martes, 5 de febrero de 2013

LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO - LENIN


 
SOBRE LA LUCHA CONTRA EL REVISIONISMO
(2 – Lenin)

Lenin desarrolló una extraordinaria lucha contra el viejo revisionismo cuya bancarrota se produjo en la I Guerra Mundial; de él dijo:

“El revisionismo o ‘revisión’ del marxismo es hoy una de las principales manifestaciones, si no la principal, de la influencia burguesa sobre el proletariado y de la corrupción burguesa de los proletarios”.

Señalando en 1899 y 1902, respectivamente:

“La socialdemocracia internacional atraviesa en la actualidad por un período de vacilación ideológica. Hasta ahora la doctrina de Marx y Engels era considerada como la base firme de la teoría revolucionaria; pero en nuestros días se dejan oír, por todas partes, voces sobre la insuficiencia y caducidad de esta doctrina. El que se declara socialdemócrata y tiene la intención de publicar un periódico socialdemócrata debe determinar con exactitud su posición frente a la cuestión que no apasiona solo, ni mucho menos, a los socialdemócratas alemanes.
Nosotros nos basamos íntegramente en la doctrina de Marx: ella transformó por primera vez el socialismo, de utopía, en una ciencia, echó las sólidas bases de esta ciencia y trazó el camino que había de tomar, desarrollándola y elaborándola en todos sus detalles. La doctrina de Marx descubrió la esencia de la economía capitalista contemporánea, explicando cómo el empleo del obrero, la compra de la fuerza de trabajo, encubre la esclavización de millones de desposeídos por un puñado de capitalistas, dueños de la tierra, de las fábricas, de las minas, etc. Esta doctrina demostró cómo todo el desarrollo del capitalismo contemporáneo se orienta hacia la substitución de la pequeña producción por la grande, creando las condiciones que hacen posible e indispensable la estructuración socialista de la sociedad. Ella nos enseñó a ver, bajo el manto de las costumbres arraigadas, de las intrigas políticas, de las leyes sabihondas y teorías hábilmente fraguadas, la lucha de clases, la lucha que se desarrolla entre las clases poseedoras de todo género y las masas desposeídas, el proletariado, quien está a la cabeza de todos los indigentes. La doctrina de Marx estableció las verdaderas tareas de un partido socialista revolucionario: no componer planes de reorganización de la sociedad ni ocuparse de la prédica a los capitalistas y sus acólitos de la necesidad de mejorar la situación de los obreros, ni tampoco urdir conjuraciones, sino organizar la lucha de clases del proletariado y dirigir esta lucha, que tiene por objetivo final la conquista del poder político por el proletariado y la organización de la sociedad socialista.” (“Nuestro Programa”).

“La socialdemocracia debe transformarse, de partido de la revolución social, en un partido democrático de reformas sociales. Bernstein ha apoyado esta reivindicación política con toda una batería de ‘nuevos’ argumentos y consideraciones bastante armoniosamente concordados. Ha sido negada la posibilidad de fundamentar científicamente el socialismo y de demostrar, desde el punto de vista de la concepción materialista de la historia, su necesidad e inevitabilidad; ha sido negado el hecho de la miseria creciente, de la proletarización y de la exacerbación de las contradicciones capitalistas; ha sido declarado inconsistente el concepto mismo del ‘objetivo final’ y rechazada en absoluto la idea de la dictadura del proletariado; ha sido negada la oposición de principios entre el liberalismo y el socialismo; ha sido negada la teoría de la lucha de clases, pretendiendo que no es aplicable a una sociedad estrictamente democrática, gobernada conforme a la voluntad de la mayoría, etc.” (“¿Qué hacer?”).

Y resaltando su característica reptante:

“Cuando se habla de lucha contra el oportunismo, no hay que olvidar nunca un rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los terrenos: su carácter indefinido, difuso, inaprehensible. El oportunista, por su misma naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo preciso y definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista que se excluyen mutuamente, esforzándose por ‘estar de acuerdo’ con uno y otro, reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos inocentes, etc., etc.” (“Un paso adelante, dos pasos atrás”).

