuentran enfermos. Pero este problema constituye un capítulo especial y las autoridades sanitarias deben preparar las disposiciones pertinentes.

Pero no solamente ha cambiado nuestra relación respecto al matrimonio y a la familia, sino también nuestro criterio frente a la prostitución. Las distintas formas del fenómeno de la prostitución que existen en las ociedad burguesa, y van en aumento, retroceden cada vez más en nuestra república de trabajadores. Esa prostitución es consecuencia de la situación social insegura de la mujer y de su dependencia del hombre. Desde que nos preocupamos de que la implantación del trabajo general obligatorio se extienda a todo trabajo, naturalmente ha retrocedido también la prostitución profesional. En los lugares donde sigue existiendo esa prostitución en nuestra república de trabajadores es combatida por las autoridades. Pero la combatimos no porque la consideremos un delito contra las buenas costumbres, sino porque se trata de una forma del fenómeno de «deserción de la producción», ya que una prostituta profesional no aumenta con su trabajo la riqueza de la sociedad, sino que en realidad vive de la ración de otros. Por eso condenamos la prostitución y la combatimos como una forma de negarse a trabajar. Las prostitutas no son ante nuestros ojos una categoría de seres especialmente reprobables, y en definitiva en nuestra república de trabajadores no juega ningún papel si ahora una mujer vende su cuerpo a muchos hombres o solamente a uno; por consiguiente, si se mantiene a costa de un marido o como prostituta profesional a costa de muchos hombres. Pues en ambos casos las mujeres no se alimentan con su propio trabajo productivo. Por eso todas las mujeres que no acuden al trabajo general obligatorio, y no tienen en su familia niños pequeños a quienes atender, son castigadas a trabajos forzosos exactamente como las prostitutas. Y no le sirve de nada a la esposa el estar casada con un comisario político, porque nosotros juzgamos igual a todos los desertores de la producción. La sociedad en conjunto no reprocha a una mujer el que se acueste con muchos hombres, sino porque como la esposa casada legalmente, pero que no ejercita ninguna actividad profesional, escurre el bulto al trabajo productivo. El criterio de nuestra sociedad ante este problema constituye una forma totalmente original de contemplarlo, porque se trata por primera vez esta cuestión bajo el aspecto de las relaciones sociales en conjunto.

Entre nosotros, la prostitución está condenada a desaparecer y en nuestras grandes ciudades, por ejemplo, en Moscú y Petrogrado, ya no existen en la actualidad, en contraste con otros tiempos, 10.000 prostitutas, sino solamente, a lo más, unos cientos. Esto significa un gran progreso, pero sin embargo no podemos hacemos ninguna ilusión sobre este problema ni afirmar de antemano que se haya solucionado definitivamente entre nosotros. Los actuales salarios laborales de las mujeres no garantizan una seguridad social suficiente. Pero mientras la mujer siga todavía dependiendo del hombre a causa de las circunstancias económicas caóticas y embarulladas, seguirá produciéndose también entre nosotros la prostitución pública y encubierta. ¿No es quizá una forma de prostitución que una secretaria del soviet local entable relaciones con su jefe, aunque no le ame, sólo porque quiere progresar o porque necesita una ración suplementaria? ¿O si una mujer se acuesta con un hombre para conseguir un par de botas altas y a veces únicamente por un poco de azúcar o de harina? ¿O cuando una mujer se casa con un hombre nada más que porque posee una habitación propia en una casa-comuna? ¿No se trata de una forma encubierta de prostitución cuando una obrera o campesina, que va con el saco vacío en busca de provisiones, se entrega al revisor para que le proporcione un asiento en el vagón del ferrocarril? ¿O cuando una mujer cohabita con el jefe de un puesto de control para que le permita pasar un saco de harina?