Asimismo, combatiendo la negación de la lucha de clases y desenmascarando la colaboración de clases del revisionismo:

“En el campo de la política, el revisionismo intentó revisar realmente la base del marxismo, o sea, la teoría de la lucha de clases. La libertad política, la democracia, el sufragio universal –nos decían los revisionistas- destruyen la base para la lucha de clases y desmienten la vieja tesis del Manifiesto Comunista de que los obreros no tienen patria. Puesto que en la democracia impera la ‘voluntad de la mayoría’, no debemos ver en el Estado, según ellos, el órgano de la dominación de clases, ni negarnos a hacer alianzas con la burguesía progresiva, socialreformista contra los reaccionarios.
Es indiscutible que estas objeciones de los revisionistas se reducían a un sistema bastante armónico de concepciones, a saber: a las harto conocidas concepciones liberal-burguesas. Los liberales han dicho siempre que el parlamentarismo burgués suprime las clases y las diferencias de clase, ya que todos los ciudadanos sin excepción tienen derecho al voto y a intervenir en los asuntos del Estado. Toda la historia de Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, y toda la historia de la revolución rusa, a comienzos del siglo XX, enseñan palpablemente cuan absurdos son tales conceptos. Bajo las libertades del capitalismo ‘democrático’, las diferencias económicas, lejos de atenuarse, se acentúan y se agudizan. El parlamentarismo no elimina, sino que pone al desnudo la esencia de las repúblicas burguesas más democráticas como órganos de opresión de clase. Ayudando a ilustrar y organizar a masas de población incomparablemente mas extensas que las que antes participaban de un modo activo en los acontecimientos políticos, el parlamentarismo prepara así, no la supresión de las crisis y de las revoluciones políticas, sino la mayor agudización de la guerra civil durante estas revoluciones. Los acontecimientos de París, en la primavera de 1871, y los de Rusia, en el invierno de 1905, pusieron de manifiesto, con excepcional claridad, cuán inevitablemente se produce esta agudización. La burguesía francesa, para aplastar el movimiento proletario, no vacilo ni un segundo en pactar con el enemigo de toda la nación, con las tropas extranjeras que habían arruinado a su patria. Quien no comprenda la inevitable dialéctica interna del parlamentarismo y del democratismo burgués, que conduce a solucionar la disputa por la violencia de las masas de un modo todavía más tajante que en tiempos anteriores, jamás sabrá desarrollar, sobre la base de este parlamentarismo, una propaganda y una agitación consecuentes desde el punto de vista de los principios, que preparen verdaderamente a las masas obreras para la participación victoriosa en tales ‘disputas’. La experiencia de las alianzas, de los acuerdos, de los bloques con el liberalismo socialreformista en la Europa occidental y con el reformismo liberal (demócratas constitucionalistas) en la revolución rusa, muestra de manera convincente que estos acuerdos no hacen más que embotar la conciencia de las masas, no reforzando, sino debilitando la significación real de su lucha, uniendo a los luchadores con los elementos menos capaces de luchar, con los elementos más vacilantes y traidores.” (“Marxismo y revisionismo”).

Y desentrañando su traición al socialismo y defensa de la democracia burguesa:

“La historia enseña que ninguna clase oprimida ha implantado ni ha podido implantar jamás su dominación sin atravesar un período de dictadura, es decir, de conquista del Poder político y de represión violenta de la resistencia opuesta siempre por los explotadores, la más desesperada y furiosa, una resistencia que no reparaba en crímenes. La burguesía, cuyo dominio defienden ahora los socialistas que hablan contra la ‘dictadura en general’ y enaltecen la ‘democracia en general’, conquistó el Poder en los países avanzados a costa de una serie de insurrecciones, de guerras civiles y de represión violenta contra los reyes, los feudales, los esclavistas y contra sus tentativas de restauración. Los socialistas de todos los países, en sus libros y folletos, en las resoluciones de sus congresos y en sus discursos de agitación, han explicado miles y millones de veces al pueblo el carácter de clase de estas revoluciones burguesas y de esta dictadura burguesa. Por eso, la actual defensa de la democracia burguesa en forma de discursos sobre la ‘democracia en general’ y el actual vocerío y clamor contra la dictadura del proletariado en forma de gritos sobre la ‘dictadura en general’, son una traición directa al socialismo, el paso efectivo al lado de la burguesía, la negación del derecho del proletariado a su revolución proletaria, la defensa del reformismo burgués precisamente en un momento histórico en que este reformismo ha fracasado en todo el mundo y en que la guerra ha creado una situación revolucionaria.” (“I Congreso de la Internacional Comunista”).