Naturalmente todo eso es una forma de prostitución y para las mujeres muy degradante, detestable yamarga, y que además perjudica a la conciencia social. Y a esto se añade que esta clase de prostitución pone en peligro la salud del pueblo por medio de la propagación de enfermedades venéreas y mina la moral de la población. A pesar de ello debemos comprender que existe una notable diferencia entre la forma clásica de prostitución y estas nuevas manifestaciones que ahora aparecen. Por que las mujeres que vendían antes su cuerpo eran expulsadas de la sociedad y estampilladas como rameras. Los hombres que abusaban de esas mujeres se creían además con perfecto derecho a ofenderlas. Estas mujeres no se atrevían ni siquiera a protestar de que estampillaran su «carnet amarillo» como rameras. Desde que la mujer tiene su propia carta de trabajo, ya no está sujeta a la ley de la «oferta y la demanda». Si hoy una mujer entabla relaciones con un hombre por consideraciones estrictamente materiales, a pesar de todo busca uno que le agrade; porque el motivo económico -que también en nueve de diez matrimonios burgueses juega un papel importante- hoy ya no tiene tanta preponderancia; y además ese hombre se porta de manera muy distinta que respecto a una «chica de la calle» con la mujer con la que entra en relaciones a base de tal convenio. El hombre intentará imponerse a la mujer, pero ésta no lo aguantará y cuando se canse le despedirá y con mucha más rapidez que lo haría una esposa legítima. Mientras las mujeres trabajen, como antes, en los oficios peor pagados, seguirá existiendo la forma encubierta de prostitución, pues por lo pronto necesita una fuente complementaria de ingresos para poder subsistir. Mientras esto siga así es de todo punto indiferente si una se casa por motivos económicos o se entrega ocasionalmente a la prostitución.

Desde luego, el rumbo momentáneo de la economía amenaza otra vez a las mujeres con el fantasma de la falta de trabajo. (Lenin exigió en el X Congreso del Partido Comunista ruso la implantación inmediata de la «Nueva Economía Política» -N. E. P.- para crear por fin una relación más estrecha entre el proletariado y los campesinos.) Esta tendencia ya se nota ahora respecto a las mujeres y originará como última consecuencia un aumento de la prostitución profesional; el curso momentáneo de nuestra política económica frena asimismo el desarrollo de una nueva conciencia y podemos observar día tras día cómo este proceso impide también el nacimiento de una nueva relación realmente comunista entre el hombre y la mujer. Pero no es éste el lugar adecuado para analizar esta nueva tendencia política, aunque ella podría provocar un renacimiento de las condiciones pasadas. Pero la actuación de la clase trabajadora está dirigida al futuro y para el proletariado internacional es posiblemente menos importante, en la construcción del comunismo, cómo nos volvemos a adaptar hoya condiciones económicas ya sobrepasadas. Por eso es de más trascendencia para el proletariado internacional lo que ya hemos conseguido en el tiempo de esplendor de la dictadura del proletariado. Debéis asumir reflexivamente la tentativa de crear una nueva conciencia y utilizarla para vosotras. A pesar de todo es un hecho que el carácter del matrimonio se ha modificado. Los lazos tradicionales de la familia se hacen más débiles y la maternidad es hoy un deber social. Como es natural, en la lección de hoy no hemos tratado, ni mucho menos, de todos los intentos que hemos iniciado bajo la dictadura del proletariado para transformarlas tradiciones y las costumbres. En la próxima lección volveremos sobre este tema. Pero otra vez recalcaré expresamente: las experiencias prácticas en los años de revolución depende sólo de su posición en la producción, por lo tanto, de que la mujer participe en el trabajo de la sociedad, pues el trabajo de la familia individual privada convierte a la mujer en esclava. Únicamente puede liberar a la mujer el trabajo socialmente útil.

domingo, 8 de marzo de 2020

8° DE MARZO, EL DÍA DE LA MUJER:

¡Proletarios de todos los países, uníos!

8° DE MARZO, EL DÍA DE LA MUJER:

¡ROMPER LAS CADENAS! ¡DESENCADENAR LA FURIA DE LA MUJER COMO UNA FUERZA PODEROSA PARA LA REVOLUCIÓN!
"El mundo de las mujeres está dividido —al igual que lo está el de los hombres— en dos bandos. Los intereses y aspiraciones de un grupo de mujeres les acercan a la clase burguesa, mientras que el otro grupo tiene estrechas conexiones con el proletariado, y sus demandas de liberación abarcan una solución completa a la cuestión de la mujer. Así, aunque ambos bandos siguen el lema general de la “liberación de la mujer”, sus objetivos e intereses son diferentes. Cada uno de los grupos inconscientemente parte de los intereses de su propia clase, lo que da un colorido específico de clase a los objetivos y tareas que se fija para sí mismo [...]
Para la mayoría de las mujeres del proletariado, la igualdad de derechos con los hombres significaría sólo una parte igual de la desigualdad, pero para las “pocas elegidas”, para las mujeres burguesas, de hecho, abriría las puertas a derechos y privilegios nuevos y sin precedentes que hasta ahora han sido sólo disfrutados por los hombres de clase burguesa. Pero, cada nueva concesión que consiga la mujer burguesa sería otra arma con la que explotar a su hermana menor y continuaría aumentando la división entre las mujeres de los dos campos sociales opuestos. Sus intereses se verían más claramente en conflicto, sus aspiraciones más evidentemente en contradicción."
(Aleksándra Kolontái - Los fundamentos sociales de la cuestión femenina)
"Un movimiento femenino popular verdadero no puede construirse y desarrollarse sino desde la posición de la clase obrera, desde el marxismo, y como partes del movimiento popular de cuya liberación depende la emancipación de la mujer"
(Partido Comunista del Perú – El marxismo, Mariátegui y el movimiento femenino)

En esta ocasión del Día de la mujer saludamos a todas las comunistas y revolucionarias del mundo; heroínas del proletariado y el pueblo que dan sus vidas en las luchas armadas y guerras populares como dirigentes y combatientes en la lucha a muerte contra el imperialismo y todo este sistema patriarcal; en Perú, en la India, en Turquía, en Filipinas y otros lugares. Igualmente, saludamos a las masas femeninas que ahora están movilizándose en todo el mundo en luchas por sus derechos y reivindicaciones, contra las violaciones y contra toda la opresión de la mujer que sigue siendo parte de este sistema capitalista de explotación y opresión.

Lo que corresponde a los comunistas – a los marxistas-leninistas-maoístas – es reconocer las actuales luchas femeninas como una expresión y una parte de la situación revolucionaria en desarrollo desigual en el mundo. Rechazamos las posiciones revisionistas que descartan las luchas femeninas en general, planteando que el problema de la opresión de la mujer supuestamente va a solucionarse “automáticamente” con la revolución, y que por eso no serían necesarias las organizaciones y movilizaciones femeninas. Enarbolamos y aplicamos la posición correcta de nuestro Partido, de que se necesita un movimiento femenino popular que movilice a las mujeres de todas las clases del pueblo por sus reivindicaciones – bajo dirección del proletariado y en función de la toma del Poder a través de la guerra popular.

Las masivas movilizaciones femeninas del año pasado – como las marchas en Mexico, en Turquía, en Sudan, en España y otros lugares contra la violencia contra las mujeres, o las marchas por los derechos de las mujeres y contra la “austeridad” impuesta por el imperialismo en Grecia y otros países – pese a su carácter espontaneo y la falta de dirección proletaria son luchas justas contra el viejo orden y expresan precisamente “la furia de la mujer”, el cual debemos “desencadenar como una fuerza poderosa para la revolución”. Eso es lo que corresponde a las feministas proletarias.

El imperialismo, la reacción y el revisionismo sistemáticamente buscan contener, manipular y utilizar la lucha femenina para desviar la lucha de clases. El papel del feminismo burgués es convertir la lucha femenina en una defensa de la “democracia occidental”, embellecer al imperialismo y pintar a este sistema de explotación y opresión como garante de la supuesta “libertad de las mujeres”; es decir en realidad la “libertad” del “mercado libre”; la libertad de un puñado de mujeres burguesas o pequeñoburguesas de hacer sus carreras dentro del sistema imperialista como explotadoras o fieles lacayas de las clases dominantes. Es un feminismo burgués que hoy a nivel mundial plantea legalizar y normalizar la prostitución, que descaradamente participa en la propaganda racista del imperialismo contra los pueblos árabes y los demás pueblos oprimidos e incluso defienden las guerras genocidas del imperialismo en nombre de tal feminismo. Se confirma lo planteado por el Partido Comunista del Perú, que la movilización de las mujeres es “necesaria y fructífera desde la posición de la clase obrera y al servicio de las masas populares, pero que impulsada por y en beneficio de las clases explotadoras actúa como elemento de divisionismo y freno de la lucha popular”.