Por otro lado, analizando la aristocracia obrera como bastión social del revisionismo, en el II Congreso de la Internacional Comunista:

    “Una de las principales causas que dificulta el movimiento obrero revolucionario en los países capitalistas desarrollados es que, debido a las posiciones coloniales y a los superprovechos del capital financiero, etc., el capital, en estos países ha logrado separar una capa relativamente mas amplia y mas estable, una pequeña minoría, una aristocracia obrera. Esta goza de mejores condiciones de salario y esta sumamente imbuida del estrecho espíritu gremial y de perjuicios pequeñoburgueses e imperialistas. Este es el verdadero ‘bastión’ social de la II Internacional, de los reformistas y los ‘centristas’ y, en la actualidad, es casi el principal bastión social de la burguesía.”
“Aquí debemos preguntar: ¿Cómo se explica la firmeza de tales corrientes en Europa? ¿Y por qué este oportunismo es más fuerte en Europa Occidental que en nuestro país? Porque los países avanzados han creado y siguen creando su cultura mediante la oportunidad que tiene de vivir a expensas de mil millones de gentes oprimidas. Porque los capitalistas de estos países obtienen mucho más de lo que hubiesen sido capaces de obtener en forma de ganancias provenientes del robo a los obreros de sus propios países.
Antes de la guerra se calculaba que los tres países más ricos –Gran Bretaña, Francia y Alemania- obtenían solo de la exportación de capital, sin contar otros ingresos, ganancias de ocho mil a diez mil millones de francos por año.
No hace falta decir que de esta considerable cantidad es posible arrojar aunque sea 500 millones como limosna a los dirigentes obreros, a la aristocracia obrera, con el objeto de sobornarlos de diversa maneras. Todo el asunto se reduce precisamente al soborno. Este se hace de mil maneras diferentes: elevando la cultura en los mas grandes centros, creando instituciones docentes, creando miles de trabajos suaves para los dirigentes de las sociedades cooperativas, para los lideres tradeunionistas y para los lideres parlamentarios. Esto se realiza donde quiera que existan relaciones capitalistas modernas, civilizadas. Y estos miles de millones de superprovechos constituyen la base económica sobre la cual descansa el oportunismo en el movimiento obrero.”

Y sobre el revisionismo en cuanto producto de la concepción burguesa y de la influencia sobre el proletariado:

“¿En qué estriba su (del revisionismo) carácter inevitable en la sociedad capitalista? ¿Por qué es más profundo que las diferencias debidas a las particularidades nacionales y al grado de desarrollo del capitalismo? Porque en todo país capitalista existen siempre, al lado del proletariado, extensas capas de pequeña burguesía, de pequeños propietarios. El capitalismo ha nacido y sigue naciendo, constantemente, de la pequeña producción. El capitalismo crea de nuevo, infaliblemente, toda serie de ‘capas medias’ (apéndice de las fábricas, trabajo a domicilio, pequeños talleres diseminados por todo el país, en virtud de las exigencias de la gran industria, por ejemplo, de la industria de bicicletas y automóviles, etc.). Estos nuevos pequeños productores se ven nuevamente arrojados también. de modo no menos inevitable, a las filas del proletariado. Es perfectamente natural que la mentalidad pequeñoburguesa irrumpa de nuevo, una y otra vez, en las filas de los grandes partidos obreros.” (“Marxismo y revisionismo”).

Y:

“Así, pues, la exigencia de que la socialdemocracia revolucionaria diese un viraje decisivo hacia el socialreformismo burgués, iba acompañada de un viraje no menos decisivo hacia la crítica burguesa de todas las ideas fundamentales del marxismo. Y como esta ultima crítica contra el marxismo se venía realizando ya desde hacía mucho tiempo, desde de la tribuna política, desde las cátedras universitarias, en numerosos folletos y en una serie de tratados científicos; como toda la nueva generación de las clases ilustradas ha sido educada sistemáticamente, durante decenios, a base de esta crítica, no, es de extrañar que la ‘nueva’ tendencia ‘critica’ en el seno de la socialdemocracia haya surgido de golpe, completamente acabada, como Minerva de la cabeza de Júpiter. Por su contenido, esta tendencia no ha tenido que desarrollarse ni formarse; ha sido trasplantada directamente de la literatura burguesa a la literatura socialista.” (“¿Qué hacer?”).

Lenin calificó a los revisionistas como “mejores defensores de la burguesía que la propia burguesía”, en el II Congreso aludido dijo:

“No voy a extenderme sobre la manera concreta en qué debemos hacer esto: de esto me ocupo en mis tesis, que ya han sido publicadas mi tarea consiste en señalar las profundas raíces económicas de este fenómeno. La enfermedad es prolongada; la cura es aún mas prolongada que lo que los optimistas esperaban que fuese. El oportunismo es nuestro principal enemigo. El oportunismo en las filas más altas del movimiento obrero no es socialismo proletario, sino socialismo burgués. La práctica ha mostrado que estas gentes activas en el movimiento obrero que adhieren a esta tendencia oportunista son mejores defensores de la burguesía que la propia burguesía. Sin su dirección de los obreros, la burguesía no podría permanecer en el poder. Esto no solo esta probado por la historia del régimen de Kerensky en Rusia; esta también probado por la república democrática en Alemania, encabezada por su gobierno socialdemócrata; esta probado por la actitud de Albert Thomas hacia su gobierno burgués. Está probado por la experiencia análoga en Inglaterra y los Estados Unidos. He ahí donde está nuestro principal enemigo; y debemos vencer a este enemigo. Debemos abandonar este congreso con la firme determinación de llevar a cabo esta lucha en todos nuestros partidos hasta su verdadero fin. Esta es nuestra tarea principal.”