Ya sabemos que el imperialismo viene aplicando su política de poner masas contra masas, utilizando las contradicciones nacionales, religiosas o culturales para dividir a las masas y evitar que se unan contra el imperialismo; y no es raro que quieran usar la lucha femenina en el mismo sentido. Contra esto enarbolamos el feminismo proletario, el único feminismo que realmente lucha por la destrucción de todo el sistema patriarcal de explotación y opresión; la emancipación de todas las mujeres del pueblo y no sólo la “libertad” de las mujeres de la burguesía y algunas de sus lacayas pequeñoburguesas.

¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!
¡VIVA EL DÍA DE LA MUJER!
¡APLASTAR EL IMPERIALISMO Y EL PATRIARCADO CON GUERRA POPULAR!
Movimiento Popular Perú
8 de Marzo de 2020

viernes, 6 de marzo de 2020

8 DE MARZO


Con motivo del 8 de marzo presentamos un documento publicado por el PCE (internacional) en 1977, como homenaje a las mujeres que lucharon y luchan en los cinco continentes por su emancipación y el comunismo.

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domingo, 10 de marzo de 2019

¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!


¡Proletarios de todos los países, uníos!
¡VIVA EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER!
¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!
"Las mujeres que son la mitad del mundo y desarrollar el movimiento femenino por la emancipación de la mujer, tarea que es obra de las mujeres mismas pero bajo la dirección del Partido"
 (Presidente Gonzalo)
“En cuanto a las mujeres, además de estar sometidas a estos tres sistemas de autoridad, se encuentran dominadas por los hombres (la autoridad marital). Estas cuatro formas de autoridad – política, de clan, religiosa y marital- encarnan la ideología y el sistema feudo-patriarcales en su conjunto y son cuatro gruesas sogas que mantienen amarrado al pueblo chino, y en particular al campesinado. Se ha descrito más arriba cómo los campesinos derrocan la autoridad política de los terratenientes en el campo, que constituye el pilar de los demás sistemas de autoridad. Con el derrocamiento de la autoridad política de los terratenientes, comienzan a tambalear la autoridad de clan, la religiosa y la marital.” 
(Presidente Mao Tse-tung)
“Mientras dominen en la sociedad las condiciones de vída burguesas no se puede contar con que la fuerza de trabajo humana se valore de otra manera o que se acometa una nueva estimación del papel de la clase trabajadora o de la situación de la mujer en la producción. El trabajo a jornal ha sacado a la mujer de la familia y la ha lanzado dentro de la producción y el sistema actual de trabajo asalariado hace al trabajador y a la trabajadora totalmente dependientes de la burguesía. Su trabajo se paga menos de lo que vale, con indiferencia absoluta de si es hombre o mujer. (…) Aunque millones de mujeres están obligadas a trabajar por un jornal, empeora constantemente la situación social de la mujer. El capitalismo obliga a la mujer además de a la esclavitud en su propio hogar y a su dependencia en la familia a otra carga más: esto es, al trabajo asalariado para el empresario”
(A. Kollontai)
El 8 de marzo DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER PROLETARIA, saludamos a todas las mujeres del mundo que luchan día a día y codo a codo contra el imperialismo y la explotación capitalista. Millones de mujeres que en todo el mundo luchan por sus derechos más inmediatos, que participan en luchas de liberación nacional como en Palestina, que se han incorporado, como en el Perú, a la Guerra Popular, expresión más alta del combate de los pueblos del mundo contra el imperialismo y el revisionismo viejo y nuevo.
La emancipación de la mujer es inseparable de la conquista del Poder, apuntando a la Gran Revolución Cultura Proletaria, todo lo demás es crear falsas ilusiones y movilizar a la mujer, como en el Kurdistán Sirio, al servicio del imperialismo y de la reacción. En los países Imperialistas el feminismo burgués trata de desviar la lucha de la mujer del objetivo de la destrucción del Estado imperialista y de sus cadenas, hacia el circo electoral y la defensa tanto del viejo Estado como de las agresiones imperialistas a los pueblos del tercer mundo, “justificándolas” sobre una supuesta “superioridad” cultural o de civilización de los mayores criminales sobre la Tierra, el imperialismo (superpotencias: yanqui, china y rusa, y potencias imperialistas) y sus lacayos.
La historia demuestra que la lucha por la liberación de la mujer obrera y campesina pobre da un salto con la Gran Revolución Cultural Proletaria, donde más de 300 millones de mujeres se movilizaron en defensa de sociedad socialista contra el revisionismo de Liu, Teng y Lin Piao al interior, contra el revisionismo internacional encabezado por el PCUS y contra el imperialismo. Mujeres que dirigidas por el Partido Comunista bajo la jefatura del Presidente Mao, combatieron la vieja idea burguesa de la “naturaleza femenina”, se incorporaron masivamente a la producción haciendo volar a la vieja familia y a la “autoridad” marital. Acabaron con el carácter privado de la familia y de las tareas domésticas liberándose totalmente del mundo del hogar.
De esta incorporación de la mujer a la Revolución, Chiang Ching es la MAYOR expresión de la incorporación de millones de mujeres dirigidas por el Partido de la clase obrera, el PCCH, a la transformación revolucionaria de la sociedad y al combate contra la restauración del capitalismo.
Hoy en el Perú, el PCP prosigue con guerra popular la demolición del viejo Estado, construyendo una nueva sociedad, mostrando día a día, con la cada vez mayor incorporación de la mujer a la guerra popular, el camino a millones de mujeres de todo el mundo que su emancipación está indesligablemente unida a la lucha por el comunismo.
¡VIVA EL FEMINISMO PROLETARIO!
¡APLASTAR AL IMPERIALISMO Y AL PATRIARCADO CON GUERRA POPULAR!
¡POR LA EMANCIPACIÓN DE LA MUJER A TRAVÉS DE LA CONQUISTA DEL PODER!
¡VIVA EL MAOÍSMO, ABAJO EL REVISIONISMO!
¡GUERRA POPULAR HASTA EL COMUNISMO!
Movimiento Popular Perú
8 de marzo de 20

sábado, 24 de marzo de 2018

LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES: C. ZETKIN


Clara Zetkin (1921)

Tras la derrota de Alemania en la I Guerra Mudial, en 1918 estalla la Revolución de Noviembre. El 7 de noviembre se proclaman dos repúblicas: Philipp Scheidemann, exministro del II Reich, proclama la República desde el Reichstag mientras Karl Liebknecht proclamaba la República Libre y Socialista de Alemania.

El 9 de noviembre abdica el kaiser Guillermo II. El 10 de noviembre se forma un gobierno provisional, dirigido por la socialdemocracia, y finalmente, en el Congreso Pan-aleman de Consejos, donde la socialdemocracia, Partido Socialdemócrata Aleman (SPD) y los socialistas independientes (USPD), era mayoría y opuesta a la dictadura del proletariado, aprueba su disolución y la convocatoria de unas elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente con el fin de redactar una Constitución republicana, con un único objetivo: salvar el viejo Estado, pasando de una monarquía a una república democrático-burguesa.

Comprendiendo que la columna vertebral del viejo Estado es el ejército, desde el inicio de la Revolución de Noviembre el SPD trabaja para formar tanto sus propias fuerzas de choque, como  para reforzar al ejército reaccionario. Frente a las milicias espartaquistas (Fuerzas Republicanas de soldados) el SPD organiza las Fuerzas de Defensa Republicanas, leales al gobierno provisional y al viejo Estado. Después intentó neutralizar a la milicia comunista tratando de integrárla dentro de una nueva fuerza de choque contrarrevolucionaria llamada la Fuerza de Voluntarios del Pueblo, sin éxito. Los espartaquistas mantienen la independencia de su milicia de obreros y soldados. El apuntalamiento del ejército reaccionario comienza con la creación de los “Cuerpos Libres”, grupos paramilitares formados por veteranos soldados y oficiales del derrotado Ejército Imperial, el primero de ellos nace en Kiel, creado por el alcalde de la ciudad, Gustav Noske del SPD, donde se agruparon oficiales y marineros leales al viejo Estado en una unidad que se llamó "Brigada de Hierro". Los "Cuerpos Libres" se extendieron por toda Alemania.