Y sobre “la única línea marxista”:

“Del ‘partido obrero burgués’ de las viejas tradeuniones, de la minoría privilegiada, distingue Engels la ‘masa inferior’, la verdadera mayoría y apela a ella, que no está contaminada de ‘respetabilidad burguesa’. ¡Ese es el guía de la táctica marxista!
Ni nosotros ni nadie puede calcular exactamente qué parte del proletariado es la que sigue y seguirá a los socialchovinistas y oportunistas. Sólo la lucha lo pondrá de manifiesto, sólo la revolución socialista lo decidirá definitivamente. Pero lo que si sabemos con certeza es que los ‘defensores de la patria’ en la guerra imperialista sólo representan una minoría. Y por esto, si queremos seguir siendo socialistas, nuestro deber es ir más abajo y más a lo hondo, a las verdaderas masas: en ello está todo el sentido de la lucha contra el oportunismo y todo el contenido de esta lucha. Poniendo al descubierto que los oportunistas y los socialchovinistas traicionan y venden de hecho los intereses de las masas, que defienden privilegios pasajeros de una minoría obrera, que extienden ideas e influencias burguesas, que, en realidad, son aliados y agentes de la burguesía, de este modo enseñamos a las masas a comprender cuáles son sus verdaderos intereses políticos, a luchar por el socialismo y por la revolución, a través de todas las largas y penosas peripecias de las guerra imperialistas y de los armisticios imperialistas.
La única línea marxista en el movimiento obrero mundial consiste en explicar a las masas que la escisión con el oportunismo es inevitable e imprescindible, en educarlas para la revolución en una lucha despiadada contra él, en aprovechar la experiencia de la guerra para desenmascarar todas las infamias de la política obrera liberal-nacionalista, y no para encubrirlas.” (“El imperialismo y la escisión del socialismo”).

Así como convocó a defender el marxismo y desarrollarlo pese a la grita de los revisionistas:

“Y ahora planteamos la pregunta: ¿qué aportaron de nuevo a esta doctrina aquellos bulliciosos ‘renovadores’, que tanto ruido han levantado en nuestros días, agrupándose en torno al socialista alemán Bernstein? Absolutamente nada: no impulsaron ni un paso adelante la ciencia que nos legaron, con la indicación de desarrollarla, Marx y Engels; no enseñaron al proletariado algunos nuevos métodos de lucha; no hicieron más que plegarse, recogiendo fragmentos de teorías atrasada predicando al proletariado, en lugar de la doctrina de la lucha, la de las concesiones a los enemigos más encarnizados del proletariado, a los gobiernos y partidos burgueses, que no se cansan de inventar nuevos métodos de persecución contra los socialistas. Uno de los fundadores y jefes de la socialdemocracia rusa, Plejanov tenía completa razón al someter a una crítica implacable la última ‘crítica’ de Bernstein, de cuyas concepciones también reniegan ahora los representantes de los obreros alemanes (en el Congreso de Hannóver).
Sabemos que estas palabras provocarán un montón de acusaciones que se nos echará encima: gritarán que queremos convertir el partido socialista en una Orden de ortodoxos’, que persiguen a los ‘herejes’ por su apostasía del ‘dogma’, por toda opinión independiente, etc. Conocemos todas estas frases cáusticas tan en boga. Pero, ellas no contienen ni un grano de verdad, ni un ápice de sentido común. No puede haber un fuerte partido socialista sin una teoría revolucionaria que agrupe a todos los socialistas, de la que éstos extraigan todas sus convicciones y la apliquen en sus procedimientos de lucha y métodos de acción. Defender la doctrina, que según su más profundo convencimiento es la verdadera, contra los ataques infundados y contra los intentos de empeorarla, no significa, en modo alguno, ser enemigo de toda crítica. Nosotros no consideramos, en absoluto, la teoría de Marx como algo acabado e intangible: estamos convencidos, por el contrario, de que esta teoría no ha hecho sino colocar las piedras angulares de la ciencia que los socialistas deben impulsar en todos los sentidos, siempre que no quieran quedar rezagados en la vida. Creemos que para los socialistas rusos es particularmente necesario impulsar independientemente la teoría de Marx, porque esta teoría da solamente los principios directivos generales, que se aplican en particular a Inglaterra, de un modo distinto que a Francia; a Francia, de un modo distinto que a Alemania; a Alemania, de un modo distinto que a Rusia.” (“Nuestro Programa”).