El 30 de diciembre de 1918 los espartaquistas fundan el KPD (Partido Comunista Alemán) y en enero de 1919 el Partido Comunista encabeza la insurrección contra el  Estado reaccionario y su gobierno "socialista", por la instauración de la dictadura del proletariado. La revolución fue derrotada por el ejército reaccionario que actuó conjuntamente con los "Cuerpos Libres", bajo la dirección del gobierno del SPD. El 15 de enero, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht son asesinados. El camino que siguió la República de Weimar no fue el "socialismo" por vía pacífica anunciado por Kautsky, sino el fascismo y la guerra.

El texto que presentamos está escrito tras la Revolución de Noviembre y antes del aplalstamiento de la isurrección de enero de 1919 por el gobierno socialdemócrata del SPD. Este es el contexto en el que Clara Zetkin hace su llamamiento a la movilización de la mujer obrera en función de la toma del Poder y la destrucción del viejo Estado.

Cuestión fundamental del maoísmo: el Poder para el proletariado, que separa al feminismo proletario, no solamente del feminismo burgués liberal, sino también del feminismo burgués revisionista.



                        LA REVOLUCIÓN Y LAS MUJERES
                                       Clara Zetkin


                                        22 de noviembre de 1918

Hasta ayer mismo en el Reichstag y en los Landtag de los Estados federales se juraba solemnemente que nosotras, las mujeres, todavía no estábamos «maduras» para asumir nuestra tarea de ciudadanas equiparadas al lado de los hombres. Hasta ayer mismo «inmaduras» para poder decidir la nómina de un guardia nocturno en Buxtehude, hoy, declaradas «maduras», electoras y elegibles con derechos iguales, ya somos capaces de pronunciarnos sobre las decisiones más importantes de la vida política del país, y sobre su ordenación económica.

En realidad, también las mujeres deben participar, mediante el derecho de voto democrático, a la elaboración de las leyes fundamentales que conciernen a la forma de gobierno y a las instituciones del Estado. Esta debe ser la tarea de las anunciadas asambleas nacionales constituyentes que tendrán lugar en la «gran» y en la «pequeña» patria; sin embargo, la tarea principal de estas asambleas debería ser, según el deseo de las clases poseedoras, el de arrancar el poder político de las manos proletarias en nombre de la engañosa consigna «salvaguarda de la democracia», bloqueando con ello la vía para la construcción de una auténtica democracia integral.

También las mujeres deben poderse pronunciar sobre esta alternativa: república burguesa o república socialista o, en otras palabras: dominio de clase político-formal moderado por parte de los usurpadores de la riqueza social, o bien el poder político en manos de los productores de la riqueza social. La política socialista radical que remodele completamente «la antigua, decrépita hacienda», es decir, el Estado opresor capitalista y la economía de explotación capitalista y la transforme en un sistema socialista, en una sociedad de libres e iguales; o bien una política de concesiones, de armonía entre burgueses y proletarios, una política sin principios que recurre a remiendos políticos y económicos con el fin de preservar la sociedad capitalista. ¡También las mujeres debemos decidir respecto a estas alternativas vitales para el pueblo alemán y en su decisión quedará demostrada la madurez política de la mujer!

Las mujeres alemanas no debemos olvidar nunca que nuestra equiparación política no es el premio a una lucha victoriosa, sino el regalo de una revolución que han soportado las masas proletarias, y que llevaba escrito en su estandarte: ¡democracia integral y todos los derechos para el pueblo! ¡Plenos derechos también para las mujeres! ¿Acaso nosotras, mujeres, no somos pueblo, la mitad del pueblo, y por tanto la mitad del sacrificio de millones de hombres al imperialismo, y nunca como ahora la mitad más grande del pueblo alemán? ¿Y acaso no somos nosotras, las mujeres, en aplastante mayoría, el pueblo trabajador que acrecienta la riqueza material y cultural de la sociedad? Al pueblo trabajador pertenece la obrera de la fábrica, la empleada y la maestra, la pequeña campesina, pero también el ama de casa que, mediante sus cuidados y su trabajo, prepara y cuida la casa para sus pequeños huéspedes; al pueblo trabajador pertenece sobre todo la madre cuya contribución tiene el mayor de los valores: una descendencia sana y fuerte de cuerpo y espíritu, cuya obra enriquece el tesoro de la humanidad. Al margen de esta gran comunidad de hermanas solamente se encuentran aquellas señoras que viven a costa de la explotación del trabajo de los demás y que carecen de actividad autónoma; estas señoras no participan en aumento del patrimonio social, sino sólo en su consumo.

La revolución ha dado a las mujeres trabajadoras sus derechos civiles sin preguntar antes si la mayoría los había reivindicado, sin averiguar si habíamos luchado para conseguirlos. La revolución ha hecho posible también que la valiente lucha de sus vanguardias garantice la capacidad, la voluntad de todas para asumir sus deberes de ciudadanas.

Ahora se trata de que las mujeres paguen esta deuda de reconocimiento hacia la revolución y demuestren que la confianza que en ellas había puesto es perfectamente correspondida. ¡Demostremos nuestro orgullo y nuestra valentía!  No recibamos sin dar nada a cambio; no nos dejemos asustar por los espectros del pasado; por el contrario, enfrentémonos al futuro con ímpetu y decisión. La revolución está amenazada. Por todo el Reich las fuerzas de la reacción y de la contrarrevolución están intentando salir del escondrijo en el que la revuelta de las masas les ha obligado a refugiarse.

Las clases poseedoras empiezan a organizarse y armarse para arrancar al pueblo trabajador el poder político apenas conquistado. Sus agentes en la prensa, en la administración pública, en los parlamentos tomados por la revolución, empiezan a entrar en escena. Los conservadores están descubriendo que tienen un corazón democrático y los demócratas burgueses se dan cuenta de que su acción debe ser de tipo conservador, que más allá del límite que determinan los intereses de clase burgueses, el principio democrático debe abdicar en favor de la praxis capitalista. Los enemigos ocultos del poder revolucionario del proletariado son más peligrosos que los enemigos desenmascarados. La democracia burguesa, esta árida fórmula jurídica, se prepara para estrangular la viva democracia proletaria de la cual la revolución ha sido su primer paso.

La reivindicación de asambleas nacionales constituyentes para el Reich y para los Estados federales es la sábana que debe encubrir el intento, por parte de las clases poseedoras, de reconquistar el poder político. Reparto del poder político entre todos los estratos y clases de la población: ¡qué bien suena, cómo suena a justo y democrático! Y sin embargo, la piel de cordero disfraza al lobo. Sólo existen dos posibilidades: o el proletariado detenta todo el poder político para la realización de su objetivo final: la superación del capitalismo por el socialismo, o bien el proletariado no detenta ningún poder, sino sólo una parte mínima del mismo para poder realizar reformas que no amenacen el sistema capitalista, sino que por el contrario lo refuercen. Un reparto de poder entre la clase obrera y la burguesía siempre acaba desembocando en un dominio de la clase burguesa, siempre acaba siendo una moderada dictadura de la clase poseedora y explotadora.

El campo de escombros en el que la guerra mundial ha convertido el sistema capitalista exige de inmediato, si el pueblo trabajador no quiere verse en la ruina, la reconstrucción de la sociedad sobre bases socialistas. El socialismo, no en tanto que teoría social, sino como praxis social, es el imperativo del momento. Las tareas impuestas por la adquisición de bienes alimenticios y materias primas, por la desmovilización, por la reconstrucción de la economía completamente disgregada, solamente pueden ser realizada mediante soluciones socialistas si se quiere que las masas populares no se conviertan en las víctimas de una situación insostenible. El apoyo de la lucha por el poder político está representado en la lucha por la ordenación económica de la sociedad. Quien desee el fin del capitalismo y la llegada del socialismo no debe permitir que el poder político del pueblo trabajador quede paralizado por el poder político de los poseedores, y debe exigir todo el poder para el proletariado. El terremoto político que ha derrumbado el trono y los sillones de los burócratas debe embestir también la economía y dar muerte al capitalismo. ¡La revolución debe continuar avanzando !