Y analizando el hundimiento del viejo revisionismo, en su muy importante obra “La bancarrota de la II Internacional” del año 1915, Lenin nos enseñó:

“Para los obreros conscientes, el socialismo es una convicción profunda y no una tapadera conveniente para ocultar tendencias conciliadoras pequeñoburguesas y de oposición nacionalista. Por bancarrota de la Internacional, estos obreros entienden la flagrante traición de la mayoría de los partidos socialdemócratas oficiales a sus convicciones y a las solemnes declaraciones hechas durante los discursos pronunciados en los congresos internacionales de Stuttgart y Basilea, en las resoluciones de estos congresos, etc. ... Es un hecho reconocido desde hace tiempo que, a pesar de todos los horrores y calamidades que provocan, las guerras reportan un beneficio más o menos grande al descubrir, denunciar y destruir implacablemente muchos elementos podridos, caducos y muertos de las instituciones humanas.”
“El oportunismo es el sacrificio de los intereses vitales de las masas en aras de los intereses momentáneos de una minoría insignificante de obreros, o dicho en otros términos, la alianza entre una parte de los obreros y la burguesía contra la masa proletaria. La guerra hace que esta alianza sea tanto más patente y forzosa. El oportunismo se ha ido incubando durante decenios por la especificidad de una época de desarrollo del capitalismo en que las condiciones de existencia relativamente civilizadas y pacificas de una capa de obreros privilegiados los ‘aburguesaba’, les proporcionaba unas migajas de los beneficios conseguidos por sus capitales nacionales y los mantenía alejados de las privaciones, de los sufrimientos y del estado de ánimo revolucionario de las masas que eran lanzadas a la ruina y que vivían en la miseria.”
“El socialchovinismo es el oportunismo tan maduro, tan fortalecido y envalentonado durante una larga época de capitalismo relativamente ‘pacífico’, tan cuajado ideológica y políticamente, tan ligado a la burguesía y a los gobiernos, que no es posible tolerar la existencia de tal corriente en el seno de los partidos obreros socialdemócratas.”
“Antes de la guerra, el oportunismo –si nos referimos a toda Europa- se encontraba, por decirlo así, en la adolescencia. Con la guerra ha llegado a la plena madurez y ya no se le puede devolver su ‘inocencia’ y su juventud. Ha madurado toda una capa social de parlamentarios, de periodistas, de funcionarios del movimiento obrero, de empleados privilegiados y de ciertos estratos del proletariado, capa social que se ha fundido con su burguesía nacional y a la que ésta ha sabido apreciar en su justo valor y ‘adaptar’. No es posible hacer girar hacia atrás o detener la rueda de la historia; pero lo que si se puede y se debe hacer es avanzar sin miedo y pasar de las organizaciones preparatorias y legales de la clase obrera, prisioneras del oportunismo, a unas organizaciones revolucionarias del proletariado que sepan no limitarse a la legalidad, que sepan ponerse a cubierto de la traición oportunista, a las organizaciones revolucionarias del proletariado que emprende la ‘lucha por el Poder’, por el derrocamiento de la burguesía.”

Y en “El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional”, del 16:

    “El carácter relativamente ‘pacifico’ del período comprendido entre 1871 y 1914 ha alimentado el oportunismo, primero como estado de ánimo, luego como tendencia y, finalmente, como grupo o sector de burocracia obrera y compañeros de ruta pequeñoburgueses. Sólo pudieron tales elementos subordinar el movimiento obrero reconociendo de palabra los objetivos revolucionarios y la táctica revolucionaria. Solo pudieron conquistar la confianza de las masas jurando que todo el trabajo ‘pacifico’ no era sino una preparación para la revolución proletaria. Esa contradicción era un tumor que alguna vez había de reventar y ha reventado. Ahora toda la cuestión consiste en decidir si, como hacen Kautsky y Cía., hay que intentar introducir nuevamente ese pus en el organismo, en aras de la ‘unificación’ (con el pus), o si, para contribuir a la completa curación del organismo del movimiento obrero, es menester eliminar esa podré del modo mas rápido y cuidadoso, aunque este proceso produzca temporalmente agudo dolor.”



¡ELECCIONES, NO!
¡GUERRA POPULAR, SÍ!

Comité Central
Partido Comunista del Perú
1990

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